Partida Rol por web

Al llegar a la nueva cubierta, veo a mi amiga JoJo charlando con el Vástago imponente que se sentó a mi mesa al comienzo de la velada y con el que tuve poca ocasión de intercambiar palabras, y con otra vampira de aspecto profesional a la que no tengo el gusto de conocer. Sonriendo, me acerco al trío con paso indolente, sin darme prisa en llegar hasta ellos.

—Buenas noches. Es un placer volver a verlo, señor Saunière —saludo con afabilidad al hombre en primer lugar. A continuación, mi mirada se posa en la desconocida, y hago un ligero cabeceo en señal de respeto—. Mucho gusto. Soy Sebastian, encantado de conocerla. —Por último, me dirijo a Josephine, y mi sonrisa se ensancha—. Josephine, chérie, eres una fuera de serie. Esta fiesta va a ser tu coronación como la nueva estrella de Nueva Orleans, ya lo verás. Te felicito por tu buen gusto a la hora de elegir los entretenimientos y los espectáculos. Incluso los más… —mis ojos giran en sus cuencas de un modo teatral—… inesperados. Me muero de ganas por saber con qué nos vas a sorprender ahora.

Mientras hablo, dirijo miradas de complicidad a los otros dos Vástagos, sin dejar de sonreír en ningún momento.

Cuando me doy cuenta de que Shane viene hacia mí, frunzo el ceño y descruzo los brazos dejándolos caer, para luego cerrar mis puños. ¿Qué intenta? Su tono de voz inicial provoca que me relaje un poco y arqueé una ceja estudiando sus gestos. Le saludaría, pero sé que no le va a gustar lo que voy a decir y como me había prometido a mi misma cerrar la boca por el resto de esta noche. Este es uno de esos casos en que es mejor quedarse callada, así que le dejo empezar a hablar sin decir nada.

No puedo evitar sonreír levemente cuando dice que no le gusto, así que le interrumpo, a veces es difícil contenerse. -Gracias por tus palabras.- Digo irónicamente. -Es todo un detalle hacerme saber que no te gusto, creo que no habría podido vivir en la incertidumbre de saber si tus ataques eran por otros motivos. Una buena forma de empezar una disculpa, no lo habría hecho mejor.- Digo burlonamente, luego recuerdo que tengo que intentar parar por esta noche.

Levanto una mano y apoyo las cinco yemas de mis dedos en mi pecho mientras ladeo la cabeza. -No te lo tomes como algo personal, nadie me resulta agradable y menos la gente que no conozco.- Cuando soy amable es por puro interés o por guardar ciertas apariencias, nada más. -Ahora por favor, continúe.- Digo intentando ser cordial y acompañando mis palabras con un gesto de mi mano, invitándolo a seguir con su cháchara. -No quería estropearle su discurso que tanto tiempo le habrá llevado prepararlo.- Me quedo callada hasta que acabe. Al menos tiene razón en algo, no me importan sus disculpas.

Cuando termina, le dedico una media sonrisa. -Sinceramente, no hacía falta que se disculpara, no estoy enfadada. Lo pasamos bien y dimos un poco de emoción a la fiesta, e incluso ver sus intentos por ser amable y respetuoso conmigo… digamos que me parecen divertidos, lo único que lamento es haber perdido mi premio.- Sé que la mayor parte de la culpa es mía, aunque yo no soy como él, no tengo ningún remordimiento por haberle hecho pasar un mal rato. -Como sé que esto es importante para usted, supongo que puedo aceptar sus disculpas.- Digo alzando los hombros con indiferencia. -Me devolvió mi maletín… siendo sincera esperaba que lo tirara al río o algo similar. Así que… eso.- No lo voy a repetir dos veces.

No digo nada más, además el Gangrel parece que tiene algo más interesante que mirar, he de admitir que la voluptuosa organizadora es bastante más llamativa, no le culpo. Tampoco creo que pueda sacar nada de valor a lo que pueda decirle yo, su primitivo cerebro no llega a tanto, así que con que se haya dado cuenta de que he aceptado sus disculpas creo que puedo darme por satisfecha. Escucho como empieza a hablar con JoJo.

¿Ahora está de acuerdo conmigo? ¿De verdad está tan arrepentido que tiene que decirlo? Que tío más raro… No le entiendo.

Había reconocido los pasos nada más salir de la biblioteca, igual que cuando estos la habían seguido a mediados de la noche ansiosos por una respuesta. Había una cualidad perenne e innegable en su andar desgarbado, firme, como si nada pudiese derribar aquella máscara quebradiza de frivolidades. Pero lo había y ambos eran conscientes de ello. Quiso centrarse en Rosalie, sin embargo, esquivando en un haz el recuerdo de aquel broche sobre su mano y la osadía de su comportamiento. No lo entendía y, aunque no quería entenderlo y deseaba sencillamente ignorarlo, el susurro grave y aterciopelado de su voz hipnotizó sus oídos como un veneno líquido, logrando que mirase en su dirección un instante. No era tanto su apariencia, en realidad, como todo lo que iba de su mano y que nacía de él de forma tan natural como el respirar; la seguridad con la que se movía en cualquier situación o la franqueza abrumadora de sus palabras cuando no había nadie más delante. Era lo mismo que veía entonces mientras Sebastian saludaba al resto de invitados, pero velado, oculto por el miedo, quizás. Un miedo que compartía y que él había sido capaz de ver en apenas unas conversaciones. ¿Por qué?

Aún en la distancia, se sorprendió a sí misma herida por aquella indiferencia fría, tentándole el acercarse aunque fuese a saludar. Pero no. Una ligerísima arruga amaneció en su frente y después, como había dicho él, volvió a ponerse la máscara sonriendo cándidamente a su anfitriona.

Cuando el ruido por fin cesó y quedó algo de espacio en la biblioteca para que la luz regresara, Fowler la aborreció con tanto fervor como había agradecido su retirada al comienzo de la actuación. El destello le cogió por sorpresa y le obligó a cerrar los ojos y a frotárselos después por unos pocos segundos, los justos para encontrarse con la multitud aplaudiendo cuando volvió a abrirlos. Con la mirada todavía entornada, la Serpiente decidió no sumarse a la ovación. Todo lo contrario: la disfrutó más incluso que la actuación, con la misma gratitud con la que un catador recibiría el sabor vacuo del pan para limpiar su paladar tras catar un mal vino. Incluso aprovechó que su determinación le dejaba las manos libres para hurgarse con el dedo índice en ambos oídos. En su opinión, Mynk no valía para nada más que para manchar el buen nombre de Babilonia, y él podría considerarse afortunado si conseguía salir de allí con solo un mal recuerdo.

Después, como el resto, se levantó y echó a andar, dispuesto a ver el último de los jueguecitos que Jo les tenía preparados.

Hombre —Hay muchas cosas en movimiento esta noche y me gustaría hacerle llegar un mensaje a una amiga tuya.

Jo Jo  

-¿Y para eso tenías que traerme hasta aquí? Sé que naciste por la Guerra Civil, pero creía que conocías los teléfonos móviles. Sirven para hablar a distancia y no tener que interrumpir a tus amigos en sus... quehaceres.

-¿Y qué gano yo con esto? ¿Qué hay de mi caramelito?

 Hombre

—Con respecto a tu caramelito… supongo que no va a haber mejor noche que esta para pedirle un deseo al Príncipe, ¿no? 

Inspiro profundamente aunque no lo necesito para poder digerir la bilis y la crispación que me produce Jane. Sabe utilizar exactamente el tono y las palabras que me hacen saltar. Si hubiese una maldita disciplina que consistiese en tocar los cojones a un cainita hasta provocar un maldito frenesí... ella sería la primera de su linaje.

No consigo esbozar una sonrisa falsa ante sus palabras, pero me sirven para mantener una paz temporal, así que asiento ante la aceptación de mis disculpas. Una de las cosas que dice despiertan mi curiosidad - ¿su premio? ¿lo perdió? ¿a qué se refiere?

Me giro cuando escucho mi apellido. Los pelos se me ponen de punta, durante años utilizamos el apellido solo para dirigirnos a él. Cuando lo escucho tras tantos años en Canada, todavía temo que el viejo bastardo esté cerca y alguien se esté refiriendo a él.

- El placer por verle de nuevo es mío, señor Crawford. - digo estrechándole la mano. La familiaridad con que se dirige a la ghoul me hace preguntarme si él podría ser el domitor. Sin duda por sus palabras se conocen desde hace años. Si él no lo era, puede que tuviese alguna pista. 

- Siento mucho lo de su obsequio, señor Crawford - digo mirando por encima del hombro a la preciosa Lavonne. Sin duda era natural sentirse atraído por ella, pero los instintos muchas veces son traicioneros y nos llevan a hacer acciones inapropiadas. - Estoy seguro de que la dama de blanco aceptará otro obsequio si le dejáis tiempo y dejáis de tratarla como una adolescente a la que impresionar. Aunque... ¿qué sabré yo sobre seducción? con los años cada día la técnica primitiva de golpear y llevar del pelo hasta una cueva me parece cada vez más acertada.

Apoyo las manos con la mirada perdida en la ciudad, no quiero hablar mucho mientras no estemos en un lugar privado pero hay algo que debe saber. 

Agnieszka, no debes de volver a mencionar a Helmut explico en un susurro casi inaudible, él no es un vampiro bien visto en la ciudad, al menos en estos círculos. ciertamente la información proporcionada por Lawrence Meeks aunque ambigua era lo suficientemente inquietante y definitiva como para hacer esa aseveración. 

-Que disfrute lo que resta de la noche, señor Antoine. Y pierda cuidado respecto a Fowler…  es de los que lucen las manchas de barro como medallas, si sabe a lo que me refiero.

Ella también se aparto, esquivando al hacerlo el roce con Distasio y Alice.

-También voy a retirarme… A ver que más nos depara la velada. +comento, aunque su expresión no revelo ni la menor sonrisa. Hasta ahora todo había sido un tedio primorosamente adornado y ni siquiera sabia si Angélica había conservado la flor. Aunque tampoco había visto a la señora desde separarse.+ Espero que ambos disfruten su estancia +saludo a los turistas, mientras le pasaba una tarjeta de contacto a la chica+ Si necesitan algo más, llámenme... Señor Dupont, estaremos en contacto.

Cabeceo una muy leve reverencia antes de retirarse con paso vivo, mirando al frente sin volverse. Por alguna razón, esta parecía ser la noche mas larga de su vida… y distaba todavía de terminar

- Tendré cuidado, señorita Caroline... tendré cuidado.

Miro a Dumont y le ayudo a levantarse de la silla, después de todo es un hombre mayor y estoy seguro de que los dolores por artrosis reaparecen cada noche al despertar.

Vamos señor Dumont. ¿Le apetece subir a cubierta para ver el juego ese de la ruleta? Suena a ruleta rusa pero debe ser algo mucho más pornográfico.

Bueno, bueno, bueno... parece que la pequeña princesa vuelve a nosotros. Acaricio su pálido rostro, mientras se mantiene recostada en la cama. Sólo espero que no tenga una visión de las suyas, pero poco a poco parece que vuelve en sí, sus ojos dejan de estar vidriosos y sus pupilas parecen volver a centrarse en mi. 

Eyy... Hola preciosa, bienvenida de nuevo. ¿estás bien?

La ayudo a incorporarse, mientras observo el camarote. Joder con el príncipe, molaría llegar a tener algo así aunque para ello tuviera que aguantar a toda la panda de estirados que lo rodean. 

Princesa, ¿quieres que nos vayamos a casa? ¿o quieres subir a cubierta para el juego de JoJo?

Mientras tocabas el piano, has dejado por un momento de ver las teclas. Por un instante has perdido la fuerza par al pisar el pedal de la resonancia, y tu mente ha divagado lejos de la melodía, del barco... 

Mientras parpadeas volviendo en ti, recuerdas imágenes sueltas. Recuerdas el rostro de un hombre, tienes imágenes fugaces de su muerte, sin embargo no eres capaz de ver al asesino. 

Contuve un pequeño suspiro al abrir los ojos, aún confusa y viendo luces de colores sobre el techo delicadamente decorado mientras las voces que solía escuchar me decían que seguía viva. ¿Sería ya de noche? ¿Puede que la hora de dormir?

Pero giré el rostro y lo primero que vi fue a Jasper recostado junto a mi con su pelo cayendo sobre sus mejillas como las olas del mar. Tardé unos segundos en volver en mi y ubicarme de nuevo.
-No me digas que me has echado algo en la deliciosa sangre que estaba bebiendo para traerme al camarote del Príncipe y seducirme- sonreí -No necesitas algo así para secuestrarme, querido -Le dije dándole un beso en los labios con toda la dulzura de la que fui capaz en ese momento.

Me incorporé y fue entonces cuando recordé las teclas, el piano, el pedal que se había esfumado como lo haría un fantasma, el hombre que había estado danzando en mi mente. Muerto.
-¿Juego? Me gusta jugar -tan acostumbrada como estaba a este tipo de ausencias no tuve que utilizar mucha energía para ponerme en pie. Sacudí la melena de un lado a otro y miré al Ravnos con ojos brillantes, como si nada hubiera ocurrido.
Y es que nada había ocurrido para mi, aunque lo hubiera hecho en mi mente.
 

A medida que el señor Saunière habla, mis ojos se entornan con una ligera confusión, aunque consigo mantener la sonrisa puesta en su sitio a pesar del desconcierto. ¿Cómo sabe de mi interés por Lavonne? ¿Y a qué se refiere con «mis intentos por impresionarla»? Sacudo ligeramente la cabeza.

—Discúlpeme, señor Saunière, pero creo que no lo sigo. ¿Obsequio? Si a lo que se refiere es al baile que la señora Drummond y yo compartimos al comienzo de esta velada, no tengo ninguna razón para lamentarlo. Además, no era mi intención impresionarla; me temo que a ambos nos pusieron en un compromiso… Aunque creo que eso usted ya lo sabe. Y desde entonces no he vuelto a hablar con ella. —Mis ojos escrutan con intensidad al hombretón, como si a fuerza de clavarle la mirada pudiera adivinar de qué carajo está hablando. Hay algo que no me encaja. Finalmente, río de buen grado al escuchar su broma acerca de los raptos de los hombres cavernarios, restando importancia a la incomodidad que se estaba gestando. Me encojo de hombros—. Touché. Lamentablemente, los hombres como yo no estamos versados en el noble arte del garrotazo. Creo que tendré que conformarme con mi palabrería y mi decadente apostura.

Enarco una ceja irónica, dejando claro que no hago otra cosa que reírme de mí mismo, aunque mi cabeza sigue rumiando a causa de las extrañas palabras de Shane, del modo en que las ha expresado. Instintivamente, mi mirada busca a Lavonne, que anda por las cercanías. ¿Qué está pasando aquí?

Levanto la vista, para poder ver sus ojos e intentar estudiar su rostro. Verdes… Por lo que dice no se acuerda de nada, si le explico la parte que le corresponde tendré que aguantar otra patética disculpa y tampoco quiero entrar en detalles más personales y suposiciones, ya he hecho suficientes “amigos” esta noche. Me conformaré con los lloros...

-Usted mismo se encargo de arrebatármelo, destrozando esa valiosa baraja.- Estoy casi segura que ese golpe no era el culpable de mi pérdida, pero ya me habían amenazado una vez con llamar al Sheriff, así que es mejor guardarme la otra parte de la historia para mí. Tengo demasiadas cosas que hacer para preocuparme por unas estúpidas cartas, por mucho que valgan, solo eran un golpe de suerte, con perseverancia conseguiré lo mismo y será algo que disfrutaré mucho más.

Una voz desconocida se une a la conversación, saludando al Gangrel. Saunière, es verdad. Miro a Sebastian de arriba abajo, se mete en la conversación demasiado alegremente, ni pide permiso ni nada, al menos el perro decía lo que buscaba cuando interrumpía. Luego me saluda a mí de una manera bastante educada, hago una mueca, alzo los hombros y no digo nada más, no le conozco y no le quiero conocer. Seguramente era algo de esto a lo que se refería él, modales refinados y falsas apariencias, es lo que tiene la debilidad, es mejor ocultarla tras fingidas sonrisas y trajes a medida. Mejor no entrar en su absurdo juego.

Y aquí llegan los halagos… Joder, tampoco hay que decírselo ocho veces, si ya lo sabe… Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos, mientras escucho lo que dicen, total no tengo nada más que hacer hasta que JoJo decida continuar con la celebración.

¿Están hablando de seducir? Sus vidas deben de ser aburridísimas… Miro hacia la dama de blanco, sin disimulo alguno. Vale, puedo entender al barbudo, la chica es bastante guapa no lo puedo negar. La contestación del recién llegado me sorprende aun más, ya que ni él mismo sabe de qué está hablando el perro. Quiero decir algo, pero me lo pienso durante unos segundos y decido contenerme, sé que no le va a gustar y me he propuesto hablar lo mínimo e imprescindible. Soy un verdadero ejemplo de contención. Aun así miro a Shane y sonrío imaginándome la situación.

Parece que mi entrada triunfal ha interrumpido la seguramente profunda e íntima conversación entre la tal Parker y mister Gandalf, que andan cuchicheando como si ella fuera una cazafortunas y él un anciano pervertido que planea la muerte de su esposa. Sonrío de medio lado, extendiendo las piernas. Ah, cómo me gustaría que esta fuera una fiesta de la piscina convencional, y poder disfrutar de los cálidos rayos del sol atravesando mi piel. J'aimerais ça, pero por desgracia o por fortuna, la vida de la noche es la que acabó alcanzándome. 
Bueno, ofrece otros atractivos: por ejemplo, poder combinar un vestido de noche brillante y un trikini en el espacio de unas pocas horas. 

Y cuando pensaba que nadie sentiría el menor interés por mi magnífico juego, Jane y Shane, visiblemente más calmado y... vaya, tan educado que si no fuera por su acento canadiense casi diría que es de por aquí, me preguntan sobre el premio. Alzo ambas manos con las palmas hacia arriba, en un gesto de divertido escarnio.

-¿De verdad están tan interesados en ganar, a toda costa? Por favor, mes amis, lo divertido de la ruleta arcadia es el desarrollo del juego. El premio es sólo... bueno, la guinda del pastel. Y seamos sinceros, ¿a quién le gustan las guindas? -Sonrío, mientras me pongo en pie. Poco a poco va llegando más gente, y Sebastian me saluda afablemente. 

Josephine, chérie, eres una fuera de serie. Esta fiesta va a ser tu coronación como la nueva estrella de Nueva Orleans, ya lo verás. Te felicito por tu buen gusto a la hora de elegir los entretenimientos y los espectáculos. Incluso los más… inesperados. Me muero de ganas por saber con qué nos vas a sorprender ahora.

-Oh chérie, vas a conseguir que me sonroje -comento, con una sonrisa, mientras avanzo hacia él para atrapar su brazo entre los míos y apretarle con fuerza, apoyando mi mejilla sobre su hombro en un gesto de cariñosa amistad- adoro tus halagos pero no hay nada más difícil que brillar junto a una estrella aún más grande. Y esta noche sois los inmortales los que resplandecéis con luz propia.* 

Cuando observo que la puerta de la terraza vuelve a abrirse, para dejar paso a más vampiros, libero el brazo de Sebastian y me sitúo junto a la piscina.

-Sólo tendremos que esperar un poquito más, mes amis. Si en unos minutos no llega nadie más, empezaremos el juego. Mientras, ¿por qué no nos entretiene alguien con alguna historia divertida?