Esta partida está en revisión. Si el director no da señales de vida o es aprobada por un cuervo será borrada esta noche
Una vez llegan a París, el hombre te guía directamente por el aeropuerto. Miles de personas entran y salen de los recovecos y puertas del Charles de Gaulle. De alguna manera, notas en el ambiente que es una ciudad que hace honor a su fama, el lujo y esa esencia bucólica que tanto achacan a la capital francesa parece que puede saborearse como las trazas de algo dulzón a tu alrededor, aún estando en un aeropuerto donde sabes que lo único que se mezclan son el aire acondicionado, efluvios humanos y quizás una mezcla indistinguible de perfumes a cuál más complicado e incluso hediondo.
Tu guía te acompaña hasta el aparcamiento, donde una limusina negra parece esperarles. Un chofer vestido con el típico atuendo negro, con gorra negra, guantes de cuero y demás parafernalia, les abre la puerta a un pequeño mundo dentro de aquel vehículo.
La tapicería de piel, en color crudo, huele aún a nueva, como si estuviera recién limpiada o quizás incluso recién puesta. Entre dos sillones, ves una mesa de lo que parece ébano, negro y pulido, baja pero lo suficientemente ancha como para ser accesible desde los dos lados y tener sitio para jugar a algún juego de mesa. De hecho, una vez te sientas, puedes ver que la mesa exhibe, como parte de ella, dos tableros. Uno es de ajedrez, o de damas, con las características casillas blancas y negras alternadas. En la mitad de la mesa, ves un tablero que no conoces, aunque ves que tiene muchas casillas, 63 en concreto. De vez en cuando, ves casillas que exhiben cosas especiales, y llama la atención que abundan los dibujos de ocas. También te llama la atención, en la 58ª casilla, la presencia de una pequeña representación de la muerte, con túnica negra y guadaña.
Más allá, habría espacio también para un tablero, pero ves que hay dos impresiones circulares, una a cada lado de la mesa, presumiblemente para poner vasos. Colgando del techo, puedes ver un pequeño monitor plano de televisión, de unas 17 pulgadas, que muestra imágenes de tapices y miniaturas medievales de temática religiosa, aunque no puedes reconocer más que eso.
Sí, es el juego de la oca, pero Robert es estadounidense y tiene 0 en Academicismo, así que no puede conocerlo :P
Tu acompañante se sienta en el sillón enfrente de ti y se dirige al chofer.
—Por favor, tráiganos dos Solomon.
El hombre te mira con una sonrisa y habla, por fin. Se le ve más abierto y distendido ahora que está en la limusina.
—Creo que no me he presentado formalmente, soy Martin Watling, bienvenido a París, señor Weinberg.
Te mira de arriba a abajo, como si no te hubiera visto antes.
—Creo que no trajo equipaje, pero en el hotel encontrará usted una lista de cosas que podremos comprar para usted, si así lo solicita.
Sonríe, y una portezuela se abre tras él. Ves una bandeja con dos copas de cóctel. Martin la saca y cierra aquel compartimento, dejando la bandeja sobre la mesa y colocando las copas en las hendiduras que tiene la mesa. Estando ahí, puedes ver mejor la bebida. Tiene hielo picado, aunque no llega a parecer un granizado, y el color rojo sangre resulta sumamente atractivo, tiñendo los blanquecinos cristales partidos del agua congelada. Un palillo de unos 10 centímetros sostiene, pegada al hielo, una guinda.
El hombre devuelve la bandeja al lugar de donde salió, y notas que arrancan, pero también percibes que lo hace muy suavemente. El contenido de las copas apenas se mueve, y el ruido es casi mínimo. Martin toma la copa y la alza un momento.
—Por su participación en este peregrinaje.
Bueno, ya sé que pone "Suite 1" XD Pero ahí es donde estarás en dos o tres turnos como mucho muchísimo :P
El vuelo me ha dejado levemente trastornado. Como siempre. Los cambios hiperbáricos suponen un leve sufrimiento para mis tímpanos, y ello acarrea un decreciente dolor de cabeza para todo el día. Añadido a todo ello, el cambio horario hace mella en mí y percibo cómo la sangre de mi tren inferior cosquillea el arco femoral en su retorno al corazón, denotando un pesado cansancio.
Me siento en la lujosa limusina y agradezco las comodidades. Tomo el cocktail en mi mano derecha y lo alzo para brindar con mi acompañante.
- Por el peregrinaje -
Doy un largo trago a la atrayente bebida carmesí
Siento no haber contestado antes máster, tuve un viaje de trabajo de Jueves a Domingo
¿Qué idioma habla Robert aparte del inglés?
Pues ya que es de San Francisco... hablará algo de Castellano. Francés lo dudo mucho... :p
Sí, yo creo que lo más lógico es que hable Inglés y algo de Castellano
Te inunda un sabor agridulce, indefinido, así como el calor familiar del etanol, como cada vez que, por imposición social, decides celebrar algo con un asesinato masivo de tus epitelios.
Tras varios minutos , el coche llega hasta la Place Vendôme. En cuanto bajas, con el chofer abriendo la puerta, es ya de noche y el cielo está iluminado con las múltiples luces de esa ciudad que proclama el amor con su aire bohemio enamorado de la electricidad, la cual, por lo que sabes, deben en gran parte a tu Tradición, los Hijos del Éter, antes conocidos como Ingenieros Electrodinámicos.
Ante ti se erige un edificio, más bien un palacio, del estilo barroco de París, como las zonas más nuevas del Louvre, y el lujo parece inundar el lugar como una bocanada de olor a dinero y Chanel No 5. Después de todo, por lo que sabes, la misma Coco Chanel hizo de ese edificio su hogar más de 30: el Hotel Ritz Paris.
Martin se dirige a la entrada, y enseguida ves cómo uno de los guardias, con su uniforme de esclavo, va a detenerlos, seguramente por la falta de etiqueta, pero cuando llega, tu guía le enseña algo que no puedes ver, y el hombre se disculpa y va hacia atrás.
Cuando entran, las miradas parecen automatizadas para mirarlos. La gente vestida de marca de arriba a abajo parece automáticamente ser repelida por algún magnetismo extraño en cuanto ambos se adentran. Watling parece ignorarlos, como si directamente no existiesen.
Llegan al mostrador de recepción, donde el hombre que atiende se dirige a tu guía con un perfecto francés, digno de su cara de caniche asqueado ante un trozo del excremento más kitsch que sus ojos bien acostumbrados a los delicados efluvios de las altas esferas hubieran visto. No lo entiendes, pero ves que Martin le extiende un papel y el caniche enseguida parece verle el diamante al excremento con el que habla. Sonríe y les da dos llaves. El religioso te entrega una de la dos, que pone: Suite 1.
Enseguida, sin decirte nada, sube contigo por el ascensor hasta un largo pasillo. A cada paso puedes ver una nueva fortuna decorar el hotel. La riqueza inunda el lugar como los perfumes excesivamente dulzones que llegan a causar náuseas. Por fin, llegan a una puerta, separada de las demás por una considerable distancia y te da pie a que abras.
Bueno, esta es su suite, señor Weinberg. Nos veremos el viernes. Recibirá una llamada que le dará los detalles de la reunión.
Es martes por la noche. Todo lo que quieras hacer antes de la reunión, lo puedes hacer ahora.
El lujo me desborda. Tanta ostentosidad me marea, impidiéndome permanecer en mi habitación sin moverme intranquilo más de un par de horas, mucho menos hasta el viernes. Tras realizar un recorrido de una hora por mi suite, inspeccionando cada detalle de la misma, más por pura curiosidad por los "exquisitos" objetos que la decoran que por buscar algo en concreto, salgo de mi cuarto y me dirijo a la recepción.
Una vez allí voy al mostrador para hablar con el hombre que le dió las llaves a Martin
- Buenas noches - digo en inglés, presuponiendo que en semejante monstruo lujoso, todos los empleados son bilingües al menos - Soy Robert Weinberg. Estoy alojado en la Suite nº1. ¿hay algún mensaje o paquete para mi? - espero la respuesta, y a continuación continúo con las preguntas que tengo en mente
- ¿hay algo que un hombre inquieto como yo pueda hacer para pasar la noche... y un par de días que debo esperar hasta el viernes? -
Y por último, realizo la pregunta que más me intriga
- Cuando llegué al hotel, me acompañaba un amigo mío. Fué él quien habló con usted para reservar la habitación. De hecho, le entregó algún documento, si no me equivoco. ¿recuerda que ponía en él? -
El mismo hombre que viste al entrar te recibe una vez más con esa cara de asco, y esta vez no parece quitarla. Te mira de arriba a abajo, y notas que los demás también lo hacen. Tu ropa no es la mejor, no es de la marca más cara, lo que implica que no entras dentro de su mundillo. De hecho, cuando el recepcionista te contesta, lo hace con dificultad, como si le costara hacerte un inmenso favor por sólo hablarte.
No, no hay ningún mensaje para usted.
Vuelve a recorrerte con la mirada, es como si no se creyera que esté hablando con alguien como tú. Toma, con una parsimonia sumamente viscosa, desganada, un folleto del hotel, con la infinidad de comodidades astronómicamente caras del lugar.
Bueno, por suerte... para usted, tiene todo incluido por su anfitrión, así que puede disfrutar, usando únicamente su llave como identificador, de todas las comodidades. Hay piscina, en la que puede tomar parte en cursos de natación y gimnasia acuática, gimnasio, salón de belleza y peluquería —hace una pausa, en la que su mueca de asco parece sucumbir a una controlada sonrisa, como si pensara que justamente eso te haría falta—. Por supuesto puede disfrutar de los distintos restaurantes, bares y cafeterías dentro del hotel, o encargar su comida al servicio de habitaciones.
Se aparta un momento y aspira hondo. Recuerda al gesto de alguien que ha estado durante minutos cerca de basura y se alejara para poder respirar aire limpio.
El documento que me enseñó antes su acompañante era la reservación del hotel, nada más, señor Weinberg. ¿Alguna pregunta más?
Miro al hombre que me atiende mientras me da sus respuestas, combiando el gesto de mi cara a medida que avanza su explicación y mantiene esa expresión descortés
- Reconozco que no me importa que me juzguen por mi aspecto, pero esto empieza a ser ya demasiado...
Cuando termina de hablar, lo único que quiero es perderlo de vista... eso y que le diagnostiquen un adenocarcinoma terminal
- que manera más impresentable de tratar a los clientes -
- Una última cosa ¿hay algún lugar en el hotel dónde pueda comprarme algo de ropa? No he tenido tiempo de cambiarme desde que salí de mi apartamento en San Francisco ayer por la mañana. Si no lo hay, recomiéndeme alguno por París, mi tarjeta de crédito empieza a pesar, debo aligerarla un poco- esto último lo digo guiñando un ojo, pero con una carga de sarcasmo enorme.
El hombre vuelve a torcer el gesto, ahora como ofendido:
Tiene usted a su disposición la Galería de las Tentaciones, para las compras de todos los accesorios que quiera. Cerca de aquí tiene las mejores tiendas de alta costura parisinas. Por supuesto, si usted quiere, el centro de la ciudad alberga múltiples lugares donde venden ropa... de prêt-à-porter —su expresión se arruga aún más al decir esas tres palabras, al parecer, demoniacas—. Si así lo desea, el Hotel Ritz puede mostrarle, en su misma suite, una exposición de sus mejores marcas.
Tras escuchar el flujo verbal expulsado de la boca del conserje con enorme desdén, Robert le da la espalda sin siquiera contestarle ni agradecer su desprecio hacia él por su aspecto. Desde muy pequeño se había esforzado por llegar a lo más alto, y una vez alcanzada una posición social de elevado renombre, la humildad le había convertido en un hombre que no alardeaba de sus logros y no ostentaba su poder y prestigio sobre los demás, con lo que la gente que alardeaba de ello le ponían enfermo.
Comenzó a pasear por el recibidor del hotel cuando se le ocurrió una idea
- Tal vez haya más invitados a esa "reunión" alojados aquí -
Así que comenzó a pasear por las zonas comunes del lugar en busca de gente con aspecto de alojarse en el hotel sin habérselo pagado con las fortunas de paraisos fiscales suizos, o en su defecto, de gente jugando al ajedreza con piezas azules...
Máster, ando un poco perdido! :p no se si lo estoy haciendo bien, o estoy dando demasiadas vueltas innecesarias! :)
No te preocupes, soy más bien yo el que está dando vueltas excesivas, para hacer tiempo hasta que lleguen todos los PJs, y así no se queden esperando absurdamente sin hacer nada, aunque si así lo prefieres, dime que simplemente te quedas en la habitación y das paseos por ahí o lo que sea, que esperaremos hasta la reunión.
Si quieres buscar a otros Iluminados, tírame Percepción + Consciencia
Ando vagando por la ciudad, ansioso que llegue el día de la reunión, recorriendo los lugares más emblemáticos de París, como un turista más. Sin embargo no lo soy, y es por ello que en todo momento permanezco alerta con el fin de encontrar a más de los míos entre la gente.
Tirada: Buscar despertados
Resultados: 7,1,9,9,8
Resultado final: 3
Per(3) + Consc(2) = reserva 5
No hace falta ni que salgas del hotel. En tu misma habitación, sientes la presencia de varios Iluminados, a lo largo de todo el pasillo, podrías jurar. Parecen haberlos reunido en un lugar muy cercano, unos de otros. Sin embargo, una certeza llega a tu mente: no debes verlos aún. Debes incluso ignorarlos. El momento de conocerse es el viernes, no antes. No sabes exactamente por qué respetarlo, pero sabes que debes.
Mi carácter inquieto se ve sedado y reconfortado por la naturaleza mística de la capital francesa. Decido tomarme los días que me quedan antes de la reunión como unas bien ganadas vacaciones en las que visitar la ciudad y disfrutar de sus placeres.
El tiempo que transcurra en el hotel, lo dedicaré a descansar, aunque entre tanto lujo ostentoso, prefiero dispensar mi tiempo en otros lugares de la ciudad.
Así, mataré la curiosidad que la situación me genera, y esperaré hasta el Viernes para volver a inundar mi cabeza con pensamientos acerca de la misma.
Bien, como la última vez, has sido el primero, así que bueno, tendrás que tener un poquito de paciencia hasta que se abra definitivamente el tema de la reunión.