Partida Rol por web

Más bien lo segundo, aunque un puñado de eso ya lo habíais recuperado, serían unos añadidos finales. 

Instintivamente me cubro los ojos con la mano haciendo una visera para mirar alrededor tratando de averiguar dónde diablos estamos. ¡No puedo creerlo, lo hemos conseguido! Estoy a punto de gritarlo y abrazar a quien tengo más cerca eufórico cuando los recuerdos vuelven a mi memoria como una apisonadora que me deja exhausto. Recuerdo lo bien que se me da embaucar y como eso ha sido el pilar de mi carrera política. Recuero especialmente el amaño de las primarias del candidato de mis intereses y la manipulación de las bases. También recuerdo cómo las clases de tiro y las salidas de caza me ayudaron a cerrar tratos con el partido conservador. Y admitámoslo, detonar armas de fuego me produce cierta liberación freudiana y diría que me hace parecer más alto, más poderoso. Me gusta. Vaya, sí que soy una sabandija, pero ahora lo que importa es sobrevivir al día de hoy.

—¡Lo hemos conseguido! —palmeo efusivamente a mis compañeros— ahora pongamos tierra de por medio entre ese sucio agujero y nosotros ¿Te parece?  —sonreí a nuestra aguerrida conductora.

La puerta se acerca cada vez más como una pared enorme, una enorme ola, un muro indestructible. Quizás sea eso, la fuerza indestructible y nosotros el objeto imparable. Quizás resolvamos la paradoja.

Pero al final la puerta no es tan indestructible, y cede bajo el peso de nuestro ariete con ruedas. Un ¡Yeah! sale de mis labios sin que yo sepa por qué he pronunciado esa palabra, pero en ese momento mis recuerdos me golpean.

Las juergas en la universidad, los cursos suspendidos, mis padres aburridos de pagarme una carrera que parecía que nunca iba a terminar. La posibilidad de entrar en las peleas clandestinas como doctor, la amenaza de unos matones hacia mi familia... No, desde luego no he sido un ángel y no acudí aquí precisamente por razones altruistas.

Pero estamos fuera, libres. Abro la ventanilla de mi lado e inspiro profundamente aire fresco de nuevo. Muy bien hecho, Alessandra. No solo eres letal, una mecánica genial y hermosa, además sabes bien cómo conducir y golpear una puerta. Lástima no tener una cerveza para brindar por ti.

Durante el tiempo que estuve arreglando el coche volví a sentirme yo misma, o todo lo "yo misma" que podía sentirme en esta situación. Con el apoyo de los otros fue incluso más rápido, y en seguida teníamos algo funcional. Quizás nuestro pase de salida, tan sólo debíamos reventar el portón...

Y así fue. Pisé el acelerador con una sonrisa de medio lado, socarrona. Me gustaba la velocidad, me gustaba el lograr cosas con mis propias manos. Había tenido que aprender a defenderme, a mostrarme dura, para sobrevivir entre las calles en las que crecí. Pude notar que ya no se me complicaba recordar cosas. Ya no habá la niebla difusa, como si aquel portón hubiera sido la última barrera tanto física como mental. Escuché las celebraciones de mis compañeros sin quitar la mirada del frente, prestando atención a espejos laterales y retrovisor, asegurándome de que no nos seguían. -Ya nos tomaremos unas cervezas. ¿A donde ahora?- Pregunté, intentando ver si podía reconocer el paisaje frente a nosotros.

Dave se cubre los ojos y deja escajar un desagradable gemido. 

Recuerda el miedo, el nerviosismo. La introversión a veces llevando al sufrimiento. Amigos de confianza y a veces también parientes. 

Triunfos a las cuatro de la mañana tras oches enteras sin dormir por gusto y luego también por necesidad para solucionar los imposibles exigidos por la clientela. Sobrevivirá incluso si es con trabajos a distancia y tras una identidad falsa. 

 Preocupaciones porque alguien que está solo es una posible víctima. Ha habido temporadas en las que ha aprovechado sus habilidades para averiguar cosas que no debería. Pero también un millón de pequeños detalles, adquiridos aquí y allá.  

Descubrís que estabais en mitad de la selva. En una enorme extensión ganada a golpe de motosierra, con un enorme edificio, que parece caído del cielo de tanto como desentona aquí su mole , y varios hangares como el que acabáis de abandonar anejos a él. Como su interior, el exterior de la construcción parece reciente pero golpeado por la catástrofe: llamas, humo, grietas y ventanas rotas. 

Alrededor  un conjunto de vehículos y puestos militares acordona la zona, formando un perímetro. Pero más que defensivo, resulta ser ofensivo: un grupo de soldados, nada más veros, alzan sus armas (de un aspecto muy diferente al subfusil de Sergio) y empiezan a dispararos sin mediar palabra. Sin pensar, agacháis las cabezas y de un acelerón retomáis vuestra huida.

[Golpes, gritos en media docena de idiomas, balas que zumban sobre vuestras cabezas, ruido de motor...]

Atravesáis sus líneas, y diez jeeps negros con ametralladoras, llenos de soldados uniformados del mismo color, salen en vuestra persecución por aquella zona desconocida. 

¡De la sartén a las brasas! ¡Ahora nos dispara un ejército! ¿Es que ese día no iba a acabar nunca? Las balas silvan sobre nuestras cabeza. Me agachó instivamente buscando con qué cubrirme. ¡No quiero morir!  

—¡Acelera!!! —grito a Alessandra entre el estruendo de los fusiles de asalto.

Trato de ponerme el cinturón de seguridad mientras me tiemblan las manos. No es fácil. Aquel maldito cierre no quiere encajar. ¡Al diablo! Hago de tripas corazón y devuelvo el fuego con mi sudfusil, de juguete al lado del armamento de los soldados. Apunto a las ruedas y al radiador, o lo intento, nuestro coche cocea como una mula. 

¡Puta mierda, ¿es que no van a dejarnos en paz nunca?! ¡Joder, iros a cagar, carajo grito mientras apunto con la escopeta a uno de los jeeps, el que vea más adelantado.

Si en algún momento se acercan, intenta embestirles y yo usaré mi espada para que se les quiten las ganas. Abro fuego intentando dañar el coche, aunque no me gusta eso de huir sin saber hacia dónde. En qué momento se me ocurrió aceptar esto.

No sabía que esperaba cuando salimos de allí. Una selva definitivamente no. Aunque eso poco importó cuando los disparos comenzaron a volar en nuestra dirección. -¡Maldición!- Solté con enojo.

No hacía falta que Sergio o Bob dijeran nada, sabía que estaba en mis manos no estampar el jeep contra árboles o construcciones, y encontrar alguna salida de este lugar. Nuestros perseguidores contaban con la ventaja de que conocían el terreno, pero eso no me iba a frenar de ningún modo.

Dave distingue algo en la leganía e instintivamente comienza a crear un chisporroteo entre sus dedos, pero enseguida se detiene, murmurando algo sobre cajas de Faraday y tormentas. 

En su lugar, asoma la pistola que le dio Alessandra por un lateral, y medio a ciegas trata de hostigar a alguno de los perseguidores. 

Dave dispara .

Alessandra maldice y maniobra, el terreno es bastante duro de atravesar y las sacudidas son constantes: no es llano en absoluto, está lleno de subidas y bajadas, rocas y restos de vegetación. Pero también hay vagos rastros del paso de otros antes: atravesar esta tierra es duro pero factible, y ella lo solventa con eficacia. 

Sergio, ayudado por los disparos de Dave, logra atinar lo suficiente para hacer un surtido de agujeros en el frontal de uno de los perseguidores. Algo se ha quebrado en el interior, porque empieza a salir por ellos una gran cantidad de vapor blanco, pero el vehículo sigue funcionando y sus ocupantes no parecen dispuestos a detenerse.

Por último, Bob, entre improperios ligeramente inapropiados para alguien de su posición social, hace lo propio, reventando los faros y abollando la carrocería de otro vehículo cercano. 

Obviamente, lo que sucede en el interior de ese capó no afecta al funcionamiento de la ametralladora superior, y los ocupantes del jeep humeante devuelven la ráfaga. Otro de los jeeps perseguidores también abre fuego. Los disparos revientan las ventanas que teníais y machacan la parte trasera. 

A continuación, el arañado por Bob y otro que estaba un poco por detrás se adelantan y, en un intento de movimiento de pinza, os embisten desde ambos lados sin que Alessandra pueda evitarlo, con un crujido metálico. 

Pero a este todoterreno todavía le queda mucho para detenerse. 

Sentí el restallido de los disparos contra el coche, mirando levemente por el retrovisor. -Joder, joder, joder...- Pero no podía distraerme con lo que estaba pasando. Tenía que confiar en que mis compañeros lo resolverían, en que podía dejar eso en sus manos, pero en el momento que los dos coches golpearon ambos lados del Jeep, sentí la furia encender mi sangre.

-¡ME CAGO EN LA HOSTIA! ¡QUE ACABO DE REPARARLO, HIJOS DE PERRA!- Grité, lanzándo el jeep en contra de uno de los blindados, con un rugido casi animal.

Maldita sea gruño mientras los Jeep golpean el nuestro. Veo la maniobra que Alessandra quiere hacer y aprovecho que los Jeeps están tan cerca para convocar mi espada e intentar convertir el del otro lado en un nuevo Titanic con una grieta en su casco.

Muevo el brazo intentando dañarlo en la medida de lo posible, al coche o al conductor, lo que tenga más a mano.

¡Maldita sea! El todoterreno se movía demasiado para apuntar como es debido así que pongo el trozo de hierro en fuego de cobertura y trato de ganar algo de aire para la siguiente jugada de mis compañeros. Sin orden ni concierto el subfusil escupe las balas como loco, barriendo la escena que dejábamos tras nosotros y mordiendo el metal de los jeeps.

–¡Yaaaarggjh!! –grito como en un una película de Rambo. 

Joder, si no tuviera tanto miedo a morir en los próximos minutos, disfrutaría de esto. Me agarró a algo con las dos manos para no caer cuando el todoterreno vuelve a saltar y la vegetación selvática nos hostiga desde las copas de los árboles.