Partida Rol por web

El hombre rubió sonrió y rápidamente sacó un billete de 5 dólares para darle el cambio, y anotó el nombre, con un ceremonial -Bienvenido señor Jones- al mismo tiempo que confirmaba. Una vez adelante, el guardia gordo de la paleta, con una sonrisa nerviosa empezó a moverla alrededor del invitado, sin obtener señales positivas sobre elementos peligrosos, y al pasar por el detector, este confirma también que el sujeto está limpio.

Cuando ambos, L'Strange y Jones están parados uno al lado del otro, la guía, se adelanta para entregarles con presteza dos folletos rojos, coronados por una letra blanca y elegante que anunciaba

I Recepción Anual de Arte de Filadelfia

Museo de Arte de Filadelfia

Y abajo, una imagen del edificio monumental, coronado por un cielo azul y claro, uno que nunca más podrías ver en tu condición de ser inmortal... Adentro, estaban comentarios sobre el objetivo de aquel evento, la organizadora, lo organizado para la noche, el conjunto clásico que tocaría para la ambientación, y la subasta que culminaría con la revelación de una obra nunca antes conocida por el público de un artista cuyo nombre no se revelaba, al parecer uno de los atractivos de la noche.

-Por aquí por favor, señores- dijo la muchacha empezandoa  caminar,r egresando por donde había venido.

El aprendiz intentó decir algo, pero la Toreador le detuvo con una sonrisa afable y tranquilizadora, el hombre asintió con un -gracias- muy bajo pero respetuoso. Amanda se acercó y depositó un beso en su mejilla, que le arrancó una sonrisa. Luego te devolvió la mirada, un poco más seria, y ahora una sonrisa mucho más pequeña, tomando la palabra primero, antes de cualquier otra interrupción.

-Vamos Lewis, adelántate para organizar la entrega a la estimada señorita Rienne...- dijo con apremio, observando de reojo hacia atrás. -Bien Lauren, si esperas unos minutos, todo estará en absoluto orden por supuesto, y podrá echarle un vistazo a la magnifica obra de Lewis, espero que nos agasaje con su compañía hasta el final de esta recepción, pero primero lo primero no? dígame...- pero antes de continuar se detuvo bruscamente y su expresión cambió con algo de brusquedad, parecía decir algo entre dientes, y si te volteas, notas el porque de aquella reacción.

Un hombre que destaca por su poca elegancia, su ropa parece sucia y descuidada, es alto y su rostro perturbador, cabello disparejo y una necesidad de afeitada, con una fisonomía facial tan desigual y abruptamente tallada, que parecía una roca, las cicatrices daban un aspecto inquietante, y el color pálido, aumentaban ese aire, de que aquel personaje, parecía un peligro andante.

Cuando te acercas, el hombre del bigote y el traje gracioso, se aleja y camina hacia otra dirección, y la primera en notarte es la mujer del enorme sobrero, hace un gesto de perturbación, y parece algo asqueada ante tu visión, su sonrisa amable se desvanece y te sigue con la mirada hasta que te acercas lo suficiente. La segunda en notarte es la dama pálida, parece estática, una estatua móvil, y notas que no proviene de ella algún sonido que te indique, como en otros casos, que esté viva, el único latido y rubor, hasta una respiración algo suave, es la de la dama de cabello corto, la del enorme sombrero.

Justo cuando parece que la dama del Sombrero, iba a hacer un comentario al alto e intimidante recién llegado, una interrupción de un nuevo personaje desvía la atención. Esta vez es un hombre rubio, no tan elegante, pero si algo sobrio en su atuendo, con una maleta pequeño y una cámara fotográfica, sus cejas eran largas y sus ojos de un color oscuro, tenía un incipiente bigote con rastros apenas notables del dorado rubio. Sonrió solo moviendo las comisuras de sus labios, mientras que el paisaje general de su rostro parecía inmóvil. El hombre respiraba con tranquilidad y anunció.

-Una fotografía para el Philadelphia Inquirer, Amanda Kingsley y sus distinguidos invitados- y levantó la cámara -No será demasiado, por favor señor, usted... acérquese un poco más a las damas- dice hablándole al sujeto alto e inquietante.

- Eh... - dudó un instante mirando a Amanda, desde luego a ella no le apetecía hacerse una foto con aquel hombre y, estaba segura de que a Amanda menos - Yo me pondre en medio, Madame Kingsley, - sonrió señalando al hombre con cierto desdén -  así la luz os será más favorable. - mintió tratando de hacer comprender a la toreador que no pretendia permitir que ese tipo se le acercase más.

- ¿Eh? Si, claro- Dijo más aturdido que convencido ante la interrupción del fotógrafo. Luego se situó con cierto desgano al lado de la dama pálida sin emitir comentario alguno, limitandose simplemente a cruzarse de brazos y mirar a cámara con cara de desengaño. Llegó a pensar que esa foto quizá pudiera ayudarle al Viejo a dar con él de una vez por todas, llegado el caso de que siguiera no-muerto.

Un Flash deslumbrante salió de la cámara, mientras el hombre, con una sonrisa irregular se acercaba, al parecer con un gesto entre satisfecho y tranquilo tras la interrupción, su rostro de verdad era una amalgama bastante rara y su olor revelaba que quizás no había sido tan cuidadoso con la etiqueta como debía.

-. Ah Madame Kingsley, eso seguro- dijo sacando una libretica y anotando el nombre, mientras miraba primero a la elegante mujer acompañante y luego al sujeto extraño e intimidante que había salido repentinamente y había figurado en la fotografía. -Disculpen ustedes, podrían darme sus nombres? para el Philadelphia Inquirer- anunció repetitivamente mientras con el lapiz presto a escribir los nombres.

Una vez hecha la diligencia, mirará a ambos personajes, asentirá con satisfacción y desaparecerá en dirección a la mesa de bocadillos, dejando la situación tal y como estaba antes de interrumpir, solo que ahora, la elegante acompañante de Madame Kingsley estaba entre ella y el recién llegado.

Desenlace y entrada de Jorge Kahn y Edward L'Strange

Tras una silenciosa espera, y una aún más silenciosa marcha, casi fúnebre hasta el Salón Benjamín Franklin, tras subir las escaleras, enmarcado con aquel letrero, la chica con todo el respeto y la ceremonia pertinente, hace un gesto invitándoles a pasar, desde allí una suave música de filtra y el salón resulta ser una verdadera reunión de gente elegante, caballeros ataviados con esmoquin, copas en mano y miradas altivas, las damas, con vestidos vistosos y serios, en general jóvenes, ninguna superando los cuarenta, a simple vista.

Hacia los bordes, cada pared ostentaba una obra, pintura, o la sombra de un pedestal con una escultura, y como siempre, los invitados rodeando, con sus expresiones de fijeza, embebidos en detalles inexistentes, comentarios ligeramente suspicaces, o adulaciones al artista, con la copa en alto. Una mesa de bocadillos se alcanzaba a ver a través de las columnas.

Ambos vástagos se separan al entrar, el primero va a dar vueltas mirando las obras y detallando a todos y cada uno de los invitados, como si los estudiara con afán científico y serio, el segundo, el más elegante, decide buscar a la anfitriona y hacer acto de presencia.

Tomo una copa de una de las bandejas que llevan los mosos de aca para alla, y recorro la sala con la elegancia de un ave de rapiña, observando los grupos de personas y sus actitudes. Intento recordar las caras de aquellas que ocupan el foco de atencion de cada escena, mas tarde inevitablemente escuchare de ellos. Me dirijo a los cuadros que acaparan tanto la atencion de los farsantes, e intento buscar algun grupo para empezar mi recoleccion de datos.

Prefirió ignorar la pregunta Danton, limitandose a mirar impaciente al hombre esperando a que este se esfumara por donde había venido sin insistir más. La verdad era que tenía asuntos mucho más relevantes y urgentes a las cuales responder, y pretendió hacerle entender eso al fotografo mostrando su disgusto al ser interrogado.

- Lauren Rienne... - señaló con una sonrisa agradable pero haciendo un gesto poco amable indicando al periodista que se fuese - Digame, Amanda. - continuó echando a andar mientras la agarraba del brazo como se agarraban las señoritas en la época del renacimiento - ¿Cuando podré ver la obra que mi mentor ha adquirido? - preguntó soltando a la vampiro tras andar apenas medio metro - He de confesar que estoy impaciente... - terminó con una sonrisa.

Cuando el fotógrafo se fue de la escena, Amanda Kingsley cambió su rostro de manera inmediata, miró a Lauren y esbozó una fria sonrisa, ligeramente intimidante, esta mujer, elegante y tan bien parecida, poseía una estética bastante peculiar, aquella expresión que adquiría parecía reflejar cierta naturaleza viperina y pedante, orgullosa como una reina, y al mismo tiempo, con esa máscara de delicadeza y refinamiento que la pintaban tan inofensiva.

-Mi querida Lauren, debes ser paciente- espetó mirando al recién llegado -Lewis ha ido a organizar todo para efectuar un verdadero espectáculo personalizado, dale unos diez minutos y puedes ir con él, pero mientras tanto, deja que la genialidad goce de su propia libertad...- parecía aquello una lección aburrida o un regaño, sus dientes se mostraban más, como si los apretara. Luego dió un paso hacia adelante, apartando a Lauren con delicadeza, y mirando de manera despectiva a quien se había negado a dar su nombre.

-Buenas noches, señor... disculpe? como ha dicho que se llama usted, elegante caballero?- y recorrió con la mirada a este sujeto, como si lo evaluara detalladamente.

En general, los grupos son variopintos y numerosos, entre los primeros que se pueden encontrar, son tres personajes, de aspecto mortal, una mujer con un vestido verde, dos hombres de esmoquin, el primero rubio y de una enorme sonrisa blanca, que parecía puesta a propósito en su anormalmente sonriente boca para ser exhibida, y otro hombre, de cabello largo grisáceo, ambos sostienen una copa con un líquido translúcido en la mano, ligeramente amarillento. Observan una pintura realista sobre la revolución, soldados, cañones, mosquetes, humos, heridos, realizada con tan cuidado, que quizás tan solo faltasen los sonidos de la metralla y las explosiones para ambientarlo aún más.

Más allá estaba el sujeto que entró contigo, el de la cazadora con sombrero, observaba a dos damas, una de ellas parecía tener un vestido corto blanco, que resaltaba una figura ligeramente robusta, y otra, de una contextura menos gruesa, pero de mejillas sonrosadas y cabello rubio, parecían estar muy animadas, ante una pequeña escultura negra, retorcida, que parecía expresar alguna mezcla de chatarra con bordes abruptos, en una forma que seguramente les parecería agradable.

Hacia la esquina, conversaban en un grupo cerrado, más personas, un hombre de saco y corbata, traje negro y rubio, sonríente que cada cierto tiempo oteaba a su alrededor, en su mano tenía una copa, pero no puedes distinguir bien si está vacía o no, a su lado, una mujer con un vestido negro largo, era rubia y parecía excesivamente maquillada con un rubor excesivo, luego un muchacho joven, de cabello largo recogido en una coleta, con un traje a rayas delgadas, que hablaba con gran expresividad, luego un hombre de edad, calvo, y aparentemente no tan bien afeitado, parecía asentir como si cabeceara y no como si estuviera de acuerdo, y luego, una mujer de unos cuarenta años también, con un vestido escotado, cabello corto y negro, y algunas arrugas notables.

Luego, atravesando el salón, en diagonal a la entrada Principal, un trio algo peculiar, una mujer con un vestido Fucsia, y un enorme sombrero que portaba un arreglo floral, se paraba frente a un sujeto claramente destacado, ya que estaba vestido como si viniera de la calle, bastante alto y corpulento, con un aire intimidante, y al lado, observaba una mujer con un traje oscuro, elegante aunque algo enfermiza, parecía tener una cara de desconcierto.

No muy lejos, perdiéndose en una de las alas cercanas, un sujeto con una enorme cámara, rubio, con aspecto periodístico, no tan elegante, caminaba a pasos largos, como si se dirigiera a una de las esquinas, pasó por el lado de un grupo de 4 mujeres, ambas con trajes de colores en alguna especie de correspondencia, en ese orden, verde, cian, rojo oscuro y negro, la primera, una rubia joven con una cara de amargura, la segunda, una morena con el cabello mal tinturado, de más edad, y una pelirroja y otra morena de espaldas a donde estabas tu pero con una espalda que hace algunos años, cuando vivías, te habría parecido provocativa.

Hacia el centro, aplaudiendo a la orquesta, dos sujetos altos, uno rubio y el otro de cabello rizado y algo esponjoso, conversaban también.

Me dirijo tranquilamente hacia el sujeto de la cámara, teníamos asuntos que discutir. Me aproximo con amabilidad y tomándolo del hombro - Ey viejo sabandija hace cuanto no nos vemos, ¿Quien diría que terminarías trabajando para el periódico? - Ante cualquier reacción de mi nuevo amigo, lo miro a los ojos y sentencio - Bien hecho, ya has terminado con tu trabajo aquí, vete y déjame la cámara - mientras espero a que amablemente me ceda su artefacto.

El siguiente paso seria desandar el camino hecho por nuestro amigo y socializar un poco hasta dar con nuestra anfitriona.

El hombre te mira fijamente. Es un sujeto rubio, no tan elegante, pero si algo sobrio en su atuendo, con una maleta pequeño y una cámara fotográfica, sus cejas eran largas y parecían no estar a tono con el resto de su cara y sus ojos de un color oscuro, tenía un incipiente bigote con rastros apenas notables del dorado rubio. Frunce el ceño una vez comienzas y luego, algo sucede, no puedes determinar que, por estar concentrándote en dominar al sujeto, éste retira su mirada hacia el grupo de mujeres y hace un gesto que te logra sacar de tu concentración. Y te dedica una mirada molesta.

-Si no quiere que informe de su intento de robo, será mejor que no vuelva a hacer algo como eso- susurra con un tono algo intimidante -Así que no me moleste caballero, que debo terminar mi trabajo- y se dirige al grupo de mujeres, aparentemente a continuar con su trabajo.

- Will es mi nombre, señora. Y por favor, no lo gaste - Contesta lo más ironicamente que puede permitirse un sujeto tan tosco como él. La manera en que esa mujer se dirigía a el le resultaba sumamente molesta, como si su persona inspirara en ella una sensación detestable de asco y curiosidad.

A pesar de ello, se preocupó simplemente por contestar y quedarse allí parado de brazos cruzados. Luego recordó lo que lo traía hasta ese extraño lugar, y sin contenerse para nada preguntó el mismo esta vez a las mujeres. -¿Y como se llaman ustedes dos ?

- Parece que aparte de mal educado, sois sordo. - replicó entrecerrando los ojos al tiempo que lo observaba - Dí mi nombre al periodista hace escasos segundos. - explicó con un gesto de cabeza hacia el hombre que se alejaba - Y el hecho de que no conozcais a esta dama, - señaló a Amanda - me dice que no habeís venido aquí por el arte... - terminó con mirada aun mas inquisitiva.

- Mato por menos, mujer. Responde a mi pregunta. ¿Quién es ella? - Agregó casi gruñendo de ira por la insolencia que le demostraban aquellas personas.

-Otros tiempos, otros lugares. Pensó de nuevo un instante después, ya era tarde de todas formas...