Partida Rol por web

Sonríe con expresión triste y se encoge de hombros.

- Pensé que la centauro que acogiste en tu casa te habría contado algo sobre la reunión. Como viste en la Asamblea del gremio, no todo el mundo votó de la misma manera, sin embargo la decisión acordada se mantuvo unánimemente en el Consejo. Por supuesto, los cinco consejeros votamos lo mismo... Pero no fue suficiente.

Mira a su alrededor un momento y te fijas que estáis llegando a la Plaza del Consejo.

- La discusión habitual de Rowan y Porter subió de tono más de lo habitual, e incluso el consejero Morgan - Robert Morgan, del gremio de Soldados - y yo tuvimos que llamar al orden en más de una ocasión. La intervención de la centauro no fue suficiente para mover la opinión de la mayoría hacia nuestra postura y fueron los banqueros quienes lograron su objetivo. Tal vez si Jezzabel hubiera estado allí todo habría sido distinto, quién sabe. - Niega con la cabeza, obviamente en desacuerdo con la precipitada decisión del Consejo.

- Sin embargo, una vez tomada esa decisión, es normal que los consejeros más temperamentales de nuestro gremio - mira de soslayo a Yael, la maestra del fuego tiene un caracter acorde al elemento que controla con sus bailes - se muestren dispuestos a apoyar el ataque, ¿no te parece? De hecho su postura puede ayudarnos a absorber el golpe político que supuso perder esa votación. Una cosa es que apoye la decisión del Gremio y otra que no trate de colocarnos en una buena posición una vez nuestra postura se ha visto rechazada por el Consejo.

La explicación de Christian es mucho más extensa de lo que habrías imaginado y, desde luego, mucho más de lo que debería. Te preguntas por qué el anciano se molesta en contarte los tejemanejes de la política del Consejo, pero su explicación tiene sentido. Con Rowan defendiendo fervientemente una postura, si el Consejo no la aprueba mostrar su disposición a apoyar la resolución final puede ser un buen movimiento por parte de Yael para vuestro Gremio.

Llegáis al fin a la Plaza del Consejo y veis que está realmente abarrotada. Maestros de todos los gremios se han reunido para despedir al Consejero Rowan. Os dejan pasar hasta el lugar de honor más próximo a la puerta del Palacio y se empiezan a escuchar rumores cuando la gente se da cuenta de que el féretro no llega con vosotros. Pero los susurros se convierten en exclamaciones de admiración cuando aparecen los alados hechiceros portando el ataúd de Rowan.

Os separáis más aún al entrar en la plaza. Ilsa pasa con los consejeros y otros maestros hasta prácticamente el lugar donde depositan a Rowan, mientras que Biza se queda rezagada entre la multitud, tratando de localizar a Eric o a Zorya en el barullo de gente que se ha reunido en la plaza.

En realidad, el carácter taciturno de Biza reniega de este tipo de ceremonias. Un funeral íntimo, discreto, es lo que ella hubiera preferido para sí misma y para cualquiera. Esto... esto es convertir la muerte de Rowan en publicidad. Cuántos mirones hay aquí hoy, cuánta gente que ha pasado por aquí por tener tiempo libre, por el cotilleo, porque es un espectáculo nunca visto. La muerte no es un circo.
Se supone que los líderes de los gremios han de mostrarle su respeto... bah, que se lo hubieran mostrado en vida. Lo que queda en esa caja ya no es Rowan. ¿Quién irá al funeral de la propia Biza cuando le llegue? Su madre estará ya muerta, y Kiba... Kiba tiene más posibilidades de ser la responsable de dicho funeral que de acudir. En cuanto a Eric... dependerá de sus prioridades. Visto lo visto, se juega su matrimonio si se empeña en seguir teniendo trato con Biza.
La felicidad que la inundó cuando consiguió sus alas ahora resulta intrascendente. Debería pensar en buscar alguna fuente de ingresos y emanciparse. Quizá casarse. Alejarse de lo que no puede tener.
Rowan está ahí, rígido, gris. Él si que ya no puede tener nada.

Ilsa escucha atentamente las razones que Christian le transmite. Después permanece en silencio, observando el espectáculo, mientras depositan el cuerpo de Rowan.

Encontrar al gremio secreto se ha convertido ahora en su única obsesión. Aún tiene que hablar con Eric y con Biza sobre Rowan, y prepararse para la reunión de esta noche.

La mención de Jezzabel, la desaparición de Alex... Demasiados fantasmas revolotean a su lado.

La ceremonia transcurre con normalidad. La plaza se llena y los guardias pretorianos de la puerta del edificio parecen más atentos que nunca, impidiendo el paso al Palacio del Consejo ya que la plaza está abierta al público. Sin embargo, sabéis que la mayor parte de la gente que ha ido allí no está tanto por respeto al Maestro Rowan sino por acudir a un evento social importante dentro de la política de Uldnacht.

El Senador Trabor dice unas palabras elogiando al maestro y la gente le aplaude, comedida. Ilsa suspira, casi enfadada por el paripé de la ceremonia, pero sabe mejor que nadie que este tipo de actos es necesario para la opinión pública. Al cabo de un rato, los hechiceros alados que trajeron a Rowan hasta aquí vuelven a aproximarse al féretro, dispuestos a llevarlo al cementerio.

Os juntáis a la salida de la plaza y Eric se reúne con vosotras.

- ¿Iréis al cementerio a despedir a Rowan? - pregunta, mirando con seriedad a Ilsa, consciente de que estos momento deben de ser duros para la maestra.

Ilsa está tan agotada con todas las ceremonias. La conciencia de ser responsable directa de la muerte de alguien, de su maestro, la asfixian hasta más allá de lo que ella misma pensaba. Así que cuando Eric se acerca a ella a preguntarle, Ilsa solo es capaz de esbozar una vaga excusa:

-No puedo más con esto, Eric. Por cierto Eric, ya que estáis aquí, quisiera preguntaros qué hablásteis tú y Rowan después de que yo me marchara anteayer noche. No me entendáis mal. Estoy demasiado cansada como para acusar a nadie de nada, creedme, pero ahora todo lo que Rowan pudiera decirnos a alguno de nosotros en privado pudiera ser crucial para nuestras acciones futuras. Tampoco sé en qué quedó la exploración a las alcantarillas que llevásteis a cabo ambos ayer. Dice Ilsa dirigiéndose, no sin cierta incomodidad, también a Biza. Es evidente que Ilsa tiene alguna pregunta más, pero aún se muestra reticente a confesar totalmente sus inquietudes ante ellos.

Eric levanta una mano con la palma hacia Ilsa, en un gesto que indica que no se da por ofendido por la pregunta. Sin embargo duda un poco antes de responder.

- Rowan estaba... molesto por que hubiera llevado a Diana al consejo. Siendo extranjera y sin ningún gremio que la apoyase, su palabra estaba, cuanto menos, en entredicho. Pensaba que, si hubiera ido el otro chico, Alex en su lugar, el resultado de la reunión del Consejo habría sido diferente... - Se encoje de hombros, aunque algo en su gesto de culpabilidad da a entender que comparte esa opinión. - Pero, ¡ese chico consiguió enervarme! Lo poco que hablé con él parecía un retrasado en vez de un miembro de vuestro gremio e incluso la centauro me pareció mejor opción que presentarle ante el Consejo. ¡Maldita sea! Si Balder le hubiera retenido en prisión...

Agita la cabeza, como desechando sus pensamientos.

- Respecto al viaje por las alcantarillas, nos pareció que había alguien allí. Vimos unas huellas salidas del agua, pero desaparecían por los pasadizos... No pudimos rastrearlas mucho más - añade mirando preocupado a Biza, buscando confirmación a sus palabras.

Biza mira sorprendida a su cuñado. Jamás le ha oído hablar en esos términos de nadie... lo cual le hace pensar que ese Alex debe ser un buen elemento.

Cuando habla de las alcantarillas, Biza asiente.

- Es un sitio difícil, y ninguno de los dos somos expertos rastreadores -añade con aire ausente. En este momento, tiene demasiadas cosas en la cabeza, y no es la única.

-Me temo que la búsqueda de ese Alex nos ha costado demasiado. ¿Alguien llegó a hablar ayer con los de la posada de donde escapó? -Ilsa elude la mirada de Biza.- En cualquier caso debemos preocuparnos para el encuentro de esta noche, y yo debo ir antes a un sitio. -Ilsa busca a continuación con la mirada a Zorya entre el gentío. Al fin se gira hacia Biza, y justo antes de abandonar a Eric y a la recién nombrada oficial, se detiene un último momento.

-Biza... cuando viniste a mi casa con los Straussen hace dos dias te fuiste precipitadamente diciendo que tenías que hablar con Rowan, ¿de qué se trataba? Créeme, hoy no me importa lo que pienses. No quiero acusarte de nada en absoluto, pero nuestras disensiones han causado pérdidas irreparables. Así que o somos capaces de contárnoslo todo, o no podremos derrotar a nuestros enemigos. -Ilsa dice estas últimas palabras entre lágrimas, y está visiblemente afectada.

Eric miró a Biza, esperando una respuesta.

- Tiene razón, Biza - dice con voz seria. - Deberíamos confiar entre nosotros para poder descubrir qué está ocurriendo. - Se vuelve hacia Ilsa con tono aún más severo. - Pero eso también te incluye a ti, maestra... Nos pides explicaciones, pero no das ninguna. ¿Qué ocurrió en casa de Rowan? Fuiste a buscarle bastante antes de que nosotros saliéramos de la casa de Gorgonae, pero no volviste a nosotros con la noticia de su muerte.

Se queda un momento en silencio, dejando que uno de los grupos de rezagados sigan a Rowan hasta el cementerio.

- Hay demasiados secretos a tu alrededor y te escudas en tu posición para mantenerlos. Sin embargo ahora somos Cerberus y debemos colaborar si queremos ayudar a esta ciudad.

Se cruza de brazos, mirándoos alternativamente a una y a otra, esperando a que continuéis la conversación.

-Al contrario, querido Eric. Cuando regresé para informar de ello ya os habíais marchado. Y no es un reproche. Visteis un indicio y lo seguísteis. Pese a que la indagación fuese infructuosa, estaba justificada y si no me equivoco es la segunda vez que las alcantarillas son utilizan al parecer por nuestros enemigos.

Ilsa se detiene un buen rato antes de proseguir, y mira a su alrededor disimuladamente. Después de años de experiencia sabía que no era conveniente hablar en público, pero las circunstancias excepcionales exigían hablar. Así que, meditando cada palabra que iba a pronunciar y sus consecuencias, su certidumbre crecía por momentos, si si se pudiera decir que todavía tenía alguna a estas alturas. Al menos su resolución, así lo hizo, hasta que habló en un hilo de voz tan fino que las mismas palabras de su boca parecían más bien cuchillos helados:

-No es un secreto para los tres lo que voy a decir, pero por desgracia es esta misma notoriedad lo que me atormenta y mi responsabilidad en todo ello. Los tres sabemos de la existencia de un gremio "especial". Dos de nosotros lo escuchamos del mismo Rowan. La otra, Biza, lo escuchó de mi. Cuando viniste con los Straussen anteayer antes del ataque. -Dice dirigiéndose a la recién nombrada oficial- Te dije que podrías hablar con Rowan al día siguiente. No obstante tú misma me dijiste que hablaste con él esa misma noche, que viste a la guardia y viniste a casa después del ataque y haber estado previamente con los Straussen. Pues bien, al día siguiente lo encontraron muerto. Tenía... un símbolo... marcado en el pecho. Fue revelarnos ese pequeño secreto lo que produjo su muerte. Que yo sepa vosotros dos tuvisteis conversaciones privadas con Rowan antes de que muriera. La de Eric fue la misma noche en que nos confió el secreto, la de Biza, la noche anterior a su muerte, como he dicho antes. Así que, señores, alguno de nosotros, directa o indirectamente fue culpable de su muerte. Y para que no iniciemos una teatral escena trágica yo misma diré que creo saber quién es ese culpable. Sin embargo, ¿no es todo lo expuesto motivo suficiente como para justificar mi desconfianza, Eric? ¿Y vos, Biza?, ya no vale ofenderse y marcharse. Ahora sois oficial, y una de vuestras obligaciones es afrontar los hechos, incluso los más desagradables, con honor o lo que quede de él. Decid qué hablasteis con Rowan.

-Tu maestro te enseñó a desconfiar de todo el mundo. Una lección importante para aprender. Pero dime, joven Ilsa, ¿te enseñó también a elegir en quién confiar?

...

...

La verdad es que no me enseñó esa lección.

Las palabras de Ilsa son insultantes y descorteses; insisten -otra vez, y sin pruebas, evidentemente- en la culpabilidad de Biza. Un gesto de profundo desagrado se perfila en la boca de la joven, entrecerrando los ojos con desprecio. Cualquier sentimiento o deseo de pacificación nacido por la lástima al verla en el funeral se desvanece al instante. ¿Cómo se atreve? ¿Con honor o lo que me quede de él? Va a abrir la boca para responderle una bordería, pero se contiene en el último instante, con los labios arqueados en una mueca de asco.

Lanza una mirada a su cuñado. La presencia de Eric resulta balsámica, no obstante. Y la muerte de Rowan tiene prioridad sobre la actitud de esa imbécil. Respira hondo, tratando de tranquilizarse y concentrarse para recordar con detalle la conversación. Cuando todo esto acabe podrá limitar al mínimo su contacto con esa mujer. Habla con cuidado, intentando recordar el más nimio detalle que pueda ser útil. Sus palabras son demasiado corteses para ir destinadas a la hechicera, es como si hablara para Eric y permitiera que ella escuchase.

- Fui... la casa que ocupa cuando está aquí. Él mismo me abrió la puerta. ¿Debió parecerme extraño que estuviera despierto a esas horas? -se pregunta a sí misma, maldiciéndose por no haber sido más analítica-. ¿O sólo era, como dijo, el  estrés el que le mantenía en vela? Estaba... estudiando. Había una ilustración rara en su libro, me acuerdo de eso. Un retrato de una mujer con el rostro circunvalado con marcas. Yo tenía que hablar con él de las cosas que yo había visto,  de cosas con las que no había hablado con nadie. 

Mira a su alrededor para asegurarse de que están solos, o al menos apartados. Si por ella fuera, a Ilsa no le daría ni la hora; pero Eric tiene razón. Hay algo más importante que ellos mismos, y su deber es preocuparse por el bienestar común, no por su orgullo. 

- Presencié el ataque a Jezzabel y Rhenar, pero Rowan no lo sabía. Le conté lo que ví, que herí a uno gravemente y que les ví escapando por las alcantarillas. Le conté que encontré una pluma, la que él consideró que era de Jezzabel. Se molestó conmigo porque hubiera tardado en decírselo. Me preguntó si se lo había contado a alguien más, pero no me dijo de quién desconfiaba, si es que lo hacía. No me lo pareció.

Recuerda el gesto de Rowan, sus movimientos, ¿quién podría haber sabido que tenía las horas contadas? ¿Quién, cuando la invitó a esa copa, hubiera sospechado que sería la última que compartirían?

- Hablamos y le describí más a los atacantes, hasta que dedujo que tenían una espada dinda... ahí se mostró contento, satisfecho. Pensaba que tenía el círculo de sospechosos muy reducido. Incluso brindamos.  Ahora me pregunto si tendría a alguien en mente... - Biza rememora, tratando de recordar matices más sutiles de la expresión del ahora difunto, en vano-. Después cambió de tema. Al asunto de Cerberus. Eso es todo -cabecea, intentando apartar el fantasma de Rowan de su mente. Siempre había sido un hombre amable. Nadie pensaría que hubiera sido capaz de educar a la arpía de Ilsa.

La actitud de Ilsa es como un bidón de gasolina sobre una cerilla casi apagada. La muerte de Rowan había conseguido casi extinguir la hostilidad de Biza por ella, había levantado una bandera blanca que la joven había decidido enarbolar. Ahora, los tácitos insultos malamente velados intentan apagar esa llama con queroseno, causando que un incendio arrasador vuelva a surgir. Biza no es una mujer muy dada a dejar de lado su orgullo, y lo había tratado de hacer con Ilsa. Por Rowan, por Eric, por Cerberus, por los sueños de su padre. Es evidente que no ha sido un buena decisión.

Sugiere que carece de honor, la acusa de la muerte de Rowan, y tiene el descaro de apelar a su posición como Oficial. Como si una Maestra no tuviera el deber de permanecer fiel a su posición y comportarse como tal, no como una patética matona de taberna tratando de intimidar sin pruebas.

La irritación que siente por Ilsa se ve veteada por nuevas sensaciones, asco, desprecio, deseos de estrangularla. En este mismo momento, Biza sabe que si Ilsa aparece muerta mañana no derramará ni una lágrima. Lo cual es un poco triste. 

Y mientras Biza e Ilsa siguen a la gresca, los verdaderos responsables de la muerte de Rowan continúan libres.

Ilsa escucha atentamente las palabras de Biza, ignorando todo gesto de desprecio, premeditado o no, por parte de la hechicera.

-La última vez me dijiste que solo el que heriste huyó por la alcantarilla.¿Huyó alguien más? En cualquier caso a aquella gente no les importaba dejar a alguien atrás. Es evidente que eran peones contratados.Supongo que alguien habrá indagado en el gremio de mercenarios, pero valdría la pena preguntar por alguien con una espada dinda. Seguro que algo dirían por un precio adecuado.

Ilsa se sorprende especialmente cuando menciona la conversación con Rowan y la referencia a la ilustración.

-Puede que él sí identificase esa hechicería que anulaba nuestra magia. ¿Dinos, Biza, podría ser una Truil?- Inquiere con interés.

Cuando termina, Ilsa lanza un suspiro.

-Lo que dices es razonable... Está bien, Rowan me transmitió como última voluntad que localizásemos al gremio "secreto". Ellos podrán sernos de ayuda, pensaba, para identificar a nuestros enemigos. La pregunta es cómo vamos a conseguirlo. Mi propuesta es invertir toda nuestra energía de Cerverus en ello.

Ilsa hace una pausa en la que observa a sus dos confabuladores con preocupación.

-Lamento dudar de ti, Biza, y de tu confianza, Eric, pero llevamos tantas mentiras en todo esto que me cuesta discernir la verdad. Tantas que ya ni confío en mi misma. ¿Y tú, Eric? ¿De qué trató vuestro encuentro?

- Rowan sólo estaba seguro de la espada era una espada de dindavara. El resto de lo que yo pueda decir , sobre la magia o sobre las identidades, son elucubraciones -responde Biza pesadamente. Recodar a Rowan hace sólo una o dos noches, y pensar que jamás volverá a verle... pensamientos fugaces sobre lo frágil de la vida humana pasan por su cabeza.

- Sobre el hombre al que herí, el que huyó por la alcantarilla... su compañero se marchó en el carro, o eso supongo. Es de esperar. Estaba tan oscuro... no pondría la mano en el fuego, pero lo que yo supongo que ocurrió es que intentaron irse los dos en el carro, me oyeron, uno bajó para plantarme cara y el otro continuó la marcha con prisas. Cuando herí al que bajó, se vió obligado a huir por las alcantarillas. No sé qué decir... no estoy muy acostumbrada a ese tipo de situaciones y estaba muy nerviosa. Procuraré pensar con más calma en todo ello, a ver si recuerdo algo más.

Ojea a su alrededor nerviosamente. ¿Es este un lugar seguro para hablar? ¿Los está escuchando alguien?

Miráis a vuestro alrededor. Ya habéis salido de la Plaza del Consejo y la comitiva que lleva a Rowan al cementerio hace unos minutos que se ha alejado. Poca gente queda a vuestro alrededor, y no parece probable que nadie esté escuchando lo que decís. Sin embargo hay mucha gente que os ha visto hablar y es probable que más de uno se haya preguntado por qué la maestra Svetlana se ha quedado retrasada hablando con dos oficiales en vez de liderar la comitiva de su maestro.

- Tan solo hablamos de lo que os comenté antes, de la reunión del Consejo a la que acudió la centauro dindavara. - Explica de nuevo Eric.

Se vuelve mirando a la gente que se aleja y no le pasa desapercibido el nerviosismo de Biza mirando a su alrededor.

- De cualquier forma, deberíamos movernos. O bien vamos al cementerio o nos reunimos en un lugar más discreto para seguir hablando y preparar la reunión de esta noche... Y nuestros planes de mañana - añade dirigiéndose a su cuñada. - Es vuestra decisión.

-Tienes razón Eric. Debemos seguir la comitiva. Propongo quedar esta tarde en casa de Zorya para continuar. Yo aún tengo algo más que deciros. Ahora, me voy a acompañar el cuerpo de Rowan.

Ilsa se muerde el labio, con una expresión indescifrable.

-Biza, siento las molestias que te hayan causado mis palabras. Tanta angustia afila mi lengua y de algún modo todo esto me está... cambiando. Ojalá acabe pronto, aunque no parece que esté en nuestras manos. En ocasiones parece que un diablo engañador conoce nuestros movimientos y dobla el azar a su antojo.

Dejo las miradas de mis confabuladores y me dirijo a la delantera del grupo con presteza pero sin aceleración.