Partida Rol por web

Grigory miró a todos mientras hablaban sin añadir nada más. La conversación se había convertido en otra cosa que él no esperaba, aunque tampoco esperaba mucho, y ahora estaban todos bebiendo ese licor que podría utilizar para lubricar sus servos si fuera un tecnohereje y quisiera insultar al Omnissiah.

-No permito su uso en máquinas, podría alterar al Espíritu Máquina -dijo tomándose en serio lo que parecía una broma, pero que él no podía entenderla.

Miró el vaso que le sirvieron y lo empujó con una mano, alejándolo de él para no tenerlo cerca.

Karl miró a Helga mientras traía la bandeja con las bebidas. La iniciativa de su subalterna era apropiada, pero la bebida no era la adecuada. Habían recibido avisos de que aquello era poco más que matarratas, y muchos soldados habían tenido que ser dispensados del servicio, lo más suertudos, debido a eso. 

Miró el vasito que Helga le tendía y negó con la cabeza. - No, el Srr. Sina tiene rrazón. No les impediré beberlo, pero tendrán que realizar sus tareas de igual modo, sin concesiones, con o sin resaca o dolor. - 

El barman llegó con unas cervezas locales, con un regusto amargo pero potencialmente mucho más saludables que aquellos vasitos. Karl cogió una y la alzó chocando su botella con las bebidas del resto. - Por el Emperador, por la 4º y por Nueva Drovelia. - 

La travesía hasta Nugratis ya había sido bastante dura de soportar, pero incluso con el reciente recuerdo de la desesperada batalla y los compañeros perdidos, la visión del nuevo planeta en el que tendrían que servir hizo que se le cayera el alma a los pies. Al ver las enormes agujas, inabarcables a la simple vista, y se vió rodeado del monotono gris del ferrocemento, entendió que jamás volvería a ver nada similar a los extensos bosques o las tranquilas llanuras de Vitania. Con la muerte de Drovelia, habían pasado a estar al servicio de la Inquisición, precisamente a manos del que había ordenado la destrucción de su mundo.

En realidad, lo prefería antes que permitir que los siervos del Caos se hubieran hecho con él, pero ello no hacía que la pérdida doliera menos. En especial cuando ahora tenía que compartir escuadra con aquellos procedentes de las naciones que se habían dejado corromper por el Archienemigo. No los culpaba, no obstante. Habían defendido el espaciopuerto como el que más, aún contra sus propios compatriotas.

De modo que allí estaban, todos juntos y revueltos, sentados en la cantina mientras el intrumento de Jean llenaba el ambiente con sus notas. Asisitó al intercambio dialéctico entre sus compañeros de escuadra, pero no llegó a decir nada frente a los varios comentarios, aunque coindidía con varios de ellos, sobretodo en lo que atañía a Nugratis, ni ante la reprimenda del sacerdote, ni ante la arenga y ansias de grandeza del sargento. Ulrich era bastante menos optimista que Karl en lo que a su futuro respectaba, una nueva Drovelia se antojaba algo demasiado vago como para que pudiera siquiera considerarlo, sobretodo con aquél Inquisidor al mando. Aunque un oficial elegido por ellos mismos sí que era una idea que lo tentaba. Qué menos que morir a las órdenes de otro droveliano.

No internvino que la segunda del sargento apareció con una bandeja cargada de vasos con aquél líquido local que bien podía mandarte de "viaje" — Hágamos honor al nombre de este sitio, entonces. Y aunque nos quedemos ciegos, encontraremos la manera de servir al Emperador — dijo antes de vaciar el contenido del vaso de un trago y luego golpear el mismo contra la mesa.

Silenciosa, cogió su vaso y se preparó para el brindis con el resto de su unidad - Por la guardia, que nuestras muertes sirvan al Imperio con honor - dijo con el semblante serio y mortecino, algo que iba en un claro y absoluto contrapunto con aspecto cándido y agradable.

El barman llegó, pero sin ninguna cerveza. Un hombre de aspecto cansado y con cara de pocos amigos. Una barba bien cuidada, palillo en la boca y un par de aros en las orejas. Sin duda era de la colmena y el hombre se quedó algo sorprendido al ver el aspecto de Vera, la cual se había mimetizado perfectamente con la moda de Novantis. La prótesis de su pierna derecha chirriaba con estridencia y de vez en cuando, uno de los servos se activaba lo que provocaba que el "dueño" del local se moviera como un mono mecánico durante unos embarazosos segundos - jodido cacharro - espetó dándose un golpe en la zona del muslo lo que provocó que cesara el movimiento involuntario. Le dedicó una mirada de soslayó a Grigory durante un instante, como si se sintiera culpable pero se apresuró en hablar antes de que pudiera reprenderlo por lo que acababa de hacer - aquí o agua o licor de la casa - puso los brazos en jarra como si se sintiera orgulloso de su producto - ¿es que no se han enterado? los alimentos escasean, den gracias que el cuartel tenga sus propias reservas, sino, estarían con una comida al día... 

Al-razi, que era una persona de lentos reflejos en contra punto a su claridad mental, se sintió tentado por echarle algo de alcohol de alto gradación a su cuerpo, pero la observación y decisión del sanitario al que prestaba apoyo lo hizo retirar el brazo y mirar con cierto pesar el liquido contenido en el vaso. Suspiró con cierta amargura y miró al barman como informaba de lo que había oído días antes.

Grigory seguía preguntándose qué hacía allí mientras sus compañeros intentaban suicidarse ingiriendo algo que estropearía hasta las máquinas, pero la gente era rara y no iba a entrometerse en lo que hiciera cada uno con su biología.

Ver como el hombre se daba un golpe en la pierna hizo que el tecnosacerdote se tensara ligeramente, pero al ver que tras eso seguía funcionando perfectamente le hizo suponer que algún perno se había aflojado y había tenido que reajustarlo, como cuando se encasquillaba la batería de un rifle laser y tenías que darla un golpe seco para que saliera. Aun así mantuvo la mirada en la pierna mientras el hombre hablaba solo para asegurarse que estaba bien.

-¿Alguien sabe que hacemos en este planeta?¿Repostar? -señaló al camarero- si no tienen recursos no se que pintamos aquí.

Las palabras del barman dejaban a las claras que algo pasaba en la colmena, raro era un lugar sin luchas en la que los productos básicos escaseasen, incluso siendo así los clérigos tirarían de reservas de obleas para ayudar en la alimentación del pueblo. Levanto una ceja ante la pregunta del siervo del mechanicun y tiendo a responder. - Nos ha traído hasta aquí un siervo de la inquisición, no creo que haga las cosas solo por acantonarnos en este lugar, temo que tenga planes para este mundo, de seguro en breves lo sabremos, ... a menos que el sargento sepa ya algo. 

-Agua será entonces-replicó al camarero, cuando dejó claras las opciones que tenía. Esperaba que al menos el agua estuviera en mejor estado que aquello, como poco con condiciones de potabilidad adecuadas. Sin embargo, si solicitaba que la hirvieran antes de traérsela, además de tener que esperar para beberla, seguramente aquel hombre se sentiría ofendido. Quizás incluso se pondría violento. 

Conclusión: no era buena idea. 

 Vera escuchaba al variopinto grupo, todos con sus ridículos acentos salvando a un par de compatriotas. Ella ya llevaba sus buenos tragos de licor y no veía necesidad de beber por algún motivo compartido más allá de la competividad. Sí bebía sería por ella misma, para pillarse una cogorza y para dejar de escuchar al petardo del sargento. 2x1. No se lo pensó y se bebió de un trago lo que le dieron. Hizo una mueca y enseñó la lengua con asco. Se bebía esa mierda como si fuese agua, pero la hostia, que sabor tan horrible.

Fue una bebida también para el sacerdote.

Hubiera preferido una cerveza, pero en tiempos de carestía no se solía tener... pero no se fíaba del agua que pudieran tener en aquel lodazal. El agua que no venga del manantial puro o la pura destilería sólo sirve para traer enfermedades, pestilencias y el mal de la vejiga arañada. Tomó la copa de licor que se le trajo, rebajada con agua para matar tanto las enfermedades de esta como el mal hecho licor que tenía que ser aquella bebida.

-Brindemos pues.

Levantó la copa para encararla a la del resto, sin humor. Suyo no era el problema de decidir por qué estaban allí: él había nacido y crecido siendo destinado en parroquias y lo mismo hubiera dado preguntarle al viento por qué soplaba o al fuego por qué mataba. Y no acababa de comprender por qué soldados rudos y aguerridos como eran aquellos podían tener interés o curiosidad en ello si no afectaba a su trabajo, pero, se dijo para sus adentros, quizá era por lo que había acabado allí. Para asesorarlos en momentos difíciles y no dejar que sus mentes se abrieran a la duda o la liberalidad tras las horribles experiencias.
 

El Sargento, contrariado por la falta de bebidas, pidió agua sin hacer caso ni responder a las preguntas indirectas de aquel hombre.

- Salud !! - dijo, chocando el vaso contra la mesa.

- Pues bien, las razones que tenemos para estar aquí no son otras que seguir órdenes y matar a enemigos del Emperador, si eso no es suficiente para vosotros, decídmelo y os busco faena extra en las letrinas, ¿estamos? - al parecer, les estaba dando demasiadas alas y en algunos rostros había creído ver que no apreciaban la sinceridad y empezaban a considerarlo débil.

Craso error.

La velada fue avanzando, hermanos de sangre los llamaban, a los soldados que habían luchado juntos, espalda con espada, rifle con rifle. Hermanos y hermanas que vieron morir a otros y no permitieron que el dolor los dominase en los momentos difíciles, hermanos y hermanas que se sobrepusieron al mal elemental que los asolaba y le demostraron que eran superiores a ello, superiores al miedo, al dolor, a la sangre y a las balas, que sus cuerpos eran duros y fuertes, pero que sus espíritus eran inquebrantables, insuperables; y no por miedo a la muerte ni por querer demostrar nada a nadie, ni si quiera al Emperador en su trono dorado, no, eran así porque los habían forjado así. La schola fue el yunque y los implacables instructores y profesores el martillo que los golpeó una y otra vez, con dureza e intensidad pero no queriendo quebrarlos, sino todo lo contrario, endurecerlos a un nivel que hasta sorprendería a los mitificados miembros del Adeptus Astartes, ellos lo tenían fácil, ellos tenían las leyendas, pero la guardia era quien vertebraba el ejercito del basto Imperio del hombre, la guardia era quien aguantaba los golpes una y otra vez sin dejar de avanzar, sin dejar de luchar, sin dejar de matar o morir. 

La caída de Cadia era el mayor ejemplo. Lo recogían escritores, eruditos y poetas, pintores y músicos. La perdida de ese mundo fue un duro golpe, sin duda, pero la guardia no se rindió jamás, ya que, como recoge la celebre frase que se le atribuyó a un teniente Cadiano que, mientras embarcaba para ser evacuado del planeta para luchar otro día, dijo aquello de:

"Cadia se ha roto antes que nosotros"

Y ahí estaban, los droverianos, viviendo en sus carnes lo que los cadianos, pues la destrucción de su mundo fue similar, pero el dolor es el mismo sin ningún genero de duda; ya no hay lugar para los conflictos de antaño, aunque muchos conocen que han habido peleas entre kestanitas y triicianos, o entre encelanos contra vitaneses, acusándose unos a otros por la traición de sus reinos. Era triste ver como el alma del regimiento se resquebrajaba a ojos vista, pero sin duda, el esfuerzo del comandante Haydn por reconducir esa ira, de unificar a todos los supervivientes era la mayor y más vital de las misiones que haya afrontado jamás. Karl lo entendió, Jean también al tocar su violín ante todos los droverianos allí reunidos. 

El especialista había dejado las canciones más alegres que se conocía y pasó a una de las piezas más ilustres de Droveria, tocada durante siglos en las amplías cámaras de los castillos de los reinos, interpretada para los nobles de Terra en su visita al mundo; la 3º de Genfh, la popularmente conocida como "la sonata de los muertos". Esta pieza se solía representar en los funerales, pero no como algo triste a pesar de su cadencia y notas, no; con ella se buscaba un momento de paz interior, donde uno podría llorar por los ausentes, pero ver en ello el recuerdo de una vida pasada donde hubo buenos momentos, donde uno se sentía en paz consigo mismo y se perdonaba por la muerte del desaparecido. En un momento como ese, nadie se perdonaba lo que pasó con Droveria, era terriblemente difícil, pero las costumbres del mundo natal de los Dragones eran esas, y ahora era el momento del luto, pero mañana... mañana sería el momento del renacer.

Los vasos se alzaron, unos con agua, otros con licor. Se chocaron con fuerza clamando con su vidrioso entrechocar y bebieron, bebieron como hermanos que pronto deberían andar juntos y luchar juntos.

El barman con la pata de acero se acercó hasta su mesa para servir la otra bebida del lugar: agua de cañería, y probablemente no de la limpia. Frente a aquella opción, y a pesar de la recomendación de Ibn Sina, se arriesgaría con el caldo estrella local, al contrario que la mayoría de su escuadra, aunque se sorprendió de verse acompañado de las dos kestanitas. Ni siquiera el sargento se atrevió, a pesar de haber propuesto él el brindis.

Sintió como el licor le abrasaba la garganta y todo el recorrido hasta su estómago, pero esa parte la soportó sin problemas. Lo malo de verdad vino después, cuando empezó a sentir un todavía leve, pero agudo y creciente, dolor en la parte trasera de la cabeza, al tiempo que se le empezaba a nublar la vista. Maldita mierda de aceite de motor...

- El Emperador obra de maneras misteriosas - dijo, mientras dejaba el vaso vacío en la mesa con un golpe y lo apartaba hacia el centro en señal de que no iba a beber más de aquello - Y creo que acaba de mandarme una señal...

El último comentario del barman le llamó la atención. ¿Escasez? Tener un mundo colmena bien abastecido era una tarea titánica y era normal que las partes menos pudientes de las enormes agujas quedaran en un segundo plano, pero, ¿Hasta tal punto llegaba el problema que ni siquiera podían proveer al Munitorum? - Oiga jefe - le dijo al hombre mientras se frotaba los ojos, cada vez le costaba más mantenerlos abiertos y parpadeaba cada dos por tres, la especie de migraña se seguía formando, pero todavía estaba lo bastante lúcido como para pensar - ¿Qué es eso de falta de alimentos? ¿A qué se debe?

Algunos de sus compañeros empezaron a teorizar sobre el motivo de su parada en aquél mundo, mientras Jean cambiaba de tonada para tocar la tristemente conocida sonata de los muertos. Seguramente no lo más apropiado para levantar el ánimo, pero sin duda pegaba con el momento - Servimos a la Inquisición ahora - empezó a decir, aunque tuvo que interrumpirse cuando sintió como su cabeza empezaba a latir a causa de las punzadas repentinas y repetidas de dolor - Podéis decirle adiós a lo de estar informados de algo más que no sean los detalles justos para cumplir nuestra tarea en cada momento. Así que abandonad vuestra preocupación, Dragones. Nuestro camino se revelará a su debido tiempo.

La melodía que salía del violín de Jean y el licor que había abrasado la garganta de la Kestana hizo que ésta rememorase los últimos momentos del planeta que había sido su hogar durante tanto tiempo, que recordase cómo Drovelia se había perdido para siempre, resquebrajada mientras la abandonaban para no volver jamás, como otrora había ocurrido con Cadia.

- Quema, quema mucho. - Pensó con la rudeza que su tierra le había hecho tener. - Aunque no lo suficiente como para no beberlo y terminarlo, pero sin tomar más copas.

No era muy parlanchina y, ciertamente, no tenía muy claro qué decir a sus ahora compañeros. Únicamente esperaba que pudiesen tener una buena relación entre ellos. Esperaba que, a pesar de sus dispares orígenes, la caída de Drovelia hubiese servido para su unión. Para, quizá, olvidar todo lo que había ocurrido antes.

Asintió.

-Salud.

El sacerdote se llevó la bebida a la boca como un compromiso. Como había esperado, el sabor era repugnante y abrasaba la garganta, y ni siquiera el ser en su mayoría agua ayudaba a poder ignorar aquella bazofia. Oh bueno... gruñó el padre para sus adentros. Al menos el agua estará limpia. En verdad que si alguna ventaja tendría aquella sustancia era que mataría todo lo que de nocivo y pestilencias hubiese en el agua, igual que mataría todo lo que pasase en su camino estomacal. Lo mataría todo. Como, en aquellos momentos, su criterio: el camarero había decidido ser "liberal" con su interpretación de rebajar el vaso, descubrió mientras se lo llevaba al coleto. Con suerte había entendido que tenía que limpiar el vaso.

"...un véritable vinaigre"

Para el padre no había duda en aquellos momentos. Todo lo que había conseguido en aquellos meses infernales había sido un propósito como el que había latido enterrado, sin él saberlo, en tiempos de bonanza. Podía no ser un soldado, pero había compartido base de operaciones y resistencia tanto tiempo con ellos que era difícil no asociarlo a la unidad. Aunque fuera sólo porque no quedaban más del planeta.

El caballero de Morgenstern hablaba sabio: ese era el oficio de un soldado y de un cofrade, y acaso el camino a la felicidad. Bendita la mente tan pequeña que no pueda albergar la duda, pues de ella será el reino de los cielos.

Si había que beber para marcar el inicio de esta escuadra se bebería, aunque bien nos habían avisado lo que podría pasar de hacerlo. Tiendo una mano hacia uno de los vasos y lo acabo de un trago ... como había dicho era el perfecto desengrasante de vehículos, arde por toda la garganta y una vez llega al estómago lo patea con ganas exigiendo su expulsión inmediata. Durante unos segundos pierdo la visión. - Buff, uno es mucho, siquiera pensaría en beber dos. El regusto amargo seguía en mi boca y pensaba con mucho si beber o no el agua que nos habían llevado a la mesa. - Sargento, con mantener limpio y acondicionado el chimera tengo suficiente, y cuando toque les llevaré al meollo del asunto, pero es raro que los dragones estemos aquí, si no es por algo turbio.

Vera se trago el "licor" como si fuese agua, aunque se ahorro el eructo. Era una señorita. Miró las reacciones de todos los que iban bebiendo el licor, y al parecer la única que lo aguantaba bien era la otra Kestanita. Una de dos; o la mierda esta afectaba solo a las cosas con polla o los señores de Kestan Inge tendrían que explicar desde donde coño estuviesen ardiendo como coño no habían conquistado aquel planeta de flojos. 

¿Y a quien cojones le importa? - dijo, a nadie en particular - Somos de la guardia, no nos van a pedir otra cosa que matar y morir. ¿Que importa quien nos señale al tipo que vamos a freír? A mi que me digan que reventar y que me dejen de milongas, vosotros preocupaos de dejarme la linea de tiro despejada. Aunque luchéis igual que bebéis me veo bien jodida a la primera escaramuza... 

Todos brindaron, todos bebieron y el caos se desató a los pocos minutos, el tiempo que necesitaba el hígado intentando gestionar la semejante injesta de alcohol de pésima calidad. El dueño del local estaba acostumbrado pero la lista de intoxicados iba en aumento. El primero en caer redondo fue Petrov, el ayudante de Darya. El hombre trató de aferrarse al brazo de Darya, pero realmente no encontró asidero y cerró el puño en el aire soltando una risita de lo más patética antes de caer en un profundo y total desvanecimiento. Después le siguió Omaima, la cual con su cara fría e impasible acabó por guiñar su ojo derecho al sargento para luego quedarse sentada y con la cabeza mirando sus muslos.

Tanto Svetlana como Helga cayeron juntas al unísono para un cada vez más enfadado Al-Razi, cuya mandíbula se tensaba al ir rechinando los dientes. La única que mantuvo el tipo fue Magrund, la cual enarcó una ceja en una clara señal de sorpresa. Vanessa, en cambio, no se atrevió a beber y se contentó con el vaso de agua que Kleman les trajo. Ya solo quedaba el servidor, pero este, como cabía de esperar, solo miraba con su rictus de terror enmarcado en el rostro.

Los que aguantaron la bebida a duras penas, fueron Ollanius, Safwan y Ulrich. Los tres empezaron a sentirse realmente mal, como si cuerpo fuera el de otro, el mareo característico de una borrachera hizo acto de presencia, pero aquello no era extraño, los sentidos algo abotargados, la cabeza llena de algodones. Sin embargo, la visión periférica fue tornándose a un negro con tonos grisáceos haciendo que su visión se viera ampliamente reducida, como si estuvieran viendo a través de tubo.

El barman suspiró con fuerza al ver como se iban cayendo los soldados y abrió los ojos de par en par. Realmente tenía más miedo que otra cosa, pero lo disimuló a la perfección. Sin responder todavía a Ulrich, se rebuscó por entre los bolsillos laterales de su pantalón y sacó un bote negro con una etiqueta blanca, lo agitó un par de veces y resonó como un sonajero. Tras fijarse en las insignias de sanitario en el uniforme de Ibn se las lanzó - tome, para los que se han ido a dormir no sirve, pero a los que empiecen a mirar a las paredes si - comentó mirando de soslayó a quien le había preguntado antes de dejar patente que estaba afectado. Cuando el sanitario del pelotón leyó la etiqueta, le quedó claro que eran las famosas "resucita idiotas", unas pastillas que se vendían ese mundo cuyo contenido de vitaminas, sobre todo de B-12, era como un chute de rápida absorción; a falta de una jeringa, era la mejor opción.

Este mundo siempre ha sido así, la comida siempre escasea y la que viene de fuera o la que se produce aquí solo la pueden... - hizo el signo universal de comillas comillas - costear los que tienen poder y tronos en cantidad - se encogió de hombros - lo que pasa es que esta vez, las granjas de hongos de las cuevas no han ido todo lo bien que deberían, algo de un fallo en los colectores de humedad