Partida Rol por web

Lunes 20 de Mayo de 1935, Londres

Con las primeras luces del alba, todo rastro de aquella pesadilla pareció desvanecerse. Sin embargo, la palpitante imagen de aquella Piedra Negra empapada en sangre había quedado fija, cual imagen fotográfica, en lo más profundo de su mente.

Una vez lista y arreglada, la muchacha puso rumbo a las instalaciones del Real Museo Británico, al cual llegó en apenas unos veinte minutos.

La cálida mañana aparecía sumida en una espesa neblina que, al enmarcar con sus formas aquel edificio, evocaba la imagen de un templo construido sobre una nube.

Johanna apartó estos espejismos de su mente y, ya ante la puerta de aquel majestuoso lugar, comprobó que no había rastro alguno de Pierre o Renée.
 

Johanna espera cinco minutos de cortesía y tras ello entra en el museo y se dirige al recepcionista pensando en cuán perras pueden ser algunas mujeres cuando los celos las comen por dentro

Con una sonrisa mira al empleado/a y pone su gesto más dulce

-"Buenos días,estoy buscando información sobre alguien y necesito que me ayude. Jason Burton"-dice pensando que la muy zorra de Renée seguramente se había largado al periódico para no encontrarse con ella

Renée se había vestido con sus ropas de viaje. Pantalones ligeramente bombachos, blusa de seda color crema y botas de caña alta. En el cuello se había anudado un bonito pañuelo de estampados en tonos verdes y grises.

Antes de salir, se deslizó al borde del asiento para poder aproximarse al asiento del conductor y posó una mano sobre el hombro de Pierre. El aroma que desprendía la envolvió por un segundo casi olvidando lo que iba a decir. 

- Si no he salido en quince minutos tienes la mañana libre - suspiró despacito, como queriendo decir algo más, pero se abstuvo. Se apeó y se internó en las oficinas del periódico. 

En la recepción pidió hablar con la persona que estuviera al cargo.

Renée atravesó las puertas principales del edificio y se encontró en medio de una vorágine de corresponsales, periodistas y técnicos que parecía bullir cómo una olla al fuego.

La joven se abrió paso entre aquel estrépito y, tras una leve espera, pudo hablar con el recepcionista. 

El muchacho, cuya edad no rebasaba la veintena, le dedicó una cálida sonrisa y toda su atención.

- Lamento comunicarle, señorita, que ahora mismo el gerente no se encuentra en las instalaciones -el joven ensanchó la sonrisa y alzó levemente la voz para hacerse oir entre aquel gentío- . Sin embargo, no se preocupe, pues aquí estoy yo para servirle. ¿Qué es lo que necesita?
 

La recepcionista del museo, cuya edad rivalizaba con algunas de las piezas allí expuestas, levantó la vista del montón de documentos que andaba hojeando y sus miopes ojos, ocultos tras gruesas lentes, analizaron a Johanna de arriba a abajo.

Tras un escrutinio que pareció eterno y un par de bufidos despectivos, aquella momia se dignó a responder a la muchacha:

- ¿Es usted... uhm... -parecía ir rumiando cada sílaba que pronunciaba- familia suya?. Porque si es así, he de decirle que... uhm... aunque lamentamos terriblemente la desaparición de Mr. Burton, si no se llevan pronto sus pertenencias, nos veremos obligados a...

La mujer cerró la boca con un chasquido sin llegar a terminar la frase.
 

Aunque no se esperaba aquello agradeció la calidez con la que le había recibido el joven. Compuso su más dulce sonrisa cuando depositó con delicadeza las manos sobre el mostrador.

- Pues quería echar un vistazo a ciertos periódicos. Un recién descubierto amigo mio me ha hablado mucho de sus expediciones a lugares exóticos y ...- se inclinó ligeramente para fingir que no quería ser escuchada - no me fio mucho... no se si me entiende... - compuso un mohín de preocupación esperando la respuesta. Quizás hubiera obtenido mejores resultados preguntando directamente pero estaba disfrutando de aquel melodrama fingido

Parpadea con sorpresa y asiente a la mujer poniendo cara de circunstancias

-"Lamento terriblemente no haber venido antes a por ellas pero comprenderá que toda la familia estamos destrozados tras lo ocurrido"-saca un pañuelito de su bolso y se seca la comisura de los ojos haciendo desaparecer unas lágrimas imaginarias-"Si usted lo consiente me las llevaré ahora mismo,lo último que él querría sería molestar"-dice con gesto triste bajando los ojos evitando que la otra mujer "la viera llorar"

La anciana miró a Johanna de reojo y, tras murmurar algo para sí misma, comenzó a buscar en los innumerables cajones de aquel kafkiano escritorio que era su reino. 

La búsqueda se prolongó lo bastante cómo para que la muchacha se planteara si sus "lágrimas" durarían lo suficiente, pero, por suerte, la anciana terminó por encontrar lo que estaba buscando; un deslustrado manojo de llaves.
Sin mediar palabra, la mujer salió de su "fuerte" y avanzó en pos del pasillo más próximo. Johanna, correspondiendo al silencio de la anciana, la alcanzó en unos pocos pasos y se mantuvo tras ella mientras recorrían los laberínticos pasillos de aquel soberbio edificio. 

Finalmente llegaron al área de Antropología del museo y, ya con la llave en la cerradura de la puerta que daba paso a la oficina de Jason Burton, aquella mujer pareció quedarse congelada.

- Uhm... ¡Maldita sea! -masculló casi para si misma- Señorita, perdóneme pero ha de firmarme unos papeles. Ahora mismo vuelvo con ellos. Los he olvidado en recepción -la mujer se encogió de hombros con fastidio- . ¡Vaya cabeza la mía! 

La pequeña figura no tardo en desvanecerse entre aquellos desérticos pasillos. El único sonido que percibió Johanna, fue el leve balanceo de las llaves colgando de la cerradura. 

El muchacho asintió con un gesto y una sonrisa, y tras hablar con uno de sus compañeros, se volvió de nuevo hacia Renée.

- En los archivos encontrará todo lo que necesita, señorita. Por favor, sígame. Están en el sótano. 

Ambos se abrieron paso a través de la atestada sala hasta un pequeño tramo de escaleras descendentes y, nada más abrir la puerta, Renée no pudo más que asombrarse. Cientos de estanterías saturadas de cajas a reventar de documentos se repartían por todos los rincones de la estancia, convirtiendo a aquel lugar en un dédalo de información.

La sonrisa del muchacho se ensanchó aún más al ver la expresión de la muchacha. Era más que probable que ésta adinerada señorita necesitase ayuda para encontrar lo que buscaba. Con respecto al él, un buen sobresueldo siempre sería bien recibido.
 

Cogió aire con lentitud mientras intentaba asimilar todo el trabajo que tenía delante. Miró su reloj para ver cuanto tiempo llevaba dentro del edificio.

- ¿No tendría a alguien que pudiera ayudarme? Le pagaría bien. Y si ya me hiciera el favor de pedirle a mi chófer que pasara a echar una mano... Tengo un viaje esta tarde y cuantas más manos seamos mejor - pestañeó un par de veces con ligera coqueteria. No era bueno pasarse, pues el muchacho ya parecia dispuesto a ayudar.

En cuanto la mujer desaparece Johanna gira la llave y asoma la cabeza dentro para ver qué hay allí encendiendo la luz si hace falta.Está pendiente por si la mujer vuelve cerrar rápidamente pero de momento quiere ver qué es lo que ese hombre guardó allí en un museo...

- ¡A su servicio señorita! -respondió el muchacho al instante cómo si una especie de resorte hubiera saltado en su interior- Ahora mismo iré a avisar a su chófer, no tardo más que un segundo...

El chico se lanzó escaleras arriba y desapareció al instante. Con su marcha, el silencio pareció hacerse dueño del lugar y, fundiéndose con el dosel de polvo que cubría todos y cada uno de los muebles, confirió al lugar cierto tono onírico.

Renée admiró durante unos segundos la escena y en su mente se fue formando la imagen de un inmenso océano compuesto de datos e información. 
 

La habitación a la que se asomó Johanna constaba de un pequeña sala atestada de libros y documentos, conectada a dos dependencias auxiliares que hacían las veces de laboratorio y almacén respectivamente.

El ambiente, aunque algo enrarecido por la falta de aire corriente, se mantenía relativamente limpio y libre de polvo, así cómo el escritorio central que dominaba la pieza y los distintos armarios y estanterías que cubrían las paredes. 

Con aquella simple ojeada, la muchacha fue incapaz de formarse una idea concreta del contenido de los muchos documentos que allí se amontonaban. Pero lo que si vio fue un voluminoso taco de cartas, postales y demás correspondencia, reposando sobre la superficie del escritorio. 
 

Sin perder un segundo Johanna se acercó corriendo al escritorio a ojear las cartas por si encontraba alguna referencia que le llamase la atención.Con rapidez va pasando los sobres uno tras otro rezando por ver algo interesante antes de que la buena mujer llegase,calculando el tiempo para que no la pillase allí dentro

Renée comenzó por pasearse por el lugar, más que nada por saciar su insaciable curiosidad. Nunca había estado en los entresijos de un periódico. Luego se arremangó e intentó decidirse por donde empezar.

Cuando los hombres volvieron la encontrarón metida de lleno en la busqueda. Lucia una mirada concentrada y aunque algunos de sus rubios mechones se habían rebelado parecia no importarle.

- Necesito encontrar los detalles de la Expedición a Hungría financiada por el señor Albert Feld - le dijo al muchacho del periódico sin levantar el rostro mientras su uña esmaltada recorria de arriba a abajo la página del periódico que tenía sobre la mesa.

Johanna ojeó rápidamente aquel montón de correspondencia y, por desgracia, constató en un instante que la mayoría de las cartas no eran más que ofertas, invitaciones y todo tipo de publicidad. A punto estaba de dejar caer aquel puñado de papeles sobre el escritorio, cuando un pequeño aunque abultado envoltorio llamó su atención. 

Era un paquete rectangular envuelto en hule, por cuyo peso y consistencia, Johanna infirió que se trataba de algún tipo de libro o cuaderno. No aparecía remitente alguno en la superficie aquel envoltorio a excepción de un matasellos húngaro.
 

La búsqueda llevada a cabo por Renée y sus ayudantes no tardó en dar sus frutos.

Isaac, pues tal era el nombre del muchacho, resultó ser una ayuda inestimable. Pronto quedó claro a los ojos de Renée que la pericia y la soltura con que aquel chico se manejaba entre aquella maraña de archivos era digna de todo un experto. 

La muchacha se preguntó qué haría en un trabajo cómo ese teniendo tanto potencial.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Isaac comenzó a pasarle varios documentos en sucesión:

14 de Septiembre de 1934
" ...la fundación Albert Feldt busca técnicos y operarios para próxima expedición..." 

25 de Octubre de 1934
"... Jason F. Burton, miembro del comité antropológico del Museo Británico manifiesta su interés en la expedición Feldt…

8 de Enero de 1935 
Una foto tomada en el aeropuerto de Croydon. En ella se ven reflejados Albert Feldt, Jason Burton y Gerald Blackwood.

9 de Enero de 1935
"...la expedición Feldt sufre severos retrasos a causa de la aduana húngara..."

15 de Marzo de 1935
"... Desaparece Jason F. Burton en algún punto de las montañas húngaras. La búsqueda se extiende varios días. Se le cree perdido en alguna de las innumerables cavernas del lugar..."

Con rapidez Johanna cogió el bulto y se subió la blusa metiéndoselo en la cintura de la falda antes de abrocharse de nuevo su abrigo dejándolo algo holgado

Sin más corrió hacia la puerta y cerró con llave cruzándose de brazos y dándole la espalda para que cuando la mujer volviera pensara que llevaba ahí todo el tiempo.

Sentía el voluminoso cuaderno pegado a su piel y nerviosa tomó una decisión.Con paso rápido se dirigió a la salida esperando encontrar a la mujer por el camino.Compuso su mejor cara llorosa y sacó de nuevo su pañuelo mientras se pellizcaba con fuerza el brazo hasta dejar salir lágrimas de sus ojos y una vez conseguido esto se restregó el pañuelo haciendo que el rímel se corriera lo suficiente para que la buena mujer creyera que durante su ausencia había seguido llorando