Partida Rol por web

Reinhardt probó suerte una vez más, pero la pared del risco se deshizo tan pronto el mecanismo se clavó en ella, impidiendo su ascenso nuevamente. El Tempestor lanzó un grito de frustración, mientras se preparaba para intentarlo una tercera vez. 

Arrin accionó el mecanismo para terminar de subir, y nada más llegar, localizó al enemigo, tratando de llegar a ellos antes de que se recuperaran del efecto de las granadas. 

Viendo que era imposible, se cubrió con lo más cercano y transmitió a su hermano - Orrin, tira otra granada de luz y les encimamos Hans y yo- 

Orrin fue el único que terminó de subir, lo que habría valido una carcajada y pulla a los suyos de no ver lo que estaba viendo.

-Ponme correa y llámame grox si eso no son putos Vengadores-informó por el comunicador. Aquello eran malas noticias, malísimas de hecho. Y lo de estar expuesto allí, en el borde del risco, ante esas posiciones defensivas que tenían, le hizo sentir como perforado por decenas de shurikens cristalinos. Solo de forma metafórica, eso sí, al menos de momento.

-Negativo, corro a cobertura. Tan pronto subáis, haced lo mismo si sabéis lo que os conviene. ¡Venga señoritas, que no tenemos todo el puto día!-informó Orrin, mientras echaba a correr hacia su diestra sacando el montante. Quizás podría flanquear por allí y dar una oportunidad a los suyos.

El Emperador debió de estar de nuevo con Orrin, puesto que tan solo la mitad de los xenos dispararon sobre él, y sus discos fallaron, sus trayectorias pasando por mucho al operador. Uno podría argumentar sobre los efectos de las granadas fotónicas, sobre el reflejo de la luz del sol, o cualquier factor que se pudiera tener el cuenta, pero el caso es que ni un solo disco pasó cerca de él. De todas formas, tampoco le convenía confiarse, como le demostró un disparo mejor colocado de procedencia desconocida.

La cabeza de Arrin fue la primera que asomó tras la de su hermano, rápidamente poniéndose en pie y lanzándose hacia adelante, buscando protegerse de los disparos. El resto de los Doblesueldos no tardaron en aparecer también, la mitad echando a correr mientras la otra mitad los cubría con sus disparos. Kord logró dar a un enemigo en un hombro, mientras que uno de los Vengadores fue directamente abatido por una ráfaga de láser sobrecargado que destrozó el zarzal tras el que se cubría, así como su armadura y cuerpo.

El combate empezaba, todavía faltando por unirse a él Cauldwelle, que proseguía su lento ascenso en línea recta hacia arriba, y el Tempestor, que no lograba un buen agarre para su gancho, la frustración creciendo al ver que sus hombres se enfrentaban al peligro y él no podía acompañarlos aún por aquél detalle tan irrisorio en el gran esquema de las cosas.

Todos los disparos fallaron... Menos el que no vio venir, que le hizo un feo corte en el brazo izquierdo.

-¡AGH, mamón! ¡Voy a mearme en tu calavera!-proclamó el mayor de los Falkenhorst, furioso, mientras corría hacia los riscos. Siguió la carrera hasta un recodo, tratando de ver desde donde debía haberle llegado aquel disparo... Pero no tenía la más remota idea.

Reinhardt volvió a probar suerte y, esta vez sí, consiguió que el gancho le hincara el diente al risco. Ascendió con ansia para encontrarse, por fin, al enemigo cara a cara.

—¡Seguid disparando! ¡Venganza por Schulz!

Arrin no dudó a pesar de lo que le había escuchado a su hermano. Fueran Vengadores o no, ellos eran Tempestus, y un puto Xeno hereje protector de magia maligna no iba a detener su furia justiciera. 

- ¡San Drusus y cierra Alabastria! ¡Al ataque! - uniendo acción al  grito de batalla, corrió como nunca para llegar al cuerpo a cuerpo por uno de los flancos.

El tiroteo continuó, el Emperador sonriendo a los suyos puesto que los eldar no llegaron a sacarle verdadero partido a sus posiciones, el fuego de los Doblesueldos forzándolos a ocultarse y a disparar de forma esporádica, si bien tampoco los Vástagos pudieron cobrarse ninguna baja. 

Por fortuna para los de la 11ª, el disparo del tirador enemigo se perdió en la refriega sin dar a nadie, mientras que por fin el Tempestor logró ascender impulsado por la búsqueda del combate junto a los suyos, al tiempo que Cauldwelle aterrizaba también sobre el risco tras finalizar su ascenso particular, posándose graciosamente sobre el suelo. No le faltarían objetivos al tirador en los próximos momentos.

Por su parte, los gemelos Falkenhorst se situaron en posición, listos para flanquear al enemigo espadas en mano, en una maniobra que podría cambiar las riendas del combate... Si los xenos no tenían alguna otra sorpresa guardada.

Era la hora de echarle un par. Las condiciones no eran las ideales, de hecho, para cerrar la distancia hasta el primer objetivo iba a tener que esprintar, poniéndose al descubierto sin atacar... Pero tenían que empezar a segar las vidas de aquellos cabrones. Tras encomendarse brevemente y en silencio al Emperador, corrió como alma que perseguían los demonios cuesta arriba, con el mandoble firmemente empuñado y la vista en uno de aquellos eldar.

Reinhardt terminó de ascender el risco gruñendo de rabia y frustración, casi que alegrándose de ver a sus enemigos cara a cara, por fin. Enseguida empezó la arenga:

—¡Muerte al xeno! ¡Sin piedad! ¡Por Schulz, por Klaus y por San Drusus! —sin dejar de gritar, disparó una ráfaga contra los alienígenas que se guarnecían tras los restos de un árbol tumbado— ¡Matadlos a todos! ¡A TODOS!

Arrin casi fue un calco de su hermano, espadón en mano y corriendo salvando la distancia con el enemigo. Era hora de ajustar cuentas con estos xenos protectores del Caos. Pero él se separó corriendo por otro lado, buscando impedir que les siguieran disparando a distancia mientras estaban cuerpo a cuerpo despachando enemigos.

- ¡Por San Drusus! - gritó el doblesueldo, acompañando los gritos de ánimo de su Tempestor.

Se encaró con dos eldars y los retó - Vamos Xenos, ENFRENTAROS a mi acero - 

El combate dio un giro cuando los eldar lograron reponerse y demostrar su verdadera letalidad. Discos de plasticristal atravesaron las armaduras de caparazón como si fueran de papel, causando profundas y dolorosas heridas en varios de los miembros de la escuadra Elphame. Uno de los Vengadores echó mano a algo en su cinto, y lo arrojó cerca de la pareja de Doblesueldos que se cubrían tras el risco. La potente detonación emitió una llama azulada y arrancó gritos de dolor a ambos Vástagos a medida que el plasma liberado por la granada xeno atravesaba limpiamente sus armaduras y quemaba sus cuerpos, aunque sorprendentemente, ambos se mantuvieron en pie.

El disparo del tirador enemigo se perdió de nuevo en el fragor del tiroteo, pero el brujo enemigo se hizo notar de nuevo cuando dos potentes rayos azules impactaron de lleno en un Doblesueldo, la primera baja tras Schulz, convirtiéndolo en un despojo ardiente y humeante en el suelo.

Pero los de la Schola estaban demostrando ser capaces de asumir el castigo, y de momento tan solo mediante despreciable brujería había caido uno de ellos. El ánimo de venganza los llenó de arrojo — ¡Muerte al xenoo! ¡Matadlos a todos! — coreando los gritos de Reinhardt, los Tempestus devolvieron el fuego, el láser sobrecargado arrasando con cobertura, armadura y carne con insultante facilidad, hiriendo de gravedad a un enemigo y acabando con otro. El propio Tempestor abatió a uno de los xenos después de que Kord lo distrajera con sus disparos, quedando tan solo tres de ellos en pie... al menos, a la vista.

Pasando desapercibida por el momento en la refriega, Cauldwelle corrió en busca de cobertura, a la espera de conseguir la tranquilidad y el tiempo de concentración necesario para valerse de sus poderes y enfrentarse al psíquico enemigo.

Por el rabillo del ojo Reinhardt vio a los de la Elphame perecer tras y sus muertes, como siempre, le llenaron de rabia.

—¡CARGAD! ¡TOMAD SUS POSICIONES! —gritaba sin moverse, esforzándose desde donde estaba por coordinar el avance a la vez que prestaba algo de fuego de apoyo con su pistola— ¡MUERTE AL XENO! ¡MUERTE AL BRUJO!*

El hermano menor de la familia Falkenhorst cargó contra el Eldar que estaba tras el árbol, al grito sempiterno de - ¡Por San Drusus! ¡Por Alabastria! ¡Muerte al Xeno! - redoblada su ira por las bajas que estaban sufriendo, pero consciente de que no debía dejarse llevar por la misma o podría acabar como los berserkers, que atacaban a aliados y enemigos por igual. Siempre se encomendaba a San Drusus para que la ayudara a mantener bajo control ese aspecto de su personalidad, aunque en ocasiones puntuales fuera muy útil, como había demostrado con anterioridad. 

Hans, a su lado, era la viva imagen de la furia Doblesueldo, atacando sin piedad al Xeno para no darle margen de maniobra. 

Las espadas de los Doblesueldos impactaban contra la armadura del Eldar, haciéndole sangrar por diversos sitios, aunque hasta que no estuviera en el suelo, muerto, no se sentirían satisfechos. - ¡¿Cómo os atrevéis a aliaros al Caos, engendros?! ¡Gracias a vosotros han invocado una tormenta y nos han atacado con ventaja!¡Moriréis como la escoria que sois, Eldars! - 

Orrin alzó el espadón para soltar un tajo contra el xeno, pero curiosamente acusó el tiempo que llevaba sin usarlo de verdad en un corte que se pasó de fuerza, quedando muy lejos de la trayectoria que debería haber trazado.

-¡Maldita sea, que el Emperador te confunda, escoria xeno!

Ya fuera por su mayor número o habilidad, o porque contaran con el favor del Emperador sobre meros xenos, los Doblesueldos empezaron a imponerse a los eldar. Uno de los Vengadores disparó sobre Arrin poco antes de que este saltara sobre el árbol derribado y lo ensartara en su mandoble de un solo golpe, mientras que otro fue acribillado a disparos por los de la Elphame cuando salió de su cobertura para disparar. Más suerte tuvo el último que quedaba, puesto que el ataque de Orrin falló, mientras que el xeno desenvainó una elegante espada de una mano con la que apuñaló al operador, apenas rascando la pintura de su armadura.

Aunque estaban tomando la posición, los constantes disparos y relámpagos desde más allá, si bien fallidos por el momento, eran un recordatorio constante de que aquél puñado de Vengadores no eran los únicos enemigos a los que se enfrentaban. Conforme avanzaran, los xenos se defenderían con más fiereza, y sabiendo que necesitarían a cuantos más mejor, Cauldwelle se valió de sus poderes para sanar al par de Doblesueldos heridos por la granada de plasma, devolviéndolos a condiciones aceptables.

Viendo cómo habían triturado aquella primera línea defensiva, Reinhardt decidió que tenían que aprovechar el momento y seguir avanzando. Orrin se batía en duelo con el xeno que quedaba, pero podían dar por tomada aquel nivel de la colina.

—¡¿A QUÉ COJONES ESPERÁIS?! —gritó a los hombres a su izquierda— ¡QUEDA MUCHA COLINA POR TOMAR! ¡SEGUID AVANZANDO!

Hurtando el cuerpo ante los ataques del enemigo, la pareja de Doblesueldos no le dieron ni una oportunidad al Xeno, que empezó a recibir mandoblazos a diestro y siniestro por todo su cuerpo. La continua práctica y la férrea disciplina que se autoimponía Arrin con el arte de la espada era recompensada en estos momentos, los más duros en una batalla, cuando mirabas a los ojos a tu enemigo y sólo tu destreza, tu voluntad y la bendición de San Drusus estaban contigo. 

Y ahí era donde Arrin y Hans brillaban. 

No podía verla, pero la sonrisa aprobadora de Hans, firme defensor de la tradición esgrimista del regimiento, estaba casi en su máximo esplendor. Sin embargo, ambos fruncieron el ceño al ver los torpes embites del gemelo mayor de los Falkenhorst. - ¡Hermano, vas a tener que venir a practicar con nosotros, estás oxidado! - le espetó. No había broma ni chanza en dicha frase. Era un hecho. Y una vergüenza desde el punto de vista del gemelo pequeño.  

Escuchando a su tempestor, parecía que se estaban tocando los huevos. - ¡Ya voy! ¡No paran de ponerse delante de mi espada, Tempestor, y tengo que enseñarles a respetar a San Drusus y a los Doblesueldos! - contestó, en una extraña demostración de humor negro, pero humor al fin y al cabo, del siempre serio y combativo Arrin. - Pero no puedo matarlos si no los veo...¿dónde se esconden estos traicioneros xenos? ¡Salid que pueda meteros la espada por donde amargan los gurkes*! - 

Aquel xeno se había escapado del primer mandoblazo, pero el mayor de los Falkenhorst estaba decidido a que no repitiera aquella hazaña. Sin embargo, las palabras de su hermano menor le desconcentraron, quedándose cerca pero no lo bastante.

-¡Que te den Arrin, si quieres sermonear escala más rápido!-replicó, con un gruñido furioso y frustrado. No había sido el primero en hacer pie en la cima para que ahora le afearan nada.

Con la mayoría de enemigos muertos, los Doblesueldos avanzaron, exhortados por Reinhardt, moviéndose de cobertura en cobertura, sabiendo que el tirador todavía los tenía en su mira. En aquella ocasión fue Kord el blanco de su ira, recibiendo un disparo en la pierna que atravesó limpiamente su armadura de caparazón, forzándolo también a ocultarse y a dejar de buscar a su contrincante.

Al ver que el Tempestor se movía, Cauldwelle lo siguió, la preocupación por mantener la cabeza gacha impidiendo que se concentrada en sus poderes. Entretanto, el duelo entre el Vengador y Orrin continuaba, el operador sin ser capaz de atinar un golpe, y los del xeno incapaces de atravesar la armadura e implantes del Falkenhorst, al menos con un ataque lo bastante definitivo.