Partida Rol por web

Las criaturas eran demasiadas para hacerles frente de manera lógica y ordenada. El caos estaba engullendo todo a su paso mientras las bestias de Jigoku intentaban arrasar con ellos. Hasta ahora había deflectado la mayoría del daño de dos impactos, sabía que no podía hacerlo una tercera vez y sabía que jugar a la defensiva era un sin sentido... solo quedaba una muerte gloriosa. Enfocó a aquellos alrededor suya y de Sakura, y descargó toda su ira contra sus enemigos.
- ¡Somos el escudo del Imperio, a por ellos!

Doji Ako no se rindió. Usó su naginata con todas sus fuerzas, cortando y sajando. Las bestezuelas de las Tierras Sombrias no dejaban de caer ante sus golpes pero tampoco dejaban de aparecer por todas partes. Ako jadeaba pesadamente, con un ojo complemente cerrado a causa de la hinchazon. Con el dorso de la mano arrastró los restos de algo que manchaba su mejilla y, por primera vez en su vida, escupió a un lado una flema oscura.

Sabia que iba a morir.

Apenas podia distinguir a sus compañeros de promoción. Solo a los más grandes de ellos. Pero ya habia perdido de vista a dos o tres de ellos, abrumados por las oleadas de trasgos y otras criaturas de las Tierras Sombrias. Abrumados como estaba siendo ella. Su naginata se sostenia a duras penas en una precaria guardia. Su armadura estaba dañada y, a juzgar por el lacerante dolor que la atormentaba cada vez que trataba de tomar aire, algo se habia roto en su pecho.

Sabia que iba a morir.

Un bakemono especialmente feroz se regodeaba frente a ella, sangrando por varias heridas pero negandose a morir a pesar de los esfuerzos de Ako. La samurai-ko sonrió sombriamente, dispuesto a destriparlo de un tajo. La sonrisa del bakemono se ensanchó en respuesta al gesto de Doji Ako. En ese momento, la joven Grulla comprendió que aquella sucia criatura le habia tendido una trampa y sintió una puñalada en el costado, cortesia de otro bakemono cubierto de sangre que se habia acercado a ella.

Doji Ako cayó de bruces sobre la Muralla del Carpintero, con su sangre uniendose a la de otros valientes samurai y al negro icor de las criaturas de las Tierras Sombrias. Su cabellos, sucios de polvo y sudor se abrieron en abanico, conferiendole una aureola oscura a su palido rostro.

Sabia que iba a morir.

Sonrió y cerró los ojos.

En pleno frenesí de batalla Ryoga encontró un hueco entre las lineas, pudiendo divisar así al Oni que dirigía el flanco, bien sabía el muchacho que si el Oni caía los trasgo perderían mucho ímpetu. Se maldijo así mismo por no haber preparado polvo de jade antes de la batalla, pero era novato y estaba tan nervioso que ni se acordó, una mirada rápida no le permitió divisar ningún cubo ni el arma caída de ninguno de los suyos que contuviera las preciadas lagrimas de Amateratsu.

Hubiera corrido sin dudarlo a enfrentarse a un Ogro, incluso a un Troll, pero un Oni eran palabras mayores y Ryoga era plenamente consciente de ello. Por su mente pasaron todos y cada uno de los consejos de Gunta-sama, su sensei y bisabuelo, todo le daba por muerto y eso le sereno le concedió tal vez un último minuto de paz tan profundo que le permitió ignorar la mayoría de rasguños para cumplir con su deber.-¡Bastardo del Jigoku!- le gritó mientras le plantaba cara...

Aquella aberración de Fu leng se giró hacia Ryoga, quien no pudo evitar tragar saliva al ver las enormes fauces de aquel ser, muchos guerreros Hida morían en la muralla con el único fin de gritar para dar la voz de alarma. Él era un privilegiado, él trataría de darles tiempo a sus hermanos para que acabases con aquel ser, aún a riesgo de su vida.-Hirotaro, reza cuanto sepas, lo necesitaremos.¿Cómo demonios paramos a esa cosa sin jade?-el muchacho se interponía entre el Oni y tal vez la única persona a su alrededor que le podría causar un daño real, el shugenja Kuni, por tanto el debía caer antes que no el Kuni. A pesar de ser un completo desconocido la Muralla forma extraños lazos y algo en el interior de Ryoga le decía que parte de su deber era proteger la shugenja, sin embargo cuando el joven se giró para asentir al shugenja pudo ver con horror que se había perdido entre el caos del combate ahora estaba solo ante aquella bestia y no le quedaba otro que resistir, solo resistir cuanto más mejor.

La marea crecía y los trasgos estaban arrollando la línea. En la sección de Ragu, oleada tras oleada de criaturas suicidas se avalanzaban contra él y sus compañeros. El ronin lanzaba hachazos a diestra y siniestra pero había tantos trasgos que parecía que iban a sepultarle. Sentía sus afilados dientes intentando morder sus tobillos a través de su armadura, a penas podía quitarse de encima los que intentaban apilarse encima del joven bandido. Aun así, a pesar de las heridas, las decenas de cortes y golpes, consiguió salir a flote de la marea de trasgos, empujando a patadas a los que quedaban bajo él.

Por un breve instante, estuvo de pie sobre la muralla, encima de una pila de cuerpos, y pudo respirar. Ante él, la horda de criaturas malignas seguía arrollando la muralla sin piedad, que aguantaba estoicamente, pero vio claramente que no iban ganando. Donde mirase, los samurai cangrejo intentaban repeler las criaturas pero su grotesco general no dejaba de mandar más y más tropas donde asomaba un punto de luz y esperanza en la muralla. De esta forma, Ragu vio que algo asomaba por la muralla y tuvo el presentimiento de que era algo más.

- ¡Venga!- gritó, más por darse ánimos que para mostrar un valor que, realmente, no sentía.- ¡Venga maldito bastardo! ¡Ten los huevos de subir a esta puta muralla y morir!- añadió, apartando de una patada un trasgo agonizante.

Golpea, esquiva, golpe , esquiva, aprieta los dientes, no hay dolor, golpea, sangra más. Eso es lo que se decía Hirotaro con cada movimiento que hacía, golpeando con su wakizashi a la horda de bakemonos que aparecían a su alrededor. Ya no sabía si el frescor de su rostro era sudor o sangre, lo más probable que lo segundo, pero seguía en pie, y ante lo visto, podía decir que estaba teniendo suerte.

La muerte campaba por doquier, y uno de sus compañeros, la muchacha Doji, había caído al suelo, y por el aspecto que pudo ver del resto, las cosas se estaban poniendo tremendamente feas para los muchachos. Eran carnaza e iban a morir. Pero venderían cara su piel, por el honor de sus familias.

Entonces vio la situación de un guerrero cangrejo atrapado bajo el cuerpo de un ogro y como los trasgos se acercaban a él cuan ruines criaturas. No podían tener más bajas, no.

- Eh, malditas criaturas, venid a por mi!- dijo a la par que levantaba la mano, señalándoles con la palma. - Kami de la Tierra dame fuerzas en esta hora tan sombría, por favor!.- y un rayo verde se dividió en 3, golpeando a los 3 seres, lanzándolos por los aires apartándolos del guerrero Cangrejo, acercándose Hirotaro a ayudarlo a salir de debajo de la mole de carne que se hallaba muerta.

Para dificultaros las cosas, los dos bakemonos que consiguen abrise paso, vuelven a ser de esos que han demostrado ser terriblemente peligrosos, lo cual desde un punto de vista más objetivo no resulta tan extraño.

Al enfrentar a los nuevos oponentes, no os queda dudas de por qué habéis perdido posiciones. Estos bakemonos parecen mejor preparados que los de las anteriores oleadas, eso o el cansancio por los continuos combates empieza a pasaros factura demasiado pronto. Sea lo que sea, estáis seguros que terminaréis con ellos, pues no había otra opción posible.

Nanako usa un pergamino y cura a la samurai del clan Doji.

La criatura se vuelve hacia ti y puedes comprender cómo tu provocación ha llamado su atención en cuanto se lanza contra ti como un juggernaut, apartando trasgos y samuráis como si de juncos se trataran. Aún así, tu actitud defensiva te permite aguantar su primer y segundo envite, dándote el tiempo necesario para contraatacar.

Las tres criatura que acechaban avanzaban contra el shugenja salen volando por los aires y caen inertes contra el suelo, permitiéndote algo de tiempo para ayudar al Cangrejo atrapado, el único problema es que el ogro es pesado, mucho más de lo que podías imaginar.

- ¡Zakennayo! ¿Acaso no sabía caerse por la almenara? El muy estúpido...

Gruñe el Hida sin darse por vencido a pesar de su complicada situación, pero en cuanto le intentas sacar, comprendes que vas a necesitar más ayuda para ello y hasta entonces únicamente podrás aguantar la posición.

A pesar de su corta estatura aquel ser se había abierto paso entre la turba como si nada, era un mal indicativo de la sobrehumana fuerza de aquel ser posiblemente Ryoga no aguantaría más de dos golpes antes de que aquellas garras le partieran en dos. En el fragor de la batalla cada uno tenía sus propios problemas, nadie más parecía prestar atención al maldito Oni, era rápido fuerte y mucho más poderoso que Ryoga en sus embestidas pero le joven Cangrejo sabía que no podría mantener su defensa para siempre.

Cambió el peso de su cuerpo y su arma sobre un único pie avanzando en un poderoso Ko-a-uchi, un golpe capaz de partir a un caballo y a su jinete en dos. Con el tetsubo muy por encima de su cabeza lo descargo al avanzar junto con todo el peso de su cuerpo terminando el descenso a la altura de la cintura, un buen golpe para un novato pero lo que habría dejado casí fuera de combate a un samurai no  hizo más de ladearle el rostro al Oni y enfurecerlo aún más si eso era posible.

Cuando este se lanzaba de nuevo con renovaba furia sobre Ryoga en verdad se vería de que pasta estaba hecho el Cangrejo y si su defensas aguantaban de nuevo el enviste de aquella bestia del Jigoku.

Con el hacha en la mano el ronin observó al trasgo que se levantaba frente a él. Era más grande que los demás y llevaba mejor equipo, lo que quería decir, y eso lo sabía Ragu que había vivido en un campamento de bandidos toda su vida, que era lo suficientemente fuerte como para quitar cosas a los demás y defender lo que conseguía. Sabía que sería más fuerte, más malo y más astuto que la escória suicida que llevaban matando toda la mañana. 

El trasgo le miró con ojos viles. No dudó en echarse encima de él. En el bosque, o matabas o morias.

El oni desvía tu tetsubo sin apenas esfuerzo haciendo que en verdad parezcas un niño con un palo y acto seguido vuelve a lanzar una de sus garras contra tu costado con la fortuna de que golpea en tus protecciones y apenas consigue desestabilizarte un poco.

La velocidad del ronin se impone a la del trasgo, al igual que su golpe, el cual logra dejar malherido a la criatura y le ayuda a evitar que su contraataque llegue a golpearle.

La nueva oleada de enemigos sorprendió a Aoki con la guardia baja. Algo le golpeó, lanzandolo por el aire y golpeando la atalaya. Escuchó crujir los bloques de piedra bajo su cuerpo ¿O eran sus huesos al quebrarse? Cayó al suelo y cuando alzó la vista todo era una bruma roja con sombras monstruosas pululando. Agarró la katana con las dos manos y se lanzó hacia el enemigo más cercano.

Nanakp cura a katagi con su pergamino de sanar

Mientras retrocedía notó un dolor punzante en el costado, pero el caos del momento no le permitió entender de dónde venía. La situación a su alrededor se volvía más aciaga por momentos según los cadaveres de amigos y enemigos se amontonaban, pero el caos no le permitía centrarse en ninguno de ellos en especial.

Gruñó, sin separarse demasiado del grueso del grupo antes de intentar lanzarse a por el Bakemono más cercano.

La batalla es dura y los pequeños cortes y heridas se van acumulando en mi cuerpo poco a poco pero tengo que aguantar, un nuevo bakemono esta delante mia. Agarro con fuerza mi katana para intentar acabar con él de un corte rápido y limpio.  Aun así siento que no es suficiente cada vez hay más y más enemigos en lo que parecen oleadas sin fin de ellos.

El intercambio de golpes no había sido tan desfavorable como el joven Cangrejo esperaba, estaba ganando tiempo eso era cierto pero no conseguí conectar un golpe contundente a su rival, así no iría a ninguna parte. A medida que se enfrentaba a aquella bestia iba reculando hacia la Muralla, buscando el momento y la ocasión de golpearlo en algún momento para tratar de precipiarlo al vacio.

Notaba como la armadura le pesaba de cada vez más y es que el cansancio empezaba ha hacer mella en él, pero no podía rendirse o flaquear, sino aquel ser le destrozaría sin ningún tipo de miramiento.

Sacudiéndose la asquerosa sangre después del ímprobo trabajo de restañar que fue aplicar un vendaje a la mollar Otohime ("que anda que ha agradecido") sin parar de combatir, y girándose hacia la marea que se venía encima. Recorriendo rápidamente la vista en virtud de la Lección de los Cinco Puntos de la insigne Kaiu Yamamoto, y su perspicacia se vio recompensada cuando consiguió darse cuenta, incluso por encima del caótico fragor de gritos, estertores y mantillo de bakemonos muertos a evitar, que la torre estaba en problemas. Corrió hacia ella, para encontrarse con un pequeño problema delante...

Ginawa no era exactamente el oráculo más prestigioso pero hasta él era capaz de ver que aquello difícilmente era un buen augurio.

Sin embargo, donde no llegaba quizá su destreza con las armas llegó el valor, y a falta de un miembro competente de los bushi llegó él, a la carrera con el casco bajo para que ninguna de las flechas le atravesase los ojos (importantes, como el cerebro, para estimar los daños que podía sufrir la torre). Varias se clavaron en su cuerpo, y esta vez sí que sintió los golpes de varias de ellas clavándose en la carne incluso con la camisa de tela. Que esto las hiciera más fácil de arrancar a posteriori no era un enorme consuelo.

-¡BANZAIIIII! -aulló, para darse espíritu quizás, arrojándose frente a los bakemonos- ¡TENNOHEIKABANZAIIII!

Por el Emperador
Por el Cangrejo

Descargó un golpe de su abanico de guerra contra el primer bakemono, esperando que la sorpresa le permitiera ganar aquella ventaja: la adrenalina de haber conseguido sobrevivir la oleada de flechas en su carrera aún hacía que su pecho estuviese lleno de fuego, y su cabeza llena de euforia.