Partida Rol por web

El camino de vuelta no estuvo exento de lujos, en contraposición con la marcha agitada y nerviosa que había llevado Bayushi Mitsunari para pedir audiencia al Daimyo de Umoeru, aquella marcha se parecía más a un desfile imperial. La única nota de austeridad era la ausencia de palanquines pues aquello habría retrasado aún más la marcha.

Yogo Yoshimatsu, que había resultado ser primo del fallecido traidor Yogo Yorimatsu, marchaba acompañado de su bella hija la cual poco se parecía a una delicada flor, educada como a un hombre aún poseía la gracilidad femenina que le daban sus rasgos dulces.

Al final del día la playa al fin se vislumbró, lo primero que se distinguía era el mástil de la gran embarcación gaijin. Al avanzar la marcha se empezó a distinguir la gran aglomeración de gentes: curiosos de todo tipo de linaje deseosos de ver algún gaijin, ver si las historias les hacían justicia, poseedores de grandes narices como los malvados tengus y ojos enormes como los de los kappas de las leyendas.

-Se acerca Yogo Yoshimatsu- Gritó el portavoz de la comitiva para dar el aviso a las multitudes dispersas en la playa, las cuales de manera ordenada se dispusieron según el orden celestial, todos con la frente pegada a la arena de la playa. Las olas azotaban sus cuerpos que permanecían ajenos a las inclemencias de la naturaleza.

Uno de los últimos de la comitiva, debido a mi posición y estatus, iba apenas como un escolta del grupo, a pesar de todos los samurai que allí habían, y seguramente porque era el que había encontrado las armas gaijin, pero ¿sería capaz el Yogo de sacar las armas delante de tanta expectación? Usar armas gaijin aun estaba penado, a pesar de ser una fuerza importante a tener en cuenta, más aun si habían conseguido mejorar los diseños que hacía miles de años que habían asombrado a los rokuganí. 

Al llegar a la playa observé el enorme navío... cada vez que lo veía me asombraba de su enorme tamaño. Cualquiera de estas naves podría ser una amenaza contra una flota de nuestras naves. Con su capacidad seguramente podría albergar numerosos guerreros, y resistir nuestras flechas mientras intentamos acercarnos para abordar, mientras nos disparan con fuego.

Yogo no tardó en llegar a la playa, allí todos permanecían postrados de manera obedeciente. Tras ser ayudado a descender empezó a pasar revista a todos los que allí se encontraban. La marea seguía subiendo y empezaba a llegar a algunos por la rodilla.

-Lo habéis hecho bien. -Comenzó mientras admiraba la imponente construcción.

-Canalla, ¿cómo osas? -Maldijo uno de los escoltas -la mano derecha de Yogo que según había oido se llamaba Omi-san-. Entonces uno de los heimin cayó descabezado, la sangre manaba copiosamente del cuello cercenado mientras se diluía entre el agua de mar.

-Perdón por interrumpiros Yogo-sama. Ese maldito heimin osó levantar la cabeza mientras hablabais.

-Entiendo- Respondió sonriendo el escorpión-. Podeis levantaros. Descargad el barco.

Buena labor? Acaso no has causado la muerte de hombres y mujeres, soldados que protegían tu vida.... acaso... acaso esperabas una invasión para dejar a los hombres vigilando?? Iba pensando en todo aquello mientras se pasaba lista de los caídos y los supervivientes, mientras hacía cálculo mental de los muertos que eran amigos y desconocidos. Compañeros de comida, de pasatiempos, de juergas y alguna mujer con la que había encontrado consuelo... tantos caídos.

Escuché el sonido de la hoja salir de la saya, y como brotado del instinto mi mano sostuvo la empuñadura de la espada, dejando que el metal sobresaliese un pequeño centímetro. Mi entrenamiento me había preparado para eventualidades inesperadas, y más aun estando tan cerca de la fuente del sonido.

La cabeza del heimin rodó, una cabeza de tal vez un inocente. ¿Acaso buscas cabezas que cercenar mientras se presenta respeto a tu señor? ¿Acaso no le presentas tu el respeto y te centras en él? Hipócrita asesino, sediento de sangre.... Mis pensamientos volaban, la sangre dentro de mi bullía. Me obligué a recordar al soldado que había cortado la cabeza del heimin, de unas manos que alimentan a tantos... 

Las filas se rompieron ante la orden del Daimio y todos ocuparon su lugar, lugar inculcado por años respetando el orden celestial, los pescadores utilizaban sus pequeñas embarcaciones para descargar los cañones, los barriles de pólvora así como las pesadas balas esféricas. Los que no poseían embarcaciones se afanaban por cargar todo cuanto había mientras eran guiados por los samuráis.

Estaba todo casi descargado cuando de repente llegó un mensajero desde el poblado.

-¡Bayushi-Dono está en camino!

La aparición del gran Daimio y regente del Shogun en el nombre del Clan Cangrejo sentó como un gran jarro de agua fría en especial a los dos miembros masculinos del Clan Yogo. Yui por su parte su rostro permanecía pétreo, con su eterna sonrisa esculpida.

-¡Mierda! ¿Quién se lo ha dicho? -Al no obtener respuesta, reformuló la pregunta esta vez dirigiéndose al que fuera mensajero, Mitsunari- ¿Mitsunari-san, sabes algo?

Al escuchar mi nombre me acerqué al daimyo y me incliné hacia él. Dejé que un instante se mantuviese entre nosotros, como si calibrase la intención de sus palabras. Acaso no podía estimar el tiempo necesario para llegar hasta su hogar y avisarle tras la tormenta? Creía que me había dado tiempo a más? O simplemente me culpaba de manera directa a mi?

Sois al único al único al que avisé del navío gaijin, sama. No dispuse de tiempo para avisar a nadie más. Mis palabras estaban carentes de sentimiento, manteniéndose en un tono equilibrado y casi demasiado bajo para ser oído. En cuanto salí de la playa, me dirigí directamente a vuestro hogar para avisaros, sin detenerme ni un solo instante en el camino. Soy un Bayushi, y por ello soy un servidor leal y que conoce su obligación. Las últimas palabras flotaron en el aire. Para cualquiera que me conociese, sabrían que llevaba cargada una implicación a la deslealtad Yogo.

-Necesito saber quién más lo sabía... - Sus palabras no tardaron en perderse en el silencio. Otras prioridades apremiaban. -Jotaro-sama reclamará los canionu como suyos y quedaremos como traidores por no haberle avisado... ¿Tenéis alguna idea? -Preguntó tanto a su hija como a Mitsunari.

Ahora tenía que encontrarle una excusa a esta rebajada sabandija, y todo porque alguien no había mantenido la boca cerrada, aunque me alegraba de ello. 

Sama, aun no sabemos a que ha venido su señoría aquí, siempre podéis ofrecerle el botín hallado y mantener y demostrar vuestra fidelidad hacia el Imperio. No hace mucho que vos mismo habéis sabido de el navío, y siempre debería comprobarse la exquisitez y veracidad de un regalo antes de otorgárselo a tan notoria persona.  

-Mi señor, lo que dice Bayushi-san es una muy buena solución, no le habíais dicho nada pues es un futuro presente y estoy segura de que sabrá apreciarlo manteniendoos a su lado cuando os necesite.

Tras el par de consejos se empieza a esbozar una nueva sonrisa triunfal en el rostro del Daimyo.

-Ya os lo dije, sabía que tonto no érais- Felicitó a su súbdito con una sonrisa de orgullo, tras ello se dirigió a su hija-. Yui ve a recibirle.

-Omi-san haz que todos vuelvan a formar para presentar sus respetos al Daimyo del Clan Escorpión.

-Hai. -Gritaron ambos y se dispusieron a cumplir las órdenes. El corcel de Yogo Yui galopó para recibir al Daimyo mientras Yogo Omi gritaba nuevas órdenes para tener a todos postrados nuevamente, esta vez escarmentados por el castigo del campesino -cuya sangre aún bañaba la arena- se dispusieron alejados de la marea.