Partida Rol por web

Dice que el lobo viene a comérsela. ¡Por todos los dioses! ¿Quién acababa de hablar? Disteis un respingo, y un escalofrío os recorrió la espalda. También os pusisteis blancos.

O algo así, habla tan rápido que no hay quién la entienda. Volvisteis la cabeza sobre las peñas de los Hogares de Piedra. Allí, una mujer varios años mayor que vosotros os miraba con una sonrisa de medio lado. No era un Lobo. Pero sí hablaba vuestro idioma. Y sus ropas y marcas... era de vuestro pueblo. De hecho, era de la Banda del Viento, quienes patrullan y protegen los confines de Invierno y Verano de todo tipo de amenazas.

No me miréis así, parece que habéis visto al Zamparrón. Pero no, soy Escarcha. Se presentó. ¿La conocíais alguno?

La guerrera siguió hablando ante vuestras caras de sorpresa. He visto vuestras fogatas en el cielo desde que cruzasteis por el Valle Viejo. Pensaba que ibais de avanzadilla a las Ubres del Agua, pero cuando anoche vuestra hoguera se elevó en los Hogares de Piedra, me extrañó. Así que aquí estoy. Os miró uno a uno, como evaluándoos. ¿Adónde van cuatro jóvenes y un Lobo, con perro? ¿A qué os envía Tía Mora en Verano? Añadió, señalando a vuestros ídolos. Por "Lobo" se refería a Rayos del Sol, ya que tenía puesta su capa. ¿Acaso sois los Libres de este año? Esta tal Escarcha era lista. Y sigilosa. Normal que estuviese en la Banda del Viento.

Aquella fue una de las noches que mejor dormí desde que había emprendido aquel viaje. Fue un sueño profundo y silencioso, sin visiones que lo perturbasen. A la mañana siguiente, recuerdo que me encontraba sentado junto a la lumbre, tallando una pequeña pieza de madera para darle la forma de un pájaro, cuando Grau Verde se acercó muy alarmada, gritando palabras de advertencia que ninguno de nosotros podía entender. Intenté preguntarle qué era lo que sucedía, pidiéndole que se calmase y que hablase más despacio, pero de nada sirvió.

Fue entonces cuando anunció su presencia una mujer extraña, esbelta como la hoja de un sauce, cuyo rostro y cuerpo estaban decorados con pinturas sinuosas y azules que recordaban a enredaderas. Su oscuro cabello hacía un fuerte contraste con su pálida piel, y sus ojos parecían dos pozos en mitad de aquella blancura nívea. Escarcha, se llamaba, un nombre que resultaba de lo más apropiado. Y mientras yo trataba de recordar si conocía de algo a aquella joven, ella nos preguntó para qué nos había enviado a Verano Tía Mora. Algo me dijo que la mujer sabía más de lo que quería aparentar, pero en caso de que sus intenciones fuesen malas, no convendría hacer que pensase que nosotros sospechábamos. Al menos por el momento. Su actitud no parecía amenazante, de modo que decidí darle el beneficio de la duda.

—¡Qué alegría ver un rostro amigo por estos lares! Ven, siéntate a la lumbre con nosotros —la invité, con una sonrisa—. Extraños son los tiempos que corren, en los que uno tiene que andar a escondidas por los caminos. Pues es por Tía Mora que estamos aquí, como bien deduces, pero no es ella la que nos envía. Disculpa que te responda con evasivas, pero digamos que son las circunstancias las que nos obligan a tomar estas sendas, y me temo que no podemos responder a tus preguntas hasta que tú no respondas a una nuestra: ¿Qué os contaron los Lobos a su regreso a Horcajo? ¿Qué motivos dieron para que nosotros no estuviésemos con ellos?

Aunque mi sonrisa permanecía en mi cara, estaba atento a las reacciones de Escarcha, por si veía que tenía que detenerse a pensar su respuesta o por si percibía cualquier titubeo.

La noche me acogió como una amiga, mi cuerpo cayó rendido entre las mantas, al calor de aquella hoguera y con la tripa bien llena... Teníamos suficiente material y comida para pasar algunas semanas, habíamos cazado como toda una familia y nuestro premio nos otorgaría más de un tesoro...

Mis ojos se cerraron y mi mente se transportó hacia un paisaje onírico, uno en donde una hermosa cascada nutría la tierra y la vida, uno en donde podía nadar sin preocupaciones y vivía en paz, con mi familia... Pero sus rostros... ¿Por qué cambiaban de uno a otro? ¿Acaso aún no había encontrado realmente mi lugar?

La mañana llegó, la calma continuaba ahí hasta que la niña apareció... Sus formas, el tono de su voz, su mirada... Peligro. Tomé mi arco lista para defender nuestro campamento y entonces... Entonces la oí... Aquella voz que me erizó cada pelo de mi piel... Me giré y vi a aquella mujer, tan silenciosa como la muerte...

Observé a Ojos y dejé que él hablase, era de los más indicados para ello... Mientras, yo seguiría alerta, por si venían más con ella... 

¡Vaya! ¡Os habéis quedado de piedra! Dijo Escarcha, ante vuestro pasmo y mutismo. Salvo el de Ojos, que habló, y el de la Niña, que no dejaba de parlotear y lloriquear en su escondite.

Con un gesto educado, Escarcha declinó el ofrecimiento del zajoril de bajar a la lumbre con vosotros, y siguió encaramada en la peña. 

Extraños son los tiempos que corren, sí. ¡Y tanto! Contestó a Ojos. Luego rió ante sus preguntas. ¿Mi regreso a Horcajo? ¡Ojalá, joven zajoril! ¡Llevo años perdiéndomelo! ¡Años sin ir a Invierno! Yo soy una guardiana de Verano, todo el año. Dijo, con orgullo. Pero, ¿qué me tendrían que haber dicho los Lobos sobre porqué no estáis con ellos? Añadió, dando la vuelta a la pregunta de Ojos. Y remató: ¿Y cómo es que estáis aquí por tía Mora, pero ella no os envía? Suena a acertijo. Miró al resto. ¿Alguno me puede traducir las palabras del zajoril? 

Os observó en detalle un instante. Estabais tan callados y en tensión. Notasteis como los ojos un águila sobre vosotros, pero era ella. ¿Cómo podía tener Escarcha una mirada tan penetrante?

Resopló. Sintió que debía dar más explicaciones. Debía hablar ella primero. Mi cometido, el cometido de mi grupo de la Banda del Viento, es guardar Verano. Y especialmente ahora, para que todo esté en orden ante el regreso de las familias. Por eso estamos vigilando las Ubres del Agua y los pasos de Invierno a Verano. Por eso os he visto, y os he seguido. Por si tengo que ayudar en algo.

Guardó silencio un instante. Notaba que recelabais de ella, por algún motivo. Siguió hablando. Supongo que habéis visto el humo del incendio. Imposible no verlo, ¿verdad? Se me encoje el alma... es una desgracia. Su mirada se perdió en lontananza, hacia la Montaña Solitaria al otro lado del río de las Piedras. Seguía saliendo humo de allí. Hemos pasado el invierno en los confines de Verano, y cuando hace unos días regresamos aquí... nos llevamos una terrible sorpresa. Había Otros en las Ubres del Agua. Un campamento. Ya habían sembrado. No sabemos cómo, pero lograron evitarnos. Cada vez son más, y más cerca de Las Montañas... Su ceño se frunció, y apretó los puños. Cada vez roban más partes de Verano. Pero estar aquí... ¡es una afrenta! ¡Un sacrilegio! ¡Inaceptable! Resopló, furiosa. Pero les echamos. Aunque incendiaron nuestro monte sagrado en su huida. Cerró los ojos y dejó de mirar el paisaje. Señaló a Grau-Verde, que chilló al verse apuntada con un dedo. Bueno, no echamos a todos. Algunos huyeron a la espesura... como esta Niña perdida.

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Relajé un poco la postura cuando reconocí a la mujer que teníamos delante, mi cabeza se ladeó ligeramente mirándola con cierta curiosidad, como quien ve por primera vez a alguien que hacía mucho tiempo que no veía.

- ¿Prima? - Volví a mirarla con cierta curiosidad, aunque no había dejado de estar ligeramente en tensión sí tenía una posición más relajada - ¿Acaso alguien que no sea zajoril podría traducir sus palabras? - Negué con la cabeza - Esta niña es de los Otros... ¿No? No me parece tan peligrosa... Por lo que entendimos su pueblo fue atacado... ¿Por qué nos atacamos unos a otros? ¿No podemos compartir tierras y conocimientos? Con estas acciones perdemos todos... 

Las respuestas de Escarcha, aunque no tan esclarecedoras como me habría gustado, sí que me tranquilizaron en cierta medida. Pertenecía a la Banda del Viento, cuya misión era velar por la seguridad de las Ubres del Agua y los pasos que transitaban por la zona, lo que la habría mantenido alejada de Horcajo y sus intrigas fratricidas. Si había alguien siguiéndonos para darnos caza, no era ella. Torcí el gesto al oír el relato de su refriega con la gente de Grau Verde.

—Pero su ignorancia no los convierte en malvados —defendí, con compasión en la voz—. Tenemos que entendernos con ellos, hacerlos comprender que este lugar es importante para nosotros y que deben respetarlo. El camino más rápido no acostumbra a ser mejor. Las Ubres del Agua ardieron porque hostigasteis a quienes no entendían qué esperabais de ellos. —Alcé las manos con gesto conciliador—. No estoy culpando a nadie. Solo estoy diciendo que esta calamidad podía haberse evitado dialogando. Aunque sean Otros, también forman parte del Pueblo. Lo sepan o no, ellos también son hijos de la Madre.

En justa retribución por la información que ella nos había dado, y para que viese que podía confiar en nosotros, decidí contarle a Escarcha por qué estábamos allí. Además, el hecho de que Cazadora la hubiese reconocido como su prima ayudó a relajar un poco mis nervios.

—Fuimos conducidos por Gran Loba y su manada a los Altares de Piedra para llevar a cabo el rito que nos declararía Libres, pero en vez de eso, ¡intentaron sacrificarnos! —Negué con la cabeza mientras hablaba; todavía no podía creerme aquel horror—. Intentaron matarnos como si fuésemos reses, y como conseguimos escapar, volvieron a Horcajo y dijeron a todos que habíamos perecido por algún accidente en el camino. Esto lo sabemos porque nos encontramos a mi maestra, Cañaveral, y nos lo contó. También sabemos que Gran Cabra estaba al corriente de que esto iba a pasar, y que fue Tía Mora quien lo planeó todo. —Suspiré—. Por eso estamos aquí a causa de Tía Mora, pero no porque ella nos haya enviado. No podemos volver a Horcajo. Nuestros sueños del alma nos encaminan a las costas de Atardecer, a encontrarnos con los Otros, a buscar aliados para enderezar esta injusticia, esta… blasfemia.

Después de contar todo esto, me sentí desfondado, como si toda el agua que contuviese hubiese escapado de mí por un agujero que no pudiese tapar.

—No queremos problemas. Lo único que deseamos es poder continuar nuestro camino. Y Grau Verde viene con nosotros. —Hice una pausa enfática al decir esto último—. Estarás de acuerdo en que todavía es demasiado joven como para comprender la gravedad de lo que ha ocurrido a causa de vuestro enfrentamiento con su gente. Además, está claro que esta desgracia le ha traído más sufrimientos a ella que a nadie.

"Interesante, una guardiana o lo que eso significa, nunca había escuchado de ellos... Pinta mal"

Están hablando de los otros y cómo empezaron a cultivar en la montaña, o algo así, pues no entendía bien, pero parece que ellos no quieren estar en paz con lo natural, es cómo si se estuvieran expandiendo para producir más alimento, o eso creía el.

No dijo nada, no podría aportar nada, pues observaba a sus compañeros en medio de la charla y los mismos argumentos que ellos están usando también los usaría el propio Rayos, aún que sabe que el derramamiento de sangre es necesario, los otros quemaron el bosque para que los dejen en paz o para alejarlos, si entiende las consecuencias, esto significará algo que en estos tiempos es inconcebible, una guerra, las familias de Horcajo buscarán venganza por las tierras ultrajada mientras los guardianes cazarán a los sobrevivientes.

El peor escenario posible, y el muchacho de ojos cabello dorado lo sabe, por eso permanecía en silencio reflexionando.

Había dormido tan bien que ni percibí la ausencia de la pequeña hasta que apareció, en pánico. Con la falta de comunicación efectiva iba a ser muy difícil calmarla, pero por suerte y para nuestro espanto inicial alguien habló sus palabras por ella. En nuestro idioma. Me abalancé sobre lo primero que reconocí como arma, una piedra que estaba dispuesta a lanzar colocándome por delante de Grau Verde, pero no pareció necesario.

Si aspecto era de los nuestros, sabía de Tía Mora y de los Libres… Poco a poco comencé a entender que se trataba de una vigilante de la Banda del Viento. Ojos habló por nosotros, protegiendo parte de nuestro secreto de forma adecuada, mientras yo vigilé el estado de la niña acariciando su espalda sin conseguir mucho más.

La respuesta de Escarcha confirmó lo que había creído desde que encontramos a Grau Verde, que los nuestros habían atacado a los Otros en las Ubres y por eso la niña reaccionó como lo hizo al vernos. Culpable sin motivo dejé de acariciarla, sólo dejando la mano a su alcance por si la quería. Se me quebraba el alma al pensar en lo que había ocurrido ahí, y en cómo el incendio había sido a fin de cuentas a causa de nuestra gente.

— Lo que está claro es que no estamos tomando un mal camino si nos aleja de un pueblo tan indiferente a la sangre y el sufrimiento de un igual —me salió del interior decir algo así en alto.

No era cazador, había quedado claro que era pastor, el esfuerzo del día anterior unido a la caza del jabalí mermaron todas mis capacidades físicas y aunque me encontraba feliz y contento, el sueño se había apoderado de mi cuerpo como nunca, hasta tal punto, que no me dí cuenta de lo que estaba sucediendo.

Abrí los ojos mientras escuchaba una voz que decía pertenecer a la Banda del viento y escuché su relato de lo ocurrido en las Ubres del Agua. Cerré los ojos de nuevo y aunque no lo sentí, me imaginé como podría ser el dolor de madre tierra por lo ocurrido en ese lugar. Me medio incorporé para quedarme sentado agarrando con un brazo mis rodillas y medio girado para poder observar a la recién llegada en lo alto de la peña mientras mis compañeros trataban de  juzgar sus actos como reprobables, como si fuese a surtir algún efecto en ella.

Sentí una desazón a la que traté de aceptar, pues en mi interior, quizás guiado por madre tierra, sentía que no se puede explicar como es el color verde a un ciego, del mismo modo que solo el no ciego ve lo que quiere ver y no lo que tiene delante. Interpretar los actos de las Ubres del Agua solo generaría mas dolor a ambas partes y ahora mismo me encontraba en una situación en la cual no me hubiese gustado estar en un principio cuando partimos de Horcajo y con la cual tendríamos que lidiar. Desconozco si mis compañeros son conscientes de ello, pero la pequeña Grau se había convertido en nuestra salvaguarda frente a los Otros por lo sucedido en las Ubres del Agua ya que para ellos, en estos momentos, no dejamos de ser sus rivales aunque no hubiésemos participado en aquello.

- Ya sabes nuestras intenciones, dije dirigiéndome a ella. - ¿Nos vas a detener? ¿Nos vas a ayudar? ¿Que tipo de ayuda pretendes darnos?

Las preguntas eran muy directas y no esperaba rodeos en sus respuestas. Pese a haber escuchado a Cazadora referirse a ella como prima, me incorporé y tomé el arco para dejar claro que mis intencones no eran las de discutir sobre quien tenia mas o menos razón en lo que pasó en las Ubres, ni los derechos o no de cada pueblo en no se que cuestiones, tan solo quería ser una gota de agua en el mar y de lo que estaba seguro era de que los enfrentamientos de las Ubres solo separaban las aguas.

¿Prima? La extrañeza asomó al rostro de Escarcha cuando habló Cazadora. Y no perdió esa expresión en toda vuestra réplica. Vuestra historia le resultaba totalmente increíble, imposible. Ahora era ella quien parecía estar desubicada y desconcertada.

Es... ¿todo verdad? Por todos los dioses, ¿es todo eso cierto? Os miró uno a uno. A los ojos, a los ídolos, al rostro, a las manos, a las ropas... luego paseó su mirada por el improvisado campamento. Poco a poco lo iba asimilando, las arrugas en su frente mostraban que pensaba sobre todo lo dicho.

Aunque en una cosa estáis equivocados. Los Otros no son buena gente, y cada vez son más. Y nosotros menos. Y lo quieren todo para ellos. Como una nube de langostas. Si pudieran, nos expulsarían, matarían o algo peor. Su mirada se volvió dura otra vez, pero su voz no. Seguía confusa, nerviosa, incrédula.

Puedo... puedo llevarme a la Niña. Sé hacia donde fue su gente. Ofreció, tras un silencio, contestando así a las preguntas de Vara. 

Escarcha no pudo ocultar su incredulidad cuando le contamos lo que nos había sucedido, lo que habían intentado hacernos. Le di tiempo para que asimilase mis palabras, sabiendo que no sería sencillo aceptar aquello. Sin embargo, mi rostro adoptó una expresión seria cuando la prima de Cazadora Lunar hizo redoble en su visión de la vileza de los Otros.

—¿Quiénes somos nosotros para juzgarlo, Escarcha? —le pregunté, en un tono no carente de amabilidad y paciencia—. Llevo toda mi vida estudiando la naturaleza de los humanos y los espíritus, y ni siquiera yo me atrevería a hacer tal aseveración. Cañaveral, una persona mucho más sabia que cualquiera que conozca, nos ha aconsejado ir a visitarlos y aprender de ellos. Lo que necesitamos es comprender. Míralo de este modo: cuando llueve, los ríos bajan crecidos. Si nos ponemos en su camino y nos enfrentamos a ellos, nos arrasarán, pero no está en su naturaleza ser destructivos. En cambio, si los dejamos pasar, podremos pescar de ellos y beber de sus aguas.

Observé a la mujer con una expresión casi suplicante. Cuando se ofreció a llevar a Grau Verde con los suyos, me quedé pensativo. No creía que tuviese mala intención. Sin embargo, me volví para mirar a mis compañeros, para saber qué opinaban ellos.

Ladeé un poco la cabeza y la miré de nuevo.

- Me ha parecido recordar que de niña oí hablar de ti en mi familia... De una de mis primas mayores que marchó cuando éramos apenas unos críos...

Me encogí de hombros y continué escuchando, suspirando ante sus palabras, después de todo seguramente llevaba toda su vida en este lugar, viendo a esas gentes como sus enemigos, como invasores de una tierra que decían pertenecernos... Pero... ¿Acaso se podía decir que la tierra tiene dueños?

Cuando dijo lo de la niña negué mirando a Ojos.

- Creo que nuestro cometido es acompañar a esta niña hasta su gente y conocerles... Como ha dicho Ojos, nuestro sino es aprender de esas gentes y ver con otros ojos, con otra visión a la que os habéis acostumbrado... Lo mismo dirán los lobos de nosotros... Que no somos buena gente... - La miré esperando su reacción y la del resto. 

Tras lo dicho no sé cómo se le ocurrió a Escarcha que aceptaríamos entregarle a Grau Verde para llevarla con los Otros. Cierto que al menos parecía entender su idioma, pero tal como había reaccionado la niña no iba a permitirlo. Además, ¿iba a presentarse ante ellos con esa furia que le encendía los ojos sin atacarlos de nuevo? No, Grau Verde no iba tampoco a querer irse con ella, y como tal me mantuve entre ella y Escarcha.

— Nosotros la llevaremos.

- ¿La única ayuda que nos puedes prestar es esta? ¿Llevarte a la niña? espeté bastante indignado - ¿Acaso crees que necesitamos ayuda con eso?

Estaba indignado, no me sentía bien. Toda la felicidad y alegría que sentí durante los dos días anteriores desde la toma del brevaje junto a Ojos, se había ido. Podría decir que hasta sentía ira, no se si hacia ella o hacia nuestro pueblo en general, si es que en estos momentos podría llamarle pueblo. Traté de calmarme algo antes de continuar mientras mis compañeros negaban la posibilidad de que ellá consujese a Grau hasta los otros, de hecho tenía mis dudas que eso pudiese llegar a ocurrir ciertamente.

- No has respondido mis otras preguntas ¿Que intenciones tienes? ¿Nos vas a detener en nuestro objetivo? Dije esperando una respuesta esta vez. - Grau viene con nosotros, es solo una niña y no le gustas.

Parecía que todo estaba dicho cuándo Escarcha siguió con sus palabras, a algunos ya estaba causando indignación, Rayos entre ellos, y la verdad es que está mujer estaba empezando a mosquearle.

Invasores, libertadores, peopietarios, los otros son los malos, ellos los buenos, después de experimentar el intento de "sacrificio" de los lobos, sintió que esto es mejor.

- En otras palabras... Es un "NO" rotundo -

El no aceptaría réplicas, aún que la mujer fuera una guerrera hábil y verdad, tendría que prepararse para dar pelea.

La guerrera hizo un gesto de calma. Se sentía atacada. Pero parecía estar menos confusa. Calma, calma...

Guardó silencio unos instantes, pensando de nuevo. Verano es inmenso. Y los Otros están por todas partes. No tardaréis en encontrarles. Llevad bien visibles las lechuzas, si no queréis que os maten al instante. Dijo, señalando a vuestros colgantes de ídolos oculados. 

Podemos ir todos a devolver a la Niña, río abajo. Apuntó con el dedo hacia Atardecer, a las Ubres de Agua, y lo fue desplazando hacia el Norte, hacia Verano, lejos de las Montañas. No hace muchos días que ocurrió todo.

¿Es suficiente ayuda, oh Libres? Añadió con ironía y resignación.  ¿Os llevo hasta los Otros?​​​​​​

La agresividad de las respuestas de algunos de mis compañeros me pareció un tanto fuera de lugar, aunque podía llegar a entenderla dado lo precario y arriesgado de nuestras circunstancias. Comprendía también su reticencia a permitir que fuese Escarcha precisamente quien se llevase a la niña, teniendo en cuenta que fueron ella y su Banda del Viento quienes se enfrentaron a su pueblo y lo expulsaron de aquellas tierras.

—No te ofendas, Escarcha. Has de entender que han sido unos días realmente difíciles y dolorosos para todos —intervine, tratando de aliviar la mordedura de las palabras de mis hermanos—. Te agradeceríamos que nos guiases hasta el último lugar donde viste a la familia de Grau Verde. Devolvérsela podría hablar bien de nuestras intenciones de paz. Pero no creo que sea oportuno que la lleves tú sola. Creo que entenderás el porqué.

Volviéndome hacia la niña, le indiqué con gestos que nos dirigiríamos hacia donde había ido su gente, y que pronto volvería a estar con ellos.

Una respiración profunda y un segundo de calma para escuchar a la mujer que parece ser una pariente de Cazadora aún que no se habían visto antes, fortuna o no, está mujer aún le inspira desconfianza, una desconfianza que no podía dejar de lado ante todo lo acontecido.

Ojos, siempre sensato, acepta la propuesta de la guerrera, cómo podía retrucarle* a su amigo que aceptará ayuda, es más, pasó por alto la ironía de Escarcha para poder mantener la paz mientras apretaba los labios con algo de frustración bajo la capucha de lobo.

- Te lo agradecemos, oh guardía... -

El sarcasmo también le sale a él, ya que seguía sin confíar, solo la expectativa de ver qué podría ocurrir ya era estresante, yahors esto, hacía a Rayos estar en alerta.

Miré el colgante y después asentí mirando a quien parecía recordarme a aquella lejana prima y tras el intercambio de palabras comencé a recoger un poco el lugar para ir preparándonos para devolver a la niña y... ¿Encontrarnos con nuestro destino? Suspiré y miré a Escarcha.

- Gracias. Si puedes, por el camino... ¿Podrías ayudarnos a entender un poco su lengua?