Partida Rol por web

La misión ya era clara y concisa. Hans permaneció callado a la espera de cualquier otra cosa. No tenía ganas de decir nada, habían venido a quitarle la cena y a mandarlos al otro lado del frente a rescatar a un oficial.

“Genial” pensó con sarcasmo. “Al menos quizás tenga la oportunidad de ver un T34 de cerca… sin que este agujereado o intentando matarnos.”

Aunque eso de que no intentaran matarlos seria durante los 3 primeros minutos, ya sabía perfectamente lo que ocurriría después.

Ziska dirige a Luidl una mirada de rencor absoluto. Te ha faltado tiempo para ofrecernos de carnada, cabrón.

Dice en tono monocorde:

- Según la Convención de Ginebra, si nos pillan llevando uniforme enemigo tienen derecho a fusilarnos. En la primera guerra los suicidas... digo infiltrados se ponían bajo el uniforme enemigo su propio uniforme para quitárse rápidamente el disfraz si eran rodeados. Claro que ese truco no servirá de nada, porque la Unión SOviética jamás ha firmado la Convención de Ginebra.

Si alguno le mira extrañado comenta:

- ¿Qué pasa? en el barco de vuelta de Creta solo había ese libro, y le eché una leída.

Antes que nada pido permiso para hablar dando un paso adelante. – dejare todas mis pertenencias menos mi pipa de rutina pero me gustaría que guardase esta navaja y esta otra pipa. Son efectos personales de gran valor sentimental. Si una bala me aguarda del otro lado del Don preferiría que esos dos objetos sean para usted ya que aparte de mis buenos compañeros no conozco a nadie mas tan de cerca. La navaja es para tallar madera. – extiendo mi mano derecha con la pipa y la navaja con la esperanza que Oberleutnant Kleist acepte.

La mierda estaba sobre la cintura y ahora llega al cuello. ¿Que mas da hacer un berrinche por una misión suicida? Después de todo para eso existe el Z.b.v 333. Era cuestión de tiempo y la verdad es preferible a los grilletes y el frio de Siberia.

Antes que nada pido permiso para hablar dando un paso adelante. – dejare todas mis pertenencias menos mi pipa de rutina pero me gustaría que guardase esta navaja y esta otra pipa. Son efectos personales de gran valor sentimental. Si una bala me aguarda del otro lado del Don preferiría que esos dos objetos sean para usted ya que aparte de mis buenos compañeros no conozco a nadie mas tan de cerca. La navaja es para tallar madera. – extiendo mi mano derecha con la pipa y la navaja con la esperanza que Oberleutnant Kleist acepte.

¡Por favor que acepte! Imploro en pensamientos a todos los dioses mientras aguardo por su respuesta. No deseo dar mis cosas  a intendencia para que luego las vendan o las usen de apuesta en un juego de cartas. La pipa y la navaja es lo único que me ata a mi familia y me trae los mejores recuerdos de aquellos tiempos.

La mierda estaba sobre la cintura y ahora llega al cuello. ¿Que mas da hacer un berrinche por una misión suicida? Después de todo para eso existe el Z.b.v 333. Era cuestión de tiempo y la verdad es preferible a los grilletes y el frio de Siberia.

Quejarme no servirá de nada. Lanzar ironías al superior incorrecto tampoco. Lo único que servirá en todo esto es sobrevivir. Simplemente sobrevivir como sea posible. Llegar en una pieza al jodido castillo y meterle un pepinazo al desgraciado de la foto. Pero eso de matar se lo dejare a uno de mis compañeros. Hay más de uno que lo haría sin pensar dos veces. Lo veo en sus rostros.

Bien soldado. Kleist volvió sobre sus pasos y tomó la pipa y el resto de objetos personales. Espero de todod corazón pode devolverselos en unso días. SIgnificará que los dos - Usted y yo - seguimos vivos. ¿Alguna cosa mas?¿Preguntas? - preguntó mirando al resto de la sección.

Ziska considera todo un disparate. ¿Siete hombres contra una fuerte posición enemiga? Quizá pasó demasiado tiempo en América, porque empieza a decir su opinión libremente:

- Mi teniente, creo que todo esto es un...

"Disparate", va a decir. Si se ha perdido un oficial con los planos, cambiad los planos, puñetas. Seguro que la NKVD* ya le ha sacado los mapas, los planes, las tripas y un ojo. Pero se interrumpe al oír a Von Bray y Bauer tan decididos. Nunca me harán caso.

Cuando Kleist pregunta si puede hacer algo por ellos, va a coger la ametralladora mecánicamente, como un autómata. La tiene en brazos cuando consigue contener su ira. ¿Qué si puedes hacer algo, dumbkopf? Claro, te daré una carta para mi novia judia, para que mandes a la Gestapo a por ella. Pero si le mata ahora, los demás se le echaran encima.

Ziska se pregunta si podría matar a ese teniente. Va de buen tipo simpático, pero luego les manda a una misión suicida tan tranquilo. Seguro que en el fondo no cree que podamos conseguirlo. Pero se quita el marrón mandando a unos convictos como nosotros. Siete idiotas sin siquiera ropa de invierno contra todo un batallón ruso. Siete idiotas a los que nadie echará de menos.

O sea, mira a ese mamón de Kleist haciéndose el simpático con Falkenhagen. Habrá tirado tus cosas a la basura antes de la cena, iluso.

Debería seguir a Kleist por la trinchera hasta un lugar apartado. Clavarle un puñal en las costillas. Robarle las botas, como hacen los merodeadores rusos. Nadie espera que un alemán mate a otro alemán.

Juguetea con la idea unos momentos...

Tengo el cuchillo. Tengo la oportunidad. Tengo el odio. Odio a todos los oficiales que me han metido en esto. QUe me han hecho tan desgraciado.

Bien. Hasta pronto señores y mantengan los ojos bien abiertos durante la guardia.

Kleist desparece de vuestra trinchera

El cabo ignoró las miradas de sus compañeros. Él los llamaría amigos. Al fin y al cabo se habían salvado la vida innumerables veces los unos a los otros y estando al mando tenía que confiar en ellos, incluso en el nuevo. La misión era una mierda. Estaba claro. Eso se les notaba a todos en la cara, incluso a él. ¿Uniformes rusos? Puff... La próxima vez que el mayor se perdiera podía llevar un cordelito atado al pene del General, al menos así sería más fácil encontrarlo.

Cogió el mapa y tuvo un pensamiento para Carl Weiss. Aquel cabrón austriaco sabía leer bien los mapas; una pena que fuera un insensato. Ahora estaba criando malvas en algún lugar del Mediterráneo; mejor para él, seguro que estaba más contento que ellos en el frente oriental. En fin, tocaba la motivación.

—Ya han oído todos al Oberleutnant Kleist. Tenemos una misión y comienza mañana bien temprano. Apilen las cosas que llevaremos a intendencia que no quieran cargar consigo. Milchmann, encárguese usted de entregarlas mañana al alba, por favor. Tome nota de las tallas y si hay uniformes rusos nos los pondremos... Falkenhagen, demuestre que sirve para algo en este grupo y mañana recuerde preguntarle a Kleist por la contraseña de pasado mañana, si yo mismo lo olvido. 

Hizo una pausa, rebuscando algo dentro del amplio abrigo que llevaba encima del uniforme de verano, antes de continuar.

—La guardia de hoy será ligera. Sven, organice los turnos según indico antes el cabo von Bray e inclúyame a mi. Y mientras... — añadió sacando dos botellas bastante grandes de un líquido casi transparente, vodka. Le tendió una a Rademacher y otra a von Bray mientras sacaba unos vasos también del bolso. Cristal. Todo un lujo en una trinchera. — Démonos un pequeño capricho antes de partir a salvar el culo apretado del maricón de Hettich. Ziska, sonría un poco, por favor. ¡Hasta la victoria! ¡Salud! ¡Prost! Vashe zdorovie! 

Los miró uno a uno mientras bebían. Esta vez volverían todos se juró a sí mismo.

- Está bien, queridos míos. Ya habéis oído al jefe. Anda Hans dale un par de tragos rápidos a eso y vete a tu puesto. A continuación vas tu, Jhon. Detrás tu, Ziska. Yo te relevaré después. A mi lo harás tu Falken...hanen o... Falkenagehn. Bueno tu.- Dije señalando al nuevo. - A él lo hará Wolfram y por último, el jefe. Y si todavía estamos vivos y aún queda noche... volvemos a jugar.

Dicho lo cual, pedí una de las botellas. - A ver si aprendo algo de ruso. Quien sabe, quizá encuentre una bonita casa con huerta donde quedar a vivir.

Miro el vaso de cristal y luego miro la botella todavía sin salir de mi asombro. Vaya que la pasan grande estos tipos. Dejo todo mi equipo apilado con esperanza de volverlo a ver. Esto de la guerra hace que te encariñes con tu arma, hasta con el caso porque incluso los piojos suelen ser un objeto personal pero que importa ahora… – Mañana le preguntare a Kleist, puede contar con ello. – le respondo con celeridad a Luidl para luego volver a mi sitio tras beber una medida e vodka, disfrutar del cristal y devolver la copa porque me dispongo a dormitar hasta el turno de Bauer. 

25 DE NOVIEMBRE DE 1941

2:00hs - POSICIONES ATRINCHERADAS AL OESTE DE ROSTOV - 26ºC BAJO CERO - SIN LUNA

La noche discurre tranquila. Los turnos de guardia son cortos para evitar quedarse congelados.

Vigilar el Don en la oscuridad (que está frente a vosotros al sur)  no es una tarea envidiable precisamente. La trinchera congelada totalmente tiene solo un metro de anchura, 2 metros de profundidad y serpentea casi continua por el frente.

En vuetro flanco izquierdo se interpone un pequeño promontorio de apenas 2 metros de alto cubierto de alambre de espino y alguna mina. Es roca pura y la trinchera lo rodea por la parte de atras durante unos 8 metros para seguir enlazando con el resto de linea fortificada donde otro pelotón vigila el frente. Parte de la misma circula ligeramente por debajo de un saliente rocoso del promontorio al que se ha añadido unas ramas para que quede de esta manera cubierto. Un telefono de campaña ha sido instalado en esta zona.

En vuestro flanco derecho otro pelotón toma el relevo. Su trinchera es algo más ancha en el centro y un muro derruido de una antigua edificación les proporcionan una techumbre bajo la que un pequeño fuego sirve de punto de reunión.

Repentinamente varias piezas de artilleria abren fuego al unisono. Es una salva muy sincronizada..... pasan los segundos....y estallan lejos de vosotros. Toda la linea se asoma a mirar que sucede ¿alguna escaramuza quizás?. Solo 15 segundos despues una segunda salva.... segundos que pasan y los proyectiles vuelven a caer sobre el congelado Don.

Entonces recibis una de esas experiencias vitales que nunca olvidareis. Un estrépito indescriptible de cientos de piezas de artillería abriendo fuego al unisono. El ruido es impresionante, ... pasan los segundos..... y una tormenta de nieve se levanta del Don al recibir el impacto de los proyectiles. La artillería rusa abre fuego a discreción tras las dos primeras slavas que eran para calcular el tiro de todas las piezas sin derrochar munición. Afortunadamente los primeros proyectiles fallan el tiro y caen a unos 25 metros delante de vuestra posición con un fuego casi continuo y un ruido tan impresionante que solo permite comunicarse con gestos.

Al dia siguiente seria el principio del fin, dejaría todo lo que me identificara como Alemán, y me pondría todo lo que me identificara como un cerdo espía, pero es lo que había, o hacías eso, o no pasarías ni la primera linea de trincheras. en fin Luidl como últimamente trajo cosas de sorpresa, pues había echo amistad con alguno y el trueque se le daba bien, por lo que aparecieron unos vasos de cristal y 2 botellas de vodka que hicieron las delicias de grupo. No solía beber, pero desde que llegamos a Rusia me había aficionado, ya no solo por olvidar por 5 segundos la mierda donde estábamos metidos, sino por quitar la sensación de frio por un instante, aunque no fuera real. Los turnos se pusieron y me coloque en el puesto de vigía cuando correspondía, rotando rápidamente para evitar el congelarse, así hasta que una salva de obuses nos despertaron, luego otra y otra, esta ultima mas cerca, y después vendrían otras como de costumbre, rápidamente mire a los hombres para ver si alguno necesitaba mi apoyo ante las andanadas de obuses que nos iban a caer, pues nunca sabias el efecto que podrian producir en ti, aveces incluso el soldado mas curtido lloraba como una niña en el fondo de una trinchera, y otras un novato se lanzaba al ataque contra posiciones fortificadas con una granada en la mano, cosas que pasaban. En la guerra no sabias como reaccionarias hasta que sucedian las cosas.

ANTES DEL BOMBARDEO

Ziska ve como se aleja Kleist y lo sigue con la mirada... Dentro de su abrigo, aprieta con tanta fuerza su afilado cuchillo que se le marcan las venas del puño y tiene los nudillos blancos como la tiza.

Cuando le dan el vaso con el licor, lo mira unos instantes como si fuera una rata muerta, luego lo tira por encima de la trinchera. Dice con voz casi apacible.

- Luidl, la próxima vez que pidan voluntarios, preséntate tu solo y no nos lies a los demás. Por favor. Bastante desgracia es que nos toque compartir esta cloaca. Ya sólo falta que nos arrastres a otro intento de conseguir la Ritterkreust postuma. Te hiciste el ubermenscht en Creta  y no nos dieron ni un puro.

Tras esto, se sienta en un rincón y no abre la boca digan lo que le digan.

Matar oficiales s muy complicado. Quizá debería empezar por suboficiales.

DURANTE EL BOMBARDEO

Se siente tan a gusto después del corte de mangas que ni siquiera se molesta que empiecen a bombardearlos los rusos. Se pone a cubierto casi sonriendo. Se le ocurre entonce suna cosa:

- Igual es el preludio a un contraataque.

-¡Nunca me va a gustar esta puta mierda!- voceo Hans, pese a que sus palabras se perdieron en la inmensidad del ruido que generaron los cañones.

Agazapándose contra la trinchera echo mano al arma y la preparo. Un subfusil no era lo mas idóneo para defender una trinchera pero no sabia usar otro arma... Miro al cielo y vio como el fuego ruso iluminaba el telón negro que se había cernido sobre ellos durante todo el invierno.

"Espero que esta gilipollez les cueste el que detecten la posición de las putas artillerías y las bombardeen de vuelta" pensó buscando con la mirada a Wolfram.

Mire a mi compañero de Panzer y recordé todos los cañonazos que habiamos escuchado mientras avanzábamos por el desierto, le sonreí, el tenerlo allí, aunque fuera en aquella mierda de trinchera me daba tranquilidad.

Lo peor de la artillería es el silbido de los obuses previo al impacto. Un viejo Oberleutnant veterano de la gran guerra decía que había que prestar atención al sonido porque indicaba donde caería el proyectil. No creo que cuente ahora porque miles de proyectiles caen al unísono en todo el frente y la tierra vuela por los aires. Si sobrevivimos a esto seguramente mañana no reconoceremos el paisaje.

Sin mucho que hacer ante la lluvia de muerte, me cubro lo mejor posible en la trinchera y extiendo una mano hasta tocar en el hombro al camarada contiguo a mí. No sea que alguno se extravíe durante el bombardeo. 

No me gusta esta misión, yo soy un explorador y cuando era sargento siempre había enseñado a mis soldados a luchar tras la fuerzas enemigas, pero con el honor de morir con nuestro uniforme, no como putos espías.

Para colmo ahora empieza uno de los ya famosos bombardeos masivos rusos -¿no se les acabará la munición?- Desanimado, con el ruido de las primeras bombas me agacho buscando la fútil cobertura de la trinchera, pero según noto como van acercándose comprendo que aquí dejaré mi vida, que ya no volveré a ver a mi mujer ni mis hijos y me escondo en lo más profundo de la trinchera hecho un ovillo, con la mirada puesta en la única foto que tengo de ellos.

 -Joder, joder, joder- es lo único que puedo articular

En mitad de la noche se desencadenó el fin de los tiempos, otra vez. Los rusos comenzaron a lanzar salvas de artillería sin parar.

Normalmente no tenía problemas para mantener la calma, pero esta vez el sobresaltado despertar al que me tuve que enfrentar, hizo que me comportase como un chiquillo.

No se si fueron los nervios acumulados, el susto repentino o qué se yo. El caso es que me encontré en el suelo de la trinchera con la cara contra el barro helado y sin capacidad de reacción. No pensaba en nadie en particular. Esta vez lo único que hacía era esperar el fatídico final que en breve debía de llegar en forma de pepinazo.

El combate era más motivador que estar comiendo barro empujando un carro de combate, así que Luidl, quizá espoleado por una nueva misión y por el vodka ruso, reaccionó rápido ante el bombardeo. Comenzó a dar órdenes precisas que esperaba tranquilizaran a sus hombres y se sintió más firme.

—¡Vamos, Matilders! Ya las hemos visto peores ¡Cúbranse! Preparense como ya saben ¡Esto es pan comido!

Philipp se agachó para evitar un montón de tierra y nueve que salía volando hacia la trinchera, buscando protección.

—¡Tenemos que sobrevivir para salvarle el culo al maricón del Mayor en unas horas! Así que no se separen de su sombra: Rademacher, Bauer. Wolfram, Milchmann. Falkenhagen, Ziska. ¡Cuidado! ¡Agáchense!

Ziska intenta tranquilizar un poco a Bauer.

-Bauer, tranquilo. ¡BAUER! Cuenta las explosiones. ¿me oyes? Cuéntalas.- le pone una mano en el hombro.- Contemos juntos: una...- el suelo tiembla.-... dos... T-TRES! - esta ha caido cerca.

AFankenhagen:

- Oye, necesito un servidor para la ametralladora. No es nada complicado: tu sólo vete sujetando la cinta así.- hace el gesto con las manos.- Para que vaya pasando fluidamente de la caja al arma. ¿Lo has hecho en la instrucción? Es imprescindible, si no se me encasquilla y los ivanes se cenan con nuestros huevos (TRANQUILO, Bauer, era un chiste).