Partida Rol por web

Bueno sargento— comenzó Daphne mirando a su alrededor y alejándose de la ventana— ¿Ve algún sitio que pueda parecer interesante? Miré, ese es un buen lugar para esconder munición
Daphne indicó con la cabeza un frondoso árbol que tenía unas cuantas ramas bajas y entonces vio el coche con el maldito de DiCaprio dentro. Aquello la dejó en shock durante unos segundos, cosa que probablemente fuese beneficiosa, pues si hubiese hecho algún moviento de sobresalto se habría descubierto. Mentalmente apuntó la matrícula del automovil mientras lanzaba una mirada al sargento. No había mucho que pudiesen hacer salvo fijarse en por donde giraba el coche. 

Por dios...digame que tengo bien colocado el "brazo"—susurró finalmente. Si lo tenía lo suficientemente bien colocado como para no percatarse a simple vista de que estaba manca tenía menos posibilidades de que la hubiesen reconocido.

Atento estaba a las palabras de Daphne, cuando escuchó el ruido del coche. Sus instintos esta vez le sirvieron. Nada que escuchara podía pasar inadvertido y no ser un posible enemigo para el viejo sargento. Solo era un Ford-T. Pero cuando se fijó en quién conducía la sorpresa se apoderó del rostro del Thomas como si hubiera visto un fantasma eso o uno de sus mayores enemigos. Era el spaguetti que tanto odiaban y al que creía que estaba en el ajo en todo este meollo. 

Ipsofacto giró la cabeza para que le descubriera y cuando pasó, sin dejar de mirarle para ver donde iba, le dijo a su compañera.- Espera aquí, si no vuelvo dile a los demás a por quién he ido- le dijo. Luego le miró fijamente y le dijo-. No te preocupes que no voy a hacer ninguna locura, solo quiero seguirle y ver a donde se dirige y con quien habla.

Y luego salió detrás del coche a una distancia prudencial.

- ¡Ah!- Exclamó Steffan realmente sorprendido mientras escrutaba disimuladamente al líder de la asociación/secta. Le estrechó la mano con intención de sopesar la firmeza de su apretón de manos.- ¿Este era el que estaba tan enfermo?No, no puede ser, está sano como un roble. Era el otro, el expresidente.- Encantado de conoserle Sr. Pags, mi nombgre es Steffan Wood. Mis compañegos y yo hemos oído de las bondades rrealizadas pog su asosiasión. Estamos de paso y deseábamos visitajla, si no es molestia pog supuesto.

No, por supuesto que no es ninguna molestia.- Dice manteniendo la amable sonrisa en su rostro.- Pasen, por favor, pasen. Es de muy mala educación tener una conversación de caballeros en mitad de la calle.

Inmediatamente os hace entrar a un salón donde hay cómodos sillones individuales alrededor de varias mesas de centro.- Por favor, sientense, aquí es donde nos reunimos. Los locales de la asociación son muy grandes, contamos con salones comedor, bibliotecas, un pequeño salón de actos, pero normalmente este es el punto neurálgico.

Parf os indica que os sentéis en los sillones alrededor de una mesa.- ¿Quieren tomar algo?- pregunta solicito.

A parte de las ventanas y el mobiliario, desde donde os encontráis podéis ver, enfrentadas a la puerta por la que habéis entrado unas escaleras que suben a la planta superior, otras que bajan al sótano y una puerta cerrada. A vuestra derecha hay otra puerta y justo a vuestra izquierda otra más.

¿Y qué es eso que han escuchado de nuestra asociación? Cosas buenas, supongo.

En cuanto DiCaprio pasó con su Ford T el sargento partió en su persecución. Segundos después, tus compañeros acompañaron al hombre que les había abierto la puerta al interior de la asociación, dejándote sola con tus tareas de información.

Echaste un vistazo al resto de casas del vecindario. Es una calle muy tranquila con aparentemente poco movimiento. Todas las viviendas tienen las cortinas echadas en absolutamente todas las ventanas, por lo que, a menos que arméis mucho escándalo y los vecinos salgan a ver qué está pasando nadie os verá deambular.

Te fijaste también en si algún vecino parecía tener perro, en mitad de la noche sus ladridos podían alertar a todo el barrio, pero a primera vista nadie parecía tener uno, algo raro, pero muy conveniente para vosotros.

En cuanto el Ford de DiCaprio pasa por delante de vosotros te lanzas en su persecución, intentando ocultarte como buenamente puedes entre el mobiliario urbano mientras tratas de no perder de vista el automóvil.

Lamentablemente, el ritmo de un coche no es fácil de seguir para un hombre corriendo, por muy buena forma en la que se encuentre, y en menos de diez minutos has perdido su rastro.

Por suerte para ti, tienes buen sentido de la orientación y sabes que eres capáz de volver al local de la asociación.

Te detienes unos segundo para recuperar el aliento, pues la persecución de DiCaprio te ha dejado exhausto. Mientras tratas de controlar la respiración una joven se acerca a tí.

Buenos días. ¿Se encuentra bien? - La mujer es bastante joven y atractiva, estás a punto de decirle que está todo bien, que no tiene que preocuparse cuando recuerdas las palabras del encargado de la recepción del hotel, esta es una ciudad pequeña, donde no hay taxis y por lo tanto tampoco muchos automóviles. Así que aunque un Ford T sea un vehículo muy común tal vez en San Mateo no haya más de tres o cuatro y seguro que una jovencita sabe los nombres de sus acomodados propietarios.

Roderick había aprobechado para hacer un rápido barrido visual a la vivienda, le tranquilizó comprobar que había varias vías de escape.

- Por supuesto que son cosas buenas- intervino con tono amable- mi nombre es Roderick Craven, un placer caballero- le tendió la mano.

- Hemos escuchado que la asociación realiza obras muy importantes para la ciudad y que incluso presta sus instalaciones para exposiciones de arte- argumentó recordando las palabras del conserje del hotes

-Y todo lo relacionado con la filantropía y las ayudas a los más necesitados nos interesan, como a cualquier buen vecino. Por cierto, soy Derek Claypole, aunque probablemente me conozca por Daniel Clay, mi pseudónimo como escritor.- dijo Derek una vez que se hubo acercado trabajosamente a uno de los sillones y se sentó aparatosamente en el mismo.

Steffan aceptó sentarse en aquellos cómodos sillones. Pensó que lo mejor sería relajarse para no parecer impaciente.

- Me confogmaguía con un poco de agua.- Lo mejor para saber qué puerta era la que habían cerrado para evitar las mirada de los curiosos era que les hicieran una visita guiada por la asociación. La zona más interesante sería, precisamente, por donde no les llevaran.-¿De cuántos asosiados cuenta la Puegta y la Llave?- Preguntó Steffan para dar conversación mientras asentía interesado al presidente Pars.- ¡La asosiasión cuenta con bibliotecas propias!...ah, apasionante. ¿Aquí mismo en San Mateo?

Al perder el coche de vista el sargento dejó de correr y, con las manos sobre las rodillas, paró unos segundos a tomar aire. En ese momento se le acercó una muchacha y que le preguntó como se encontraba. Highway se irguió e intentó ser lo más educado y conciliador posible. Algo le decía que en aquel pueblo un coche era más más fácil de ver que una diana a 15 metros en unas prácticas de francotirador.

- Gracias señorita, estoy perféctamente- dijo con un amago de sonrisa-. Me preguntaba una cosa. Para ser un pueblo con tan poco tránsito automovilístico, veo que tienen buenas calles para esos vehículos...¿es que aquí todo el mundo tiene coche y garaje para el mismo?- comentó mirando la carretera.y luego a la joven para ver lo que respondía.

La mujer te mira con cara sorprendida por la pregunta que le hace alguien al que le cuesta respirar tanto como a ti.

Pues la verdad es que no. Muchas familias disponen de alguna carreta tirada por caballos, son pocos los que disponen de un automóvil.

- Ya me parecía a mí- dijo rascándose la cabeza-. Y no me podría indicar quienes son los que poseen uno de esos autos- dijo como quien no quiere la cosa.- Perdone, entiendo de mecánica y no me importaría echar un vistazo a sus automóviles para ayudarles a ponerlos a punto- dijo el sargento para salir del apuro. Realmente no había mentido, pero tampoco era su intención ayudarles a reparar sus automóviles.

Encantado de conocerles. Los poco más de diez miembros de la asociación nos congratulamos de conseguir dinero para las más diversas obras benéficas. - os responde con la misma sonrisa. - Tengo que confesarme. A nuestras espaldas hay un pequeño pero muy coqueto salón de actos que a veces préstamos a artistas locales para que expongan su arte.

Nuestros libros se guardan aquí, en nuestra asociación, contamos con una pequeña biblioteca en la planta de arriba, aún no contamos con el suficiente número de ejemplares como para pensar en ampliar la superficie de nuestra biblioteca sacándola de esta, nuestra casa.

Disculpe señor Claypole, vaya desconsideración por mi parte, debería haberle ayudado a sentarse. ¿Podrá perdonarme?

Una vez Claypole esta sentado, Pars camina hacia la puerta de la derecha y entra en la habitación segundos después sale con una jarra de agua que deja en la mesa de centro.- Leí su novela, señor Claypole, no pensaba que Clay fuese un pseudónimo, la verdad, me encantarón las descripciones de las trincheras y de los túneles subterráneos, consigue transportarte hasta allí desde la primera línea y lo bien pérfidos que están todos los personajes que aparecen. Sólo una palabra, realidad, su libro destila realidad en cada una de aus páginas.

-Muchas gracias.- dijo Derek mostrando una enorme sonrisa -El truco está en unir todos los datos que sea capaz de recabar con una imaginación poderosa... un don que por suerte me ha sido concedido. Realmente me alegra que haya tenido ese efecto en usted, señor Pars, porque era esa mi intención, la de transmitir una historia novelada con el mayor realismo posible, aunque se trate de temas no convencionales.-

El sargento tardaba y aquello era preocupante. La mujer, tras unos segundos rondando decidió avisar a los hombres pues no podía permitir que DiCaprio les encontrase allí si por un casual volvía. Rauda, se metió la manga del muñón en el bolso para no llamar la atención y con una idea muy clara de como transmitir el mensaje llamó a la puerta.

¡Bien por Claypole! Tendré que leerme su libro en cuanto salgamos de aquí.

Steffan tomó el agua y bebió un gran trago descartando esa puerta de la derecha como la importante. La conversación por ahora iba por donde deseaba. Con paciencia siguió interesándose por la asociación.

- Y ahoga mismo, ¿hay expuesto algún agtista?- La puerta que les quedaba en frente era el salón de actos, de nuevo anotó Steffan. Se sirvió él mismo un poco más de agua y bebió otro largo trago. Si arriba estaba la biblioteca, la puerta que habrían cerrado para evitar miradas de extraños tenía que ser la de la izquierda. - ¡Sólo 10 asosiados! Deben estag guealmente ocupados. No me gustaguía gobajle su valioso tiempo, pego si fuega posible...paga mí seguía un plaser veg esa biblioteca.

Sí, le entiendo. Da gusto mirar esos prodigios modernos. Yo me quedo embobada- responde la joven.- Así de cabeza, le diría que el alcalde tiene uno, el señor Deaths tiene otro, pero lo conduce siempre su secretario. El dueño del hotel St. Mattew tiene otro, pero como no vive en la ciudad solo lo vemos cuando viene a comprobar cómo va el negocio. Y Alexander Crawford, el rico heredero tiene otro.

La chica se queda pensativa unos segundos.- Y yo diría que no hay ningún automóvil más en todo el pueblo. Sí que hay más camiones y furgonetas, pero están en las haciendas. Los gastan para el trasporte de la uva.

El hombre que abrió la puerta a tus compañeros, vuelve a abrirla segundos después de que tú toques. En cuanto te ve el hombre sonríe con una sincera y cálida sonrisa.

-¿En qué puedo ayudarla, señorita?

A su espalda, sentados cómodamente en sillones individuales se encuentran tus cuatro compañeros.

No. Acabamos de pasar por una época de mucho trabajo y no hemos dispuesto del tiempo necesario.

Toc, toc, toc

Hay días que nadie viene a vernos y hoy parece que tenemos dos visitas. Discúlpenme.- Añade con su sempiterna sonrisa mientras se levanta y camina hacia la puerta.

¿En qué puedo ayudarla, señorita? - Pregunta de espaldas a vosotros a quien ha tocado la puerta, que no es otra que vuestra compañera Daphne.