Partida Rol por web

Despiertas como siempre acompañado del ruido de la cigarras. Te llamas Martha y eres una joven campesina. Tu joven marido se encuentra a tu lado y después de un par de carantoñas, te levantas dispuesto a seguir la rutina de siempre. Atender a los críos, preparar el desayuno y luego horas de limpieza y cocina. Tu hija por supuesto que te ayuda con todas las tareas mientras que sus dos hermanos cuidan del campo.

Es una vida humilde pero la disfrutas y no tienes problemas con ella hasta que llega un fatídico día y unos bandidos atacan la granja, tu marido intenta defenderse pero rápidamente lo matan y clavan su cabeza en una clava, que rápidamente acompañan tus dos hijos.

Al principio te intentas resistir, pero finalmente te refugias en un rincón de tu mente mientras todo el horror os pasa a ti y tu hija. Esperando finalmente la muerte, sin embargo esta no llega y se os llevan.

Vendidas como esclavas termináis separadas y solo te queda un recuerdo de afabilidad y cigarras como memoria de algo mejor.

Despiertas solo en tu habitación cuando alguien la golpea la puerta. Te llamas Tarkus y tienes un trabajo como... funcionario. No estás orgulloso de ello pero alguien tiene que hacerlo y pagan bien. Te levantas y abres la puerta, un hombre bien vestido te entrega una carta y apenas te dirige un par de palabras que ni escuchas, esta vez eran tres pero el lugar donde siempre y la misma hora.

Aún tenías tiempo para comer e ir de compras antes de visitar a tu anciana madre. Pierdes un poco de tiempo comprando en una tienda cortejando a la hija del dueño. No notas que consigas ningún avance pero la chica tampoco parecía desencantada contigo. Quizás después de cobrar un par de pluses te verías con fuerzas para invitarla a una cita.

Visitas a tu madre, que con su habitual tacto pregunta por nietos y que qué diría tu padre. Asientes con la cabeza mientras te aseguras que tiene las medicinas y que la que cuida de ella no le sisea nada antes de dirigirte a la plaza.

Tampoco vas directamente a ella, si no que paras en una oficina cercana y te pones el uniforme para tu labor, hoy hacía calor así que lo ibas a pasar mal. Pero el trabajo era el trabajo.

La plaza estaba a rebosar pero al verte todos te dejaron pasar con miedo de poder enfadarte, subes arriba de la plataforma donde te espera tu jefe y tus tres clientes. Apenas escuchas nada de lo que se dice, las excusas de siempre y las decisiones también. Esperas la señal de tu jefe y tiras de la palanca, tres nuevos delincuentes que deberían pagar sus pecados a manos de Berath...

Te despiertas en tu cama de terciopelo cuando la sirvienta llama a la puerta. Te llamas Lucilda y eres una elfa aerdyana, hoy no es el mejor de tu vida. Apenas tienes 206 años y ya tienes que conocer al que iba a ser tu primer matrimonio de convivencia, un torpe humano de 20 años. Básicamente un viejo y no tenías derecho a quejarte.

Suspiras y remoloneas en las sabanas mientras la sirvienta no espera tu orden y ya entra a abrir las cortinas y empieza contarte que te están esperando para desayunar. Te dejas limpiar y vestir por ella, aunque escoges tus propias joyas. Una cosa era dejarla hacer su trabajo y otra confiar en los gustos de una vulgar sirvienta.

Bajas a desayunar donde te esperan tus dos madres y dos padres. Nunca entendías como podían llevarse bien y vivir juntos, era algo tan antinatural. Por supuesto que para mantener los lazos y paz, los elfos tenías que hacer el pequeño sacrificio de casaros con un humano, pero luego llevarlo a vivir a tu casa... ¡Y encima con su mujer!

Vale que como mascotas eran adorables, pero que falta de decoro. Cuando llegaras a cabeza de familia las cosas iban a cambiar mucho.

Sea como sea, pasas la mañana con ellos y terminan presentándote a tu futuro marido, toda la decepción que podías esperar y encima aburrido como una piedra. Si esperaban que te fueras a vivir con él después de la boda quizás era momento de ir acelerando el plan.

Ya habías conseguido los venenos adecuados y comprado a las sirvientas, querías hacerlo de manera paulatina pero te quedabas sin tiempo y eso no podía ser.

Con las ordenes dadas, te vas acostar y duermes con la conciencia tranquila de que acababas de salvar a tu casa de la deshonra...

Despiertas apenas oyes unos pasos cerca de ti. Te llamas Gulthias y eres un orlano salvaje y despertar en el campo ante la mínima amenaza es lo normal, esos "civilizados" eran un peligro. Por suerte sabías que ninguno se habría acercado tanto a ti sin despertarte antes, así que desenvainas el cuchillo y sonríes a tu camarada. Un elfo que respondía al nombre de Elthun.

Sin embargo antes de que puedas saludar te hace un gesto de que guardes silencio y te cede un cacho de cecina para que vayas desayunando mientras te explica la situación con gestos.

Al parecer habían localizado al grupo de blasfemos que habían profanado las tierras sagradas y era hora de encargarse de ellas. Ante esas noticias tu sonrisa se agudiza y te preparas para la acción. Arco en mano y con el hacha y cuchillo familiares en el cinto sigues a Elthun en absoluto silencio de rama en rama.

Os colocáis y acecháis esperando el momento adecuado, el cual no tarda en llegar cuando se detienen en un arroyo para montar campamento. Mientras rompen formación para encargarse de colocar todo llueven las primeras flechas, certeras como vuestra furia acabando con más de la mitad.

Mientras están en pánico, cargáis con el nombre de los ancestros en vuestros labios. Matas a varios sin compasión alguna por mucho que la pidan de rodillas. Ellos no tenían respeto, así que no merecían ni agua. Te regocijas en la sangre y la muerte de esa gente hasta que notas una explosión detrás tuya y caes al suelo mal herido.

Los muy capullos tenían magos entre ellos, bueno tu eras mucho más que ellos no pedirías misericordia y escupes al mago antes de que este termine por carbonizarte...

Te despiertas en tu tienda de campaña, ante el aviso de un soldado raso. Te llamas Elisabeth y eres una comandante de los Tres Picos. El soldado solo cumple ordenes así que lo despachas rápidamente para que siga con sus labores, te levantas y lavas la cara en la pila que tenías al lado de cama. Rápidamente te pones tu coraza y recoges tu cabello en una coleta.

Tenías una reunión con tus tenientes y había un asedio que romper. Ciertamente las noticias que te traían no eran buenas. Os quedabais sin suministros y lo único que podíais esperar era un milagro o que los salvajes que os rodeaban volvieran a ser los imbéciles que siempre habían sido.

La situación era la que era, el que atacara perdía y en una situación de aguante los únicos que recibían suministros eran los de afuera. A cambio tenías una tierra sagrada para ellos, con materias primas que le interesaban al Imperio Agata, pero que no servía de nada si no podían asegurarlos. Con eso en mente empiezas el plan final, derruir el lugar y quemarlo hasta los cimientos. Si iban hacer morir de hambre a tus hombres acabarías con todo aquello que valoraban, con suerte picarían y aunque luego se perderían recursos, al menos tus hombres volverían vivos a casa.

Los humos empiezan y a la hora tus vigilantes mandan mensajes, sonríes con fuerza y te pones el casco, al fin y al cabo no dejaban de ser salvajes, y hoy cenarías algo distinto a gachas resecas de tres días...

 Te despiertas recostado sobre el escritorio con la cabeza apoyada en un manuscrito que escribías la noche anterior. Eres un escriba enano llamado Bruenor y la razón de tu despertar son los golpes contra la habitación de puerta. Aún adormecido te asustas al ver la luz entrar por la ventana... por no hablar del estado del pergamino con tu baba repartido y con la tinta corrida. El Padre superior te iba recriminar no solo llegar tarde a los rezos matinales si no el destrozar material.

Azorado y asustado abres la puerta para vez como el hermano Zacarías estaba de mal humor y que tenías algo en el rostro que aún lo enfada más. Te abronca por la tinta y palabras escritas en tus mejillas, probablemente la tinta fresca cuando caíste dormido el día anterior. Apenas escuchas lo que dice de la vergüenza pero asientes con la cabeza y sueltas de vez en cuando un "Sí, hermano".

Luego lo sigues a donde está sea que va ser tu castigo, por ahora parecía que te iba tocar barrer toda la mañana. Probablemente los latigazos serían por la tarde delante de toda la escuela. Se te escapa una lágrima ante esa idea, pero contienes el resto. El texto era importante y por eso habías estado hasta tan tarde, vale que te hubieras dormido pero eso no daba derecho a que te fueran dando latigazos. Sin embargo estabas en la mejor biblioteca de todo el reino y ni loco querrías que te cerrasen el lugar. Así que, como otras tantas veces, haces de tripas corazón y te preparas para ello.

Ni siquiera te dejan ir a comer, y en parte era mejor, la última vez habías vomitado por el dolor y las risas de la enfermera habían sido la guinda del pastel de la vergüenza.

Llega el momento y escuchas que vas a recibir 25 latigazos, siete más que la última vez. Daba igual eras duro y tu pasión era el conocimiento. Encomiendas tu nombre a Wael y no sueltas ningún grito, sientes que tu silencio es un gesto de desafío y lo mantienes aunque te muerdas el labio con tal fuerza que crees que te lo vas arrancar. Finalmente el dolor puede contigo y te desmayas con una sonrisa ensangrentada...

Llevabais ya dos días de viajes y aunque el tiempo había acompañado y nada peligroso se había cruzado por vuestro camino, no se podía decir que el periplo estuviera siendo agradable.

No era por culpa del camino, que aunque algo abandonado aún estaba en buen estado. Ni de la compañía, pues Meriel no había impuesto nada de su parecer y se ofrecía de ayuda para lo que hiciera falta. Ni siquiera el tener que hacer campamento para descansar os molestaba, acostumbrados como ya estabais a ello. Al menos la mayoría.

No, ninguna de esas eran las razones. El problema era dormir de noche e incluso las primeras horas de las mañanas, vuestros sueños no tenían nada de especial pero os parecían más recuerdos que otra cosa y esos recuerdos y memorias os acompañaban al despertar haciéndoos olvidar de quienes erais antes de esto. En algunos casos incluso tardabais en reconocer el lugar donde despertabais o veíais gente y objetos que no estaban ahí. Teníais la sensación de estar perdiendo la cabeza e incluso vuestra identidad.

Afortunadamente esto duraba poco, pero solo servía para acentuar la paranoia que ya teníais de estar siendo siempre observados o que había algo justo al límite de vuestro alcance. 

Sea como sea hoy no era diferente y os acabáis de despertar los tres sobresaltados y mirando alrededor perdidos, el último día habías acampado a la entrada del Prado negro. Y sin embargo por vuestro rostros no es que creyerais que ese es el caso...

Nada más levantarme me froto los ojos y suelto un aburrido bostezo - Venga, chaval, cuéntame una que no sepa - Le digo a nadie en concreto - Está la de "soy inocente", la de "no quería hacerlo", todas sus variantes y mi favorita de "me obligaron con magia". Ya sé que no te servirá de consuelo, pero no te juzgo. Eso ya lo hizo otro que es el que me ha ordenado que tire de la palanca. Ahora estate quieto y deja que te ponga estos pesos en los pies - Suelto un gruñido. Otra vez el puñetero lumbago de tanto agacharme. Es que es menester joderse, oigan. - Así se te partirá el cuello y morirás mucho más rápido que de la otra forma.

Y lanzo una mirada furiosa al bardo. Odio a los bardos. Ya me parece de mal gusto convertir las ejecuciones en un espectáculo público aunque entienda la necesidad de dar ejemplo, pero es que esos mierdecillas se dedican a vocearlo a los cuatro vientos dándole un toque satírico, como si arrebatar una vida fuera cosa de broma. Tiro de la palanca y me encaro con él.

¿QUÉ? - le digo bien alto para que se me oiga por encima de la multitud - ¿YA TIENES LO QUE QUERÍAS, CANTAMAÑANAS DE LOS COJONES?...

Tumbada en mi lecho estiro lentamente los brazos por encima de mi cabeza para desperezarme mientras mi espalda se arquea con cierta pereza, deseando tener más tiempo para dormir. De repente esa voz gritando... la reconozco. Me incorporo de golpe mientras tanteo en busca de las sabanas para cubrir mi cuerpo pero solo encuentro la capa mágica que encontramos en...

Confusa miro a mi alrededor. ¿Donde estoy? ¿Como he llegado aquí? ¿Lo.... lo logré?

_{- Ekron, ¿que sucede? -} me llevo la mano al cuello al escuchar ese sonido bajo y susurrante. ¿Qué me han hecho? Ha sido él, estoy segura. No se como pero tenia conocimiento de mis planes. Tanteo en busca de heridas en mi garganta.

En cuanto me levanto, ya con mi armadura preparada, dirijo una mirada al horizonte, cargada de seguridad. Estoy segura de que esos cobardes no tardarán en aparecer y no tengo mucho tiempo para destruir sus "futuros" recursos. Claro que... ¿Dónde estaban? No, más importante: ¿Dónde estoy? La seguridad se me va mientras miro confundido la tierra a nuestro alrededor. Es donde dormí ayer pero ayer dormí en el cuartel... En ese momento escucho a alguien gritándome y miro enfadada a ese hombre.

- ¡Tendré lo que quiera cuando vea caer al Imperio Ágata o cuando vea nuestra ciudad a salvo! ¡Así que déjate de voceríos y prepárate para destrozar su maldita tierra sagrada, sold...! - me paro en seco al escuchar la voz baja de Morrigan y vuelvo a mirar a mi soldado, compañero o lo que sea - ¿Ekron? ¿Has venido a ayudarnos? No, eso no...

Me llevo ambas manos a la frente y termino por sentarme directamente en el suelo, con gesto de preocupación y dolor de cabeza. La historia no encaja. Necesito reordenarla, necesito... Saber cuál era la mía.

Miro extrañado a Feniel y Morrigan ¿Qué hacen esos dos aquí? Nunca pensé que fueran del tipo que les gustase ver ejecuciones. No después de su reacción ante aquél árbol en Valle del Oro. Sin embargo no puedo admitir que les conozco para evitar revelar mi identidad - Si algún mal os causaron en vida estos maleantes que acaban de entregar sus almas a los dioses, aligerad las vuestras perdonándolos - Y señalo hacia donde se encuentra Meriel.

Por favor, señora, decidme que al menos vos no habéis disfrutado de esto...

La mujer peliblanca que había estado haciendo la última guardia se sobresalto ante el despertar de sus compañeros de viaje. Sin embargo no era miedo lo que podíais ver en su mirada si no preocupación. Se mantiene callada mientras cada uno habla y tienen esa extraña conversación hasta que Ekron se dirige hacia ella.

- Ekron, soy yo. Meriel. Estamos en el Prado Negro de camino a Caud Nua, ¿recuerdas?- se gira a los dos divinos.- ¿Recordáis? Ayer paso lo mismo.- empieza a mirar a cada uno. Primero a Feniel, luego a Morrigan y finalmente a Ekron.- Te creías un escriba, recordabas haber transcrito libros de los que yo solo había oído hablar y más tarde ni el título de sonaba. Por tu parte eras un orlano de una tribu glanfanthana. Y tú eras una... esclava.- con lo último parece titubear, y a todos os viene el recuerdo de que era algo más que una esclava... ¿pero era realmente vuestro recuerdo?

¿Ekron? - pregunto con extrañeza - Os equivocáis, señora. Yo me llamo Tarkus y... - y no sé cómo seguir. El velo irreal que empaña mi mente se resquebraja haciéndome ver que no soy quien creía ser (al menos, no ahora) - ¡Menudo asco! - protesto - ¿Por qué demonios soy el único que ha recordado ser una esclava? ¡Que me devuelvan mi dinero!

Soltada la broma tonta para desahogarme miro a mis compañeros para ver si ellos siguen creyéndose otras personas - Ep, vosotros dos - chasqueo los dedos en dirección a Feniel y Morrigan - Volved al Eora presente, Feniel y Morrigan. No me toquéis las narices que ahora sé hacer nudos de horca...

Saco la cabeza de entre las manos para levantarla y mirar a Meriel. ¿Ayer? Pero ayer estaba preparando a las tropas y... Yendo por el camino a Caed Nua y soñando con... Mierda. Suelto un largo suspiro de resignación y cansancio y miro a mis demás compañeros. Está claro que sea lo que sea que nos ha pasado en ese templo, nos está afectando mucho, más de lo que a mí me gustaría. Me empiezo a incorporar y suelto una pequeña risa contenida.

- No te preocupes, Ekron. Todos recordamos que TÚ recordaste ser una "esclava". ¿Eso te hace sentir mejor? - comento sonriente - Aunque fue una pena que estuviese demasiado preocupado por libros y esas cosas... Ejem, pero ¿sabes de verdad o luego se te olvidará? Porque parece que estos recuerdos están más para tocar la moral que para ayudarnos con "conocimientos de vidas pasadas y eso, uuuh". - digo con voz fantasmal. Pero volviendo a la seriedad, miro a Meriel que parece la más cuerda de todos ahora mismo, me guste o no - Y ni idea de cómo parar esto, ¿verdad? ¿Cuántos días nos faltan para llegar a Caed Nua?

No podia evitarlo, pero sentia mi rostro retraido en un semirictus mitad confusión, mitad desconfianza. Al fijarme un poco más en mi propio cuerpo me horrorizo ante las ropas que llevo puesto, pero sobre todo en aquellas piernas demasiado desarrollados para mi gusto que se intuyen bajo la tela.

Me levanto lo más rápido que puedo y desenfundo el látigo que me he encontrado colgando de mi cadera. No sabré pelear, pero he usado mucho este arma contra los criados perezosos.  _{- ¿De que diantres hablas? -} señalo acusatoria a Ekron al oir que me amenaza _{- ¿Te ha pagado él para que me elimines? -} siento como me arde la garganta al intentar forzarla para escuchar mi verdadera voz mientras alterno mi atención sobre los tres presentes

Emmmm - me rasco la barbilla - Pues no lo sé, la verdad. Hace un rato me parecía la mar de obvio, pero ahora... bueno, es igual. No te preocupes, bardo, que tengo paciencia. Ya te tocará recordar ser la complaciente dama de compañía de alguna noble pedante, gorda y fea y verás las risas.

Suspiro cuando Morrigan me acusa de haber recibido dinero para asesinarla. Ésta todavía no ha vuelto al presente - Que me pagan, dice - Risita - Si desde que llegamos a Valle del Oro he estado cubriendo yo los gastos ¿Quién crees que pagó las habitaciones y las comidas en la taberna de Pasca? Pasca ¿te acuerdas? Rubia, simpática, más curvas que una senda de montaña. Feniel asomándose a su escote... ¿Estamos en lo que estamos?...

El perro que se había mantenido acostado mientras los kyth se despertaban, al principio solo levanta la cabeza ante los gritos de Ekron y se mantiene en la posición hasta que ve a la divina sacar el látigo irguiéndose a su lado y gruñendo hacia Ekron cuando responde a su ama.

La peliblanca suspira algo aliviada al ver que Ekron y Feniel parecían entrar en razón.

- Aproximadamente medio día si avanzamos por el camino sin incidencias.- contesta la maga al divino de fuego, sin embargo cuando Morrigan saca el látigo se pone más a la defensiva e incluso se altera un poco ante los gruñidos de Legend pero se corta al ver como ya le responde Ekron, se queda a la espera por si hace falta tomar alguna medida más drástica.

- Cuando llegue ese día, Ekron, te aseguro que a ti te habrá tocado ser la de la hermana aún más fea. - digo con una ligera risa. 

Está claro que Morrigan todavía no ha recordado quién es, y si el chucho está de su parte a lo mejor acabamos teniendo algo más que un accidente. Espero por si las palabras de Ekron tienen algún efecto y luego me acerco con cautela. 

- Morrigan, calma... Recuerda qué pasó ayer. Con Ekron, con Meriel y conmigo. ¿Recuerdas que Ekron casi se mata cruzando el arroyo? ¿Y a Legend casi comiéndose algo que no debía? Recuerda ese día e intenta separarlo del "otro" día que recuerdas... Nos conoces y no te vamos a matar ni nada. - intento tranquilizarla. Espero que con eso sea suficiente y luego asiento a lo dicho por Meriel con algo de fastidio - Si afortunadamente esto nos pasa solo por las mañanas... Esperemos que no las haya.

"Éste insolente va a.. " bajo la mirada al ver a aquel chucho ladrar. ¿Legend? Vuelvo a levantar la vista para escuchar con atención las palabras de Ekron y Fenil. Mi cuerpo titubea, mi mente intenta procesar rápidamente. Un destello deshace gran parte de los pensamientos de la otra persona, y aunque no logra eliminarlos todos, los pedazos de esa otra vida que quedan latentes no me impiden recordar quien soy yo de verdad.

Siento el roce de la mano que sostiene el látigo contra mi muslo, indicativo de que ya no lo empuño amenazadoramente. _{- Legend. No pasa nada -} Me agachó a su lado para acariciarle el lomo _{- Todo está bien -} Me siento en parte culpable por montar aquel numerito, en parte agradecida de que él siga de mi lado sea quien sea mi contrincante

_{- Lo siento. Ha sido todo tan real... -} Es la única disculpa que puedo ofrecerles antes de incorporarme y colocar mejor mis ropas. _{- Será mejor que desayunemos algo antes de seguir avanzando. Si queréis salgo a cazar algo.. -}

Y tan real. Como que todavía tengo el tufo de los pantalones de esos cuatro ahorcados en la nariz - suspiro cuando veo que Morrigan ha vuelto a la normalidad - Sabañones. Esto es peor que las migrañas de mi santa madre - saco el odre del agua y una ración de cecina del morral - En el próximo río pienso caerme a propósito, a ver si se me va este olor ¿Alguien más se apunta?...

El perro sigue gruñendo hasta que siente la mano de su ama en su lomo y se relaja al momento girando la cabeza hacia la divina jadeando complaciente. Visto que parecía que no había ningún problema se acerca hacia el resto con calma y olfatea unos segundos antes de soltar un par de ladridos, como diciendo: "Si todo está bien, mejor"

La mujer niega con la cabeza y aunque lo intenta ocultar los tres se lo notáis. Está preocupada y puede que incluso asustada, sin embargo se fuerza a mantenerse serena e incluso a sonreír.

- No sé si habrá algún río hasta que lleguemos a la propia Caed Nua. Sea como sea deberíamos continuar y ver si quién está allí  puede ayudaros.- termina por concluir y se dispone a coger las cosas a la espera de que el resto hiciera lo mismo.