Partida Rol por web

Noxville, Canadá
Sábado 22 de junio de 1995
7:46 AM

Kate no recordaba haber gritado. Lo único que podía recordar mientras el sol del amanecer se colaba por entre las rendijas de la persina y le caía sobre el pelo rojizo era que se había despertado de golpe y se había quedado sentada sobre la cama. Estaba sudando y respiraba de forma entrecortada, y sus sábanas estaban empapadas.

Tragó saliva e hizo memoria. No recordaba lo que había soñado, pero había sido horrible, de eso estaba segura. Lo único que aún permanecía claro en su mente eran aquellas luces rojas que la rodeaban y flotaban a su alrededor. Por un momento estuvo tentada de ir corriendo a buscar a su madre, pero se contuvo. Ya era mayor para llorar por una pesadilla...

Pasados algunos segundos, se calmó un poco. A su alrededor, su habitación tenía el mismo aspecto de siempre. Sus dibujos estaban colgados de la pared y las puertas del armario, sus muñecas esperaban en su sitio a que jugara con ellas... De la calle llegaba el sonido de algunos coches, aunque no muchos. Aún debía ser temprano. Entonces fue cuando Kate recordó que el día anterior había acabado el curso. ¡Era el primer día de las vacaciones de verano!

Katy se levantó de la cama y dio un bostezo. Poco a poco se le iba olvidando el recuerdo del sueño. Rápidamente metió los pies en las zapatillas y salió al pasillo. No sabía que hora era. Se paró en el pasillo junto a la puerta de su cuarto y escuchó los sonidos de su casa para saber si alguien se había despertado. Si escuchó algo o no carecía de importancia por que rápidamente se dio cuenta de las ganas que tenía de hacer pipi. 

Tras salir del baño, bajó los escalones hacia el salón, con la intención de ver los dibujos animados hasta el desayuno. Aquella era toda la preocupación que tenía y puesto que era verano y estaba de vacaciones no tenía nada mejor que hacer a esas horas. Después jugaría con las muñecas o saldría a la calle a jugar con la comba.

El salón de la casa estaba desierto. Aún era pronto para que se hubiera levantado nadie, y el único ruido que se oía aparte del de los coches en la calle, era el de la rueda del ratoncillo, que madrugaba más que nadie en la casa y ya se estaba ejercitando en su jaula.

Kate encendió el televisor y se puso a ver los dibujos. Lo cierto era que tenía un poco de hambre, así que tal vez sería buena idea irse preparando el desayuno, mientras sus padres se levantaban. Se le iba a hacer raro no tener que vestirse corriendo para ir al colegio...

Al otro lado de la ventana, pudo ver cómo un niño en bicicleta con una cesta de periódicos, lanzaba uno enrollado a su jardín.

Kate se dirigió, sin apagar la tele a la cocina. Hacía poco que había aprendido a prepararse el desayuno. Era fácil, se dijo, solo tengo que coger el cacao del armario y la leche de la nevera, luego los junto en un vaso y muevo la cuchara. 
Se mostró decidida y empezó ha hacer la tarea que ella misma se había impuesto para asi no tener que despertar a papa y a mama.

Para ser de los primeros cacaos instantáneos que preparaba, lo cierto es que aquél no le salió nada mal a Kate. Estaba dulce y sabía un montón a chocolate. Bien pensado, quizá mamá le habría dicho que estaba un poco corto de leche... pero en ese momento ella no estaba allí, así que no pasaba nada.

Una vez lo tuvo listo, Kate volvió al sofá para ver los dibujos animados. Se le pasó el tiempo volando y se alegró mucho de estar por fin de vacaciones, aunque se le hacía raro no ver a sus compañeras. Una media hora más tarde, oyó ruido de pasos en la escalera de madera y pudo ver que su padre bajaba atándose la bata y con el pelo revuelto. Se sorprendió de verla allí tan pronto.

- ¡Buenos días! -saludó con una sonrisa-. Sí que has madrugado, y eso que hoy no hay cole...

Kate miró a su madre y sonrió con aquella inocente sonrisa que tienen todos los niños al ver a un ser querido.

-Ya... es que dormir es un royo, además los dibujos los echan la hora de antes de ir al cole-explicó la niña, había olvidado por completo la pesadilla que la había despertado.

Su padre sonrió y luego su boca se abrió en un bostezo enorme.

- Bueno, pero no armes demasiado escándalo, ¿eh? -dijo mientras se acercaba a la ventana y echaba un vistazo fuera-. Vaya, mira... la calle está a rebosar de niños. Ya podíais madrugar así en época de colegio...

Era cierto. El ruido que venía de fuera se había ido transformando poco a poco hasta ser una mezcla de coches, pitidos, risas y algarabía infantil. Kate había estado tan absorta en los dibujos que casi no se había dado cuenta. ¿Estarían fuera sus compañeras de clase? Tal vez su vecina Theresa hubiese salido fuera... aunque era un poco demasiado digna y no solía hablar mucho con ella, además de que le sacaba un par de cursos. Pero a lo mejor Ander y Robert habían salido también, y ellos le caían un poco mejor aunque no se conocieran demasiado.

Kate asintió sin hacer mucho caso de lo que decía su madre y se fue a su cuarto a jugar con las muñecas. Tan solo pasó un rato cuando le llegó el sonido de los niños que había fuera jugando y pensó que prefería salir a jugar con la comba a estar con las muñecas. Jugaría con ellas a la hora de la siesta.

Se vistió rápidamente, con un vestido que estaba colgado de su puerta y se dispuso a salir con los demás niños del barrio.

Cuando Kate salió a la calle, lo primero que la recibió fue una oleada de calor. ¡Y eso que acababa de salir el sol! Aquél verano la piscina de Noxville iba a estar muy frecuentada, de eso no cabía duda.

Echó un vistazo afuera y pudo ver que prácticamente todos sus compañeros de clase estaban allí, jugando al fútbol, al hockey sobre... asfalto, al pilla pilla y algunos incluso habían sacado juguetes. Kate distinguió a algunas de sus compañeras de clase formando un corrillo cerca de una valla verde de madera. También pudo ver que en la casa de sus vecinos, la de Ander y Theresa, unos cuantos chicos se habían agolpado al lado de una ventana y parecían tramar algo.

Kate se estiro y saludo con la mano saludando a Ander y Theresa. Luego fue hacia ellos y mostró una sonrisa.

-Hola-les saludó con una voz bastante baja, pues cuando estaba en publico no solia alzar mucho el tono al hablar.

Kate se acercó a la ventana de Ander y Theresa, con la esperanza de ver a sus compañeros allí y poder saludarles... pero en ese momento, el grupo de niños que estaba delante echó a correr como si fueran balas. La niña pelirroja no supo qué pasaba, pero oyó una especie de chisporroteo que duró un par de segundos, y luego...

¡BANG!

Hubo una explosión súbita, un ruido de cristales rotos y un fogonazo. Kate se cayó de culo al césped, sobresaltada, y comprobó que lo que los muchachos habían hecho era encender un petardo en el alféizar de la ventana. La detonación había roto uno de los cristales y había dejado la madera ennegrecida.

La niña oyó voces dentro de la casa, y alguien gritó llamando a su madre. La que se iba a armar ahí iba a ser sonada...

Kate no sabía que hacer. Y no lo supo, desde luego. Se levantó rápidamente y salió corriendo detrás de sus amigos lo más rápido que pudo. Lo que menos quería era que la señora de esa casa la regañase por el petardo cuando ella nunca había tocado un petardo ni roto nada. Si la regañaban no iba a saber que decir asi que simplemente corrió tanto como pudo hasta juntarse con Ander y Theresa.

- ¡Corre, jijijiji! ¡Corre, corre!

Aquellas vocecillas chillonas y crueles la apremiaban, mientras Kate corría desesperada en la oscuridad. No quería, no se atrevía a mirar atrás. Lo que la perseguía era tan asqueroso, tan repugnante... que apenas podía pensar. No podía ver nada a su alrededor, pero no le importaba. Tenía que alejarse de ellas, dejarlas atrás, costase lo que costase.

- ¡Vamos, vamos! ¡Más rápido o te cogerán!

Las Hadas blancas la seguían volando, se cruzaban en su camino y se reían y burlaban de ella. Kate trataba de apartarlas a manotazos, pero pronto comenzó a notar el familiar picor en los pulmones. Tosió un par de veces.

- Ooooh... pobrecita. Creo que no dará mucho más de sí...

Las risas se hicieron aún más intensas y crueles. Los pulmones de Kate ardían, y pronto no pudo eivtar toser desgarradoramente. No quería parar de correr, pero las piernas le fallaban y le faltaba el aire. Finalmente, tropezó y cayó al suelo. Se intentó levantar rápidamente, mientras tosía y notaba cómo se desgarraba la garganta. La sangre que esputó le manchó las manos, pero ella sólo pudo mirar aterrada hacia atrás.

Arañas inmensas como puños corrían con sus ocho patas detrás de ella, persiguiéndola. Cucarachas tan grandes como zapatos, escarabajos del tamaño de pelotas de tenis... Todos zumbaban, reptaban, correteaban y siseaban. Kate se arrastró desesperada hacia atrás, tosiendo mientras se ahogaba. Pero no fue suficiente, y aquella maraña de bichos le dio alcance. Le picaron, treparon por sus brazos y sus piernas, y finalmente buscaron su boca. Se metieron por ella y Kate no pudo respirar más...

El grito con el que Kate se despertó en su cama fue casi un sollozo. Se miró todo el cuerpo y comprobó que estaba vestida con su pijama de verano, y que allí no había ningún bicho. Todo había sido una pesadilla...

Estaba agotada y jadeante, con la cara empapada en lágrimas y sudor. Afuera, era de noche y las gotas de lluvia golpeaban el cristal. Kate estaba invadida por una sensación de asco infinito, y se llevaba la mano al cuello mientras se esforzaba por respirar. ¿Cómo era posible soñar algo tan espantoso?

Estaba tan asustada que no podía ni pensar. Hasta el silencio de su habitación la agobiaba en aquél momento y le parecía oír aún los ruidos que hacían los miles de patas de insectos que la habían perseguido en la oscuridad...

Kate se rascó las piernas con nerviosismo. Sabía que no tenía bichos encima pero notaba un hormigueo por todo el cuerpo producto de su imaginación. Por un momento pensó en salir de la cama e ir al cuarto de sus padres pero se imagino poniendo los pies en el suelo cerca de una cucaracha que salía de debajo de la cama y aquello la puso aún mas nerviosa. Se encogió dentro de la cama en posición fetal y se tapó con la sabana, aunque no hacía frío. Miraba por la ventana y veía la noche, aquello la calmaba, ver la luna en lo alto  iluminando las grises nubes que descargaban la lluvia era algo que de algún modo la relajaba. trató de no pensar en las hadas pero... ¡había visto una!¡Un hada de verdad! y no era como campanilla, no le gustaban nada y las otras niñas habían dicho que eran peligrosas. No, ella nunca se acercaría a las hadas, no señor.

Los minutos pasaron lentamente, mientras las gotas de lluvia arreciaban, pero Kate no podía volverse a dormir. Cada pequeño movimiento, cada minúsculo pliegue de sábana le parecía una araña o una cucaracha. No quería dormirse otra vez y volver a soñar algo tan horrible. Además, le dolía el pecho de haber hecho tanto esfuerzo para respirar.

Aquella iba a ser una noche larga, y además una noche que pasaría sumida en la congoja. Las Hadas eran reales, todos habían visto una. Y la niña gitana había dicho que eran malas. ¿Le habrían producido ellas esa pesadilla? ¿Y si volvían? ¿Y si traían todo un ejército de bichos para que la devorasen y aquél sueño se acababa convirtiendo en realidad...?

Kate oyó un ruidito en el suelo, que parecía venir del piso de abajo. ¿Serían sus padres? Pero era muy tarde y ya debían estar acostados...

El corazón de Kate empezó a palpitar con más fuerza. había escuchado un ruido abajo pero sus padres no podían ser. ¿habrían sido las hadas? ¿Un ladron? No se atrevía a moverse, no quería salir de la cama y que los bichos se le subieran por los pies. Intento pensar que no había bichos en su cuarto pero aquello no la tranquilizaba en absoluto. Llamo a su madre pero en lugar de gritar salio un hilo de voz, le dolía la garganta y no estaba segura de querer despertar a su madre. Ya no era una niña pequeña y no iba a asustarse por nada. Aún así se quedó quieta en la cama tratando de escuchar cualquier ruido mientras el corazón le latía con fuerza.

A pesar de que Kate se quedó tan quieta como pudo, soportando el agobio y el miedo horrible que la atenazaban, no escuchó nada más. Todo parecía tranquilo otra vez, y el único ruido que se oía era el de las gotas de lluvia golpeando suavemente contra el cristal. Al poco, incluso ese ruido empezó a ser molesto, pues Kate sabía que le impediría oír con claridad otras cosas...

Afuera, las estrellas brillaban, blancas y lejanas. El pueblo estaba tranquilo, y las luces ya se habían apagado. Entonces Kate supo que algo no iba bien. Estaba lloviendo... ¿cómo era posible que pudiera ver tantas estrellas? Se fijó mejor y en pocos segundos estuvo convencida. Aquellas "estrellas" se movían.