Partida Rol por web

Joseph, alertado por el aura nigromántica que había detectado, pudo ver cómo surgían figuras cadavéricas de los túmulos de tierra removida. Asustado, dio un paso atrás separándose de Audrey, casi rozándose con Sigyn. "¡Cuidado, los muertos se alzan a nuestro alrededor!"

No se lo pensó. Rápidamente lanzó una descarga de ácido mágico a uno de los no-muertos, recubriéndolo de pringue verde brillante, pero no pareció muy efectivo.

Ya parecía resolverse el misterio: la vía susurrante había mancillado los cuerpos, era lo que parecía significar que ahora se levantaran de las tumbas abriéndose paso en su intento de acabar con ellos. Le daba la impresión de que aquella secta ya debía de saber que Lorrimor tendría aliados. La inquisidora se fijó en los muertos, queriendo saber algo más sobre su impía naturaleza aunque sin más dilación tomó el arma que creía que le convenía en ese momento buscando destrozar el enemigo que se alzaba por el oeste, como luchadora que era reaccionó con prontitud.

- Esto lo debieron hacer justo anoche, la tierra se notaba removida.

Comentó pensando que la vía susurrante estaba actuando realmente rápido.

Audrey escucha un ruido y súbitamente no puede mover la pierna: Sus ojos se abren como platos cuando mira hacia abajo y su rostro se pone pálido; un pequeño grito ahogado se escapa de sus labios y parece entrar en pánico.

"¡N-no, suéltame, suéltame!"

El cuervo suelta un firme CAW tras alzarse en vuelo. Respondiendo casi de inmediato, la chica encapuchada abre su palma y la mueve hacia abajo. Su mano le tiembla del terror y no parece poder mirar hacia abajo, lo cual afecta gravemente su concentración. Aún así, cierra el puño y el sonido de huesos crujir resuena fuertemente en recientemente quebrantado silencio sepulcral del cementerio.

El brazo que la agarra se retuerce sobre sí mismo hasta un ángulo imposible, acompañado de todos los desagradables sonidos que eso acompaña... Pero aún así, no la suelta y pese a ella que se esfuerza en intentar huir, alejarse, no consigue moverse un solo paso de donde está.

Martell había salido de casa con las ropas alteradas con varios complementos, mayormente de cuero, como correas, guantes, y otros ajustes, que llevaba cuando se disponia a realizar "trabajo de campo". Había seguido a la comitiva por aquel lugar y se había parado esperando el resultado de las inspecciones de sus compañeros. Cuando la situación se desmadró, puso cara de circunstancias, pero en seguida su mente su puso en "modo combate". Saco su pistola mientras se despalzaba ligeramente para tener mejor angulo y disparó a la criatura que surgia cerca de Penton. Teniendo en cuenta las posibilidades que había de encontrar criaturas no muertas por esos lares, su pistola estaba cargada y preparada con una bala de plata. 

Joseph fue el primero en reaccionar. Viendo a los no muertos levantarse de entre la tierra, rápidamente conjuró un dardo de ácido que voló en la dirección del zombie, pero el nerviosismo del momento le jugó una mala pasada y su dardo de ácido impacto contra la lápida de la tumba de la que se estaba levantando la criatura, corroyendo levemente la inscripción que en ella se mostraba. Penton por su parte, se acercó, ni corto ni perezoso, al zombie más cercano que se estaba levantando del suelo, pisándole con su bota, pero al impactar su pie con la cara del no muerto, notó la fuerza que hacía en su contra, y no parecía que los poderosos músculos del bárbaro hubieran hecho mucho contra el no muerto.

En ese momento, el olor a pólvora y un estallido invadieron el silencio del camposanto, y el profesor Martell disparó su pistola. Impactando de lleno en el mismo zombie al que Penton intentaba forzar de nuevo en su tumba, la mandíbula de la criatura voló por los aires con el olor de la pólvora acompañándola, pero ni siquiera eso pareció detener a la criatura, que ni siquiera dió la impresión de haber notado el impacto.

Sigyn, que portaba la lanza en mano, pareció notar algo especial sobre las criaturas, y en lugar de usar el arma que portaba, desenvainó una pequeña daga con la que lanzó un tajo hacia el zombie. Aprovechando que se estaba levantando de entre la tierra, su certero ataque cercenó el torso del no muerto con una dolorosa herida que para otros hombres hubiera sido mortal, pero para la criatura un mero impedimento.

Audrey se retorcía de miedo mientras el zombie agarraba su pierna y todos oyeron claramente el crujir de los huesos del no muerto a medida que se retorcía en un ángulo imposible, pero la criatura no manifestó dolor alguno ni cesó su agarre de la pierna de la kineticista, por mucho que ella forcejeaba.

Levantándose de entre los muertos, los zombies apartaron la tierra removida del cementerio hasta llegar al frío aire neblinoso del camposanto. Uno de ellos, al que Sigyn había desgarrado en el pecho, aulló con furia tratando de golpear a la inquisidora en vano, sin conseguir que el aire escapase de sus pulmones. El que tenía a Audrey agarrada, hizo fuerza, empujando a la joven kineticista al suelo, alzándose amenazador sobre ella. Empujando contra la pierna de Penton, otro de ellos, con un humeante hueco abierto en lugar de lo que otrora fue su boca, hizo fuerza para finalmente ponerse en pie y con una garra mugrienta trató de golpear al bárbaro, consiguiendo únicamente hacer resbalar su oscura garra contra la pechera del poderoso bárbaro, mirándolo confusamente, pero para cuando quiso darse cuenta, ya habían dos de ellos que ahora le estaban empezando a rodear.

Era horrible saber que aquellos cuerpos reposaban hasta hacía poco tiempo, hasta que una secta de necromantes vino a profanarles convirtiéndoles en guardianes tenebrosos. Debía de ser una suerte que hubieran aparecido antes que cualquier otro habitante del pueblo, cualquier otra persona que hubiese cruzado aquella puerta se habría tenido que enfrentar a la imagen formada por los cadáveres podridos pero capaces de salir de sus propias tumbas, ansiosos además por dar muerte a los visitantes del cementerio.

La inquisidora estaba anímicamente preparada para enfrentar a criaturas como esas, no era la primera vez que las encontraba y su experiencia le aconsejó recurrir a la daga. Sujetándola con fuerza siguió combatiendo, el muerto que se levantaba cerca suyo fue recibido con otro tajo en pleno rostro, Sigyn entonces dedicó un segundo a comprobar si seguía alzándose o si optaba por derrumbarse, tras lo cual siguió decidida a clavar el pequeño arma, mostrando en su rostro el disgusto que le suponía tener que luchar en un lugar como aquél que debería de ser sagrado. Un sonido entonces le hizo girarse para ver la pistola humeando tras un disparo, también había visto cómo otros de sus compañeros recurrían a artes mágicas, encontrando buena señal que todos tuvieran tan buenos recursos para defenderse.

Joseph lanzó una maldición por lo bajo al ver que no había acertado con su hechizo. Analizando la situación y viendo que Sigyn parecía tener el control se dispuso a apoyar a Audrey, que parecía claramente asustada.

Se concentró y pronunció unas palabras arcanas, invocando de la nada una criatura que al cruzar una especie de portal reveló ser una bestia de rasgos caninos que se asemejaba a un perro. Con un ladrido, se situó al lado de Audrey, preparándose para atacar al zombi que le amenazaba.

Penton vio el disparo del profesor Martell pasarle cerca y ver como perforaba a ese cadáver. "Con que hay que matarlas... ¿se matan a las cosas muertas?" pensó. Mientras se movia a un lado intentando no ser rodeado, cogió su mangual pesado y con fuerza, lo dirigió a la criatura que no había sucumbido a su bota. 

Audrey suelta un respingo cuando su espada cayó contra el suelo, su mirada clavada en la criatura que se alzaba sobre ella, aterrorizada. Estaba muerto. Desprovisto de alma... Saliendo de esas tumbas cuyos nombres ya la había dejado aterrada.

¡CAW, CAW! suelta el ave, la cual desciende en picado para lanzar un arañazo a aquella criatura y luego emprender el vuelo hacia arriba.

Ante los gritos del animal, Audrey es liberada brévemente de la parálisis producto de su pánico. Ella alza ambas manos al aire y cierra los ojos, poniendo en tensión su cuerpo y esforzándose por cerrar los puños, como si hubiese algo invisible allí que intentase estrujar.

Martell, aun con cierta frustración por no haber hecho demasiado daño a aquella criatura, decidió sacar el maximo provecho de la situación. Mantuvo la calma, recargo su arma con una bala de plomo esta vez. Sacó un frasco rojizo que tenia guardado en junto a otros frascos, y antes de hacer nada con el, gritó:
"¡Penton, metaselo por el gaznate!"-pero antes de lanzarselo, se dio cuenta que una aclaración no estaria de más-"¡El del no muerto sin mandibula, no el suyo!"

El zombie contra el que la inquisidora había desenvainado su acero apenas tuvo una oportunidad de lanzar sus garras contra ella. Con un movimiento ágil de su daga, rasgó el torso del zombie de arriba a abajo hasta que finalmente la lastimosa existencia de la criatura cayó inmóvil al suelo.

En ese instante, con unas palabras de poder pronunciadas por Joseph, un portal se abrió del cual un perro de pelo azulado y brillantes ojos dorados apareció, listo para combatir a las órdenes de su invocador. Penton por su parte, desenvainó su mangual, haciendo girar el arma y descargando un poderoso ataque sobre el zombie que tenía delante, viendo que su bota no parecía ser muy efectiva. Con un giro de muñeca, la cabeza del mangual pasó rozando al zombie, haciendo trizas su hombro, pero la criatura, sin siquiera intentar evitar el ataque, rugió amenazadoramente sin haber sentido el dolor de lo que contra un hombre normal hubiese sido devastador.

Mientras colocaba munición nueva en su pistola, el profesor Martell extrajo un rojizo elixir de su bandolera para lanzárselo al aguerrido bárbaro que mantenía a raya como podía a las criaturas de ultratumba, y este lo agarró al vuelo sin problema, con instrucciones de introducirlo por el gaznate de la horrenda criatura a la que se enfrentaba.

La inquisidora no tardó en moverse para asistir a Audrey, que aún gritaba asustada, y de nuevo hizo girar su arma contra el no muerto, cortando un brazo de la criatura sin problema. En ese instante, la joven kineticista reaccionó a los graznidos de Crow, aún muerta de miedo, pero a sabiendas de que si no reaccionaba pronto estaba en grave peligro, una energía oscura empezó a agitarse a su alrededor mientras el propio suelo vibraba y objetos sueltos empezaron a gravitar durante unos instantes, antes de que una oscura energía saliese de su mano y se precipitase contra el no muerto que la agarraba. Con horribles crujidos, el zombie empezó a retorcerse de formas antinaturales, su tórax entero arrugándose como si fuese una bola de papel mientras costillas rotas perforaban la piel de la criatura y se encogía sobre sí misma, pero aún sin soltar a la joven por mucho que la energía le afectaba.

Con quejumbrosa dificultad, el no muerto finalmente soltó a la kineticista y reaccionó contra la inquisidora, que le había cortado un brazo podrido sin apenas dificultad, abalanzándose sobre la aguerrida mujer, que rápidamente interpuso acero entre ella y la criatura, empujando con fuerza contra la fortaleza no muerta del zombie que parecía impulsarlo incluso después de todo el daño que había sufrido.

Por su parte, Penton estaba defendiéndose contra uno de los no muertos como podía, manteniéndole a raya con su mangual, ahora que el no muerto estaba enfrente suyo, golpeando a diestro y siniestro con sus horrendas garras. Si un no muerto ya era tarea complicada, dos eran aún peor, y el segundo terminó de acercarse quejumbrosamente al bárbaro, que vió venir el ataque, pero pese a su mejor esfuerzo para desviarlo una de las siniestras garras del no muerto impactó contra él, con un poderoso crujido contra el pecho del bárbaro, el golpe le hizo temblar y esforzarse para mantener su equilibrio contra la oleada de ataques que venían de los no muertos.

Penton al ver que la criatura esquivaba su golpe, se sorprendió de su agilidad. Entre la sorpresa y el frasco que le lanzó el profesor Martell, no pudo esquivar al otro ser no viviente que le golpeó duramente en el pecho. Su visión se tornó nublada por un momento, tras lo cual con autentico frenesí intentó golpear a la criatura que le había golpeado. Un grito sobrecogedor fue lo único que emanó de su garganta. 

La chica ex-encapuchada (su capucha cayó al suelo cuando fue lanzada) se arrastra un poco más hacia atrás. Cuando llega la caballería y cuando su ataque finalmente rinden efecto, su pánico se ve reducido a temor.

El cuervo sobrevuela a la chica y se posa en un hombro, señalando con el ala hacia uno de los zombies.

Audrey asiente y alza una mano hacia arriba. En ese momento, la gravedad a su alrededor parece volver a alterarse, pequeñas rocas alzándose y sus ropas moviéndose como si estuviesen en gravedad zero... Hasta que repentinamente ella cierra los ojos con miedo y golpea su palma contra el suelo: Tocas las pequeñas rocas caen súbitamente al suelo con violencia a la vez que una fuerza invisible atenta contra el zombie que hizo objetivo, amenazando con compactarlo.

Al ver el tremendo golpe que le asestó el zombi a Penton, Joseph se sintió obligado a protegerle y rápidamente se acercó a él para apoyarle. Sigyn parecía tener controlada la situación, con lo que podría hacerle frente sola al no-muerto que aún amenazaba a Audrey.

Una vez allí, Joseph señaló al zombi que se había quedado solo y con una orden de ataque mandó al perro invocado a atacarle.

Acto seguido, lanzó un proyectil mágico al zombi que se encontraba al lado de Penton, enviando un pequeño orbe de energía mágica contra él.

En aquella primera lucha durante la investigación podía ver cómo se manejaban los presentes contra los monstruos que les habían recibido, Sigyn reconocía las aptitudes de cada uno salvo las de Audrey, que recurría a una especie de magia distinta a la habitual. Se alegraba de haber llegado en el último momento para unirse a ellos, pues pensaba que complementaba bien al grupo. Al pensar un poco en sí misma notó la adrenalina de la lucha encendiendo sus sentidos, tenía trabajo por hacer, llevaba unos años así, sin descanso, aún así que este día empezara con una lucha era algo novedoso, los monstruos solía encontrarlos por las noches.

"Penton necesitas un arma cortante."

Eso le vino a la mente antes de ver cómo daba un violento golpe con el mangual que no creía que nadie fuera a poder soportar. La inquisidora se centró en el muerto delante suyo, la aparición del perro le suponía una ayuda adicional y entre ambos lograrían una rápida victoria. Con la mano derecha hizo un gesto hacia abajo que iba hacia la cabeza del zombie, más aún, hundió la hoja en uno de aquellos ojos ya carentes de vida, dando un tirón hacia atrás llevándose un podrido globo ocular consigo. Pensando que el zombie caería retrocedió un poco para encarar a otro de los no-muertos, pendiente de que el bárbaro no se viera superado en número. 

Martell se encontraba frustrado por la conveniente incompetencia de el señor Penton tanto como por la impotencia que sentia en una situación semejante. A pesar de ello, se centró en la solución con mas posibilidades de resultar productiva.Tuvo en cuenta la relativa eficacia en el desmembramiento de  aquellas criaturas. Disparó a la pierna del zombi que tenia delante la inquisidora y sacó su daga, preparandose para comprobar la viabilidad de una aproximación mas cercana.

Todo ocurrió en un instante. Sigyn descargó su daga con brutalidad contra la cabeza del zombie que estaba atacando a Audrey mientras por un segundo sentía como la gravedad abandonaba su alrededor, incluso el final de su pesada capa de viaje empezaba a levitar por sí solo, pero no estaba para preocuparse por eso en la situación actual. Con furia clavó su daga en el cráneo de la criatura, con un desagradable ruido de hueso rompiéndose y fluidos cerebrales siendo vertidos, notó cómo el cuerpo del zombie perdía su fuerza durante unos instante antes de desplomarse como si fuera un mero saco de patatas.

Justo en ese momento, escucharon de nuevo las palabras arcanas de Joseph mientras un misil de pura energía violeta volaba por el aire dirigiéndose hacia el zombie que había herido al bárbaro, impactando contra la criatura con una descarga de energía mágica que apenas pareció detenerle durante unos instantes, abertura suficiente para que, con un furioso grito de batalla, el bárbaro descargase de nuevo su mangual sobre la criatura, aplastando su cuerpo completo contra el suelo para convertirlo en un amasijo de carne podrida.

El perro celestial se abalanzó sobre el zombie que había estado acosando a Audrey, cuya forma apenas parecía poderse mantener unida durante mucho más después de los brutales ataques que Audrey y Sigyn habían descargado sobre él, pero el no muerto no pareció notar los dientes de la criatura clavándose en su pierna, pero justo en ese momento sonó el disparo de la pistola del profesor de nuevo, y una bala cruzó el aire para impactar en la pierna derecha de la criatura, provocando un grotesco espectáculo a medida que el hueso fracturado de la criatura empezaba a sobresalir de su muslo, haciéndole perder brevemente el equilibrio durante el tiempo suficiente para que, con un tirón por parte del perro el zombie cayese al suelo intentando futilmente con su garra alcanzar algo de lo que alimentarse.

No ocurriría, pues justo momentos después, su cuerpo empezó a comprimirse sobre si mismo retorciéndose de una manera imposible antes de ser lanzado hacia atrás hasta desparramarse en una pila de restos irreconocibles diseminados por encima de las lápidas.

La adrenalina del combate empezó a bajar y a medida que los héroes se recuperaban después del encontronazo con aquellos no muertos, escucharon una voz a lo lejos mientras una peculiar figura comenzaba a acercarse a ellos. Atraído por los ruidos que se habían escuchado a lo largo del camposanto, un anciano hombre ataviado con un dispar atuendo ajado por los años, con un singular sombrero de copa destartalado, completamente fuera de lugar con su atuendo, portando al hombro una pala, identificándole como un sepulturero.

"¡Eeeeehh! ¡Vosotros ahí! ¡Sisi, vosotros sus digo! ¡Que sus escuchau! ¡Por tos los demonius d'Asmodeus! ¡Qué hacéis aquí, ta proibiú!" — vociferó la figura desde lejos a medida que se acercaba, con evidente irritación — "¡Como teis trastiando con sas tumbas de nuevu sus las vais a ver con l'Alguacil, bellacus!"

Audrey jadea fuertemente cuando todo acaba. Aún está bajo ese extraño efecto anti-gravitatorio, su cabello y varias telas de sus ropajes flotando suavemente, capa y capucha incluidos. De echarle un ojo sería fácil ver que tiene dos pequeños cuernos cerca de la frente, aunque también hay suficiente caos y oscuridad como para que pase desapercibido.

"Gracias" pronunció mirando al grupo entero y una pequeña sonrisa se esboza en su rostro.

Poco a poco aquella magia se desvanece y su cabello cae, ocultando esa característica. Audrey se incorpora poco a poco, nerviosa por todo lo que acaban de pasar. Y para colmo escucha un cacho grito que la hace sobresaltarse: Da un brinco y se sube la capucha.

"¡L-lo siento, lo siento!" agita las manos rápidamente, "es que estábamos..." pero entonces cae en algo. "... ¿'De nuevo', señor? Nosotros llegamos al pueblo esta mañana... ¿Alguien ha estado haciendo cosas raras aquí?"

Normalmente la joven se habría quedado callada, tímida, pero con toda la adrenalina y con el corazón aún a mil, está un poco más suelta de lo normal.

Los zombies terminaron por perecer una segunda vez, quedando desmembrados en el suelo. La mujer respiró con fuerza mientras con los sentidos buscaba nuevas amenazas sin encontrarlas. Era el momento de calmarse aunque una nueva figura venía ahora, les habían visto, y Sigyn no hizo gesto alguno pero pensó que habrían consecuencias. No quiso decir nada por ahora, prefería acercarse para ocuparse de los heridos, razón por la que con un paso hacia atrás se colocó junto a Penton.

- Diste un gran golpe... no te muevas un momento, te voy a curar con energías divinas.

Explicó al hombretón, tocando el brazo con el que sujetaba el arma mientras oraba a su semidiosa*, la que le había cargado con una inmensa responsabilidad voluntariamente aceptada. La magia cerró la dañada carne del bárbaro, quedando un rastro leve de las grandes heridas que antes soportaba.

- Te ves mucho mejor ahora.

Comentó con una tenue sonrisa que apenas se mantuvo en el tiempo tras ver el buen trabajo que había obrado el conjuro. Tras eso prestó otra vez atención al viejo que les increpaba.