Partida Rol por web

El Hada anaranjada escuchó las dudas de Ander, pero se encogió de hombros. No parecía muy preocupada.

—Perdido ya estás —le dijo—. Pero como te he dicho, mientras mantengas la concentración y tengas claro a dónde quieres ir, no te perderás del todo. Al revés, cada vez te acercarás más a tu objetivo, da igual por dónde te lleve el camino. No sé muy bien por qué en este caso ha sido un bosque, pero... algún motivo habrá. Tal vez John ya esté moviéndose también y haya conseguido salir a este bosque. Quién sabe...

Le guiñó un ojo a Ander.

—Tú eres el que tiene que dejarse llevar —dijo—. Si el bosque no te da buena espina, quizá sea una señal de que no debemos ir por él... A lo mejor si cierras la puerta y piensas en otra cosa, cuando la vuelvas a abrir hay otra opción.

No le gustaba mucho el bosque. Y ninguno de ellos se internaría en un bosque que, claramente, es el origen de las hadas. Así que Ander cerró y abrió de nuevo. Si tenía que ir a algún sitio, al menos no sería en el sitio más peligroso posible. 

Cuando Ander cerró la puerta, notó un ligero escalofrío. Fue raro, porque no es que hiciese frío allí... pero enseguida volvió a girar la manija para abrir. Al hacerlo, se dio cuenta de que de pronto la puerta pesaba mucho más que antes, pero haciendo un esfuerzo, logró abrirla.

Esta vez, ninguna luz le cegó. Al otro lado de la puerta había una negrura absoluta, muy parecida a aquella en la que ahora mismo estaba envuelto.

El Hada se asomó una vez más al hueco de la puerta.

—Mmm... curioso —comentó—. No sé si esto es buena o mala señal. Pero parece que, después de todo, sí es un cambio. ¿Qué te parece?

Se encogió de hombros. Era una señal, y peor que estaban...

- Vamos. - dijo convencido. Seguro que mejor que el bosque era. 

Ander cruzó la puerta internándose en la oscuridad, y el Hada lo siguió sin perder tiempo. La puerta se cerró a sus espaldas con un golpe que les sobresaltó un poco, pero enseguida se sobrepusieron y continuaron. 

No había muchas opciones, porque se habían metido en un pasillo que sólo tenía una dirección... así que no les quedaba otra que seguir hacia delante. No podían ver casi nada, pero la luz que emitía el Hada iluminaba un poco lo que tenían más cerca. El pasillo era estrecho y agobiante, pero en una situación como aquella, al menos servía para cubrirles los flancos. Ya no les atacarían desde cualquier dirección.

Ander seguía avanzando cuando de pronto, sus pasos empezaron a sonar más amortiguados. El suelo había cambiado. El niño miró a sus pies y comprobó que, en efecto, ahora caminaba por un suelo de un material oscuro con circulitos, como una moqueta sintética o algo parecido. Cuando volvió a alzar la vista, las paredes de ladrillo también habían mutado, y ahora eran de una especie de material claro muy liso, un poco como la puerta de la nevera de su casa. No había casi esquinas, si no que las paredes se encontraban con el suelo y el techo formando una suave curva. Había tubos y cables, y pequeños paneles con botoncitos.  Pero todo seguía oscuro como la boca de un lobo...

El Hada se había dado cuenta también de aquél cambio, y miraba alrededor muy interesada.

—Vaya —dijo—. Parece una nave espacial en la que hubiesen saltado los plomos. Me juego algo a que esto sale de la cabeza de alguien que conozco...

Y miró divertida a Ander, para dejar claro que se refería a él.

Ander miró alrededor. Si estaba saliendo de su cabeza podría ser cualquier universo relacionado con la ciencia ficcion. Asi, sacó la pistola y avanzó con gesto convencido. 

El Hada naranja asintió al ver que Ander continuaba la marcha.

—Cierto, no nos retrasemos —dijo burlona.

Pero no habían dado aún cinco pasos cuando se volvió de improviso. Y esta vez no sonreía.

—Oh, oh... —murmuró—. Esto no es bueno. Creo que se ha recupe...

Antes de que el Hada pudiera acabar aquella frase, todo tembló y Ander estuvo a punto de caerse al suelo. Hubo un sonido metálico grave, como si estuvieran dentro de una lata enorme a la que hubiera atropellado un camión. Ander sintió un pinchacito en las sienes, pero no estuvo seguro de si había sido real o solo se había acordado de la sensación que había tenido al estar frente a aquella forma oscura de antes.

En cualquier caso, debían correr. Avanzaron a toda prisa por el pasillo a oscuras, mientras intentaban no toparse con ningún muro a la tenue luz que el Hada emitía. Por fin, llegaron frente a una puerta cerrada, de esas que salen en las películas de naves espaciales. Tenía un panel al lado, con botoncitos numerados del 0 al 9. Ander había visto muchas veces cómo los protas de las películas tenían que introducir un código en el momento crítico para que esas puertas se abriesen, y si no lo conseguían... bueno, era mejor no pensar en eso.

¿Pero cuál sería el código de aquella puerta? ¿Funcionaría siquiera? O quizá podía meter cualquier número. Al fin y al cabo, el Hada había dicho que todo dependía de su imaginación... El pasillo volvió a vibrar violentamente, y el estruendo se repitió. Aquella cosa estaba cerca, de alguna manera. Por aquella puerta o por cualquier otro sitio... pero tenían que moverse.

El número para Ander estaba clarísimo. Tenía que ser ese. Marcó... 

2...0...0...1...

Tenía que ser ese. Ojalá se abriera la puerta. 

Ander ignoró como pudo los terribles sonidos y las sacudidas del pasillo, y se concentró en pensar un número para introducir en el teclado. La respuesta le vino a la mente casi de inmediato, y tecleó los cuatro dígitos a toda prisa.

Al principio no pasó nada, y el pequeño se quedó expectante un par de segundos frente a la puerta metálica. Pero entonces, se oyó un pequeño ¡bip! y se encendió una lucecita azulada. La puerta se abrió deslizándose a un lado, y tanto Ander como el Hada anaranjada se asomaron por el hueco.

Aquello parecía el puente de una nave estelar que al chico le resultaba muy familiar. Era una sala cilíndrica en la que se podía andar por las paredes, con montones de consolas con lucecitas y diagramas luminosos, y varios sillones para la tripulación. En el centro, había una especie de computadora con una lente grande y circular, completamente apagada. La sala estaba en penumbra, pero al menos ya no les envolvía la oscuridad impenetrable que habían dejado atrás...

El Hada se aventuró a entrar en aquella sala y la recorrió con la mirada. Ya no sonreía, y por primera vez, parecía preocupada.

—Bueno, esto es un cambio —dijo—. Espero que a mejor...

Miró a Ander, mientras una nueva sacudida estremecía el pasillo.

—¡Vamos, no te quedes ahí! —le apremió, llamándole con sus bracitos—. Tú has creado esto... ¿Qué hacemos ahora? 

- A-- ah... ahora... a--- apagar a Hal. - dijo señalando a la maquina del centro. - Y entonces se dirigió hacia allí para apagar el computador. Si lo hacía rápido y no escuchaba lo que Hal pudiera decirle. Sería como en la pelicula e igual todo esto acababa de una vez. 

El Hada anaranjada no pareció entender a Ander, y le miró con gesto interrogativo.

—¿Hal...? —preguntó sin comprender.

Pero se encogió de hombros. Al fin y al cabo, el chiquillo era el que guiaba y parecía saber lo que hacía.

Ander caminó con resolución hacia la consola central de aquél puente de mando. Cuando se acercó, tuvo el presentimiento de lo que iba a ocurrir... y efectivamente ocurrió. La lente de cristal que había sobre los botones se encendió con un punto de luz de un color rojo intenso. ¡Era justo como en la peli!

La luz roja se quedó ahí, inmóvil, y Ander se apresuró a buscar algún botón de apagado lo más rápido que pudo. Pero antes de que pudiera encontrarlo, oyó el sonido que tanto había temido.

La voz que se escuchó en la estancia parecía venir de todas partes. Tenía un tono monocorde, carente de expresión... y resultaba por ello más amenazadora.

—¿Dave? —dijo aquella voz—. Detecto presencias desconocidas a bordo, Dave. Sería recomendable activar el protocolo anti-intrusos...

- No te preocupes, Hal - respondió rápidamente. Sentí por dentro que tenía que emular la película de algún modo, no bastaría con tocar un botón. Tenía que recrearla para que aquello acabara. Asi, se bajó la visera del casco y se encaminó hacia él mientras seguía hablando. - ¿Sabes Hal, me gusta esa canción que conoces? ¿Cómo era... Daisy Bell? - Otro pasito - ¿Por qué no la cantas para mí, Hal? 

Hubo un silencio momentáneo, en el que Ander y el Hada naranja observaron la máquina que había hablado un instante antes. No reflejaba la menor emoción, sólo seguía emitiendo aquél inquietante punto de luz rojo tan parecido a un globo ocular fijo. Entonces volvieron a escuchar la voz carente de emociones.

—Lo siento —dijo—, pero no soy capaz de identificarles y computo un 98% de probabilidades de que su presencia en la nave constituya un evento de incursión no autorizada. En estos casos, el protocolo exige la detención de todos los intrusos para un posterior interrogatorio.

Se hizo el silencio un segundo, y la computadora finalizó con un mensaje contundente.

—Por favor, desháganse de todo objeto susceptible de ser utilizado como un arma y tiéndanse boca abajo en el suelo. No se resistan o tendrán que ser incapacitados.

No, aquella cosa no parecía estar por la labor de cantar nada...

El Hada naranja aleteó nerviosa.

—Oh, oh —musitó—. Esto no me gusta, y no se me ocurre nada que podamos hacer para convencerle de que no nos busque problemas...

Miró a su espalda. No habían sentido más temblores, pero sabía que corrían un grave peligro y no podían quedarse quietos.

—¿Y si nos colamos sin más y vamos por uno de esos pasillos de enfrente...? —propuso en un susurro, preocupada.

Era una opción, había varios corredores que salían de la sala circular. ¿Pero les dejaría HAL escapar tan fácilmente?