Su expresión no cambia. Sus pasos ni siquiera ganan seguridad. Simplemente le siguen llevando adonde el instinto hace rato que le llama.
Un tanto tambaleante, el muchacho de mirada perdida y ojos apagados se acerca al cuarteto formado por los tres animales y la mujer. No hay palabras que salgan de sus labios, ni gestos que sus manos indiquen. Y si son palabras lo que se le dirige a él, probablemente tampoco le lleguen, no... Está demasiado lejos.
Así que se limita a abrirse paso hasta ella con esos movimientos torpes y descordinados, más bien propios de un borracho o un enajenado. ¿Es esa canción lo que está volviendo a sonar...? Otra vez más, ya son muchas... La conoce... ¿Verdad...?
Un pinchazo de dolor arranca un gruñido a su garganta, y se inclina a agarrarse la cabeza para, un momento después e inesperadamente rápido apartar a uno de los tres rufianes que le impide el acceso a la mujer, en un acceso de frustrada ira.
A medida que avanzaba se hacía mas claro que esos hombres estaban asaltando a la chica, Sagara ni siquiera alza la mirada para mirarla. El primero de los hombres se interpone y sale volando de un manotazo, los otros dos le apuntan con sus armas.
-Así que tenemos un héroe con ganas de morir joven, venga chaval vete a casa antes de que te hagamos daño.
Sagara no contesta ni se aparta, sigue avanzando. El asaltante lanza su estocada y sale volando, el siguiente no tarda en besar el suelo. Los tres hombres malheridos y confundidos se miran y salen corriendo. Es entonces cuando ve a la chica delante de él. No era nadie conocido para Sagara.
La chica le observa con los ojos bien abiertos, entre confundida y extrañada, sin rastro de miedo en su rostro. Sostiene en sus manos un mapa del revés mientras ladeaba la cabeza a un lado como formulando una pregunta. La chica, de una edad parecida a la edad de Sagara, vestía un chaleco y pantalones blancos, el chaleco tenía las mangas abiertas y tenía una obertura que mostraba un escote pronunciado coronado por un colgante con una cruz. La chica sonrió y alzó una mano a modo de saludo.
-¡Hola!
Él la mira, sin que la corta escaramuza haya llegado a alterar su expresión. El instinto le trajo aquí, y por puro instinto ha actuado, sin entender siquiera muy bien lo que hacía. No es hasta ahora que se han quedado solos, que se hace en parte consciente de lo ocurrido, de alguna forma superflua y poco definida.
Le extraña la expresión de ella, ese gesto sin miedo u oscuridad. ¿Era consciente siquiera de lo que iba a pasarle? Quizás sea capaz de defenderse por sí misma... Quizás haya vuelto a imaginarse necesario donde no lo era. En otro momento le habría preguntado si se encontraba bien, si estaba perdida. Si necesitaba algo. En otro momento.
Otea a los alrededores buscando algún grupo de aspecto seguro con el que mandarla. Algo o alguien en quien delegar la recién llegada y autoimpuesta responsabilidad. Nadie. Sus hombros se hunden con desánimo, su rostro muestra una indecisión que roza la congoja. Ladea él también la cabeza, aunque no porque tenga preguntas que hacer, si no más bien porque no puede responder ninguna. Separa los labios un momento mirando a algún lugar lejano sólo para volver a cerrarlos negando cuando se da cuenta de que nada tiene que decir.
Así que simplemente la mira una vez más, como si esperara algo, como si pidiera permiso para algo. Como si quisiera darlo. Ni él mismo se entiende.
La chica se quedo mirando unos segundos al apático muchacho esperando que dijera o hiciera algo, al ver la nula reacción de este, murmuró para si, aunque lo suficientemente alto para que se la oyese.
-Mm... yo creía que se solían responder a los saludos con saludos... La chica se cruzó de brazos mientras cerró los ojos pensativa. Seguramente no me haya entendido... La joven carraspeó para aclararse la garganta.
-HOOO-LAAA Dijo exageradamente como si el tipo que tenía delante fuera sordo o corto de entendederas. GRACIAS, POR, LO, DE, ANTES, ESOS, TIPOS, ERAN, MUY, MOLESTOS. Pronunciaba cada palabra con lentitud y enfatizando cada sílaba. Reposó sus puños en las caderas en forma de jarra mientras mostraba una blanca y amplia sonrisa.
El silencio se prolonga unos segundos más, y el ceño del muchacho tiembla ligeramente como reflejo de los pensamientos que chocan caóticamente en su mente.
- La Roche no es segura... No deberías ir ahí. Ni viajar sola.
Las enigmáticas palabras parecen costar un soberbio esfuerzo al joven que las pronuncia, con esa mirada apagada y lejana. Ladea un poco la cabeza, y un nuevo y pequeño temblor en sus cejas delata que alguna idea debe haber conseguido sacar un momento la cabeza entre el cenagal de confusión.
- ... ¿Perdida...?
La chica se quedó un segundo en silencio con aspecto de sorprendida.
-Vaya, ¿como sabías que iba a La Roche?, ¿eres algún tipo de adivino o algo así? Dijo mientras hacía gestos extraños con las manos.
-¡Pues si! ¡Voy a La Roche a reunirme con mi familia! Sonrió ampliamente mientras colocaba sus manos en las caderas en forma de jarra.
-¿Eh? ¿Perdida...? No... creo... estoy aquí... La chica señaló con el dedo la parte del mapa donde creía que se encontraba. Quizás...
Su cara de confusión la delataba, estaba perdida.
La respuesta pareció golpearle con peso casi físico. Por un momento estuvo tentado de preguntarle quién era su familia, quizás aún podía intentar que aquella gente se asegurara de evacuar a tiempo, antes de que ocurriera lo que estaba en ciernes que... ¿Qué era...? Una punzada de dolor le volvió a atravesar el cerebro de lado a lado, haciéndole encogerse.
Además aquello tampoco era nada. ¿Por qué buscar a una familia en concreto? ¿Sólo porque se habría cruzado con ella? Ayudar sólo a aquellos con los que uno se cruza directamente era una forma de autocompasión como cualquier otra, de acallar la voz de la conciencia. Incluso en su estado podía reconocer eso.
Así que de nuevo acorralado. En un callejón cerrado, sin salida posible. Sin opción buena. Ni siquiera abandonar la ciudad es escape válido a la disyuntiva. No sabe, no quiere, no puede... Se derrumba. Cae sobre sus rodillas en medio del camino, las manos sobre la cara y los hombros temblando. ¿¡Qué diablos se supone que se espera de él!? La tensión empieza a encontrar un escape en forma de frustración. Un animal acorralado sólo sabe reaccionar con violencia, y la desorientación se torna enfado.
La temperatura empieza a caer en picado a su alrededor, y un gruñido rompe el silencio cuando el puño golpea el suelo, hundiéndose en éste hasta la muñeca y haciendo humear cristales casi invisibles a su alrededor. Luego otro, y otro, y otro, cada uno de ellos acompañado de un canto de furia y tensión acumulada, un grito de cólera e impotencia.
-¿Eh? ¡O... oye! La chica se apresuró hacia Sagara cuando este cayó de rodillas. -¿Que ocurre?, ¿¡Estas herido!? Dijo mientras examinaba en busca de heridas o lesiones sin mostrar molestia por la repentina bajada de la temperatura pero dio un paso atrás cuando el muchacho empezó a golpear el suelo con furia.
Se le quedó unos instantes mirando, avanzó con calma y con un simple gesto comenzó a acariciar la cabeza de Sagara con gentileza.
-Ya esta... ya esta... no pasa nada. Dijo sonriendo inocentemente, como si unas simples caricias fueran la cura de todos los males.
-Tu hermana mayor Jack esta aquí, no te preocupes.
Siguió golpeando aún durante un rato pese a las caricias de ella, dejando que el dolor físico del suelo contra sus nudillos fuera desbastando el sentimiento de frustración, como una mola manual que limpia lenta pero firmemente cada una de las pequeñas asperezas del cuchillo. No se concentra siquiera en proyectar su energía interna; no quiere hacerlo. La piel se desgarra, la carne se inflama, la tumefacción se extiende. Y todo va corriendo despacio, lentamente. Todo va saliendo de sí gracias a la combinación de la frustración desatada en forma de violencia y dolor físico, y a las tiernas caricias de una perfecta desconocida de ojos limpios.
Al final, no hay nada que la sangre no pueda limpiar. La temperatura vuelve a su estado normal, los golpes pierden intensidad... El líquido carmesí mana tibio, y el muchacho perdido se queda un buen rato perdido y cabizbajo, muy quieto bajo el tacto de la pequeña mano femenina. Las lágrimas amenazan con manar por enésima vez hoy... Pero no de nuevo, no esta vez. Se siente como despertar de una pesada, larga y agotadora pesadilla sólo para descubrir que el trabajo se ha amontonado mientras uno dormía.
Acaba por sacudir levemente la cabeza en una negación dedicada a sí mismo, y por un momento casi sonríe. Algo en sus ojos recupera cierto brillo. Al menos el veneno ha empezado a salir. Alza una de sus heridas manos y acaricia con suavidad el dorso de la que le ha estado consolando, llevando la vista a los ojos de ella. Aún luce perdido y agotado... Pero es evidente que algo ha cambiado. Para bien.
¿Tan sencillo era? No... Ni mucho menos. Hay cosas que las palabras no pueden conseguir. Preguntas cuya respuesta no se puede pronunciar. Veneno que sólo se puede sangrar y llorar. Aquella muchacha y el azar habían conseguido lo que ninguno en la ciudad pudo... Acorralarlo, pero sobre todo... Necesitarlo. Aún con todos sus fallos. Con todas sus debilidades. Con todo el dolor que había traído y que aún habría de traer... Pero él no sabía hacer otra cosa. No tenía que intentar saberlo... Porque alguien, también, tenía que hacer lo que sólo él podía hacer; intentar ayudar sin pensar, aún cuando es mala idea hacerlo. Evacuar la ciudad era la prioridad.
- Gracias... Jack. Puedes llamarme Gara. - Y se alza de nuevo hincando la rodilla, quitándose la chaqueta para pasársela a la muchacha por sobre los hombros. - Vamos... Tenemos mucho que hacer.
Jack sonrió al ver el cambio en la mirada del muchacho y asintió colocando sus manos en la cadera en forma de jarra.
-¡Bien dicho Gara!... mm....¿y que se supone que tenemos que hacer? La muchacha ladeó la cabeza confundida.
-¡Ah!, no me he presentado como es debido... Papa me regañará si descuido mis modales... ¡Soy Jack O. Tristan! ¡Encantada de conocerte Gara! Dijo mientra lucía la mas radiante de las sonrisas.
-Entonces... ¿también vas a La Roche?, ¡así podría invitarte a una buena comilona para agradecerte que me hayas ayudado antes!, ¡mi familia también te lo querrá agradecer!
Emprendió la marcha con ella en ese mismo momento, sin esperar a que amaneciera. Aligerando el peso del cansancio y la desorientación con la charla ligera de la agradable compañía, del no andar solo y perdido. No podía más que responder a aquellas resplandecientes sonrisas con otras, aunque las suyas no brillaran ni la mitad.
- Encantado, Jack. Sí, voy a La Roche... Como tú. Pero no voy a dejar que me invites, soy yo el que está en deuda... No te haces a la idea de cuánto. Aunque... ¿Cogí mi dinero...? - Se pregunta cayendo de golpe, los recuerdos son tan confusos, todo está tan difuminado... Y pensar en ello duele. Un quedo gruñido e hinca una rodilla en el suelo llevándose una mano a la cabeza. Niega enseguida ante el gesto de preocupación de ella, se levanta sonriente intentando quitarle importancia.
- Escucha... Esto es importante. Y aún con todo lo que ya has hecho por mí, voy a pedirte algo más. - Su mirada esta vez es seria, sincera. Por alguna razón confía en esa muchacha. Quizá sea él quien la necesitaba a ella unos minutos atrás, y no al revés... Sí, seguro. Ahora está claro quien ha sido salvador y quien salvado. No puede evitar sonreírse pese a toda la gravedad de la situación, pese a todo el cansancio.
- Algo grande va a estallar pronto en la ciudad, algo... - Un nuevo gruñido, otra vez la punzada de agudo dolor, la confusión. El precio de su rechazo. - Una guerra... Creo. Lo siento, estoy hecho un lío... ¡Pero te juro que es cierto! Entre dos organizaciones grandes y peligrosas, ¡Dos ramas de una familia! Créeme, no estoy loco... La ciudad va a ser arrasada... Sé... O imagino que sé como suena esto... Pero es verdad. La evacuación debería haber empezado, ¡Pero seguro que mucha gente no lo toma en serio!
Niega para sí sin quitarse ese molesto y doloroso zumbido de las sienes, detiene un momento la marcha para intentar al menos acabar sus frases, apretando los dientes.
- No... No es sólo tu familia, Jack. Tienes que ayudarme... Ayudarnos. A tí te creerán, lo sé. No me preguntes por qué. No entiendo los detalles... No puedo explicar más, quizá cuando lleguemos... - Vuelve a negar, los pensamientos se cortan a medias, igual que sus oraciones, pero la sensación en su pecho es clara aunque le cueste verbalizarla.
- Lo sabré cuando lleguemos... ¿Me ayudarás... de nuevo?
Jack siguió caminando con Sagara a pesar de que el sol ya se había escondido tras el horizonte horas antes, la muchacha sonreía mientras caminaba despreocupada. Cuando Sagara empezó a explicarle la peligrosa situación de la ciudad Jack se quedó unos instantes atendiendo, su rostro adquirió un gesto de seriedad mientras atendía a las palabras de Sagara mientras asentía a lo que le estaban contando. Cuando Sagara hubo terminado Jack se cruzó de brazos y ladeo la cabeza con los ojos cerrados, intentando asimilar todo lo que le acababan de decir.
-Mm... Te creo. Jack miró decidida al muchacho que acababa de conocer hace solo unas horas.
-No lo he entendido del todo... pero dices que dos organizaciones muy malas van ha hacer algo muy malo en La Roche y que nosotros tenemos que ayudar cuanto antes... ¿si?. Entonces... Jack pareció tomar una pose digna de un líder militar el cual ha sido inmortalizado en una estatua conmemorativa, señaló un a dirección con el dedo (La cual de ningún modo apuntaba la dirección correcta hacía La Roche) mientras reposaba una pierna encima de una roca del camino mientras colocaba el otro brazo en la cadera.
-¡Claro que yo y mi familia ayudaremos! ¡Vamos que no tenemos tiempo que perder! Y la chica salió disparada en la dirección errónea levantando una débil polvadera.
- Euh... Jack... ¿Adónde vas? ¡No es por ahí! - Tuvo que correr para alcanzarla y dar la vuelta hacia el camino de nuevo. En su estado, incluso la corta carrera le hizo resoplar. Pero realmente había mucho que hacer.
- Creo que la evacuación ha empezado... Así que primero tendré que ir a hablar con ellos. Dime dónde vives, te iré a buscar después de eso para decirte cómo puedes ayudar. Recuerdo algo... Algo acerca de evitar el pánico. - Una sacudida de cabeza, estaba demasiado espeso.
- Por lo pronto ocúpate de tu familia, ¿De acuerdo? Iré contigo en cuanto pueda... Gracias. - Añadió con otra sonrisa cansada. - Aligeremos un poco el paso o no llegaremos para el alba...
Jack asintió a las palabras de Sagara, siempre con esa actitud alegre que parecía hacerla brillar. Los dos avanzaron a través del camino asfaltado e iluminado que se dirigía hacía La Roche, apenás sin encontrarse a otros viajeros dado lo avanzado de la noche.
A pesar de la falta de sueño, Sagara avanzaba sin pausa con fuerzas renovadas y con un objetivo claro en mente. La enérgica muchacha parecía radiar alegría y vitalidad durante todo el camino, no parecía asustada o intimidada por la situación en la que encontraba ciudad, seguramente no conocía el verdadero alcance del conflicto o quizás solo fuera demasiado inocente. Fuera como fuere, la pareja vislumbró la ciudad y sus murallas cuando los primeros rallos de luz asomaban tras el horizonte.
Al llegar a las puertas de la ciudad les esperaba un gran multitud de gente intentando como ellos entrar a la ciudad. Desde donde se encontraban no podían verlo pero la gente de su alrededor no paraba de hablar de ello, estaban limitando el número de personas que dejaban entrar en la ciudad, y sin dar ninguna explicación o motivo. Tanto comerciantes, trabajadores, nobles como simples viajeros se congregaban alrededor de las puertas manifestando su enfado entre gritos y abucheos. Las colas que se formaban para entrar en la ciudad eran largas y avanzaban lentamente.
A este paso los dos jóvenes tardarían todo el día en entrar en la ciudad, incluso la actitud positiva de Jack fue poco a poco menguando dando lugar al cansancio y a largos bostezos.
-Joo... a este paso no llegaremos nunca... Dijo Jack mientras se estiraba.
De repente un hombre uniformado de negro se plantó delante de ellos, Sagara reconoció al instante a uno de los hombres de Arthur. Apuntó en voz alta dos nombres falsos, uno para Sagara y otro para su acompañante y les indicó que le siguieran tras lo cual estalló una oleada de abucheos y gritos de enfado a su alrededor.
El hombre no les acompañó tras las puertas de la ciudad y se volvió tras las murallas sin ni siquiera mediar mas palabra Sagara o Jack, tampoco había nadie esperando al otro lado. Sagara podía imaginar que Arthur ya se había puesto en marcha con los planes de evacuar a la ciudad y de que seguramente en breve conozca de su llegada a la ciudad. Jack miró entusiasmada la ciudad que ante ella se hallaba con gesto de otear el horizonte.
-Vaya, ¡hemos tenido suerte de que el guardia se haya equivocado! Dijo mientras reía con gesto travieso mientras observaba la ciudad con avidez.
-Ohhhh ¡Que bonito parece todo! Todo es tan... ¡reluciente! La chica se puso de puntillas mientras olfateaba en el aire como si hubiera captado un aroma embriagador, tornó la vista a la panadería mas cercana y se acercó rápidamente al escaparate aplastando la cara ante el cristal.
Y... d-deliciosoo... Dijo mientras su estomago rugía sonoramente.
- Un momento... ¿No habías estado aquí antes...? - Eso le rompía los planes... Un poco. Por alguna razón se había hecho a la idea de que la despreocupada chica debía ser de aquí, y quizás conocida por su carácter, pero si no era así... Acababa de implicar innecesariamente a alguien que probablemente ni siquiera podría ayudar. - Bueeno... A lo hecho...
Un suspiro y echa a andar tras ella buscando sus escasos ahorros en el petate... Invitarla a desayunar era lo mínimo que podía hacer tras lo ocurrido esa noche.
- ¿Qué prefieres? ¿Uno de esos bollitos rellenos de nata? ¿La tarta? - Compró lo que ella eligió, sin pedir nada para sí. Bastante le costaba no caer redondo en cualquier momento ahora que la tensión se había esfumado como para encima comer algo.
- Bueno... Waaaj... Qué sueño, sólo un poco más, Gara... - Murmuró para sí sacudiendo la cabeza. - Jack, necesito que me digas dónde vive tu familia para poder ir a buscarte tras hablar con mis amigos.
Jack juntó los brazos en forma de jarra y sonrió con confianza.
-¡No! ¡Nunca he estado aquí! Dijo como si fuera algo de lo que sentirse orgullosa.
-¿¡Ehhhhhh!? ¿¡Me compras uno!? Sonrió con una amplía sonrisa y unos ojos llenos de brillo para luego agachar la cabeza algo avergonzada. N-no hace falta... no es necesario... no tienes por que... Dijo salivando mientras entraba lentamente en la pastelería luchando contra si misma por no hacerlo.
Cuando su voluntad se quebró, eligió dos bollos rellenos de crema y nata, los mas gordos que pudo ver, uno para ella y otro para Sagara al cual le obligó a aceptar estampandoselo en los morros a la primera negativa de este. Mientras Jack devoraba el bollo de crema parecía representar la definición de la felicidad mas pura. Aún comiendo asintió a Sagara y rebuscó con una mano en su escaso equipaje mientras con la otra sujetaba lo poco que le quedaba de bollo.
Con las manos manchadas de nata y crema desplegó otro mapa que miró con los mofletes hinchados mientras masticaba. A diferencia del mapa que había visto antes Sagara, este era absurdamente simple... e infantil, parecía dibujado por un crío de no mas de cinco años. Todo el papiro estaba plagado de dibujitos que imitaban partes mas o menos emblemáticas de La Roche he indicaciones escritas y marcadas con flechas tales como "Gira a la derecha, ¡pero no mucho!" o "¡Si te pierdes pregunta!".
-¡Mi familia me espera aquí! Dijo señalando el lugar en el supuesto mapa. ¿Ves? ¡Es muy fácil de encontrar!
Sagara no tenía ni la mas remota idea de donde podría estar ese lugar y dudaba de que Jack lo supiera tampoco.
No pudo evitar que la felicidad de la muchacha comiéndose el bollo se le contagiara y aún cuando le estampó el suyo en los morros tuvo que comérselo entre risas pese al cansancio. El dinero debería servir siempre para cosas así.
- ¡Oh, tienes un mapa! - Qué bien, eso lo hacía todo más fácil. Se acercó enseguida a mirarlo y la cara le fue cambiando al ver la "calidad" de la obra de artesanía. - Eh... vaya... Ya veo... Oh... - Y un suspiro resignado y agotado. Aquello no iba a ser rápido y él necesitaba descanso urgente o empezaría a no darse cuenta ni de lo que decía.
- Jack... Esto... ¿Te importaría si vamos primero adonde mis amigos...? Podemos comer y dormir algo allí, y luego vamos a, bueno... Buscar la casa de tus padres.
Por supuesto no pensaba llevarla a la base de Arthur, pero cerca habría alguna posada en que poder alojarla. No se sentía capaz de abandonarla a su suerte en la enorme ciudad después de cómo se había portado con él.
20 de Marzo
-Levanta.
Tu ojos se abren nuevamente a medida que el dolor navega por tu sistema nervioso. Te levantas jadeando mientras todos tus músculos gritan. Delante de ti se haya la muerte. Te mira con sus inexpresivos ojos carentes de emoción alguna.
Alzas nuevamente tu guardia, proteges tus puntos débiles de su alcance. Esta lejos y aún así sientes como tus sentidos te alertan del inmenso peligro que corres, te sientes desprotegido. Él fluye etéreo por la sala, no le ves y no le oyes y nuevamente sientes el mordisco de sus dedos en la carne. El dolor te paraliza, pones los ojos en blanco mientras te desplomas y tu cerebro colapsa. Tu corazón deja de latir. Sientes nuevamente una punzada en la nuca que revitaliza nuevamente tus músculos y hace que tu corazón lata nuevamente.
-Levanta.
Tu cuerpo se levanta nuevamente mientras sientes que tus nervios se fragmentan. Alzas nuevamente la guardia mientras tus parpados amenazan con privarte de la vista. Ya no ves que te esta golpeando mientras intentas lanzar tus brazos ante los fantasmagóricos golpes. Tu cuerpo empieza a sufrir convulsiones una vez golpeas el suelo. Otra vez un golpe en la nunca empieza a devolverte esa energía que el cuerpo ansia para seguir funcionando. Recuperas la conciencia otra vez mientras todo tu ser arde.
-Levanta.
El Ángel de la Muerte vuelve alzarte de entre los muertos para volver a matarte. Su mano da y quita. Otorga y arrebata. No sabes que tiempo pasa. No alcanzas a recordar que haces nuevamente en el suelo... pero recuerdas los movimientos. Un golpe que no veías ahora se hace visible. Un golpe que no paraste es detenido por tus manos. Sus movimientos poco a poco pasan a ser los tuyos. Te vuelve a matar. Los gritos de aquellos que te importan resuenan desgarrando tu alma. Levantate o morirán. ¡Levantate o morirán! Tu alma grita esas palabras. Mas. Otra vez. Levantate. Lucha. ¡Pelea!.
Apartas la mano que intenta reanimarte y te vuelves a erguir. Tus parpados ya no te pesan. Sientes como el fuego devora tus nervios y tus músculos estallan, pero no es nada comparado con el dolor que sufrirás si abandonas. El aire en la sala se hiela, tus ojos azules brillan con intensidad. Te colocas en guardia mirando a la menuda figura que sonríe ahora mientras observa con renovado interés. Tu alma arde con la furia de una tempestad helada.
Últimamente casi podría estar acostumbrándose a morir, piensa con ese humor torcido que acompaña a los que se saben más allá de sus propios límites. Y una sonrisa a juego se dibuja en sus labios sin que él mismo lo perciba.
Un hombro hundido, una rodilla rígida y demasiado doblada. La respiración ronca y rota, luchando por llevar algo de oxígeno a unos agotados pulmones. Una guardia horrible. Y sin embargo es la primera vez desde que todo esto ha empezado, ya no recuerda cuándo ni cómo, que su mirada es la de un guerrero.
Es más fácil así, mejor. Sólo tras cruzar esa última barrera, sólo cuando el cerebro cede al agotamiento y el dolor y se rinde, es cuando al fin cuerpo e instinto pueden acompasarse de verdad y luchar libres. Pura reacción sin contaminar. Todos los artistas marciales intentan enseñarlo, pero cuán pocos lo habrán vivido de verdad… Una honda inspiración inunda su pecho de ese aire cuajado de cristales de hielo que flota en el lugar, un pie se adelanta medio paso. La torcida sonrisa se amplía, aunque su mirada no transmita un ápice de humor.
- Creo que ya he calentado.