Partida Rol por web

Nachi se encontró de repente en el bote, con un remo en cada mano y viendo las amniobras de alejamiento del barco. No había nadie para despedirse. Estaba solo.
Pero tampoco eso era nuevo. Había estado solo la mayor parte de su vida. Exceptuando la experiencia en la fundación, con gente de su misma edad. Fue bonito, pero nada dura para siempre. Aunque la manada es agradable hay veces que hay que cazar en solitario.

Veamos, esto no debe ser tan dificil.

Nachi se puso manos a la obra. Al principio remaba desacompasadamente, y eso hacia que el bote apenas se moviera. Pero poco a poco fue cogiendole el tranquillo. Por fortuna lo más duro fue al principio, cuando todavía tenía fuerza. Luego la propia marea le ayudaba a acercarse. No donde él quiería ir, pero sí hacia la costa.

Venga, un poco más. Si no puedo llegar hasta la costa no podré empezar mi verdadero entrenamiento. Y pienso volver sí o sí con la armadura.

Parecia imposible que un chiquillo pudiera lograr semejante hazaña. Pero este no desfallecia. Y poco a poco se acercaba hacia su meta.

La estancia en el barco debería haber abotargado los sentidos de Nachi, y haber entumecido sus músculos. Sin embargo, el joven se había sorprendido a sí mismo, cuando, tras descender al bote de remos, y a pesar de la cantidad de veces que hubo de asom,arse por la borda a vomitar durante la travesía, comenzó a bogar.

El joven aferró con firmeza los remos. Aunque nuca había realizado una tarea similar, instintivamente adoptó un ritmo seguro, sin prisa pero firme.

Sin embargo, las corrientes en aquella zona cercana a la costa eran muy traicioneras, y pronto el joven comenzó a sentir cómo las mareas pujaban en su contra...

Aunque al principio parecia que lo estaba consiguiendo, el cansancio finalmente hizo mella en Nachi. Había estado a punto de llegar un par de veces. Pero así como al principio la marea le ayudó a avanzar, a medida que se acercaba a la costa, esta le hacia formzarse más.

Vamos Nachi tú puedes. Puedes lograrlo, no te vas a rendir ahora ¿verdad?
Olvida el hecho de que estás hablando solo. Concentrate en remar.

Nachi sabía que debía remar más fuerte, y estaba convencido de que lo hacía en la dirección correcta. Pero entonces ¿porqué parecía alejarse más y más de la costa? Por fin, el joven se percató: había quedado atrapado en una corriente, una de las muchas que parecían arribar a la orilla y rebotar contra el fondo marino, provocando extraños movimientos.

Si no salía de esa corriente, estaría en verdaderos apuros...

En cuanto Nachi se dio cuenta de lo que sucedia su cerebro trabajó a toda prisa. No podía aguantar ese ritmo mucho más, por lo que tenía que salir de la corriente ya.

Paró un momento y se fijó en la dirección que llevaba la barca, luego con renovado impulso volvió a remar.
Al parecer funcionaba. No se había dejado llevar por el pánico y había pensado con claridad.
Y ahora poco a poco volvía a ver más cerca la orilla.

Lo conseguiré, ya lo creo que lo conseguiré.

Una vez en tierra, mareado y jadeante, Nachi se desplomó en el suelo. La arena era tan fina como el polvo, y la humedad del ambiente hacía que se pegara por todo su cuerpo. El viento comenzó a soplar, transportando las nubes de tormenta hacia el Sur.

De repente, Nachi se incorporó. Aunque no lo había visto venir, junto a él, o mejor dicho, a su espalda, se encontraba el ser humano más extraño que jamás había visto: un aborígen enorme, altísimo. El hombretón portaba un bastón de su misma altura, y vestía un taparrabos como única prenda.

Más parecía un gigante escuálido que un humano, y lo miraba fijamente, con el ceño fruncido.

Apenas había podido llegar a tierra. Nada más pisar suelo firme cayó en la arena agotado.

Un momento. Sólo descansaré un momento y luego seguiré.

Pero un sexto sentido le dijo a Nachi que tenía que levantarse, cuando lo hizo descubrió que no estaba solo. Un aborigen de la zona (o eso creia él) estaba delante suyo. Y no parecia tener cara de buenos amigos.

A pesar de su cansancio Nachi se preparó para pelear, pensaba vender cara su vida. Pero una vez más la razón se impuso.

Un momento, un momento, no tiene por qué ser un enemigo.

Ummm. Hola. Acabo de llegar y estoy hambriento y cansado. ¿No tendrás algo de agua verdad? Me muero de sed.

El recién llegado observó a Nachi y enarcó una ceja. Después, se acercó hasta una pequeña planta que crecía cerca de la orilla, una especie de junco bulboso muy grueso.

El hombretón aferró con ambas manos el taallo de la robusta planta, y con un esfuerzo que Nachi apreció por cómo las venas de su cuello se tensaron, la partió por la mitad.

Agua  dijo señalndo el espacio que quedaba en la mitad de planta aún pegada al suelo, mientras él mismo bebía de la parte superior sesgada, como demostrando que no era venenosa.

Tomando nota mental del tipo de planta que era para futuras emergencias, Nachi se acercó deprisa. Se estaba agachando para beber cuando se detuvo un instante.

Gracias.

Y luego se arrodilló y se dispuso a beber, tras la ardua tarea que había realizado le parecia el nectar más sabroso del mundo (aunque tampoco es que hubiese probado muchas más cosas en su corta vida).

El fornido indígena esperó hasta que Nachi hubo acabado de beber. Después, con su bastón kilométrico, hizo un ademán hacia el interior, como invitándo al joven huérfano a adentraarse con él en la estepa.

Una vez saciada la sed, Nachi pudo volver a preocuparse por otros asuntos. No sabía realmente donde estaba ni donde tenía que ir. Solamente sabía que había venido a ganar la armadura del Lobo y no se iría de allí sin ella.
Se tomo un tiempo en examinar a su buen samaritano. Este le señalo hacia el interior.

Bueno, realmente no sé donde tengo que ir, así que supongo que será tan buen lugar como cualquier otro.

Muy bien. Te sigo.

Con una inclinación de cabeza de agradecimiento, Nachi esperó a que el estraño empezara a caminar para seguirlo.

Por cierto. Mi nombre es Nachi.

En cuanto Nachi pareeció dispuesto a caminar tras él, el indígena comenzó a guiarle.

Cuando el joven japonés le dijo su nombre, el gigantón se giró, y simplemente dijo N'gonna para acto seguido reanudar la caminata.

La pareja recorrió los yermos parajes de las colinas de Liberia, el lugar donde nachi había ido a parar. Se trataba de una región árida, estepas interminables solo rotas por levemente elevadas colinas que se recortaban en el horizonte.

Durante varias horas la caminata continuó en silencio. Finalmente, tras descender una decena de colinas menores, nachi se encontró con un extraño espectáculo: ante él se erguía una especie de fuerte hecho, seguramente, de arcilla o adobe. En su interior paracía cobijarse una gran ciudad sacada de tiempos remotos.

N'gonna señaló con su bastón, y continuó hacia la ciudad...

Aunque se había recuperado un poco despues de la ardua tarea de llegar a la orilla en la barca, Nachi no estaba preparado para semejante caminata.
A pesar de todo no se quejó. Sabía que todo eso era parte de las pruebas que necesitaba para conseguir la armadura. Y costase lo que costase estaba dispuesto a conseguirla.
Más de una vez se cayó muerto de cansancio, ya que no estaba acostumbrado a tanto esfuerzo seguido, pero se obligó a levantarse.
Al final simplemente ponía un pie delante de otro, toda su voluntad estaba concentrada en eso.
De repente casi chocó con N´gonna. El gigante se había detenido y señalaba una estructura, una especie de fuerte hecho de arcilla.

Espero que sea ahí donde tenemos que llegar. No creo que pueda caminar más.

Es... ¿Es ahí?...He...¿Hemos llegado ya?

Pero por toda respuesta N´gonna simplemente siguió caminando hacia la ciudad.

Tomaré eso como un sí.

Poco a poco, paso a paso. Nachi siguió a N´gonna hasta la ciudad.

El gigante guió a Nachi al interior de la ciudad, o de lo que en condiciones normales hubiera pasado por una ciudad. En realidad, la impresión que se llevó nada más entrar el joven fue de la más absoluta pobreza. Los habitantes estaban en una condiciones físicas lamentables, todos ellos en los huesos.

Niños desnutridos correteaban por las calles que formaban las casas hechas de adobe y paja, mientras que adultos que podrían pesar la mitad que el propio Nachi trataban de cultivar magros vegetales en la tierra seca y polvorienta.

N'gonna continuó su camino, más taciturno si cabía que antes. Aunque él se encontraba en buena forma, resultaba evidente que no todo era así en las Colinas Bomi. Su mirada perdida se detenía a menudo en los pequeños que jugaban, pero en ningún momento dijo nada.

Finalmente, el gigantón llevó a Nachi hasta un pequeño palacete fabricado de los mismos materiales que el resto de la ciudad. Un par de guardias custodiaban la entrada al mismo, pero apartaron sus lanzas cuando vieron al fornido N'gonna.

En el interior, la temperatura descendía bruscamente, y rsultaba mucho menos sofocante. Tras caminar un par de pasillos, ambos llegaron a una sala mucho más opulenta de lo que nadie podría haber pensado en semejante aldea. El oro brillaba por todos los adornos, y las mesas rebosaban con cubiertos, jarras y copas de la más pura plata. Multiples tapices jalonaban las paredes, rodeando toda la sala un enorme trono de marfil.

En él, se encontraba sentado un hombre de piel mucho más pálida que la de los nativos del lugar, un hombrecillo enjuto y de mirada sibilina, que acariciaba con desdén la cabeza de una bellísima jovencita que estaba reclinada en el suelo junto al trono.

Maestro dijo N'gonna rompiendo el silencio El aspirante ha llegado.

Oooh,  aplaudió el hombrecillo del trono Magnífico, magnífico. ¿No te parece, querida mía?

La joven asintió sin mucha convicción, casi mecánicamente. Sin embargo el hombrecillo no dio muestras de haberse enterado.

Y bien, jovencito, ¿cómo te llamas? preguntó sonriente

Al entrar en la ciudad Nachi se llevó dos sorpresas. La primera que por lo visto aun había que caminar más. Y la segunda la pobreza de la aldea.
El joven aspirante era un huerfano, criado en las calles hasta que la fundación le recogió. Así que sabía perfectamente por lo que estaban pasando los niños de la ciudad. Y no le gustó nada verlo.
Aún así toda la miseria que vió sólo sirvió para que chocará aun más con la tercera y mayor de las sorpresas de la ciudad. El pequeño palacio tan opulento que había. Estaba claro de donde salía toda la riqueza de allí dentro. Y eso revolvía el estomago de Nachi y le hacia hervir la sangre, olvidando por completo su cansancio.

En cuanto N'gonna se dirigió al maestro y este contestó, Nachi supo que le odiaría siempre. Pero desgraciadamente no podía hacer nada...todavía.

Soy Nachi, mestro. HE venido hasta aquí a conseguir la armadura del Lobo.