Partida Rol por web

Polvo de Escorpión

1. Reunión con el Ministro Principal

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18/02/2018, 18:37
Narrador

Ya habían pasado las diez de la mañana. Seis personas se encontraban frente a Stephen Veiner, Ministro Principal de la República Rhovesiana en su despacho. Tres hombres y tres mujeres. Dos humanos, una humana, una semielfa, un félido y una goliath. Un variado, colorido y variopinto grupo.

De una manera u otra, los seis habían sido reclutados para un mismo encargo. Encontrar el polvo de escorpión. La droga había desaparecido de las calles de Puerto del Amanecer y el propio Ministro Principal había tomado cartas en el asunto. Si se había llegado a ese punto, significaba que todo ese misterio se había acabado convirtiendo en un asunto de extrema importancia.

El despacho de Veiner era sencillo. El único mobiliario lo conformaban un amplio escritorio y tras él, un enorme y confortable butacón. Uno esperaría encontrar estanterías llenas de libros en las dependencias de un mago, o quizás algún artilugio arcano. El ministro era uno de los más grandes magos de Rhovesia, por no decir el más. Pero ese no era el caso, no había nada de eso allí.

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18/02/2018, 18:57
Stephen Veiner

Veiner se mantuvo en silencio hasta que todos hubieron llegado. Sólo entonces rompió el hielo.

Buenos días a todos—saludó—. Como la mayoría no se conocen, haremos una breve presentación. Cuando nombre a cada uno de ustedes, por favor den un paso al frente. En primer lugar, Corianne.

La joven y atractiva humana dio un paso al frente al escuchar su nombre.

La hermana Daha Phiatabel, de la Iglesia de Alcor.

La semielfa fue la siguiente en adelantarse. No era necesario hacer referencia a su condición de alcorita, el medallón sagrado del Sol Radiante ya la delataba como tal.

Iskal.

Esta vez fue el félido el que dio un paso al frente.

Kifel Robbarth.

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18/02/2018, 19:28
Kifel Robbarth

Uno de los humanos, de cabello y barba pelirroja dio un paso al frente, pero a diferencia de sus compañeros él no se mantuvo en silencio. 

¡A sus órdenes!—dijo mientras daba un paso al frente, después dándose cuenta de su error añadió—¡Perdón! Es la costumbre de la instrucción. Continúe señor Ministro Principal.

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18/02/2018, 20:21
Stephen Veiner

Stephen no hizo mención alguno a la interrupción del pelirrojo.

Nekaua.

Esta vez fue la goliath la que dio un paso al frente.

Y por último Petrick Baldrych.

Sólo restaba el humano barbudo por dar un paso al frente.

Ya tendrán momentos para conocerse mejor. Procederé a darles toda la información que tenemos sobre la desaparición del polvo de escorpión. No lo encontrarán en Puerto del Amanecer. La droga entra por barco en la ciudad, y tal y como entra sale por tierra a un destino desconocido. Ese hecho, sobre el que había numerosas evidencias, fue verificado anoche cuando se incautó en el puerto un alijo de polvo de escorpión. Lamentablemente, no pudimos encontrar a los encargados del transporte, los cuales habrían aportado una valiosa información.

»Aunque no es nuestra única pista. El polvo de escorpión no ha desaparecido sólo aquí en Puerto del Amanecer, tampoco es posible encontrarlo en otras ciudades de Rhovesia. Sólo que por las diferencias demográficas, es aquí dónde ha tenido un mayor impacto. Hace ya unas semanas envié a hombres de confianza a Destino de Leñador, Bastión Celeste, Burgo de Farias y Mena de Oro con el fin de detectar cualquier información. Y hace tres días recibí noticias de mi agente en Mena de Oro.

»No se equivoquen, la droga no está allí. Si hubiera sido tan sencillo, no estaría reuniendo un grupo como éste. Lo único que mi hombre ha encontrado es un paquete. Un indicio. Así que viajarán hasta Mena de Oro, se reunirán con mi agente y con la información que les proporcione realizarán las pesquisas necesarias hasta dar con la droga. 

»Cuando el trabajo haya sido realizado satisfactoriamente, cada uno de ustedes recibirá mil coronas de oro. También podrán quedarse con cualquier bien de carácter no ilícito que adquieran durante la ejecución de este trabajo.

Como aventurero que había sido, Veiner conocía los litigios que en ocasiones ocurrían por los bienes incautados mediante el ejercicio de una misión. De ahí que quisiera ser muy explícito con lo que podían o no quedarse. Oro, joyas, armas... podían quedárselo todo. No así la droga.

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19/02/2018, 14:02
Corianne

—¡Mena de Oro, que hermosa casualidad! Sólo sería más bonito si sucediera en... —buscó a Daha con la mirada antes de acabar la rima—. Nav Hidad.

Le lanzó un guiño, como si hubiera sido una broma privada entre ellas. 

—Es la ciudad que me vio nacer —explicó a sus compañeros—, y en la que me encumbré trepando por los montones de basura como una maldita rata de estercolero. Nadie conoce mejor Mena de Oro que una servidora. Si hay alguna mierda que encontrar allí, la encontraré sin ensuciarme la botas y estaremos de vuelta para la cena. 

Miró al extraño Ministro Principal.

—Pero hay algo que ha obviado, señor Ministro: ¿va a correr la república con los gastos del viaje, de la comida, de los... sobornos? 

Dedicó un cabeceo de saludo en dirección a Iskal mientras aguardaba a que Veiner contestara.

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19/02/2018, 16:23
Daha Phiatabel

Mientras el Ministro Principal hablaba, Daha no podía olvidar las imágenes que tuvo que presenciar durante su última jornada al servicio de los pobres y desamparados ancianos del Sanatorio de la Revelación. Le estaría infinitamente agradecida siempre al diácono Garland Moldred. Aunque los modos de Moldred no eran los mejores, sabía que en el fondo era una buena persona con una gran fe en su dios patrón Alcor.

Recordaba los rollizos pies de Fidron Leitar, deformados por el peso y la falta de pulcritud. Tenía clavada en la mente la imagen de aquella retorcida uña que había adoptado un tono verdoso oscuro fruto de los hongos que la poblaban. Se acordaba de cómo aquella uña se introducía en la piel lateral de su dedo gordo provocando una dolorosa herida que le impedía caminar casi tanto como su obesidad mórbida.

Despegar la uña de la piel había sido una tarea agotadora tanto para su cuerpo como para su mente. Sabía que estaba mal sentir asco por una persona, pero el fétido olor que desprendía el moribundo cuerpo de Fidron Leitar era abrumador. Aquel sudoroso cuerpo había sido la pesadilla de muchas de las novicias que no se atrevían a acercase a él. Tampoco ayudaba que el poseedor de aquel desproporcionado organismo fuera un malhablado y un desconsiderado en todos los aspectos.

Aquel hombre tan solo debía rondar los sesenta años y pese a que su edad no era suficiente como para ser aceptado en el sanatorio, fue aceptado por Moldred debido a su falta de movilidad. Se decía de él que había superado con creces los doscientos kilos de peso y que rondaba los trescientos. No obstante, Daha no permitía un trato discriminatorio con él y era ella misma la que se encargaba de sus curas.

Evocó entonces el momento en que clavó las tenazas que utilizaba para levantar la uña y recortar el espolón que laceraba su piel. Recordó la sangre que brotó de la herida y el pus manchó la manga de su camisa. Fidron gritó dolorido y la maldijo entre insultos. Le hubiera golpeado de no habérselo impedido su propia barriga y por un instante Daha pensó en abandonarle a su suerte, pero no lo hizo y pidió el perdón a Alcor por haber siquiera pensado en tal posibilidad.

Fue la alegría de Corianne la que devolvió a Daha al mundo real sacándola de sus cavilaciones. Aquella muchacha le guiñó un ojo y mencionó algo acerca de un lugar llamado Nav Hidad. Sin duda que pretendía tener un momento de cierta complicidad con ella, aunque lo cierto era que no llegaba a entender a qué se refería. De hecho nunca había escuchado el nombre de ese lugar y por si fuera poco tampoco conocía a Corianne más que al resto de los componentes de aquel grupo. Quizás la hubiera confundido con otra sacerdotisa.

Tan solo asintió con una sonrisa discreta como respuesta. No sabía muy bien que hacer o decir. Ella era una mujer tímida y de mente algo distraída. Podía ser que por pensar en sus asuntos se hubiera perdido alguna parte de la introducción del Ministro Principal, aunque lo dudaba. Mena de Oro tenía fama de ciudad peligrosa, por lo que sería una verdadera suerte que se cumplieran las expectativas de Corianne con respecto a la rapidez de la misión que iban a emprender.

Ella también tenía alguna pregunta en la punta de la lengua, no obstante esperaría a que el resto formularas las suyas, con suerte sus dudas se disiparían sin tener que intervenir en la conversación. Además no quería interrumpir la respuesta a la pregunta de Corianne, aunque sonaba feo decirlo, también le interesaba saber si la república iba a correr con los gastos de aquella misión.

Ella no tenía demasiado efectivo, pues todo lo que ganaba salvo lo necesario para el día a día, lo donaba a la iglesia de Alcor. Al fin y al cabo, la caridad era uno de los pilares básicos de su fe y trataba de seguirlos a rajatabla. Quizás en su nueva labor para la Iglesia de Alcor, tendría que variar aquella faceta de su personalidad, pues al fin y al cabo, para la consecución de los objetivos para los que había sido seleccionada, necesitaría herramientas y éstas no solían ser baratas.

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19/02/2018, 20:20
Petrick Baldrych

Bostezo ruidosamente y me froto los ojos para alejar de mí la fatiga etílica que se ha enseñoreado de mi cuerpo. Cuando uno es tan amante de la vida nocturna como yo lo soy, tener que levantarse antes del mediodía es una canallada de proporciones cataclísmicas. Esperaba que el Ministro Principal nos agasajaría por lo menos con un buen desayuno, por las molestias, pero está claro que la hospitalidad y la generosidad son virtudes que brillan por su ausencia entre los magos más poderosos de Rhovesia.

Mena de oro me parece una reluciente boñiga de enano comparada con Puerto del Amanecer y la promesa de mil coronas al final de la aventura me importa tan poco como si me dijera que tiene un primo gnomo. Por fortuna, al menos uno de los presentes no está completamente dormido esta mañana.

—Buena apreciación, señorita Corina —reconozco, dedicándole una sonrisa a la provocativa muchacha y una media reverencia demasiado torpe como para considerarse decorosa—. Un encargo tan delicado como éste sin duda llevará aparejados ciertos gastos de transporte y manutención que a buen seguro las arcas públicas encontrarán de lo más razonables. Si tuviéramos que sufragar nuestros propios gastos me imagino que se escandalizaría hasta la mismísima Dogaresa.

»Pero no os preocupéis, la maestra Quonis me aseguró que no tendríamos que preocuparnos por esa clase de minucias y puedo aseguraros que es la mujer más cabal que conozco —tranquilizo a los presentes con mi piadosa interpretación de la realidad con la esperanza de que Veiner tenga por lo menos la decencia de no dejar por mentirosa a una colega de profesión tan reputada.

»Lo que debería preocuparnos no es dónde está la droga, sino por qué ha desaparecido, ¿verdad, maestro Veiner? —gracias a mí, para toda una generación de alumnos de la Academia, siempre será Mostacho Veiner—. Si algo aprendí de los brillantes académicos que me formaron es que si uno va tras la pista de algo, siempre estará por detrás de ese algo. Debemos ir un paso por delante y averiguar hacia dónde se dirige en lugar de dónde ha estado ya.

»Como todos sabéis —seguramente no, porque yo lo aprendí ayer—, el polvo de escorpión es el estimulante que usan las tribus Oregs antes de la batalla. ¿Quién podría estar formando un ejército lo suficientemente importante como para querer tener a sus soldados dopados antes de entrar en combate? Porque si esto fuera un mero asunto de narcotraficantes, todos sabemos que se solucionaría por sí solo más temprano que tarde y ninguno de nosotros estaríamos aquí a estas horas de la madrugada.

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20/02/2018, 21:54
Iskal

«¡Eh! ¿Dónde quedó lo de "señor" Iskal?»

El félido se rascó la barbilla con una uña anecdóticamente. Luego observó a los demás con la sensación de que el universo estaba en proceso de equilibrarse por los extremos o algo así: la semielfa era una tumba pero el humano de la túnica había hablado por  los dos. O por tres, porque hasta había contestado en lugar del ministro.

Él no tenía ni idea de la mitad de las cosas o personas que se habían mencionado así que prefirió esperar a que Veiner, que a fin de cuentas era quien había montado aquello, concluyera algo al respecto.

Entonces alzó repentinamente las orejas en lo que debía ser la versión felina de arquear las cejas. Sabía que Corianne le sonaba de algo y acababa de caer en la cuenta de qué.

—Rhovesia es un pañuelo—comentó mirándola—. Bueno, Rhovesia y alrededores. ¿Qué tal?

Tras reir por lo bajo entre dientes, se dirigió al ministro.

—¿Alguna reseña para reconocer al agente, señor?—preguntó—. ¿Un lugar? ¿Una descripción?

«Una contraseña absurda, un mapa con una X marcando el lugar, un sombrerito gracioso...  »

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21/02/2018, 09:04
Corianne

—Aquí estoy, deslumbrante, como sin duda has apreciado ya —respondió Corianne a Iskal.

Lo cierto es que la pirata apenas había prestado atención a los que iban a ser sus nuevos compañeros -así de centrada en sí misma podía ser a veces. El hombre de la barbita se había dirigido a ella. Lo encontraba atractivo. No podía negar que le gustaban los hombres con una buena... barba.

Y, por supuesto, sabía reconocer una piel curtida por la brisa marina cuando la veía. Mejor que mejor.

—Corianne. Me llamo Corianne —le corrigió la pirata a Petrick, y añadió en un ronroneo:—. Un nombre que quizás no hayas memorizado aún, pero que te perseguirá para siempre.  

Dedicó a Petrick una sonrisa cargada de promesas que acompañó con una apreciativa mirada de arriba a abajo.

—Bonita túnica, ¿te dedicas a la magia?

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21/02/2018, 13:49
Nekaua

Aquella noche, Nekaua había dormido sobre la alfombra. El dormitorio que le había cedido el custodio era tan acogedor como inadecuado; las extremidades le sobresalían por los cuatro costados del colchón. Se había acostumbrado a dormir en un jergón de paja y esparto, tan grande que podía yacer estirada cuan larga era, e incluso dar vueltas sin caerse, como sucedía cuando las semanas más cálidas del verano trastornaban sus noches. No recordaba que el suelo fuera tan duro.

Ponerse en pie había sido una bendición para sus músculos entumecidos. Antes del amanecer, como era su costumbre. Sin la compañía de Doña Clavilda, el entrenamiento en el patio había sido silencioso. Una oportunidad para reflexionar sobre su papel en el encargo para el que la había propuesto el custodio, y para comulgar con Beltegueuse, el único dios cuyo altar es parte de ti desde que naces hasta que mueres, como solía decir la buena señora.

Para alguien que apenas había tenido ocasión de conocer la ociosidad, las horas hasta que el ministro los había recibido habían pasado con lentitud. Trató de imaginar que la espera era la de la cazadora que aguarda a una presa en un lugar de paso, donde no hay lugar para la distracción y el tiempo se confunde con la atención, pero el contexto era demasiado extraño como para que su mente aceptara la imagen.

Por fin, se encontró junto con el resto del supuesto grupo con el que tenía que trabajar, en el despacho del ministro —¿no había dicho la chica que la había acompañado en la taberna, Clea, que era la asistente de un ministro?—, un eslabón incognoscible en la complicada cadena de gobierno de la Rhovesia humana.

Los detalles compartidos por el ministro le decían más bien poco. Entendía que habrían de abandonar la ciudad y viajar a Mena de Oro y allí, buscar indicios del movimiento de la droga y seguirlos. Como había confesado al custodio, a menos que le dieran instrucciones precisas, no sabría por dónde empezar a buscar. Así que se mantuvo en silencio mientras los demás compartían impresiones.

Por suerte, sus compañeros sí parecían saber qué hacer. Al menos, la mujer y el mago —no era difícil reconocerlo; olía de forma parecido a su hermano—. Completaban el grupo otro humano, una semielfa con un medallón de Alcor, y una especie de gato enorme que caminaba sobre dos patas, ¡y tenía manos! ¡y podía hablar! Al principio había pensado que era un humano disfrazado, o bajo el efecto del algún conjuro similar a los que usaban los druidas para adoptar formas animales, pero estaba bastante segura de que no era así; estaba demasiado cómodo, no corregía la postura constantemente ni tenía gestos nerviosos. No olía como un felino, pero tampoco como un hombre, y debía ser uno, pues carecía de mamas. El tacto sí era el característico de un felino, cálido y suave. Se había quitado uno de los guantes y le estaba acariciando el pelaje pellejudo entre las orejas con las puntas de los dedos.

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21/02/2018, 19:30
Petrick Baldrych

O la mayoría de los presentes son muy tímidos o están tan dormidos y resacosos como yo a estas horas intempestivas. Por fortuna, parece que he encontrado a una igual dentro del grupo en la atrevida muchacha. Creería que me acabo de enamorar si no fuera porque eso es algo que me sucede con inusitada frecuencia y porque estoy casado. O tal vez sea precisamente por eso último por lo que me enamoro con tanta asiduidad.

—Corianne. Recordaré ese nombre hasta el día que me vaya a la tumba, que espero que sea dentro de muuuuchos, muuuuchos años —le aseguro a la joven con una sonrisa, relagando la escena a lo más recóndito de mi mente y centrando todo mi interés en la potencial posibilidad de dormir en caliente durante el viaje sin necesidad de pagar por ello—. Soy Petrick, aunque tú puedes llamarme como quieras, querida; y sí, podría decirse que me dedico a la magia entre otras aficiones igualmente apasionantes.

»Es curioso que te hayas fijado en mi vieja túnica, yo estaba pensando lo mismo de tus botas y de lo bien que quedarían en el suelo de mi habitación —añado con un guiño pícaro de lo más indecente.

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22/02/2018, 17:54
Iskal

Iskal no sabía si aquello era muy común en la sociedad humana así que no dijo nada al respecto pese que a él le pareciese un poco extraño. Sin embargo, cuando sintió algo en la cabeza primero miró hacia arriba, no había nada así que miró a su lado.

La gente normalmente le tenía miedo o se apartaba de él, así que cuando vió que lo primero que se le había ocurrido a aquella mujer gris al verlo fuese algo tan sencillo y directo, simplemente soltó una carcajada de buen humor. Aparte, por una vez no se sentía absurdamente enorme entre humanos. No sabía a qué raza pertenecía Nekaua ¡pero era una grande! Y siempre estaba bien no ser el único.

Soy un félido—dijo como si aquello resumiese lo extraño que al parecer resultaba su aspecto. Entonces le tendió una mano—. Hola. Encantado de que me conozcan.

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23/02/2018, 00:13
Nekaua

Nekaua dio un respingo y apartó la mano del cogote de Iskal. Una vez hacías algo, no podías dejar de haberlo hecho. Mala idea, por tanto, hacerlo antes de pensar si a su yo futura le gustaría haberlo hecho. Al menos, Iskal no parecía ofendido por la familiaridad.

Apretó la mano del félido con la suya, con firmeza, controlando la fuerza de sus dedos tal y como se había habituado a hacer entre los humanos. Salvo cuando entrenaba, o trabajaba el campo, o practicaba con Doña Clavilda.

Yo soy una goliath. No era el nombre que se ponían a sí mismos, pero era aquel por el que los conocían en las tierras bajas. Hola.

Carraspeó, azorada. El rubor, en su piel, era de un suave tono violeta.  Se apartó un paso y volvió a depositar su atención en el ministro.

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23/02/2018, 08:38
Stephen Veiner

Ejem.

Veiner seguía con ese rostro impertérrito pero lo más seguro es que no estuviese muy contento con la escena que se acababa de dibujar en su despacho. Los aventureros eran gente excéntrica como lo podía ser él mismo, pero a veces hasta las excentricidades tenían límites.

Prosigamos. Cuando lleguen a Mena de Oro se dirigirán al Barrio Gnomo, en concreto al Colmado Jansen, y cuando lleguen allí preguntarán si tienen rábanos azules de Nihon. Así sabrán que son ustedes mis enviados.

El ministro entrelazó sobre el escritorio sus enguantadas manos.

—Con respecto a los costes...

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23/02/2018, 08:52
Clea Stenon

Alguien llamó a la puerta y la abrió pasados unos segundos. En el despacho entró una humana con un largo cabello rubio y los ojos claros. Vestía unos pantalones resistentes de color negro y un jubón de color verde. Algo en su manera de llevar esas ropas indicaba que la mujer no solía vestirse así.

Señor ministro, ya está todo preparado.

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23/02/2018, 08:55
Stephen Veiner

Stephen esbozó una ligera sonrisa.

Perfecto Clea—le dijo a la mujer para luego dirigir su atención al grupo—. Les presento a mi asistente personal, Clea Stenon. Ella viajará con ustedes y será en todo momento mis ojos, mis oídos y mi boca. Responderán ante ella de la misma manera que harían ante mí. Y los gastos correrán de su cuenta siempre y cuando consideren que son necesario. La República no va a pagarle a ustedes ningunas vacaciones.

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23/02/2018, 15:25
Daha Phiatabel

Por como la había descrito, la asistente del Ministro Principal debía ser una buena gestora. Una burócrata que dominaba los números y que salvaguardaría los intereses de la República por encima de todo lo demás. Eso la invitaba a pensar en que no se llevarían a cabo grandes desembolsos si éstos eran prescindibles. Como bien había dicho Veiner, aquella misión no era un viaje de ocio y eso, viendo y escuchando a los compañeros con los que le había tocado rodearse, en parte le tranquilizaba.

Por su aspecto no parecía experta en el tipo de viaje que debían emprender. Quizás aquella misión le viniera grande llegado el momento en que las cosas se pusieran feas. Más bien parecía que a la hora de blandir un hierro contra los futuribles rufianes con los que se tendrían que enfrentar, iba a ser una carga. Aunque no podía juzgarla por su apariencia. La suya propia no hacia denotar que hubiera recibido alguna vez adiestramiento marcial y así era.

- Un placer señorita, Stenon. Mi nombre es Daha Phiatabel, sacerdotisa de Alcor. – Lo que no había hecho con el resto de integrantes del grupo si lo hizo con aquella persona de confianza del Ministro Principal. – Espero que nuestra relación sea fructuosa por el bien de la República.

Petrick le parecía un hombre que pecaba de lujurioso. No le gustó el atrevido comentario que le lanzó a la muchacha de apariencia algo descocada. Corianne no había dicho nada demasiado inapropiado hasta el momento, pero lo cierto era que tenía aspecto de libertina y eso aunque no le molestaba a Daha, si le parecía algo alejado de su punto de vista moral. El pelirrojo en cambio parecía ser un leal súbdito de la República, lo que cabía esperar de un militar.

En cuanto a la impresión que le habían causado el félido y la goliath, no era mala, aunque si le impresionaba su aspecto algo salvaje en ambos casos. Se acabaría acostumbrando a ellos, pero por el momento prefería seguir callada hasta evaluarles un poco más de cerca. Al fin y al cabo los cinco integrantes de aquel grupo eran para ella perfectos desconocidos. 

Sabía que no estaba bien tener prejuicios, pero a veces era algo inevitable. Pediría perdón a Alcor en sus oraciones diarias. Estaba en su naturaleza medio humana el englobar a los seres que les rodeaban en diferentes grupos, era algo que todo humano hacía de forma inconsciente a diferencia de los elfos, los cuales englobaban en un único grupo a todo aquel que no perteneciera a la raza “elegida”, la suya. O al menos eso creía ella.

- Creo que es lo correcto señor Ministro Principal. – Se dirigió Daha a la máxima autoridad de aquella reunión. – No creo que ninguno de nosotros esté aquí con la intención de expoliar a la Rpública, sin embargo está bien que la señorita Stenon administre el tema monetario. Facilitará mucho las cosas. – No sabía si formular la siguiente pregunta, pero igualmente lo hizo. - ¿El señor Jansen trabaja para la República? ¿Es un agente infiltrado o algo por el estilo? Supongo que será él quien nos indique por dónde empezar a buscar… ¿Me equivoco?

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24/02/2018, 21:53
Iskal

«¡Ajá! ¡La contraseña absurda!» pensó Iskal «¿Por qué nunca es el sombrerito gracioso?»

Iskal guardó la información nueva. Nunca había visto un goliath pero no podía negar que el nombre de la raza tuviera cierto sentido. ¿De dónde venían? Tendría que preguntar eso más tarde.

—Hola señorita, Clea—saludó a la humana recien llegada. No tenía pinta de aventurera pero estaba harto de ver gente que no tenía pinta de algo y luego daba sorpresas así que como no sabía si pertenecía a dicho tipo de gente o no, prefirió no juzgar con prisas—. Yo soy Iskal aunque imagino que ya lo sabrá.

Y de pronto la semielfa recuperó la voz. En cierto modo le alegró que no fuese muda; más gente con quien hablar.

—Es un lugar, ¿no? ¿El dueño se llama igual que el lugar?—dijo rascándose la cabeza.

En honor a la verdad no había oído en su vida el término ni tampoco había estado en Mena de Oro pero Veiner había dicho "cuando lleguen allí" así que lanzó la suposición al aire.

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25/02/2018, 11:48
Corianne

—Quizá deberíamos dejarnos de rodeos y entrelazar nuestros cuerpos aquí mismo, y dejar que el Ministro Principal mire —le propuso Corianne a Petrick—. Aunque tal vez seas de los que prefiere un lugar más privado, o estés pensando en que nos conozcamos antes. Hay gente que prefiere permanecer como desconocidos. A mi me da igual. Pero en cualquier caso mis botas se quedan donde están. Nunca me las quito para...

Veiner la interrumpió con su carraspeo y les presentó a la que sería su perrita guardiana. 

—No nos vas a pagar unas vacaciones, lo entiendo, pero espero que nos pagues las horas extra de niñera —suspiró. 

Le parecía obvio en su apostura que Clea carecía no sólo del más leve atisbo de formación marcial, sino que apenas había salido de los vestidos de seda y del despacho del Ministro Principal. O de debajo del escritorio de Veiner. Quizá el mago estirado le había enseñado algún conjuro a cambio de una mamada o dos. Así al menos no se pondría en peligro a si misma y a los demás llevando tanto oro encima. 

No tenía nada útil que añadir, así que cerró la boca y dejó que Veiner respondiera a sus compañeros. Echó una mirada descarada a Petrick y le envió un beso flotando en el aire.

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26/02/2018, 01:38
Nekaua

Nekaua reconoció a la joven que acababa de entrar. Había cambiado el vestido por unos pantalones y un jubón, pero era la misma que la había acompañado el día anterior, durante la ausencia del custodio.

Hola, Clea, la saludó con sencillez.

El asunto de los gastos del viaje, como casi todo lo expuesto, escapaba a su comprensión. Le habían explicado el concepto del dinero, y había estado presente en varias ocasiones cuando Garo mercadeaba en la feria, o en Destino del Leñador, pero nunca había comprado nada. Todo lo que había necesitado se lo había procurado, o se lo habían dado. Doña Clavilda y Garo se habían empeñado en pagarle por su trabajo en la granja, y la cantidad de oro en su faltriquera había hecho que los hermanos Robellón se quedaran con los ojos y la boca muy abiertos. Lo que podía hacer con ese oro, sin embargo, se le escapaba. Temía el momento en que fuera a usarlo por primera vez.

Con respecto al trabajo,solo había dos incógnitas que estaba segura de que podría asimilar inmediatamente.

¿Saldremos hoy mismo? preguntó, mirando de hito en hito al ministro y a su asistente. Cela parecía lista para salir de viaje y, si estaba “todo” preparado, fuera “todo” lo que fuese, suponía que no habría motivo para la demora.

¿Cómo iremos hasta Mena de Oro? añadió. Suponía que usarían un medio de transporte humano. Una carreta, quizás, o dos, si pretendían entrar todos en ella. O uno de esos artilugios flotantes que utilizaban los humanos para navegar por ríos y mares; sabía que el río Dafyz, precisamente, conectaba ambas ciudades. Si hubiera estado sola, hubiera elegido ir a pie, pero no lo estaba.