Partida Rol por web

-¿¡Cómo!? Sam, se te está yendo la cabeza demasiado con ésto. -Deja sobre la cama de Sam el jersey que tenía en la mano y se sienta sobre el borde de la cama. -Estás loca ¿Sabes el disgusto que vas a darles? Es una cosa muy fuerte que se te muera una hija, ¿entiendes? -Susurra. 

Se calma un poco. -Sé que es fingido, pero, ¿has pensado en el cuerpo? ¿No ves lo que pasa en la tele cuando un niño desaparece? No paran de buscar hasta que encuentran el cuerpo, y si no lo encuentran no lo dan por muerto. 

Mientras tanto, y después de un grito de Daniella para llamar a todo el mundo a comer, los niños se van acercando a la cocina, cada uno a su manera: corriendo, gritando o andando despacio. Lucien está callado, en la cocina, en calma contemplativa mirando la tele. La madre está terminando de preparar la comida. Sam nota que está inquieta aún por lo de la maleta, pero no le da demasiada importancia. Está casi más molesta porque Anne no la ha ayudado. 

Dushane ya debe de andar por el barrio a estas alturas. 

Cuando protesta acaba por hartarme y estallo, aunque manteniendo un tono bajo.

Te lo he dicho y te lo repito. Esto no es un juego, habrá heridos y podemos ser no-so-tras. Si no te gustan mis métodos no tienes más que decirlo y me buscaré la vida por mi cuenta - respondo con absoluta dureza, provocando que se encoja ante mis palabras -. Anne, esto va muy en serio. Ahí fuera no están jugando. Ahí fuera hay gente que te mataría por un chute de heroína. Ahí fuera hay gente que te secuestraría y te... - me paro. Hasta yo tengo un límite -. Ahí fuera es peligroso y si no jugamos en serio acabaremos muertas o algo peor. Si no quieres venir, dilo. Pero a partir de que salgamos por esa puerta esas protestas nos pueden costar muy caras. Si no estás dispuesta a matar para evitar que te maten no vengas, no quiero tener tu muerte en mi conciencia.

Paro un segundo, esperando a ver qué responde. Noto que va a comenzar a llorar y rolo los ojos. Tomo un pañuelo y se lo doy.

Piénsalo y me lo dices después de comer. Sea como sea que ellos no se enteren. Y tranquilízate o nos van a pillar.

Sin más me voy a comer. No tengo tiempo para sus lágrimas.

Igual me hubiera ido mejor con el sordo.

Me siento a la mesa, esperando a sondear la decisión de Anne.

-Ya te he dicho que sí voy a ir contigo, no seas pesada. -Responde tras las palabras de su hermana pequeña, mientras se dirigen a la cocina. 

Una vez sentadas a la mesa, para Anne los ruidos de alrededor desaparecen, pues tiene una decisión importante entre manos. El resto de la familia fluye como siempre, cada uno con sus mecánicas y sus costumbres. Gritos por allá, risas por acá, llantos de bebé, el volumen del televisor de fondo... Todo es no importa.

Samantha le ha dicho duras palabras hace un rato. Anne ya aceptó ir con su hermana a donde fuera, pues se considera su única familia, pero aquello de las muertes le resultó impactante por primera vez. 

Come cabizbaja, sin mirar a nadie más que a Sam de vez en cuando. Ésto va en serio, sí. En su habitación reposa su maleta hecha, va a abandonar a su "otra" familia, se va a enfrentar a la muerte, pero lo peor de todo es Samantha. Demasiado independiente y fría ¿Será por ese don suyo? ¿Le hará una persona distinta como le ocurrió al Dr. Manhattan?

Sam puede ver que de la mente de Anne emanan colores amarillos, grises y fucsias: análisis, miedo y tristeza. -No, no puedo abandonarles, me necesitan. Daniella no haría nada sin mí. Sin embargo Sam... No le hago falta, voy a ser un estorbo. Ella ha cambiado. -De repente, aspira mocos que asoman por su nariz. Está sollozando. Se seca los ojos con la manga. A pesar de que dijo a su hermana que la acompañaría, Anne se lo piensa mejor. En este momento cree que no es buena idea, y eso le entristece mucho. 

Daniella se da cuenta y le pregunta: "¿qué te pasa?" En ese momento se convierte en el centro de atención, cosa que no querría. -Nada... -Responde. Se levanta rápidamente de la mesa arrastrando la silla hacia atrás y se aleja en dirección al cuarto de baño. Ha de secarse bien los ojos y recomponerse. 

Si Sam no interviene, más tarde cuando estén a solas Anne le dará la noticia. Aunque Sam ya la sabe. 

Acepto el resultado con normalidad, era una de las posibilidades.

A veces se gana y a veces se pierde.

Sigo comiendo con tranquilidad y cuando llega el momento de hablarlo tenemos una conversación amistosa en la que acepto su decisión y quedamos en que me cubrirá un par de días mientras desaparezco. Acepta con tristeza, pero lo acepta. Tampoco es que pueda retenerme en un lugar como ese.

Esa misma tarde decido en un descuido salir de la casa cuando mis padres salen a visitar a unos feligreses que acaban de tener un hijo y tienen que preparar el bautizo, dejándonos a nosotras al cargo de la casa. Tengo mucho que preparar en muy poco tiempo y tengo que jugar mis cartas agresivamente.

Al poco de salir ya estoy en el parque donde encontré a mi amigo la anterior vez y al momento le vuelvo a hallar entre los coches. Esta vez me acerco lo justo para trabajar en su mente y colocar en su subconsciente el recuerdo de mi propio asesinato. Nada demasiado difícil de hacer por ahora.

En cuanto vea mi desaparición recordará que fue el autor y sentirá deseos de confesar. No lo hará, por supuesto, pero ya le presionarán.

El siguiente paso es acercarme a una obra cercana donde seguro que puedo encontrar aquello que me hace falta para mi siguiente etapa. No es complicado si sabes buscar y este era un paso que tenía contemplado incluso antes de llegar a aparecer esta organización que nos trata de encontrar.

Siempre hay que estar preparados.

Cuando lo encuentro guardo mi adquisición en mis bolsillos y desaparezco. Antes de que me echen de menos en casa ya estoy otra vez en mi cuarto, con todo listo.

Ya solo queda, al llegar mis padres, implantarles el recuerdo de que vieron a esa escoria rondando la casa y toda la historia ha quedado cerrada.

Mañana me iré y no será agradable.

Esa noche, cuando Sam va a dormir, el sonido de truenos nocturnos en la calle, le hacen soñar...

Sam está volando sobre Jamaica. Flota a mucha altura. De repente, cae en picada hacia lo que parece México. A una velocidad atroz, la velocidad del pensamiento. Cuando llega a la altura del suelo, se introduce en la cabeza de una mujer que anda por la calle. Sam siente sus miedos, sus deseos y pasiones, pero dura muy poco tiempo. Salta a toda velocidad a la mente de un hombre, en la frontera con EEUU, después de recorrer una ciudad tras otra. Los deseos y miedos que observa son distintos en esa ocasión. No está mucho tiempo, pues salta a otra mente a la velocidad del rayo, en dirección a una ciudad estadounidense, más al norte. Tras esa, se introduce en varias mentes de vacas que pastan en una enorme finca, saltando de una a otra, hasta que desde la mente de una de ellas, ve una pequeña presa que soporta las aguas de un lago. Al transcurrir unos segundos observando ese paisaje, un parpadeo en el interior de la mente de la vaca. Un flash que otorga a Sam una extraña visión:

En ese instante, continúa viajando hacia el norte a la velocidad de la luz, de una mente a otra, luego a otra, ciudad tras ciudad, pueblo tras pueblo, mentes diferentes, incluso de animales salvajes, hasta llegar a una gran urbe. Sam, como si de un electrón se tratara, surca las calles hasta internarse en la mente de un vagabundo, que se mete en un túnel de metro abandonado (el cual ya le suena a la niña de haberlo visto antes), y se acuesta en su raído saco de dormir. 

Todo se vuelve negro y el sueño termina.

El día comienza después de todos los preparativos apresurados que llevó a cabo Samantha. El viento golpea en la ventana de la habitación de las inseparables hermanas ¿Inseparables? Eso aún está por determinar. 

Sam se despierta oyendo el viento silbar y la lluva. Parece que se acerca una tormenta tropical, algo normal a finales de otoño. Casi al mismo tiempo, Anne despierta a su lado. Mira a su hermana pequeña. Está triste aún, hoy es el día en el que se marcha. Quizás para siempre. Por un lado, se iría con ella al fin del mundo, pero por otro... Suspira. 

-Buenos días, renacuaja. -Dice, sin mucha alegría en su voz. 

Cuando me levanto estoy agitada. No ha sido una noche agradable, no me gusta lo que voy a hacer y, lo peor de todo, tengo la sensación de que ese sueño ha sido bastante real.

Me duele la cabeza.

Saludo con la cabeza a mi hermana y me dirijo a la cocina.

Preparo el desayuno para mí y también para mi hermana, que aun está haciendo la cama cuando aparezco por el cuarto con una bandeja en equilibrio sobre dos tazas que la separan de la que hay justo debajo. En ambas bandejas nuestro desayuno favorito, listo y caliente para disfrutar.

Mi hermana me mira tremendamente sorprendida.

En unas horas habré desaparecido de esta casa – respondo a una pregunta que no ha hecho pero que claramente existe –. Creo que podemos permitirnos el lujo de un pequeño homenaje.

Cambio su taza a la bandeja de arriba, en la que ya están unas cuantas tostadas con mantequilla y mermelada y algo de fruta.

Gracias – responde sin saber qué más decir, ya que normalmente suele ser ella la que se encarga de mí.

Me siento en la cama y le ofrezco mi taza para brindar.

Porque nos veamos en mejores circunstancias – brindo con una sonrisa –. Con un poco de suerte siendo yo rica y en mi mansión de Barbados.

No puedo evitar reírse. Choca su taza contra la mía y bebe un largo trago, que yo acompaño con mi taza.

Los siguientes veinte minutos son igual de tranquilos y alegres. Casi olvidamos que es el último día que nos veremos en nuestra vida.

Desaparezco, dejando atrás a mis hermanos que en ese momento duermen la siesta. Están a mi cargo, dado que mis padres están fuera con mi hermana, tal como estaba planeado. No dejo una nota, de hecho dejo la puerta abierta y un par de platos sucios rotos en el suelo, con la misma comida que ahora mismo descansa en la cazuela haciendo de fondo.

Cualquiera diría que han entrado a robar.

Me acerco a la parada de autobús central, a apenas medio kilómetro de mi casa con mucho cuidado de que nadie conocido me vea y sabedor de que tengo espacios en los cuales no existen cámaras de vigilancia. Para cuando estoy allí ya tengo a una señora que podría ser mi madre localizada. Me acerco a ella y hurgo en su mente hasta que la he convencido de que soy un ser querido. No me lleva mucho rato.

Estoy empezando a ver esto muy mejorado.

Su lenguaje corporal provoca que nadie pregunte y para cuando despierta de ese trance no recuerda por qué está en otra ciudad, a casi treinta kilómetros de la que era su ciudad de destino. Tiene la sensación de haberse dormido y pasado su parada, porque el autobús es el correcto.

Afortunadamente encontré a la persona adecuada. Desde donde estoy solo queda una hora y media de caminata y es por las playas y acantilados del norte de Jamaica, con lo que no tengo que preocuparme de que nadie se fije en mí. Incluso con esta lluvia no es raro ver a alguien paseando por la playa y voy vestida como si estuviera de senderismo. Acabo por llegar a un hotel donde ya tengo apuntada a mi “madre”. Entro en el hotel ya con el código de apertura de la puerta en mi cabeza y con mi nuevo equipaje esperando ya tras las puertas de la habitación.

Me siento a revisarlo con tranquilidad mientras pienso en el día que he tenido. Pienso en mi hermana.

Ojalá hubiera encontrado una mejor solución que la cicuta.

En el transcurso del viaje de Samantha hacia el hotel, después de haber dejado lo que fue su hogar durante casi la mitad de su vida, la niña no es consciente de lo que pasa en la casa. 

Tras unos minutos después de que Sam se fuera a la ducha, la cicuta comienza a hacer efecto en Anne. Sin saberlo, la joven ha sido envenenada como Sócrates, con la diferencia de que éste sí sabía lo que estaba tomando.

Anne se encuentra sentada frente al ordenador, con la aplicación WeRSpecial abierta e intentando entrar. Poniendo contraseñas al azar y nombres de usuario. Entonces, ocurre.

Primero es el vértigo. Anne se sujeta la cabeza, todo le da vueltas, se tambalea, piensa que debe ser algo pasajero, un bajón de azúcar. Después salivación excesiva y náuseas. Le entran un par de arcadas y la muchacha corre hacia el cuarto de baño. Ahora comienza a tener fuertes dolores intestinales y de garganta. La joven cada vez entiende menos lo que pasa. Intenta gritar de dolor, pero se da cuenta de que su faringe está irritada, le duele, y a penas sale el grito que esperaba, aunque es suficiente para despertar a sus hermanos pequeños de la siesta. De repente, sus piernas flaquean y cae de bruces en el suelo produciendo un estruendo que hace que David se acerque a su habitación a reírse de lo que hubiera pasado. A Anne le cuesta respirar, su corazón funciona a mil por hora por la adrenalina. Casi no puede mover las piernas ni levantarse. El mareo no cesa, y la garganta le duele horrores, tiene mucha sed. 

La parálisis progresiva comienza con una insuficiencia renal. Anne no lo sabe, pero sus riñones dejan de funcionar y su sangre deja de limpiarse. Pronto se siente muy mal en general, comienza a dolerle todo el cuerpo. No puede evitar llorar. Su visión se altera apareciendo puntitos negros que lo cubren todo cada vez más, y en sus oídos oye un pitido insistente. Ahora no puede mover los brazos, se mueven ellos solos en pequeños espasmos. No puede evitar tumbarse boca arriba. En ese momento, oye la voz apagada y asustada de David y ve su cara de terror mirándole. "¿Estás bien? ¿Qué te pasa? Anne, ¿qué te pasa?" Le pregunta sollozando, pero Anne no puede responder, sólo mirarle con los ojos como platos y la boca entreabierta.

En ese momento sus padres oyen los gritos de David y Daniella aparece en la habitación. El grito desgarrador de la joven madre hiela la sangre de todos en la casa, incluso retumbando en los oídos de Samantha como un golpe psíquico de puro dolor. Abraza a su hija adoptiva mientras ordena a su marido llamar a una ambulancia. Para cuando llega ha superado el momento crítico.

La parálisis empieza a afectar a los pulmones, los cuales ralentizan su ritmo hasta que se paran. Anne no puede respirar ni moverse. Comienza a agonizar. Agoniza durante el próximo minuto y medio, hasta que fallece por asfixia con el horror dibujado en su rostro. Ni siquiera sabe que ha sido su hermana, la persona que más quiere en el mundo, la causante de su muerte. Nunca lo imaginaría.

El shock de los pequeños al presenciar la muerte de su hermana mayor y verla allí tirada en el suelo sin poder hacer nada es bastante notorio. Sobre todo en David, quien no podrá olvidar esas visiones y necesitará asistencia psicológica para dejar de tener pesadillas durante su juventud.

Samantha puede notar su desesperación. Simula inocencia y se hace cargo de la situación en casa mientras sus padres acompañan a la ambulancia, pero lo que ocurre la abruma.

Dejo que pasen dos días en los cuales observo las noticias. No salgo en ellas, lo que muestra que mi plan ha salido bien en ese sentido y se me ha dado por muerta y al camello por mi asesino. Respiro tranquila mientras paseo por la habitación a la espera de que toda la información se descargue de la nube y pueda cambiar la tarjeta de móvil por una con todos los datos libres.

Cuando por fin tengo todo listo tomo mi maleta y me encamino hacia la salida.

Para ese momento ya tengo al encargado de la recepción convencido de que tengo edad para operar por mi cuenta y que me deje hacer lo que me plazca.

Y buenas horas de trabajo me ha costado. Qué cabezota era el jodío.

Cuando me ve salir por la puerta con las maletas me saluda cordialmente y me deja pasar sin más.

Una vez en la calle y ya tengo un taxi esperando que me lleve hasta el puerto en el que necesito estar por la noche para tomar el ferri hasta Cuba.

Le mando un mensaje a Verónica para que vigile si alguien se presenta en el aeropuerto JFK a la hora X para recoger a un par de niñas pequeñas que supuestamente van en el avión.

Así sabremos si hay moros en la costa.

Sin mayor problema me presento en la zona de embarque con mi billete y con una tarjeta que afirma que mi madre estará al otro lado de la travesía.

Mensaje de Verónica:

En el aeropuerto no hay nadie que parezca sospechoso. Me he puesto a monitorizar tu supuesta puerta de salida por si hay algún cambio, pero todo parece en orden. Esperemos que todo siga así. Algo está ocurriendo, algo que saldrá en las noticias próximamente. Tiene que salir, porque es algo grande. Espero que no te involucre y, por favor, ven sin demora. 

La mujer escribe a Samantha durante el trayecto de la niña en el ferry hacia Cabo Cruz, en la isla de Cuba. La joven se ve en la obligación de poner a prueba su poder varias veces, pues termina atrayendo algunas miradas por viajar sin compañía. Sam sabe que es mejor no llamar la atención, y hasta ahora lo ha hecho muy bien. 

Aún con el día por delante, la pequeña coge el autobús que le lleva a Santiago de Cuba, tras pasar los controles aduaneros pertinentes en su llegada al puerto. Un trámite tedioso para un adulto, imposible para un niño, pero relativamente sencillo para Samantha. Lo que la niña comienza a intuir es que su entrada a Estados Unidos desde Cuba no va a ser tan sencilla. 

El destartalado autobús empieza a dar una idea a la pequeña de cómo funcionan las cosas en la isla. Un vendedor ambulante de caramelos se trabaja mucho algunas rimas para intentar vender el mayor número posible de las golosinas a los pasajeros. Si Sam quiere, no le resulta difícil que el vendedor no le preste atención y siga atrayendo la atención de los ocupantes, que aplauden y ríen a cada rima del hombre. 

La parada del vehículo está lo bastante cerca del hotel para no tener que andar mucho. Cuando Samantha entra a través de la puerta del edificio al que se puede llamar "hotel" de manera muy generosa, una pequeña recepción, que se asemeja a la cabina de un autobús por las cristaleras que tiene, se encuentra a la izquierda al entrar en la minúscula sala de recepción. Al ver a la niña sola, una mujer de aspecto amable, mediana edad, tez tostada y pelo rizado se asoma a través de la ventanilla en las cristaleras.

-¡Hola, niñita! ¿Buscas a tu mamá? ¿Te has perdido? -Pregunta en un perfecto español. 

La fulmino con la mirada durante un segundo antes de acercarme con mala cara y ya desde más cerca preguntarle.

¿Qué pasa, nunca ha visto a una persona con enanismo? - comienzo antes de, sin dejarla responder, continuar con el ataque - ¿Qué pasa, que si no mido metro setenta no puedo ser una adulta? ¿Además de estudiar en una universidad tengo que ponerme zancos para que me traten como a un ser humano funcional? ¿O mejor dejo que me partan las piernas un poco cada vez hasta que gane los 8 centímetros que me faltan para llegar al metro y medio?.

Pero...

Habitación 17 - finalizo sin dejarla protestar.

Me da la llave automáticamente, sin saber dónde meterse.

Muy amable - le agradezco con una sonrisa beatífica antes de volver a mi cara de mosqueo -. Bajaré para la cena.

Ya en mi habitación decido preparar un expediente médico para darles a los de las aduanas gringas.

Hasta que pegue el estirón debería colar y tampoco es que en la frontera me vayan a protestar por una mujer joven y bajita que te enseña un expediente médico que demuestra que es enana y que habla como una adulta.

Tras un par de días en Santiago de Cuba sin salir demasiado del pequeño hotel, Samantha se centra en cambiar su plan. Según el nuevo documento, ya no necesitaría la compaña de una madre ficticia, ni tampoco el pasaporte de Anne, el cual había recibido por correo antes del viaje, en Mahogany.

Los días no pasan demasiado rápido y la soledad comienza a hacer mella en la pequeña. Tiene tiempo para pensar en su pasado, su presente y su futuro. 

Nadie la molesta, como dejó indicado en el mail de reserva del hotel. Nadie la sigue, y parece que sus huellas han sido bien tapadas. Al menos que ella sepa, pues si están intentando descubrir al artífice del engaño en Italia, y las pesquisas siguen los talones a la niña, es algo de lo que ella no es consciente. Por otro lado, éste es otro país y aquí no hay noticias de Lucea, ni de su isla natal, a no ser que las busque concienzudamente. 

Ahora, Samantha debe terminar los preparativos e iniciar su siguiente etapa: La entrada en Florida, Estados Unidos. 

Me planteo las posibilidades de acción para entrar en Florida.

Por supuesto una de las opciones es seguir el plan original y entrar por los cayos. Sin embargo, tengo que mejorar ese plan si quiero jugar más sobre seguro.

Decido bajar desde mi hotel hasta el puerto y pasear por allí. No quiero perder mi color caribeño, al menos no aún. Busco por el enorme puerto alguna embarcación de recreo, alrededor del 2% de la población de esta ciudad está por encima del umbral que permitiría tener una embarcación que pudiera pasar por la posesión de una estadounidense con dinero. Esa puede ser la siguiente fase de mi plan.

Es lo bonito del comunismo. Tienen embarcaciones de rico siendo personas de clase media, Batista y Fidel mediante.

El comunismo parece menos intenso en el puerto deportivo de Santiago de Cuba. Cerca del club náutico, en la bonita bahía, Samantha pasea bajo el sol del invierno caribeño. Nadie sabe lo que piensa, aunque a ella no le costaría conocer los pensamientos de la gente a su alrededor. Nadie sabe que busca un barco mientras mira con gesto distraído. 

Después de recorrer casi todo el puerto deportivo, llega hasta el final, junto al club náutico, y divisa dos barcos. Uno es un pequeño yate con bandera alemana. Sobre la cubierta hay un hombre de mediana edad, de pelo rubio y tez blanquecina y sonrojada, agachado mientras realiza alguna tarea rutinaria. 

El otro, más adelante y junto al anterior, es un velero con los mástiles de madera y con bandera estadounidense en el que no se ve a nadie, de momento. 

La ligera brisa hace chocar herrajes contra mástiles metálicos produciendo un leve tintineo. Las gaviotas ayudan a ambientar con sus graznidos, y el olor a salitre redondean el conjunto. 

Excelente.

Me doy la vuelta con los códigos del barco y me dirijo con toda calma a la oficina portuaria. Allí busco al encargado de las entradas y salidas de las embarcaciones y saludo educadamente.

Perdone zeñó - intento poner la voz más infantil que puedo sin caer en el falsete y procurando dar un toque Yanqui a mi español -. Estaba buscando mi barco pero no lo encuentro. Es uno con mástiles de madera y con la bandera americana.

Dale los datos de embarque, tripulación, procedencia y destino.

Ah sí - dice mirando su carpeta -. El Albert Pike. Un tripulante, ocho metros de eslora. De Miami en viaje de vacaciones por cuatro días. Llegó ayer.

Tendrá que servir.

No aparece ninguna niña en la tripulación - comenta extrañado.

Es que mi tío es muy despistado - respondo dándole un martillazo en la cabeza que me cuesta un ligero flash que mitigo gracias a cerrar los ojos antes y hacer un facepalm.

Sí - acepta completamente convencido - ¿Cómo te llamas para apuntarte?

Emily - finalizo la conversación antes de irme, no sin antes sacar sus caras de la mente de este caballero tan amable y introducir la sensación de haber apuntado un nombre que no ha registrado y la falta de necesidad de comentarlo.

Ahora a esperar un poco.

Samantha sale de la oficina portuaria. En el Albert Pike sigue sin haber nadie, el menos en la cubierta. Según le ha dicho el encargado de la oficina, el velero estará por cuatro días en Santiago de Cuba, aunque éste es su segundo día en el puerto. Con lo cual, hasta pasado mañana no saldrá de vuelta a Miami. 

Cuando Sam da un par de pasos, enseguida detecta en pensamiento en color amarillo. Parece prevenir de si izquierda ¿tal vez del Albert Pike? Efectivamente, en seguida se oye un sonido de apertura de puerta y un hombre sale del interior del barco hacia la cubierta. 

Es un hombre de más de sesenta años. Lleva una mochila cogida con una mano y, delante de la niña, camina por la cubierta del velero hasta la pasarela que enlaza con el muelle para salir del barco. Cruza la pasarela y llega hasta el muelle. Saluda con la mano y una sonrisa a su vecino el del yate alemán y sigue andando hasta una destartalada tienda cercana. Parece un club de buceo. Si Samantha lee los pensamientos del hombre, sabrá que pretende que le llenen las botellas de su equipo de buceo para poder utilizarlas en el trayecto de vuelta a Miami. Ni siquiera se percata de la presencia de una niña con aspecto mestizo. 

Me da la impresión de que este hombre tiene algo de particular, pero ahora mismo no puedo hacer mucho salvo seguir sondeando.

Me quito la ropa para quedarme con el bañador y me tiro al agua a una distancia que me permita sondearle a la vuelta. No tarda mucho en volver, dado que llenar las bombonas va a llevar un rato parece que vuelve a seguir mirando cosas dentro del barco. Apenas si me mira al pasar, supongo que acostumbrada a que los niños se bañen en todas partes. En el momento adecuado me subo de nuevo a la pasarela y me vuelvo a tirar aprovechando mi estancia abajo para bucear y para sondearle usando el agua para amortiguar cualquier brillo que pudiera salir de mis ojos, que de todos modos están cerrados.

Veamos qué hay.

Apenas duro un minuto bajo el agua, pero es suficiente para empezar a trabajar y, aun con todo, tengo tiempo.

No quiero meterme en un barco con alguien que pueda ser peligroso.

Samantha puede oír las botas del hombre al pisar la madera del velero. Casi podría seguir su trayectoria dentro del barco. Al mismo tiempo, el sondeo mental le lleva a saber más de él. Con el agua rodeando su pequeño cerebro, parece más fácil la exploración, como si sus ondas mentales se transmitieran con más eficiencia en el medio acuático que en el aéreo. Curioso. Podría incluso alejarse a una distancia mayor a la acostumbrada para el sondeo de mentes. Mucho mayor. 

Lo que averigua es que el hombre se llama Michael Truman. Mike, para todo el mundo. Tiene dos hijas mayores residentes en EEUU, y es viudo. Está jubilado y vive de las rentas de un par de apartamentos que posee en Miami. Le gusta navegar a vela y pescar, y para ello le encanta el caribe y sus especies únicas. También le gusta que en las costas de Cuba, sobre todo en las del norte de la isla, sea más fácil sobornar a la guardia costera para que haga la vista gorda en la pesca buceando con arpón. 

Pescar con arpón buceando está prohibido en el caribe, pero además, Mike pesca lo que le gusta. Si encuentra un pez de una especie en peligro, también lo pesca. Es amante de la aventura submarina. Hoy está recargando varias botellas para pescar en alta mar. Gracias a sus conocimientos sabe que un grupo de Tiburones de Arrecife se adentran en aguas profundas en ésta época del año, entre Cuba y Los Cayos. Pero, sobre todo, espera encontrar tiburones martillo. Ese es el plan que pretende llevar a cabo al partir de Santiago, de vuelta a Florida. Todo los ejemplares los vende en un puerto poco transitado en Los Cayos de Florida. No es una actividad lícita, pero se gana un sobresueldo para seguir navegando. 

Ahora se encuentra recogiendo y ordenando el barco. Anoche contrató una prostituta local. Cada noche contrata a una, si no ha conseguido compañía femenina gratis. La Viagra es todo un invento. 

Un rato después, el hombre sale del barco y vuelve al club de buceo para recoger sus botellas. 

En ese momento, antes de salir del agua, Sam se percata de algo: Detecta las simples mentes de los peces que nadan en el puerto. Mentes simples, instintivas y primarias. Fáciles de controlar. Tiene la sensación de que una sola mente humana podría ser de la complejidad de un banco pequeño de peces. 

Descubierto este truco inesperado me planteo con calma qué puedo hacer. Está claro que no dependo de la cercanía para hacer mis trucos una vez estoy en el puerto, pero necesito encontrar el modo en el que poder permanecer aquí para trabajar.

Tomaré el camino de menor resistencia.

Me dirijo a una tienda cercana de buceo y adquiero un snorkel barato, casi de juguete, pero funcional y me dirijo de nuevo al puerto paseando como una niña pequeña con un regalo.

Qué ganas de tener veinte y poder comportarme como una adulta sin que la gente sospeche.

Me lo pongo y me tiro de nuevo al mar, esta vez con tiempo casi infinito para trabajar. Me coloco bajo el propio puerto, en una zona en la que nadie me vea y tenga espacio para respirar debajo del agua por medio del tubo. Hundo mi cabeza hasta dejar apenas unos centímetros de tubo y me relajo para que mi mente trabaje libre.

Michael…

Le encuentro con cierta facilidad, incluso en medio del gentío no es complicado encontrar a una persona una vez tienes algunas características a las que anclar la búsqueda. Ya agarrada a su mente solo me queda empezar a moldear lo que necesito. Con cuidado, para que no se note y paciencia para que quede todo correcto.

Encuentro en su mente a sus dos hijas y sus cinco nietos. Reviso a sus yernos y encuentro a un hispano. Miro a sus nietos directamente relacionados y uno de ellos es una niña que tiene una edad algo menor a la mía, pero lo suficientemente cercana como para poder asimilarme. La investigo en su mente.

Vale, apenas si soy cinco centímetros más alta. Complexión similar. Pelo algo más liso pero razonable. Lo tiene bastante más corto, pero eso se puede arreglar y su piel es solo ligeramente menos morena. Menos mal que su hija tiene buenos ovarios porque parece que lo del yerno hispano no le hace ni puñetera gracia.

Uso su mente como si de mi ordenador se tratase y busco algo parecido a un rostro base de su nieta.

Alice.

El nombre me sirve y encuentro el rostro base. Aquel que en su mente representa el resumen de su nieta respecto a los rasgos faciales. No es ninguna sino la suma de todos.

Parece que tenemos una visión de los demás nada realista.

Hago pequeñas modificaciones a sus recuerdos hasta que mi rostro no está más alejado de esa nueva nieta reconfigurada como los de las fotos que recuerda. Incluso modifico un poco dichas fotos para acercarlas también a mí.

Espero no dejarme ninguna.

Por lo pronto suelto toda la programación como si de una actualización se tratase y dejo que solidifique. Que asiente.

Por ahora solo me parezco. Mañana, si todo sale bien me incluiré en el viaje. Un modo de que su nieta aprenda de la vida. Por lo que veo existe un espacio donde esconderla mientras sus amigas acuden a jugar con el viejo a cambio de una comisión. Ya dejaré que su mente rellene los detalles. Por ahora que evite esa zona del barco sin saber por qué.

Espero un rato para comprobar que todo ha quedado donde debe y no tengo que hacer ajustes.

Ya de regreso empujando un carrito con las botellas, Mike se detiene ante la pasarela de su barco y se masajea las sienes. Siente algo de jaqueca sin saber por qué. Piensa que la edad no perdona. -Ohh... Maldtia sea. -Susurra. Seguidamente agarra dos de las botellas y las mete en el barco, con gran esfuerzo, para volver a salir y meter las otras dos. Cuatro botellas, nada menos. Se avecina una buena pesca. 

Para pillar a los tiburones de arrecife, tiene planeado salir temprano. Sam detecta sus planes en pensamientos de color amarillo. También tiene pensado salir en la tarde para comprar provisiones, y una vez lo haga, no volverá a salir del barco. Tampoco esta noche contratará prostitutas. Simplemente se dedicará a revisar el sonar, el GPS, el AIS, la radio, el arpón y su equipo de buceo. Después se dedicará a estudiar las predicciones meteorológicas para aprovechar el empuje de las velas y ahorrar combustible. Además, como bien sabe, el uso de los motores en la zona de pesca puede ahuyentar a sus presas. 

Así pasará Michael Truman el día, revisando su equipo entre jaqueca y jaqueca, hasta las cinco de la madrugada, cuando pretende dar el aviso a la autoridad portuaria de que abandona Santiago y suelta amarras.