Partida Rol por web

 Celeste ahogó un grito de angustia cuando vio como la daga sobrevolaba la habitación para alojarse en el pecho de su compañero. La herida no había sido mortal. Un hilo de sangre salió de su pecho tiñendo sus ropas. Aunque hoy no era el día de suerte del asesino, Aleph podría acabar con él con solo apretar sus musculadas manos contra su cabeza, además su condición de asesino, de persona fría que desprecia la vida y ataca sin mostrar respeto alguno por la otra persona era totalmente despreciable, y más para la filosofía de Aleph.

Celeste puede que incluso pudiera comprender tal acto, a pesar de repudiarlo con todas sus fuerzas, pero no su compañero.

Concentró sus energías, si Aleph no conseguía pararle, cosa que dudaba, era su tarea evitar que el encapuchado escapara. De su boca empezaron a salir ensalmos olvidados, palabras que nadie recordaba y que cualquier persona que las oyera podría relacionar con el mismo satanás. Pero nada más lejos de la realidad, esos cánticos llamaban a la propia estructura de la realidad. Al lugar donde las cosas aparecen en esencia, para que se manifestara en cuerpo.

Había una ventana tras el hombre, un orificio en la pared por el cual trataría de huir en caso de verse con problemas. Ese lugar no sería su escapatoria, tendría que vérselas con nosotros.

Solo espero que Aleph no se exceda y lo mate. Tenemos que saber por qué ha intentado hacer esto. Al menos tendremos la confianza de la chiquilla. Si sobrevivimos.

Celeste recitó su conjuro sin mucho tiempo, tenía que pensar rápido. Su intención era cegar la ventana, para que no tuviera salida.. ¿Pero como?

Piedra... ventana... mesas... veía por la habitación.

Una amalgama de esto servirá.

 Aleph sintió una punzada de dolor en su costado, pero apretó los dientes. No tenía miedo a la muerte

No detuvo su avance

A voluntad de Celeste, los átomos del aire se transformaron en piedra y madera, justo de la clase y tamaño que ella buscaba. Justo con la forma deseada.

Elisabeth dio un grito, asustada, y saltó de la cama al suelo, escurriéndose a gatas y en camisón hasta ponerse a salvo bajo un escritorio. El asesino no fue menos. Con su vía de escape cerrada de un modo tan sorprendente, no pudo evitar soltar una maldición y mirar a sus contricantes con los ojos desorbitados.

-¿Cómo hab...? ¡Brujería! ¡Es brujería!

Desesperado, sacó de la trasera de su pantalón otra daga y saltó al suelo, donde sería más seguro defenderse. Aleph cargó contra él, pero el asesino estaba preparado y logró zafarse de su presa sin más que un desgarrón en su camisa oscura.

Se le escapó entre las manos. Era más rápido que Aleph, y también más ágil, así que para él debió de parecer un simple juego. Dando unos pasos para atrás, cercionándose de que no le dejaba ninguna alternativa de escape, recuperó el equilibrio, y miró fijamente a su oponente. Con lentitud, se llevó la mano al costado, y sacó la daga de este apretando los dientes. La sangre caía de la hendidura, manchando la ropa que llevaba encima. Pero Aleph no dió muestras de debilidad, y dejó caer el arma en el suelo, la cuál emitió un breve tintineo metálico

Celeste, llévate a Elisabeth. Buscad a Jules

Se interpuso entre las chicas y el asesino. Si quería hacerlas daño, o escapar, antes tendría que pasar por encima de su cadáver

Las mejillas de Junette pasaron del rosado habitual a un tono mas proximo al rojo cuando su primo menciono la posibilidad de forma tan casual. Aunque disfrutaba de la familiaridad con la que Jules solia dirigirse a ella- especialmente porque sabia que no se la permitia con mucha gente-, pero los cumplidos de la gente proxima a ella seguian teniendo el efecto de hacerla ruborizar.

En muchos sentidos seguia siendo la renacuaja de 15 primaveras que habia salido de su casa pensando que se iba a comer el mundo, aunque su agudeza fuese la de una mujer de bastante mas edad. Precisamente era esa combinacion de ingenuidad y conocimiento lo que hacia que muchas veces entendiese cosas que con solo una de dichas cualidades podrian ser dificiles.

Me encantaria. Y me encantaria pasar mas tiempo con Elisabeth, es tan mona...- estaba a punto de decirle, no obstante, que a lo mejor ella no seria el mejor modelo, y que de hecho esos "pajaros en la cabeza" eran lo que la hacia tan encantadora a sus ojos- y a los de mucha gente. Era natural querer proteger y mimar a la menuda joven, aunque era cierto que no menos natural era codiciar esa misma inocencia, con deseos no del todo... honorables. En ese sentido, Jules tenia bastante razon.

Antes de que pudiese decir nada, no obstante, un grito y el sonido de pasos a la carrera les interrumpieron. Junette, asustada, paso los ojos de un lado a otro buscando instintivamente algo que agarrar para defenderse si venian mal dadas. No todas las lecciones de las Divas versaban sobre refinamiento, y de hecho algunas de las mayores mas curtidas sabian hacer cosas bastante... poco agradables de ver con cosas como pasadores de aguja para el pelo, falsos abanicos o abrecartas. Con todo, es mas que probable que, de llevar un arma, Junette fuese un peligro mayor para si misma de lo que seria para un agresor, asi que finalmente se escondio rapidamente un abrecartas en el dobladillo de la manga y salio, siguiendo timidamente a Jules.

- ¿Eh? - dijo en voz alta el joven, mirando hacia arriba. ¿Había escuchado bien? Entonces algo se activó en su cabeza: quizás alguien estuviera en peligro o herido. ¿Ladrones? Le resultaba algo extraño, pero no podía descartarse ninguna posibilidad.

Con celeridad dejó caer el libro al suelo y salió corriendo hacia las escaleras más cercanas que llevaran al piso superior.

Jules y Junette, que salían del despacho, se toparon con Damien, que parecía igualmente agitado por el barullo del piso superior. De repente se escucharon otros dos gritos y un ruido como de un salto, a juzgar por el temblor del techo.

-Por todos los demonios, ¿qué está pasando ahí arriba? -exigió saber el burgués, mientras subía por las escaleras.

- ¡No tengo ni idea! Estaba abajo leyendo cuando escuché el ruido. Celeste y Aleph se fueron unos minutos antes a la cocina para pedir algo de comer, ¡espero que estén a salvo! - dijo el hijo del barón Goldman, preocupado. Miró de arriba a abajo a Jules y a su prima para comprobar que ambos estaban bien. - Jules... ¿crees que serán ladrones o algo así? -

No quiero ser gafe, pero espero que esos dos no estén en el ajo.

Fue entonces cuando se escucharon los otros dos gritos. - ¡Maldita sea! Tendremos que subir a comprobarlo... -

Junette se sintio algo mas aliviada al ver que su primo, el hijo de Goldman, se les unia al salir del despacho. Silenciosamente, la joven se colocó unos pasos por detrás de ambos hombres, no tanto por protección- aunque eso también era- sino para no ser un estorbo en caso de problemas. Sabia que Jules tenia entrenamiento como esgrimista, y algo de lo que había mencionado Goldman en el patio indicaba que él también. Pese a todo, alguien que estuviese observando con cuidado vería que los movimientos de la joven tenian, pese a todo, un algo diferente, una gracia y precision que muchas chicas jovenes no tenian, y además se habia movido, todo el tiempo, en casi completo silencio. No era como si fuese algo consciente, ni siquiera sugería que la joven poseyese algún tipo de habilidad más que las apreciables a simple vista. Era como si su cuerpo recordase cosas que ella no recordaba, o no usaba ya.

Sea como sea, Junette permaneció detrás de Jules y Damien, acariciándose el dorso de la mano izquiera con las puntas de los dedos de la otra mano, un gesto que hacía a menudo cuando intentaba controlar los nervios.

N-no creo que sean ladrones...- dijo, obligándose a mantener un tono calmado de voz, no sin esfuerzo. La gente que conoce bien a los Lazarus y podria permitirse  planificar y ejecutar un robo aqui mismo sabrían que la mayoría de cosas de valor que tenemos están invertidas o guardadas en lugares aún mejor vigilados que este... y unos allanadores de poca monta no habrían pasado tan facilmente entre todos los guardias y el servicio domestico.

Junette se mordió el labio, ahora visiblemente nerviosa. Lo que había dicho era, hasta donde sabía, cierto. Pero si no eran ladrones, la posibilidad que se presentaba entonces era peor. Mucho peor. Los Lazarus no carecían de enemigos que querrían hacer algo mas que robarles...

Antes de que pudiera decir nada, Jules se lanzó escaleras arriba. Junette se quedó en el sitio, dudando entre su miedo y su preocupación por su primo y patrón, y le lanzó una mirada implorante a Damien. Para su alivio, el jóven siguió a Jules, y Junette finalmente se puso en marcha, unos pasos tras ellos, diciendose a sí misma que no había de que preocuparse, que podía ser un incidente con el servicio, algo perfectamente explicable...

... pero algo le decía que no iba a ser así.

 La chica del pelo azul casi sintió el dolor punzante que la daga causó a Aleph al salir. Ese frío metal había herido a su compañero pero al menos les había dado tiempo, ahora la salida permanecía cerrada, a excepción de la propia puerta de la habitación. Pero sería una locura salir por ahí, hacia dentro de la casa. Lo único que haría sería comprometer su situación. 

Pero la batalla no parecía fácil. Al fin y al cabo el asesino ya había evitado a su compañero una vez, cuando se había lanzado contra él. No podía dejarle solo, tenía que ayudarle. La mano derecha de la mujer se apoyó sobre el hombro del fortachón, mientras susurraba palabras desconocidas.

-Tu vida me importa mucho más que la de esta niña. No te dejaré solo.

Las palabras de Celeste habían sido sinceras. Por mucho que Eli fuera "su familia" el afecto que sentía hacia Aleph era mucho más poderoso, y no arriesgaría la vida de su compañero para salvar la de la niña. No señor. No es que despreciara a Elisabeth. Es una cuestión de prioridades.

 Y lo que nadie vio, es lo que realmente estaba sucediendo. Cuando Celeste tocó a Aleph de su cuerpo surgió un par de brazos más fuertes y resistentes que los del propio gigante. Unos brazos hechos de piedra, dejando finos surcos por la superficie por los que un brillo de luz trataba de escapar. Con velocidad, y a la vez delicadeza, se cruzaron delante de Aleph y se fundieron con su cuerpo.

Un espectáculo precioso, por suerte o por desgracia, negado a la vista del común de los mortales.

Un instante más tarde, Celeste resopló angustiada. Y cerró los ojos durante un momento, tratando de aliviar la fatiga. Había concentrado sus energías muy rápido, y temía que no pudiera volver a hacer eso de nuevo. La verdad es que la agotaba sobremanera.

Pero algo había cambiado en la piel de su compañero, ahora su tacto era duro y áspero como la roca. Sería más difícil poder dañarle. Su labor como defensor se haría más efectiva, y podrían sacar tiempo, si ellos no podían reducirle para que llegara alguien más. Al fin y al cabo, la pelea no estaba siendo silenciosa.

 Aleph negó con la cabeza

Estaré bien Dijo, esta vez mediante la conexión que les unía No dejaré que me mate. Pero necesito que vayáis a buscar ayuda. No sé si podré vencerle, aunque no me costará contenerle durante un tiempo

Tensó los músculos, y apretó los dientes, mientras sentía que el chi llenaba cada poro de su piel. Era un enemigo formidable: Aleph debía recurrir a todo su poder

Por favor Añadió, y en su voz se pudo entrever un deje de súplica. En realidad, lo único que quería hacer era sacar a Celeste de allí cuanto antes. El resto, era secundario

El asesino miró a Aleph con ojos desorbitados una vez más, jadeando. Tenía la piel ligeramente morena, algo ocre incluso, y el pelo castaño oscuro que le caía en rizos sobre el rostro. Llevaba un traje negro muy ajustado, y guantes. Debía de ser joven, no alejándose demasiado de la propia edad de Aleph. Estaba asustado. Pese a que se movía con la rapidez y la destreza de un asesino profesional, en sus ojos podía leerse que no se había enfrentado con una amenaza sobrenatural en su vida.

Pero también, que no iba a dejarse coger. Echó a correr hacia la puerta abierta y a la libertad que suponía el pasillo, pero se topó de bruces contra los otros huéspedes de la mansión. Jules se arrojó sobre él sujetándolo por la cintura con la intención de placarlo, pero el asesino se hizo a un lado y le clavó la daga en el costado. El burgués soltó un gemido de dolor y cayó de lado al suelo, sujetándose la herida con una mano.

 Primero, se cercionó de que Celeste y Elisabeth estaban bien. Acto seguido, salió al pasillo, mientras dejaba que el ki retornara a su cuerpo. Con ayuda de los otros huéspedes, mostrar sus habilidades sería innecesario e imprudente por su parte. Pero no podía dejar escapar al asesino. No por justicia; Aleph no creía en el ojo por ojo. Tampoco era un firme defensor de la ley. Pero una cosa estaba clara: Si ese hombre escapaba, podría volver más adelante a terminar el trabajo. No podía permitir eso

Intentó volver a agarrar a aquel molesto individuo

Aunque estuvo a punto de escurrírsele de nuevo como la arena entre los dedos, Aleph consiguió sujetar al asesino. Le inmovilizó sujetándole por la espalda, reteniéndole los brazos y obligándole a soltar la daga. El asesino, frenético, se debatió dando patadas y mordiscos, pero el enorme Aleph era, de lejos, mucho más fuerte que él.

-¡No me tocaréis, brujos! ¡Que Abel Cristo me proteja! ¡Demonios!

- ¿Demonios? ¡Eso digo yo! ¿Qué demonios está ocurriendo aquí? - dijo el noble, mirando la escena totalmente asombrado. Vale, había llegado a la conclusión de que ese tío de negro era un ladrón, un asaltante, un asesino o quizás todo a la vez. Pero... ¿qué hacía allí? Damien miró a Jules e intentó ayudarle a que se levantara. - ¿Estás bien? Y el resto, ¿estáis bien? ¿Habéis visto más tipos como ese? -

Entonces miró a Aleph y a Celeste. - ¿Y qué hacéis vosotros dos? No quiero decir que no me alegre de veros bien ni de que tengáis controlada la situación pero... ¿no íbais a buscar comida? Sí, es la hora de las preguntas, por Damien Goldman. -

 La situación de peligro inminente había acabado, el asesino permanecía aferrado por los fuertes brazos de Aleph, y tenía muy pocas posibilidades de escapar. Además ahora estaba todo el mundo a su alrededor, no era su mejor momento. El único problema es que habían venido demasiado pronto, y las habilidades de Celeste habían quedado "descubiertas". No podría seguir manteniendo aquel control sobre la materia que le permitió cerrar la ventana y estrellar una mesa contra el suelo. Y tampoco era seguro continuar mostrando su colgante abierto. Así que decidió dejar volar libres las energías que daban forma a lo creado con anterioridad, y cerrar con un rápido movimiento de su muñeca el medallón.

Celeste se arrodilló una vez cerrado y susurró a Eli:

-Te hemos salvado la vida, ahora por favor, te toca cubrirnos las espaldas. Sígueme el royo.