Partida Rol por web

- Es amiga mía… - Repitió Daha. – Conocida más bien… - Susurró para sí misma. – Una zorra engreída. – Reprodujo en su mente.

Lo cierto era que Daha y Samtha trabajaban para la misma iglesia. Sus objetivos eran muy similares. Servir a su dios Mitra con devoción y ser la herramienta de sus designios en la tierra. Jasor Kessinvon era el patriarca de la iglesia de ambas y quien las reclutó para su organización. Muchas eran las coincidencias, pero no por ello se llevaban bien.

De hecho habían ido cosechando año tras año una férrea rivalidad que las tenía enfrentadas, pese a que de cara a la galería guardaran las formas. No todo era malo del todo, aquella competencia les llevaba a superarse a sí mismas con el único fin de destacar la una sobra la otra. El orgullo y la soberbia eran pecados en los que Daha solía reincidir.

Cuando Corianne nombró a su madre, el rostro de Jean se arrugó con expresión circunspecta. La salita se quedó en silencio unos segundos hasta que habló.

—No me sorprende. Tu madre siempre fue propensa a las adicciones. Creo que la única época de su vida en la que no estuvo enganchada a algo fue durante tu embarazo. Y ni te imaginas lo que me costó.

Jean esbozó una sonrisa intentando sin mucho exito rebajar la tensión.

—Te preguntaría como está, pero con la desaparición del polvo ya me lo puedo imaginar. Así que, ¿cómo estás tú?

—Pues para ser tu amiga se te ve loca de contenta—murmuró Kifel en un tono perfectamente audible antes de que Samtha llegara a la mesa.

El pelirrojo, que en ningún momento se había sentado en el regazo de la pelirroja, alzó la jarra pidiéndole otra jarra a Janice. La camarera no tardó en traérsela.

Samtha llegó hasta la mesa con esa sonrisa divertida dibujada en el rostro.

—Ya que Daha no ha querido hacer las presentaciones lo haré yo—dijo fingiendo pucheros—. Soy Samtha Dalla Eribodor, Hija de Alcor,  justiciera y aventurera itinerante. Pero llamadme Sam, no hacen falta esas formalidades que tanto le gustan a la hermana Phiatabel.

La mujer le guiñó un ojo a la semielfa.

—Ya era hora de que dejaras la iglesia y vieras un poco de mundo—al sentarse la mujer repasó a los acompañantes fijándose en especial en Nekaua e Iskal—. ¡Y vaya compañeros! No os ofendáis pero no es que una vea goliaths y hombres gato todos los días. Aunque la verdad es que a Daha le pegan unos compañeros como vosotros.

—Bien —respondió Corianne encogiéndose de hombros—. No dejo que me afecte demasiado. Total, nunca he sentido demasiado apego por ella.

Rebulló en el sitio unos instantes. ¿Qué clase de infancia de mierda había tenido sin poder contar con su propia madre?

—¿Qué me puedes decir de los Jansen? Los gnomos del colmado.

- ¿Por qué insinúa que me pegan estar rodeada de goliaths y félidos? – Reflexionó la sacerdotisa de Alcor. – ¡Es más, no lo ha insinuado sino que lo ha afirmado con rotundidad! - No tenía nada en contra de ellos. De hecho, hasta el momento el hombre gato y la enorme mujer azul estaban siendo de lo más consecuente del grupo. Pero lo cierto era que Daha se tomó aquella afirmación como algo despectivo, aun no sabiendo porqué.

- Iskal, es un félido. – Señaló al enorme hombre gato, como Samtha lo había clasificado. – Ella es Nekaua. – Miró a la goliath. – Kifel, el pelirrojo. Y por último Clea, que vela por que no gastemos el oro de la República en sandeces. – Dijo eso en tono más bajo, pero lo dijo.

Había entendido por los comentarios, sugerencias y recriminaciones de sus compañeros que no debía ir soltando nombres y aspectos de su misión  diestro y siniestro. Se lo pensó dos veces antes de mencionar la palabra “República”, pero sin duda le daría notoriedad frente a su amada amiga, el hecho de que la República la hubiera contratado para algo.

- ¿Tú viajas sola? – Le preguntó. - ¡Por supuesto que sí! ¿Quién iba a aguantarte? – Pensó para sus adentros. - ¿No tienes compañeros? – Sonrió, pues ella si estaba rodeada de gente. Gente que pensaba que era alguien insoportablemente pedante, pero gente que no la había tirado a lo más profundo de un pozo con el fin de no tener que escuchar sus comentarios. Estaba orgullosa de ello.

Asintió cuando Daha la presentó.

¿Eres una de los Seiscientos? preguntó. La humana que me acogió en las tierras bajas, Doña Clavilda, me contaba historias de esos días. Y siempre se quejaba de que no fuera la iglesia de Beltegueuse la que había respondido a la llamada de Ryvianne.

La marcha de los “Seiscientos Hijos de Alcor” era uno de los temas favoritos de Doña Clavilda. Había llegado a Rhovesia junto a ellos, aunque su fe la apartaba del grupo que había constituido su núcleo. “Los Seiscientos Hijos de Alcor y un Puñado de Gente Más” no tenía el mismo gancho.

Por lo demás, estaba de acuerdo con Samtha. Una mujer debía salir del nido, viajar y conocer lugares y gentes diferentes, mientras su cuerpo era aún joven y fuerte.

La mención de los Jansen cogió totalmente por sorpresa a Jean.

—¿Los Jansen? ¿Qué pintan los Jansen con el polvo de escorpión?—preguntó sin entender— Son una familia de gnomos numerosa pero que yo sepa no están metidos en asuntos turbios. Siempre hay alguna oveja negra y más aquí en Mena de Oro, pero diría que los del colmado están limpios.

El hombre miró a su hija sin mucho convencimiento.

—Cory, no sé en qué estás metida, pero aunque sea con los buenos… ten cuidado, ¿quieres?

Esta vez no fue Clea la que saltó ante la indiscreción de Daha, sino que fue Kifel.

—¿Pero es que no sabes tener la boca cerrada? ¿Cuántas veces te van a tener que decir que seas discreta? ¡Joder! ¡Sólo te falta llevar una pancarta!

Clea miró a la semielfa y al pelirrojo, con la reacción de Kifel ya no había manera de intentar arreglar el desaguisado, así que se conformó con quedarse en silencio con expresión de pocos amigos.

—Es lo que intento, padre. Dame algo.

Aunque saber que los Jansen estaban limpios ayudaba.

—Si tú no tienes nada, dime en quién puedo confiar en este estercolero. Aparte de la obvia respuesta de: nadie.

Samtha se quedó sorprendida ante la revelación de Daha sobre la república y el posterior exabrupto de Kifel, pero no tardó en sonreir con la intención de calmar los ánimos.

—Venga, venga, no te enfades—dijo interpelando a Kifel—. Podéis quedaros tranquilos, vuestro secreto está a salvo conmigo.

Samtha cogió un trozo de pan con queso y miró a Daha para responderle.

—Estoy sola, tengo algo entre manos y hasta que lo resuelva es mejor así—respondió de forma escueta.

Finalmente se dirigió a Nekaua asintiendo con la cabeza.

—Lo soy o más bien lo fui. Ya han pasado cinco años desde aquellos días como para seguir esgrimiendo un nombre como ese—dijo restándole importancia—. Creo que me llevaría bien con esa doña Clavilda. Nosotros acabamos marchando, pero fue después de treinta años. Nunca me gustó la pasividad que tuvieron mis hermanos ante la tiraníael gobierno del Apóstol Korven. Por eso me quedé en Rhovesia en lugar de volver a Beldia.

Esa necesidad de secretismo era uno de los asuntos en los que Nekaua prefería no meter las manos, porque no tenía la menor idea de su importancia. La República era algo importante, el propio gobierno de las tierras bajas, y mentarla debía sersuficiente para abrir puertas que, de otro modo, estaría cerradas. Cuando un orco o trasgo se acercaba al clan, saber que acudía con un mensaje de Kurg, aunque fuera un gigante despreciable, era suficiente razón para escucharle, darle de comer y despedirlo en paz, en lugar de darle doce latidos para desaparecer o despeñarlo por un barranco.

Así que ignoró la discusión al respecto, y siguió hablando con la recién llegada.

Lo que ha hecho es parte de una para siempre, aseveró, muy seria. Pero lo importante es lo que haces cada momento, y si te has quedado en esta tierra para continar con el trabajo que empezasteis los Seiscientos Hijos de Alcor, tienes mi respeto.

Algo que la mujer había dicho le vino a la mente en ese momento.

¿Por qué has dicho que a Daha le pegan compañeros como nosotros?

Daha miró por el rabillo del ojo a Kifel mientras le abofeteaba verbalmente. No pudo hacer más que bajar la cabeza y ni siquiera supo que responder. Lo cierto era que no había dicho mentira alguna. Ya eran muchas las veces que le habían pedido discreción y hasta la fecha no había sabido cumplir con esa encomienda. Era normal que se enfadaran con ella, aunque quizás la reacción del pelirrojo fue algo desmesurada.

Fue entonces Samtha la que intercedió por ella. Desde luego no esperaba ayuda de nadie ante la nueva metedura de pata, pero menos de aquella mujer a quien consideraba una aliada en los asuntos de los alcoritas, pero también una rival en cuanto a… Daha se llevó la mano a la barbilla y frunció el ceño.

- ¿Por qué diablos la considero una rival? – Se dijo a sí  misma. – Es buena persona, correcta con todos y ha hecho cosas extraordinarias. ¿Quizás…? – Entonces lo supo, aunque era reticente a créerlo. El problema entre ellas dos no era fruto de ninguna rivalidad, sino que era algo que se había creado ella sola. La envidia era algo que pensaba que no existía en su interior, pero ahora veía claro que en ocasiones se adueñaba de su ser.

Daha se puso en pie. Sus ojos estaban enrojecidos y las lágrimas a punto de brotar de los mismos. Ni el resto eran tan imperfectos, ni ella tan perfecta. A veces se equivocaba. Seguramente más de la cuenta. Sin duda más de lo aconsejable. Era posible que Veiner también se hubiera equivocado eligiéndola a ella. Veiner o Jasor, pues no sabía bien de quien había sido la idea.

¿Debía haberse quedado cuidando de sus ancianos? Posiblemente sí. Ahora que lo pensaba, cuando se reunió con el patriarca, era posible que se hubiera visto presionada a no responder lo que realmente quería. Tratar de convencerla de que estaba a la altura de que la misión en la que ahora se encontraba enfrascada y era que era la persona adecuada para llevarla a cabo, había sido fácil para el patriarca. En su afán por contentarle había aceptado con ciertas dudas. Ahora sólo le quedaba tratar de hacerlo lo mejor posible hasta el final.

- Si me disculpáis… - Dijo en un susurro casi inaudible antes de salir de forma rauda hacia el exterior del burdel.

Iskal estaba intrigado; Daha había dicho que aquella mujer y ella eran amigas pero lo cierto es que algo en modo en que se habían saludado no le inspiraba precisamente algo muy idílico. Alguno de esos detalles que no resultaban fáciles de explicar probablemente.

Aunque ese momento le habían entrado ganas de darle un capón a Kifel; no hacían falta pancartas con semejante pregonero. A Daha al menos no la podía haber oído medio local.

—Creo que me he perdido algo—comentó rascándose la cabeza cuando la sacerdotisa de pronto se levantó y salió pitando—. O igual a ella se le ha olvidado alguna cosa fuera. Pero no va a ser eso, ¿verdad?

Jean negó con la cabeza apesadumbrado.

—No puedo darte de lo que no hay hija. No con todo lo que hay con el polvo. Aquí todo el mundo tiene un precio y hay quien lo doblaría por una dosis.

Al hombre parecía haberle caído unos años encima, toda la alegría de reencontrarse con su hija se había esfumado.

—Cory no quiero ver a media ciudad detrás tuya. No sé por qué estás buscando el polvo, pero si encuentras algo, lo mejor que puedes hacer es destruirlo.

Kifel arrugó la cara cuando vio salir a Daha. Aun estaba molesto por el nuevo desliz de la alcorita, pero ¿era culpabilidad lo ue había en su rostro? Parecía que a diferencia del félido, él si había entendido la reacción de la clériga.

Enfurruñado, se limitó a beber en silencio.

Clea se levantó de la mesa, su expresión molesta se había suavizado.

—Será mejor que vaya a hablar con ella—dijo dirigiéndose hacia la puerta.

En la mesa sólo quedaron Iskal, Kifel, Nekaua y Samtha, parecía que la conversación de Corianne y su padre se estaba alargando, pero era comprensible. La alcorita respondió a la pregunta de la goliath.

—A Daha siempre le ha gustado llamar la atención y vosotros dos—dijo en referencia a Iskal y Nekaua—, bueno, no podéis no llamarla.

Samtha torció levemente el gesto. Estaba claro que el comentario lo había dicho en tono de broma, pero explicarla teniendo en cuenta la reacción que acababa de tener la semielfa había empañado el ambiente.