Partida Rol por web

No parecía querer salir, lo que allí estuviese o era mas receloso incluso que nosotros o era algo inanimado. Ojos y Masdedos parecían decididos a entablar conversación con el supuesto extraño y Ojos se arrancó a tararear y silvar una melodía para tranquilizarle y relajarle, además se presentó.

Yo no he visto nada en los alrededores, si era una trampa no había indicio de ello por ningún lado, pero... mi percepción no era la mejor, así que por si acaso, lentamente, cargué una flecha en el arco tratando de que no se notase y de no asustar al personajillo del arbusto 

- Oye Vara, calma, no sé que pasa, pero el perro está tranquilo, ¿No es así Pardo?-

Pardo no parecía alterado ni mucho menos, estaba cómo el cachorro jovial que parecía ser, Rayos volvió a rascarle el cuello, si hubiera algo malicioso el animal se pondría a la defensiva, y por ende él también.

Sin embargo, no pareció acercarse para ver de qué iba la cosa, o por lo menos no tenía tanto el interés, solo quería terminar de estrujar su prenda y poder ponérsela sin tanta humedad, al final no fué tan buena buena idea.

Esos ojos empezaban a sentirse como si estuvieran pintados sobre las hojas del mismo arbusto, tan inmóviles incluso ante nuestros intentos o movimientos. Porque Ojos y yo tratamos de comunicarnos con quien fuera, pero los demás estaban alerta a su manera y pensé que cualquier niño habría entendido aquello como una amenaza, o al menos le habría hecho parpadear.

Empezaba a ser extraño, así que opté a esperar si respondía a la presentación de Ojos, todavía jugueteando con mi pluma.

— Que nadie haga movimientos bruscos, por favor —solicité en un murmullo al sentir el nerviosismo crecer.

En el momento en que vi a quien estaba oculto entre el follaje, dejé escapar un liviano suspiro de alivio. Le sonreí con amabilidad, asintiendo con la cabeza, para luego girarme lentamente hacia mis compañeros, haciendo un gesto con las manos para que todos se relajasen. Especialmente Vara, a quien ya veía cargando una flecha disimuladamente en su arco.

—Es de los Otros. Una niña —afirmé con talante relajado, sin dejar de sonreír. Luego volví a mirar a la desconocida, llevándome una mano al pecho y haciendo una inclinación de cabeza—. Te saludamos. Estos son mis hermanos. No tienes que temer de ellos. Hermanos. —Gesticulé con los brazos, haciendo un círculo amplio como queriendo abarcar a mis amigos, para luego juntar las manos y entrelazarlas, llevándolas a mi corazón. Esperaba que así la niña comprendiese lo importantes que eran para mí aquellas personas, lo mucho que confiaba en ellas—. Venimos de lejos. De Horcajo. Muy lejos. —Otro gesto, señalando enérgicamente en la dirección de la que veníamos, como lanzando un venablo, para así indicar la distancia que nos separaba de nuestro hogar—. Necesitamos… Gente. Ver a tu gente. ¿Hermanos?

Señalé a la chica, y luego hice un gesto parecido al que había hecho antes para referirme a mis amigos, solo que esta vez acerqué mis manos al corazón de la niña. Sin embargo, no llegué a tocarla; no quería asustarla por nada del mundo.

Os acercasteis poco a poco como pidió Ojos, aunque guardando una distancia prudencial. No tuviste más dudas. Era una niña. No una niña pequeña, pero sí bastante más joven que vosotros. Y temblaba. De miedo. Por como vestía, debía ser una niña de los Otros. ¿Qué haría allí, tan lejos de casa?

Os miraba asustada, por encima del hombro de Ojos. 

Empecé a preocuparme, a ponerme tensa incluso, porque Ojos no parecía estar logrando nada y eso podía significar algo verdaderamente malo en el peor de los casos. Por suerte, no: el único sobresalto que me llevé vino de las cornejas, que hicieron que encerrara la pluma en mi puño.

Una niña, como imaginé al principio; ¿era por eso que me sentía tan atraída a su presencia? Estaba tan preparada para tener mis propios hijos antes de que Tierra Fértil…

Confiada, puede que de más, termino de acercarme un poco más que el resto hasta hallarme delante, aún agachada a su altura y siempre con cuidado. Es muy joven, sus hermosos ojos viajan siempre atentos a un posible peligro inminente incluso en la brisa. Notando que sólo parecen calmarse al ver el amuleto que Tío Centeno me entregó, lo saco de mi cuello para aproximarlo donde ella pueda verlo mejor.

— Nos envía un servidor de Tardu —no sé por qué, no siento la necesidad de explicar tanto mis palabras como hace Ojos.

Cuando la misteriosa mirada resultó ser la de una niña suspiré y me acerqué hasta Vara para posar mi mano en su hombro, indicándole que relajara un poco la postura pues aunque quizás podría ser parte de una emboscada el quedarnos con las armas podría hacer que pensaran que éramos muy peligrosos y ahora, lo que menos necesitábamos era enfrentarnos a algo desconocido... 

La niña parecía asustada pero quizás no fuera de nosotros... Miré en la dirección por la que habían venido las cornejas y hacia donde había gruñido Pardo. 

Eso no suena para nada bien.

Nunca vió a la niña, si quiera se había fijado, pero esos pájaros graznando, sumado al gruñir del perro le hizo agacharse a su lado, y sacar el hacha de su cintura, colocandose la capucha de lobo que al menos le daría un aire un poco más intimidatorio en su presencia.

Para él solo significaba una cosa, atacantes, ahora confiaba más en el instinto del perro que en otra cosa.

- Alguien viene, no parece ser algo bueno -

Si pretendía haber pasado inadvertido, no parecía haber dado resultado, pese a mantenerme al margen y hacer todo con sumo cuidado, todo el mundo pareció darse cuenta de mi posición de cautela y de haber armado el arco, hasta Ojos que estaba concentrado en la niña pareció darse cuenta. ¿También se habría dado cuanta la niña? Creía que era ágil y silencioso en estas lides, de hecho no se ma daba mal la caza, pero en el fondo parecía estar haciendo el ridículo.

Noté la mano de Cazadora sobre mi hombro y su expresión denotaba algo de cautela y reproche como queriendo hacerme ver que debía relajarme y guardar el arco, pero poco después de eso observé a Rayos sacando su hacha e hice un gesto con la cabeza a Cazadora para que mirase en dirección a donde rayos se encontraba.

La niña estaba más asustada que otra cosa. No salió corriendo como un cervatillo al ver a Rayos y Vara armados por... vuestros ídolos. Ya había señalado al de Ojos varias veces, sin contestar a sus preguntas. Pero después, más tímidamente, señaló a los que cada uno de vosotros portaba. Y a la pluma de Masdedos. La niña estaba más intrigada que otra cosa, mejor dicho. En un murmullo, por fin habló. Aunque no entendisteis nada: ¿Dece ace idolo? ¿Cine trimite? Bueno, entendisteis "ídolo".

Había hablado. Aunque no había entendido nada, bueno, casi nada, al menos si sabíamos que era una nilña y muy probablemente de los otros. La palábra ídolo la escuché nítidamente, así que casi instintivamente agarré el arco y la flecha con la mano izquierda procurando que la flecha no saliese de la cuerda y con la derecha me quité el Cárabo que llevaba colgado al cuello. Aparté el arco hacia la parte trasera de mi cuerpo como tratando de esconderlo y me acerqué a la niña léntamente con el colgante sobresaliendo del puño cerrado de mi mano derecha mientras el cárabo se balanceaba al ritmo de mis lentos pasos en dirección a la niña con la intención de que esta lo tomase como muestra de amistad y para tratar de relajarla.

El gesto de Vara ayudó a que la niña os terminara de perder el miedo. Acarició el ídolo sin tomarlo de las manos del joven, y algo en su rostro de cervatillo cambió. Se relajó. Una leve sonrisa asomó en sus labios. Sus ojos se humedecieron. La niña comprendió que no ibais a hacerle daño. 

Entonces empezó a hablar rápido y sin parar. No entendíais nada. Hablabla y hablaba, gesticulando un montón. Suspiraba, gruñía, gritaba,... Señalaba a vuestros ídolos, vuestras ropas, la pluma de Masdedos, la capa de lobos de Rayos, vuestros tatuajes, a Pardo, al río, a las Ubres del Agua, al humo del fuego, a las cumbres de Las Montañas, al horizonte, a Atardecer, a Amanecer, a Invierno, a Verano,... Incomprensible.

Pero poco a poco, la historia que os contaba se fue tornando oscura. Su voz se fue entristeciendo, quebrando, ralentizando... hasta que se convirtió en un gimoteo y acabó llorando lágrimas gordas de pena. Una y otra vez señalaba a las Ubres de Agua, al humo y luego se llevaba las manos a la cabeza... como dos cuernos.

Miraba de reojo a la niña y lo que parecían ser sus explicaciones pero no entendía nada de lo que decía aunque me pareció ver que, el final de su historia, era triste y no había acabo muy bien... Cuando comenzó a llorar una parte de mi sintió deseos de ir a abrazarla y consolarla pero sabía que, en estos momentos, mi misión era permanecer alerta y vigilante por si algo o alguien nos acechaba...

Seguramente Ojos y Masdedos serían los más adecuados para reconfortar a la niña mientras yo continuaba alerta.

¿Cuernos? No, no podían ser cabras... ¿A qué se referiría la niña cuando hizo aquel gesto? ¿Demonios?

- Estad atentos... 

No era ninguna orden, simplemente lo decía también para mi misma, confiando en Rayos y Vara para ver si entre los tres lográbamos discernir algo de lo que podría estar acercándose. 

Aquello os dejó fríos. ¿Que quería deciros la niña? Tan fríos como se estaba poniendo la tarde. Ráfagas con olor a nieve bajaban de las cumbres nevadas. El día avanzaba, y aún os quedaba camino.

Como todos conocíais el Valle de la Corneja, sabíais que no muy lejos de donde estabais había un canchal de grandes bloques de granito que ofrecía tan buen cobijo entre las peñas y berruecos que una familia entera y su ganado podía pasar allí toda la temporada. Tenía agua fresca cerca, y una zona de pesca. Era un fantástico lugar para pasar la noche. Nada de otro apretado chozo viejo.

A medida que la niña fue hablando, una sombra empezó a cernirse sobre mi corazón. Pues, aunque no entendiera sus palabras, tenía la sensación de que podía comprender lo que estaba diciendo. La miré con expresión de conmiseración.

—Creo que intenta decirnos que vivía en las Ubres del Agua… —murmuré, compungido—. Cuando ardieron, se quedó sola. Sin hogar. Sin familia…

Me volví hacia mis compañeros, pensativo. Una idea empezaba ya a formarse en mi mente.

—Podríamos llevarla con nosotros. Parece reconocer los símbolos. Quizá eso signifique que pertenezca al mismo pueblo al que nos dirigimos, o que al menos sea capaz de entenderse con ellos.

Ni siquiera me había dado cuenta de lo tarde que era ya. Tendríamos que reanudar la marcha si no queríamos que se nos echase la noche encima.

—Cerca de aquí hay un refugio maravilloso. Podríamos ir allí y decidir qué hacer después. —Volví a girarme hacia la muchacha, tratando de ofrecerle una sonrisa de consuelo, a pesar de la desgracia que sospechaba la había golpeado—. Ven con nosotros. Tú. Con nosotros. —Mientras hablaba, iba señalándola a ella y a nosotros alternativamente. Luego, empecé a señalar a cada uno de nosotros sucesivamente, diciendo nuestros nombres uno a uno, para que se entendiera que estaba presentándonos. Cuando terminé la vuelta, la señalé a ella—. ¿Tú?

La historia fue... ¿Confusa? Señaló a su capa y a otras cosas de los demás mientras habla en su idioma inteligible, y luego empieza a llorar, es Ojos quién habla, el había entendido sin haber comprendido sus palabras.

- Eso... ¿Es lo que pasó? Valla... -

Se había quedado huérfana, estaba sola y sin familia, está bien, no podían dejarla sola así cómo así.

- Bien, no podemos dejarla aquí -

Ojos comienza las presentaciones, esperando a ver que responde.

Comunicarnos iba a ser difícil pero por lo menos parecía que nuestros ídolos le dijeron que no éramos peligrosos. Como cuando apartas la hojarasca seca de una parte del riachuelo, el agua de sus miedos fluyó contra nosotros incluso si era evidente que no nos entendíamos las dos partes del todo.

No era necesario para entender que había presenciado algo horrible que la tenía en ese estado de terror ante todo. ¿Cuánto tiempo llevaba escondida ahí, sola? Me partía el corazón con cada movimiento, cada vocablo extraño para mis oídos y cada gotarrón de llanto.

Lo que Ojos entendió no era muy distinto a la impresión que me llevé también: una tragedia sucedió en las Ubres y ella lo vio, probablemente perdiendo a toda su gente. El responsable, una entidad cornuda.

No pensé que dejarla atrás fuera a ser una opción, yo estaba decidida a acogerla al menos hasta poder dejarla con alguien que la entendiera. Además comenzaba a refrescar, y si yo sentía mis dedos enfriarse imaginé que su cuerpecillo no tardaría en llenarse del mismo frío.

Ojos, que fue el que la entendió, sigue la comunicación. No sé si son necesarias tantas palabras, de nuevo. Como seguía a su altura, en cuclillas, lo que hago es tender mi mano con la palma hacia arriba en dirección a la niña, con una pequeña sonrisa.

- Cazadora Lunar - Dije mi nombre haciendo los gestos propios de mi nombre - Aseguremos que no hay peligro y vayamos en dirección Valle de la Corneja, allí estará el lugar que indica Ojos y en donde podremos descansar, ella incluida. 

Oteé las inmediaciones y comencé a iniciar el camino hacia el Valle, debíamos descansar. 

Parecía que los ídolos habían ablandado el miedo inicial de la niña. Salió de su escondrijo y comenzó a in tentar explicarnos en su idioma todo lo que se supone que le afligía. Poco o nada entendimos, mas allá de lo que Ojos entendió, pero a mi no me convencía del todo esa explicación. Además la niña ponía mucho énfasis en la explicación en nuestras ropas y abalorios además de la capa de lobo de Rayos y cuando el llanto le inundaba el pecho señalaba a las ubres y hacía una señal con los dedos en la cabeza en forma de cuernos.

- Ojos! dije para captar su atención. - yo no recuerdo nada de esta zona, si es que estuve aquí alguna vez, como podeis asegurar algunos de vosotros.Si eso fuese así y los otros viviesen en Las Ubres del agua, ¿no crees que deberíamos recordar eso? Si la niña vivía allí con su familia, nosotros debíamos de saberlo y sabiendo lo que nos cuentan de los otros, deberíamos haberlos evitado. Pretendía poner algo de duda en su conclusión.

- Además me ha dado la sensación de que la niña quiso decirnos algo mas. Su énfasis en identificar nuestras ropas, nuestros ídolos y la capa de lobo de Rayos me hace pensar mas allá de eso. Además su reticencia inicial a descubrirse cuando la encontramos podría deberse a que le infundíamos miedo. ¿y si quien incendió las Ubres fuimos nosotros?

Ya lo había dicho, ahora quedaba que mis compañeros intentasen buscar en su interior una explicación a lo ocurrido.

- ¿y si los lobos en realidad si nos estaban buscando y llegaron antes aquí que nosotros e incendiaron las ubres?

Me acerqué a la niña, me agaché junto a ella y la miré a los ojos durante un tiempo, intenté que mi cara reflejase ternura y amor y cuando observé que la niña estaba relajada señalé mi ropa, la capa de rayos e hice la misma señal con los dedos en la cabeza a modo de cuernos y le pregunté, aun con poca convicción de que entendiese lo que pretendía preguntarle, - ¿incendié yo las ubres del agua?  dije señalándome a mí y luego en dirección a la montaña quemada y señalando por último el cárabo que le había regalado y que portaba en su mano.

El refugio que todos conocíais de otras veces no estaba lejos de allí. De hecho, todos habíais pasado algún Verano allí, o parte de él. ¡Qué casualidad! Aunque nunca habíais coincidido. ¿O sí? ¿De bien pequeños? Estos recuerdos de la infancia y sus aventuras y juegos empiezan a aflorar en vosotros. Se comentaba que había un tesoro en unos de los pasillos entre las grandes rocas... ¿o sería una mentira más de los adultos?

No había ningún peligro ni nada al acecho. Cazadora y Rayos podían estar relajados. Ojos y Masdedos, en cambio, estaban más pendientes del bienestar de la pequeña.