Partida Rol por web

Obsesión

3. El concierto

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24/05/2011, 11:50
Damien Goldman

Cuando apenas llevaban poco más de cinco minutos fuera Damien apareció por allí, silbando una canción y bajando por las escaleras ágilmente. Vió que el grupo todavía no se había separado así que se acercó. - ¡Eh! Ya estoy aquí. ¿...qué? ¿Qué os pasa? ¿Por qué me miráis con esa cara? - preguntó el joven, ladeando la cabeza mientras fruncía el ceño. Clic. Pareció entender qué se les estaba pasando por la cabeza ahora mismo... y empezó a reir. - ¡Jajajajajajaja! Pero... ¡jajajajaja! -

Ya que el anterior golpe le había salido mal, probó a dar otro de sus amistosos golpes con la mano en el hombro, ésta vez el de Aleph, que también le miraba de aquella manera tan rara. - ¡Campeón! Aun te queda mucho por aprender. -

- Bueno, qué, ¿nos vamos? -

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24/05/2011, 12:40
Aleph

 Arqueó una ceja, pero no dijo nada. Luego miró a Celeste, esperando su respuesta

Supongo Murmuró de forma educada

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30/05/2011, 19:32
Celeste Índigo

 Habían pasado casi dos semanas desde que tuviera aquella conversación con la niña. El ambiente estaba ya mucho más calmado y parecía que no había habido ningún otro acontecimiento que reseñar. Los hombres, facciones, seres mitológicos que asediaban a la niña parecía que habían cesado en su empeño por asesinarla, capturarla o llevarla al inframundo, respectivamente.

Pero, aunque la teoría es que todo estaba volviendo a la normalidad, que la vida volvía a encauzarse de nuevo, no así lo hacía la mente de Celeste. Ella tenía miedos, recuerdos, sensaciones muy distintas a las que podían sentir los demás en aquel momento. Puede que cada cual se sintiera aterrorizado por la situación a su modo, por lazos familiares o por simple afecto a la niña. Pero su motivo era mucho más oscuro, estaba oculto en su pasado y no quería tener que volver a revivirlo, pero los acontecimientos eran los que ordenaban.

Paso la semana recuperándose, realizando tareas sin importancia mientras compartía un tiempo de relajación con su compañero de fatigas. A Aleph le encantaba meditar en el jardín y no había nada que prefiriera Celeste en ese momento más que descansar con él. Sus energías, bajas después de haber pasado un par de días demasiado ajetreados volvieron a concentrarse, volvía a ser capaz de realizar las proezas que había demostrado en la iglesia... pero deseaba no tener que volver a repetirlas. Y menos llegar a ese punto... aquel punto donde casi vuelve a liberar... donde casi desentierra esa sensación... donde casi entra en comunión con... 

siete círculos...

 

Celeste acudió a la cita especialmente radiante. Sus cabellos caían por su espalda esta vez sueltos teniendo solo recogida una trenza guiada por su querida Orochi, mientras caía serpenteante tejéndose consigo mismo tras la espalda. La piel de su compañera era tan brillante que parecía realmente un adorno de nácar, también centelleando en mil tonos distintos del color del cielo y de los océanos.

Jules no había puesto pegas a su hermanastra para que se arreglara para la cita y había puesto a su disposición la ropa que la chica quisiera. La apariencia era un elemento importante en la alta sociedad, y Celeste no quería dejar en evidencia a su hermano. Bien es sabido que no le hubiera importando demasiado, pero tampoco hubiera ganado nada con ese acto.

El primero de los lujos que se permitió la hechicera fue un preciso collar con brillos dorados que cubriera su delicado cuello, sin ningún colgante que cubriera su pecho, mostraba su blanca piel cortando la monotonía antes de subir por el cuello hasta su rostro.

Pero, el elemento que hacía que fuera radiante fue el espléndido vestido que confeccionaron para ella. En el obvio tono azul que caracterizaba a la chica, su vestido caía largo cubriendo su cuerpo hasta llegar al suelo. Diversos matices, vueltas de la tela, rajas en el vestido, hacían de su movimiento algo precioso, y digno de ver. La verdad es que si Celeste quisiera podría tener a cualquier chico que se cruzara por la calle, unas pocas palabras, un pequeño y sutil gesto... el lenguaje no verbal entraría en juego y la única ganadora posible era la chica. 

Pero no, esa no era Celeste, y por mucho que la miraran no pretendía más que acompañar a su nueva "familia" a la ópera.

No era la primera vez que lo hacía, con anterioridad había asistido de la mano de sus patrocinadores a obras de ese estilo, se había codeado con gente de mucho dinero cuando realizaba sus investigaciones, y mantener las apariencias era una asignatura muy importante. A pesar de eso nunca le gustó la música, era algo casi vacío para ella y aunque podría llegar a apreciar su belleza, la encontraba más desde un punto de vista matemático que desde cualquier otro. Encontrar las proporciones entre los sonidos, era un divertimento para ella en aquellos momentos de tedio en los que sus inversores se regalaban la boca hablando con clientes, tratando de conseguir más dinero, engordando sus arcas a la par que su propio ego.

Y allí estaba, realizando lo mismo que años atrás, acompañando a Jules a ver a María.

 

No hablaba demasiado con la gente, no más de lo necesario, pretendía pasar desapercibida como lo hacía años atras. Siendo algo parecido a una mujer objeto. Sonríe y no digas nada, baja la cabeza, asiente y suelta una pequeña risita, como si no comprendieras lo que te dicen, pero creyeras que es importante. Así su ego se hincha, crece, se sienten mejor y aunque realmente no sientas lo que haces, serás lo que ellos quieren que seas. Luego en privado podrás maldecir tus actos, y repetir que deberías haberlos rebatido y hecho lamer el suelo con tus argumentos, pero es mucho mejor así. Ellos ganan, y Celeste ganaba. Tampoco comía ni bebía demasiado, solo lo imprescindible para no parecer maleducada. Todo era demasiado parecido, no le costaba seguir el papel.

 

Buscó su asiento, y se acomodó sin mediar palabra. Era un trámite. Vio como Aleph se sentaba a su lado, era lógico la verdad es que se le notaba atento a cualquier movimiento entre el público. Parecía que fuera a derramar sangre si alguien osaba acercarse a ella.

Extendió sus brazos en la butaca, colocándose cómodamente dispuesta a escuchar la obra, con suerte no sería todo lo soporífera y podría al menos disfrutar desenmarañando las sutilezas numéricas que siempre encierra una obra de arte. La proporción áurea, la divina proporción se encontraba en casi todas las verdaderas obras maestras, oculta bajo telones que premitían solo que los más observadores la encontraran. Oro en forma de número, tan parecido a su objetivo vital...

Y obviamente ahí estaba, en multitud de compases, en el decorado, en la propia María se podía encontrar el famoso número multitud de veces. La verdad es que la obra era bonita, numéricamente hablando. Obvió el contenido. Típica. Qué más da que sea una rana que una serpiente, si tiene veneno dentro y lo quieres obtener, lo importante es que sepas como extraerlo, sin mancharte las manos.

Y eso es lo que hacía la chica, no manchaba su alma con la historia, no dejaba que la posible belleza del canto horadara su coraza. Símplemente la ignoraba, hacía como si no estuviera y se dedicaba a lo que a ella le destraía. Era mucho más práctica y aunque en ocasiones pensara que estaría bien poder dejarse empapar por los sentimientos que a los demás les invadían, no le costaba espantar esas ideas al pensarse débil, poseída por miedo, celos, temor, vegüenza, éxtasis. 

No, esos sentimientos no eran ya para ella, una vez sucumbió a ellos y acabó muerta... y resucitada. ¿Salvada por quién?

 Aleph, era el único que todavía era capaz de obtener de ella sentimientos distintos a la indiferencia de manera desinteresada. Celeste dedicó muchas miradas durante la obra a su compañero, que parecía inmerso de manera irremediable en el relato, afectándole de manera muy íntima. Miró a sus ojos, perdidos en el escenario siguiendo cada paso de María, sintió su respiración y el latido de su corazón, acelerados. De pronto sintió una sensación gigante de protegerlo, lo sentía débil, a merced del espectáculo. Estuvo a punto de darle la mano con fuerza, de saltarse el protocolo y abrazarle, la música empezaba a entrar dentro del corazón de Celeste. Haber visto como reaccionaba su compañero ante la función había reducido la barrera de la chica, y sentimientos no controlados florecían con cada compás.

Cerró los ojos, y se paró en seco, tratando de reconducir sus ideas a la búsqueda de figuras matemáticas. No podía sucumbir. Eso era debilidad, era demostrar que no podía controlarse. Si seguía teniendo esa necesidad ya lo haría en otro momento.

Logró tranquilizarse, no sin esfuerzo y esperó que la obra acabara sin hacer ningún gesto más. La estancia en esa mansión estaba cambiándola, más de lo que le gustaría... y a la vez no terminaba de despreciar el cambio. Eran sensaciones enfrentadas en la ocupada mente de Celeste.

Cuando se disponían a salir, Damien se alejó por una llamada de María, esta sería una noche ajetreada para él... o al menos eso parecía hasta que volvió en muy poco tiempo, con intención de volver a la mansión con los demás.

-Claro pequeño. Volvamos a la mansión ya, me gustaría poder cambiarme.

Notas de juego

 Bueno, ya vuelvo a estar en activo. La confección de este post ha sido bonita... mientras me ponía todas las músicas que has incluido, cada párrafo, o grupo de ellos esta bajo la influencia de alguno de ellos ^^

Y bueno, también un poco de photoshop para conseguir la imagen ;)

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01/06/2011, 00:36
Director

El carruaje partió tan pronto subieron todos a bordo (a excepción de Junette, que se quedó para tomar algo en los cafés cercanos), perdiéndose en la distancia como el sonido de los cascos de los caballos.

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01/06/2011, 00:46
Director

A la partida de su familia, Junette se encontró a sí misma sola. Algunas cafeterías seguían abiertas, aprovechando la buena noche y el tirón del espectáculo cercano. Los espectadores se alejaban hablando sobre la obra, a veces montando en carruaje para regresar a casa o entrando en uno de estos establecimientos.

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01/06/2011, 00:47
Director

Tras un corto trayecto en carruaje, llegaron de nuevo a la mansión. Jules bostezó y anunció que se iría a dormir de inmediato, pues al día siguiente tendría que hacer cosas. Elisabeth no parecía aquejada por el sueño, sino más bien animada. Cogió uno de sus libros y se sentó en el salón tras pedir un té a los criados.

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02/06/2011, 23:30
Aleph

Aleph se lo pensó dos veces, pero al final decidió interrumpir a Jules en su camino

Jules... Hay algo que me gustaría hablar contigo antes de que se me vuelva a olvidar. No quiero quitarte horas de sueño, pero si pudieras hacerme un hueco mañana...

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02/06/2011, 23:34
Aleph

 Celeste sabía de sobra el tema del cuál el grandullón quería hablarle a Jules. En parte por Elisabeth, en parte por el mismo cabeza de familia

Ki

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04/06/2011, 11:52
Jules Lázarus

-De acuerdo. Pásate por mi despacho a primera hora, después de desayunar -contestó Jules antes de irse.

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04/06/2011, 12:20
Damien Goldman

Damien se apuntó a la idea de Elisabeth y pidió un té con ella para luego ponerse a leer en uno de los cómodos sillones.

- Si alguno os vais a dormir... buenas noches. Creo que nosotros tardaremos un ratito más. -

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04/06/2011, 23:03
Celeste Índigo

 -Quizá algo de distracción de verdad nunca venga mal. No digo que la obra haya sido mala... pero... bueno, da igual. Ya sabéis a lo que me refiero. Espero que haya algún libro sobre matemáticas interesante que leer.

Celeste se uniria a Damien y a Eli en la velada. Le apetecía hacer algo distinto, y hacía unos días que no dedicaba un día al esparcimiento personal. Y como a ella, lo de acudir a la ópera era mucho más una obligación que algo para relajarse, prefirió leer algo de su gusto. Una bonita demostración, eso es lo que realmente consideraba arte.

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06/06/2011, 01:36
Aleph

 Aleph parecía un pez fuera del agua entre tanto libro. No es que el grandullón no supiera leer, pero nunca había sido demasiado volcado en los libros, y solo gracias a la compañía de Celeste había aumentado su interés en los últimos años... Aunque no lo suficiente como para encontrar el mismo placer que esta en la lectura, ni mucho menos. Durante unos segundos, revisó los títulos, uno a uno, hasta que se dio por vencido. Como no comprendía mucho de lo que estudiaba Celeste (Y no es que la chica no se lo hubiera intentado explicar alguna que otra vez... Pero, simplemente, era demasiado complejo para la mente del grandullón) decidió acercarse a Elisabeth y Damien, curioseando por encima del hombro

¿Qué leéis?

Preguntó con curiosidad, intentando echar un vistazo rápido a las portadas de sus libros, sin llegar a acercarse tanto como para molestarles de verdad

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10/06/2011, 11:00
Junette Branctorche
Sólo para el director

Tras unos cuantos minutos deambulando sin rumbo fijo por las calles, empapándose del aire de excitación, fiesta y- por que no decirlo, y por que no disfrutarlo un poco- frivolidad, Junette decidió sentarse un poco.

Aunque el principal motivo de quedarse había sido porque Damien no se fuese solo a la mansión y tuviese algo de compañía, tampoco le había mentido a Jules. Algunas de las cafeterías tenían cosas realmente espléndidas, y pese a que la severidad de su vestido no la marcaba precisamente como alguien que disfrutase de los placeres de la vida, lo cierto es que a la joven le gustaban los dulces y el té como a cualquier hijo de vecino. Más, quizás, ya que su metabolismo- y ciertas téncicas no demasiado agradables que se había visto obligada a aprender- hacían que pudiese permitirselos más a menudo que muchas chicas de su edad, aunque raramente lo hacía. Le gustaba su cuerpo tal y como era, y la flaqueza de carácter era algo que tampoco le iba demasiado. Un dibujo de una joven acariciando la melena de un león, hecho en vidrio de colores claros que contrastaba con el fondo oscuro de cristal emplomado del mostrador llamó su atención. Ya había estado un par de veces en este café (un sótano decorado en el estilo gabrielense moderno, fresco y agradable), así que decidió entrar.

Un rato mas tarde, mientras comía lentamente un helado del que nunca se había molestado en averiguar nada, salvo que era azul y estaba de muerte, y con una taza de vidrio llena de un humeante líquido granate oscuro al lado que agitaba con una cucharilla, Junette se dedicaba a su pasatiempo favorito: darle vueltas a la cabeza y sentirse vagamente autoindulgente. Su falta de capacidad para encontrar nada la reconcomía. Siempre había sido un hacha con los libros. Era su orgullo y su alegría, y no le gustaba fracasar. Aunque su carácter era amable y tranquilo, dentro de ella anidabaalgo que Jules había sabido ver aunque ella lo mantenía oculto, trabajando bajo la superficie.

Ambición. Determinación. Icluso cierta agresividad. El deseo de superarse, de derribar los obstáculos que se le pusiesen por delante y demostrar que puede, que tiene la habilidad y los recursos para triunfar. Que no le han roto, que no ha fracasado. Su madre no pudo con ella. Las Divas no pudieron con ella. No volverá a dejar que nadie pueda con ella. Aunque no sea una guerrera, aunque no tenga magia ni poderes, ni la tecnología de Celeste, ni la fuerza de Aleph ni la velocidad de Jules, en su fuero interno anida el deseo de superarles, de demostrar su propia habilidad y ponerse a su nivel.

Fallar en eso es lo que realmente duele.

Junette se reclina contra el asiento y suspira. No debería tomarse las cosas tan a pecho. Ya habrá tiempo para demostrar lo que vale. Paciencia nunca le ha faltado. Ahora debería, simplemente... relajarse. Dejarse ir. Como solía hacer, recordó una vieja canción gabrielense, la que le había dado nombre.

Pour tous les jours de l'été

je serais forte.

Je besoin de faire une chanson,

une chanson pour toi.

Mais dis moi que tu serais tojours fiere

dis moi que tu serais tojours la,

tojours la...

Oh Junette, Junette ma cherie...

 

"Tojours fiere" murmuró la joven para sí. Siempre fuerte. Siempre orgullosa. Se lo había prometido a si misma, y uno no rompe una promesa hecha. Siempre, desde niña, había sido así. Le habían dicho que una promesa jamás se rompe, y había creído en ello, como en tantas otras cosas, por más que el mundo se empeñase en demostrarle sus errores. En el fondo, en tantas cosas, quería seguir siendo una niña. Conservar esa confianza, esa alegría. La ternura de los días de verano con tus compañeros de juegos. Por supuesto que eso no era posible, no todo el tiempo, y menos en el mundo de Jules y el suyo. Pero quien sabe... quizás, si fuera de el, en su tiempo libre, su tiempo para ser ella misma podía seguir siendo así.... quizás, sólo quizás, las cosas funcionarían, de nuevo.

 

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13/06/2011, 00:30
Elisabeth Mastrall

-Es una novela de caballería -respondió Elisabeth, encantada de que el gigante se interesara por lo que leía-. Va sobre un guerrero de Argos que lucha contra Kushistán para recuperar el favor del rey y poder volver con su mujer e hijas. ¿Lo conoces?

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13/06/2011, 00:36
Director

Mientras Junette reflexionaba, mirando a un punto perdido, le llamaron la atención las dos personas que acababan de entrar en el café. Se sentaron en la mesa de enfrente y hablaron. Eran un hombre y una mujer. El primero tenía el cabello negro y parecía joven. La segunda llevaba el pelo corto y rubio, más mayor. Se quitó la chaqueta y la apoyó sobre la mesa. El camarero los atendió y se fue rápido. Empezaron a hablar.

La mujer tenía un tatuaje poco claro en la parte trasera de la nuca. ¿Era un círculo negro, o eso se intuía en lo que podía verse de la piel?

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14/06/2011, 00:59
Aleph

 Aleph negó con la cabeza, lentamente, mientras observaba pensativo el libro de hojas amarillentas

No, no lo he oído nunca. ¿Por qué no puede volver ese guerrero con su familia? ¿Se lo impide el propio rey?

Parecía realmente curioso al respecto. Como siempre, el grandullón no le hacía ascos a ninguna oportunidad de ampliar su conocimiento, por pequeño que fuera este avance

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23/06/2011, 21:03
Junette Branctorche

Junette observó durante unos instantes a los recién llegados, sin mucho interés al principio, pero con más curiosidad a medida que pasaba el tiempo. En parte, pensó, debido a la forma que tenían de conversar, como si nada más en el mundo les importase absolutamente nada. Eso no era raro en sí, al menos en general, pero era peculiar en la atmósfera del café, donde todo el mundo iba a empaparse del ambiente de lujo y- por que no decirlo- levemente melancólica decadencia.

Pero era sobre todo, se dio cuenta, el tatuaje de la mujer. En este tipo de ambiente, los tatuajes no eran algo especialmente común, sobre todo en mujeres... bueno, adultas. O más que ella al menos (eso creía), y si se llevaban solía ser por alguna razón. Picada en la curiosidad, Junette se eforzó en tratar de ver el tatuaje, pero desde esta distancia era difícil. Dando un rápido vistazo al local, Junette esperó a que un grupo más o menos grande de gente entrase y, dejando sus cosas en la mesa para guardarla, se levantó y se dirigió hacia la puerta en diagonal, inclinando la cabeza para mirar como si buscase a alguien entre el grupo, intentando acercarse a la pareja y echarle un ojo a ese tatuaje más de cerca...

Notas de juego

¿Llego a tener una vista más clara del tatuaje, y me dice algo de ser así? Puedes hacer tú las tiradas pertinentes si quieres, asi agilizamos esto.

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25/06/2011, 13:53
Director

El tatuaje era difícil de adivinar, pero sí oyó parte de la conversación.

-...realmente ella... Tenemos que decírselo a Damien antes de que lo hagan los demás -decía la mujer.

El hombre, moreno, sonrió de medio lado.

-Mi padre ya lo sabe. Siempre lo sospechó. No vas a ganarte su deferencia así, ¿eh? 

La mujer pareció disgustada por lo que dijo su acompañante, pero algo en su lenguaje corporal indicó que trataba de ocultar ese sentimiento.

-Entonces habrá que empezar con los preparativos. Ahí fuera hay otros que están intentando activar a los guardianes. ¿Y si lo logran antes que nosotros?

-No tienes de qué preocuparte. Mientras esté yo, nunca podrán terminar la tarea.

-Pero Lucien...

-A mi padre no le gusta perder, pero esto no es una carrera. Nosotros tenemos la última llave. Si los otros lo logran antes, mejor. Así tendremos que trabajar menos.

-¿Qué dijo Lucien cuando le contaste que los has conocido?

-No lo sabe. Aún. Pero... sshh...

-Silas, creo que no voy a entenderte nunca.

El tatuaje era, visto por el borde de la camisa, un semicírculo perfecto compuesto por siete semicírculos.

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30/06/2011, 10:24
Junette Branctorche
Sólo para el director

 

Junette reprimió un escalofrío al oír los retazos de conversación que podía captar. Por supuesto, nada garantizaba que lo que decían estuviese relacionado con ella o los Lazarus, pero había... guardianes, llaves, activación... palabras que ha oído hace poco, relacionadas con Elisabeth. Demasiadas palabras que ha oído hace poco.

Puede ser casualidad, pero uno no llega a trabajar como asistente de un Lázarus si no busca más allá de las simples "casualidades".

Y sobre todo ese nombre. Damien. ¿Su Damien?. ¿Su primo?. No, eso parece demasiada coincidencia...

¿o no?.

Sea como sea, ya empieza a ser tarde. Si esa gente realmente tiene algo que ver con lo que está pasando, no está segura aquí. Si no tiene que ver... de todos modos empieza a ser tarde. Junette se sienta y se obliga estar unos minutos más en el café, para no llamar la atención, y después sale a la calle, haciendo una nota mental del símbolo que ha visto...

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30/06/2011, 10:42
Director

Después de que Elisabeth le explicase la trama y pasase un rato más leyendo allí, se fue a su habitación, cansada. Casi simultáneamente apareció Junette. La joven tenía un semblante bastante curioso, entre concentrado y preocupado. En la casa reinaba silencio. Podían hablar sin temor.