Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Solución Final - Escena Seis.

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23/11/2013, 12:13
Rotterdam

A Niki le sonaba la cara de aquel hombre, pero no así su personalidad. Le sonaba su sonrisa, pero no su actitud. Para ella, a todas luces, era como ver el eco del pasado llevando una máscara. Naturalmente, el hombre se mostró satisfecho al ver cómo la joven subía a su coche. Había sido sencillo, por suerte. Ayudó a Jürguen a cargar al herido en la parte trasera del vehículo y le ató las manos. Al herido, no a Jürguen.

- Yo no soy "la gente"- contestó el tirador a Jürguen, como si eso justificase su aplomo-. Le recuerdo que me ha encontrado infiltrado en el Campamento Mercenario de la Iglesia-Discoteca- añadió sin cortarse.

No parecía pretender ocultarse ante Niki, y para Jürguen debía de ser obvio que acababa de traicionar a una de las facciones de Ámsterdam. Todo sea dicho, el hombre conducía rumbo a la dirección que Jürguen le había dado. Dando un pequeño rodeo, buscando el trayecto más corto una vez entrado en el barrio rojo, infestado de nazis, pero en dirección al lugar al fin y al cabo.

- Si quiere saber la verdad- continuó el hombre tras la siguiente pregunta de Jürguen, cargada de motivaciones-, no sabía dónde estaba exactamente Samantha- Niki. Ni siquiera reparó en la prostituta que acompañaba a Jürguen. No interpretó como relevante a la hija de Ambroos Janssen-. Encontrarla ha sido una agradable casualidad- y no parecía tener mayor significado que ese-. Ataqué al vehículo porque los Mercenarios han cruzado la delgada línea roja. No podía seguir entre ellos- un hombre de principios, fuesen los que fuesen-. Lo ataqué por usted. Hubiese muerto de no haber hecho nada. Podía haberle matado provocando el accidente, pero debía intentarlo.

Hablando en plata, si bien había sido una temeridad, le importaba muy poco matar a los hombres de Diéter. Le importaba muy poco matar a los Mercenarios. No parecía un asesino deshumanizado, pero, como Niki, no tenía reparos en poner fin a determinadas vidas si esas eran las órdenes o el juicio personal.

- Lamentablemente, no puedo decirle quién me envía- añadió al sacerdote, excusándose, si bien guiñó un ojo con complicidad a la pelirroja allí presente-. Sólo que Ámsterdam necesita a hombres como usted, Jürguen. Parece ser que su Dios le ha dado una segunda oportunidad.

Vamos, que no había muerto en el accidente de chiripa. Para Jürguen debía de tener gracia. ¿Sólo iba por su segunda oportunidad? ¿Llevaba la cuenta de las oportunidades que Dios le había dado? Al menos las aprovechaba para intentar hacer el bien.

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23/11/2013, 12:16
Siegfried Strauss

Strauss carraspeó y se removió en su sitio. Dedicó una mirada a Ambroos.

- El BovenIJ ziekenhuis- el principal hospital de la ciudad, paradójicamente, aquel donde había estado trabajando la hermana de Novák antes de que esta fugase con los hombres de Arjen y se escondiese en la Ecocueva- podrá hacerse cargo de ella- ofreció el hombre, por mera cortesía redundante.

Un hospital. Muchas gracias, Siegfried. Si bien no dejaba de resultar chirriante que lo aclarase, los nazis habían llegado al punto en que la asistencia sanitaria para las ovejas de su rebaño les parecía un privilegio a agradecer.

- Es una paliza- apuntó en tono hastiado-, pero no una de muerte. Bueno- ladeó el rostro, meditabundo-, no mientras no viertas ácido muriático en las heridas.

Si fuese su hija, probablemente no teorizaría con formas de provocar su muerte.

Por su parte, Liria no dijo nada. Para Gretchen respiraba levemente y tenía un pulso más tenue si cabe. Tanto así que podría llegar a pensar que eran imaginaciones suyas si no supiese que intercambiaba oxígeno.

- Janssen- ladró simplemente el hombre, apremiando el proxeneta.

Siegfried no se movió del sitio. Levantó su walkie-talkie colgado de la cintura.

- Civil herido. Gravedad naranja. Recibidor de El Boulevard. Una paliza- informó presionando el botón.

Su voz, monocorde. Inexpresiva. Monótona. Aburrida. Desinteresada.

Soltó el botón.

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23/11/2013, 22:40
Olga Van Holsen

Además, Olga lo sabe, no estoy en condiciones de dar mi energía.

- No. No lo está- fue la seca pero comprensiva respuesta.

Olga parecía comprender a ambos. A las motivaciones éticas y globales de Novák, en aras de un bien mayor, pero también el sentimiento de degradación que debía de sentir Ruth. Tras todo lo que había pasado, pese a que aquello implicaba favorecer la liberación de Ámsterdam, suponía verse relegada a una batería humana, y sufrir de forma probablemente traumática al ver separada de su alma la energía vital de la misma. Bueno, vale, Olga no comprendía exactamente eso, pero se imaginaba cómo la debilitarían otra vez por la fuerza.

Bueno... déjame decidir en el momento si lo hago o no, ¿vale?

- No te quepa duda de que lo hará- dijo mirando al científico de forma un tanto cándida. Una sonrisa taimada, tímida y sencilla afloró en sus labios-. Eugenius Novák no es un nazi- rió por lo bajito, inflando el pecho. Para ella tenía gracia. Por supuesto, era algo meramente simbólico, pues ya se sabía que Novák lo haría.

Silk Shade presionó el botón que reconfiguraba su firma digital y las elegantes letras victorianas y rosas de su alias quedaron grabadas en la parte superior derecha de la pantalla, como un logo. Las iniciales, en el mismo lado, pero en la parte inferior. Se abrieron seis ventanas con diversos programas. Los favoritos de Olga. Uno para enviar sistemáticamente SPAM para entorpecer y bloquear. Otro destinado a probar contraseñas de forma sistemática. Otro a desencriptar datos. Otro a desbloquear permisos de licencia. Y así sucesivamente.

¿Cuándo termine aquí podré salir? No volveré tarde e intentaré no meterme en líos.

- Arjen igual se enfada- dijo, pero no parecía preocupada ni reticente-, pero me da igual- parpadeó, satisfecha-. Te comprendo perfectamente- carraspeó, poniéndose falsamente una mano delante. Miraba a la pantalla, pero la misma reflejaba sus ojos en ángulo con la misma, mirando a Ruth como a través de un espejo-. Por mí, puedes salir y volver cuando quieras, si quieres. Te abriré la puerta. Todos tenemos vida.

Un deje de nostalgia la invadió, pero cuadró el semblante e intentó concentrarse en la tarea. Su historia, en aquel momento, no importaba. Lo que importaba era que, por ella, Ruth era libre de hacer y deshacer a su antojo. Y es que para Ruth ya era obvio que Olga era inteligente, sabia, empática, y que no tropezaba dos veces con la misma piedra. Divertida cuando debía, tolerante salvo ante coacción, conectada siempre a un procesador.

- Capitán, cuando diga. Tengo los cañones apuntando a la dichosa torre- informó la hacker, bromeando para evadirse, dando golpecitos sobre la carcasa del teclado-. Avise cuando quiera cambiar de enemigo. Pero téngalo claro. Sólo podremos desactivarlos. Los arios no dejarán que los controlemos sin acceder a la raíz.

Mientras tanto, miró a Ruth.

Haz lo que debas hacer y ve a hacer lo que debas, querida.

Ruth se concentró e intentó escribir. Nada. Nada sobre reacciones por parte de Avalon al atacar la Torre. Así pues, se concentró en el siguiente paso. Su visión fue clara. Novák analizó el radio de la explosión dibujada. Era sólo el epicentro, el origen, pero no alcanzaría mucho más que la ciudad y sus alrededores. Pese a todo, era suficiente.

Reflexionó, y lo tuvo claro. O lo atacaba directamente en el corazón, o lo atacaba de forma sobrenatural. De forma sobrenatural, sabía, era muy arriesgado intentar abatirlo. Podía conseguirlo, pero podía fracasar del mismo modo. Si atacaba a distancia, virtualmente y de forma mundana, se inmolaría como última acción.

Salvo el riesgo de intentarlo a través de la magia del alma, sólo le quedaba una opción. Volver físicamente a Avalon. Y los nazis ya le buscaban, pero también sabía que entrar en aquel edificio con cuatro ecoterroristas que sabían hacer pintadas mejor que disparar iba a ser difícil. Si quería entrar, sólo tenía dos opciones. Teletransportarse o entregarse y apelar a que los nazis fuesen lo bastante cuerdos como para dejarle intentarlo.

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24/11/2013, 18:10
Gretchen

- Respira -se obligó a decir Gretchen, alzando los ojos hacia Ambroos. Liria respira, está viva. O Ambroos, respira que te va a dar algo. Quién sabe.

El hombretón parecía paralizado, y al SS se la soplaba todo. La niña, un ratón observando la masacre de una ratonera, se deslizó hacia la barra, cogió un trapo limpio y un vaso de agua y volvió junto al cuerpo. Con dulce insistencia, con la precisión preocupada de quien ha sido la chica medio muerta, humedeció el trapo en agua y lo apretó sobre los labios, dejando caer unas cuantas gotas. Después, metódica como una Cenicienta de bajo presupuesto, empezó a limpiar con suavidad el rostro de la ramera.

Diéter está enfadado.

Y cuando te ponga la mano encima... Espabila niña, que si ha dejado a Liria así adivina lo que va a hacer contigo.

¿Y ahora qué?

Ir es un suicidio. Vamos a su terreno y nos están esperando.  Esto es una trampa, Gretchen, y o paras a Ambroos o todo lo que hemos planeado no servirá de nada.  Deberíamos ser pacientes. Deberíamos... hacer lo que no esperen. Y matarles, a todos. MATÉMOSLES A TODOS.

Cuidadosamente, continuó refrescando y limpiando la piel de Liria, mientras esperaba que Ambroos explotase, que se girase hacia Strauss y le arrancase la tráquea de un golpe. Por Liria, por Irina, por él. Porque estaba ahí. Por tocarle los huevos. Porque con alguien tenía que pagarlo. Porque les odiaba. Porque llevaban toda la vida dándole por el culo. 

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24/11/2013, 20:50
Arjen Wolfzahn

Seguía siendo el tema de Janssen... pero Arjen cada vez tenía más ganas de cerrarle la boca a ese nazi. No podía y no iba a hacerlo. Allí era Ambroos quien mandaba, quien decidía. Sólo esperaba que no tardase mucho en decidir un curso de acción.

La entrada de Liria, así en tan penoso estado, había removido algo en su psique. Una mujer que a pesar de las dificultades volvía casa en su situación... sí, era digno de elogio. De la misma manera en que un perro apaleado intenta regresar a su hogar. Nada más.

El pensamiento de la inutilidad de toda esta distracción era fuerte, cada vez más fuerte. Ignoraba qué se traía Janssen con toda aquella gente, pero empezaba a sospecharlo. Muy posiblemente le habían vendido sus antiguos contactos. Ja. Lo bueno iba a ser la butaca de primera para ver cómo el proxeneta se dedicaba a repartir su sentido de la justicia.

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24/11/2013, 21:34
Ambroos Janssen

La cháchara de Siegfried no tenía valor alguno. Un chiguagua lanzando al aire retos que nadie iba a molestarse en responder. Quizás en otro momento hubiera soltado una frase de mero adorno. Quizás en otro momento hubiera malgastado saliva. Pero hasta que esa puerta se abrió Ambroos solo quiso saber que demonios había pasado en su local.

Y cuando la puerta se abrió, el mundo pasó a ir muy despacio.

Todo pasaba a cámara lenta. Sus ojos se encontraron con los de su hija, que abrió sus labios sin emitir sonido alguno, como una película defectuosa. Si Ambroos tenía algún rastro de emoción más allá de la ira, si hubiese algo en ese hueco vacío donde estaría el corazón que le arrebataron los nazis en una época que había pasado a los libros de historia, se hubiera deshecho en mil pedazos como un poema escrito en papel amarillo, quemado, seco y quebradizo.

Su única hija. 

Porque era la única que quería. Los demás, aquellos pequeños porcentajes de la estadística de años de ejercer, no eran nada: individuos con parte de su genética. La sangre no era un vínculo de amor, como clamaban esos hipócritas capaces de traicionar a los suyos. La sangre era dolor, un síntoma del final. Debilidad.

¿Era por eso por lo que cada paso torpe de Liria, cada paso del pecador acercándose a la salvación, dolían como mil agujas clavándose en un alma tan terca como mutilada? ¿Era esa la debilidad?

Gretchen corrió como una pequeña y deslucida Veronika, mientras Ambroos contemplaba aún incapaz de reaccionar el cuerpo tendido de su hija en el suelo. Las suplicas de Grethen no existían, perdidas en una realidad irreal, en los moratones y las heridas de un cuerpo que no estaba destinado a eso.

Pero la regeneración la mantenía viva. 

Quizás el problema era que si lo estaba, y había sido él en el que, en un torpe intento como un padre disfuncional, había intentado apartar a su hija de ese mundo de violencia, esa espiral autodestructiva en la que Ambroos se había visto sumiso y en la que continuaba girando antes de caer por el sumidero de la existencia por el fluir de la guerra. Y todo eso no había valido para nada, pensó con rabia renovada, con el habitual fluir de napalm volviendo a su corazón detenido mientras el mundo recobraba su velocidad y la voz de Sigfried, con un ladrido con su nombre, recuperaba el volumen.

- Al coche. Le dijo a Natasha con un aullido malamente contenido en un gesto agresivo, en la nariz arrugada y los dientes de un lobo a punto de saltar. Necesitaré que alguien cuide de Liria en lo que esto se soluciona. Una manera de decir que no había excusas sobre la utilidad de testigos o el encaprichamiento de Sigfried. 

Con la rusa abandonando el local hacía el vehículo, porque la voz no daba lugar a cuestionar o interpretar, avanzó con paso firme hacia el cuerpo de Liria, apartando a Gretchen con mano amable pero firme. La niña había corrido hacía ella para ayudar, preocupada. No merecería un mal gesto, pero tampoco tenía que estar allí. No era su hija. No era su lucha.

Con un gesto tan delicado que parecía totalmente ajeno al tosco proxeneta, Ambros levantó a su hija en volandas, colocando su cabeza contra su pecho. No iba a morir: no era tan fácil matarlos. Pero el sufrimiento allí estaba, aferrado a su cuerpo pálido como una garrapata drenando su estabilidad. Su comodidad. Lo poco que había podido darla.

A cambio, esos hijos de puta iban a perder lo poco que tenían. Esa vida asquerosa de alimaña, de carroñero despiadado y traicionero capaz de atacar por la espalda por el mero hecho de reír al ver las heridas que causaban. Esa puta existencia lamentable de la que llevaba ayudando a limpiar al mundo desde aquel sótano alejado donde habían corrido ríos de sangre. Ahora en la pizarra de pendientes lucían dos nuevos nombres remarcados en tiza blanca.

Dieter. Jurgüen.

- Le agradecería si averiguase quién le ha hecho esto a mis chicas y a mi local. Sus chicas. ¿Donde estaba el resto? Irina debería poder contárselo en el coche o localizarlas con un par de llamadas. No podía tomarse el privilegio de esperar y caer en el huracán de su ira ni perder el tiempo. No se donde o cómo están las demás, así quizás esta sea la última factura que pueda hacerle, sargento Strauss. Cada sílaba del serbio iba arrastrada con una frialdad dolorosa, la bestia solo contenía por una idea: cuanta más ira contuviese, más dolor recibirían Dieter y compañía. Pero prométame que le dirá a Friedrich que estaré encantado de tomar un café con él...por los viejos tiempos.

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24/11/2013, 22:56
Administrador

Strauss aceptó los términos y condiciones de uso. Sin más. No podía negarse. Tampoco le molestaba.

Liria recuperó la consciencia, tosiendo, cuando estaban llegando al sótano de Jo Deng. Para entonces Natasha, Irina, ya había dicho lo poco que sabía. Que ella estaba en la buhardilla de Gretchen cuando comenzó a oír los gritos y que, paralizada por los recuerdos y lo que implicaba, no tuvo coraje para salir de allí, cobarde y superviviente. Se habían llevado a Ada, a Liselot, a Rebecca, a Meike y a Tinna. Sí, a Tinna. No a Helghe. Helghe había salido quince minutos antes, o eso fue lo que dijeron las prostitutas que sabían algo una vez los Mercenarios desaparecieron.

Naturalmente, Ambroos barajó la posibilidad de que Helghe les hubiese traicionado, pero lo desechó. Habría salido a comprar, o simplemente a dar una vuelta. No era raro. Volvería y se encontraría el local con siete prostitutas menos y sin jefe. Eso no la mataría, pero desde luego, no la sentaría nada bien mientras durase el mal trago.

Al menos dos de las siete desaparecidas estaban con el proxeneta. En fin.

Según siguió Irina, no tardaron mucho en llegar los Alemanes una vez se fueron los Mercenarios. A partir de ahí, todo fueron preguntas y agobio para Irina. Era un secuestro, punto. No habían violado a las chicas. O, bueno, al menos no todavía. No habían saqueado la caja registradora. No habían destrozado el local. Ambroos lo supo con bastante facilidad. Diéter había llevado a las mujeres de proxeneta como este se había "llevado" a la hija del empresario. A partir de ahí, intentase o no matarlo, tenía una proporción de intercambio de cinco contra una. Y era también un reclamo para que lo asaltase directamente. Una provocación.

Pero Liria no entraba en el contrato. Cuando despertó, poco a poco, a su ritmo, la mujer fue contando lo que ella había visto. Dejando de lado que los Mercenarios eran un grupo muy variopinto de militares retirados o asesinos a sueldo sin más, procedentes de diversos países, era también, en su inmensa mayoría, cada uno muy distinta del anterior. A ella le tocó el sádico, y todo pese a la mirada de un Diéter que animaba a "sus hombres" a comedirse ligeramente en aras de una eficiencia que no precisaba de tanta violencia. Pero un sádico era un sádico.

Cuando entraron los Mercs, Liria apenas tuvo tiempo para aferrar el móvil y mandar una cadena de mensajes instantáneos en base a los torrentes de voz que fue escuchando en el piso inferior. Hasta que el sádico la pilló, la reventó el teléfono contra la pared y la tiró al suelo con una patada en las piernas.

Pese a todo, el sádico sólo la practicó, dentro de lo que cabe, un calvario menor, mucho menor, al que pasó Irina en su momento, años atrás. Algún cigarrillo encendido, cortes pequeños con una navaja y golpes con los nudillos y la punta de las botas. Liria se recuperaba de eso como si la hubiese golpeado una niña mimada.

Si estaba tan destrozada era porque había sufrido un accidente de tráfico. Ella y, sorpresa, Jürguen. Iban ambos retenidos, conducidos por un chófer, un mindundi de los Mercenarios y otro miembro de la facción que parecía llevar la voz cantante en el coche. Jürguen se había pasado todo el rato dando por culo, diciéndole a Liria que intentase convencer a Ambroos de que aquello no terminase a ostias, que fuese diplomático. Y Liria pensando para sus adentros que Ambroos iba a matarlos a todos, y que Jürguen era demasiado optimista y que la paliza no se la habían pegado a él.

Todo sea dicho, Liria reflejó algo un tanto inquietante. De algún modo, Jürguen sabía que ella era hija de Ambroos. Y eso era malo, muy malo, porque no tenía ni idea de cómo ni porqué. Se lo había dicho claramente....

"¡No está joder! ¡Os he dicho mi veces que la puta cría ha salido! ¡Ambroos os matará a todos! ¡No tenéis ni puta idea de lo que habéis hecho, imbéciles!"

"Tienes el caracter de tu padre ¿lo sabías? Verás, jovencita. El señor Dieter busca a su hija, una tal Gretchen, no sé si sabes a quién me refiero, o si la has visto alguna vez. El señor Janssen es un poco cabezota a veces, y no piensa en las consecuencias de sus actos. Al fín y al cabo, entra dentro de lo normal que un padre haga cualquier cosa por recuperar a su hija ¿no crees? Así que tal vez, si en algún momento nos encontramos con Ambroos... lo ideal es que alguien le hiciera entrar en razón. Todo esto podría solucionarse de una manera razonable. Sin violencia por parte de ninguna de las dos partes, valga la redundancia"

No, no habían violado a Liria. Sólo buscaban a Gretchen. Era la única que interesaba a Diéter.

Y se habían llevado sólo a las chicas que más importaban a Ambroos. ¿Cómo? Información objetiva en un interrogatorio de lo más rápido y directo. Ante la perspectiva de ser secuestradas o no, bajo amenazas, no tardaron en señalar a las favoritas de Janssen. No podía culparlas por ello. Bueno, sí, al fin y al cabo, era un acto egoísta. Era traicionar a Ambroos. Pero pasa eso se inventó la coacción.

¿Por qué lo hicieron? Pues porque debían confiar en que era el mejor método de llegar hasta Ambroos. De algún modo, Diéter parecía convencido de que así podría recuperar a Gretchen y escarmentar al proxeneta. Quizás no era la estrategia más inteligente, pero le había dado donde más le dolía, eso seguro.

Lo que Liria no sabía, siguiendo con la historia, era qué había propiciado el accidente de tráfico. Alguien lo había provocado. Ella había escapado de allí reventando la ventanilla y saliendo a gatas. Se había recolocado los huesos descolorados por las vueltas de campana que había pegado el coche y se había alejado antes de que estallase. No terminaba de creérselo ni ella, pero había actuado rápido y con fuerza de voluntad. Ambroos bien podía estar orgulloso.

Lo último que supo Liria era que Jürguen había sacado a un mercenario herido y lo había puesto a salvo antes de que el coche reventase. Sí, el muy filántropo todavía había salvado al hombre que iba a matarlo. Y el muy imbécil todavía le había pedido a Liria que se acercase a ayudarles. Naturalmente, ella se fue rumbo a El Boulevard sin querer saber nada más. Ni quien era el responsable del accidente, ni en qué terminaba aquello, ni nada. De vuelta a casa.

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25/11/2013, 10:01
Eugenius Novák

Los dedos del genio tamborilearon unos segundos sobre la mesa, junto a uno de los teclados. Examinó otra vez para cerciorarse el dibujo hecho por Ruth. Quería tener claras las consecuencias del fracaso. No era un descerebrado sino más bien todo lo contrario. Con Avalon no iba a tener segundas oportunidades. El maldito virus c0mrade iba a ser un problema gordo. Quizás el más gordo al que se había enfrentado Eugenius en toda su vida. Y las profecías narradas por Alice no auguraban nada bueno. Pero Novák sabía que aquella cría no venía del futuro, pues los viajes en el tiempo era físicamente imposibles. Ni con magia, nada. No se creería ese cuento ni por asomo. Nada estaba escrito y todo se podía cambiar. Y por supuesto él no iba a morir intentando desactivar una central nuclear de pacotilla.

- Gracias. - musitó a Ruth mientras los dedos tecleaban frenéticamente en el teclado encargado de sabotear la Torre de Control. Al menos gracias a la chica tenía claras sus opciones respecto a Avalon.

- Vamos a cortarles las alas a esos nazis. - indicó a Olga. Era una señal tan buena como cualquier otra para iniciar el ataque. - Primero sus ojos y oídos. - sí, primero fuera la Torre de Control.

Luego Eugenius se encargaría de c0mrade, el corazón de los alemanes. Uno de los principales motivos por los que querían mantener Amsterdam a toda costa. El genio quería mantener la mente clara, así que decidió postergar la decisión de cómo abordar a c0mrade más adelante. Lo primero era lo primero, y la Torre debía caer.

- Prepárate para avisar a Arjen y el resto. - indicó Novák. - La Torre será nuestra en breve. - tan seguro de sí mismo y arrogante como siempre, el genio se obligó a centrarse en la tarea. Camuflando su ip, y lanzando peticiones desde múltiples servidores le resultaría sencillo colar al menos un troyano en el sistema de la Torre... y de ahí en adelante sería pan comido.

Varios scripts diseñados por el mismo Novák le facilitarían el trabajo... los tenía siempre disponibles, ocultos en algún servidor de internet, así que no le resultó complicado dar con ellos y ejecutarlos.

Aun con esas, y con la seguridad de conseguir el trabajo sin el menor esfuerzo, Novák sentía curiosidad por ver qué tipo de defensas habían instalado los alemanes en la Torre. Y más curiosidad aún por ver qué cara se les quedaría a gente como Eichmann o el Gobernador cuando se enteraran de lo ocurrido.

Preparó su mensaje para regodearse con el caos que se iba a producir entre los alemanes...

Él no firmaría como Novák o algún alias que le pudiera identificar. Dejaría todo el mérito para Olga. La firma de Silk Shade aparecería en todos los terminales justo antes de que ambos arrebataran el control de la Torre a los nazis.

Ah, la venganza era un plato tan dulce. Y esta vez, Eichmann no estaba presente para camelarle a él o a nadie... Esta vez el alemán tendría que observar impotente cómo todo su castillo de naipes se venía abajo.

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27/11/2013, 01:44
TCP

Entonces, las luces del sótano, se apagaron. Sin más. Los halógenos y las bombillas dejaron de emitir luz alguna, de repente. No sonaron los fusibles. La situación duró sólo segundos. Dos, tres, o cinco. Entonces, la luz volvió como se fue, pero no volvió sola. Los teléfonos en los bolsillos de Arjen, Ambroos e Irina emitieron un pulso, ya fuese una vibración o un tono de estado. Cuando los comprobaron, pudieron ver para maravilla general que tenían plena cobertura, y que un mensaje sencillo en sus pantallas rezaba "Restricción finalizada".

Volvían a tener los permisos telefónicos de cualquier persona en circunstancias normales.

- No hay torre- informó una satisfecha Olga al otro lado de los pinganillos que llevaban Arjen, Gretchen y Ambroos-. Bueno, la hay, pero está apagada. Los nazis la han descargado para que no la controlemos.- explicó con un cierto deje de frustración por ello, pero satisfecha en general-. Ha sido brutal- explicó como una quinceañera, emocionada-. Lo de Novák no tiene nombre. No tiene nombre- repitió, encantada con el científico-. Este hombre no exageraba. ¡Tío, tenías que haber usado los dos teclados...!

Su voz se fue apagando progresivamente, como si se hubiese levantado del asiento, eufórica. Normal. Para ella era un logro tremendo. Ahora, sencillamente, no había inhibiciones. Desde fuera, vía satélite, podrían sacar vista aérea de Ámsterdam. Los espías podrían comunicarse de forma directa e instantánea. Los ciudadanos podrían llamar al extranjero, y no tendrían que eludir palabras o preocuparse por el lenguaje. Por poder, podían comenzar a divulgar en internet. Si no recuperaban los nazis su preciada torre, era cuestión de poco que estuviesen muy jodidos.

Y sin embargo, ¿cuánto tiempo había pasado? ¿Una hora? ¿Hora y media? Novák había humillado a esos nazis. Sin más. Una proeza digna de pasar a los anales de la historia. ¡Venga ya! ¿Hora y media y dos personas, casi a pelo, destrozaban un sistema de defensa que llevaba meses, por no decir años, en pie? Bueno, teniendo en cuenta los dones de Novák, y teniendo en cuenta que prácticamente sólo servía para eso, pues más le valía que así fuese.

Y ahora... ¿qué? Tenían casi la libertad cerrada sobre el puño. El fin, dado el nuevo status quo, estaba muy cerca. O la aprovechaban, u otros se quedarían con el postre y el premio para no dejar ni migajas.

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27/11/2013, 02:03
Rotterdam

- Hemos llegado- dijo el conductor frente a un semáforo rojo, haciendo esquina en el, valga la repetición, Barrio Rojo-. Señor Jürguen, ha sido un placer- aún con una mano en el volante, sonrió y tendió la otra al sacerdote, para estrechársela-. Déjeme su número de teléfono, si quiere, por si en algún momento puedo darle más trabajo- bromeó en clara relación a su debilidad por los heridos, indistintamente de su condición o clase social-. Pero tome- dijo tendiéndole unas esposas, sacándolas de la guantera del copiloto-, para su amigo. Por su no le devuelve el favor.

Dicho de otro modo, por si intentaba matar a su salvador, pese a todo.

- Si algún día esto acaba y ambos seguimos vivos, le diré quién soy en realidad- concedió el hombre, celebrante, como si todo fuese viento en popa-. Hasta entonces, suerte y hasta siempre. O hasta la próxima- y se encogió de hombros saliendo del coche, dejando a Niki dentro.

Ayudó al sacerdote a cargar con el herido hasta el portal del piso franco, metiéndolo en el rellano, oculto a la vista, y finalmente volvió a estrecharle la mano tras conseguir, o no, su número de teléfono. Ya iba de vuelta y había abierto la puerta del coche, y hasta metido una pierna en el asiento del conductor, cuando, atónito, se quitó las gafas.

Un pulso apagó el semáforo ante él, extinguiendo la luz roja, para acto seguido volver a encenderla. Dos, tres, o cinco segundos de apagón en total. Apagón general. Todos los semáforos. Todas las luces. Todo lo que fuese impulsado por electricidad propia de la ciudad. Y se quitó las gafas de sol para leer su móvil. Y es que todos los móviles habían emitido un pulso. Vibración o un tono, según la configuración del mismo. Era un aviso.

El móvil de Niki, el móvil de Rotterdam y el móvil de todos los que lo miraron en mitad de la calle. Atónito, Rotterdam sólo pudo gritar a Jürguen desde la distancia señalándole su piso.

- ¡Corra arriba!- le bramó como si sus vidas dependiesen de ello, pero radiante de felicidad-. Algo le ha pasado a la puta Torre de Comunicaciones- aplaudió sobre un muslo, aún mirando la pantalla-. ¡No funciona! ¡Puede llamar al extranjero, Jürguen! ¡Puede usar internet! ¡Alguien se ha cargado la jodida Torre!- gritó como si no hubiese otra explicación, y es que a su alrededor los ciudadanos no paraban de usar sus teléfonos, llamando, enviando mensajes entrando en google o vete a saber haciendo qué- ¡Aproveche mientras dure!- terminó.

Y entró al coche. Niki comprobó en su móvil que, efectivamente, tenía razón.

- Bueno, Sam, esto cambia las cosas- dijo el hombre señalando el asiento del copiloto, invitando a la asesina a ponerse a su altura y a su lado-. No tenemos mucho tiempo hasta que se líe.

Porque se iba a liar. ¿Con internet? ¿Con llamadas internacionales? Se iba a liar mucho.

Y Jürguen pronto recibiría una llamada explicativa de Rotterdam. Si todo iba bien, claro.

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27/11/2013, 02:18
Administrador

Ruth se fue. A aprovechar la oportunidad que se le presentaría si Novák tumbaba la torre. Internet. Móvil. Llamadas. Mensajes. Información. Libertad. Y el científico renunciaba al mérito ante los nazis. Al comienzo Olga intentó ayudarle, pero cinco minutos más tarde se dio cuenta de que su ayuda era ínfima. Olga abrazó al científico, efusiva, y le besó en la mejilla, estrujándolo. Adulándolo. Novák lo tenía todo bajo control. No podía fallar. Estaba tirado para él. Un juego de niños. Desde la comodidad de su asiento. Desde su teclado. Conectado a los nazis por un cable.

Usando sus mil un conocimientos. Conocimientos que dejaban a los demás a la altura del betún. Algo indescriptible para un profano. Casi magia virtual. Y no llamada así porque Novák también era capaz de ella. Novák era un puto héroe, al menos por ahora. Había arrasado a Alan Smith sin moverse, sólo mediante acero y electricidad. Había puesto a salvo a su familia. A su hermana. A su madre. Había aguantado a Eichmann mucho más que tiempo que la mayoría sin caer prendado. Se había mofado del gobernador. Había entrado en Avalon y salido vivo. Había entrado en la mansión del gobernador y salido vivo. Había conocido a Knochemann y no había terminado hecho picadillo.

Y allí estaba. Saboreando la gloria. Deliciosa gloria.

Los dedos del genio tamborilearon unos segundos sobre la mesa, junto a uno de los teclados. Ningún poder sobrenatural de Alice, ni de nadie, podría cambiar eso. Esa historia no cambiaría. Tiempo grabado en piedra. Había salvado la maldita ciudad. Había condenado a los nazis. Ahora sólo quedaba C0mrade, la última verdadera amenaza. Y, tras ello, la mansión del gobernador. Y victoria completada de forma apabullante, asumiendo, claro, que Eugenius no abandonase antes el barco. Quizás la mansión del gobernador le diese igual. Total, ¿con todo lo que habría hecho ya?

- ¡Ojos y oídos fuera!- dijo gritando a pleno pulmón una Olga que se acababa de arrancar los cascos para saltar en el sitio, estirándose como si quisiera chocar los cinco con el techo-. Eres el amo. Novák. ¡El amo!

Volvió a coger los cascos y a colocárselos. Habló a su grupo. Ambroos, Gretchen, Arjen.

- No hay torre- informó una satisfecha Olga al otro lado de los pinganillos que llevaban Arjen, Gretchen y Ambroos-. Bueno, la hay, pero está apagada. Los nazis la han descargado para que no la controlemos.- explicó con un cierto deje de frustración por ello, pero satisfecha en general-. Ha sido brutal- explicó como una quinceañera, emocionada-. Lo de Novák no tiene nombre. No tiene nombre- repitió, encantada con el científico-. Este hombre no exageraba. ¡Tío, tenías que haber usado los dos teclados...!

La mujer se alejó de los cascos, dejándolos sobre la mesa, y corrió a abrazar a Novák. Le dio otro beso en la mejilla, y otro, y otro. Se rió, encantada, como si le acabasen de decir que su hijo tenía el CI de Novák.

Daban igual las defensas de los nazis. Eran buenas. Muy buenas. Olga hubiese necesitado semanas para barrerlas, pero podría haberlo hecho. Novák y sus scripts, entre otras muchas cosas, habían humillado a los nazis. El gobernador debía de tener cara de imbécil en ese preciso instante, y mucha, porque su reacción no se hizo esperar.

Un pulso, fugaz, apagó las luces de la ecocueva. Los ordenadores, conectados a generadores auxiliares por si los nazis hacían eso, siguieron funcionando. Habían cortado la luz, probablemente de toda la maldita ciudad. En parte para intentar desconectar a Novák, en parte para apagar la Torre. Apagarla pulsando el gran botón rojo. El botón de "adiós a todo". Y como la cortaron, volvió. Habían reiniciado el sistema.

Pero no había torre. Estaba completamente apagada. Pese a todo, Novák ya había redirigido mientras la hackeaba todas las rutas. Si la encendían, el sería el primero en enterarse, y ahora, Novák, desde su portátil y su móvil, controlaría la torre si eso pasaba. Bueno, y Olga desde la ecocueva, claro. Hackear era su arma, y les había salido el tiro divinamente. Más les valía a los nazis no intentar siquiera encenderla. Daba igual cuantos militares tuviesen. Novák no podía con un solo soldado, pero sí contra todos los antivirus del mundo. La torre no podía hacer nada contra eso.

Por supuesto, tamaño éxito le costó. Esfuerzo. Mucho esfuerzo. Pero valió la pena. Había sido una hazaña mundial, digna de salir reconocida en los libros de historia para los anales de la posteridad. O como se diga. Y el mérito, ¿sería para Olga? Novák firmó sin más, sin su identidad. Olga firmó como Silk Shade, y su firma apareció en todos los terminales justo antes de que ambos arrebataran el control de la Torre a los nazis. Ah, la venganza era un plato tan dulce...

The End

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27/11/2013, 02:46
Administrador

The End? Not Today

Olga, sin necesidad de dedicarse a la Torre, había estado preparando un gran petardo. Todo lo que había ido acumulando durante meses sobre la ciudad, desde planos hasta conversaciones grabadas entre oficiales alemanes. Todo. Concentrado en un paquete de datos. En cuanto tuvo conexión libre, lo envió replicándolo sistemáticamente a mil rincones de la red. Que todos pudiesen acceder a ello. Cuentas bancarias de nazis. Grabaciones de video de atentados a la humanidad. Noticiarios de la televisión, difamando, recreando pasajes dignos de 1984, el libro. Copias de periódicos nacionalsocialistas locales. Imágenes de atentados. Cuanto tenía. Novák se permitió el lujo de leer una noticia. Una.

Mientras tanto, por supuesto, fue ultimando detalles. Acabó de atar cabos para con la torre, terminando de vincularla a los ordenadores de Olga, a su móvil y a su portátil. A los de Novák, quiere decirse. Comenzó a recibir mensajes en tropel desde Ginebra, tanto de colegas como de Anne, acumulados desde hacía 48h, preguntándole por su situación, por qué había sido de él, sin saber en su momento que no podían comunicarse con Ámsterdam.

Y suma y sigue. Novák no paró durante un buen rato, pero Olga tampoco. Tenían tiempo, entre comillas, mientras el mundo se reorganizaba, la ciudad gritaba, el mundo movía sus cañones y ellos se preparaban para C0mrade. Ese virus ni había tenido tiempo todavía para ver venir a Novák. Hasta ese punto lo había hecho bien.

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27/11/2013, 03:03
TCP

Una llamada de Número Oculto apareció en la pantalla de su móvil. O, dos días sin ver Número Oculto llamando. Y ahí estaba otra vez, devolviéndolo todo a la normalidad. Al status quo que se merecía. Novák lo cogió, por curiosidad. Una llamada muy oportuna, desde luego, y, para más seña, una videollamada.

En la pantalla de Novák apareció una mujer, joven. Atractiva. Fue toda una sorpresa. Una luz caía desde arriba incidiendo sobre ella. Todo lo demás estaba a oscuras. Fondo negro. Ropa marrón, de lana. Llevaba guantes. Capucha. Y aún así, el rostro despejado. Un collar claveteado alrededor del cuello. Pintalabios negro. Sombre de ojos negra. Pestañas negras. Cejas perfiladas en negro. Flequillo negro, liso. Piel pálida. Ojos negros. Un piercing en la fosa izquierda de la nariz. Otro en la ceja derecha. Cuando habló, otro en la lengua.

- Ah- suspiró satisfecha, parpadeando largamente, como si fuese algún tipo de alivio, u orgasmo perfectamente. Era una gran e inspirada actriz-, Novák. Soy una gran fan de tu trabajo- ronroneó con voz melosa, sumisa-. Asumo que has sido tú quién ha hecho esto- movió ligeramente una mano, como si pulsase algo.

En su lugar, en lugar de la mujer en escena, apareció una pantalla de ordenador. Un programa de conexión vía satélite ofrecía una vista aérea de Ámsterdam, libre y despejada, clara. Novák reconoció la firma del programa como un sistema de mapeado aéreo del gobierno de los EEUU. Y entonces, otra vez la mujer en pantalla. Debía de estar usando un trípode o una cámara para grabarse.

- Quizás no tenga la potestad para decirlo- pero lo desechó con un ademán de la mano, meciendo todo el cuerpo como si lanzase una pelota, divertida, con una sonrisa socarrona-, pero en nombre de la humanidad, gracias- se llevó una mano, con el guante, a los labios, y le lanzó un beso-. Estaba en mi día libre, y me lo acabas de arreglar- dudó, arrugando el ceño, y estiró la sonrisa hasta las orejas-. ¿He dicho el día? La década- y no se equivocaba. Novák la había hecho muy gorda.

La chica le ponía pasión. Era rara a más no poder, con ese potentísimo toque gótico a nivel estético, contrastando tanto con la inevitable euforia del momento. Pero le ponía pasión. Como para no. Y, desde luego, sí que era fan de Novák. Tanto como para saber qué se había mudado a Ámsterdam, lo cual en realidad era fácil de descubrir. Tanto como para tener su teléfono, lo cual, en realidad, no era tan difícil de descubrir. Pero la mujer se había enterado de las primeras de la primicia, y había sido la primera en llamar al científico.

- Se supone que debería tener un precioso discurso para este momento, pero no me salen las palabras- se excusó, todavía sobrecargada de emoción por semejante notición-. Me abrumas, Novák. En fin, sé que tienes novia- torció el gesto y arqueó una ceja, reprobatoria-, o algo parecido- dijo en tono crítico, como si la faceta emocional de Novák no fuese precisamente perfecta-, pero para cuando termines con el virus de mi padre, si quieres tomarte un café conmigo, estaré encantada- guiñó un ojo al científico.


Parece, pero no estamos necesariamente en el Epílogo. Cómo ligar por Internet, Capítulo I: Góticas Hackers.

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27/11/2013, 10:26
Eugenius Novák

Eugenius arrugó el entrecejo y trató de apartarse de Olga cuando ésta le abrazó y le besó en la mejilla repetidas veces. Hasta puso gesto de asco, pero lo sustituyó enseguida por una sonrisa. No le gustaba el contacto físico pero había de admitir que para Silk Shade había sido todo un logro. El objetivo de su vida por decirlo así. Sí, a Eugenius le había costado un poco de esfuerzo, pero ni siquiera había sudado. No había sido un reto. Pero decidió dejar que Olga soltara toda la efusividad y alegría que la embargaban. Sí, de vez en cuando no venía mal un poco de felicidad humana.

Y luego, de nuevo, la sorpresa. Una llamada. Tenía que haberlo deducido antes. Una posibilidad tan simple que ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Vanderveer era bueno. Novák lo había comprobado trabajando con él. Pero desde luego distaba mucho de ser un genio. Cuando Eugenius descubrió la existencia de c0mrade debió haber deducido que Vanderveer no era capaz de algo así. Su hija. Nunca se había preocupado por la vida personal de su compañero y amigo. Había asistido a su funeral y ni aun así recordaba a aquella muchacha. Quizás había asistido al funeral, aunque probablemente con un estilo de vestimenta mucho más distinto y menos llamativo. Pero claro, henchido en su arrogancia Eugenius ni se había fijado en la existencia de la chica. Algo habitual, pues había que ser alguien como Fremont, o Eichmann para acaparar en lo más mínimo la atención del científico.

Eugenius no tenía dudas. Si la joven que aparecía en la pantalla sabía de la existencia de c0mrade y era hija de Vanderveer... ella era la auténtica creadora del monstruo. Y como tal, además no tenía dudas de que Eugenius sería capaz de derrotar al virus. Bien, al menos en eso tenía razón. No era tan tonta como para no reconocer la superioridad del genio.

Eugenius sonrió. La chica daba por sentado que había sido él el liberador de la Torre... - ¿Quién sino? - respondió con una pregunta a las asunciones de la joven. Los ojos y la mente de Novák comenzaron a hacer su trabajo analizando cada detalle de la imagen, del entorno, de la ropa y complementos de la joven. Quería averiguar todo lo que pudiera sobre ella, y trató de recordar ayudándose de su prodigiosa memoria... ¿Vanderveer tenía alguna hija legítima? Quizás era una bastarda nacida fuera del matrimonio. Eugenius quería asociar esa cara a un nombre. Quería hacerlo en el momento, ya que sabía que más tarde podría hacerlo con facilidad consultando algunos archivos en internet... pero lo que importaba era el ahora.

Una sonrisa de autosuficiencia asomó a los labios de Eugenius, y permitió que la chica lo viera. Si no hubiera sido una videollamada la sonrisa no habría tenido mucho sentido.

 Sin duda aquella chica era dogmática y si Eugenius tenía que apostar diría que intransigente, maniqueísta, autoritaria y obsesiva. Todas ellas características del fanatismo.

 - No tomo café. - espetó el genio. - Puede causar insomnio, ansiedad e irritabilidad. Jaquecas, temblores, agitación y nerviosa y taquicardias. - Se señaló la cabeza con el dedo índice. - No tomo nada que pueda interferir con el perfecto funcionamiento de esto. Y cualquier persona inteligente debería hacer lo mismo. -

 Acto seguido, a pesar de que todo su discurso pudo sonar borde, como él era siempre, Eugenius sonrió. - Pero podemos vernos. Llámame tras el funeral de c0mrade. Tienes mi número. - con ello finalizó la conversación, dando por sentado que destruiría a c0mrade, y que la chica tenía sus medios para enterarse. Más si las sospechas de Eugenius acerca de que ella era la verdadera creadora del virus eran ciertas.

No es que la chica le cayera bien, o mal. Pero el científico sentía curiosidad. Y ésa era su mayor debilidad. La hija de su amigo, de su colega. Una hija que hasta hacía unos segundos no sabía ni que existía. Y que conocía a c0mrade. Eugenius estaba casi ansioso por saber qué más sorpresas le deparaba aquella joven.

Cuando colgó echó un vistazo a la eufórica Olga. Se disculpó y trató de llamar a Anne. Desconocía el paradero de su novia, si es que aún ella le consideraba su pareja. Tenía muchas explicaciones que darle y quería al menos la oportunidad de despedirse... por si se cumplieran las profecías de Alice y Avalon estallara. Dios no lo quisiera. ¿Pero en qué pensaba? Él no creía en Dios. No, Eugenius era el ser más inteligente del mundo, del universo, y daría con la solución. Acabaría con c0mrade.

Pero antes... observó expectante mientras su teléfono marcaba el número de Anne y escuhó los tonos anhelando una respuesta.

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27/11/2013, 15:54
Gretchen

Gretchen sintió un escalofrío. Y era Alice.

Alice tenía miedo.

Mierda. Aquí pasa algo muy gordo, Gretch. Estamos hablando de Novak... puede que fuera un genio, pero que un tío que tuvo problemas para vérselas con un puente levadizo se haya cargado la Torre de Comunicaciones en dos horas no se lo cree nadie. Esto es una trampa, y de las grandes. 

De las grandes, joder. O espabilas a esta gente o nos va a caer encima una buena. 

Gretchen asintió, nerviosamente. Sí, a ella también le parecía raro. No es que dudara de Novak, pero el hecho de que hubiera sido capaz de hacerlo en tan poco tiempo le resultaba demasiado inverosímil, demasiado... perfecto. Ella no sabía mucho de nada, pero le resultaba inquietante que los Nazis diseñaran un dispositivo tan importante sin sistemas de redundancia accesibles sólo físicamente. Igual era que Alice era una cabrona desconfiada y malévola, que también. Si ella hubiera sido, en verdad, la mujer de Viktor Eichman... otro gallo habría cantado. Y muchas más dosis de antidepresivos.

- Alice... cree que no está bien. Es una trampa -articuló-. Demasiado fácil.

Sus dedos pálidos y temblorosos se estiraron en dirección al proxeneta, temerosa de que en su rabia frustrada le soltara un revés. Ambroos parecía a punto de estallar. 

Y ahora, ¿qué? ¿Ir allí?  ¿A dondequiera que les estuvieran esperando? Ratón, en mi boca no pasarías frío, le dijo el león.

Gretchen cerró los ojos, pensativa. Una idea comenzó a formarse en su cabeza.

- Olga tiene la PDA de Dana. Podemos enviar mensajes desde una identidad nazi... -y calló. Aún no sabía para qué podía servirle eso, pero tenía varias ideas revoloteando por la mente. Ideas gestándose, que darían pie a algo más. Sólo necesitaba un poco de calma para fermentarlas.

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30/11/2013, 01:28
Ambroos Janssen

- No puedo dejar a las chicas solas incluso si así fuese. respondió a Alice con resolución.

Con presteza cogió uno de los instrumentos de la bolsa de tortura y lo colocó sobre la mesa, una pequeña rueda dentada donde se apreciaban pequeñas gotas de sangre reseca. La sangre de Jurguen. Aquí y allá había restos residuales de sudor y miedo, y los más tangibles restos de piel en las bridas que había utilizado para atarlo.

- Necesitamos seguir su rastro. Las palabras iban a ninguna parte, pero Ambroos confiaba en que Arjen tendría algún as guardado bajo la manga. Perros rastreadores, olfato de tiburón, vaya usted a saber qué. No es solo un cura imbécil: es la guía para adentrarnos en el campamento mercenario y un doctor nazi de la Segunda Guerra Mundial. Silencio tenso. La información que os di sobre los experimentos proviene de él, y sé que es cierta porque acabé en su mesa de operaciones. Es probable que sepa más...y vosotros podáis sacarle más provecho que yo.

Yo saco la información, vosotros la procesáis. Lo cierto es que no tendría mucho problema sacando más datos del sacerdote, aunque era consciente de que, pese a ser probablemente el más viejo de la peculiar alianza que habían formado, era quizás el que menos podía llegar a aprovecharla. 

- Imagino que su habilidad es similar a la mía…o quizás algo depurada. Y obviamente no pienso dejarle suelto. Va a casar a Gretchen. Hizo de mi vida un calvario. Es un presuntuoso subnormal que se cree cargado de verdad divina y bondad y... Es un puto subnormal. Si ha atendido a ese mercenario del que hablas es o por lealtades… o porque es tan imbécil que es peligroso.

El proxeneta miró a Liria antes de que pudiese protestar, exigiendo silencio con una mirada severa. No iba a admitir quejas ni protestas. Iba a encontrarlo e iba a matarlo.

- Haya ocurrido lo que haya ocurrido, los mercenarios saben cosas sobre mí que no deberían,  y es probable que hayan salido de su boca. Se justificó sin demasiado interés. Tampoco importaba: su interior se revolvía de una manera salvaje, rasgando las paredes de la razón. Estaba hecho; era demasiado tarde para deshacer el objetivo. Conocerá el campamento si ha ido a darles mi información, y seguramente sepa dónde está Dieter. 

- Y lo más importante de todo… En sus ojos oscuros apareció un brillo acerado, una determinación imposible, un dolor de huevos ajenos. El ceño estaba ligeramente fruncido, la mandíbula tensa: el rostro de un patriarca dictando las leyes absolutas. nadie jode a Ambroos Janssen y vive para contarlo.

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30/11/2013, 01:41
Gretchen

Gretchen permaneció en silencio, reculando intimidada tras las últimas palabras de Ambroos... cosa que Alice aprovechó para salir a la luz, un alien emocional desgarrando la expresión asustada de la cría.

- Diéter no es un cualquiera -respondió ácidamente. Le gustaba mantener la tensión con Ambroos-. Ir allí sin más es un suicidio, maldita sea. ¿Crees que podríamos pensar algo levemente más elaborado que entrar y poner tu polla sobre la mesa, Janssen? Nos están esperando. Su terreno, su gente, sus trampas. Preparados. A la expectativa. Esto no es tu terreno, no es tu burdel y no eres el único bailarín de la pista. O lo pensamos muy bien o van a jodernos, Janssen. Y a ti te darán un par de hostias, pero a Gretchen la van a destrozar viva. Literalmente. Conociéndole, dejará que mires cómo se la calza, y te puedo asegurar que no va a ser bonito de ver-cambió completamente el tono autoritario a uno más tranquilo, evidentemente hablando con su niña interior-. Cálmate, cálmate. Estamos planeando, ¿de acuerdo? No, no te preocupes. Pero... sí, claro. Tranquilízate.

Volvió a levantar los ojos hacia el proxeneta, molesta... pero aún así, sin poder ocultar una media sonrisa. Le gustaba Ambroos cuando se cabreaba. Le gustaba mucho. Algún psicólogo podría establecer una descripción bastante enfermiza sobre porqué al alter ego de una niña violada le atraían los hombres autoritarios, violentos y con un evidente desequilibrio mental. Bueno, algún psicólgo y alguien con dos dedos de frente.

- Joder,  mira lo que has hecho. Ahora Gretchen está histérica. Y tú... -su hilo de pensamiento se cortó bruscamente.

La información que os di sobre los experimentos proviene de él, y sé que es cierta porque acabé en su mesa de operaciones.

Silencio anonadado.

- Tú... fuiste creado en la segunda guerra mundial.

No era una pregunta, de hecho era una explicación. A su ira, a su odio, a cómo era, a lo que hacía. Hasta Alice se sintió incómoda, lo suficientemente incómoda como para quitarse la gorra de la Totenkopf y dejarla a un lado. Lentamente. Hasta bajó los ojos, la uberzorra. Casi parecía sentir algo de no sé, culpa.

- Entonces hay que limpiarlo todo. Que no quede ningún merc. Dadme una beretta, un machete y un soplete.

- Tiradas (2)
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30/11/2013, 12:12
Ambroos Janssen

El cambio de actitud de Alice al comprender al fin su naturaleza le agradó. Le agradó porque no tenían tiempo para preguntas, le agradó porque no quería hablar de ello. Había sido un infierno destructivo, uno que quizás solo alguien como Alice fuese capaz de entender. Uno que ya había entendido con una frase tan simple, que comprendía lo bastante bien como para no pedir explicaciones.

Solo fuego y destrucción.

- Dieter es un imbécil, desafió a Alice un imbécil que solo quiere a Gretchen.  Era una conclusión tan simple como obvia, pero a juzgar por la sombra de sonrisa predadora en el rostro de Ambroos era algo más. La cría no iba a caer en sus garras...más bien al revés. Entraré cubierto de C4 amenazando a Gretchen. Por supuesto, era un comentario a Alice...sabiendo que lo escucharía la niña. Y tenía la sensación de que Alice iba a respaldar su idea total y absolutamente, y aunque esperaba miedo por parte de Gretchen, también que su confianza en él fuese suficiente para saber que tener un cañón apuntándole a la cabeza eran, en estos momentos, su mejor armadura.

"Te quieren viva"

Si esos imbéciles se han atrevido a entrar en mi local por las malas, les importará demasiado lo que pueda pasaros para dejar que pueda herirte.

Miró luego al ecoterrorista. Ni siquiera sabía si querría colaborar en su cruzada o, ahora que la Torre había caído, marcharía con Novak y los demás a un fin menos egoísta.

- Arjen puede encargarse de guiar a los Anarquistas por las alcantarillas y acabar con todos los hijos de puta que quiera… puso como oferta en la mesa, una especie de regalo de cumpleaños sanguinario para intentar que Arjen quisiera acompañarles. Era una adquisición que no quería perder. menos de Dieter.

- Dieter es mío.

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30/11/2013, 16:26
Gretchen

La compasión, la conmiseración de Alice al sentir un profundo sentimiento de lástima por el hombre que llevaba viviendo una vida arrastrada desde la IIWW la arrastró de nuevo a Wonderland. La gorra en la mesa desapareció, el cuerpo volvió a retraerse cuando Gretch volvió a su legítimo cuerpo.

Gretchen temblaba. Tenía miedo -claro que siempre tenía miedo-, pero esta vez era ese miedo depurado a la anticipación, el recuerdo de todas las veces que Diéter había sido malo potenciado y amplificado por saber que llegaría pronto. Probablemente.

Retrocedió hasta dar con la espalda en la pared y se dejó caer, hecha un patético ovillo tembloroso. No desconfiaba de Janssen, pero la sola idea de tener a un hombre como él apretándola contra sí  hacía que la adrenalina se disparase por todas sus venas, que las lágrimas aflorasen a los ojos, que el Miedo, un Miedo con mayúsculas, tomase el control de ella. No era capaz de pensar. Ni siquiera escuchaba a Alice, quien molesta por haber perdido el control del cuerpo, trataba en vano de intentar tranquilizar a la cría con promesas de venganza y seguridad.

Gretchen. ¡Gretchen! ¡Hazle caso, maldita sea! ¡Sabes que no va a hacerte nada!

...

¡Por el amor del cielo, ¿qué coño crees que puede querer alguien como Ambroos de alguien como tu?! ¡Sabes tan bien como yo que la única persona que le interesa en ese aspecto es Natasha!

...

¡Gretchen! ¡Joder!  ¡Teníamos un trato! ¿Quieres a Stille? ¡Pues haz lo que te dice el puto Ambroos de una vez!

Dos o tres minutos de temblores y sollozos apagados, la cabeza entre las rodillas intentando ocupar el mínimo espacio posible.

Dile que sí.

...

¡Dile que te parece un buen plan!

...

¡Asiente!

La niña consiguió, por puras ganas de dejar de oír a Alice dándole órdenes, levantar la cabeza lo justo como para asentirle a Ambroos.

 

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30/11/2013, 18:52
Niki Neill

La arrogancia y el exceso de confianza con el que hablaba Rotterdam me desconcertaba. Esa constante sensación que variaba entre lo familiar y lo desconocido me estaba volviendo loca y no podía evitar pensar que era como si estuviera jugando al póker pero el tipo de enfrente conociera todas mis cartas. ¿Quién coño era ese tío? Me desconcertaba, me intrigaba, me atraía... y por alguna extraña razón sabía demasiado de mí, mientras que yo no sabía nada.

Escuché en el coche, sin mediar palabra, toda su explicación, y dejé que hablara con Jürgen todo lo que necesitara, sin intervenir, pero sin perder detalle. Pensé que aquel hombre quizá tuviera semejanzas con la "verdadera yo", con Samantha. Su moralidad y sus habilidades se me antojaron conocidas, al mismo tiempo que desagradables. Su historia desató en mi muchas preguntas... ¿De qué me conocía? ¿Para quién coño trabajaba? ¿Cuánto sabía de los anarquistas? ¿Le buscarían los mercenarios? Pensé en esto último, seguramente ya me buscaba demasiada gente como para añadir los mercenarios a la lista.

Finalmente, observé como bajaba el cuerpo de la parte de atrás hasta el portal del cura, mientras en mi cabeza surgió una última pregunta, la más importante, nacida de una preocupación que subyacía en mi mente desde que me marché de aquella vieja estación de tren... ¿Podía ser verdad? ¿Le habían cogido? Me dispuse a preguntarlo en cuanto regresó al coche, pero entonces se fue la luz. Me quedé con la boca entre abierta, pero no llegué a articular palabra. Fruncí el ceño, y saqué mi teléfono. ¿Eso debía ser una buena noticia? Mi, al parecer, compañero me pareció eufórico. Yo no necesitaba contactar con el exterior ahora, pero si la gente podía hacerlo, en breve la ciudad sería un caos. Mi sentido de urgencia volvió y pensé en Izan.

Miré a Rotterdam a los ojos con expresión seria y me tensé visiblemente, como un perro que eriza el pelo antes de enseñar los dientes. 

- Bien, Rotterdam. No estoy para juegos. Dime qué necesitas de mí, qué esta pasando, y cómo coño es posible que tengas a Christopher. - Me mordí el labio y me incliné hacia él, amenazante. - ¿Dónde está el científico ahora? Me da igual para quién trabajes, pero en pocos minutos la ciudad se convertirá en un caos... Necesito respuestas y las necesito ya. ¿Quién coño eres? ¿De qué me conoces? - Sabía que esta respuesta le resultaría desconcertante, pero necesitaba saberlo ya.