Partida Rol por web

El cuervo que se encontraba sentado sobre la cabeza de Audrey se alza al vuelo ante los súbitos gritos del obeso concejal. Aletea y se posa sobre la rama de un árbol cercano, observando la situación desde las alturas. La chica de la capucha no parece que vaya a dar un paso adelante para ayudar, de momento.

Penton, escucha antentamente al señor Montehogar. En el momento de oír la palabra de voluntario, se le encienden los ojos y grita en un tono un poco más entusiasmado de lo normal: ¡Yo señor! ¡Yo puedo cargar con él! ¡Usted solo dígame donde hay que dejarlo y yo lo llevo! - mientras se dirige casi corriendo hacia el ataúd. 

Con mirada severa, el concejal Montehogar examina a Penton, e incluso parece que va a decir algo, hasta que el bárbaro levanta él solo el ataúd, sin necesitar siquiera la ayuda del tabernero.

Prefiriendo callar, en vista de las circunstancias, con un gesto solemnte indica a las puertas del cementerio mientras dice:

"Por aquí, entonces. El reverendo nos espera."

Sin mediar más palabra, empieza una lúgubre comitiva fúnebre a lo largo del camposanto, con Penton portando el pesado ataúd del difunto profesor Lorrimor hacia su lugar de descanso final.

Martell hace un falso ademan de ayudar a cargar el ataúd, pero aprovecha la fuerza y bonachoneria de Perton para no responder a su pregunta y ademas quedarse cerca de Kenedra Lorrimor y acompañarla durante el camino.
No obstante, sigue mirando a la multitud preguntandose el porque de sus miradas inquisitivas.

Profesor Martell, a pesar de la gruesa capa de viaje con la que se está intentando cubrir, reconoce usted a Audrey como la joven tiefling a quien usted y el profesor Lorrimor ayudaron hará ya muchos años atrás, cuando usted aún era su ayudante.

Es obvio por qué Kendra la ha reclamado, usted deduce, evidentemente, que Kendra no está cómoda con que se presente de nuevo en su vida por circunstancias así de misteriosas. ¿Ella también está en el testamento del profesor? Extremadamente extraño.

Con el bueno de Penton cargando el cementerio a cuestas, con la ayuda ocasional del tabernero, que realmente no le haría falta, aunque el buen hombre insiste en ello porque le sabe mal ver al fortachón acarrear el ataúd él solo, comitiva fúnebre desfila por el cementerio de Ravengro.

Dirigiéndose a la esquina noreste del cementerio, justo al otro lado de la puerta, podéis observar el lúgubre paraje, parece, todo sea dicho, el típico sitio donde os podríais esperar que surgieran no muertos de cualquier lado. Los cipreses que otrora adoraron el desgastado camino de gravilla que recorre el cementerio, dando acceso a los diferentes nichos y al solitario mausoleo que se erige en su centro, apenas conservan su verdor, apagados y grises, casi faltos de foliaje. El suelo, cubierto por una ligera neblina baja, cuesta de ver y las lápidas, algunas de una roída madera desgastada, otras de piedra, aún así en desuso, no tienen mucha mejor pinta.

Los cuervos graznan ominosamente a vuestro paso, dando un lúgubre aspecto a la comitiva que formáis hasta que, finalmente, empezáis a distinguir dos figuras que sobresalen de un punto lejano entre la niebla, donde se intuye la forma de una fosa cavada.

La chica de la capucha inspiró profundamente y avanzó en dirección al cementerio. El sitio la hacía sentir incómoda y en ningún momento su mano derecha suelta el símbolo de Pharasma que lleva consigo. Se mueve con la cabeza algo gacha, mentón lo suficientemente alto como para poder por donde dónde va... Y poco más. Eso sí, cada tanto vuelve su mirada con sorpresa para admirar la facilidad con la que aquel humano carga con el ataúd. Su mirada pasa luego unos momentos por el Profesor Martell, quedándose en él unos instantes antes de volver a Penton y finalmente hacia las figuras que se vislumbran entre la niebla.

El cuervo que le acompañaba, reconocible por ser el único que no está graznando, por su pétreo pelaje y por su mirada intensa, aletea y se posa en una de las tantas lápidas. Prosigue observando al grupo, clavando sus ojos en todos, uno a uno.

En eso, uno de los cuervos lugareños se posa en la misma lápida que el que acompañaba a la chica de la capucha: Le ofrece una ramilla e inmediatamente después empieza a agitar las alas y hacer una extraña danza ostentosa, como si intentase impresionarlo. Al principio el cuervo le ignora, pero pasado un minuto repentinamente coge el palo con una de sus alas y empieza a aporrear al cuervo lugareño con ella.

Audrey, impresionada, se lanza corriendo y agarra a su pájaro, quien pretendía seguir al pobre cuervo lugareño para seguir la golpiza.

"¡Shh, shh, shh...!" dice la algo desesperada chica, intentando que su cuervo se comporte y deje de hacer un espectáculo. Tras eso inspira profundamente, esconde al cuervo bajo su capa y vuelve con el grupo, intentando actuar como si no sucediese nada.

La buena predisposición y voluntad del hombre pelirrojo a ayudar llevar el ataúd eran bienvenidas. Era un gesto que a Joseph le pareció entrañable y que otorgaba calidez, muy necesaria en su opinión, en estos momentos de solemnidad.

Joseph se acercó a Kendra para mostrar sus condolencias personalmente. Nunca la había conocido en persona antes, pero el Profesor Lorrimor sí le habló de ella en el pasado. A pesar de la cara de angustia y las lágrimas, la belleza de la mujer era digna de admiración.

"Le acompaño en el sentimiento." - consiguió decir - "Soy Joseph Wheatfield, tuve un encuentro con su padre durante sus viajes en Galt. Siento tener que conocerla en estas circunstancias."

Empezaba ya a estar más recuperado físicamente, y el poco sudor que quedaba comenzaba a enfriarse y secarse. A Joseph no le entusiasmaba mucho este tipo de eventos, aunque, ¿a quién podría gustarle acudir a un funeral? Con un ligero suspiro que le permitió recuperar a continuación el aliento casi por completo, se dispuso a continuar con la procesión solemne hacia el lugar de entierro.

Penton, sin demasiado esfuerzo y sonriendo al tabernero cada vez que intentaba ayudarle, preguntó: Esas personas que están ahí... ¿quienes son? ¿Es allí donde hay que dejar al Sr. Lorrimor? - señaló hacia las figuras en la nieblas hasta darse cuenta que aguantaba el ataúd que se inclinó un poco. Rápidamente lo volvió a sujetar y mirando a todos lados dice: ¡Ups! ¡Perdón, que casi se nos va! - Sonriendo avergonzado mirando a todos lados. 

Dirigiendo una mirada severa hacia Audrey y su cuervo primero, el concejal Montehogar se gira hacia Penton y explica con semblante solemne:

"En efecto, joven, esos deben ser el reverendo Hoyosombrío y su ayudante. Es tradición aquí que el reverendo espere junto al lugar final de sepultura."

Kendra observa a Joseph con una expresión curiosa antes de responderle:

"Le agradezco de corazón su pésame señor Wheatfield. Estoy segura de que mi padre se alegraría de que usted haya venido. Pero creo que tendremos más tiempo para hablar luego..."

La joven, ahora más incómoda y avergonzada que antes, susurra un pequeño "Lo siento" ante la mirada severa del consejal. Luego toma aire profundamente. Eso sí, cuando casi se cae el ataúd, alzó un poco la mano como si fuese a ayudar pero Penton recuperó la estabilidad antes de que llegue a hacer mucho.

Vuelve a ocultar el brazo bajo la capa y cerrarla. El cuervo aprovecha la oportunidad y asoma la cabeza por el cuello de la capa para seguir mirándolo todo. El cuervo le muerde un poco la oreja y tira y finalmente la chica cede. "Está bien... Está bien..." le susurra y se acerca un poco hacia Penton.

"¿Necesita... Ayuda para bajarlo...?" murmura en dirección a él, alzando un poco la mirada. Intenta mantener el contacto visual pero acaba apartando la vista y esperando la respuesta mirando en otra dirección.

Aunque levantar y cargar con el ataúd no es un problema para Penton y sabiendo que la ayuda no es necesaria, sonriente dice: "¡Toda ayuda siempre será bienvenida! ¡Penton Ferfin para servirle, señorita!" - Hace un ademán de dar la mano pero recuerda que aún está cargando el ataúd - "¡Ups! Bueno, luego le doy la mano. ¿Puedo conocer su nombre y el de su amigo plumífero? - Mientras señala con las cejas al cuervo de dentro de la capa de Audrey. 

Poco a poco la lúgubre comitiva comienza a llegar hasta el lugar de reposo final del profesor. Cavada en un rincón del cementerio yace una pequeña fosa, con una simple lápida de piedra, a cuyo alrededor la niebla parece retirarse y puede verse el grisáceo color del suelo.

De pie al lado de la tumba se encuentran dos hombres. De un lado, el reverendo Hoyosombrío, un arrugado anciano de muy avanzada edad que camina encorvado y habla con una voz carrasposa. Vestido con sombrías túnicas de color negro y blanco, porta su símbolo sagrado, una espiral azulada, tanto estampado en su túnica como en el amuleto de su cuello. A su lado se alza un joven semiorco con ropas de trabajador y una boina, que se apoya sobre una pala, claramente descansado después de haber cavado la fosa.

A medida que os acercáis a ellos, el reverendo Hoyosombrío os reconoce con un solemne gesto, esperando pacientemente a que caminéis hasta la fosa.

Penton se adelanta con el ataúd y con cara interrogante pregunta: "¿Debo dejarlo dentro? - Y sin esperar respuesta ninguna, baja el ataúd hacia la fosa de forma algo torpe, dándole un par de golpes más de la cuenta contra el suelo.

"Bien, yo creo que está bien ahí. ¿Necesita algo más, señor reverendo? - Sonríe amplíamente mirando al reverendo Hoyosombrío mientras se sacude las manos sonoramente. 

"Yo..." empezó a decir la chica, dudando un poco. Dudó lo suficiente como para que el hombre acabe de dejar en el suelo el ataúd sin que acabe ayudando.

"Esto..." carraspea. Se siente maleducada por estar tardando tanto en responder. "Audrey. Y este es... Crow," se presenta sin alzar mucho la voz.

Luego da un paso atrás, dándole espacio a Penton, reverendo y compañía. Para no estar de por medio.

En ese momento, justo cuando Penton va a acercarse con el ataúd, oís una voz que proviene de detrás vuestro y, al giraros, podéis ver que se trata de múltiples ciudadanos de Ravengro, cargando horcas y antorchas, visiblemente cabreados, que hostilmente se dirigen a vosotros:

"¡Hasta aquí habéis llegado, en especial tú, grandullón! ¡Hemos estado hablando y no queremos que Lorrimor sea enterrado en las Tierras del Reposo! Podéis llevároslo río arriba y enterrarlo allí si queréis, ¡pero no se le enterrará aquí!"

Joseph gira la cabeza hacia atrás sobresaltado.

"¡Eh! ¿Qué está pasando aquí?" -exclamó en voz alta para sí mismo, para después mirar a Kendra Lorrimor de reojo. Joseph frunció el ceño. Algo no iba bien. "¿Por qué no iban a querer enterrar a una persona como Lorrimor en el cementerio?" -pensó, a la vez que daba un paso hacia atrás para mantenerse protegido en segundo plano.

Asustado, Gervasio emitió un pequeño chirrido desde su bolsita.

Kendra responde de immediato a los matones, su mirada anteriormente triste se transforma a medida que su ceño se frunce en una mueca de ira:

"¿De qué estáis hablando?" — grita — "Lo he concertado con el reverendo Hoyosombrío. ¡Nos está esperando! La fosa ya está..."

Sabes que hay un tipo de persona que jamás se debería enterrar en un cementerio: un nigromante. La magia nigromántica es terrible y sus energías pueden profanar al resto de cadáveres.