Partida Rol por web

Ver a aquellas bestias levantar aquella cantidad de peso le hizo replantearse lo que podría hacer con él un orco si llegara a cogerle. Aplaudió como todos a su compañero cuando dejó caer la carga y sonrió al ver que el tal Gorvi reculaba y se daba por vencido. Allí podía ser el más fuerte, pero ahora habían llegado ellos. 

Estaba a punto de simplemente dar la victoria a Kalimash, cuando el elfo, pese a todas las expectativas, se adelantó y, tras un esfuerzo notable, levantó la misma pesa que acababa de dejar caer el bardo, sorprendiendo a los allí presentes. No esperaba que alguien que no fuera una montaña de músculos lograra algo así, y seguramente tampoco lo esperaban los demás, pero allí estaba la prueba. 

Viendo que Samay parecía animada con todo aquello, y que el resto del público estaba en ascuas por ver un ganador, decidió dejar a pasear su encanto natural y probar el también. Si Eladamri había podido estaba seguro de que él, que había pasado su vida pasando como aprendiz de un maestro artesano a otro, desde leñador hasta herrero, podría también. Con una enorme sonrisa de dientes blancos se quitó la camisa, dejando al descubierto un torso bronceado, curtido y fuerte, y dejó al lado de Samay sus cosas, dando unos pasos al frente mientras movía los brazos en círculos - primero uno y luego el otro - en una especie de estiramientos, justo antes de agacharse, coger aquellos pesos, y levantarlos lentamente, poniéndose poco a poco en pie. 

El sudor le corría por la piel y los tendones se tensaban como cables de barco mientras alzaba la carga hasta el máximo de lo que era capaz, manteniendo el peso durante unos segundos más de los que creía que lo había hecho el semi-orco, y después volviendo a bajarlo con cuidado, sin dejarlo caer, hasta que toco de nuevo el suelo. 

Guiñó un ojo a sus dos compañeros que también habían probado, y luego miró primero a quien n se encargaba del espectáculo y después a la multitud, esperando que decidieran mientras se apartaba un mechón de cabello blanco que le había caído sobre la cara. 

Al ver a mis compañeros medirse, como buenos machitos que son, me quedo algo anonadada, y no puedo evitar soltar una carcajada mientras les aplaudo -¡bravoooo!-

Miro hacia Caedum y dedicándole mi mejor sonrisa -solo falta que te animes tu- me río divertida -o si prefieres podemos ir a jugar un rato- le guiño un ojo, consciente de lo mal sonante que ha sido esa frase dicha de una manera pícara -al escondite, ya sabes...- puntualizo, buscando con la mirada donde podría estar esa prueba. 

Mis compañeros están haciendo la prueba de fuerza, y como esa nunca ha sido una de mis grandes especialidades, prefiero las pruebas en las que pueda ganar.

Al parecer Samay intenta provocarme con sus palabras, a lo cual le respondo con un simple. Ja! parece que has estado tiempo meditando las palabras eh, seguro que quieres competir contra mi a la prueba de esconderse? Te recuerdo que llevo toda la vida haciéndolo. Vamos a ver la vena competitiva que tiene. Digo, mientras le guiño un ojo y empiezo a caminar hacia la prueba del escondite, invitando a todos a acompañarme al lugar.

El campeonato de levantamiento de pesos está a punto de terminar, ya todo el mundo da por vencedor a Nox, entonces se abre un pasillo y aparece un humano muy musculoso y grandote, la multitud empieza a murmurar Mirad es Vachedi, el carcelero, el campeón del año pasado Tiene un semblante serio cuando se acerca a los pesos y levanta la misma cantidad que Nox, luego sonrie y dice Esto es poco para mi tras ello coge más peso y consigue levantar 600 libras o 272.2 kg. Todo el mundo estalla en aplausos dando por vencedor a este último.

Tras esto os dirigís al torneo del escondite, las reglas son sencillas: no podéis salir de la plaza del mercado. Han colocado distintos obstáculos para que sea más fácil esconderse. El organizador se pone a contar hasta 20 y luego sale a buscar a los concursantes, al último que encuentre (o no) es el que gana.

Parece ser que hay un montón de objetos desperdigados por el lugar, y parece bastante espacioso, por lo cual, me decido por esconderme debajo de un carro, sin embargo, le coloco una manta y me ato con cuerdas al carro, para no tocar con el suelo, sino tener la espalda contra la base del carro, y taparme con la manta el pecho para ser difícil de ver.

Me despisto bastante viendo como se esconden los demás, y me coloco bajo un monticulo de maderas, estas se me caen encima haciendo un reuido tremendo y me quedo tendida en el suelo al sol, y por supuesto a la vista de cualquiera...

Ya estaba saboreando la victoria cuando aquél enorme hombre, por llamarlo de alguna manera, apareció. En el mismo momento en que se acercó supo que él iba a vencer, no necesitaba escuchar los rumores que iban surgiendo entre el público ni los codazos de complicidad entre algunos de los espectadores. Aquél humano debía de tener sangre de gigante como mínimo, pues era aún más grande y musculoso que Kalimash, y eso era decir mucho. 

Levantó el peso que ellos tres habían utilizado sin problema, y después decidió añadir un poco más para dejar claro quien era el ganador del torneo. Competir contra aquello habría sido imposible, así que simplemente resopló, recuperó la sonrisa, y se despidió de la gente para irse detrás de Samay y Caedum, que parecían haber encontrado otra prueba más a su gusto. Mientras se acercaba al terreno del escondite se fue colocando la camisa de nuevo y colocándose sus cosas.

Los primeros en lanzarse a esconderse parecían saber lo que hacían, debían de haber participado otros años y sobre todo uno de ellos tardó apenas unos segundos en desaparecer. Su compañero y otro encontraron sitios bastante buenos, pero los demás serían fácilmente descubiertos. Lo peor fue Samay, estar entre tanta gente y ser el centro de las miradas debía haberla puesto nerviosa, porque pese a que miraba con ojo crítico los posibles escondites y parecía saber moverse, cometió un error fatal y una pila de troncos cayó sobre ella, dejándola al descubierto y posiblemente magullada. 

Sin esperar a que acabara y antes siquiera de que el organizador terminara de contar saltó al lugar de prueba y se acercó a la chica, agachándose a su lado mientras le tendía una mano y la miraba con preocupación. 

- ¿Estás bien? Debería haberte dicho que no deberías mirar mal a la madera, mira luego lo que pasa - Sonrió esperando que estuviera bien, y quitando importancia a la situación. 

Tras ser derrotados por el carcelero, nos dirigimos a la competencia de escondidas, al principio todo era algarabía y diversión al menos hasta que el escondite de Samay colapso sobre ella.

¡Samay! ¡Rápido Kalimash vamos a echarles una mano! - urjo al bardo mientras salto la barda y me lanzo a la plaza a ayudar Nox a sacar a Samay de debajo de la madera.

En verdad la miraste con mala cara amiga. - digo siguiéndole la broma a Nox. - Espero que no te moleste que te saquemos de allí, pero no te ves nada cómoda. 

Nox, Kalimash, a la cuenta de tres Kalimash y yo levantamos mientras tu tiras de nuestra amiga. ¿Listos? ¡Va!

¡UNO, DOS Y TRES! - digo mientras empiezo a levantar la malintencionada madera.

Es incapaz de ocultar su asombro cuando esos alfeñiques levantan tanto como él -seguro que usan magia, no me cabe otra explicación. Aún los elfos escupen magia por cada poro de sus cuerpos, pero ese Nox... ¡MAGIA! Bah... le quita el gusto a las cosas.

Visto lo visto decide no presentarse al concurso del escondite, una humillación es suficiente para un día. Aunque si se acerca a ayudar, más porque le han mencionado directamente que por temor a que sea algo grave.

Al ver como se acercan mis compañeros a mi, intento no desmoronarme -que vergüenza- pero veo que realmente algunos están preocupados. 

Al primero que veo es a Nox, que sin pensarselo se ha colado en medio de la prueba a rescatarme, y tras el veo a Eladamri, el semiorco llega con menos entusiasmo que los demás. 

Logro salir de debajo del montón de madera, sonrojada, y dolorida, me duele todo el cuerpo, pero hago por dedicarles mi mejor sonrisa y disimular. 

Gracias chicos... menos mal que os tengo... -les digo con cariño -esto formaba parte del escondite, nadie se podría imaginar que una chica estaría escondida debajo de toda esa madera, y como necesitaría ayuda para salir, no me habrían encontrado- digo bromeando y me río, cuando me río me llevo la mano al costado, dolorida, seguramente tenga un golpe, pero es lo mínimo. 

Entonces recuerdo a Caedum y lo busco con la mirada, a ver si el gana la prueba al menos... 

Cuando el organizador se da la vuelta, para buscar, al primero que ve es a uno que se ha quedado mirando como Samay caía. Tras ello encuentra a Samay, luego ve a otros dos concursantes, al penúltimo que ve es a Caedum (por lo que queda segundo) y por último encuentra al último participante un niño que resulta ser el ganador.

Con esto llegamos al mediodía, en este momento el padre Zantus y sus acólitos empujan un gran carro cubierto hasta el centro de la plaza. Luego dice Cuando la diosa Desna cayó a la tierra por primera vez, fue descubierta por un niño ciego, que la cuidó hasta que se recuperó y, como agradecimiento, la diosa le transformó en una mariposa inmortal. Tras el relato retiran la tapa del carro, liberando a miles de mariposas de cola azul, que revolotean por el aire en una explosión de color recibida con una gran ovación por parte de los asistentes. Y los niños se ponen a perseguirlas.

Es la hora de comer, las tabernas y posadas ofrecen gratis sus platos estrella. Pronto se hace evidente que la favorita del día es Ameiko Kaijitsu de El Dragón Oxidado, cuyo espectacular salmón al curry e hidromiel de cosecha invernal temprana eclipsan fácilmente a las demás ofertas, como la sopa de pescado con langosta el El Pez Bruja, o la carne de venado con pimienta en grano de El Ciervo Blanco.

La oferta de comida gratis hace maravillas en su humor, no tarda demasiado en volver a reír con estruendo y narrar historias cortas alegremente.

"Hileras de picas, así recibieron los disciplinados elfos a las hordas de orcos demoníacos que descendían de las montañas. Uno contra cienes, mas el valor y la disciplina multiplicaban su número por mil. No estaban solos pues los enanos habían forjado una tregua. Sus hachas segaban vidas como quien talaba un bosque, un cántico en sus barbudos rostros, de guerra e hidromiel, de jóvenes enanos y el amor por las forjas.

Mucha sangre se vertió en ambos bandos, ninguno dispuesto a ceder, los inmundos goblinoides se escurrían entre las filas para cortar tendones, corvas, cuelllos. La Alta Magia élfica se enfrentaba a los infames poderes de los chamanes entre el crepitar de rayos y bolas de fuego. Los poderosos demonios invocados se enfrentaban a los devas.

Era una guerra sin cuartel, nadie cedía terreno. Tantas vidas se perdieron que se conoció como la Guerra de los Mil Lloros, pues ninguna dejó tantas viudas e hijos solitarios y ninguna los volverá a dejar.

Y a pesar del coraje, la magia, la tozudez, la disciplina, poco a poco se perdía terreno pues para los orcos no importaban las bajas. Por cada uno que caía bajo flecha, espada o hacha dos tomaban su lugar. Todo empezaba a darse por perdido, aquellos que apreciaban más sus vidas que el honor empezaron a desertar.

¡Pero la hora más oscura siempre es antes del amanecer! Unos cuernos resonaron con estruendo, los humanos, la raza inferior que habían despreciado, aquella a la que llamaban monos velludos, o inconstantes de vida corta, había acudido. Habían acudido no con magia, no con disciplina inquebrantable, tampoco con las encantadas armas de mithril y adamantio, sólo con su arrojo y decisión, su voluntad de vivir y no caer bajo el yugo de los bestiales orcos.

Su carga a caballo y a pie fue una riada, una punta de lanza que partió en dos las fuerzas orcos a pura fuerza de ímpetu. Innumerables fueron las bajas humanas, en cada paso que avanzaban La Muerte se cobraba su peaje en sangre. Y aún así lo lograron, desorientaron a sus tropas, las dividieron y, finalmente la iniciativa cambió de bando...

Acompaña sus relatos de generosos tragos de cerveza, hidromiel o lo que le pongan entre manos.

Parecía que no se les estaba dando demasiado bien las competiciones, si entendíamos el que quedar segundo no era ganar y por tanto no era nada, pero rápidamente el humor de todos cambió cuando los espectáculos pararon para dejar paso al acto principal. Cuando aquél carruaje liberó las cientos de mariposas se quedó ensimismado observando la belleza de aquello. Jamás había visto algo tan bello y colorido, y durante un instante se quedó maravillado por la visión que el bardo había relatado pero que no llegaba a hacer justicia a lo que ahora veía. 

Luego las tabernas abrieron sus puertas y sacaron comida y bebida a la calle para todos, Kalimash empezó a reír y a contar historias mientras les empujaba a degustar todo, y la magia se rompió. Aún así ya era medio día, no había desayunado y el esfuerzo de levantar las pesas y pasear por allí le habían abierto el apetito. Su estómago rugió así que no pudo menos que unirse a la emoción del semiorco y lanzarse también a comer y beber todo lo que se ponía a tiro. Rápidamente los comentarios de la gente iban llevándoles al Dragón Oxidado, donde tuvo que apreciar la perfección de aquella hidromiel y el delicioso salmón y, una vez logró probarlo, decidió no tomar nada más para deleitarse durante un rato con aquellas viandas.

Además no quería emborracharse - y ya notaba más calor del habitual - ni llenarse demasiado, pues aún había torneos y pruebas en las que participar y quería estar ligero y preparado para intentar ganar.  

Al parecer, había quedado segundo en la prueba del escondite, y eso me había dejado un amargo sabor de boca, sin embargo, cuando soltaron las mariposas, me quedé ensimismado con la belleza de ese acto, y tras eso, celebré con júbilo tanto la comida y bebida como los cantos de Kalimash, hasta que propuse un brindis.

Por Kalimash, que sus cánticos consiguen apaciguar el sabor de la derrota de esta mañana, y por todos y cada uno de vosotros, que espero que por la tarde tengamos un día propicio!

Me quedé asombrada viendo las mariposas, que bonita imagen. Me cojo los brazos, como abrazándome a mi misma pensativa, observando en silencio las mariposas volando. 

El barullo y el olor a comida buena me saca de mis pensamientos, haciendo que sacuda un poco la cabeza -au- murmuro, aún me duele un poco el costado, así que creo que es buen momento para comer y descansar un poco. 

Disfruto degustando un poco de todo lo que vea que se me ofrezca y me apetezca, pero no de todo lo que sirven, puesto que prefiero disfrutar mas de lo que mas me gusta. Acompaño a mis compañeros mientras ellos prueban todo y yo selecciono lo que como. 

Me mantengo bastante pensativa, no presto demasiada atención a lo que dicen las personas presentes, ando mas pendiente de sus acciones, observando el comportamiento de la gente del lugar. 

Perder la competencia de fuerza no me importuno en lo absoluto, la verdad era sólo un relajo para mi. Sin embargo, ver a Samay bajo los retos de su escondite, eso si que me altero.

Felizmente no paso a mayores.

Luego llegó la hora del almuerzo y como iba a decirle que no a tanta comida gratis, así que aproveche a comer de todo un poco. 

Sin duda alguna, la mejor comida fue la del "Dragón Oxidado", aunque la del  "Ciervo Blanco" tampoco estaba mal.

El festival era en verdad pintoresco. 

Bueno amigos, ya jugamos un rato e incluso saciamos el hambre sin gastar ni una moneda. Ahora la pregunta que me queda es: ¿Dónde podemos conseguir algun trabajillo? - inquiero con calma.

¿En zerio?- exclama Kalimash dirigido a Eladamri -tranquilo que tendremoz trabajo, pero hay que zaber relajarze. Ademáz algo que implique ezfuerzo en una fiezta zon problemaz gordoz. No pidaz maz de lo que puedaz matar y mazticar.

Pasáis la tarde entre juegos y diversión cuando un chasquido brusco, como el retumbar de un trueno lejano, atraviesa la animada multitud mientras los últimos rayos de sol pintan el cielo occidental. Un perro callejero que se había aposentado bajo un carro cercano para dormir se despierta súbitamente, y el zumbido de dos docenas de conversaciones queda silenciado a medida que todos los presentes vuelven la cabeza hacia la tarima central donde, radiante el padre Zantus ha subido al estrado. Se aclara la voz, coge aliento para hablar y, de pronto, el chillido de una mujer corta el aire. Unos pocos segundos después, se alza otro grito, y otro. A lo lejos, un súbito coro de nuevas y extrañas voces se alza; chillidos agudos y risueños que no parecen del todo humanos. La multitud se retira, agitada, y una forma bajita pasa corriendo, riendo con un deleite inquietante mientras el perro callejero suelta un gañido de dolor y luego se derrumba con un gorgoteo, con la garganta abierta de oreja a oreja. A medida que la sangre crea un charco alrededor de su cabeza, empieza a oírse el estridente sonido de una extraña canción, cantada por voces chillonas y rechinantes.

GOBLIN MASCAN, GOBLIN MUERDEN,

GOBLIN CORTAN, GOBLIN PRENDEN,

MATA AL CABALLO Y AL PERRO,

POR LA FUERZA! POR EL HIERRO!

GOBLIN CORREN, GOBLIN SALTAN,

GOBLIN HIEREN, GOBLIN SAJAN,

QUEMA UN OJO Y DEJA TUERTO,

GOBLIN VIENEN! TU ESTAS MUERTO!

CAZA AL BEBE Y AL CACHORRO,

DE UN PORRAZO EN TODO EL MORRO.

GRASA Y CARNE, BIEN COCIDA,

NOSOTROS GOBLIN! TU, COMIDA!

Os dáis cuenta que la gente está huyendo y que justo al lado vuestra está el que ha matado al perro junto con otros dos más que se echan encima vuestra.