Partida Rol por web

El Sargento miró su mapa y escuchó el resto de conversaciones mientras entendía que se habían perdido. Tras volver a mirar el mapa y reconocer interiormente que no tenía ni idea de dónde estaban, apagó el aparato y lo guardó. Por suerte, el Sagrado Emperador tenía una misión para cada uno, y la suya no era conducir un vehículo.

- Sr. Assad, ¿acaso es usted quien decide qué punto esté bien o mal para el despliegue? ¿No ha escuchado al Comandante Hadyn? - le dijo con voz dulce y melosa, en clara ironía. - Hijo mío, ¿no entiende que éste retraso no autorizado nos puede traer consecuencias nefastas? - en su voz se adivinaba una ira contenida ante la enervante tranquilidad del operador, como si equivocarse al llevarlos al punto que debían cubrir fuera algo trivial. Su tono cambió de repente y con voz profunda y rugiente añadió. - ¡Déjese de preguntas y coja de nuevo la macroautovía, por el Sagrado Emperador! ¡Morgenstern, usted es el explorador, guíele y lleguemos cuanto antes, o me ocuparé personalmente de que no se vuelvan a tener la oportunidad de perderse nunca más, hostia ya!. -

El Sargento tenía paciencia, pero a veces la gente conseguía sacarle de sus casillas.

- Quieto todo el mundo, a que os bajo .... parecen niños ... ni que nunca se equivocaran ustedes. Acelero una vez mas haciendo caso de los consejos del Ulrich, el resto parecía tener tan poca idea como yo de donde nos encontrábamos. - Ven acaso unas hermosas dunas por donde orientarse, ami los edificios me parecen todos iguales.

El repentino acelerón que Safwan hizo pilló por sorpresa a la mayoría de pasajeros mientras Omaima sonreía divertida a pesar del error cometido por el conductor del Chimera. Volver a la macro autovía costó más de lo esperado, pero en cuanto entraron en ella, Safwan prosiguió acelerando obligando a que todos los demás vehículos se apartaran entre una mezcla de miedo a morir aplastados e indignación. Algunos claxons sonaron, pero no quedó en nada más que eso; el problema de verdad estaba apunto de llegar.

Al tomar la salida correspondiente las calles empezaron a verse completamente vacías. Los edificios apenas tenían luces encendidas y el alumbrado público fallaba cada dos por tres. La humedad del lugar era bastante elevada por lo que el rocoasfalto brillaba a causa del agua acumulada en algunas partes. Entrar en esa parte de la colmena sin luz natural y sabiendo que en el exterior la estrella lo iluminaba todo, era, como poco agobiante. Los túneles excavados en los ciclópeos pilares que sostenían la súper estructura de la colmena iban siendo atravesados con cierta lentitud, o esa impresión daba, porque cada uno de ellos medía más de un kilómetro de largo e iban muy seguidos uno detrás de otro.

Ya solo quedaba el ultimo y el chimera, con las luces frontales encendidas atravesó la entrada del túnel y se desató el caos. Desde su poca privilegiada cabina de pilotaje, donde la visión era algo reducida, Safwan se las ingenió para ver como una serie de bolas de fuego caían hacía el transporte. Las detonaciones se fueron sucediendo mientras el conductor se afanaba en evitar la mayoría de los cócteles Molotov que los manifestantes y rebeldes les dedicaron.

Se podían contar por docenas pero Safwan no aminoró la marcha hasta que salió del enorme túnel y se dio de bruces contra una barricada. Tirando de la palanca de freno y bloqueando ambos juegos de orugas al mismo tiempo, el Chimera fue deslizándose por la calzada soltando chispas parándose justo enfrente de la barricada. Una serie de vigas puestas en forma de cruz junto con chatarra y basura de todo tipo bloqueaba el paso, y aunque el Chimera fuera el mejor transporte con el que contaban los ejércitos imperiales, era mejor no jugársela a quemar el motor tratando de sobrepasarlo, ya que los edificios conlindantes bloqueaban todo paso.

Así fue como el pelotón llegó tarde a su destino, que como el sargento Karl vaticinó, se dieron esas consecuencias nefastas para ellos. Lo que debería haber sido una misión de defensa y aguante, se había convertido en sufrir una emboscada por una muchedumbre furiosa que les tiraba piedras y más cócteles Molotov. Siguiendo las ordenes, Omaima, conocida por ser una mujer un tanto piadosa, disparó el imponente cañón automático de la torreta por encima de la muchedumbre que los acosaba. El efecto de los proyectiles disparados a hipervelocidad fue suficiente aviso para provocar que la amplía mayoría se dispersara dejando a la vista a los verdaderos peligros.

- ¡A mis doce! ¡Dos con lanzagranadas! ¡Están apuntándonos! - vociferó la ayudante de Safwan, los dos únicos que tenían visual. A pesar de haber despejado el lugar de los manifestantes "civiles", el chimera estaba en llamas en varias partes, y una de ellas era la rampa de salida que aún permanecía cerrada.

- ¡Vamos, vamos, vamos...moved el culo! - gritó el Sargento, intentando hacer reaccionar a sus hombres. - Lo sabía...sabía que llegaríamos tarde, operador inútil de los cojones...lo voy a crujir, juro que si salimos de ésta va a desear no perderse de nuevo, el arenitas....- pensó.
 

Tras desandar el camino regreso por la macro autovía, hacia nuestro destino. - Apartaos ... He de gritar varias veces a vehículos que no sabían que podría pasarlos por encima de ser necesario. Esperaba que esta gente de la colmena no fuese a recibirnos con los brazos abiertos, pero tampoco esperaba que nos hubiesen preparado unas barricadas, seguida de una emboscada. - Pero que majos ... Digo, mientras por un pelo esquivo meterme en el berenjenal que mi despiste había podido causar. El fuego lame los costados del chimera, ... seguro dicen que es culpa mía ... , aparte de los manifestantes mas o menos eufóricos, la aparición de dos lanza granadas es lo que realmente me preocupa, señalo hacia la dirección donde he visto la amenaza. - Ala, ya podéis matarlos.  

Se dejó llevar por los gritos. No sería la primera en ponerse en marcha, pero sí una de las primeras en gritar también.

- ¡¡Hora de pegar tiros!! - Vociferó Gólubev.

Aunque la rampa... No se había abierto todavía.

Grigory no podía creerse la poca amabilidad con la que Safwan trataba a Cha-Cha, pero estaba mucho más pendiente de agarrarse para no caer encima de un compañero y literalmente aplastarlo. Cuando vieron las barricadas, rezó al Omnissiah para que no decidiera intentar atravesarlas, y fueron escuchadas.

-Si me cubrís puedo arrancar esas barricadas -mientras decía esto abría y cerraba la pinza del servobrazo que asomaba por encima de su cabeza- creo que no hay nada peor que quedarnos estáticos mientras nos llueve fuego.

No tardaron nada en volver a ponerse en marcha. Ya se habían retrasado lo suficiente y ahora el Chimera avanzaba a toda velocidad por la macroautovía sin tener en cuenta lo que se les ponía por delante. Hasta que al entrar en las profundidades de la colmena, algo les obligó a detenerse bruscamente. Una barricada antivehículos levantada de forma improvisada pero efectiva les impedía el paso, al tiempo que una multitud de manifestantes apareció de todas partes para cebarse con ellos. No podían hacer nada contra el transporte, pero aun así no podían permitir aquello, y fueron rápidamente dispersados a base de disparos hechos para asustarles.

Entre la muchedumbre los había que no huyeron, los verdaderos rebeldes y a los que tenían que cazar. Iban algo mejor equipados de lo que había esperado, pero nada que les supusiera un verdadero problema. El problema era que la rampa todavía no descendía, así que poco más podían hacer que apiñarse contra ella por el momento. Los demás gritaban, pero Ulrich se mantuvo calmado. Una sensación de intranquilidad y opresión lo había invadido desde que habían entrado en aquella parte de la colmena, y no pudo evitar recordar las extensas llanuras y bosques de Vitania a los que estaba acostumbrado, por lo que tardó algo más que los demás en reaccionar.

Ibn aguardó con paciencia a que aquel error se corrigiera, y por suerte así fue, poniéndose en marcha a toda velocidad por una de las vías de comunicación de aquel lugar. El sanitario decidió aprovechar aquel tiempo con sensatez, dedicándose a poco más que estar sentado y dejar volar la mente. Un soldado, a fin de cuentas, descansa cuando puede, come cuando puede... Y todo lo demás. Y aquel era un momento tan bueno como cualquier otro para reposar un poco. 

Sin embargo, conforme se iban acercando la tensión parecía ir en aumento, y pronto recibieron varios impactos. No, no podían ser explosivos antivehículo o lo habrían notado, pero alguna especie de artefacto deflagrador era. Y por fin, frenazo... Y gritos, muchos gritos. Hora de ponerse en marcha. 

Como cabría de esperar, los soldados de la élite Imperial gozaron de mejores reflejos a pesar de haber sido emboscados de la peor manera posible, al más puro estilo de los cobardes. El chimera ardía por la parte superior sin afectar a nada más que la pintura del transporte; sin embargo, la salida del vehículo, el suelo, se encontraba ardiendo mientras el combustible usado siguiera dándole combustible a las llamas, iba a ser un desembarco agitado si los soldados salían a responder el fuego. 

Por lo pronto, los lanzagranadas aparapetados en frente estaban preparados para disparar con granadas (presumiblemente krak) contra el chimera.

Estábamos preparados para esto, antes o después sabíamos bien a lo que nos tendríamos que enfrentar una guerra de guerrillas entre edificios. Nuestro mayor problema los herejes con lanzagranadas, estiro el brazo para golpear ligeramente la pierna de Omaima. - Por favor señorita, mantén fuego de cobertura sobre el edificio de los lanzagranadas, no queremos sufrir mas de lo necesario, y servirá para que el resto de compañeros baje seguro del chimera. Estiro el brazo para desconectar el seguro de la puerta trasera, ahora cualquiera podría bajarla al tirar de la palanca al lado de esta. - Vamos señores, los herejes no se mueren solos.  

En cuanto empezó a descender la rampa, vio que alguna de las bombas incendiarias debía de haber alcanzado la junta, puesto que esta estaba ardiendo. Al Chimera el fuego le daba igual, pero salir por ahí podía convertirse en un problema si no se iba con cuidado. Claro que el cuidado era algo que Ulrich dejaba para los otros.

En cuanto se escucharon los cañonazos del arma principal del vehículo, Ulrich se levantó, arma en mano, y saltó sobre las llamas como si nada, cayendo sobre el extremo de la rampa libre del fuego. Sin detenerse un segundo, corrió a buscar una buena posición desde la que poder disparar a los emboscadores y así poder cubrir el despliegue del resto de su escuadra.

Si pudiera sentir emociones, Grigory hubiera sentido ira por el maltrato a Cha-Cha por culpa de esos malditos rebeldes, pero ahora tenían que ponerse en marcha.

-Me pongo en posición e intentaré arrancar las barricadas. Assad, estate alerta para cuando puedas mover el chimera, y si me podéis cubrir mejor aún -el corpulento sacerdote del mechanicum salió por la escotilla un poco después de Ulrich evitando las llamas con gran habilidad para su tamaño. Corrió hasta situarse a un lado del chimera y junto a la barricada, moviendo la pinza del servobrazo con cierta impaciencia pero asegurándose de que se movía bien antes de ponerse a trabajar.

Ibn miró hacia la salida en llamas con cierta aprensión. No estaba convencido de salir por ahí. Nada convencido, de hecho. Pero la lógica dictaba que debería hacerlo por varias razones. La primera, los lanzagranadas. Si no eran silenciados, y rápido, aquel fuego podría ser la menor de sus preocupaciones al volar en pedazos el vehículo. La segunda, los heridos. La diferencia entre vivir y morir para un soldado alcanzado podía medirse en segundos, y desde luego los que pudieran salvarse en caso de ser alcanzados iban a ser los de fuera, no los que se quedaran dentro cuando aquello estallara. 

Así que hizo de tripas corazón y se dispuso a atravesar las llamas... Con el resultado previsible. 

Vio las llamas en cuanto la rampa comenzó a descender, pero Gólubev había tenido en la Schola entrenamiento de sobra para aprender a sortear esa clase de obstáculos y, sin un rasguño, salió del Chimera desprendiendo un leve olor a pelo chamuscado.

- El pelo crece. - Se dijo con cierto buen humor. - Pero estos hijos de puta no verán su propia vejez.

Corrió a ubicarse en un lugar cercano al Tecnosacerdote. Podían formar una buena combinación en esos instantes de revuelo y con los lanzagranadas listos para dispararle al Quimera. Tenían que ellos mismos responder antes de que los rebeldes les provocasen mayores complicaciones.

Karl animó a sus hombres a bajar con rapidez, no podían perder tiempo en silenciar a aquellos dos lanzagrandas. - ¡Vamos, vamos, vamos!! ¡Fuego de supresión a esos cabrones con lanzagranadas, vigilad los flancos!.  -

Los primeros fueron bajando, mientras escuchaba los primeros disparos de la ayudante de Assad a las órdenes de éste. - Bien, quizás no sea tan inútil como parece... - pero cuando le tocó el turno al medicae de la unidad las llamas se agarraron a sus ropajes como brea a la carne. - Maldita sea... - maldijo por lo bajo.

Se lanzó con rapidez a ayudarle, pero no tanta como debía, puesto que mientras intentaba empujar y hacer rodar por el suelo al Sr. Sina, las llamas prendieron rápidamente por sus ropas. - ¡Mierda! Ruede por el suelo, maldita sea...ahhggg...!  -

Y ahora ya no tenían un problema gordo, tenían dos...pero el sargento, con rapidez y eficiencia, dio un par de palmadas muy fuertes sobre sus ropajes apagando las llamas, pasando al otro lado y empujando al Sr. Sina al suelo - Joder...casi me quemo hostias. ¡Medicae, al suelo y ruede! -

No daba mucho crédito al ver cómo sus compañeros cruzaban el anillo de fuego en el que se había convertido la puerta del chimera. A ver, no es que no tuviera narices para hacerlo, de eso tenía de sobra, había quedado demostrado sobre todo después de beber el limpiador de letrinas, llámesele licor, que les habían servido en aquel  agujero infecto, llámesele bar. Cruzar la puerta en ese estado hasta podría suponerle una mejora a su nuevo peinado, seguro que eso iniciaba alguna nueva moda, como incinerado de cabello rápido o flameado de Vera, pero podía ahorrarse la tontería fácilmente.

Se inclinó hacia delante en su sitio y tanteó a ciegas debajo de su asiento hasta que dio con aquello que buscaba. Se levantó con tranquilidad, silbando como si no se sintiera en una jodida tostadora móvil se dirigió a la puerta del vehículo, le quitó el seguro y apuntó al marco con su nueva arma. Una espuma blanca impregnó los bordes hasta extinguir el fuego por completo en menos de lo que un cura loco se santigua.

-¡Se llama extintor, lumbreras!- Lo dijo en tono de burla y desprecio. – Entiendo que os gusten las barbacoas, pero no creo que sea el momento ahora.- Por si con la primera no había habido suficiente, quiso recalcar más la estupidez de sus compañeros.

El chorro de espuma le cogió por sorpresa, y vio como su medicae se apagaba recubierto por la espuma que la sra. Kozlova esparcía alegremente alrededor suyo. - El puto extintor...claro. -

Como desde el primer momento en que la había conocido, el tono y fondo de las palabras de la pesada del grupo fueron de desprecio y superioridad que, de nuevo otra vez, no gustaron al Sargento. - Buen trabajo soldado Kozlova, pero vigile ése tono, ¿comprendido? Ahora salga ahí fuera y use su mala leche en barrer al enemigo...¡vamos, vamos, vamos!. - le gritó el Sargento.

Karl sabía que en las actuales y especiales circunstancias en las que se encontraban, lo que mas costaría al principio era hacerse de respetar por los nuevos reclutas, cada uno de una de las regiones de su mundo, enfrentados entre ellos desde hacía años, y que éstos reaccionaran a las órdenes cumpliéndolas sin dilación, pero era algo que no se podían permitir si querían salir con vida de allí. Esperaba no tener que solicitar una ejecución sumaria al comisariado por insubordinación y desobediencia, pero no le temblaría el pulso en caso de tener que hacerlo, allí estaban en juego demasiadas cosas para que Karl fuera blando con ellos.

Una vez resuelto aquello, desenvainó la espada sierra y salió del chimera para poder ver el campo de batalla y empezar a emitir órdenes de una puta vez. Al girar el chimera pudo ver varios enemigos en una barricada a no demasiada distancia con lanzagranadas, y vio el cañón del chimera apuntando hacia ellos, por lo que las primeras ráfagas no tardarían en salir.

A su izquierda y derecha, por diferentes ventanas y agujeros llegó a distinguir como asomaban varios rebeldes armados, pero aquellos hombres no deberían ser rivales para los suyos. - ¡Atención, Safwan, Darya, Grigory, Ulrich, tomen el edifico a su derecha, el resto, conmigo por el de la izquierda! ¡Mientras el chimera nos cubrirá! ¡Vamos! - dijo, dando ejemplo.