Partida Rol por web

Obviamente, no era una trampa. Ni los criminales de más alto nivel tenían semejantes despliegues para ser capturados: normalmente se empleaba carne de cañón. 

-Yo sí tengo una, señor... señoría... su alteza-dijo entrecortadamente- ¿Qué estamos haciendo aquí exactamente?

Si el Chambelán se tomó a mal el tono de Mark, no lo expresó de ningún modo. Quizá, solo quizá, apretó ligeramente las mandíbulas. Pero puede ser que únicamente estuviera masticando una respuesta mordaz que no llegó a expresar en voz alta.

En lugar de interpelar al marine, se volvió hacia Lorna. - Lo que están haciendo aquí exactamente es responder a la llamada del Rey de Drinax. Lo cual es todo un honor. - "Inmerecido, probablemente". Se colocó su amplia chaqueta con un gesto de impaciencia. - Su Alteza les explicará con detalle su propuesta. Por el momento baste con decir que puede ser inmensamente lucrativa. Si no hay más preguntas, - dijo, con el tono de quien no quiere ni una pregunta más. - síganme, por favor.

Miró divertido su reacción y sin más me dispuse a seguirlo.

Adriana conocía aquella forma de tratar a la gente. La había sufrido en carne propia varias veces.

- ¿Véis por qué quiero largarme de esta chabola voladora?

Le asqueaba, pero, la pregunta, precisamente de la mujer que había hecho que fuera allí le extrañó mucho: - Si no lo sabes tú … es que va a ser una sorpresa. Y no le gustaban ese tipo de sorpresas. Tenía experiencia en ellas. Además, la mitad de la nobleza del Palacio Flotante la odiaba. Muchos le echaban la culpa de la muerte de dos de sus estúpidos hijos. Dos nobles irreverentes que se mereían haber muerto quemados en el incendio de un taque de hidrógeno; pero que tuvieron mejor suerte y simplemente quedaron expuestos al vacío. - Menudos idiotas los malditos nobles estos.

Miró a Lorna y le guiñó un ojo. Quería darle un puñetazo y saltarle la barba, para que le hiciera de bufanda. Igual esos comportamientos son los que le habían hecho perder la plaza en la universidad, no haber podido acceder a la Armada del Drinax y puede que algún que otro problema más. Sonrió.

Pavel asistio gelido a la exhibicion de los "delicados modales" del noble.

Era el chambelan la viva imagen de todo lo que odiaba y despreciaba de esa clase social que, en ausencia de cualquier prueba de valia, sobraba e impedia que los que realmente valian ocuparan su lugar en la sociedad.

Pero ante todo era un profesional y se guardaba sus expresiones de desprecio para lugares en donde nada se jugara y pudiera defender punto por punto sus opiniones. Asi pues miro fijamente a Sivar, nego lentamente con la cabeza  y solto un laconico.

-Ninguna pregunta- mientras se disponia a seguirle al interior.

En cualquier caso se aseguro ser el ultimo de la comitiva entre sutiles gestos de cortesia con las damas, por educacion...

El contacto con Adriana habría de esperar a otro momento. Una lástima. En aquel momento, nada más y nada menos que el mismísimo Chambelán de Palacio se dirigió hacia ellos. Al cruzar la mirada con Lord Rytep, hizo un ligero y casi imperceptible asentimiento de cabeza.

la recepción con su Majestad es un asunto absolutamente secreto que no deberán comentar con nadie.

Clandestina, por supuesto. Realmente era algo esperable. Ninguno de los presentes (incluyéndose a sí misma) era un personaje de suficiente posición social como para gozar de la beneficiencia pública del Palacio.

Por el momento baste con decir que puede ser inmensamente lucrativa.

El dinero no era algo que le preocupase, ciertamente. Sin embargo, podía entender que para motivar a muchos de aquellos hombres y mujeres fuese necesario. No imaginaba a Adriana, por ejemplo, volviendo por ningún tipo de afecto a Drinax. Pese a todo, una oferta del monarca podía implicar otro tipo de recompensas más interesantes. 

-Por supuesto, Excelencia. Creo que todos estamos deseando conocer a Su Majestad. No todos los días se tiene la oportunidad de estar en presencia del hombre más poderoso del planeta. -dije más para mis compañeros que para el Chambelán, tratando de suavizar un poco la tensión del ambiente. Por sus contestaciones, intuía que la situación no estaba empezando bien. Quería recordarles que, les gustase o no, estaban en los dominios del rey, y que mientras estuviesen allí, podía hacer y deshacer a su antojo. Enemistarse con aquél hombre, quizás el segundo más poderoso de Drinax después del mismo soberano, no era una buena idea. -Después de usted, Excelencia.

Agradeció el gesto de Pavel con una sonrisa:

-Todo un caballero, señor De Bligh. -dijo en un susurro al pasar por su lado.

La contestación de Cassana por fin hizo que el adusto Chambelán sonriera. Quizá no fue una sonrisa radiante, de las que derriten corazones, pero al menos añadió algo de humanidad a su rostro. 

Tan pronto como salieron al pasillo, vieron a cuatro miembros de la Guardia Estelar, la élite de las fuerzas militares de Drinax. Iban ataviados con su traje de gala: armadura de combate de alta tecnología, casco simulando la cabeza de un halcón y unas alas que escondían un sofisticado sistema antigravitatorio. Lo único que les faltaba eran sus rifles de plasma, que habían sido sustituidas por unas lanzas ceremoniales que, en manos de estos guerreros de élite, podían ser letales. 

Dos de los Guardianes Estelares abrieron la marcha, seguidos por Lord Sivar y los invitados del Rey. Los otros dos soldados cerraban la comitiva.

Avanzaron por un largo pasillo, a cada lado del cual se alzaban columnas de piedra exótica traída del otro lado de la galaxia y decorada con filigranas de oro y platino. El techo se perdía en las alturas, donde se adivinaban figuras extrañas y sofisticados arabescos. Estatuas de titanio de pasados reyes de Drinax adornaban el lugar y parecían vigilar a los caminantes. Un efecto probablemente debido a que las caras de las estatuas estaban animadas con hologramas que les daban una semblanza de vida. 

Finalmente, llegaron hasta la sala del trono. Las paredes de la magnífica estancia estaban hechas de platino, con escenas de las hazañas de los Reyes de Drinax grabadas con láser en grandes paneles. El suelo de ónice mostraba un mapa de los sistemas circundantes, cada uno simbolizado por una joya del mismo color de su estrella principal. Los límites del antiguo Reino de Drinax incluían más de treinta planetas, pero los drinaxianos se consideraban herederos del Imperio de Sindal, fundado hace casi 3.000 años y que en su momento llegó a ocupar casi la totalidad de la Extensión Troyana.

Pero lo más impresionante de la sala era sin duda el Trono del Dragón, traído desde la antigua capital imperial en Noricum antes de que se convirtiera en un desierto radioactivo durante la Caída de Sindal. El Trono era aún más antiguo que el fabuloso Trono de Iridio del Tercer Imperio (algo que los nobles de Drinax no perdían ocasión de mencionar ante los embajadores imperiales) y estaba construido con el metal del casco de las naves derrotadas por el Imperio de Sindal y su sucesor, el Reino de Drinax, a lo largo de toda su historia. Cada nave había contribuido con un pequeño trozo de metal, pero aún así, el Trono del Dragón era una enorme monstruosidad que hacía sentir insignificante a cualquiera que lo contemplara.

En el Trono del Dragón se encontraba el Rey Oleb.

- ¡Salve, Rey Oleb, decimoséptimo de su nombre, Rey de Drinax, Emperador-Dragón de Sindal-En-El-Exilio, Lord Almirante de la Guardia Estelar! - dijo el Chambelán Rytep, mientras realizaba una elegante y complicada reverencia ante el Rey. - Majestad, estos son los hombres y mujeres que me ordenasteis traer ante vuestra augusta presencia.

Lord Sivar avanzó hasta situarse junto al Trono del Dragón. Los Guardias Estelares se situaron en puntos estratégicos de la sala. 

El Rey les observó desde su Trono con un rostro severo. Durante un instante, el silencio reinó en la sala. Oleb aparentaba unos cincuenta años, aunque era bastante más viejo; sin embargo, las drogas antigeriátricas le permitían conservar su juventud. No así su figura, pues una prominente barriga adornaba la cintura de su Majestad. 

Sin levantarse del Trono del Dragón, Oleb señaló a uno de los miembros del grupo; Lorna.

- ¿Qué es lo que lleva a una mediocre espía a abandonar un tranquilo trabajo de muchos años como policía en un planeta agrícola y lanzarse al espacio a ejercer la piratería?

La voz de Oleb es grave y potente, y realiza su pregunta con seguridad y, puede, una pizca de humor.

Sonrió ante los comentarios de Cassana. Sabía que llevaba razón, aunque no esperaba que el mayordomo de palacio pudiera ser considerado el segundo hombre más poderoso de Drinax. Sí, claro, tendría mucha influencia porque tenía acceso a hacer comentarios y sugerencias al Rey, pero tanto como el segundo… No estaba tan seguro, pero ella sabía más de esas cosas de nobles que él, pobre salvaje del planeta.
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No le hacía gracia del todo darle la espalda a Pavel, sabía que era un tipo listo, astuto y, más que probablemente, de moral gris. La clase de tipo que te gusta tener a tu lado, siempre que pudieras controlar tu propia espalda. Pero sabía que en palacio no iba a hacer nada y que incluso fuera ese no sería su estilo, él seguramente movería hilos, no iría el mismo a clavarte el puñal en la espalda literalmente, sólo metafóricamente.
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Llegamos hasta el Rey. Se cuadra cuando el chambelán lo presenta y grita el ¡Salve! En respuesta a su última exclamación, espera que al unísono que mis compañeros. Años de práctica y repetición crean un hábito que se siente extrañamente reconfortante.
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Mantiene la postura de firmes mientras interroga a Lorna, pues no han dado permiso para descansar. Será un salvaje, pero es un salvaje marine adiestrado y formado.

Lorna, impresionada por la majestuosidad de la sala del trono, tardó un instante en contestar. 

Puede que fuera una trampa, después de todo. Cuando fue espía de Drinax tuvo que firmar muchos documentos que no comprendía en su día e incluso si todo aquello no era por una cláusula que no recordaba, sus tropelías a bordo del Sangre de Isholde eran más que suficientes para acabar en un mundo prisión por el resto de su vida. Decidió ser sincera puesto que no tenía nada que perder:

-Libertad, justicia, venganza... no hay un único motivo, mi señor-dijo dando un paso al frente-Incluso para una renegada no es fácil ser el juez y verdugo de tus antiguos compatriotas. Antes de la invasión drinaxiana, luchaba por hacer de Asim un mundo mejor. Me despreciaban pero lo que hacía persiguiendo contrabandistas y resolviendo reyertas entre granjeros era lo correcto. Después de la ocupación ya no eran campesinos intentando pasarse de listos : era un pueblo oprimido intentando recuperar las riendas de su destino, un destino del que yo no formaría parte.

Guardó silencio unos segundos. 

-Por eso me hice pirata. 

Ante la mencion de la ultima ocupacion de Lorna por parte del rey,Pavel, levanto un poco las cejas mas por curiosidad que por sorpresa,y le lanzo una rapida mirada de soslayo desconocia esa faceta de Lorna, cierto es que habia pasado un tiempo desconectado de la informacion.

-Ahora si que el grupo es variopinto en grado superlativo-penso-Un poco agresivo este rey, al fin y al cabo es el quien necesita algo de nosotros. o quizas sea esa forma de humor "sofisticada e inteligente" del que dicen que hace gala la elite de la nobleza. La respuesta de la campesina, impecable.

El Rey sonrió divertido ante la respuesta de la pirata. - Buena respuesta; libertad, venganza, ¡justicia!. El pueblo oprimido de Asim ya estaba oprimido antes de que lo conquistáramos. Esa Fundación que os gobernaba en Asim afirmaba que tenía un plan para convertir ese planeta en una potencia estelar, ¿no recuerdas cuando te contaban eso en la escuela, Van Cliff? ¿O los campesinos no iban a la escuela en Asim? - Agitó la mano, como quitándole importancia al asunto. - Sivar, cuando accedimos a los bancos de datos de la Fundación, ¿qué encontraron nuestros científicos?

- Nada relevante, su Majestad. - respondió el Chambelán, con un ligero carraspeo. - La Fundación gobernaba como una élite tecnocrática que se guardaba para sí el conocimiento científico superior y mantenía a la población sumisa con la promesa de un futuro de gloria. Pero su Gran Plan resultó no ser más que un montón de declaraciones de un futuro glorioso sin fundamento alguno. Se podría decir que no eran más que un sofisticado engaño.

- Se podría decir eso, o se podría decir que no era más que un montón de mierda de toro. - añadió Oleb, con dureza. - Bien, ¿alguno de vosotros puede decirme por qué Drinax conquistó Asim? Descansa, Malta, no quiero que te ahogues por estar ahí todo envarado.

Ante la orden de “descanso” del rey, movió su pie izquierdo hasta la altura del hombro, entrelazó sus manos a la espalda y relajó ligeramente la postura de los hombros, lo que cualquiera con el mínimo conocimiento militar podía reconocer como la posición de descanso en la que todavía asumía la formación y su atención se centraba en su interlocutor, que en este caso iba de Oleb a Rytep.
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- Alteza, necesitábamos aumentar nuestra producción de comida, alteza. – contesté llanamente exponiendo un hecho ignorando una opción más diplomática llena de mierda como “liberar al pueblo de Asim”.

Adriana seguía a la comitiva desde el final de la cola. No le impresionaba aquello lo más mínimo. Había estado allí, con su padre, y con treinta años menos. Era una simple y rutinaria labor de mantenimiento. Vamos, cambiar bombillas.

Por eso quería salir de allí. Por eso le daba tanto asco el palacio de la hipocresía este. El chamberlán era el ejemplo viviente de esto mismo. Se podía ser servicial, pero el barbapico este era servil. No le lamía las botas, porque seguro ya lo había hecho antes de venir a buscarnos. Este perro faldero, que por ahora era lo que demostraba ser, era lo que le asqueaba del lugar.

- Arriba la Tecnocracia y abajo la corona opresora. No alzó el puño izquierdo en alto, sobre la cabeza …. de milagro.

Su padre no estaría de acuerdo con ella, pero ahora mismo le daban asco incompetentes, pelotas, serviles y otros idiotas que simplemente, sin personalidad ni iniciativa propia, siguen la estela de un viejo inútil, incapaz de atarse los cordones de los zapatos, que sólo se mueve por intereses personales.

Miró sorprendida al soldado: - ¿Vas a ser tú como ellos? Malta acababa de bajar muchos puestos en el escalafón humando, al menos ante sus ojos, así como gran parte de la confianza. - No seas servíl tú también joder...

De cuando en cuando miraba a Lorna. Aún tenía ganas de partirle los dientes al Silvarín. Esperaba una señal.

Por hambre.

Al final, despues de todo, no eran tan distintos.

Obviamente, no los habian convocado para ser insultados pero un poco de desprecio condescendiente era inevitable cuando se trataba con peces gordos. Lorna tomo nota mental de ajustarle algun dia las cuentas al gordinflon. Por venganza, justicia, libertad o por hambre, dependiendo del dia que tuviera cuando se presentara la ocasion.

Pavel asintio al escuchar la explicacion de Mark.

-Si me permite, majestad, lo ampliaria un poco. El reino de Drinax no podia permanecer impasible mientras un territorio que legal e historicamente pertenece a la corona es infrautilizado y sus habitantes explotados por unos gobernantes a los que no interesa el bienestar de sus gobernados. No como su majestad que estaba profundamente preocupado por ellos. Esto queda francamente bien en las proclamas.

Miro un instante al rey.

-Asim es un magnifico complemento para la economia del reino, un objetivo al que se le puede atacar con un casus belli creible en antecedentes historicos y situacion actual. Asequible para las fuerzas armadas del reino y quizas un buen punto de partida para la restauracion del Imperio de quien su majestad es heredero natural. Esto para consumo mas restringido.

Otra pausa y cara pensativa.

- Y de forma resumida, porque se podia.

El Rey Oleb se rió con ganas. - Sí, sin duda teníamos que aumentar nuestra producción de comida, Malta, porque esa producción iba a ser de cero. Era conquistar Asim o morir. 

Después, miró con atención a Pavel y asintió. Su mirada era astuta y desmentía la imagen de bufón que a veces parecía querer proyectar el monarca drinaxiano. - Ah. Muy bien. Muy bien, sí. Lo hicimos porque quisimos y, sobre todo, porque podíamos hacerlo. Esta conversación va a algún sitio, os lo aseguro. ¿Por qué pudimos conquistar Asim? Somos cuarenta mil personas en el Palacio y hay seis millones de habitantes en Asim. Nos ganan en población en dos órdenes de magnitud. ¿Quién me puede decir la razón de que les venciésemos y, aún más importante, por qué seguimos siendo los dueños del planeta después de más de una década?

Lorna contestó antes que nadie:

-Armas- dijo simplemente-Los drinaxianos tenían mejores armas. 

Recordaba haber visto a varios de sus amigos de la infancia enrolarse en la milicia con la cabeza llena del falso valor que les insuflaba la Fundación. Rifles de cerrojo y aperos de labranza contra armas láser y naves espaciales. Nada que hacer.