Partida Rol por web

Una extraña tensión crece en mí cuando Angélica regresa a la piscina y se acerca a Shane y a mí, desprendiendo sensualidad sin la necesidad de proponérselo. Sin saber muy bien por qué, verla en el agua me trae a la mente la imagen de un espectáculo de cocktail girls. Sin embargo, jamás cometería el error de verla como un bonito objeto de sobremesa; esta mujer tiene poder, me atrevería a decir que mucho más que la mayoría de los que estamos reunidos en esta cubierta, y ni siquiera tiene que esforzarse por que se note. Su poder está en los secretos que guarda y en las promesas que no formula en voz alta. Me doy cuenta de que nadie puede combatir contra eso.

—Oh, no se ha perdido nada —respondo en un tono grave y modulado que recuerda a la brisa al acariciar los árboles—. Más bien somos nosotros los que nos hemos perdido mucho durante su ausencia, señora Blake. Me alegro de volver a verla. —Sonrío, vano y encantador. Ahí está de nuevo: la relativa seguridad del galanteo superficial, sin complicaciones—. Pero estoy convencido de que muy pronto uno de nosotros empezará a ver cosas que no ha visto jamás. Me pregunto cómo será: ¿un dulce sueño o una terrible pesadilla?

Doblo las piernas para permitir que el agua me cubra, haciéndome cosquillas en el pecho. Sonriendo, me desplazo muy lentamente hacia un lado, rodeando a la señora Blake con un suave impulso de mis brazos mientras la miro fijamente a los ojos.

No se puede luchar contra la gravedad que todo lo arrastra, que todo lo hace caer.

Justo cuando se disponía a abandonar la biblioteca, Fowler se despidió con la mirada del lomo de uno de los libros que había estado ojeando antes de que comenzaran las actuaciones, cuando él había sido el único presente en la estancia… y como lo había sido entonces, fue incapaz de resistirse a él. Fue por esto que se retrasó en su ascenso al solárium y por lo que, cuando atravesó las puertas con el ejemplar todavía entre las manos, lo hiciera justo cuando Josephine Baker se estaba desembarazando de su albornoz y anunciaba el siguiente juego.

Tomó asiento en un rincón apartado de la piscina y dejó el libro a su lado, guardando el sitio a nadie en particular. Mientras atendía a las explicaciones de la anfitriona se encendió el único cigarrillo que le quedaba en la pitillera y después la observó, abierta ante él de par en par, completamente vacía. Por algún motivo, se sorprendió a sí mismo al decidir en ese preciso instante que no volvería a fumar nunca más. Por si fuera poco, la señorita Drummond era la primera en apuntarse a la competición. Cuando a ella se le sumó Jane Morgan, el último cigarrillo de Augustus Fowler estuvo a punto de escurrírsele entre los labios.

“Qué es la desnudez cuando se puede someter la voluntad y tomar un alma, ¿verdad?”

Sonrió. Aunque a la señorita Blake no le faltaba razón, él ya había participado en demasiados jueguecitos por una noche. Uno de los numerosos sirvientes dejó en la mesa enfrente suyo un cuenco de helado que él obvió, distraído como estaba por el mosaico de naturalezas que se arremolinaba en torno al agua. Su mirada suspicaz se cruzó con la de Shane justo antes de que este se decidiera a participar, y después, cuando vio a Babylon Mynk aparecer, decidió ahorrarse el martirio de tener que verle en acción una vez más refugiándose en la lectura.

Por desgracia, el asilo le duro bien poco. Jasper saltó a la piscina, salpicando a varios de los presentes y arriesgándose a mojar el libro. Su instinto le llevó a cubrirlo, pero la distancia bastó para protegerlo y todo quedó en un susto. Fue entonces cuando reparó en Lavonne, congelada de vergüenza. Él mismo quedó atrapado unos segundos, hasta que consiguió salir de su embelesamiento. Entonces apagó el cigarrillo en el helado, y echó a andar en dirección al Príncipe, a la espera de que Rosalie terminara de hablar con él.   

Jerome apareció en la terraza a paso lento, ya todo había comenzado. Dñse coloco de pie ayudado por el basto que usaba sujetando el pomo con ambas manos, los ojos del viejo recorrieron todo el lugar así como los rostros presentes. Dentro suyo ya pensaba en el evento de mañana e incluso había mandado un mensaje a su socio para coordinar ciertas cosas más que nada el 9rdeb de los papeles y 0arte de la tienda.

Sus ojos contemplaron la sinuosa figura de Angélica alejarse con aquel andar indómito, deslizándose después entre los dos Adonis con tanta naturalidad como si fuese parte de su rutina. Se quedó perdida unos instantes en ellos antes de devolver su atención a la punta de sus pies, que asomaban sobre la superficie del agua, acariciando un pensamiento furtivo que se volvía cada vez más punzante. Balanceó un instante su cuerpo, casi como si fuese a dejarse arrastrar hacia el agua por la gravedad, mordiéndose el labio inferior. Pero terminó por echar la cabeza hacia atrás y levantarse, regresando donde había dejado sus zapatos robando de camino un bocado de los que ofrecían los camareros. Se detuvo un instante, pensativa, y finalmente dejó el pañuelo de Angélica, los pendientes y algunas otras pertenencias allí, antes de llevarse las manos al pelo dejando que los rizos cayesen como una cascada por su espalda con rapidez. Los nervios empezaban a agarrársele al estómago dándole cierta flojera, y sabía que si lo pensaba no lo haría. «Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.» Así que lo hizo sin pensarlo y sin permiso y sin mirar; un suspiro pesado, media vuelta, cuatro zancadas y se zambulló en el agua vestido de gala incluido.

El frío del agua la envolvió robándole el aliento, sumergida por completo en la inmensidad azul donde reinaban las sombras y el sonido se distorsionaba de forma extraña. Lo bueno de estar ya muerta es que pudo permanecer allí, bajo la realidad, abrazando la sensación de ingravidez que evitaba que su cuerpo saliese a la superficie. Por unos deliciosos segundos le pareció que el mundo había desaparecido por completo; ni conversaciones, ni miradas, ni expectativas. En su mente las voces se acallaron súbitamente: sólo aquel silencio opaco.

Con los pies tocando baldosa, después de lo que se le antojó una eternidad, se impulsó hacia afuera para darse cuenta de la mala idea que había sido meterse al agua con tan aparatosa vestimenta. Pero ya estaba echo, así que qué más daba. Emergió cerca del bordillo, lo justo como para extender los brazos fuera y dar una bocanada de aire fresco.

—Josephine –llamó, localizando a la organizadora con la mirada y una sonrisa que evidenciaba lo mucho que se alegraba de haber saltado—, espero que tengas algo de ropa de mi talla.

Sumergió de nuevo la cabeza para echar hacia atrás con facilidad su pelo, y cuando volvió a emerger nadó con cierta dificultad hacia las escaleras donde esperaba hacer pie y no tener que lidiar con la cola de sirena que le estaba haciendo la tela sin permiso. En ningún momento se volvió hacia su Sire. Oh, no.

Ahora que te has introducido en el agua, sientes que los músculos te pesan menos, como si en lugar de flotar en la piscina simplemente volaras entre las nubes. Un sentimiento que se ve acrecentado por el tacto de la vaporosa tela de tu vestido ondenado bajo tu cuerpo, en una suerte de mortaja onírica. Las luces de la piscina comienzan a brillar con más fuerza, aunque al mismo tiempo se hacen más pequeñas, como si en lugar de bombillas y farolillos, el barco entero se hubiese convertido en un bayou y millones de pequeñas luciérnagas estuviesen volando a tu alrededor. Los sonidos de la fiesta, las risas, las conversaciones, todo se entremezcla con el agua que te tapa los oídos para formar una cacofonía que prácticamente puedes saborear, como la dulce sangre que has ingerido hace escasos segundos.
Por una vez, no sólo te sientes libre, feliz, sino que además estás... volando. Como si hubieses caído por la madriguera de entrada a Wonderland, o hubieses volado hacia la tercera estrella a la derecha, y recto hacia el amanecer. Dios, ¿puede albergar un corazón muerto tanta dicha? Ojalá pudieras compartirla con alguien...

Mientras el señor Fowler se aproxima al Príncipe, supongo que para sentir con su lengua serpentina el maravilloso tacto frío del trasero real, en la piscina Sebastian parece sumamente interesado en la bella Angélica, vestida tan sólo con su magnífica lencería. Jugueteo con el elástico de las braguitas de Eris, -un detalle humano que no deja de sorprenderme y llenarme de ternura al mismo tiempo- que todavía se abraza a mí, mientras Baby regresa al agua, con los pantalones vaqueros chorreando, al estilo Shane, cuya expresión adusta se corresponde más con la mirada de alguien obligado a permanecer en una olla hirviendo, en lugar de en una divertida fiesta de la piscina versión vampírica.

Una piscina llena de gente muerta, ¿no vi un episodio así en CSI Nueva Orleans?

Mientras Jane continúa mirando por la barandilla, por fin aparece el solemne Jerome, con su elegante bastón, mientras Lavonne se anima a tirarse a la piscina, como si fuera una preciosa sirena con cola de pez beta. La aplaudo por su osadía, mientras dirijo una mirada al príncipe, que todavía duda sobre si concederle o no permiso a Rosalie para bañarse. Y por eso no me casé nunca...

-¡Jerome, ma chevalier! -Llamo al caballero con un gesto del brazo- ¿No le apetece compartir un baño con nosotros? Dentro de pocos minutos averiguaremos quién ha tenido la suerte de beber un chupito con sangre de changeling. Apuesto a que nunca ha tenido algo así en su tienda, droit?

Parpadeas siguiendo el movimiento de las luces contra el cielo. Se mueven tan lentamente y de forma tan hermosa, que apenas puedes diferenciar si se trata de la iluminación del barco o de las propias estrellas recortadas contra el cielo. Siguiendo la estela que dejan los preciosos rayos luminosos en cubierta, parpadeas para escuchar mejor las voces que se alzan a tu alrededor, y tu mirada se cruza con los ojos verdes más bonitos que has visto en tu vida. ¿Cómo es posible que no te hubieses fijado antes en la preciosa y dulce carita de esa malkavian? Sus labios carnosos, su cabello mojado adheriéndose a su preciosa piel.

Si tu corazón bombeara sangre, lo haría mucho más deprisa, ahora que por fin has reparado en ella. Como si fuera, verdaderamente, la sirena que ha fingido ser arrastrando a JoJo hacia las profundidades, te ha encandilado con su mera presencia. Por un momento sientes ganas de llorar, ¿por qué la está tocando a ella? ¿Por qué esa vaca con manchas, y no tú? Tú eres más bella, más delicada, más grácil. Eris podría tocar al piano una bella melodía, y tú podrías seguirla con tus pasos. ¿Eso se lo daría JoJo? En absoluto. Apuestas a que Josephine es más de bailar twerking que de bailar un vals.

Y por si fuera poco, ese monstruo patán rubio que va de rockero pero no sabe ni afinar una guitarra intenta montarse un sándwich con ellas dos. ¡Te da tanta rabia que gritarías! ¡Quitadle las manos de encima a mi preciosa muñeca! Es tan bonita... ¿cómo es que no está todo el mundo tratando de tocarla, de besarla, de quitarle la escasa ropa que le queda encima? 
Dios, ¿podrías hacerlo tú? ¿Te atreverías? Tanta gente mirando, tantas posibilidades de... romperla. Es tan frágil. Puedes verlo en su mirada, casi te ves reflejada en ella: tan delicada, e incomprendida. Tantas y tantas ilusiones y sueños truncados. 
Otra vez sientes ganas de llorar. La deseas, la amas. Por favor, sé mía.