Partida Rol por web

¡Ah, está claro que la ropa femenina no se diseñó para este tipo de tareas! -resuella Anna agotada por la persecución.

Me alegra ver que por fin hemos vuelto a la cuestión que les planteaba antes de nuestro “paseito” por la ciudad -dice con cierto rintintín la joven, mientras trata de dominar su acelerada respiración-. Venga. Volvamos a la catedral antes de que se haga más tarde.

El acceso a la catedral no tiene complicación alguna, al menos a estas horas de la tarde, puesto que además del horario de culto se mantienen las puertas abiertas para que los fieles puedan acudir a rezar u otras actividades de la fe. El edificio es imponente, como casi todo en esta monumental ciudad, con dos altísimas torres al final de la nave, la sacristía y las estancias de los sacerdotes y fila tras fila de bancas. Aparte de eso, nada os resulta fuera de lo normal, en un primer vistazo.

Helena, tras mucho tiempo sin pronunciar palabra alguna para no agotarse demasiado rápido, es la primera en entrar en la catedral y mirar detalladamente a su alrededor para ver si había alguien o algo que los ayudara en su misión.

- No parece que haya nada que nos sirva de gran ayuda, ¿qué hacemos ahora?

Mientras Anna y Ernest examinan cual turistas la planta inferior de la catedral, Helena y Pedro echan un vistazo más detallado intentando descubrir cualquier cosa que les llame la atención. La sacristía y las viviendas de los sacerdotes quedan fuera de su alcance al menos a estas horas diurnas, porque siempre hay alguien entrando o saliendo ya sean los propios eclesiásticos o feligreses con sus cuitas.

Hay también un acceso a la cripta de la catedral, donde probablemente estén enterrados algunos (o muchos) sacerdotes, pero como quiera que parece bastante en desuso (sobre todo por el polvo acumulado) de momento lo ignoráis.

Así pues, lo que os queda por examinar está en los pisos superiores. Realmente hay una planta intermedia de balconadas donde se sitúa el coro y el organista, nada excesivamente amplio y rápidamente revisable. Fuera de eso, las dos altas torres que flanquean los pies de la catedral. Tras varios agotadores minutos subiendo (sobre todo para Helena, que retrasa mucho a Pedro), ellos dos llegan a lo alto donde les recibe una majestuosa vista de la ciudad. La cima de la torre está flanqueada por barandillas de piedra, y del techo cuelga fila tras fila de enormes campanas que tapan prácticamente la visión de un extremo al otro de la habitación. Y aparte hay algo fuera de lugar que os llama la atención, un lecho improvisado fabricado con unas mantas y una almohada, que parecen llevar poco tiempo aquí...

La joven inglesa camina con pasimonia por el recinto inferior. La majestuosidad del templo parece haberla dejado extasiada...

Quizá los ángeles también sean imaginarios -murmura sin venir a cuento, tras contemplar una escena del Arcangel Miguel-. ¡Oh! No debería hablar así -se repernde arrepentida-. Olvide lo que he dicho, doctor.

Ana continúa entonces con la inspección en absoluto silencio.

Observo con detenimiento incluso deleitándome el interior de la catedral. El hecho de ser un simple Sereno no me hace insensible ante esa belleza por mucho que no admita la política de la iglesia.

En vista de no poder acceder a mas sitio que la planta de arriba sin mas dilación que la oportuna subimos a ella y digo subimos por que la amable Helena se presta a compañarme.

Una vez estamos arriba me sorprendo con las sobrecogedoras vista que desde alli disfrutamos.
Entonces veo el lecho improvisado y sin apenas llegar a asimilarlo hablo:

-Pero esto...esto quiere decir que aquí es donde ser oculta...o se ocultaba...diablos quizás nos precepitamos antes...

Sin aguardar un segundo bajo a la planta de abajo esperando a Helena que denoto en ella cansancion y les explico a los demás lo descubierto y hago inca pie en mi teoría.

-No se preocupe señorita, después de tanto no sabría que decir a ese respecto. Bien creo que debe haber alguna explicación a ese respecto. Pero me suena que no seremos nosotros quienes lo averigüemos.

Camina mirando las paredes y los rodapiés, después de la estatua y su acceso, supone que habrá otro en la iglesia

En la planta inferior los atentos ojos de Anna y Ernest no parecen descubrir nada fuera de lugar. Eso sí, parece bastante claro que colarse en determinados lugares sería difícil por no decir imposible.

Además de las puertas de acceso a la catedral desde la calle (una imponente, para el culto en general, y otra secundaria, menos grande), no hay más accesos al interior, excepto claro, rompiendo ventanales y trepando por la fachada. Dentro, una puerta usualmente abierta conduce al sancta sanctórum de la catedral, la sacristía, pero parece que siempre hay algún sacerdote dentro, o suficientemente cerca. Una escalera de piedra conduce a la cripta, pero una reja de hierro cerrada con un candado (y toneladas de polvo y telarañas) bloquean vuestro paso.

Finalmente, dos puertas conducen a las estancias de los eclesiásticos, donde de vez en cuando hay movimiento de estos mientras atienden a los fieles o se dedican a labores mundanas; en conjunto sería complicado echar un vistazo a cualquiera de dichos lugares sin llamar la atención.

Aparte de eso, hay una escalera de caracol que conduce al piso superior donde están los asientos del coro y el órgano, pero es todo una balconada diáfana que no parece poder ocultar nada. Y las dos puertas que conducen a las torres, por donde desaparecieron hace unos minutos Helena y Pedro.

Tras el exaustivo reconocimiento de la catedral, Anna decide que lo mejor que Ernest y ella pueden hacer es aguardar el regreso de Pedro y Helena.

Esperemos que nuestros compañeros hayan tenido mejor suerte -le susurra al doctor, cansada-. Si no es así, habremos topado con un callejón sin salida.

Estoy casi segura de que Udo no ha podido ser el causante de los espantosos crímenes con los que nos hemos topado mientras lo perseguíamos -murmura tras un breve silencio-. ¿Qué ser será el responsable de tamañas atrocidades?

Mira distraído a los feligreses; y su rutina. ¿Cuanto tiempo llevaran aquí? Estoy seguro que podemos hablar con el encargado y sacar algo en claro. De repente la pregunta me saca de mi pensamiento.

-Ho criatura no se no sabría decir o espere.

Agacha la cabeza cierra los ojos y se concentra. Como si estuviera orando.

-Haa, no no se me ocurre; lo más sencillo es esperar y ¿he porque no preguntamos a los frailes un poco de historia de la catedral?

Mira ilusionado ante la nueva idea a Anna

Anna asiente algo tímida. Su fe es fuerte, pero siempre se ha sentido un poco fuera de lugar en las iglesias, y otros lugares de culto.

Los remordimientos por sus pecados la cohiben, pero haciendo acopio de todo su valor decide dirigirse al primer párroco que ve.

Disculpe, hermano -murmura un poco insegura del protocolo-, mi... cuñado y yo estamos de peregrinaje y nos gustaría oir alguna anécdota poco conocida sobre este hermoso lugar.

Con el corrazón en un puño, Anna espera que la animosidad de sus palabras surja efecto en el clérigo.

El párroco sonríe afablemente ante la pregunta de la joven: "Bueno, les puedo dedicar unos minutos, a decir verdad. No sé si se habrán fijado pero a la entrada del templo está la Teufelstritt, la llamada pisada del diablo. Es una huella que parece ser una pisada. Según la leyenda el diablo la dejó cuando curioseaba mofándose de la iglesia sin ventanas que Halsbach había construido. Según otra versión de la misma leyenda el diablo hizo un trato con el constructor para que no hubiera ventanas en la iglesia. Pero el demonio fue engañado por el inteligente constructor, que dispuso las columnas de manera que no se viera ninguna ventana desde cierto lugar a la entrada del templo. Cuando el demonio descubrió que había sido engañado la iglesia ya había sido consagrada. Pero dejó la pisada a la entrada donde estuvo".

Acto seguido ríe con picardía, como si la anécdota le hiciese mucha gracia, y asintiendo con la cabeza vuelve a sus quehaceres.