Partida Rol por web

Marismas de Sangre

Un antiguo poder emana del cuerpo de Militsa. Las palabras de la druida resuenan en vuestras memorias, sin que podáis recordarlas. Son un canto ancestral, una danza antigua, enraizada en la naturaleza, en todos los seres, en la vida misma. Sus gestos, alrededor de las iridiscentes flores de la cueva, sus labios, insuflando vida a cada roca inerte de Nuanta, su pasos, inundando los surcos secos del suelo, guiando a las aguas cristalinas de los charcos en todas direcciones. Militsa, Sacerdotisa de Beory, invoca el poder de su anciana madre. Militsa, hija de Beory, invoca el poder verde que subyace, latente, en este paisaje. La vida casi extinta reflota, reviene a la superficie. Las raíces marchitas y calcinadas brotan de nuevo.

Del musgo y de las frágiles flores comienzan a crecer danzantes ramas y hojas, que cubren por completo las paredes, las rocas, el suelo gris, y miran al oscuro cielo. Del suelo brota agua, cristalina, pura, inundando primero las cuevas, regando luego las colinas, vertiéndose y mezclándose con aquélla mancillada de la marisma, empujándola, alejándola. Expulsándola. A vuestro alrededor se forma un jardín, un oasis, donde la luz de la Diosa Madre lo inunda todo. Donde los squálidos quedan absortos, maravillados ante el poder que deja ver la Druida del Triángulo de la Vida. La naturaleza crece a su alrededor, como una prolongación de ella misma, se extiende en todas direcciones, inundándolo todo con su luz. El agua os rodea, os humedece, os acoge. El aire se vuelve húmedo, cargado, y una tormenta estalla sobre vuestras cabezas, regándoos con su cálida y fina lluvia.

Los squálidos se congregan en torno a Militsa, Sangre de Beory, y comienzan a danzar en círculos a su alrededor, entonando antiguas canciones. Los dos extraños, los dos viajeros, se acercan hasta reunirse con vosotros. No hay violencia, sus rostros son conocidos. La vida os envuelve, os acoge, como parte de ella que sois. Los árboles ya son altos y fuertes, vigorosos. Por sus troncos corre la savia llena de poder, por sus ramas corre la Sangre de Beory.

La sombra se aleja, al menos de momento.

Eranor descubre que una de las personas que se acercan es Desmond. Se alegra de corazón de ver de nuevo al guerrero, siempre ha tenido remordimientos de como terminaron aquella misión en la que se conocieron, donde tuvo que dejarle atrás para tratar de asegurar que la gema del mago llegase a lugar seguro. Y al poco rato, es consciente de su gran ignorancia y de la necesidad de hablar menos y dejar a los demás que hagan lo que tiene que hacerse, el nunca se enterará de nada de lo relacionado con la magia, ni aunque viviese 1000 años. Lamenta sus dudas sobre lo que hacía la druida, y se avergüenza de sus palabras. Para despejar su embotada y avergonzada mente, se centra en participar en el ritual con el resto. Saludando a los recién llegados y pidiendo disculpas con la mirada tanto a Desmond como a Militsa. 

Soy una espectadora impresionada de mi propio poder, tenía la confianza pero no la certeza.

Mientras a mi alrededor se festeja el triunfo, me emociono al ver cómo el poder de la Diosa se ha expandido, cómo he podido materializar esperanzas a este lugar y a los pocos seres de luz que aún quedábamos en pie.

Sonrío orgullosa a mis compañeros, siendo partícipe de tantos sentimientos de júbilo que se respiran en el ambiente.

Por un momento me detengo expectante ante las figuras que continúan avanzando hasta nosotros, vuelvo a sonreír al reconocer a uno de ellos -Bienvenido Rupert, me alegra volver a ver una cara conocida, aunque he de confesar que estaba algo preocupada ante su ausencia en la votación del túmulo en Uldatar- acompaño de una leve reverencia y me dirijo a su acompañante – Bienvenido, soy Militsa, supongo que el trayecto hasta aquí ha debido ser arduo, será un honor tenerlos de invitados a nuestro festín- sonrío

Busco el momento en el que tratar de reunirme para conversar con mis compañeros y además con Rupert y su acompañante -Permitidme tener unas palabras con todos vosotros, esto que ha ocurrido, esta luz en medio de la oskuridad es un gran escudo que nos dará algo de tiempo, pero esto es sólo el principio. El príncipe del kaos aún no ha vuelto, sigue desterrado, son los rostros de plata los que tratan de reavivarlo con la sangre de todos los que han muerto. Me temo que esto ha avivado su ira y su venganza ha comenzado a fraguarse-

Animado por las palabras de Militsa, y el saludo que les ofrece a los recién llegados, Eranor se acerca hasta Desmond y le saluda.-Me alegro mucho de volver a verte Desmond, cuando nuestros caminos se separaron no sabía si nos volveríamos a ver. Gracias a ti, pudimos sacar la gema del mago y llevarla hasta el alcázar.-Luego se volvió hacia el que la druida había llamado Rupert y se presento:-Bienvenido Rupert, mi nombre es Eranor, me alegro de contar con tu compañía para la misión que nos ha sido encomendada.-Y luego volvió a tratar de estar un rato tranquilo, disfrutando de esta efímera paz, y felicidad del reencuentro, mientras seguro que ya se estaban fraguando nuevas amenazas que pronto tendrían que afrontar. Su número había aumentado, seguro que también lo habían hecho sus posibilidades de éxito, aunque no quería engañarse, estas seguro que no eran muy altas, y todo su mundo, sus hijos y su amada esposa, pendían de un fino hilo, que en cualquier momento podía romperse. Pero también había esperanza, y ganas de triunfar contra la Oskuridad y el kaos.

Parece que al final Militsa sí sabía lo que se hacía. Los habitantes de aquel lugar festejan aquel refugio a salvo de la oskuridad creado por la druida. Siento como si lo que me oprimía me abandonara... pero no por mucho tiempo. 

Las dos figuras que se divisaban en el horizonte se acercan. Conozco a Rupert. El otro viajero es conocido de Eranor por lo que en principio no parece una amenaza... aunque...

¿Cómo han llegado ellos aquí, sobreviviendo a la oskuridad? Algo no me inspira confianza, aunque prefiero reservármelo de momento y observarles atentamente a la espera de alguna señal que me dé la voz de alarma. No quiero crear suspicacias si me equivoco, pero andaré cauteloso con ellos.

- ¡Rupert! Me alegro de ver que está bien. Nos dejó muy preocupados en Uldatar.

Me dirijo a continuación a Desmond

- Un placer conocerle. Ojalá hubiera podido ser en condiciones más agradables.

Desmond se acercó silenciosamente al grupo, acompañando a Rupert. Para aquel que lo conocía, un primer vistazo del guerrero podría haber transmitido la sensación de que seguía siendo el mismo de siempre, y sin embargo bastaba con detener la mirada unos segundos sobre él para comprobar que algo había cambiado. Muchas de las cosas que habían definido a Demond ya no estaban, y en su lugar habían aparecido otras, casi opuestas. Ante todo, su rostro parecía cansado. Cansado como si sus hombros llevara un peso demasiado grande para un solo hombre.

—Eranor —saludó cuando el arquero se le acercó—. Yo tampoco pensaba que fueramos a vernos otra vez. Pero me alegro de que estés de una pieza.

Durante mucho tiempo se había planteado qué sentiría si su camino volvía a cruzarse con el de Eranor o Kintsu. Ahora que lo tenía en frente, descubrió que era una amalgama de sensaciones demasiado complicada. Aquel hombre le recordaba al pasado. Le recordaba a lo que había sido, a que la vida no había sido siempre tan grís y tan complicada. Pero también le recordaba al final que había tenido y al rencor que se había acumulado con el paso del tiempo.

Se giró entonces a Militsa y Alantar. Cabeceó en ambos casos, aunque no lo hizo vocalmente hasta la afirmación del segundo.

—Ojalá —respondió, con un asentimiento—. Mi nombre es Desmond. Tendréis que disculpar mis prisas, pero me temo que tengo que preguntarlo, ¿cúal es vuestro plan? Incluso si este lugar es seguro, sigue estando en mitad de un yermo muerto.

La recepción de Militsa y Alantar hizo que desviara la mirada. No como quien la tuerce de un modo asqueado, o enfadado, si no algo avergonzado. Ella acababa de hacer una magia que él no era capaz de hacer ya, y sonreía, y él se presentaba amable, pausado, quizás cauto, pero desde luego, no parecía que tuviera ninguna animadversión. Levanté la cabeza, y saludé con cierta alegría contenida: 

- Me alegro de veros. Hacía mucho tiempo, y veo que vosotros habéis salido bastante bien parados de este tiempo tras Uldatar... pese a los oscuros momentos que nos ha tocado vivir. - Se notaba cierta amargura en mi voz. En el fondo, todo lo de Uldatar aún le dolía, le molestaba, y ver que lo recibían mitigaba esa molestia... pero no la eliminaba. - Un placer, Eranor, soy Rupert, bardo errante... si es que quedara algo que cantar en este mundo. - La presentación a Eranor la acompañé de una mirada furtiva a Militsa y Alantar, para ver sus reacciones ante mi actual forma de vivir. 

Tras las presentaciones, Militsa habló claramente sobre lo que había hecho, ganando tiempo, antes del despertar del principe del Kaos. - Pero, ¿hay forma de combatirlo, o sólamente estamos aquí para huir? La magia y los Orbis han muerto, los poderes de lo que yo alguna vez pude tener se han practicamente agotado, realmente no se dónde estoy, y no se si hay alguna forma de parar esto o de si yo puedo ayudar realmente. - Dije, mirándola con una mirada de temor ante lo que se había vivido en esos últimos tiempos. 

En sus palabras Rupert dejo entrever cierta tristeza al hablar del túmulo y cuando comentó su situación actual pude intuir que no estaba muy cómodo con ella – Bueno Rupert, siempre alegra el alma un poco de música e incluso en estos difíciles momentos es cuando más se aprecia. Cada cual luchamos con las armas que tenemos o que nos quedan, pero luchamos- sentencié dejando clara mi postura, no era momento para reproches de algo pasado y no quería que se sintiera infravalorado.

Trato de contestar a las preguntas de Rupert -La magia no ha muerto, lo que tiene ante sus ojos es la más clara prueba- señalo hacia la cueva cubierta de su nuevo manto verde – Como ya le he dicho antes, todos pondremos nuestra aportación en esta batalla, cada cual acorde a sus habilidades. Ahora mismo, lo que debemos hacer es encontrar la fuente de la que emanan todas las energías y devolvérsela a su guardián, eso estabilizará el poder de la luz. Para ello debemos llegar hasta allí siguiendo unos ciertos colores de magia- miro atenta a todos.

Desmond

Rupert

El aspecto de los recién llegados no es el mejor, eso está claro. Ambos visten prácticamente con harapos. Rupert está muy lejos de aquél que conociste en Ûkdatär, el enviado de los enanos de Anelûk, cargado de gemas y artefaktos, acompañado de fuertes guerreros pertrechados con ricas armaduras doradas. Ahora viste con ropas viejas, un manto con capucha que le cubre parcialmente el rostro, y poco más. Su aura es tenebrosa, sombría, triste, como si este tiempo le hubiese llevado por caminos tortuosos y tormentosos. Ahora dice ser un bardo, pero carece de la alegría que algún día tuvo, y del arrojo que le caracterizaba. Desmond no te inspira más confianza, su armadura, abollada, rasgada, quebrada, manchada de sangre, reciente, y su espada reforjada y remendada una y otra vez, no dejan lugar a dudas del sangriento rastro que ha dejado tras de sí para llegar hasta aquí. Pero por encima de todo, por encima de la inmundicia que ambos traen, una presencia oskura capta tu atención. Puedes notarla, puedes sentirla, entre ellos, entre vosotros, volando sobre vuestras cabezas, asomándose a través de los ojos de los dos recién llegados, saludándote impúdicamente, obscena, desde lo más profundo de sus almas. Los dos que han llegado después, sin saber por dónde ni cómo, vienen desarmados, carentes de magia u objetos poderosos, pero no vienen solos.

Desmond

Rupert

Así se ven los recién llegados. Sucios, harapientos, miserables. Rupert está muy lejos de ser quien un día fue, cuando le conociste Vitûr de Anelûk.

Desmond

Rupert

Así se ven los recién llegados. Sucios, harapientos, miserables. Desmond parece especialmente cansado, lejos de ser el animoso aventurero que conociste una vez.

Alantar

Militsa

Eranor

Efectivamente, tanto Alantar como Militsa parecen haber crecido durante estos años que tú, en cambio, te has arrastrado por el polvoriento estiércol de la guerra y el exilio. Ambos han aumentado considerablemente su poder, ambos se han acercado a sus dioses, y han desarrollado su capacidad para la magia. Ambos han sido recompensados.

Eranor no parece más que un cazador, acompañado por un lobo, si no fuera por su arco y sus carcaj, pertenecientes a la guardia de las Almenas de Abatis.

Eranor

Alantar

Militsa

Así lucen los tres que os reciben. Al menos los tres que no pertenecen a este lugar. Eranor se ve formidable, algo más seguro de sí mismo, acompañado aún de Lomo Plateado, y ahora propietario de un arco y carcaj de la guardia de las Almenas de Abatis. Estos objetos son extremadamente valiosos, y deben ganarse de algún modo mediante el honor y la entrega al Marquesado. Has oído que ha domado a un grifo, aunque no ves ninguno por aquí...

Alantar es sin duda un Paladín Pelorian. De sangre azul, hermano de la Marquesa Alura. Un orgulloso afortunado de alta cuna, que ha llegado lejos, evidentemente catapultado por su poder, su posición y su oro. Su espada flamígera llama tu atención, al igual que su reluciente armadura y el Sello de Pureza que le marca como digno de Pelor.

Militsa es lo que podría llamarse una druida, con aspecto salvaje pero inteligente, y muy peligrosa tal como acabas de comprobar. Sus ropas y posesiones son toda una colección de objetos a cada cual más inusual, casi tanto como sus palabras y gestos.

Uno de los squalidos que danzan en torno a Militsa se acerca. Es Uleq, el que parece ser el jefe de esta tribu de guerreros lagartos y anfibios. El único que parece tener la inteligencia suficiente como para comunicarse sin recurrir a bufidos, silbidos o gruñidos. Animado por las presentaciones, él también se presenta a los dos recién llegados:

- Hola Desmond. Hola Rupert. Mi nombres Uleq. Sois deOskuridad. Pero no sóloOskuridad. Pero vosotros amigos deViajeros deLuz. Amigos deMaga deVida. Amigos deAmigo delos seres. Amigos de Mago deLuz. Sois amigos. Nosotros squalidos olvidados durantesiglos. SóloSombras vienen. Sólorostros dePlata. Traen Kaos. Pero ahora vosotros aquí. Vosotros amigos. Vosotros ayudar aWequil. Vosotros detener rostros deLuna. Vosotros devolver Fuente, Paz y Luz aNuanta.

Uleq parece atropellarse con las palabras. Está excitado, nervioso, contento. A pesar de su alegría, se mantiene lejos de los recién llegados a los que habla, quedándose entre Alantar, Eranor, Militsa y Lomo Plateado. Algunos de sus congéneres ya han dejado de bailar, y se acercan curiosos formando un corro a vuestro alrededor.

Las palabras de Militsa hicieron que mirara con una chispa que quizás había olvidado. Con la que llegué al Túmulo hace años, y con la que viví antes de eso. Pero quizás el squalido tenía razón. ¿Habría otras cosas en mi más oskuras? En cualquier caso, escuché la respuesta de Militsa, y me puse en un gesto corporal más solemne, más de como era antaño. O lo intenté. Pensé en lo que había dicho, y le contesté: 

- No, quizás no haya muerto la magia, pero está oscureciendo en todo, y como Uleq dice las sombras están aquí también. Yo no veo cómo ayudar, si allí no he podido hacerlo. ¿Encontrar la fuente y a su guardián? ¿Cómo podríamos ayudar, y realmente serviría? - expresé, intentando mantenerme firme, pero realmente con desesperanza, del que huye y no ve salida a la situación.  - Uleq, ¿tú sabes cómo debemos ayudar y dónde hallar esa fuente...? 

La primera impresión de Eranor al ver dos personas caminando en su dirección, fue buscar un buen sitio desde donde atacarlas, ya había preparado su arco y encontrado una adecuada posición tras unas rocas. Su instinto le decía que eran enemigos, pero su instinto falló. Se trataba de su viejo amigo Desmond con otro viajero al que conocía Militsa. Más tarde al observar el aspecto de Desmond, le quedo bien claro, que este era alguien muy diferente al Desmond que el conoció. La osKuridad y tal vez la propia muerte, o la parcial ausencia de vida, le habían transformado en profundidad. En algún lugar había restos del buen Desmond, pero había también mucho sufrimiento y oskuridad en el guerrero. Y con Rupert ocurría algo parecido, sus palabras eran demasiado pesimistas, como si nada pudiera el hacer. El propio Eranor, se sabía también profundamente cambiado y diferente del que una vez fue, y tampoco era la persona más optimista del mundo. Aun así, no pudo contenerse y le dijo a Rupert:-Rupert, fácil no será, eso seguro. Pero solo podemos intentarlo, no hay más alternativas. Y tendremos la oportunidad de cambiar aquí las cosas, con lo que espero que también cambien en nuestro mundo, y le demos una oportunidad que ahora mismo, no tiene. El solo hecho de querer ayudar, ya es bastante, seguro que aparecen ocasiones en las que todos podamos ser útiles y contribuir con nuestros esfuerzos al buen desarrollo de la misión. Encontrar la fuente, no creo que sea difícil, siguiendo estos ríos seguro que llegamos. Y la ayuda de Uleq será de gran valor, ya que el es quien mejor conoce este mundo, que es el suyo.-

Lo cierto era que Uleq le había sorprendido, tenía un don para juzgar a los desconocidos, era más sabio de lo que aparentaba, y podría ser un gran aliado para tratar de liberar su mundo del Kaos y la Oskuridad. Y eso era precisamente lo que necesitaban para cambiar el equilibro de las fuerzas mágicas y darle una oportunidad a su propio mundo. Pero los detalles, eso ya era otra cosa, como hacer las cosas era algo que escaba a su limitado entendimiento. Pero confiaba en que a sus compañeros se les ocurriera alguna idea, a la que el contribuiría lo mejor posible. Era cosa de magia, y por lo tanto, muy fuera de sus capacidades. El podría ayudarles y guiarles a la fuente, y a donde quisieran, eso era lo suyo. Combatir a los enemigos, también, hacer magia, no. Eso se lo dejaría a otros. 

Me encontraba atenta a la conversación y a lo que cada uno opinaba, me sentía contenta de que ahora tuviésemos más ayuda.

-Como bien dices Eranor, sólo tenemos que seguir los ríos y estoy convencida de que entre Uleq y tu, nos guiaréis fácilmente. Propongo que salgamos lo antes posible, descansemos lo que queda de noche y mañana al amanecer comencemos el rumbo. ¿Qué opináis?-pregunto mirando a los presentes