Partida Rol por web

El niño se queda embobado mirando cómo se aleja Samantha con la tabla bajo el brazo. No le ha dado tiempo a decir ni a hacer nada, pero no es la primera vez que le pasa, ni será la última. Es un efecto secundario de no poder hablar, que la reacción con las manos no es tan inmediata como la voz. Podría gritar, si, pero no le gusta hacerlo. De hecho, solo su madre ha oído su voz. Alguna vez ha pensado que, de ser ciego, optaría por no abrir los ojos. 

A Sam no le hace falta que el niño grite, ya lo hace con la mente, con los colores y los destellos. La niña sabe que Damion la mira enamorado (si se puede estar enamorado con 12 años). No observa su cuerpo de espaldas como quien tiene deseo sexual, no. Aún no. Lo que más le llama la atención de Samantha son su pelo, su cara, su olor floral, sus gestos, su desparpajo, su seguridad y... Su transparencia. Y eso es lo que observa a cámara lenta, atrapando el momento, y moviendo los labios involuntariamente, saboreando la sensación de su primer beso, el cual no ha podido devolver. 

La mira pensando en la suerte que tiene por tenerla tan cerca. Vecinos! Y en que ojalá no se separen nunca, aunque no acaben siendo novios. Pero en el fondo sabe que eso no va a pasar. Muy en el fondo es consciente de que siempre le acaban dejando atrás. En su corta experiencia relacionándose con gente, solo doce años, le ha pasado a menudo y cree que volverá a pasar. Por eso este momento y sus sensaciones quedarán grabados en su memoria para siempre.

Tan notorios son los pensamientos y sensaciones de Damion, que Samantha tarda en darse cuenta de que hay una mente conocida en el radar. Está en la planta de arriba de su casa. Es Marie, la biológica de la familia, asomada a la ventana del baño.

Si Sam mira hacia arriba, estando aún en el patio vecino y portando el skate, su mirada se cruzará con la de su hermanastra. Los ojos de Marie parecen los de un conejo asustado. Instantáneamente, el rostro desaparece de la ventana, huyendo. No así sus pensamientos, que Samantha capta con cierta claridad: Ha visto lo ocurrido. Lo sabe todo. Se asomó al oír el ruido de los saltos. Y su intención es bajar corriendo y chivarse a sus padres. Es la biológica, no puede defraudar, de hecho ya ha empezado a correr y Sam dispone de un segundo para reaccionar antes de que Marie desaparezca del rango de detección. 

-Mamáaaaa...! -Se oye desde fuera. O tal vez grita tanto que hasta el pensamiento se intensifica de tal manera que se hace difícil distinguirlo de un grito.

Reaccionó con rapidez. No tengo tiempo para sutilezas cuando se trata de mi seguridad, así que proyecto en la mente de Marie la imagen de mi hermano besando al vecino. Lo hago de continuo para que se grave en la mente de mi hermana. La hago dudar. Lo hago con los ojos cerrados y mientras corro por el espacio abierto entre el jardín y la puerta.
Ya está.
Noto como se quiebra su seguridad y empiezo a ser más sutil. Proyecto la mirada de mi padre, furioso.
¿Estás segura, Marie?
No lo está. Ya no.
Deslizo la tabla bajo el porche, dónde nadie la buscará. Nadie conoce ese hueco.
Ahora toca disimular mucho.
Entro en la casa y me voy a mi cuarto. Encuentro a mí hermana.
Llevo aquí todo el rato - le resumo. No le hace falta más.

Se queda unos segundos mirando a los ojos de su hermana. Se encoge de hombros. -Vale. -Gira su silla y vuelve a ponerse frente al ordenador. -Pero que sepas que en el patio del vecino se han oído muchos ruidos de monopatines... Mira, he estado mirando ésto. -Si Sam se acerca a la pantalla, ve varias webs abiertas. Entre ellas: https://www.mensa.org/ , https://fundacionbelen.org/hijos/superdotados/  -En estos sitios es donde deberías estar. Estás desaprovechada, renacuaja. No me gustaría ver que te quedas aquí toda la vida. En esta casa, en este entorno. -Dice Anne, sin saber que son organizaciones y no lugares donde acudir o quedarse a vivir como si fueran internados. 

Se oye la puerta de la casa. Es Lucien, que ha vuelto. 

-Ah, y en el chat de esa cosa que te inventaste, hay mensajes. Pero tienes que meter un usuario y contraseña. -Anne acciona otra pestaña y la pantalla muestra que hay seis mensajes sin leer en WeRSpecial. -Bueno, te dejo. Voy a planchar, que ya ha llegado papá. -Ufff... joder, qué mierda... No me apetece nada. -La joven sale de la habitación. 

Si Sam accede a la app, verá que hay dos usuarios conectados: "Verónica" y "Eugenia Umińska", y una conversación en el chat general, entre ellas. 

Un minuto después, Sam nota en su mente que los ánimos en la casa están revueltos. Una gran tensión recorre el ambiente. Algo sucede. -¿¡Cómo dices!? ¿¡Dónde está David!? ¡Dime dónde está! Se va a enterar ese mocoso... -Es la voz en grito de Lucien, bastante cabreado. De fondo se intuye la voz de Daniella, un poco más suave, no llega a oírse y, al parecer se encuentra lejos del rango de detección. Posiblemente en la habitación del matrimonio. A quien sí detecta es a Marie. Su mente emana unas intensas tonalidades grises y la culpa se adueña de ella. 

Sonrío. Claramente a funcionado el truco.

Se lo tiene merecido.

Me siento al ordenador y relleno los datos necesarios para poder internarme en ese punto de la red donde pueda comunicarme con mi contacto al exterior.

A ver qué pasa.

Pienso un segundo hasta que aparece el nombre.

Atreides. Servirá.

Mientras tanto, en el exterior, bajo el porche, la tabla que oculta el hueco bajo las escaleras de entrada comienza a resbalar. Las prisas han hecho que no quede tan bien colocado como otras ocasiones. Una pena.

Mientras Samantha se encuentra frente al ordenador, a solas en la habitación, fuera se suceden los gritos y la tensión tanto en el ambiente como en su cabeza. 

Lucien ha encontrado a David y lo golpea una y otra vez, insultándolo. Es impensable que su hijo, el único varón, se junte con el vecino no católico y sin bautizar, y que además le bese, como si fuera una niña. Su único varón, desviado. Cree que es necesario y útil pegarle, y que funcionará tarde o temprano. El niño llora desconsolado, gritando que él no ha hecho nada, y no entiende lo que ocurre, el dolor del cinturón en sus nalgas es bastante agudo. Por más que se cubre la zona con las manos o los brazos, es inútil. Recibe el golpe en la extremidad y duele aún más. Daniella, por otro lado, intenta evitarlo, pero no lo consigue. Piensa que si agarra el brazo de Lucien, éste no golpeará a su hijo, pero no está sirviendo de nada, ya que el hombre cambia el cinturón de mano y lo golpea con la izquierda. La mujer también grita. Los tres se encuentran en la cocina, y Sam puede captarlo todo perfectamente.

Por otro lado, Marie, está acurrucada en el cuarto de baño. Sam imagina que la puerta estará cerrada. La hija biológica llora y se siente culpable. David nunca había recibido una paliza así, aunque ella no va a ir a pedirle perdón. Si David se enterara de que ha sido ella, se lo haría pasar muy mal. No sabe con qué cara va a mirar a su magullado hermano en lo que le queda de vida. 

Anne sale al patio y se lleva a Eve y Sarah rápidamente. Eve no para de preguntar que qué ha hecho David, pero Anne tampoco lo sabe. Sarah está asustada. Anne cierra la puerta que da acceso a la cocina y las tres niñas se quedan en el exterior. La tabla que tapa el hueco bajo las escaleras se mueve un poco más al recibir las vibraciones de las pisadas de las niñas y cae al suelo haciendo un ruido no muy fuerte. Anne la mira, pero no le presta atención, pues se concentra en consolar a Sarah. Total, la casa ya va teniendo sus años...

Si semejante situación hubiera ocurrido en otro momento, hace un par de años, se hubiera vuelto loca intentando saber lo que ocurre. Se hubiera llevado las manos a la cabeza por la impotencia de no poder evitar el aluvión confuso, caótico, de fuertes emociones y rápidos pensamientos recibidos en su mente. Hoy es distinto. Puede discernir, seleccionar lo que recibe, y los colores ayudan mucho. 

Damion, por su parte, se mete en su casa, tranquilo. En ésta ocasión, es un alivio que no pueda oír. 

Decido mandar un mensaje rápido a la web y después salgo al exterior con mis hermanas. El que haya provicado que otro reciba la bala por mí no hace que no quiera reducir los daños. Hay una diferencia muy grande entre hacer lo que hay que hacer y no intentar que las consecuencias sean lo menores posibles dentro de lo que puedo manejar.
Llegados fuera me acerco a mi hermana mayor y le pido que venga conmigo un segundo.
He besado al vecino y me da la impresión de que nuestra hermanita se ha liado con lo que ha visto y ha acusado de semejante acto a nuestro hermano. Así que ahora nuestro padre cree que es un sodomita o algo así. - le resumo - Eso creo.
Después trato de aplicar mi poder a todos mis hermanos, bajando la intensidad para que los ojos no me brillen. Hago un ensalmo de calma.
Por si acaso cierro los ojos antes.

Durante el ensalmo de calma dividido entre tantas mentes, Sam nota cómo los ánimos de todos, efectivamente, se van calmando. Los gritos se atenúan de repente y Lucien deja de pegar a David, aunque sigue furioso con él. También nota que sus ojos se calientan ligeramente y la niña puede imaginar que se están encendiendo como bombillas incandescentes. Ha sido previsora y habría que observar con mucha atención para verlos. Es extraño, cuando lo usó la vez anterior para manipular a Marie, no recuerda que se calentaran. 

Se encuentran en el patio trasero de la casa, Anne y Samantha alejadas de Eve y Sarah. Anne, que está muy cerca de su hermana, se pone delante y le tapa los ojos, pues ella si ve un poquito cómo la intensa luz traspasa ligeramente los párpados de la niña. 

 -Mierda, Sam, ¿qué haces? Tápate. -Samantha lee en la mente de su hermana mayor que ella cree que puede ser buena idea decir a su padre que Sam fue quien besó al vecino. O sea, la verdad. Pero, al mismo tiempo, lo duda. No sabe qué hacer en ésta situación tan delicada. Si se chiva, Lucien iría contra su querida Sam... 

Cuando la niña termina su actuación, Anne la mira a los ojos. -¿Cómo estás, qué ha pasado ahora? 

Mientras tanto, Samantha oye las ruedas de su skate. Sarah, la pequeña, lo ha encontrado.

 -¡Sarah, no! ¿Qué haces ahí detrás? Ven aquí. -Eve, que estaba entretenida con otra cosa, también la oye. 

No te preocupes, solo estaba dejando mi mente trabajar libremente - respondo a mi hermana con una sonrisa pícara - Ahora vamos a ocuparnos del siguiente problema.

Me acerco rápidamente a Sarah, suponiendo lo que significan esos ruidos.

Mierda.

Trato de pensar rápido.

De esta si que no me libro, así que tendré que manipularla de otro modo o me las veré negras. Por lo pronto encargarse de Eve.

Cuida de Eve - pido a mi hermana mientras me dirijo a mi escondite.

¿Qué haces? - pregunto falsamente preocupada a mi hermana - Si Papá te ve con eso te mata, mira la que le ha caído a David por acercarse al vecino, imagina si piensa que estás jugando a lo mismo que él cuando nos ha prohibido hacerlo.

Dejo que las ruidos de los golpes sobre David resuenen en su cabeza. No es difícil, así que no me cuesta apenas esfuerzo. Noto como se estremece y me da el skate como si de una bomba de relojería se tratase y sale corriendo de la zona. Ni siquiera se plantea que hace un skate escondido bajo la casa. Ahora identifica ese objeto con una paliza como el perro de Pavlov la campana y la comida. No quiere ni pensar en que existe.

Esta no habla del tema hasta la pubertad.

Lo escondo a conciencia y me dirijo hacia mis hermanos.

Parezco una bombera apagando fuegos.

Sam puede saber que Anne está un poco decepcionada. Aunque hace lo que aquella le dice y cuida de Eve para que no vea el skate, sabe que su hermana le oculta algo. Le entristece que no quiera decírselo ¿Algún día lo haría?. 

 -¡Estarás castigado hasta que me acuerde! -Se oye desde la cocina. David se siente profundamente triste y no para de himpar.

Marie se siente culpable, aunque más tranquila que al principio. Samantha detecta que Marie está visualizando en su mente lo que vio, o creyó ver: A su hermano David besando al vecino.

 -Un niño besando a otro niño está mal. Papá lo sabe por mi culpa, pero si David no hubiera hecho nada, tampoco le habría pasado nada. -La niña se convence a sí misma pensando que la culpa de todo es del muchacho por haber hecho algo malo. Se limpia los ojos con el antebrazo, se levanta del suelo y sale del cuarto de baño. Baja las escaleras hasta la cocina. Cuando llega, tira del vestido de Daniella mientras mira a David escondida tras las piernas de su madre. -Mamá... ¿Podemos ir al parque? -Susurra a su madre. David la mira furioso porque él no puede salir. Aunque no dice nada, no se la va a jugar a recibir otra vez. 

 -No queda mucho para la cena, Marie, pero está bien. Dile a Anne que os lleve al parque. -Poco después Marie aparece en el patio donde se encuentran Sam y el resto de hermanas. 

-Mamá dice que si nos puedes llevar al parque, Anne. -Implora a la mayor. Anne resopla y mira a Samantha.

 -¿Tú te vienes? -Pregunta a su hermana de forma un tanto seca, aún decepcionada porque cree que la niña no le ha contado la verdad. Tal vez sí que lo haya hecho, pero el instinto le dice que no. Las palabras de Samantha no le han parecido muy convincentes. 

Si Sam decide ir, al salir de la casa verá a Damion sentado en el pequeño patio delantero de su casa. El niño está a lo suyo y, como no ha visto a las vecinas salir y tampoco las oye, sigue ojeando un móvil que tiene entre las manos. Puede que sea el de su madre. Samantha detecta que ve vídeos de skate. 

Resoplo resignada.

Vamos.

Durante el camino noto la tensión, pero decido no hablar y tratar de que se calme. Noto como mi silencio va poco a poco minando su cabreo, pero no tengo tiempo para que se le pase e incluso esta técnica tiene un límite antes de dejar de funcionar. Hay una línea que, por mucho que la deje pensar no va a sobrepasar.

A veces me encantaría simplemente poder controlar a las personas como si fueran marionetas. Que se les pasase el cabreo sencillamente porque a mí me diera la gana, que me quisieran porque me diera la gana. Pero ¿sería justo o incluso real? Por otro lado, ¿importa? ¿Acaso no sería exactamente el mismo beso porque el deseo de ofrecerlo fuera producto de mis actos o mis poderes?

Me siento aparte unos minutos, meditando.

¿Qué diferencia hay entre derretir a una persona porque tenga una bonita sonrisa o la capacidad de aplicar mi telepatía sobre ella? No es que de pronto algo no sea real porque solo yo pueda provocarlo. Si fuera así esta sería una sociedad en el que el mundo solo es real para los mediocres.

Decido seguir pensándolo otro día. Al final llamo con un gesto a mi hermana. Viene, aunque su mirada me dice que esta no va a ser una conversación fácil.

Sé que estás molesta porque piensas que te oculto algo – le digo y antes siquiera de que pueda empezar a responder levanto una mano interrumpiendo sus palabras –. Lo sé. Siéntate a mi lado y hablemos, como hacemos siempre, desde el orfanato hasta el día de hoy. Siempre juntas, como hermanas.

Lo hace. Obedece.

Sin trucos.

Te molesta que te oculte cosas – recapitulo –. Pongamos que me ofrezco a contártelo todo. Pero antes planteemos las consecuencias de que lo haga. Empecemos por el principio. ¿Recuerdas cuando hablamos hace unos días de que era una niña probeta, que el gobierno me persigue, que una mujer me logró sacar de allí a escondidas...? Bromeaste con que era un personaje de comic. Una de los X-men. Pongamos que no era mentira. Supongamos que realmente soy una mutante con poderes. Digamos que soy como Polaris y puedo controlar el magnetismo y que el gobierno viene a por mí sin tener claras mis capacidades.

Asiente, callada. Espera a que continúe.

Si son inteligentes vendrán primero a averiguar cosas y las primeras personas en las que se fijarán serán quienes tengo más cerca – me giro hacia ella –. Si el problema es que os ataquen, no me preocupa. Puedo defenderos, en tanto no sepan de lo que soy capaz. ¿Pero qué pasa si lo saben? Puede que tengan personas que lean mentes. Puede que sean capaces de cosas aun más increíbles. No puedo saberlo, por ahora. Y si saben que controlo el metal vendrán con pistolas plásticas o dispararán a tal distancia que no seré capaz de oír la bala o cosas así. Y luego llegará la limpieza de testigos. Puede que hasta quemen los cadáveres de todos.

Empieza a ver por dónde voy. Lo noto en su mente. Se va rindiendo poco a poco. Paso a paso va cediendo.

Pero supongamos que me da igual. Que tenerte bien informada o que confíes en mí es mas importante para mí que mi propia seguridad. ¿Lo es para ti? ¿Me pondrías en riesgo por estar bien informada y satisfacer tu curiosidad? – señalo a mis hermanos menores con la cabeza - ¿Y qué hay de ellos? Si satisfacer esa curiosidad les pusiera en riesgo a ellos ¿querrías saber?

Niego con la cabeza. Hace lo mismo. Sabe que no sería justo.

No. Jugarnos la vida es una cosa, pero poner en riesgo las de personas inocentes no entra en mis planes y te conozco lo suficiente para saber que no entra en los tuyos. SI quieres saber solo hay un camino – chasqueo los dedos –. Desaparecer. Esfumarnos como la niebla en una mañana soleada. Sin dejar rastro. Sin mirar atrás. Solo correr.

La miro.

¿Qué decides? Hipotéticamente, claro.

 Anne pestañea varias veces, mirando hacia los viejos columpios oxidados y con parches de pintura de tonos diferentes a los originales. A los niños les da igual mientras funcionen. Tampoco les importa que haya trozos de suelo con hierba demasiado alta y otros sin nada de vegetación, ellos sólo se divierten en ese lugar y sus gritos y risas se oyen de fondo. La ligera brisa trae una mezcla de olor de mar y frutas tropicales podridas. La costa está cerca y en los lugares más inaccesibles nadie recoge los frutos maduros que caen al suelo y acaban pudriéndose. Es un olor característico en muchas de las islas del mar Caribe. 

-¿Puedes controlar los metales como Magneto? -Sonríe. -Es broma. Tienes razón, pequeñaja, por eso eres la más lista de todos nosotros. No tendría que haber desconfiado. -Se queda pensativa un segundo: -Pensaba que se te había subido a la cabeza eso de ser tan lista y tener poderes. -Piensa, pero no lo dice. Mira sus hermanos para vigilar lo que hacen. Como David no está, la situación es tranquila. 

-¿A qué te refieres con desaparecer? ¿Dónde iríamos? Porque no puedes irte sin mí. A mí no me dejes aquí sola. Además, como no nos dé dinero ese poder tuyo... Creo que lo pasaríamos mal ¿Nos acogería esa mujer de la que hablas?

En ese momento Samantha nota algo extraño en su entorno. Un color rojo intenso y unos pensamientos que la niña no debería ver a su edad. Por otro lado, era cuestión de tiempo que sucediera algo así. 

Provienen de un hombre, no muy mayor, que está apoyado en un coche al lado del parque infantil. Está mirando a los niños mientras exhala una enorme cantidad de denso humo de un cigarro liado, tal vez un porro. 

Se imagina desnudos tanto a niños como a niñas. Samantha ve en la mente del tipo cosas que ha buscado en internet por curiosidad, pero que le eran inconcebibles con niños. La atención del hombre se detiene en Anne. Sam sabe que el hombre no la mira continuamente, sólo de vez en cuando. Memoriza su joven cuerpo, su aspecto núbil, y mira para otro lado para volver a mirarla en unos segundos. Las imágenes desagradables, las cuales le producen un placer animal, teñidas de tonos rojizos, se convierten en maquinaciones amarillas y verdes. Se plantea raptar a Anne para llevar a cabo las acciones de sus imágenes mentales. Está seleccionando un lugar donde hacerlo, tal vez esperar a que la joven se mueva. 

Si Samantha decidiera escudriñar un poco más en la mente de pervertido, tendría que acortar distancias con él o forzar su poder, como quien estira un brazo hasta alcanzar algo que no está lo suficientemente cerca. De todas formas, la niña puede saber algunas cosas, como que el hombre espera que alguien compre la droga que lleva encima, o que es la primera vez que intenta vender en este barrio. 

Miro intensamente a la nada durante unos segundos mientras planeo algo. Incluso para alguien como yo es necesario que al menos pasen unos segundos antes de que pueda unir todas las piezas. Sin embargo, no me es difícil montar algo rápido y preparar un par de jugadas con antelación.

Es lo bueno de las emociones humanas, simplifican las cosas.

No es que saque dinero de la nada, pero te sorprendería de lo fácil que es conseguir algo de dinero cuando sabes cómo y puedes hacer lo que yo – comento a mi hermana mientras miro a cualquier sitio menos a donde ese tipo está –. Por ejemplo, ¿Nunca te has preguntado por qué la gente dona dinero a la Iglesia? No es caridad, es manipulación.

Me levanto y me coloco frente a ella, en cuclillas para poder vigilar al tipo por el rabillo del ojo.

Si te llevase conmigo tendríamos que sobrevivir por nuestra cuenta un tiempo – le advierto –. Por el momento no podríamos contar con más ayuda que la que pudiéramos darnos mutuamente e implicaría enfrentarnos a cosas mucho peores que Papá. No sería nada fácil, te lo confirmo yo.

A ver cómo planteo esto.

Si me sigues tendrás que hacerme caso. Muchas veces te pediré cosas que no entiendas y muchas veces no podré explicarte el por qué. Serás mi sidekick, pero esto no es un cómic. Aquí las balas matan y los villanos no quieren solo hacer que las plantas gobiernen el mundo. Si te pido algo casi seguro será para evitar que nos maten o algo peor.

No hace falta que le explique a lo que me refiero, ha visto lo mismo que yo y se imagina lo que puede pasar. Asiente. Está asustada, pero le asusta más que me esfume un día.

Creo que podría pedirle cualquier cosa y lo haría sin dudar.

De todos modos, empujo más. Exprimo sus miedos, dejando que fluyan suavemente por su mente y con ellos se ve arrastrado parte de su libre albedrío. Creo a una versión de mi hermana perfecta para lo que necesito que haga. Dura y decidida, pero completamente sumisa a mis órdenes.

Perfecta.

De todos modos, no le pido nada. No uso ese estado, pues como la arcilla recién calentada aun es frágil. Necesito que pasen unos días y se solidifique.

Ahora mismo no me hace falta para nada.

Ve a jugar con ellos, yo voy a comprar una chuchería a Marie – le pido –. El susto que tiene es muy grande.

Me mira extrañada, como si no acabase de comprender mi repentina generosidad, pero cuando le guiño un ojo obedece.

La vas a armar.

Asiento mientras busco en mi bolsillo por unas pocas monedas y me dirijo a la tienda, que tiene a ese hombre como interludio del camino. Por el camino busco toda la información que pueda captar respecto a su negocio y a cómo planea llevar a cabo su secuestro. No me esfuerzo demasiado, prefiero jugar con la distancia que con la intensidad.

Lleva encima casi 200 y eso sin contar el valor de la droga. ¿Pero cómo sacárselos sin que se dé cuenta?

Busco en su cerebro su propio número de teléfono y lo apunto mentalmente.

Este me financia a mí el viaje.

El hombre se llama Dushane Beaumont, pero todos le conocen como Dushane. Trabaja para un tipo gordo y poderoso llamado "Sugar". Dushane sabe que no debe hacer enfadar a Sugar, y Sugar tiene la mecha muy corta, así que es muy fácil que se enfade. Este barrio de Lucea no es territorio de Sugar aún, y para eso está aquí Dushane, para que comience a serlo. En la "cadena de mando" entre Dushane y Sugar, está Cedric. Cedric es amigo de Dushane, pero en este negocio, lo primero es el dinero y lo segundo la reputación. Dushane piensa que Cedric es un blando y pretende pasarle por encima y quedarse con el barrio, y en el futuro con toda Lucea como lugarteniente de Sugar. Piensa que algún día toda Jamaica será de Sugar. De hecho, ya tiene en nómina a la policía de un par de poblaciones de la zona, y la de otras tantas le dejan en paz mientras no haga ruido. 

Lucea es uno de esos lugares demasiado turísticos en los que la presión policial es mayor, por lo tanto, Dushane debe de andarse con ojo y no morder más de lo que pueda tragar. Además, sabe que en Lucea operan los Fields y aún no ha tenido contacto con ellos. Por desgracia para Dushane, tiene un problema: Le gustan los niños. Y no de la manera en la que deberían. Toda la situación del hombre la averigua Samantha mientras se dirige al kiosco. 

Dushane mira a Sam, de arriba a abajo. Se la imagina desnuda. Y si la niña no quiere seguir viendo lo que piensa ese degenerado, es mejor que aprenda a seleccionar dónde mira. El hombre se muerde el labio inferior y la sigue con la mirada. Echa un ojo rápidamente al parque, a ver si ve alguien que pueda ser su padre o madre, pero no encuentra a nadie con la piel tan clara como la de ella, ni que se le parezca, así que en cuanto la niña se aleje lo suficiente, comenzará a seguirla. Tiene pensado ir al kiosco también y comprar algo, allí hablará con ella... 

Me planteo muy seriamente el promover el que se fije en mí, que incluso se obsesione.
Me será más fácil manipularle e incluso eso evitará que se ponga a intentarlo con Anne o alguna de mis otras hermanas. O cualquier otra niña.
Soy consciente de que yo puedo defenderme y ellas no. No es que sea una heroína, pero tampoco me gusta usar mis poderes solo en mi beneficio. Sin embargo, no quiero seguir viendo esas cosas por mucho tiempo así que solo me fijo de reojo, tratando de entrenarme para enfocarme al mismo tiempo que me insensibilizo.
Me quedan muchos años de vida y algo me dice que no es lo peor que voy a ver hasta que aprenda.
Sigo caminando y practicando hasta llegar al quiosco.
Aquí viene.
Cuatro caramelos con palo y una piruleta de corazón – pido.

Dushane se queda detrás de Sam mientras ella pide en el kiosco y la mira de arriba a abajo. Mira de vez en cuando a ambos lados, de reojo, para disimular un poco. Está pensando en qué decirle para engañarla. En su antiguo barrio era más fácil. 

-No tengo piruletas de corazón, pequeña. -Dice el tendero. -Tengo... -Se gira y se pone a buscar con la mirada.

-Eh, niña, yo tengo piruletas de corazón en mi coche, son de mi hija, puedo darte unas pocas porque no le gustan mucho... Se las compré y... No se las va a comer. -Susurra Dushane desde detrás, sonriente, a Samantha. -Si las quieres, son para tí. -Le guiña un ojo. 

-... Aquí están. Tengo Chupa Chups de cereza. Saben como las piruletas de corazón, aunque son un poco más caros ¿Quieres uno? -Pregunta el tendero a la niña, después de buscar entre cajas de plástico. 

Mientras tanto, Sam averigua algunas cosas: El que tiene comprada a la policía es Sugar. Al final, es como si los maderos formaran parte de la banda. Joderles a ellos es como joder al mismo Sugar; o peor, porque además tendrías a la pasma "de verdad" detrás de tí. Esos son los más traicioneros de todos. Al menos, a los tipos de la calle sueles poder manejarlos si te respetan. 

Dushane ha sido ninguneado varias veces por Cedric, su superior en la banda. Cedric y Dushane son amigos desde la infancia, se criaron juntos en las calles de Grange Hill, en el interior de la isla.

Su familia era desestructurada, al igual que la de su amigo Ced. La pobreza, el barrio en el que vivía, unido al ambiente crudo del pueblo, fueron el caldo de cultivo perfecto para buscar el dinero fácil que ofrece el tráfico de drogas. Por aquel entonces, Sugar era un prometedor y ambicioso joven que iba eliminando rivales con astucia, mucha violencia y sin piedad. Los chicos guays, los listos de verdad, querían trabajar para Sugar. Era eso, o acabar muriendo en algún callejón embarrado. 

Ahora Sugar está en una cárcel de Kingston. El cabrón es tan listo que ya no le pueden encerrar, porque esa es su residencia. Su centro de mando. La cárcel es suya, al igual que el alcaide y los guardias, aunque de vistas hacia afuera es un preso condenado. Por eso es tan difícil ir a por él. Maneja todo el cotarro desde su fortaleza inespugnable usando sus tentáculos como si fuera el puto Cthulhu. Y Dushane tiene la gran suerte de trabajar para él, eso sí, a las órdenes de Ced. 

Dushane cree que es mejor que Ced, que ha llegado la hora de que tome lo que es suyo. Para ello tiene que demostrar a Sugar que es más válido. Lo primero es hacerse con un nuevo territorio: Lucea. Lo segundo, traicionar a Cedric haciendo algo que aún no se le ha ocurrido. Le ronda en la cabeza mandar a los Fields. La banda que opera en Lucea. Tender una trampa a su amigo, pero aún no sabe cómo. Tiene tiempo para pensar, pero Cedric tiene que caer. 

Dushane sabe que Sugar no es inmortal. Ya no es un joven, y algún día morirá. Su organización no es una monarquía heredable, se queda el más fuerte e influyente con el puesto. Aunque la mera idea de intentar algo contra Sugar podría ser un suicidio. O no... 

Cuando Samantha busca por los policías, Dushane conoce a un par de ellos, pero están en Kingston. Fuera de allí, simplemente, si saben que está trapicheando, le dejan en paz si no hace ruido. Si escudriña, verá la última imagen de policías que vió en Lucea. Aunque el traficante no sabe sus nombres. 

Sonrío ante la estupidez de su táctica. Es pueril hasta para alguien como él.

Lo que tengo que tragarme con tal de sacar provecho.

Me giro con mi cara más inocente.

¿De verdad? – pregunto con voz ilusionada – ¿Y me las daría sin más? Es usted muy generoso señor.

Su coche está fuera, a pocos metros del parque, con lo que no tengo ningún problema en ir con él. Además, lo que este tío no sabe es que no soy una niña cualquiera y esta vez tiene un testigo. Si la hija del pastor del pueblo desaparece la policía no tendrá demasiado problema en localizarle y habría hecho mucho ruido.

Y eso sin contar con mis propios trucos.

Asiente. Creyéndose muy listo con su truco barato.

La pequeña arañita…

Pago los cuatro Chupachups y me voy con él, incluso ofreciéndole mi mano. Nos encaminamos de nuevo camino de mis hermanos.

Dushane la mira extrañado cuando le responde de esa forma. Por un momento nota en la niña un tono sarcástico o condescendiente. Es como si estuviera actuando... Pero, ¿qué más da? La niña ha aceptado y eso es lo que le importa. 

-No es nada. Ya te digo que mi hija no los quiere. -Dice un momento después de salir de la tienda. El vehículo del hombre se encuentra a pocos metros de parque y no tan apartado como él quisiera, pues no había previsto algo así, pero valdrá. Durante el corto camino, Sam nota que Dushane está un poco nervioso. Estas cosas siempre son difíciles.

Puede ver que ella es la segunda candidata. La primera fue tan fácil... Había dos niñas de la edad de Samantha, más o menos, en el patio de un colegio y consiguió convencer a una de ellas. 

Al llegar al coche, el hombre se mete el cigarro en la boca, mira a todas partes y abre el maletero. -Ya verás, tengo una bolsa llena de piruletas. -Dice a Samantha, que está junto a él. 

Aquella vez con su primera víctima, se dió cuenta de que no podía dejarla marchar, aquello era obvio, así que Dushane solamente tuvo que conducir para alejarse de la ciudad y terminar con el asunto. En ese momento, Samantha debía estar más atenta a su propia situación, por lo que dejó de leer lo ocurrido. De todas formas, no es difícil imaginar cómo acabó. 

-Voy a sacar un mechero del asiento de atrás. Busca ahí, están debajo de esa chaqueta. Coge la bolsa entera, toda para tí. -Dice Dushane a Sam, apuntando con el dado hacia el fondo del maletero. Si la niña quiere hacer lo que el hombre le dice, tendría que introducir medio cuerpo en el maletero para poder buscar bajo la chaqueta que está al fondo. Samantha sabe que el hombre no irá hacia el asiento trasero. Simplemente se apartará un poco para que lo parezca y, cuando ella busque, él la introducirá dentro del maletero para alejarse de allí con ella y terminar la faena fuera de la ciudad.