Partida Rol por web

Desde la barandilla de la que se había colgado, Ragu vio como la criatura empezaba a comerse un cuerpo caído y torció el gesto asqueado.

"No puede ser bueno, si para de luchar para comer es porque eso le da fuerzas" opinó el Hiruma, refunfuñando.

Apretando fuerte el hacha, el ronin se disponía a bajar de un salto y asaltar a la criatura, cuando uno de los sacerdotes se levantó y, haciendo de tripas corazón, pegó un puñetazo en el aire que hundió el pecho del mónstruo a más de veinte pasos de distancia, que cayó con la marca de un gran puño en su pecho, como si hubiera sido golpeado por un gigante.

Ragu, aliviado por no tener que enfrentarse a la criatura, pudo ver como llegaban refuerzos a su sección de la muralla. Parecía que habían aguantado por el momento, pero no creía que algunos de sus compañeros fueran a lograrlo. De un salto, bajó del tramo de escaleras donde se había encaramado y se acercó a Hida Otohime, la samuraiko que se apoyaba con dificultad en su tetsubo. Señalo a la Grulla tendida en el suelo, que respiraba con dificultad, inconsciente.

- Hay que sacarla de aquí- dijo, por encima del estruendo de la batalla. Se acercó al cuerpo y la levantó con esfuerzo, se podía oir el gorjeo de la sangre en su respiración, algo no estaba bien en sus pulmones. Con cuidado, se llevó el frágil cuerpo de la chica hacia las escaleras, esperando que la cangrejo le ayudara.

"¡Debes cumplir con tu honor!" bramó la voz del Hiruma, en su cabeza

- No hay honor para quien deja morir a sus compañeros- susurró, más para si mismo que para el viejo fantasma, pero los dos sabían que Ragu no tenía ningún problema saltarse a la torera el código del bushido. Una vida de delincuencia le había hecho desarrollar un sentido de la ética muy afinado. Tenía perfectamente claro lo que estaba bien y lo que estaba mal. 

- Arigato! - Y asiento a Kihei y Saito mientras me preparo para lo que venga a continuación

Asiento levemente a la Yasuki y al enmascarado mientras me pongo en posición para enfrentar la siguiente oleada de enemigos que vengan. Empezaba también a notar que el número de ropajes rojos aumentaba entre la multitud, lo que significaba que los refuerzos estaban llegando. Quizá podriamos contar sobre nuestra batalla mañana, después de todo.

Oni no Fudo se alzó desechando la carcasa medio devorada del pobre samurai, aquello jamás sería una muerte digna. Ryoga tragó saliva, mantenía la entereza pero por primera vez en toda la batalla se sentía pequeño ante la aberración que representaba el kami oscuro, de no haber sido entrenado tan duramente habría salido corriendo en aquel mismo instante pero el legado de sus ancestros le anclaba al suelo.No tenía escapatoria, sabía que moriría y se resigno, notaba como había perdido la lucha al ver los viles actos de aquel ser, pero cuando todo parecía perdido...

Un rayo rasgo el aire por encima de él predeciendo una poderosa plegaría, Kuni Hirotaro estaba envuelto en un fulgor verdoso levitando una ápices del suelo a su alrededor los restos de la muralla y las armas se alejaban de él ante el despliegue del poder de los kami. El Oni no podía esconderse de la pureza delos kamis canalizada a través de aquel shugenja, el poder del jade borró la sonrisa de gozo del Oni mientras revolvía su pútrida esencia desde dentro para hacerlo estallar en mil pedazos. Ya nada quedaba de su existencia más que mugrosos desperdicios que salpicaban a Ryoga, quien miraba al shugenja con asombro, le asintió con la cabeza dandole las gracias mientras se ponía en pie con grandes esfuerzos no por sus heridas sino por su maltrecha moral; pero ni siquiera había tiempo para eso en la Muralla.

Tenían un pequeño respiro en todo el caos de la batalla para replegarse y organizarse mínimamente, aquello no había sido una victoria solo había quitado un grano de arena de playa que representaban las fuerzas del Noveno Kami.

El shugenja vio como su rayo impactaba contra el oni mientras guardaba silencio, y cuando vio como murió, una sonrisa salió de su rostro, levantando el puño con resignación, observando a su alrededor como seguía habiendo enemigos pero parecía que era posible la victoria sobre las fuerzas de la oscuridad.

La destrucción del oni le dio más ánimo al Kuni, que agarró fuerte el arma y se preparó para notro asalto.

Gotas de sangre del bakemono me cubrían todo el cuerpo, mientras mis hombros subían y bajaban debido a la respiración jadeante. El esfuerzo había merecido la pena, al levantar la cabeza ví que mis compañeros habían logrado una hazaña incluso mayor, el primer Oni había caído... y espero que no fuera el último. Recuperando el aliento me acerco a mis compañeros y cubriendo la retirada de Ragu con el cuerpo de la Grulla le digo: - ¡No te preocupes Ragu, yo te cubro!

Mientras me pongo en posición de combate sujetando el tetsubo con una mano por el mango y con la otra por la cabeza, dispuesto a interponerme si cualquier amenaza intenta lanzarse contra mi compañero.

Aoki se mantenía en pie por pura fuerza de voluntad. Su condición no le permitía mantenerse en la lucha. Necesitaba restañar sus heridas si quería seguir vivo. Casi no veía a sus enemigos. Hubo un respiro en la batalla, aprovechó para intentar rehacerse, respirar y recuperar el aliento.

Desde la torre, al menos, podía tener una menjor vista de la situación... aquello fue una ventaja.

"Mmm- N-S-E, cubierto... ¡ep!"

Lo que encontró al primer golpe de vista, además de varias personas por las que realmente no podía hacer demasiado y los shugenjas preparándose para el entretiempo... eso, y un oni que aún desprendía volutas de puro jade espiritual emanando de su cuerpo (gracias a que no tuve que encararme a ESO) fue a varios de sus compañeros más bien que mal: al menos no había habido muertos que lamentar.

Excepto aquella chica. La Grulla borde.

*huff* *puff* *bruff*

En un momento de carrera estuvo allí, justo para proceder a la rápida intervención. Bueno, justo para agarrarse las rodillas mientras jadeaba por la carrera y echaba los bofes por la boca e inmediatamente después proceder a la rápida intervención. Sacó el material y empezó a prevenir, limpiar y taponar heridas antes de que acabase desangrada: un cuerpo es un organismo sabio, pero nada es tan sabio que no pueda morirse solo si se le deja demasiado mal demasiado tiempo.

No esperaba que se despertase: podía prestar atención médica, era a los Kuni a los que tenías que mirar si esperabas milagros. Solo mejorar la situación para que el yomi no la reclamase en medio de aquel campo de batalla.

La respiración de la joven samurai-ko era debil e irregular para cuando Ginawa pudo socorrerla. En brazos de Ragu, Doji Ako fue alejada de la parte más cruda del combate ahora que la amenaza del Oni parecia haber sido contenida, sino neutralizada. A ninguno de los dos parecia importarles que la Grulla sangrese profusamente por sus heridas ni la mortecina palidez de su rostro.

Tampoco parecia que el joven Ginawa tuviese demasiados reparos en aplicar sus unguentos y medicinas sobre la muchacha, tratandola mientras Ragu la llevaba en volandas.

Por fin, las manipulaciones del inexperto sanador dieron sus frutos y, despues de una serie de ademanes doloridos, la samurai-ko cambió la inconsciencia previa a la muerte por un sueño del que quizas despertase. Con un hilo de voz, Ako repitió una y otra vez la misma frase hasta sumirse en las tranquilas aguas del reino de los sueños.

- Gomen... Nasai... Gomen... Nasai... Gomen... Nasa...i.

Preocuparse no es un rasgo que se fomente en el Cangrejo, y especialmente no entre los Kaiu. Hace que no puedas concentrarte en el trabajo que de verdad importa: el que tienes entre manos. Otro tanto pasaba con el recato, que no tiene lugar cuando es la hora de salvar vidas: guarda el momento para más tarde cuando la carne vuelve a ser gente para dejar de ser, en resumen, carne que arreglar.

Después de todo, un ingeniero no lo sería si no fuera educado en una visión... ingenieril del mundo.

-Shhhhh.

Pasó un trapo húmedo por su frente, eliminando algo de la sangre. Acababa de preparar una costura (temporal) tras preparar la hilaza, limpiar y taponar la herida y sacar un linimento para proteger en general, y estaba aplicando otra capa de gasa sobre esta medicina, y todo ello sin haberla bajado de los brazos de Ragu: de haber sabido, con todo ello, que se había llamado "chapucera" a esta intervención que había sacado a la mujer de las puertas de la muerte se hubiera sorprendido, preguntándose qué clase de milagro de la ciencia practicarían por medicina en las tierras allende el caparazón. Conocía lo bastante de su ciencia como para saber que aquella podía ser una variante sucia, desagradable y difícil de dominar... pero conveniente y avanzada.

-Shhhh -volvió a limpiar un poco, hablando con voz calmada y susurrante. Voz de intervención- Duerme, Doji Aiko-dono. Duerme.

No hubieran podido parar: pronto llegaría otro ataque. Podían darse por satisfechos de que la medicina de campo en las escuelas de los Cangrejo fueran tan eficientes como desagradables. Y al menos no había tenido que eliminar gangrena de las Tierras... como tampoco quería pensar siquiera que algún día podría tener que hacerlo. Que las prácticas de operaciones se hicieran bajo las sesiones de carpintería no le animaba a querer vivirlo.

-Gracias... ¿Ragu, era?

Volvió a comprobar el vendaje mientras seguían moviéndose. No estaba funcional exactamente, pero estaba viva. Y lo estaría si salía de allí.

-Por sacarla. Y por lo de antes.
 

Otohime estaba aguantando a duras penas, gastando sus esfuerzos en contener a aquella bestia pues ahora mismo era consciente de que intentar atacarla sería inútil. Apenas podía levantar el Tetsubo. Sangre corría a través de las placas de la armadura y uno de sus brazos le palpitaba como si hubiese sido poseído por el mismísimo infierno. Pero una Hida no se rendía.

Cuando Ragu se acercó le miró y negó con la cabeza. - Llévatela. Yo aguantaré. -

Niou supo que aquel podía ser su último asalto. Estaba totalmente recubierto de sangre al sufrir la peor parte de los primeros asaltos.  Tras apartarse el líquido rojo de los ojos para poder ver a su próximo rival, agradecía a Nanako su buena intención por atender sus heridas.

Mil gracias Nanako por querer sanarme. Aguantaré la posición por ti y todos nuestros compañeros. Los bakemonos no podrán con el Clan del Cangrejo ya que nuestra fuerza es la Unión de todos nosotros y nuestra meta común en defender La Muralla. Estos seres salvajes vagan sin criterio y nuestra táctica militar los vencerá.

El joven Hiruma apretó los dientes y esperó impaciente el tercer asalto. Aquella vez escogió una posición totalmente defensiva y encajar con garantías el siguiente. Su vida empezaba a escasear.

(Condicinado a que tenga tiempo entre que los bakemono vienen o no)

Nanako suspira discretamente. Sabe que puede hacer un daño mortal a los Bakemono. Tiene el hechizo idoneo, pero de nada sirve si no puede mantener con vida a los señores del cangrejo.

Sin dudarlo se acerca a Niou con el botiquin en mano. Sus guantes ya estan empapados en sangre, asi que se los quita y limpia las manos antes de proceder

"Le ruego que apriete los dientes, Niou-sama. Puede sentir un aguijonazo inesperado.". Un samurai no debe expresar ni miedo ni dolor, asi que la advertencia es para salvar tanto la vida como el honor.

Con velocidad entrenada, primero rocia la herida con sake bendecido y tratado (vamos, alcohol puro) un bálsamo analgesico y algo para contener el dolor que vendra luego. Y viendo que aun hay tiempo, aprovecha para coser unos puntos de sutura.

Finalmente, un fino lienzo de lino blanco para cubrir la herida, algodon para acolcharla, y elástica tela de rafia para atarlo todo y que no se mueva.

"Espero que esto le sirva, señor" dice haciendo una reverencia y moviendose deprisa a continuar atendiendo mas heridos.

La llegada de los refuerzos consigue echar a la mayoría de los enemigos, sin embargo vuestro bando está bastante desorganizado, entre los que estaban peleando que fueron obligados a retirarse y ahora no saben qué hacer y los que han llegado nuevos, está claro que la sección necesita que alguien los organice, sea como sea, aunque únicamente la Yasuki parece darse cuenta de lo necesaria que es esa actuación.

Tras llevar a la Doji tras las líneas, regresáis a la pelea con el resto de los refuerzos solo para descubrir que las cosas en el último piso no han cambiado demasiado. Continuáis sufriendo los proyectiles enemigos, continúan llegando trasgos y más criaturas de pesadilla, sin embargo el ambiente es diferente, como si casi hubierais repelido el asalto.

A pesa de que consiguen sacarte a tiempo, es imposible alejarte lo suficiente de los efectos de la batalla y los restos de un proyectil acaban golpeándote volviéndote a la inconsciencia que nunca debiste dejar.