Partida Rol por web

Kate se adelantó hasta quedar justo detrás de Ander. Estaba asustada pero no podía dejar que el mas pequeño fuera solo.  Parecía que el niño tenía todo el valor que a ella le faltaba.

-Ander...ten cuidado-le susurro mientras lo seguía.

¿De sesos? ¡Qué gran película!

Sí, Robert también había visto a escondidas esa extraña película a la que se refería Ander. Aún así.. recordar aquello no era algo agradable en esos momentos.. y justo después de alabar la grandiosidad de aquella "curiosa" película, un leve temblor en sus piernas empezó a hacer acto de presencia.

En cualquier caso, y haciendo acopio de valor, dio un paso al frente y le dio una palmada amistosa en el hombro del chico.

-Iré contigo - Dijo mientras trataba de sonreír.. había visto eso a menudo en las películas, los protagonistas solían hacerlo ante situaciones peligrosas y.. ¡quedaba molón! - No voy a dejarte solo ante el peligro. Nos encontraremos más tarde, chicas.

Jups.. más vale que todo salga bien..

Ander no podía ver nada a su alrededor. Acababa de volver en sí, o de despertarse... y lo único que le permitió saberlo fue notar el tacto del frío suelo debajo de él, y las lágrimas secas sobre su rostro.

¿Qué había pasado?

Se esforzó por recordar, y recordó aquél rellano de escalera que se había roto. Los gritos de sus compañeros. El dolor de cabeza que había notado... Ahora se encontraba bien, pero estaba solo. A su alrededor no había más que oscuridad y silencio. Ló unico seguro era el suelo duro sobre el que se encontraba.

Tenía que moverse. Si se quedaba quieto en la oscuridad sería peor. Esperaba que sus compañeros estuvieran bien, seguro que estaban en alguna parte cerca de donde Ander se encontraba. Así que se puso en pie, decidió una dirección al azar después de dar dos vueltas sobre sí mismo, y empezó a andar. Pero andaba en silencio. 

Ander caminaba sin rumbo fijo, en mitad de la oscuridad. Estaba aún aturdido, y le pitaban un poco los oídos. El dolor de cabeza no se había ido del todo... aunque por lo menos había bajado un poco. Tampoco notaba el frío terrible que había sentido en las calles del pueblo. No hacía frío, ni calor, ni el más leve soplo de viento.

Por más que miraba alrededor, no veía nada. Iba con las manos por delante de él, para no chocarse con nada. ¿Quizá sería buena idea llamar a sus compañeros por si estaban cerca? Pero el niño no se había atrevido a romper el silencio y lo único que se oía eran sus pasos sobre la superficie dura por la que se movía.

Entonces notó algo. El dolor de cabeza subió un poco de intensidad, y Ander tuvo que pararse. Sintió un miedo terrible, aunque no sabía por qué. Algo que estaba justo delante de él le asustaba.

Lo vio al alzar la cabeza. Eran un par de ojos rojos, como los de la Reina Hada, que brillaban en mitad de la oscuridad. Se abrieron, y no tenían pupilas... pero Ander pudo notar que le miraban.

—Ander... —oyó decir a una voz terrible que parecía venir de todas partes—. Ander...

Y entonces sintió otra vez como si por sus oídos y su nariz saliera una corriente de aire... pero esta vez podía verlo. Eran como unos hilillos finos de humo brillante y blanco. Salían de él y aquella... cosa, fuera lo que fuera, los aspiraba. Como si se estuviese alimentando de ellos. Y cuando lo hacía, la cabeza del niño dolía y pinchaba. Y parecía vaciarse poco a poco.

- ¡No! - dijo Ander - No me comerás como aquel bicho de Starship Troopers - A ander su padre no le dejaba ver aquella escena, decía que era muy fuerte para él. Pero, no obstante, sabía perfectamente lo que pasaba. El bicho clavaba su agijón, como un mosquito, en los soldados. Y después les absorbía desde dentro hasta dejar la piel solamente. 

Sacó su pistola y apuntó al bicho. 

- ¿Me vas a obligar a hacerte daño? 

Estaba temblando. Tenía que controlarse. Quizás el miedo le hiciera más fuerte. Tenía que intentar serenarse un poco. 

Aquella cosa no parecía escuchar a Ander. Seguía absorbiendo aquellos vapores luminosos que salían de la cabeza del niño, mientras este sentía pinchacitos en las sienes y veía algo parecido a estrellas ante sus ojos.

—Ander... —susurraba el ser de ojos rojos—. Ander... más...

No le atacaba, pero aun así Ander no se encontraba bien. Tenía muy claro que esa cosa, fuera lo que fuera, se estaba alimentando de él de alguna manera.

Concentrándose como pudo Ander apuntó su pistola a la frente de aquella criatura y... apretó el gatillo. ¡No iba a dejar que le comiera!

Ander se concentró en la punta de la pistola, que comenzó a calentarse. (En el siguiente turno pienso disparar tan fuerte que le fría el cerebro!) El casco, mientras tanto, comenzó a emitir señales. Al fin y al cabo, Ander tenía un casco mágico. Y ese casco era capaz de bloquear la habilidad del monstruo alien. Si conseguía que no se alimentara, pasaría hambre, y si pasaba hambre, sería más fácil acabar con aquella amenaza.

En el momento en que el casco de Ander se iluminó, una especie de campo de fuerza empezó a zumbar a su alrededor. Y entonces, el dolor de cabeza y los pinchazos desaparecieron. La nubecilla de vapor luminoso también dejó de salir de sus orejas y su nariz, y al niño se le pasó el mareo.

Entonces vino el miedo. Una vez que la mente se le despejó, se dio cuenta de que estaba frente a algo terriblemente amenazador. Le recorrió un escalofrío de los pies a la cabeza. ¿Y si esos ojos eran el monstruo malo del que Kolda les había hablado?

Ander era pequeño, pero no idiota. El peligro era una amenaza, y de nuevo las piernas le temblaron. Aquel ser podía acabar con él en cualquier momento de eso no había duda... Pero...

Tampoco había duda de que el malvado Ming asustaba a Flash, ni de que los monstruos de marte asustaban al capitán Powell, ni por supuesto de que Ripley tenía miedo del alien... Los monstruos sólo podían hacer eso... generar miedo. Pero lo que importaba era que los buenos ganaban. Y Ander no iba a dejar que el miedo permitiera que el bueno de esta historia se convirtiera en picadillo. 

Así que una vez el motor de su pistola se calentó... ¡BUAHM! Un nuevo rayo salió despedido de su pistola hacia aquel bicho. Ya no podía robarle la energía, y ahora pagaría por meterse con alguien de... bueno de su tamaño no... con alguien... ¡Tan pequeño! ¡Eso! (Los pequeños también podemos)

La pistola de Ander volvió a calentarse en sus manos, tanto que casi quemaba. Pero el pequeño la sujetó con fuerza mientras apuntaba a esa... cosa, justo entre los dos ojos rojos.

¡BAOUM!

La pistola volvió a disparar, un rayo tan intenso que Ander tuvo que cerrar los ojos para que no le cegase. Acertó de pleno al monstruo oscuro, y entonces se oyó un chirrido tremendo y el suelo tembló como si estuviera a punto de romperse por todas partes.

El ser al que Ander acababa de disparar cerró los ojos con fuerza y en ese instante, las tinieblas se arremolinaron a su alrededor y el niño sintió un viento fortísimo, como un huracán que amenazaba con arrastrarlo.

—¡Aaaaaiiiiieeeeeehhh!

El chillido penetró en los oídos de Ander, taladrándole el cerebro y dándole dolor de cabeza otra vez. Era más fuerte y desagradble que la vez que había montado en avión y aquellos motores enormes casi le habían dejado sordo, y sintió un agudo pitido.

Estaba claro que había hecho daño a esa cosa... pero ahora podía enfadarse y Ander estaría en peligro.

Justo después de haber sentido ese pitido, las tinieblas que rodeaban a Ander parecieron hacerse más espesas. Los ojos rojos avanzaban hacia él, con una furia ciega.

En ese momento, el niño escuchó una voz aguda, que no sabía de dónde venía pero sonaba como un susurro junto a su oído derecho.

—Muy valiente, pequeñín —oyó decir—. Le has dado fuerte, pero ahora estás en peligro. ¡No te quedes ahí y corre! ¡Yo te guiaré!

No se veía a nadie cerca, pero Ander no tuvo ninguna duda de que había oído esa voz apremiándole a escapar.

Si tenía algo de ayuda tenía que aprovecharla. Y lo cierto era que por mucho que pudieran engañarle, lo que tenía delante iba a por él. Así pues, trató de poner pies en polvorosa y salió corriendo en dirección opuesta, tratando de no perder el casco con la mano que tenía libre. 

Ander corrió a toda velocidad. Con un poco de reparo, porque en aquél espacio oscuro podía darse un trompazo en cualquier momento con un muro o algo parecido. Pero, de algún modo, había una especie de luz tenue y anaranjada que iluminaba lo que tenía más cerca, un suelo liso y sin obstáculos.

Se alejó a la carrera de aquél monstruo de ojos rojos, mientras una vocecita le iba guiando.

—¡Gira a la derecha! ¡No tanto, un poco menos! ¡Eso es...!

Empezaba a quedarse sin aliento cuando se dio cuenta de que los gritos estridentes y los gruñidos de aquella cosa habían quedado atrás. Otra vez estaba solo, pero al menos parecía haber escapado al peligro por el momento.

—Muy bien —dijo la voz a su espalda—. Ya puedes descansar un poco, pero no hagas ruido.

Cuando Ander se dio la vuelta para ver de donde salía aquella voz, pudo ver a un Hada de pelo corto y cuerpo delgadito. Era parecida a las que les habían perseguido por los túneles, con colmillos amenazadores... pero no parecía querer hacerle daño. Se limitaba a flotar delante de él, con una sonrisa pícara.

—Descansa un poco aquí —dijo—. Pero no te pongas muy cómodo, tendremos que movernos pronto otra vez. Sólo has empezado a correr, porque me temo que tus amiguitos y tú estáis metidos en un buen lío...

Y se rió con una risa aguda, mientras revoloteaba en el aire.