Partida Rol por web

Tras el pequeño aperitivo, el grupo se dirigió al huerto preparado para que Jotnar pusiera en marcha su jardín. Muchos de los huertos de alrededor ya estaban en marcha y crecían a gran velocidad, formando hermosas espesuras repletas de colores, recargadas de perfumes dificiles de encontrar en mitad del desierto, todo regado con el agua del oasis. El ambiente estaba muy animado, la gente se detenía a comentar con curiosidad lo que se alzaba en cada jardín y trataban de aspirar el aroma de las diferentes flores. 

Cada participante había optado por un estilo propio. Estaban los que habían llenado su cuadrante de hierbajos de distintos tamaños y variedades, mientras que otros habían colocado un enorme arbusto en el centro y lo habían recortado dándole la forma de un escarabajo gigante. Un participante había levantado un naranjo en mitad del huerto y había empezado a servir zumo a todo el que quisiera acercarse. Los más humildes simplemente habían llenado su huerto de flores. No trabajaban solos, algunos iban en pareja y otros tenían media docena de esclavos cavando en la arena para plantar las semillas. El agua que usaban la recogían del propio osasis con cubos.

El esqueje de la Rosa del Profeta estaba igual de mustio que cuando lo habían visto aquella mañana, en contraste con la exhuberancia que mostraban los jardindes de los demás participantes. Era el momento de empezar a plantar cosas, de modo que Cocotilio saltó de la mochila de Jotnar armado con una pala de jardinería pequeñita en una mano y una regadera en miniatura en la otra. Miró al enano, ¿por dónde empezar?

Jotar --> Oficio (jardineria), para ir montando el huerto según vayas plantando cosas. +2 por tener a Cocotilio de support.

Nepthis, Amessis, Lurzca --> tenéis varias opciones, podéis utilizar las siguientes habilidades para apoyar a Jotnar en su labor: Percepción, Con. de conjuros, Saber (arcano), Saber (naturaleza), Av. Intenciones, Tasación o Buscar. Podéis mirar en los huertos de los demás no sea que alguno haga trampas o podéis echarle una mano a Jotnar plantando cosillas con él como hará Cocotilio.

Nepthis dio unas palmadas en el hombro de Jotnar para animarle y fue a pasear entre los jardines de sus adversarios. La mayoría de participantes sembraba cosas sin ton ni son, pero había un hombre entunicado que sabía lo que estaba haciendo. Dirigía a un grupo de tres esclavos que cavaban sin descanso. Si alguien podía vencer al enano, era ese hombre. Nepthis se dejó caer, casualmente, por allí. Quizá darle un poco de conversación a ese hombre le distraería de su tarea.

—Bilsbifa —le saludó en mulhorandino—. Bonito jardín el que estáis planteando, effendi.

Miró la maceta que tenía en las manos de la que brotaban raíces verdes culminadas en una hoja.

—¿Qué tipo de planta es esa? —le preguntó, interesada.

Percepción: 26.

Lurzca decidió dar una vuelta por la zona contemplando las creaciones de todos aquellos jardineros. Había que reconocer que muchos de ellos eran unos grandes artistas y que Jotnar lo iba a tener relamente difícil para ganar el premio. Sin embargo, ella confiaba ciegamente en su jefe, pues le conocía bien y sabía que cuando se con algo era un tipo realmente concienzudo. 

Tras unos minutos husmeando por la zona se topó con un extraño jardinero que estaba dando forma a unos abetos. Era un hombre oscuro y terriblemente despeinado, tanto que era evidente que se peinaba menos incluso que la propia Lurzca. Su rostro era pálido y estaba lleno de cicatrices, pequeños cortes, algunos de ellos recientes y todavía sangrantes. Vestía con un extraño traje de cuero negro lleno de correajes, pero nada de eso era lo que más llamaba su atención, sino que su rasgo más característico estaba en sus manos. 

En vez de dedos tenía una afiladísimas cuchillas con las que iba dando forma a los abetos con evidente maestría. Movía sus cuchillas a un ritmo endiablado y hojas y ramas saltaban en todas direcciones a medida que aquel extraño hombre iba recortando y dando forma a sus creaciones, mientras mantenía una actitud de mutismo extremo. 

Había recreado un ave con las alas extendidas que hayas parecía volar, un oso rugiendo al que casi se le escuchaba. Un lobo corriendo al que prácticamente se le intuía el movimiento y en ese momento estaba fabricando lo que inequívocamente se parecía a un avestruz. 

Lurzca boquiabierta, no puedo hacer más que detenerse ante aquel tipo y admirar su obra durante un buen rato hasta que finalmente, cuando el avestruz estuvo concluida y Lurzca casi sintió como iba a picotearle, no pudo más que aplaudir. 

- Es asombroso. - Le dijo la jardinero. - Lo hace a las mil maravillas. ¿Cuál es su nombre? - Le preguntó, pero el artista no respondió. Acto seguido se dio media vuelta y comenzó a podar un quinto abeto.

Jotnar se rascó la barba pensando en cómo empezar. Lo difícil ahora era sacarse de la cabeza lo del cónclave... así que intentó centrarse en que aquello era dentro de una semana y pro tanto no importaba ahora.

Pero Cocotilio andaba dando vueltas a si alrededor alzando la pala como quien baila la danza de la lluvia.

Lo detuvo poniéndole una mano en la cabeza.

El coquito continuó pero girando sobre si mismo en el sitio en lugar de entorno a él para no molestar.

Mucho mejor.

Pensó en que quizá haría algo con lo más hermoso que las distintas partes del mundo pueden ofrecer. Algo que iría en abanico tanto en altura como en colorido. O por lo menos en la medida de lo que laexoticidad de las semillas disponibles se lo permitiesen.

—Empieza preparando el terreno como te enseñé—le comentó a Cocotilio acuclillándose para hablar con él—. Comenzaremos de menos a más.

Oficio (jardinero): 20

Cocotilio se cuadró, se llevó la mano a la frente como si hiciese un saludo militar, enarboló la pequeña pala y comenzó a cavar una mini zanja con precisión mecánica: se agachaba, clavaba la palita, echaba tierra por encima del hombro, se enderazaba, caminaba dos pasitos, se inclinaba, clavaba la palita, echaba tierra por encima del hombro... Mirarle era tan hipnótico que Amessis se lo quedó mirando durante un buen rato hasta que Cocotilio llegó a su altura y tuvo que apartarse. Después cogió otra pala para imitar al coco en su labor.

La nigromante fue más rápida que Cocotilio en su labor, por razones obvias, y dejó su parte del terreno bien preparado según las instrucciones del enano. No ayudó al coco porque no quería entrometerse en su trabajo, el pequeño ayudante era muy celoso de las instrucciones de Jotnar y sensible cuando no le dejaban cumplir con la labor encomendada. La muchacha entonces dejó espacio al enano.

-¿Y ahora?

-Bilhana -respondió el desconocido con cortesía y se levantó de la silla en la que estaba sentado, a la sombra y a resguardo. Echó una mirada a sus esclavos antes de acercarse a la sacerdotisa-. Gracias, señora y sierva de Hathor -reconoció enseguida el símbolo de Nepthis mientras ella reconocía los dos círculos que lo identificaban como un lanzador de conjuros-. Alzó la maceta que tenía entre las manos para mostrarle a Nepthis su contenido-. Es mi pequeño amigo. Saluda, Cebollito.

De la maceta surgió un bulbo, una cabeza blanca con unas hojas verdes a modo de flequillo y dos ojos oscuros. Alzó una mano entre la tierra y la agitó para saludar, antes de esconderse otra vez dentro de la tierra.

-Le están creciendo nuevas capas y debo mantenerlo dentro de su maceta. Mi nombre es Iyenkhosef Fawiya al-Am, señora. ¿Es usted alguna estudiosa de la naturaleza y sus prodigios?

—Eh... no. Al contrario. Soy una ignorante en esas cuestiones —respondió Netphis, por un momento fuera de juego. Carraspeó. —. Mi nombre es Nepthis, por cierto. Cuéntame más sobre ehm... tu Cebollito, Iyenkhosef.

—Ahora a elegir lo que se planta—respondió el enano a Amessis.

Empezaría de las plantas más bajas a las más altas con lo más característico que las distintas partes del mundo poseían (o al menos lo que se encontrase entre las semillas disponibles) Algo en abanico tanto en altura como en colorido así que se puso a separarlas, ordenándolas por altura y color. Los primeros serían los lotos de Kozakura; crecían al ras del suelo y eran una de las flores más sencillas pero hermosas que había visto procedente de aquellas lejanas tierras. Blancas como si estuvieran hechas de nieve.

Gazanias, pensamientos, cóleos, arbustos de dhalias y de ásters quizá... probablemente de lo último (lo más alto) irían las flores de los nopales representando a la propia Mulhorand. La gente que opinaba que un cactus no podía ser bonito era porque no habían visto uno en flor.

Se le hacía extraño simplemente plantar un bulbo o una semilla y que creciera por arte de magia, sin semanas y meses de cuidados, ni desvelos, ni de estar pendiente si les faltaba agua o había algún invitado no deseado mordisqueándolos. Pero aun así lo haría con el mismo cuidado de si no lo hicieran.

Al no recibir respuesta a su pregunta, Lurzca fue a mirar en otra parte, en el siguiente huerto. Pasó junto a Nepthis, algo escuchó sobre una cebolla, pero no acabó de entenderlo del todo, de modo que continuó. Todos los concursantes estaban bastante apiñados alrededor del brote de la planta esa del profeta, así que no tenía que moverse demasiado para ir a mirar. En otro de los cuadrantes había otra persona con túnica, aunque no con el aspecto recio del hombre que hablaba con Nepthis. Se afanaba por dar órdenes a sus esclavos para que regasen y plantasen cosas alrededor de algo enorme que se alzaba en el centro de su huerto y que estaba cubierto con una lona.

El arcano alzó una ceja.

-¿Mi cebollito? Er... bueno, es una especie poco común, por no decir única -comentó, acariciando las hojas verdes que la criatura tenía por flequillo, mientras detallaba el tipo de especie por nombre y variante, en términos que Nepthis no podía entender. Si le hubiese dicho que había sido un accidente en su laboratorio y que aquella cebolla había adquirido conciencia, se lo habría creído de buena gana-. Entonces, ¿qué hacéis por aquí? Supongo que visitar el jardín personal del señor Ka-Mat-Ef, ¿no es así?

El jardín de Jotnar creció en esplendor y belleza en cuestión de minutos. La afanosa Amessis y el incansable Cocotilio siguieron las instrucciones del jardinero y todo salió a la perfección. El verdor creció en poco tiempo, las flores se abrieron como si estuviesen en primavera (que lo estaban), y la maravillosa composición empezó a atraer a todos los curiosos, que se detuvieron delante del jardín de Jotnar.

Oficio (jardinero): 20 +2 Nepthis +2 Amessis +2 Lurzca +4 Cocotilio = 30

En breve anunciamos ganadores :3

-Querido Jotnar -el profeta de Isis apareció entre el gentío para darle una palmada en el hombro al enano y estrecharle la mano-. ¡Espléndido! Maravilloso. No había visto nada igual. ¿Qué has plantado aquí, si puede saberse? Ven, te voy a presentar a los jueces.

Le presentó a media docena de personas de las que Jotnar se olvidó en cuanto terminó de decir sus nombres, de modo que asintió a todo lo que le decían los jueces. Los vio escribir algo en sus pergaminos antes de marcharse hacia otro huerto y repetir la misma operación.

-Tranquilo. Va a ir bien -le dijo Amessis, que llevaba a Cocotilio en brazos. Los dos iban cubiertos de tierra de pies a cabeza, como si se hubiesen rebozado en arena-. Los demás no son rivales para nosotros -añadió con una mirada afilada en dirección a los demás concursantes.

—Algo procedente de cada parte del mundo... en la medida de lo posible—suspiró Jotnar secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.

Lo cierto era que él no estaba tan seguro como Amessis, aquel trozo de terreno no era su jardín de toda la vida y se sentía torpe y extraño trabajando en él. Era parecido a la sensación de escribir con alguien mirándote sobre el hombro. No soportaba la sensación de intentar escribir y que alguien lo mirase sobre el hombro. Lo ponía nervioso.

—En realidad venía acompañando a Jotnar —dijo Nepthis con una sonrisa de esfinge—, el futuro ganador del concurso de jardines, creo.

Nepthis hizo una reverencia cortesana a Iyenkhosef.

—Effendi...

Nepthis se retiró del arcano y su cebollito para volver con el enano antes de los jueces fallaran. 

Lurzca no tenía mucho que decir. El jardín de Jontar era bonito, pero todos lo eran. No sabía muy bien que era lo que los jueces iban a valorar, pero esperaba que su jefe y amigo fuera finalmente el vencedor. Los jueces podrían primar la originalidad, la estética, el color o la dificultad de hacer crecer aquellas plantas, eso la mestiza no lo sabía, pero deseaba que Jotnar se  llevara el premio, pues había hecho un gran trabajo y habiendo visto los trabajos del resto, Lurzca estaba convencida de que el jardín del enano, si no era el mejor, si estaba entre los tres y cuatro mejores.

- Mucha suerte, amigo. - Le deseó de corazón. 

Esperaría la decisión del jurado con el corazón en el puño. Estaba nerviosa pese a que ella en realidad no participaba. No sabía como estaba Jotnar por dentro, y aunque lógico sería pensar que estaría aún más nervioso que ella misma, conociéndole, posiblemente no sintiera nervio alguno en esos momentos.

Los que debían juzgar los jardines se pasearon por los diferentes cuadrantes, terminaron la ronda y regresaron para seguir estudiando y observando. Nepthis, más avispada que los demás, se dio cuenta de que estaban haciendo más teatro que otra cosa y que el profeta de Isis pretendía que aquel concurso fuese más amistoso que una clara competición. 

La gente empezó a acercarse cada vez más a los puestecillos florales para opinar sobre las creaciones. El de Jotnar estaba bastante concurrido porque era práctico y bonito, pero aunque había personas admirando su jardín, no llamaba tanto la atención como el de los demás. Por ejemplo, el esplendoroso jardín del hechicero Iyenkhosef Fawiya al-Am atraía las miradas porque sus plantas bailaban al son de una música que él mismo había convocado. Las pequeñas rosas movian el capullo y las hojas en una danza asíncrona y su tallo oscilaba de un lado a otro como si moviesen las caderas. Nepthis miró reprobatoriamente a Amessis cuando la vio bailar al ritmo de la musiquilla y la nigromante dejó de hacerlo de inmediato, tosiendo para disimular.

Otro lugar que llamaba la atención era el huerto que Lurzca había visto antes, donde algo enorme estaba cubierto por una lona. Cuando llegó el momento, su dueño, que debía ser sin duda otro hechiero, retiró la cobertura y desveló unos grandes y gruesos bulbos rosados que, a una orden de su dueño, desplegó enormes pétalos de brillantes y hermosos colores. Los tonos pastel de aquella planta exótica no eran precisamente algo a lo que las gentes del desierto estuviesen acotumbradas a ver, por lo que contuvieron el aliento ante aquel despliegue de belleza. Jotnar estudió con ojo crítico aquella planta, pero no pudo determinar su origen. Tenía que ser de Maztica seguro, sus colores eran brillantes y sus hojas parecían hechas de seda.

De modo que cuanto más tiempo pasaban mirándola, más atraídos se sentían hacia ella y no podían dejar de observarla. La gente dejó de hacer cualquier cosa que estaba haciendo para dedicarse única y exclusivamente a mirar las flores rosas, sin fijarse en que por ejemplo los troncos eran gruesos y tenían espinas, o que lanzaban esporas al aire, o que flotaba en el ambiente un aroma dulce que saturaba los sentidos.

Todos: TS Vol CD 17 o quedaréis Fascinados. Cualquier tirada de percepción posterior si falláis esta tirada tendrá un -4.

Nepthis parpadeó y sacudió la cabeza, haciendo que su trenza bailara. Se pellizcó el puente de la nariz y recobró el control sobre sí misma. Frunció el ceño y miró en derredor, procurando no mirar a los figurados ojos hipnóticos de aquella planta. Aquello no había sido una atracción cualquiera: la sacerdotisa de Hathor sabía reconocer cuando intentaban doblegar su voluntad por medios sobrenaturales. Alguien estaba intentando hacer algo que no debía.

Y no era la primera vez que intentaban a atacar a Reseph con una flor tan hermosa como letal.

Nepthis pasa la TS Vol (21).

Nepthis elige 10 en Percepción (24) y prepara acción: si alguno de sus compañeros queda fascinado por la planta le dará un pellizco de monja para sacarle del estatus. Si hay más de un compañero afectado, empezará en este orden: Lurzca, Jotnar, Amessis.

Jotnar parpadeó al ver la planta, como amante de la profesión evidentemente le pareció preciosa... aunque enseguida notó algo extraño. Volvió a parpadear y apartó la vista de ella frunciendo el ceño. Los enanos eran como el agua y el aceite con las artes arcanas, divinas y la mayoría de cosas mágicas en general, y tenía la clara sensación de que algo raro emanaba de aquella flor. No tenía ni idea de cómo explicarlo pero sabía que no era normal.

—¡Eso es trampa!—masculló en voz baja, indignado. Buscó con la mirada a Nepthis que en aquel momento parecía estar sacudiéndose también algo de encima por el gesto que hizo—. No soy el único que nota algo raro en esa planta, ¿verdad? Es como... como que atrae o algo así.

Lo que no tenía claro si aquello se trataba sólo de un ardid para ganar el concurso fraudulentamente o iba más allá... pero en cualquiera de los casos, no le gustaba lo más mínimo.