Partida Rol por web

Eric camina unos pasos, pensativo.

- Tal vez tengas razón... Tal vez nuestro papel no sea mayor que el de un actor secundario en todo esto... - Niega con la cabeza. - Sin embargo, me resisto a creerlo. Si los dioses no me han reservado un puesto importante para el destino de Uldholm, seré yo el que se lo forje.

Su voz suena obstinada, y parece convencido para hacer lo que resulte necesario.

- Tal vez no hayamos averiguado gran cosa sobre lo que está ocurriendo, pero en nuestra mano está hacerlo. Y si en Uldnacht no podemos lograrlo, viajaremos a la misma frontera para averiguar lo que están haciendo los Truil.

Te mira sorprendido ante tu última frase.

- ¿Cansada? ¿De Gorgonae? - Aprieta los labios y su boca se convierte en una fina linea. - No, Biza... Tu padre creía en ti... Sabía que tenías la fuerza para afrontar estas situaciones. Tal vez te costase aceptarlo, pero al volver a Uldnacht sabías que esto sería así. ¿Pensabas que sería más fácil? ¿Que las cosas se solucionarían tan sólo con ingresar en la escuela de hechiceros? No. Sabes cuales son los objetivos de Gorgonae, objetivos que los Soles compartimos, y sabes que no serán fáciles. ¿Quieres descansar? ¿Huir de nuevo? No te creo. Has cambiado desde que te escapaste de casa y, aunque la responsabilidad recaiga sobre tus hombros, encontrarás las fuerzas para soportarla. Sé que no fallarás a tu padre.

El largo discurso de Eric te sorprende, pues suele ser un hombre más parco en palabras.

Se quedó allí quieta mirando a Eric. El tiempo se detuvo o al menos se volvió lento, muy lento. Su alma se estremeció al recordar el pasado. A su padre. De como murió con la pena de no volverla a ver. Recordó aquellos tiempos en que llenó su camino de obstaculos y en darse pena a si misma. Recordó que había olvidado decirle que le amaba y de cada noche pasada en que se maldijo por no hacerlo. Y  esos recuerdos invocaron a la culpa que apareció de nuevo para señalarla con su dedo largo y huesudo y aplastarla otra vez.

Pero Biza estaba cansada de caminar por el horizonte de su amargura, de doblar las esquinas de las calles de su recuerdo. Cansada de sentir el dolor de los pasillos abiertos a sangre en su pecho. Harta de caminar bajo el cielo de su culpa. Fue entonces cuando los oceanos se vinieron atrás y las tinieblas desaparecieron. Fue entonces cuando vio la figura de su padre emergiendo de las costas del olvido para mirarla con orgullo. Fue entonces cuando por primera vez en su vida se sintió perdonada.

- Volvamos.- se escuchaban los combates a muerte en su interior por no llorar.

El soldado sonríe levemente, pero desvía la mirada en el último momento, como si no supiese que hacer al notar cómo intentas reprimir tus emociones. Finalmente te pone la mano en el hombro y sonríe mientras lo aprieta levemente.

- Yo también estoy orgulloso de ti ahora - dice mirándote a los ojos. - Vuelve tú a casa de Ilsa. Recoge a Diana e id a buscar a su compañero. Alex Vangrant. Su padre es un soldado, pero tal vez conozcas a su madre, Amanda Straussen, una hechicera flamedancer. Yo iré a buscar a Ilsa y nos reuniremos nuevamente en su casa... Con suerte Rowan ya habrá llegado para entonces.

Sonrie nuevamente y se aleja en dirección al hospital con paso decidido. Viéndolo caminar te recuerda ligeramente a tu padre, siempre seguro de si mismo y sabiendo lo que hay que hacer y, como él, cargando sobre sus hombros la responsabilidad de intentar conseguir lo mejor para su país, prácticamente sin dedicarse tiempo a si mismo y a disfrutar de la vida.

Casi agradeces que se haya ido para poder desahogarte tranquilamente. Te sientes como si te hubiesen quitado un peso de encima al saber que, pese a todo, tu padre siempre confió en ti y que, aunque nunca pudiérais despediros, hacía tiempo que él había perdonado que te escapases.

Cuando consigues serenarte, vuelves hacia la mansión Svetlan.

La sirvienta te mira y abre los ojos desmesuradamente, mas no sabrías decir si asustada por tus palabras o sorprendida por tu aparente locura. Mirando por encima del hombro sale de la sala y se aleja por el pasillo, murmurando. Escuchas algunas palabras sueltas que consigues entender, entre ellas "advertí" y "extranjera".

Te quedas a solas en la habitación, dudando sobre si habrá sido una buena idea intentar asustar a la sirvienta de una maestra hechicera que ha decidido tomarte bajo su protección en la ciudad.

La pareja se vuelve hacia ti, mirándote con sorpresa, ligeramente incómodos por que hayas interrumpido su conversación. La chica se adelanta al soldado y habla primero.

- Así es, mi nombre es Margaret y estoy al cuidado del oficial Rhenar. Como le he dicho a varios de sus colegas a lo largo del día, es difícil saber si se recuperará. Las heridas en la cabeza son siempre bastante imprevisibles y la suya en particular era etraordinariamente profunda. De momento, podemos dar gracias de que esté vivo, pero es pronto para saber si se recuperará. - Te mira durante un momento, analizando tu expresión. - Por supuesto, haremos todo lo posible para que así sea.

El soldado, a su lado, asiente ante tu pregunta, pero deja hablar al médico sin interrumpirla y sin dar la menor muestra de tener nada que añadir.

Doctora Margaret, vuestros esfuerzos serán bien reconocidos, no le quepa duda. Tampoco de que conocemos la dificultad de la situación de su paciente. -Indica Ilsa mirando al soldado- Si me permite, quisiera comentarle un asunto personal relativo a la femenina condición. ¿Nos disculpa un instante?

El oficial se cuadra e inclina levemente la cabeza en señal de reconocimiento.

- Por supuesto, señora. Con su permiso... - dice antes de retirarse unos metros dejándote a solas con la doctora.

Ilsa en un susurro lanza una serie de preguntas sobre tecnicismos relativos a un embarazo "alado", para después añadir:

-Gracias por vuestra ayuda. ¡Ah! Quisiera saber si alguno de los suyos ha salido a tratar alguna herida de quemaduras hoy. Podría ser de utilidad. Por otro lado, ¿está Balder por aquí?

La mujer sonríe con empatía.

- ¡Ah! ¿Está usted en estado? ¡Enhorabuena! No debe precuparse. Las alas son fruto de una transformación mágica, no es para nada hereditaria, así que su hijo nacerá como un humano normal. Es usted afortunada, pues muchos hechiceros no pueden tener hijos después de... ¿cómo lo llaman? ¡Sintonizarse! ...después de sintonizarse con su escuela. Los danzantes de fuego, por ejemplo, sus órganos reproductores son incapaces de soportar las elevadas temperaturas de su cuerpo, por lo que se quedan estériles en su transformación.

Al darse cuenta de que está diciendo mucho más de lo que quieres escuchar, se queda callada, esperando tu siguiente pregunta.

- ¿Quemaduras? No sabría decirle. Llevo desde esta mañana ocupándome de su amigo y prácticamente no he salido de la habitación - dice funciendo levemente el ceño.

- ¿Balder? Es el oficial con el que estaba hablando antes. Se ha quedado allí, al otro lado de la puerta de Rhenar, hablando con el guardia de la puerta - señala al hombre que se había alejado.

Ilsa no puede evitar ruborizarse mientras balbucea algo inconexo.

-¿Ese era Balder? Debo hablar con él. Ilsa toma la mano de la doctora ya hastiada de este juego.

Doctora Margaret, si le llega alguna noticia sobre alguien que haya solicitado ayuda por quemaduras, ¿me lo comunicará?

Ilsa entra en la sala y observa a Balder.

-Soldado, ¿podemos hablar?

Cuando Biza llama a la puerta, Irina acude a abrir. Parece nerviosa, pero rápidamente se recompone para saludar a la invitada.

- Pase, señorita Biza. Pensé que se había ido con Eric a su casa. ¿Se le ha olvidado algo?

La acompaña hacia el salón en el que aún se encuentra Diana, pero no llega a entrar en él. Desde la puerta, indica a Biza que tome asiento.

- Esta usted en su casa. - Dice antes de retirarse mientras se aleja por el pasillo, parándose a mirar a la centauro por encima del hombro.

Margaret asiente ante tu última petición justo antes de que te dirijas hacia los guardias.

El oficial interrumpe su conversación con su compañero y se vuelve hacia ti cuanto te acercas.

- Por supuesto, Maestra Svetlana - dice separándose unos pasos del otro guardia. - Por sus palabras anteriores, entiendo que está preocupada por la seguridad de su amigo. No tiene por qué hacerlo. Varios de mis hombres están haciendo turnos para tenerle vigilado noche y día. El Oficial Rhenar está tan protegido como nos es posible.

Señala al hombre haciendo guardia en la puerta de la habitación.

Diana sonrie maliciosamente al ver el comportamiento de Irina. Al final habia conseguido lo que queria, y le divertia. Tal vez se habia pasado, pero en aquellos momentos no le importaba.

-Bienvenida, Biza. ¿Ocurre algo?-comenta invitandole a pasar.

-Agradezco sus esfuerzos, Balder. No obstante, temo que quien le hizo esto a nuestro compañero no se conforme simplemente con esta herida y quiera terminar el trabajo. Puede que esta noche, después del Consejo, sea determinante.

Ilsa comenzó a notar el cansancio de la jornada y de la larga noche de ayer. Estar en unas casas de curación no le ayudaba a mejorar; esos sitios la ponían enferma. Tampoco había comido demasiado. Mientras hablaba se acercó a la ventana de la habitación y observó el exterior. Cualquier cosa se había convertido en una amenaza. Pensó que el edificio de enfrente podría ser una buena opción para mantener una vigilancia menos llamativa que la de los soldados. Necesito dejar de pensar un rato. Imaginó una copa de absenta en su mano por un instante.

-Esperemos que nuestros soles se alineen hacia la Fortuna. Dijo, hablando más bien para sí que para Balder. Después de un silencio se levantó bruscamente. Aquí ya está todo dicho.

-Me alegra ver que los soldados se toman este problema en serio. Concluyó con un leve saludo, esta vez sí pensando en Balder. Y en Eric. Se alisó el vestido y se dispuso a marcharse colocándose el zurrón a la espalda.

Balder parpadea al escucharte hablar de los soles, aunque no sabrías decir si lo hace por su relación con los Soles Azules o si es un gesto fortuito.

- Por supuesto que lo tomamos en serio. Pese a que la delincuencia es algo común en la Periferia, el gobernador Thorsten invierte lo suficiente en la guardia como para que un asalto tan directo a un respetable oficial de un gremio en las avenidas de los Barrios Medios sea un hecho que requiera nuestra atención - dice con voz seria antes de despedirse igualmente con una leve inclinación de cabeza.

El soldado parece notar tu titubeo antes de marcharte y se vuelve a aproximar a ti con una sonrisa.

- ¿Quiere pasar a ver a su amigo? - pregunta cortésmente. - Venga por aquí, mis guardias no le pondrán ningún problema.

Te acompaña hasta la puerta donde el vigilante se cuadra para dejar pasar a su oficial. Cuando abre la puerta escuchas un golpe en el interior.

- Soy yo - dice Balder con seguridad. Cuando entras ves a otro guardia que, espada en mano, relaja su posición al reconocer a su superior. - Le dejaré a solas con su compañero - te dice el soldado antes de retirarse.

El guardia de la habitación vuelve a sentarse en una silla, dejando a un lado su espada desenvainada, al alcance de su mano. La sala está en penumbra, pues una pesada cortina tapa la luz de la ventana. La cama en la que yace Rhenar está a varios pasos de la ventana. No eres una experta arquera, pero dirías que el ángulo de tiro para poder alcanzar al hechicero es, cuanto menos, escaso. Y con la ventana tapada por la cortina sin poder ver al blanco, se necesitaría un disparo magistral para alcanzar a Rhenar.

Algo más tranquila te fijas en el oficial de tu gremio. Yace inconsciente con la cabeza completamente vendada. Su rostro está pálido y sus labios resecos, pues, pese a recibir los mejores cuidados, aún necesita que alguien le dé de beber ocasionalmente.

Ilsa se acerca despacio a Rhenar y susurra su nombre:

-Rhenar, maldita sea -añade- ¿quién te hizo esto?

La imagen de Jezz aparece en su mente. A continuación la de una centaura que ha dejado en casa desatendida. Eso añade una cierta urgencia a sus actos. Compungida pide permiso al soldado para darle agua a su colega. Aunque ya ha visto gente con heridas horribles en entrenamientos e incluso en algún combate, Ilsa no puede evitar un cierto temblor en sus manos. Si hubiera estado allí...

Después de unos minutos horribles en esa oscuridad enfermiza, decide marcharse sin envidiar la suerte del soldado que vigila en el interior. ¡Qué triste, por el Perro! ¡Necesito algo! Se dice saliendo de la habitación, hacia el otro lado de la Casa... Pero aún me queda una cosa por hacer.

Los guardias se despiden de ti con una cortés inclinación de cabeza mientras sales de la habitación.

Caminas por los laberínticos pasillos del hospital, pensando que es bastante más grande que unas casas de curación normales. Finalmente llegas a una habitación vacía al otro lado del patio y consigues mirar por la ventana.

El patio interior es un cuadrado de unos diez metros de lado. En su centro hay un pozo y algunas plantas trepadoras se extienden por las paredes. Buscas la ventana de la habitación de Rhenar. Tal y como habías supuesto, la cortina y la distancia de la cama a la ventana hacen casi imposible que un ataque a distancia alcance su blanco. Sin embargo, la imagen de la enredadera te hace pensar que tal vez sea posible alcanzar la ventana trepando por la pared. Tonterías, piensas, si alguien empieza a subir por la pared es imposible que llegue hasta la habitación sin que nadie le vea y de la alarma...