Partida Rol por web

Los tres extraños compañeros prosiguieron su no menos extraño viaje. El camino que llevaba a las ruinas del antiguo Templo del Mal estaba muy desdibujado entre las malas hierbas y la maleza que había empezado a invadirlo. Sin embargo, observaron algunos síntoma de que éste había estado siendo utilizado recientemente, como eran alguna que otra rama rota, huellas de pisadas e incluso algunos surcos en la tierra más húmeda que podían corresponder fácilmente con los de algún tipo de carro o carruaje.

Fuera como fuera, el clima acompañaba. No hacía ni demasiado calor, ni demasiado frío y aunque la vegetación en esa zona era bastante salvaje y desordenada, así como bastante densa, aún permitía un avance rápido hacia su destino. Calculando sobre el mapa, llegaron a la conclusión de que podrían estar en el lugar en no más de dos o tres horas, lo cual no era más que un paseo para aquellos tres viajeros que venían de tan lejos y con tan diversos objetivo.

Tras la primera hora de viaje llegaron al linde del bosque y entonces el camino giraba hacia el este bordeando el mismo bosque. Era allí cuando la arbolada se hacía especialmente densa y la oscuridad del bosque que dejaban al sur en su trayecto, se hacía patente. Aquel bosque de altas coníferas no dejaba pasar prácticamente la luz del día hasta el suelo y en el firme crecían musgo y líquenes por doquier. No conocían que tipo de criaturas debían morar en su interior, aunque tampoco les importaba, pues no era su destino, aunque al pixi oscuro le recordó bastante a su no tan añorado hogar.

Fue entonces, cuando el enorme insectoide se percató de algo e hizo detener el avance del grupo con una seña. A un lado del camino, tomando la sombra bajo unos enormes árboles, se hallaba lo que parecían ser dos enormes criaturas musculosas, con una gruesa piel cubierta de bulbos verrugosos y feas como el culo de un orangután. Vestían con ropas harapientas creadas con pieles de animal y lucían unas cabelleras largas, desaliñadas y grasientas, tan sucias como el resto de su hediendo cuerpo. Dichas criaturas, parecían estar calentando un enorme caldero a las brasas de una hoguera. Se encontraban junto a una tercera criatura. Un humano atado a un árbol que parecía maltrecho y golpeado.

Las sombras de los árboles jugaban a hacer figuras en el suelo con la poca luz que se colaban entre las hojas, y a pesar de encontrarse en un bosque tan denso, la brisa batía en todas direcciones haciendo que el calor característico de aquel lugar se dispersase. El pixi miraba su mapa y señalaba el lugar donde debería estar el camino que los llevase al templo y el insectoide a su vez, inspeccionaba la zona hasta encontrar indicios de dicho camino, este no fue muy difícil de seguir ya que habían muchos señales que lo marcaban de una u otra manera.

Durante el camino como era ya costumbre, Glynmaer habló de todo un poco mientras que que Krath-Tk hacia solo gestos o señales para que lo siguiesen, llevados ya una hora de viaje en ese te son cuando la un olor a humo le hizo detenerse - silencio - les dijo entre susurros, - parece que tenemos compañía - aún sin llegar a ver de donde provenía, decidió seguir dicho olor hasta que sus ojos saltones vieron entre la maleza a dos enormes criaturas a punto de preparar su cena, quien por lo visto era un desdichado humano, con uno de sus brazos les indica que se detengan y después de valorar la situación les dice - vamos por otro camino, esto no nos incumbe -.

Dedico buena parte de la mañana en explicarle a Himmble qué clase de lugar horrible es Hommlet; con sus casitas con tejados de pizarra, con sus paletos inofensivos, con sus viejos depravados, con sus taberneros estúpidos, con su odio irracional hacia los insectos, con su manía por ponerse cubos de fregar en la cabeza...

Puede que muchas de las cosas que le cuente no sean del todo verídicas, pero es que casi no consigo distinguir qué me ocurrió realmente allí y qué recuerdos ficticios he ido creando con el paso de los días.

Es entonces cuando Krath-Tk nos da el alto y nos informa de una amenaza en las cercanías, un par de criaturas que están preparando el almuerzo. Como todo el mundo sabe que la gente con el estómago vacío se pone de muy mal humor, yo decido hacer caso a mi insectoide amigo y pasar de largo; no sea que nosotros terminemos siendo el postre de esta fea pareja.

Himmble tiene pinta de ser de lo más apetitoso y prefiero no tentar a la suerte.

Fue al alejarse unos cuantos metros del lugar donde los ogros habían montado su campamento, cuando surgió de la maleza un nuevo personaje. Se trataba de un humano veterano, de larga cabellera gris a juego con su también larga barba gris. El hombre lucía una reluciente coraza, sobra la cual reposaba un sucio y raído tabardo con el símbolo de Torm bordado en el centro.

Su mirada oscura miraba con determinación en dirección al campamento ogro. Agarrando la empuñadura de su enorme mandoble con la diestra, parecía dispuesto a cargar en solitario contra aquellas criaturas grotescas de ser necesario. Sin embargo, posó una mano sobre le hombro de Himmble y miró a la criatura insectoide sin asco u odio, sino con ¿orgullo? Fue entonces cuando señaló al pixi oscuro con la mirada y asintió.

- Torm os ha puesto en mi camino para que la atrocidad que esos demonologistas quieren hacer con esa dama, sea evitada. - Les dijo entonces en un murmullo. - Xaod, pladín de Torm. ¿Sus nombres, ilustres caballeros?

- ¿Qué dama? - Preguntó Questin. - ¿Demo... qué? - Preguntó contrariado el mediano. - ¿De qué carajo habláis buen señor?

Sí, Questin Himmble parecía no entender nada y eso era porque no lo entendía. Él había visto a dos feos y deformes ogros y no a dos... lo que fuera que había dicho aquel tal Xaod y éstos tenían cautivo a un joven y no a una dama. Aquel paladín de Torm, o era miope o era idiota.

Me llevo un susto de muerte cuando veo aparecer de entre la espesura a un viejo humano con un espadón tres veces más grande que yo. Mi impresión es tan mayúscula, que no alcanzo siquiera a hacerme invisible. Tenía mi atención puesta todavía en la pareja de ogros y ni se me había pasado por la cabeza que pudiéramos ser sorprendidos por el otro lado.

Sin embargo, el sobresalto inicial da paso a la risa histérica fruto del nerviosismo al darme de cuenta de qué está pasando. No tengo ni la más remota idea de a qué se dedica un paladín de Torm pero está claro que este viejo está trasnochado y/o ebrio y nos ha confundido vete tú a saber con qué.

Las caras de mis compañeros y la situación me resultan tan cómicas, que no puedo evitar seguirle la corriente al anciano:

—Soy el embajador de su excelencia el Príncipe Verdinal de Bosque Nudoso y estos son mis alegres escoltas —respondo, con una teatral reverencia—. Viajamos en una importante misión de reconocimiento a las ruinas de un antiguo templo de la región y lo hacemos con un poco de prisa. Pero teniendo en cuenta que a nadie le gustan los demonologistas y que Torm en persona nos ha puesto en vuestro camino, sería una falta de respeto por nuestra parte pasar de largo, ¿verdad?

»Además, estoy convencido de que un honorable caballero como vos, estará deseoso de saldar la deuda de honor que contraeréis por nuestra inestimable ayuda en un asunto tan capital como el que os ocupa. Así que contad con nuestra ayuda que ya tendréis ocasión de devolvernos el favor más adelante.

Estoy deseando descubrir cómo termina esto, pero ya sea con nuestra victoria o con la muerte del anciano, habrá merecido la pena después de la aburrida jornada de ayer en Nulb.

No alcanzo a dar un quinto paso en dirección contraria a los ogros cuando un humano entrado en años interrumpe su avance, se trataba de un paladín de Trom, un bonachón, protector de débiles, seguidor y ejecutor de leyes, su sola existencia le hacía hervir la sangre pero, por otro lado podría ser una buena ofrenda para su dios Bane.

Aguantando las ganas de matarle ahí mismo, se queda escuchando las sartas de mentiras que mascullaba el pequeño pixi, era increíble cómo armaba toda una historia con tan poco tiempo y que le saliera tan natural, estuvo a punto de reír cuando lo vio haciendo la reverencia, sin duda tenía a todo un personaje como compañero y muy a pesar de querer saldar su deuda para con él, algo tenía muy seguro Krath-Tk y era que jamás iba a unir fuerza con un paladín y mucho menos si era seguidor de Trom, a aquel anciano solo le esperaba la muerte sea por mano de los ogros o por su propia mano.

A la pregunta de Xaod le responde - puedes llamarme Tk - dijo solo la segunda fracción de su nombre al recordar cómo casi se muerde la lengua Glynmaer a la hora de intentar pronunciarlo completo, - estoy más que seguro que el destino quiso cruzar nuestros caminos - obviamente sus intenciones y deseos eran completamente diferentes al del paladín ​​​​​​- pero antes de enfrentarnos a aquellos ogros, ¿podrías hacer algo con mis heridas? - reía por dentro ante tal escena, un seguidor de Trom curando a un seguidor de Bane solo para que este esté en condiciones para matarlo.

- No soy avezado sanador, mi señor, pero algo si puedo hacer por usted. - Le dijo muy seriamente. - Sin duda las heridas que presentáis son graves. Los peligros del camino son muchos. 

Acto seguido se acercó a Krath-Tk y murmuró una oración hacia su dios patrón, aunque prácticamente ni salió una sola palabra de sus labios. Sus manos se iluminaron y acto seguido las impuso sobre el insectoide. Las heridas de Krath-Tk empezaron a sanar al momento y éste se sintió recuperado.

- Es todo lo que puedo hacer por usted en este momento, Lord Tk. - Le dijo silencioso. - Y ahora, ¿llegará el momento del justo castigo para esos dos demonologistas? - Les preguntó ansioso por una respuesta.

Al parecer todos estaba dispuestos a enfrentar a aquellos ogros aunque, todos por razones diferentes. A la pregunta del paladín le responde - te sigo, carga contra cualquiera que yo cargaré contra el otro - al insectoide le gustaba ver correr sangre, la batalla, los retos y aquello se convertía en eso; quería matar al paladín pero antes debía percatarse que tan diestro era y que mejor ocasión que verlo enfrentarse al mismo enemigo al que él se enfrentaría, ya podía imaginarse el rostro del viejo cuando “ganaran” aquella batalla solo para morir bajo la mano del que minutos atrás había curado.

Todo apunta a que finalmente sí nos las veremos con la pareja de glotones ogros, trolls o lo que sean y estoy convencido de que eso les pondrá de muy mal humor. No tengo la menor intención de encontrarme cerca de sus armas cuando eso ocurra así que mi intención es volar para situarme por encima de sus cabezas unos 10 metros y desde esa altura, lanzarles mis rayos mortíferos. Solo espero que mis compañeros en tierra sean capaces de aguantar el tiempo suficiente mientras yo me ocupo de lo difícil.

Mientras Glÿnmaer comenzaba a sobrevolar las cabezas de los ogros, Xaod y Questin se miraron y como si se conocieran de toda la vida, hablaron entre ellos sin articular palabra. Un intercambio de miradas y gestos bastó para saber que era lo que iban a hacer y pronto se pusieron en marcha.

Los ogros, al ver como una especie de insecto feérico sobrevolaba sus cabezas, posaron la mirada en el cielo y quizás por ello, desprevenidos ante el ataque que estaban a punto de sufrir, no se percataron de que el mediano y el anciano se acercaban a ellos con claras malas intenciones. 

Xaod, armado con su mandoble inició una carga contra el ogro que tenía más cercano. Pese a la edad que tenía aquel hombre era rápido y potente. 

- ¡Por Torm! - Gritó mientras cargaba. - ¡Aaaaaaah!

Y el mandoble impactó duramente contra el cuerpo del ogro causando una herida muy seria en la espalda del mismo.

Questin se movió sigiloso y a la espalda del ogro. Para cuando gimió de dolor debido al impacto del mandoble del paladín de Torm, ni le había visto. Lo que si sitió fue la punzada entre las costillas del espada larga que el mediano portaba a dos manos.

- ¡Muere cerdo! - Le gritó con rabia y una furia desmedida aquel pequeño ser lleno de cicatrices.

El humano que se encontraba atada a un árbol alzó la mirada. Se le veía derrotado y muy malherido, pero al ver como alguien había acudido en su ayuda, un hilo de esperanza se dibujó en su mirada.

- ¡Socorro! - Exclamó. - ¡No me dejen aquí! - Suplicó. - ¡Estos seres quieren comerme, joder!

Aquel paladín de Trom iba a ser un hueso duro de roer, ni más cargo contra el ogro y vio como con el mandoble que blandía castigaba fuertemente la dura piel de su enemigo, debía tener cuidado y ser más astuto para poder llegar a matarle, de momento seguiría el plan y después vería como poder eliminarle.

Sin quedarse atrás se mueve levemente para quedar alineado con el otro ogro y sale cargando contra este, sus fuertes piernas acortan la distancia en un parpadeo y antes que el ogro pudiese si quiera notarlo, ya el insecotide había clavado sus cuatro garras en su verdoso cuerpo; en ese momento sucedieron dos cosas, la primera fue que el contacto de la sangre hizo que sus garras brillaran tenuemente en un color verde opaco curando así parte de sus heridas, lo segundo que ocurrió fue que justo antes de sacarlas emergieron de estas unas pequeñas  llamaradas, quemando y ennegreciendo el lugar de impacto. Quiso aprovechar la conmoción del ogro intentando morderlo a la altura del cuello pero este reaccionó mucho más rápido evitando fácilmente los colmillos de Krath-Tk.

Krath-Tk acabó fácilmente con el ogro que estaba ya malherido gracias a dos de sus tres inesperados compañeros de aventuras. Había sido un combate sencillo, más de lo esperado. Quizás incluso podrían haber derrotado a aquellos dos enormes ogros sin la ayuda de Xaod, pues Questin también se había revelado como un muy buen luchador pese a su pequeño tamaño. Aunque como bien dice el refrán: no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo.

Y todavía quedaba en pie uno de aquellos feos ogros, quién por cierto, se acercó a Xaod con intenciones de aniquilarlo y alzando su clava trató de aplastar al paladín de Torm. El golpe iba con fuerza y no del todo mal dirigido, pero el viejo humano pudo esquivarlo sin demasiado problema. Krath-Tk tenía razón creyendo que aniquilar a ese hombre no iba a ser cosa fácil.

- ¡Aaaarg! - Gruñó deseperado y lleno de rabia el ogro.

Xaod vio como el primero de los ogros acababa derrotado y como el otro trataba de golpearle sin ningún éxito. Apretó los labios y le miró con el ceño fruncido. Acababa de firmar su sentencia de muerte. 

- ¡Por Torm que no saldrás indemne de ésta! - Le amenazó.

Dando un paso adelante, descargó un fuerte golpe contra aquel enorme humanoide y el filo del arma del paladín se hundió en el antebrazo del ogro, abriendo una profunda herida que de inmediato empezó a sangrar.