Partida Rol por web

Al menos el camino de regreso fue mucho más corto y menos tedioso. La sensación continúa de estar cargando contra el horizonte en busca de nuevos enemigos a los que sacrificar resultaba agradable, lamentablemente ninguno se dignó a aparecer en el trayecto hasta la piedra de los hombres bestia dónde descansaban mis tropas.

Al fín!

Pensé al llegar a mi destino, momento en el que al fín aminoré el ritmo y continué despacio hasta alcanzar el primero de los montones, momento en el que eché mano de una de mis espadas y la ensarté en la primera de las bestias que sacrificaría para devolverlos a la vida.

La sangre manó al tiempo que su mugido llenó el lugar poniendo a todas en alerta mientras yo dirigía la que montaba directo a por la siguiente, en busca de una carnicería merecedora de levantar el mayor número de demonios, empezando por mis más allegados.

Los surtidores de sangre manan furiosamente. todos ellos vierten su icor caliente que riega las cenizas. Estas, tras breves instantes empiezan a vibrar como si de un zángano se tratara. Los restos se desmoronan y empiezan a diluirse con ese jugo vital. En determinados momentos incluso parece hervir. Eso era buena seña.

Unos flujos, unos vientos de magia se empiezan a arremolinar, y cuando te das cuenta, ves que incluso un tercer secuaz podría recomponerse. Es mucha sangre vertida y no piensas desperdiciarlo. Enseguida empujas otro montón al charco y también es diluido. Cada ver hierve más, y frotas las manos con ansia y expectación. Esperabas que el intento de poder sacar uno más no terminase en desastre, y pronto una membrana se solidifica sobre el charco del mejunje pastoso y mal oliente.

Un rato después tres entes se ponen en pie desde debajo de aquella pasta pegajosa. Era difícil distinguiles con aquellas "cosas" pegadas por encima, pero sabías quienes eran.

Tres. Al final volvía a contar con tropas bajo mi mando, tropas con las que poder empezar a asaltar a los mortales.

- Bivk. Engor. Piraxia.

Voy pronunciando sus nombres según reconozco sus espíritus. Me sentía orgulloso por poder contar con guerreros tan eficientes como ellos.

- Piraxia, localiza los huesos de ese despojo abrumado por su gula. - ordeno al último de ellos - Quiero enarbolarlos bien alto, qué todos sepan lo que les espera a los que no se dediquen a atesorar cráneos para nuestro amo.

Era lo mínimo que se merecía aquel demonio poseído por su estómago. Sus restos se encontrarían por siempre en primera linea, contemplando los cuerpos desmembrados, la sangre regando el suelo y el viento aullando su lamento por verse privado de catarlos. Luego me dirijo a los otros dos desangradores.

- Vosotros dos, debemos llevarnos a todos con nosotros. Desollad esas bestias y usad sus estómago como bolsas.

Les ordeno autoritario mientras señalo los cuerpos de los rinohauts muertos. No iba a admitir replicas al respecto y ya llevaba bastante tiempo perdido para recuperarlos como para seguir desperdiciándolo.

- Y daos prisa. Quiero dejar este lugar cuanto antes.

Puntualizo al tiempo que la estrella de mi frente refulge revelando mi impaciencia. Era hora de dirigirme a la costa.

Tus chicos no dudaron en cumplir sus órdenes dadas con tu voz. Incluso las bestias de carga se portaron dócilmente, siempre mirándote con recelo y una pizca de miedo. Las víctimas del sacrificio sirvieron para varias cosas, no solo como recipientes improvisados. Os disteis un pequeño banquete de carne fresca y sangrante. Además de reponer fuerzas, algunos de tus chicos quedaron con algún fémur y algún hueso más como garrotes, y además, un casco de hueso os podía hacer las veces de yelmo. Incluso detectasteis algo interesante, por accidente, por supuesto. La hiel de estos bichos es explosiva.

El que estaba despellejando las entrañas, lanzó lo que no interesaba hacia atrás, lejos de vosotros y monturas, y al caer al suelo, detonó. No fue algo mortal, pero a los que quedasen seca podría darles un buen susto y algunos daños menores, sean por quemaduras o por metralla, al impactar piedritas.

La explosión me cogió tan de sorpresa como al resto, pero más que miedo lo que reflejaba mi mirada era ansiedad. Esperaba que tras aquel estruendo algún enemigo apareciera para hacernos frente y para mi desgracia, no ocurrió nada más allá. Aunque al mirarlo desde otro punto, podrían llegar a ser objetos útiles para destruir barreras y poder alcanzar a los cobardes que estuvieran parapetados tras ellas.

- Reúne todas las que puedas - ordené a Bivk por ser el afortunado que las había hallado - ¡Y daos prisa!

Puntualicé antes de dirigirme a por mi montura, la cual debía dar gracias por que no buscara entre sus entrañas aquel interesante órgano. Estábamos perdiendo mucho tiempo en estar preparados y comenzaba a impacientarme.

¿Qué has a hacer?

El viaje ha sido mucho más corto de lo que esperabas. Tan corto que empiezas a pensar que estabas bastante desorientado. Pero te alegras. Las monturas lo han hecho más llevadero y corto. Por lo menos en tiempo. 

Estás en la linde del bosque que limita con la playa. Una playa arenosa, repleta de moluscos, de cangrejitos y de un par de ballenas varadas en la arena, que pugnar por regresar al agua.

Bestias, bestias y más bestias. Y éstas pese a su gran tamaño, para lo único que podían servir es para algún demonio menos las acabara poseyendo, retorciera su carne y estallara todo en un millar de trozos de carne al ser incapaz de controlarlo. Incluso con la gran cantidad de sangre que pudieran contener, dudaba que llegara a servirme para recuperar más soldados, pero eso no significaba que iba a dejar escapar la oportunidad.

- A por ellas. Usad los hígados de los rinohauts en sus puntos débiles.

Ordeno antes de lanzar a mi montura a por el cetáceo. Únicamente debíamos asegurarnos de que las bombas explotaran en el interior de sus cuerpos, pues seguramente dispondrían de una gruesa piel que las haría inmunes a cualquier otro impacto.

- Rueda, rueda hacia los lados ...

 Mientras te acerca a la carga notas que parece que ambos bichos están hablando. Tienen una piel escamosa, cosa que te indica algo raro, como una mutación, y no solo eso, has creído entender lo que dicen.

Bestia estúpida.

Considero mientras el rinohaut carga, pues considerar algún tipo de sutileza inferior hubiese sido un sueño. De todos modos, resultaba curioso el descubrir que tenían algún tipo de lenguaje, lo cual las hacía mucho más interesantes que las monturas. Quizás hasta una de ellas llegara a ser suficiente para recuperar al resto y así tendría la otra para disponer de ella a mi antojo, pero todo empezaba trepando por la primera.

Habiendo decidido prescindir de mis armas, salté contra ella conforme el rinohaut se estampaba en su cuerpo, confiando en que la fuerza de mis garras me permitiera alcanzar mi destino.

La mayor, la más grande, es la que has escuchado, así que rodeas y le metes el casporrazo a la otra en todo el morro, que empieza a sangrar como un cochino. Al cargar de cabeza, en lugar de por el lado se hace más fácil el montarla, y sin darte cuenta estás encima, como un gato erizado. Es resbaladiza, por estar húmedo, así que te das cuenta que hace poco que han quedado varadas.

- Si son seres inteligentes, igual no hace falta matarlas para recuperar a la prole.

De todas maneras, al contacto te das cuenta que son seres ya tocados por el caos. No sabes a qué príncipe corresponden, pero ... notas su corrupción.

Incrustro una de mis garras sobre la ballena para sujetarme ante cualquier intento de esta por derribarme de mi posicion, después encaro a la más grande.

- Patético. - valoro mientras busco más señas que pudieran explicarme quién era su amo - ¿Cómo unas criaturas tan grandes pueden quedar tan indefensas? Debería acabar con vosotras inmediatamente, seguro que mi amo estaría complacido y permitiría a mis soldados volver a alzarse.

Daba la sensación de estar meditando si actuar y acabar con ellas, comenzando sobre la que me encontraba obviamente.

- O podríais servirme y entregarme unos sacrificios adecuados, quizás así mi amo también quede complacido.

Principalmente por el aumento de mis fuerzas, la cuáles debían permitirme verter más sangre en este mundo.

La mayor te habla, mientras que al contacto de tu piel, la pequeña queda totámente inmóvil. Ya no digamos cuando le lavas las garras, que solo se estremece durante un breve instante. - Korsé será siempre servido.

Su extraño acento te llama la atención. Estaba claro a qué príncipe del caos se refería. A khorne. Pero su hablar era distante. Es como si hablase desde la profundidad de su cuerpo. Enseguida los compañeros espolvorean las cenizas en el creciente charco de sangre, que se mezcla con el embravecido embate del mar, y enseguida todos los esbirros empiezan a tomar forma y salen embarrados en arena de playa, que se sacuden como un terrier el agua tras un baño.

Ahora lo entendías. Era una protección, esa dura y escamosa piel. Un don entregado por el señor del trono de cráneos. También te percataste que la grande tenía unas pequeñas protuberancias óseas, muy duras, y muy bien camufladas, que podrían servir para embestir incluso a cascos de madera de las naves que surcaban los mares. Seguro que por debajo eran piezas mucho mayores, por dentro de esa protección. Te extrañaba lo discreto de la otra ballena. De la que estaba subido, pero pensabas que era una hembra o un ejemplar más joven, que aún no se había ganado los derechos de esas mutaciones.

Observo emerger el resto de mis tropas con satisfacción, pero no me muevo de mi posición, incluso me regodeo escarbando en la herida que había creado.

- Sangre para el Dios de la Sangre - recito el salmo antes de terminar sacar la garra y observar embelesado la sangre caer - Pero Khorne exige cráneos. ¿Dónde está el poblado más cercano?

Pregunto a la ballena. Necesitaba un objetivo para mis tropas, uno que que contara con algún hechicero preferiblemente, seguro que su sangre me serviría para que mi amo me enviara más tropas.