Partida Rol por web

Una carta, una sorpresa, una decisión y una aventura, todo firmado y cerrado en un simple sobre. Podías leer como de golpe tu vida había cambiado, por alguna razón que desconoces, tu familia tenia tierras, por alguna razón que desconoces, ahora esas tierras eran tuyas y no solo eso, esas tierras estaban en las ultimas.

Según lo que ponía en el escrito, eras dueña de cada hectárea y como propietaria tenias el deber de hacer que esas tierras empezaran a dar beneficios, pues el poco mantenimiento que tenían costaba dinero y el dinero se había acabado, si eso continuaba así perderías esas tierras y la totalidad de la deuda pasaría a ti y era una suma muy grande como para siquiera plantearse en que cayera sobre tus hombros.

Con esa responsabilidad marchaste hacia el oeste, dejaste las tierras que conocías para aventurarte a lo que parecía ser unas tierras de pradera bastante hermosas, se podían escuchar los sonidos de los animales a lo lejos y un rugido como de un dragón adornando el lugar. Te agachaste claro y pudiste ver una sombra que pasaba veloz por encima de ti, una Rathalos, sus escamas rojizas brillaban con la luz del sol reflejandolo, su cola que se mecía para poder dar rumbo a sus poderosas alas, sus pechos que se balanceaban con cada batir y su cuerpo esbelto y musculoso. Fue un momento, pero estaba claro que en esas tierras los peligros estaban a la orden del dia.

Después de dos días de camino llegaste, el pueblo/campamento/intento de ciudad, se encontraba delante, pero estaba echa una ruina. Podías ver una decena de casas que estaban sin atender, de madera y techos de paja medio derruidas, los caminos estaban fatal, la hierba campaba a sus anchas. Lo único que se mantenía medio en pie eran las verjas que delimitaban tu territorio, un cartel roñoso que rezaba “campamento oeste, bienvenidos!” y un establecimiento que mas o menos se mantenía en pie.

En ella una mujer joven con ropas amarillas, cabello castaño y gesto de aburrimiento estaba barriendo, intentaba quitar el polvo de la entrada pero en cuanto tenia suficiente en el recogedor, se quedaba mirando y lo tiraba a un lado de las escaleras pues no había tampoco mucha diferencia entre lo que había hecho y como estaba antes. El edificio era de dos plantas, se notaba que hacia mucho tiempo que no se había intentando el mantener la madera pues la mayoría estaba astillada, podías ver un par de mesas dentro pero con las sillas hacia arriba para no molestar y un mostrador con varios pergaminos.

En cuanto te vio sus ojos se iluminaron y sonrió como animada. -Oh vaya una aventurera? Bienvenida! Quieres pasar la noche tal vez? El estofado no tiene mas que tres días, se lo dejo barato y y y creo que tengo algo de alcohol, una buena cerveza? -Casi ansiosa por intentar vender algo.

El rostro de Alayne era un desastre, tenía ojeras pronunciadas y el polvo del camino se le acumulaba en la frente y las mejillas sudorosas. Por su aroma, se percibía a una legua de que precisaba un baño. Y, por la forma en la que arrastraba los pies, clamaba a viva voz que el cansancio estaba a punto de vencerla. Si no encontraba una cama rápido, seguramente terminaría acurrucada entre alguno de los arbustos al pie del camino. 

Cuando inició aquella travesía se imaginó viviendo aventura tras aventura, rescatando pueblerinos y ganandose su amistad. Pero en la practica no fue así. El dinero empezó a acabarsele tras las primeras semanas y luego perdió lo que le quedaba cuando un ladrón le arrebató la bolsa. La pobre muchacha se había detenido en un poblado urbano bastante prospero a pedir indicaciones, pero jamás creyó que aquel chico menudo fuese a robarle. 

Al final tuvo que reanudar la marcha con lo poco que le quedaba y cazar para sobrevivir. Por desgracia no conocía bien aquellas tierras y ni siquiera eso le resulto sencillo. Finalmente, tras pasar varios sustos por encuentros con criaturas salvajes, Alay llegó hasta el poblado.

La joven creyó que la suerte empezaba a sonreirle cuando vio que aun había un edificio en pie(Por un momento había creído que todo el pueblo estaría en ruinas y el corazón se le había acelerado). Al ver a la posadera se apresuró a acercarse a ella y entablar conversación.

Se le hizo agua la boca con solo pensar en el estofado y la cerveza. Llevaba días vagando y comiendo tal solo queso duro, pan duro y cecina aun más dura. Las pocas provisiones estaban a punto de acabarse y por lo tanto se había visto obligada a racionarlas. Estuvo tentada de aceptar todo lo que le ofrecía aquella joven, pero su monedero estaba tan vacío como su estómago.

Sin tan solo hubiese tenido el valor de enfrentar a aquella Rathalos, al menos tendría algo con lo que comerciar, pero no habría valido la pena correr semejante riesgo. Alay se resignó a suspirar y su estomago a rugir. - Lo siento pero no puedo aceptar todo eso que me ofreces. No me queda ni un cobre.

Observó a la muchacha con expresión dubitativa. No estaba para nada segura de si ella le podría dar la infromación que necesitaba, pero no perdía nada probando, por lo que finalmente volvió a hablar. - Vine hasta aqui porque me llegó el rumor de que... esto... Bueno, me dijeron que soy la dueña de este sitio. - Añadió cierto tono interrogatorio a su frase, convirtiendola en una pregunta. 

- No estoy segura de si se trata de una broma o que. ¡Pero mira! Tengo esta carta... - Dio varias vueltas y reviso ente todos los pliegues de sus ropajes, pasando sus manos por zonas que algunos considerarían pudorosas, pero finalmente encontró el trozo de papel en un bolsillo trasero del pantalón. 

Le tendió la carta a la encargada y aguardó a que la leyera.

Cuando dijiste que no tenias nada de dinero suspiro y intento sonreír lo mejor que supo, lo mejor que uno puede sonreír cuando sabe que a quien tienes que atender no tiene dinero. Pero en cuanto le enseñaste la carta ella se te quedo mirando. -Entonces eres la señorita Alayne?- 

En cuanto le diste la carta esta empezó a leerla y con una mano te indico que la siguieras, tal como habías supuesto el interior no era mucho mejor que el exterior, se podía ver la barra y los papeles, una estantería pequeña con algunas botellas que suponías era de licor, esperabas que alguna de esas estuviera llena y pudieras venderla por un buen pellizco pero seguramente no era el caso. -Entonces eres la heredera de estas tierras! Enhorabuena, bueno, te tengo que felicitar claro, mi nombre es Felicity, soy la encargada de este lugar y representante del gremio de cazadoras de monstruos. -Presentándose ya de una forma mas formal, poniéndose detrás de la barra incluso y ofreciéndote un pergamino que efectivamente te daba el derecho a gobernar esas tierras. -El edificio del gremio es de una entidad aparte, aquí hacemos nuestra ley y no tienes autoridad aquí, eso te lo diré cuando haya mas gente claro, se suele animar....nunca.- encogiéndose de hombros mientras señalaba el lugar. -Por la actividad de monstruos debería haber gente claro, pero estas tierras están muy mal, apenas se pueden cultivar, el anterior propietario se arruino intentando traer mercancías de fuera, la demanda era amplia, los costes altos pero el precio que estaban dispuestos a pagar era mínimo. Con todo eso, al final paso lo que paso, de todas maneras esto ahora es tuyo así que...bienvenida a casa.

Alayne siguió a la muchacha hasta el interior del gremio. Su andar era lento y perezoso, debido al cansancio. Pero una vez dentro sus ojos parecieron cobrar vida. Observó con interés todo a su alrededor antes de volver la vista hacia la encargada. 

- Oh - Dijo con cierta sorpresa mientras que tomaba el pergamino que le garantizaba que su viaje no había sido en vano - Es un placer Felicity. Puedes llamarme Alay, ya que supongo que seremos amigas. - Añadió, esbozando una de sus mejores sonrisas.

- Entonces... todo menos el gremio es mío... pero... ¿No hay más habitantes por aquí? ¿O si? - Se rascó una mejilla y volvió a observar a su alrededor.

- Voy a necesitar una habitación y un baño, y una comida caliente no me vendría mal. No tengo dinero, pero tengo mi espada. Podría encargarme de espantar a los monstruos de los alrededores e ir reparando este sitio. Después de todo, estoy segura de que también te vendría bien hacer que el poblado vuelva a estar en el mapa para los aventureros. ¿Qué dices?

Alayne dejó que el peso de su cuerpo reposara sobre una de sus piernas mientras que observaba a la chica de arriba a abajo. No había borrado su sonrisa, pero su estomago rugía de tanto en tanto, por lo que daba un aire desesperado a su petición. El polvo del camino le manchaba el cuerpo y la ropa. Las cintas de cuero que le ceñían la armadura estaban desarregladas y sus pantalones casi tan caídos que enseñaban una buena porción de su pubis y por detrás casi la mitad de las nalgas. El cabello si bien lo llevaba atado se notaba sucio, y varios mechones habían escapado al peinado y caían en multitud de direcciones. 

-Quitándome a mi? De tanto en tanto vienen mercaderes y tengo un par de palomas que me sirven de enlace con la ciudad, suelo usarlo para pedir suministros y para hacer un informe sobre lo que a avanzado el gremio...no suelo explayarme demasiado con mis informes.- Aunque se estaba conteniendo, te iba mirando, notabas la mirada de la encargada de tanto en tanto en tu cuerpo, sonrojada por como ibas vestida antes de toser un poco para recobrar el hilo de sus pensamientos.

-Tengo una armadura vieja (la que regalo) te la puedo prestar, de hecho no sabia que hacer con ella. Luego...comer...bueno...te puedo dar un poco de comida pero solo por esta vez. Aunque me encantaría ayudarte con lo demás, no puedo, tienes un montón de casas, puedes coger la que mas te guste y hacerla tuya o pagar una habitación aquí en el gremio. Quitando eso, ya que mencionas el tema de la espada...

Se inclino un poco y empezó a rebuscar debajo de la barra, durante ese momento la perspectiva de sus nalgas se hizo bastante pronunciado. Entonces se puso de nuevo bien, te sonrió y saco un libro enorme y polvoriento que dejo caer encima de la barra. Una vez el polvo se esparció un poco lo abrió y allí se encontraba quizás una lista interminable de trabajos. -Depende de lo que quieras hacer, yo te ofreceré trabajos. No se como estas de entrenamiento o si eres buena o no, no te daré trabajos difíciles hasta que no me demuestres que puedes hacerlos. Que tenias en mente? Quieres recolectar suministros? Conseguir comida? Dime, que es lo que deseas?

Mientras que escuchaba a la muchacha se percató de la mirada que le estaba dando a su cuerpo y se sonrojó visiblemente. No se había percatado de ello hasta que hizo mención de la armadura y Alay bajó la vista para darse cuenta del aspecto que estaba dando. Aprovecho la tos de la encargada para carraspear también ella y levantarse el pantalón, tirando del cinto de su espada. 

- Oh, si... una armadura. Me vendría bien y te lo agradecería - Comentó mientras que reorganizaba sus ideas. Por un momento en su mente cruzó la palabra "tacaña" cuando la encargada se negó a aceptar el trato por la comida, pero luego se arrepintió de ese pensamiento y se dijo que sería lo mejor. Podría tomar una casa de los alrededores y repararla. Así no tendría que dormir a la intemperie. Además, cuando llegara algun mercader tal vez consiguiera algo que intercambiar por mantas y otros artículos que necesitase.

Mientras que meditaba aquellas cosas vio que la joven se inclinaba dándole una visión más que llamativa de su culito. Alay volvió a sonrojarse, pero pretendió que solo se debía al calor, abanicándose con la mano. Se acercó a ver el libro y se inclinó hacia adelante, con curiosidad. 

- Parece que hace mucho que no se le daba uso. Cuanto polvo - Soltó una leve risa y mantuvo la sonrisa un poco más mientras que Felicity le explicaba las reglas que allí tenia con respecto a las misiones.

- Tengo algo de experiencia, mi madre era cazadora y aprendí unas cuantas cosas de ella. Supongo que podría hacer unos cuantos trabajos sencillos para acostumbrarme a la zona y conocer un poco más las regiones de los alrededores. Aqui casi todo es nuevo para mi. No reconozco a todos los monstruos y hasta algunas plantas me resultan poco familiares - Se encogió de hombros. No le gustaba admitir su propia inexperiencia en algunos aspectos, pero era mejor que Felicity supiese con exactitud hasta que punto llegaban sus habilidades. 

- ¡Comida! - Dijo de inmediato cuando le preguntó por el tipo de misiones. Su estomago estuvo de acuerdo con un gruñido. - Creo que es lo más importante. Sin comida no podemos quedarnos. 

-Ya te lo puedes imaginar.- Fue el comentario mientras iba pasando las paginas. -Lo de la comida es muy amplio, hay soluciones fáciles a tu...problema, con el estomago. El hambre se puede solucionar matando un par de jabalíes pero te voy a poner algo un poco mas correcto, ya que quieres cazar un animal...veamos...si creo que esto puede valer.

Saco una hoja y te la puso delante, el pergamino estaba un poco gastado y señalaba algo sobre kelbins, lo poco que sabias era que eran criaturas escurridizas y que eran como ciervos.-Si me traes dos cuernos de estos ciervos, te lo pagare bien. -Señalo la recompensa y eran 20 de plata, no era mucho la verdad pero menos daba una piedra. -Vas a tener que ir a la pradera, esta a dos horas de camino siguiendo el camino del sur.

-Con el tema de las plantas, por el momento...veamos...si tengo algo de recolecta de plantas, necesitamos 10 lirios, 5 hongos azules...y 3 de estas hierbas aromáticas, pero no se si eres una rastreadora. En todo caso esta se paga mejor.- Saco también el contrato y lo puso a un lado, salvo que este iba específicamente al bosque. -El bosque es mas peligroso que la pradera claro, pago 40 de plata por ese encargo, la pradera en cambio es una zona mas abierta y se puede ver el peligro fácilmente. Cual deseas? Eso si...podrás ir un momento a la trastienda a cambiarte.- Carraspeando un poco, no incomoda pero quizás se estaba encendiendo por tu culpa.

Alay meditó durante algunos instantes. Sin lugar a dudas el dinero le vendría bien, pero no estaba en condiciones de enfrentarse a criaturas demasiado poderosas. Por el contrario un trabajo sencillo serviría para suplir sus necesidades y descansar del largo viaje. Los kelbis eran el objetivo ideal, eran pequeño y, aunque escurridizos, no representaban una gran amenaza.

- Creo que tomaré la misión de cacería - Dijo finalmente, decidida. - Aun estoy algo agotada por el viaje. Un poco de relajación no me vendría mal. Iré por esos cuernos y así tendré algo de dinero con el que pagarte por tu ayuda.

Observó a la muchacha con una sonrisa. Alay tenía sonrisa facil y a veces podría parecer una mujer simple de gustos algo burdos, pero no dejaba de ser sutil en algunos aspectos y observadora. No se le pasó para nada la reacción de la muchacha al mencionar aquello sobre la armadura. - Estás muy sola por aqui ¿Cierto? Con tan pocos viajeros...

Por un momento se vio tentada a cambiarse allí mismo, pero había algo que debía ocultar: Eso que le había causado problemas durante toda su vida. Suspiró y supo que no podía arriesgarse a que se supiera. Aun no conocía demasiado a Felicity ni tampoco a los demás lugareños. Si el rumor se esparcía, seguro que terminaría como en su niñez, siendo acosada. 

Alzó la vista a la muchacha y le dedicó una sonrisa. - Iré a cambiarme. Cuando termine el encargo al vez podamos conversar un poco más, si te parece bien.

- Gracias por todo. Me alegra de haberme encontrado a alguien tan amable. -En un arrebato de emoción, se acercó a la chica y la abrazo de forma fugaz antes de alejarse hacia la trastienda a colocarse la armadura.

Felicity devolvía las sonrisas pero se notaba que había estado durante mucho tiempo aburrida, desconocías cuanto. -Pocos viajeros es exagerado para este lugar, como mucho a veces algún mercader que llamo por provisiones del gremio pero poco mas.- Se encogió de hombros mientras iba explicando. -Pero espero que pronto puedas arreglar eso, espero grandes cosas. Cuando vuelvas porque no me comentas cosas de tu viaje? Siempre es divertido saber como van las cazas.

Te despidió con una sonrisa y ya enfundada en tu armadura de cuero emprendiste la primera caza, eso si, cuando ibas a salir por la puerta Felicity fue corriendo y te dio un pergamino que era el de la caza sellado con un sello rojo. -Tienes tres días desde la recolección del cuerno, si me traes el cuerno y veo que se a malogrado mucho por el tiempo te pagare menos, ten cuidado con eso. -Advirtió la mujer.

Al salir de nuevo el paisaje de tus tierras estando en el peor de los estados te saludo, mirando a todos lados no veías demasiadas cosas pero todo eso era tuyo asi que cuando quisieras podías empezar a seleccionar tu casa. Aunque lo primero era lo primero, ir de caza.

Era mas o menos las 12 del mediodía cuando te pusiste a caminar hacia la pradera, esta se encontraba a dos horas de camino por lo que a las 2 del mediodía llegaste.

La pradera no tenia demasiado misterio, pero era un lugar bastante hermoso, podías ver como un rio cruzaba una de las zonas de la pradera mientras que a lo lejos unas montañas con la cima nevada se presentaban de lo mas imponentes. La vegetación era mínima, había hierba si pero no veías rastro alguno de bosque, al menos no desde la posición en la que estabas. El clima era agradable, un poco cálido pero agradable y el sonido de los pájaros adornaba toda la escena.

Alay se había dirigido a la trastienda a colocarse su nueva armadura. Miró hacia atrás, para asegurarse de que no le espiaban y se desnudó por completo. Como era su costumbre, remplazó algunas piezas gastadas de su armadura antigua y ajustó otras con gruesos cintos de cuero para ceñirlas a su cuerpo. Volvió a colocarse los pantalones y también colocó algunas piezas protectoras por encima de estos. Aun así mantenía buenas partes de su piel al descubierto y enseñaba sus tatuajes en el brazo. Como ultimo paso volvió a tomar la espada.

Cuando regreso a la sala principal se dirigió a la salida casi de inmediato, pero se encontró con Felicity una vez más. Tras oirle atentamente y coger el pergamino asintió con firmeza. - No me demoraré demasiado una vez que consiga el cuerno. Y cuando regresemos te contaré todos los detalles. Es una promesa -Alzó el pulgar y enseñó una amplia sonrisa antes de salir finalmente al exterior.

Clavó la vista en el cielo y supuso que aun le quedaban unas cuantas horas de luz, por lo que aquello no debería ser difícil. Apenas si prestó atención a algunas de las viviendas derruidas, pero con la prisa que llevaba no notó diferencia alguna entre ellas y tampoco le parecían demasiado atractivas. Ya elegiría una luego. 

Tomó el camino hacia la pradera y no se detuvo hasta llegar allí. Al adentrarse por la zona comprendió aquello que le había dicho la encargada. No había manera de que la sorprendiera algún monstruo en aquel descampado. Pero también para ella sería dificil ocultar su presencia. 

Sin desanimarse comenzó a buscar rastros de su objetivo y, cuando finalmente encontró huellas que se adaptaban a lo que estaba buscando, se dispuso a seguirlas. Trató de colocarse a contra viento, para que su olor no la delatara al acercarse, tomó la espada y comenzó a buscar a las criaturas.

Después de una media hora de camino mas o menos, teniendo en claro que camino tenias que seguir, pasaste el rio para encontrarte con una campiña bastante amplia delante de ti, pero eso era bueno y era malo al mismo tiempo.

No había demasiado desnivel en el terreno lo que hacia que pudieras ver bastante lejos, no habían demasiadas criaturas pero si que viste un rebaño de unos ocho kelbins que se encontraban pastando. La kelbin era una criatura parecida a un ciervo, sus cuernos eran pequeños si y su pelaje de lo mas fino, muchos mercaderes pagaban buen dinero por esas pieles, pero solo si se trataban con cuidado. El cuerpo de la kelbi era esbelto, curvo, podías verlas comer en el pasto mientras que sus pechos flotaban en el aire con cada movimiento, pequeños sin tamaño exagerado. Con cada movimiento de cola podías ver la húmeda cavidad de su entrepierna pero no eran todas así, entre ellas, entre las ocho, habían dos con unas cornamentas un poco mas grandes que iban como patrullando la manada, la cornamenta era mas elaborada parecida a la de un ciervo macho y entre sus piernas colgaban unos robustos testículos con unos miembros que caían flácidos hacia abajo, sacudiéndose con cada movimiento de la criatura.

Sus largas orejas y tu experiencia previa te decía que si ibas de frente probablemente mas de una se te escaparía.

Alay siguió andando de buen humor al haber hallado el rastro de los kelbins sin demasiadas complicaciones. El río que debía atravesar le otorgó una excelente oportunidad de beber y lavarse un poco antes de continuar. Salió de allí chorreando y con la piel y el pelo empapados y brillantes. Pero no tuvo que andar mucho más y el sol bastaba para ir secando su ropa poco a poco.

Finalmente divisó a su presa y una fina linea de rubor le cruzo el rostro. Se agazapó en el pasto para observar su comportamiento y no pudo evitar echar miradas tanto a esos pequeños pezones de las hembras como a los protuberantes miembros de los machos. Pero estaba allí por sus cuernos y lo ideal sería conseguir lo más posibles.

Tras pensarselo un poco, supuso que lo mejor sería acercarse lo más posible sin que le vean y luego caer entre medio del grupo para acabar con ellos uno por uno mientras durara el caos. Era un buen plan, se dijo, y comenzó a avanzar hacia ellos agazapada entre la hierba. Buscando dar un rodeo para que el viento llevara su olor lejos. 

En cuanto empezaste a moverte, no lo notaste, pero hacías mucho ruido, tu ropa empapada hacia el típico sonido del cuero empapado rozándose, tus piernas movían la hierba con fuerza y tus manos de tanto en tanto arrancaban algún matojo seco por el que pasabas. No eras una experta camuflandote y no fue hasta que tu espalda choco contra una piedra que todas las kelbins te miraron con las orejas muy arriba,

-Peligro! Peligro! Peligro!- Y por supuesto comenzaron a desperdigarse y a empezar a correr a bastante velocidad, mas que la humana pues aunque lo parecían, sus piernas tenían cascos y iban de lo mas rápidos. Entonces las kelbin alfas empezaron a mirarte con enfado, rasgando un poco el suelo con sus pezuñas traseras mientras se ponían en posición dispuestas a golpearte.

Por el momento tu eras mas rápidas así que podías escoger objetivo, ellas te miraban y en cualquier momento saltarían a por ti.

Alay escuchó el clonk demasiado tarde para esquivar la piedra El sonido metálico vibraba en el ambiente y cuando alzó la vista hacia las kelbins se percató de que ya huían a toda velocidad. Confiaba en la velocidad de sus piernas, pero ya le sacaban una buena ventaja e intentar pasar cerca de esos cuernos de los alfas no le hacía ninguna gracia. 

- Tsk... Tendré que arriesgarme - Sin dudar mucho más cargó hacia adelante, espada en mano, y se lanzó contra las kelbins que huían, intentando darles alcance para golpearlas con su espadota. A diferencia de sus presas, Alay no tenía cascos, pero al menos sus piernas eran largas y fibrosas. Sus constantes viajes la habían fortalecido, o al menos eso le gustaba creer a ella.

Pero a mitad de camino su estomago comenzó a rugir, las kelbins se le escapan.  - Ugh... no puede... ser - Tuvo que detenerse para llevarse una mano al estomago por el dolor de no haber comido casi nada en días. 

Empezaste a correr y conforme corrias pasaste por al lado de las dos kelvins alfas que habían allí, intentaron golpearte con su cornamenta pero no consiguieron demasiado, ibas rápida, estaban nerviosas por el combate y efectivamente no te dieron ni un solo rasguño.

En cuanto a ti, ahora estabas delante de ambas dos kelbins, una se había tropezado en el momento en que había intentado golpearte, rasgando un poco el suelo con su pezuña pero enseguida se había levantado, lo único que por fortuna ella solo te había intentado dar una vez.

Ambas estaban a rango de tu espada, las demás kelbins ya no se encuentran en tu rango están bastante lejos.

Alay chasqueo la lengua pero no todo estaba acabado. Aun tenía los dos alfas dispuestos a darle una aliza, pero ella no se quedaría atrás, al menos en voluntad. Necesitaba esos cuernos y necesitaba comer. Balanceó su espada de una lado al otro, analizando a sus oponentes. De más está decir que en algún momento su vista se fijó en sus pechos o en los miembros masculinos que colgaban de entre las piernas.

- Dos contra una, está bien por mi ¡Allá voy! - Sabía que había tenido algo de suerte de que no la golpearan con esos cuernos, pero no tenía más opciones que enfrentarles. Cogió su espada con ambas manos y se lanzó contra el que parecía más despistado. 

Agitó su espada hacia adelante, pero el ataque falló por bastante. Alay frunció el ceño y apretó la mandíbula, habia quedado en una mala posición y ahora tendría que defenderse. 

Aprovechando que habías quedado en mala posición la primera de las kelbin se dispuso a darte un buen mordisco, pero fallo por bastante, te fue muy fácil el esquivarla de hecho y no lo consideraste una amenaza.

Confianza que tal vez te hubiera ido bien para el segundo golpe que si impacto en tu costado. La segunda kelbin golpeo con fuerza tu costado haciendo que perdieras el aire por unos instantes, fue un buen golpe por parte de la criatura que refunfuñando empezó a prepararse para la siguiente embestida.

-Nuestras hembras, tu no follartelas.

-Son nuestras marchate!

Amenazantes ambas dos mirándote con bastante rabia por haberlas molestado.

Alay esquivo el mordisco y sonrió con autosuficiencia, pero aquella confianza le resultó contraproducente cuando el segundo kelbin la arrolló con su cornamenta. El ataque la hizo retorceder dolorida, pero no iba a rendirse, al menos no sin llevarse un pequeño botín.

Observó con expresión enfadad a las criaturas y su mirada se fijó en la cabeza de una de ellas. Aunque la idea de follarse a la hembras era divertida y la habían hecho sonrojarse, Alay sonrió y corrió hacia adelante - ¡Solo! ¡Quiero! ¡Un cuerno! ¡¡Horaaahh!! 

El grito de batalla fue seguido por un ataque de su espada descendente, buscando cortar uno de los cuernos del Kelbin menos agresivo. La idea era cogerlo e intentar huir lo antes posible y al menos tener algunas monedas. Por fortuna esta vez su ataque fue veloz y potente. 

Efectivamente, ahora el golpe era mas fuerte, mas dirigido, mas potente, tanto que en cuanto golpeaste a la kelbin esta puso los ojos en blanco y estabas segura de que habías hecho una herida mortal. El cuerpo de la kelbin caída estaba a escasos metros de ti abatida pero aun quedaba una ultima kelbin y esta te miraba con mucha furia y una rabia renovada.

-Tu matar a alfa, ahora tu ser una hembra miá!- De lo mas enfadada mientras te embestía una vez mas y esta vez te dañaba bastante, tu armadura se había llevado un buen impacto y se notaba algún que otro corte en tus brazos por culpa de esos cuernos. Pero no solo eso, la kelvin se puso como a cuatro patas preparándose una vez mas, ahora arando con sus patas traseras el suelo, estaba a punto de embestirte con fuerzas renovadas, que harías?

El golpe de la muchacha fue certero y notó como se extendía e impacto a traves de su brazó. Con euforia vio caer a su rival y se giró hacia el siguiente.

¡Ja! - "¡Victoria! Bueno, casi" pensó Alay. Aun quedaba un contrincante contra el que batirse, pero al menos ya había acabado con una de las kelbis. Aquel sentimiento de triunfo no le duró demasiado, ya el segundo animal ya cargaba contra ella y le propinaba otro buen golpe que se sumaba al primero que había recibido.

- ¡Uhg...! - Un gruñido de dolor escapó de los labios de la muchacha. Si seguía así la iba a pasar muy mal y el Kelbi colocándose en cuatro patas no era ningún buen augurio. 

La armadura de cuero ya volvía a estar casi tan dañada como la que había dejado en la taberna. Uno de los cinto de cuero caiga sobre su brazo en lugar de pasar por encima de su hombro y esto dejaba al descubierto uno de sus senos y un pezoncito rosado. 

- ¡No si tu te conviertes primero en mi hembra! - Con la exclamación y de un ataque de valentía se arrojó contra la criatura, intentando saltar sobre ella para montarlo cual si fuera una yegua y golpearle todo lo posible con su espada.

- ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! - Decía mientras le aporreaba. Y trataba de dilucidar cuanto más resistiría aquella golpiza - ¿Ahora quién monta a quién?