Partida Rol por web

Varek mira desde las alturas a la pequeña mujer. Le gusta el lugar, ya que es mucho más fresco que las tavernas que acostumbra a frecuentar. Igual durmiendo en el suelo de piedra (costumbre habitual en las montañas) hasta conseguirá durmir sin empaparse por la noche.

Buenos dias Desi. Me parece correcto el precio. Si no es molestia, mejor si nos intalamos luego. en esta zona de la ciudad es mejor hacer las cosas de dia.

Filippo inspeccionó el lugar sin demasiado entusiasmo. Con saber que tenía un techo bajo el qué dormir y un cazo de algo caliente para echar al estómago a la hora de la cena, él se daba por satisfecho. Era un hombre sencillo de gustos simples, más preocupado por saber que contaba con lo necesario que interesado en la buena vida. -Coincido con el... norteño -al no conocer demasiado las costumbres de Varek y su clan, prefirió guardarse la palabra "bárbaro" para cuando tuviera más confianza-. Más tarde nos instalaremos, ahora debemos continuar con nuestro paseo. Un gusto, señora Desi, esta noche estoy seguro de que podremos conversar un poco más.

Ante los observaciones del enorme Varek y el inquieto Filippo, el hermano Egil asintió.

-Sí, mejor ir ahora así os podré estar con vosotros durante más tiempo por si hay alguna pregunta más para atender...

Girándose hacia la bajita anciana el sacerdote asintió.

-En fin, presentación hecha. Te dejo Desi, dile a Duna que pasaré esta noche... Adiós.

Continúa...

Tomando ejemplo a sus palabras el sacerdote guió a los compañeros fuera de la Pluma del Estudiante en dirección norte, dejando atrás el bullicioso mercado y los distintos mercadillos atrás para llegar una zona muy distinta, un espacio que en comparación parecía medio vacío, pero más que la gente lo que llamaba más la atención era la ausencia de tenderetes, quienes habían dejado paso a grandes construcciones que tanto habían llamado la atención en su día a Varek al conocer la ciudad, y que ahora sorprendía a Neulens, grandiosos edificios opulentos con monumentos aquí y allí, ahora una fuente, ahora una escultura, pero que el sacerdote apenas le sorprendió. Ante los gestos de la muchacha, el hombre comentó.

-Esta es la zona de los templos, aquí encontraréis la Casa del Conocimiento, así como a varias iglesias, templos y capillas alzadas a otros dioses. Pero ahora no es el momento de detenernos aquí.

Dijo antes de continuar en dirección norte, en dirección a la espesa selva que se podía ver que ascendía por la montaña, o cuanto menos promontorio, que daba al norte Puertolibre.

Pronto dejaron el suelo rico, cuidad y empedrado de la zona de los templos para pisar el suelo húmedo de la tierra cruda que se veía salpicada aquí y allá por algún canal, algún árbol exótico o algunas zonas de joven vegetación en forma de matorrales frondosos o cañas.

Continúa...

Finalmente el hombre que les guiaba se detuvo ante una humilde casa construida en una sola planta con paredes de adobe y techumbre vegetal. Ciertamente más una barraca que una casa como tal, vista aún más pobre llegados des de la zona de los grandiosos templos.

Por las cercanías se veían otras construcciones similares a esta, casuchas desperdigadas por entre la vegetación, propiedad de algunos de los moradores más humildes de Puertolibre.

Aparentemente, por el desangelado aspecto que ofrecía ese lugar, parecía que ser bibliotecario en una ciudad mercante no resultaba un trabajo demasiado lucrativo.

Una vez el hermano Egil abrió la puerta de aquella casita, de una sola planta, se encontraron con que estaba dividida en dos estancias, y un sótano. La mayor parte de la estancia principal se encontraba atestada de libros, rollos de pergamino, plumas de escribir, frascos de tinta y demás utensilios de caligrafía y de estudio. En un rincón podía verse un pequeño camastro, y bajo la ventana principal había un sencillo escritorio.

La otra habitación de la casa era mitad cocina y mitad trastero. Una trampilla en el suelo de esta segunda estancia lleva al sótano.

El hermano Egil se apoyó en la pared junto a la puerta mientras recibía la caricia de los rayos del sol del atardecer.

-Bienvenidos a la morada de Lucius.- Dijo mientras los compañeros se dispusieron a dar un vistazo.

Es vuestro turno y vuestra decisión.

Así que así es como vive un comelibros... Filippo atravesó el umbral de aquella morada con cierta reverencia. Aunque no entendía por qué alguien podía dedicar su vida a pasar todo el día metido entre cuatro paredes con la nariz enterrada entre papeles, aquella falta de comprensión le inspiraba respeto. Seguramente, aquellas acciones tenían consecuencias que él no era capaz de imaginar y los "Eruditos" ocultaban alguna clase de poder velado para la gente común y corriente como él. A medida que se adentraba en la casa de Lucius, la desilusión lo fue ganando. El lugar era muy austero. Lo únco que abundaba allí era el papel, lleno de grafismos que su falta de educación le impedía comprender. Nada en ese sitio emanaba la sensación de supremacía o poderío. ¿Acaso su concepción de los estudiosos estaba errada? Bah, no me pagan por esto. Da igual si el tipo es la repera o un zoquete que malgasta su vida... si quiero ver las 50 monedas restantes, tenemos que encontrarlo. Al no encontrar nada que despertara su interés en aquella planta, divisó la trampilla del sótano y hacia allí se dirigió.

La perspectiva de quedarme a observar una casucha en medio de la nada por indicios que es probable inexistentes porque ya Egil debió revisar todo de cabo a rabo me era agobiante, sin sentido y sumamente aburrida. Era el típico trabajo que harían investigadores, exploradores, mensajeros y mediadores; es decir 'hombres' que no sirven en el campo de batalla.

- Esperaré a fuera, vigilando por sí se acerca alguien - les dije decidida. Aunque la realidad fue que mis dos metros de altura se relajaron apoyada en una columna de madera y cerrando los ojos para descansar, me quede en lo que sería un sueño de vigilia, al ser que mis oídos estaban atentos a cualquier movimiento. A una Pielescarcha no se la podía tomar por sorpresa, vivían peleando y por ello despertaban cuando alguien pisaba sus tierras en plena noche, y sí encontraban culpable al incauto, lo degollaban. Esta no iba a ser excepción, mi lanza estaba en mi regazo lista para ser usada.

En aquel momento en que pude oír las gaviotas cantar, me puse a reflexionar sobre lo que había pasado. Sí bien debía de partir en busca de un futuro para mi tribu, los deje abandonados a su suerte en esas tierras nuestras. La 'doncella desflorada' quedo  destrozada por los caprichos de los dioses del mar. Su dueño, Omar Shin Shin, un buen hombre que me dio la oportunidad de mostrar mí valía en ese caudal de hombres mimados que tenía por tripulación, se quedo sin nada. Y prometí que su vehículo marino quedaría reparado tarde o temprano. Por ultimo estaba la misión de buscar a este tal Lucius, que sí realizaba la misión victoriosa podría jactarme de la valía de las mujeres. Sí, tenia mucho que cargar en mis hombros.

Los presentes se tomaron con distinto interés la casucha de Lucius, Neulens, mujer más de acción se quedó fuera tomando un baño de sol apoyada en la fachada de la cabaña de adobe, Filippo directamente fue hacia la trampilla... mientras Varek, agobiado por la altura del techo que solían tener las casas sureñas se sentó ocioso en la silla de delante el escritorio y empezó a dar un vistazo por la mesita y sus cajones, años de ir de saqueo a granjas y aldeas le habían dado una peculiar intuición para encontrar cosas que...

Mientras Filippo bajaba para dar un vistazo a la habitación subterránea, el norteño encontró un libro pequeño con tapas de cuero muy ajado y manoseado, con varias anotaciones febriles a lo largo de sus páginas que para él eran poco más que garabatos... lo que llamó la atención es que estaba en un lugar oculto, en un fondo falso de uno de los cajones. 

La Botas que estaba trasteando por la cocina, ante el hallazgo de Sutilitdad le lomó el libro de las manos y empezó a leerlo, ya que como mercenaria y cazadora de recompensas, había aprendido hacía tiempo la utilidad de la lectura y la escritura.

Continúa...

Por su lado, el silencioso Delfiore, quien pudo abrir la trampilla que no tenía ni siquiera un cerrojo se encontró con que la habitación subterránea era de la misma medida que todo el piso superior, pero que a pesar de lo que cabía pensar, por el estado de los alrededores y la misma casa, estaba en muy buen estado, las paredes y suelo eran de piedra de mampostería de color verdoso, el lugar estaba bien ventilado por entradas de aire apenas visibles,... sin lugar a dudas aquel lugar era muy distinto que el piso superior.

Pero a parte de la construcción en si del subterráneo, lo que llamó la atención es que todas las paredes del mismo estaban rodeadas por estanterías vacías, tras un vistazo de Filippo, no le quedó duda alguna que esas habían sido construidas recientemente.

Continúa...

La Botas repasó por encima el libro, identificándolo rápidamente como una especie de diario. Curioseando dio un vistazo a las últimas páginas del diario, acercándose a la entrada para aprovechar la luz que aún brindaba el sol del atardecer, leyendo en voz alta para los que atendían:

Con fecha de hacía seis años:

Esta mañana me levanté horriblemente fatigado. Me siento como si hubiese pasado la noche peleando, sin dormir. Me duele la cabeza y me siento débil. No puedo dejar mi trabajo en el templo, pero creo que hoy me dedicaré a tareas de poco esfuerzo.

Curiosamente la siguiente entrada está fechada cinco años más tarde… hacía un año de ello, aproximadamente:

¡Qué Ogma me ayude! ¿Qué me ha pasado? He despertado de alguna especia de sueño extraño y ¡he descubierto que han pasado cinco años! Egil me ha dicho que me expulsaron del templo hace cuatro años por violar el santuario… ¿Qué locura es esta?

Con fecha de hacía seis meses:

La vida ha recuperado un poco la normalidad. He conseguido que me readmitieran de nuevo en el templo. El recibimiento ha sido… extraño. Pero parece que todo el mundo está aliviado de que “vuelva a ser el de antes”. Tengo muchísimas preguntas sobre estos años perdidos, pero parece que es mejor que viva mi vida desde hoy. Si Ogma quiere, el conocimiento llegará.

Con fecha de hacía cuatro meses:

Egil dice que Milos ha estado preguntando por mí de nuevo, y que está preocupado por si tengo otro “episodio”. Quizás sólo está preocupado por el templo, pero yo ya he demostrado que estoy bien. Mi vida es mía y no voy a dejarlo estar.

De hacía un par de meses:

Los sueños volvieron anoche.

No sé cuándo podré tener un buen sueño reparador. Soñé con ciudades tan altas como las nubes y criaturas tan extrañas que no puedo ni describirlas. ¿Esto tiene que ver con mis años perdidos o es algún tipo de tortura nueva?

De hacía más o menos un mes:

Está claro que debo encontrar alguna respuesta si quiero que los sueños cesen. Thuron y Milos han tratado de desanimarme (creo que tienen miedo de que pasen cosas en el templo). Es una pena que se compasión no se haga extensiva a las personas.

De hacía una semana:

He empezado a sentirme como si me observaran. Ruego que no sea una etapa más en el camino hacia la locura. Creo que llevaré mí daga conmigo a partir de ahora. En una ciudad como Puertolibre, supongo que nunca se es demasiado precavido. Especialmente con piratas en el puerto.

Cuando la Botas terminó la lectura de los distintos pasajes finales del diario, Filippo, quien aguardaba atento escuchando, informó de lo visto en el sótano.

Sorprendida por el encuentro del diario, la mujer se acercó para dar un vistazo al escritorio y entre los papeles le llamó la atención una nota escrita rápidamente en un retazo de papel reutilizado varias veces...

Es vuestro turno y vuestra decisión.

A vuestro lado Egil parecía sorprendido ante la existencia de ese diario personal de Lucius, atendía a las palabras de la Botas, pero poco a poco se fue acercando para husmear por encima de su hombro para leer él mismo el contenido de las hojas.

-Era de esperar que un bibliotecario tuviera un diario parecido... pero debo confesar que nunca imaginé que habría ese contenido en el diario del pobre Lucius...

Entre la llegada del grupo a la casa, el vistazo dado, y la lectura del diario, el tiempo se fue escapando, y así lo atestiguó el sol que de forma inexorable se fue acercando al horizonte occidental, escondiéndose tras las plameras y otros árboles tropicales que conformaban la densa selva de la isla.

-Me temo que mis obligaciones me reclaman, les dejo con el diario para que le puedan examinar más detenidamente, normalmente como en La Pluma del Estudiante, de esa forma podremos mantener el contacto.

Ahora sí, es vuestro turno y decisión ;).

La selva era una maldita zorra. Era salir del húmedo y agobiante ambiente de Puertolibre y ponerse a sudar aún más como un perro. Odiaba la selva. Y odiaba aun más los espacios pequeños. Realmente estos sureños no tenían ni idea de vivir. Tras todos estos meses seguía perplejo de su voluntad de vivir en un sitio como este. Que si, que no estaban sujetos a otra autoridad, que si, que lo suyo era un mundo de oportunidades. Pero también lo son las saludables, puras y respirables montañas, y ahí no hay ni un maldito sureño. Es que hay que estar zumbado para vivir en una zona sin hielo.

Y además, tan listos no son. Arrancas unas cuantas maderas al tun tun y enseguida consigues encontrar sus escondrijos. Y sino con un poco de trabajo manual ya te lo dicen ellos. Criaturas... le daban bastante pena, la verdad. Pero había aprendido algunas cosas. Una era que eso de contar estaba muy bien, y ya se había preocupado de aprender. Hasta los niños son ingeniosos a veces. Lo de leer de momento no lo controlaba, y lo veía menos útil, pero bueno, unos cuantos esclavos con capacidad de lectura igual les irían bien a los del clan.

Vaya manera de sudar. Con una manaza aplastó otro mosquito. El enésimo. Malditos bichos. Maldito lugar...

Varek decidió salir fuera, que en este sitio tan... inflamable. Vaya agobio de morada. A él que le dieran una buena cueva. Alta, fresca, rugosa, confiable, resistente al paso del tiempo, y no esa mierda de húmedo refugio selvático con altas probabilidades de arder.

Escuchando a Botas hablar, el pielescarcha sonríe ante la idea de llevar un cuchillo por los piratas. Es que son débiles débiles...

La mención de los eventos, sin embargo, le preocupan más. Las leyendas del Shaman ya habla de eso. Fhtagn! A ver si a este le estará manipulando un ser del umbral o algo... A Varek no le gustan las leyendas de los mitos Pielescarcha, pero sabe que son ciertas. Los dioses son unos hijosdeperra por mucho que los sureños se empeñen en describirlos como humanoides happyflower. Los Pielescarcha saben la verdad, y no es esa. Una muestra más de la falta de criterio sureño.

Al oir el nombre de Scarbelly Varek mira a Neulens. La otra pielescarcha le devuelve el ceño fruncido. Scarbelly Nabos eh? Así que ese Dragon Blanco está implicado, eh? Eso no puede ser bueno. Nabos es un pirata del clan dragón blanco, un clan norteño de la costa. Que esté implicado sólo puede traer problemas. Es un ladrón desalmado y un adorador de falsos dioses sin apego más que por él mismo. No sé qué tenía que ver con el bibliotecario, pero no auguro nada bueno.

Varek es un matón, pero hasta él tiene límites y no va a (por ejemplo) torturar y robar a una ancianita indefensa de 70 años (69 es su límite y pone pegas a partir de 65). Sacarbelly no tiene esos límites.

Filippo volvió a la superficie un tanto descepcionado por lo que había hallado en el sótano. O mejor dicho, por lo que no había hallado. El sitio se encontraba limpio y en perfectas condiciones, pero nada más se podía decir de él. Le llamó la atención la cantidad de estantes nuevos y vacíos. Evidentemente el bibliotecario se disponía a almacenar una gran cantidad de cosas, pero aún no había comenzado.

Al escuchar de Varek la referencia de un tal Scarbelly Nabos -nabos, como la verdura, que poco serio para un pirata, pensó Delfiore- las cosas comenzaron a encajar mejor en su cabeza. O al menos él así lo creyó. Pero no por mucho tiempo. Intentando aclarar sus ideas, compartió sus pensamientos con sus compañeros, tal vez ellos supieran resolver el rompecabezas.

-Allá abajo está lleno de estantes vacíos, recién construidos. Me da que si el bibliotecario tenía tratos con un pirata, estaba construyéndose un almacén para guardar contrabandos. Ahora... qué pirata en su sano juicio aceptaría trasladar su mercadería ilegal tan lejos del puerto? seguramente la guardia de este lugar sea tan poco avispada como la del resto del mundo, pero hombre! estamos demasiado tierra adentro como para que una caravana furtiva no sea notada por nadie...

¿Cuánta gente crees que se ha dado cuenta de nuestra visita a esta zona? ¿Y a cuanta de esa gente le importa un pimiento? Ahi tienes tu respuesta. Bienvenidos a Puertolibre.

El sacerdote miró al norteño y al escuálido joven y se encogió de hombros.

-Me temo que mucho a mi pesar, ese nombre... ese tal capitán Scarbelly Nabos... de ese clan del Dragón Blanco no me dice nada, soy poco dado a rondar el puerto y si como sugiere es algún tipo de incursor, no se separá mucho de su navío.-Dijo divagando mientras oteba la luz menguante del crepúsculo.-Pero me temo que no les podré ayudar al respecto pues mis obligaciones ya me reclaman.

Con los compañeros fuera de la barraca, el monje cerró la puerta y cerró con llave antes de guardarse esa.

-Mañana al medidía pasaré por la Pluma del Estudiante, por si hay alguna novedad o descubro algo más al respecto. Ahora si me disculpan, debo partir.

Dicho y hecho, con unos pasos apresurados el hombre se dirigió hacia la zona de los templos...

Allí estaba el peculiar grupo ante la puerta cerrada de la cabaña entre los primeros árboles de la jungla de la isla, viendo como el hombre que los había contratado se perdía en dirección a su templo. Qué harían con el tiempo que les quedaba... Filippo, la Botas y Neulens mostraban un aspecto destartalado, tras tantos días a alta mar sin tener lugar donde refugiarse, sus telas y cuerpos se vieron perdidas por el agua, la sal y el sol, así como su calzado. Tal vez podrían ir en busca de algún atuendo más adecuado, o quizás fuera mejor irse a descansar en la posada de Desi... o ir de juerga por las tabernas del muelle, a ver que se decía por allí... o tal vez un poco de todo.

Es vuestro turno y decisión!

La Botas prestó atencion a todos los detalles del contrato... queriendo que hubiera un maldito contrato, si Neulens era feliz así, era su problema... pero a ella no la timaban... llevaba demasiado tiempo en el mundillo.
Agradeció salir de “La rata de agua” pero más agradeció poder guardar en su bolsa para las monedas el saquito de cuero... ese sonido era mejor que el de ningun otro... el tintinar de las monedas era fantastico, a tal grado, que ni una doncella virginal tocando el arpa habria podido igualarlo.
Una vez fuera... casi le dieron ganas de volver al interior de la mugrienta taberna, pues el panorama que veia fuera era terrible... asqueroso... y si se lo planteaba, ella tambien olia a rayos y lo unico que queria era darse un buen baño... odiaba el mar, odiaba el agua salada, y odiaba los pueblos portuarios... al grado de que los exterminaria de todo el mapa. “Respira hondo, Botas” Se dijo a si misma, pues su paciencia... debido al viaje, a los marineros que habian intentado obligarles a ir a una aventura, debido al lugar... y a la calentorra cerveza que extrañamente le supo a gloria... estaba de muy mal humor... tan sólo queria descansar y pensaba que la manera más rápida era ir a ver la casa del tal Lucius, el que ella firmemente pensaba que se había fugado por ahi con alguna mujer, o con algun hombre, todo podia pasar... o que tal vez fuera aficionado a alguna sustancia y... tuviera deudas... eso podria explicar su perdida de memoria y su cambio de comportamiento, aunque... ¿quien sabia? Tal vez no fuera más que un pobre hombre que perdido en sus libros... habia encontrado lo que no debia, o tal vez, se hiciera enemigos sin él saberlo... como decia siempre su madre... “Los caminos del Señor, son siempre inescrutables.” “Inescrutables y complicados...” Botas pensó eso mientras rodaba los ojos dando un suspiro.

Acabó perdida en su inopia personal y tan sólo salio de ella cuando se pararon frente a una nueva posada... escuchando lo que decia el hermano Egil sobre esta y la mujer que la regentaba... no parecia estar mal, por lo menos seria mejor que el tugurio que acababan de dejar.
Entro con sus copañeros mirando el lugar, fijandose poco y nada en la decoración, en verdad queria acabar aquello de una vez y descansar en una cama.

Vio como aquella mujer se acercaba a todos, y la saludó con un movimiento de cabeza, abriendo por fin la boca, dandose cuenta de todo el rato que hacía que habia permanecido callada.- Un placer, Desi, soy la Botas. - Se quito el sombrero al estar bajo cubierto y lo guardó bajo el brazo escuchando como el resto de lo que parecia ser su nuevo equipo de aventuras, saludaba.

Despues de las pertinentes presentaciones, todos retomaron el rumbo para ir a visitar la casa de Lucius... esta vez, volvió a mantenerse en silencio por el camino, cabilando en todas y cada una de las posibilidades que se podrian encontrar en el camino, todos los obstaculos, y... se recordaba una y otra vez... con bastante impetu... que, debia ser precavida, perder el ojo que le quedaba querria decir... quedar ciega, y eso era mucho peor que ver solo por uno. Ante ese pensamiento, La Botas se estremeció un poco...
Casi se chocó con uno de sus compañeros cuando se frenaron frente a la casa de Lucius... sorprendiendose pues se habia abstraido bastante, pero una vez vuelta a la realidad entro en la casa, mirando todo de arriba a bajo... buscando algo que a simple vista pudiera anunciar que se habian llevado al hombre a la fuerza, acabó en la cocina... hasta que.. vio aquel estraño libro el que, pronto tomó empezando a hojearlo. Empezó a leer en voz alta aquel diario, sintiendo extraño todo... ¿Como alguien podia perder la memoria 5 años? Y lo más raro... desaparecer pareciendo que todo volvia a las andadas... la Botas no se lo explicaba, todo le parecia por demas extraño.

Guardo silencio viendo hablar al resto mientras ella reflexionaba sobre todo... escuchando el nombre de ese pirata, tal vez se le hiciera conocido, no lo sabía, tal vez fuera algun desgraciado que aparecia en algun cartel como tantos... negó con la cabeza una vez el hermano Egil se marcho... mirando a Filippo y Varek. - Es sencillo... enrolemonos en su barco, o hagamos por que nos conozca... o directamente vayamos alli, busquemos al tipo y torturemoslo hasta que suelte prenda... aunque tal vez no sea más que contrabando, aunque no entiendo porque un hombre como Lucius, haria algo asi... parecia un hombre de poca accion... bastante despistado, yo no me fiaria de él para que guardara la mercancia... - Se encogió de hombros... todavía pensando.- Propongo algo... vayamos a la posada... comamos alguna cosa y discutamos esto en alguna de las habitaciones, no podemos arriesgarnos a que nos oigan, y mucho menos.. en un puerto, hablando de piratas... las noticias correrian como la polvora... ¿Os parece bien? - Les miró alzando las cejas, abanicandose un poco con el sombrero, alzando la vista para ver el cielo, dando una boncanada de aire como si quisiera quitarse el cansancio asi. -

Varek se rie ante la sugerencia de Botas.

JAJAJAJA. Muy buena esa, Pies Sudorosos! Excepto por el pequeño detalle de que la única manera en que Nabos  nos deje subir a mi y a Neulens a su barco es colgados del palo mayor! Nuestras tribus no es que sean precisamente amigas. Si queréis enrolaros, bien, se puede arreglar, pero prefiero hablar con algunos de sus allegados antes. Mira, igual podemos combinarlo: apalizamos a algunos de sus tripulantes (estoy dispuesto a hacerlo gratis) para que suelten prenda y así conseguimos información y se crean vacantes en su tripulación para que os enroléis. Sin embargo no os sorprendáis si en algún momento en que esteis navegando en su barco decide que es mejor que alimentéis a los peces. O al resto de su tripulación.

Delfiore levantó una ceja ante la sugerencia de volver a subir a un barco como grumete y resopló por lo bajo. Apenas habían sobrevivido a la travesía en la Doncella desflorada y aquella loca ya sugería que fueran a por más, como si una vez enfrentando a la ira de los dioses del mar no fuera suficiente.

Las palabras de Varek no hicieron más que reforzar su opinión. El capitán era un asesino traicionero -según se desprendía de sus dichos- por lo que, si se metían en aquel fregado, no podrían bajar la guardia ni cuando durmieran. Y Filippo necesitaba descansar.

-Mujer, si quieres arriesgar tu pellejo de esa manera, no voy a impedírtelo. Pero a mí, ni 100 monedas de oro podrían arrastrarme al suicidio. Volvamos a la posada y hagamos planes en privado como has sugerido, pero si la única alternativa que encontramos es volver a poner los pies en un barco, no cuenten conmigo.