Partida Rol por web

La voz de Jonathan, distorsionada a través de la radio, estaba relatando unos actos tan crueles y despiadados como inverosímiles y fantasiosos. Hubieran pensado que se le había ido la olla si no fuera por que algunos de ellos habían visto en persona la masacre y la tumba abierta de Stark, y otros al propio cadáver resucitado del asesino en persona. El relato de como Stark había asesinado a unos chavales que tan solo pretendían pasarlo bien, beber un poco y hacer las típicas travesuras propias de su edad, había sido tan espantoso que les congeló la sangre mientras caminaban en pos de, precisamente, el perpetrador de tan cruel salvajada.

-Y Laurie tuvo suerte de poder huir y de que Stark no decidiera ir tras ella finalmente. Y también de que la encontrarais, de lo contrario habría muerto congelada. - Dijo la voz de Jonathan. -Bueno, ¿cómo vais? En menos de cinco minutos estoy con vosotros. Dame vuestra ubicación.

No podía creerlo. Era como si las peores pesadillas se hiciesen realidad. ¿De verdad aquel hombre, aquel asesino, había regresado de entre los muertos para seguir matando? Porras, eso no tenía ningún sentido. ¡¡¡Ninguno en absoluto!!!

Instintivamente, me agarré al brazo de Kurt. Estaba más cerca y en esos momentos, permanecer separada del grupo no era lo que más me apetecía.

-Esto... no es normal. Eso no puede haber ocurrido. Si murió, Erik Stark no puede volver a la vida. Tiene que tratarse de algún otro chiflado que quiere que nos volvamos locos.

Y lo cierto es que lo estaba consiguiendo.

Creía haber pasado por lo peor que alguien a lo que alguien era capaz de sobrevivir, pero aquello era demasiado. Era imposible. Y sin embargo, tenían el testimonio de una chiquilla que lo había vivido en primera persona, la atroz carnicería vista en el cementerio y, por si fuera poco, Adam ya se había enfrentado a él. Erik Stark, el monstruo que había atormentado los recuerdos de muchos tras la matanza de hacía seis años, se había convertido en un zombie imparable, una pesadilla viviente. ¿Se suponía que iban a detenerle, ellos cuatro (cinco con Jonathan cuando llegara), con esas armas? Miró, incrédulo, la escopeta de caza que tenía en las manos, pareciéndole un juguete. También sintió como Charlie cogía su brazo a un lado, y Linda al otro le apretaba la mano y se juntaba más contra su cuerpo. Él también deseaba hacerlo, acurrucarse y sentirse seguro, o despertar en su cama y que todo hubiera sido un mal sueño. Pero sabía que no iba a ocurrir, que por muy extraña que fuera, no podía escapar de esa realidad. Y con esa certeza, también tuvo una nueva seguridad: puede que muriera, pero la gente a la que quería sobreviviría; detendría a ese asesino una vez más, y pagaría el precio necesario.

—Vamos a necesitar algo más grande que esto —dijo a Adam antes de que respondiera por la radio, por si quería decir a su amigo que se pasara a por un rpg o similar.

Adam hubiese preferido no oír muchas de las cosas que Sandy había dicho mientras avanzaban. Suerte que Kurt iba atento al rastro, pues él hacia rato que no podía concentrarse en dicha tarea. El último comentario colmó su paciencia de nuevo e hizo que se parara en seco frente a ella. Por suerte, la radio interrumpió el momento de tensión trayendo la voz de Jonathan. Adam tardó unos segundos en responder, con la mirada fija aun en Sandy.

- Estamos aun sobre el rastro. -dijo por la radio.- ¿Va todo bien?

Echó de nuevo a caminar mientras dejaba que Jonathan les informara. Volver a centrarse en el caso que tenían entre manos parecía calmarle el ánimo, pero el relato que escucharon distaba mucho de ser tranquilizador. Sin darse cuenta, Adam fue aminorando la marcha hasta detenerse por completo, con la mirada fija en ninguna parte. Se quedó allí, callado, intentando darle sentido a todo aquello. 

- No. -dijo finalmente con voz distante, como si hablara consigo mismo.- No es otro chiflado. Es él. Y es cierto, nada de lo que llevamos le detendrá, pero es todo lo que tenemos hasta que encontremos un plan.

Cogió de nuevo la radio mientras intentaba pensar alguna cosa. Se sentía frustrado y cansado.

- El rastro bordea el pueblo, por la carretera junto al bosque a unos diez minutos de la casa del doctor. -hizo una pausa, tras la que siguió avanzando.- Oye, ¿sabes dónde podríamos conseguir espejos grandes?

Sandy esperaba la reacción de Adam, cualquiera, pero una que demostrase que tenía sentimientos o que realmente le importaba algo. Cualquier cosa le servía. En el fondo era tan insegura como la nerd del instituto y en aquel momento era ella quien estaba ganando la batalla en su cabeza. Solo buscaba que entendiese que sin él, ella no era nada y que con Stark suelto o su imitador más bien, ella podía darse por muerta.

Entonces aquel relato rompió por completo los esquemas de Sandy y a cada palabra que escuchaba, más miedo le entraba y más temblaba a causa del mismo. Según acabó todo, la joven estaba pálida y de espaldas a todos. Terror era lo que sentía. Que difícil era enfrentarse a sus emociones cuando llevaba años ocultándolas bajo las drogas y ahora venían todas como si de un fuerte sopapo se tratase... ya no solo era Adam, era Stark de nuevo y lo que vivió en el pasado. No estaba preparada para aquello.

Ninguno lo estaba realmente.

- Este es el primer año que montaron el recinto ferial después de lo ocurrido en el instituto. No se si habrán puesto la casa de los espejos en él como otros años. - Dijo sin girarse ni mirar a nadie, respondiendo a la pregunta de Adam. - En el centro comercial, hay una tienda de muebles y tienen varios espejos, pero el problema es que está lleno de gente y sería una carnicería si nos sigue... Las tiendas de ropa tienen espejos fijos en sus paredes, en los probadores y seguramente en la cristalería de James, encontremos espejos a parte de cristales para ventanas... esa estará cerrada a estas horas. - Añadió sin volverse.

Sentía el frío en especial en sus ojos llorosos a causa de la forma que tuvo Adam de pasar de ella. - Pero si es un zombi o algo así, decapitándole o volándole la tapa de los sesos debería bastar. Dudo que descabezado pueda seguir haciendo nada... - El problema era encontrar al valiente que le de capitase con un arma cuerpo a cuerpo.

- Podríamos tenderle una trampa... hacerle pasar por algún sitio y en el momento oportuno, soltar planchas de cristal sostenidas con cuerdas al techo. Algo que le corte en pedazos... incluso hacerle caer en un camión de la basura y triturarlo... - Se giró y vio a Kurt con ambas chicas abrazadas a él sintiendo que era lo que quería y necesitaba, un abrazo del hombre que le gustaba y no se atrevió a mirar a Adam. - Pero, que más da lo que diga ya... - Lo había estropeado todo gracias a sus miedos e inseguridades.

Y mientras los demás parecían que comenzaban a avanzar, ella se quedó plantada en medio de la nieve, sintiendo el dolor en su pecho y sin saber que hacer ni a donde ir. Además, aquel terror que invadía su cuerpo no dejaba que diese ni un solo paso en aquel momento y no quería pedir ayuda, por temor a no recibirla de quien esperaba que lo hiciese.

Asintió, más seguro de si mismo, y continuó.

—Venga, tenemos que seguir —dijo en voz baja a las dos chicas, obligándolas a que avanzaran, aunque fuera pegadas a él. Solo Sandy pareció quedarse atrás, atrapada en su propia cabeza, paralizada—. No te separes —dijo dirigiéndose a ella, parándose un segundo para que recortara distancias—. Son buenas ideas, esa del camión me gusta. Encontremos el rastro, a ver a dónde se dirige, y después planearemos algo bien. Vamos, juntos.

No tenía tiempo de hacer de niñera, pero veía las cosas. A veces tardaba, pero al final se daba cuenta. Sandy estaba mal, estaba hecha añicos por dentro, y necesitaba un empujón, que se la prestara atención. No iba a seguirla el juego cuando se comportara como una adolescente, pero era necesario que supiera que no la estaban ignorando, que se la escuchaba. Y que no todo caía en saco roto. En esa ocasión, con más motivo: sus imaginativas soluciones, aunque difíciles, eran mejor opción sin duda que disparar a un cuerpo que no sentía las balas, ni aunque fueran de un calibre capaz de derribar a un oso. Si aquél monstruo era duro en vida, no quería imaginar lo que sería en la muerte.

Las huellas de Stark seguían por la carretera que circunvalaba Birchmont, pero de pronto giraron de vuelta al pueblo. Las siguieron de cerca, fijándose en el rastro de sangre cuando las huellas en la nieve desaparecían. Entonces vieron que el rastro iba directo a una de las casas, que tenía la puerta de entrada abierta de par en par. Charlie la reconoció de inmediato, era la casa de una de sus alumnas, alguien que se encontraba de camino al hospital en esos momentos: Laurie Cleveland.

La calle estaba en silencio, y la casa de los Cleveland también. Lo que no anticipaba nada bueno. Algunas luces de Navidad brillaban en las casas de alrededor, pero la de los Cleveland no tenía ninguna decoración. La prima de Laurie, Karla, había sido una de las primeras víctimas de Erik Stark cuando éste hizo su entrada en la fiesta de Navidad seis años atrás.

Adam esperaba alguna respuesta de Jonathan mientras escuchaba las propuestas. Alguna era bastante disparatada, pero le hicieron pensar. La última frase de Sandy, sin embargo, lo sacó de su proceso interno. Se paró y se giró, mirándola mientras estaba allí parada. Adam suspiró con fuerza y retrocedió hasta ella. Aguantó la escopeta con una mano y rodeó con el otro brazo a Sandy, atrayéndola hacia él y colocando su cara sobre la cabeza de ella.

- Lo del camión de la basura es una gran idea. -dijo finalmente con voz cansada. -Vamos, tenemos que seguir. Camina conmigo, ¿vale?

No habló mucho mientras seguían el rastro, se quedó cogido a Sandy, procurando que el grupo no se separara. Aquel cambio de rumbo en las huellas no sólo le preocupaba, sino que le dejaba con la incógnita de cuál era la destinación original de Stark. Cuando llegaron a su ubicación final, Adam tomó la radio de nuevo.

- Aquí trece veinticuatro. El rastro de Erik Stark llega hasta el domicilio de Laurie Cleveland. La puerta está abierta, me dispongo a entrar.

Hizo un gesto para que todos prestaran atención. Estaban a punto de meterse en lo que podría ser una trampa mortal y necesitaba que todos escucharan.

- Muy bien. -dijo en voz baja.- Vamos a entrar todos juntos, pero intentemos no pisarnos los unos a los otros. Yo iré delante, necesito que tengáis los ojos puesto en vuestro alrededor. Ahora sólo queremos saber si está ahí dentro y si los Cleveland están bien. -puntualizó cada una de las siguientes palabras.- No hagáis ninguna locura.

Echó un último vistazo a sus alrededores, sorprendido del silencio y de que Jonathan no hubiese aparecido ya, teniendo en cuenta su forma de conducir. Tomó aire y se dispuso a entrar, pero antes sacó su linterna y se la tendió a Sandy.

- Quédate cerca y alúmbrame el camino por encima de mi hombro. -dibujó una media sonrisa.- Esta sí puedes llevarla, ¿no?

Tomó la escopeta con ambas manos y comenzó a caminar hacia la casa.

Sandy dudaba. Sentía el frío cada vez más intenso en su interior y cada vez tenía más ganas de marcharse de allí. Las palabras de Kurt no sirvieron de mucho para ella en aquel momento. Solo había una persona que podía salvarla o bien una cosa que haría que todo se esfumase bajo una cortina de humo. En ese momento sintió el calor del cuerpo de Adam y su cabeza apoyada sobre la de ella. Sandy escuchó sus palabras y se abrazó a él.

- Perdóname. Pasé de nerd a porrera y me perdí esta parte donde las emociones se deben controlar, incluído el miedo... el miedo a Stark y el miedo a perderte... aún salvándonos todos... perderte. - Le susurró la joven mientras caminaba a su lado.

Sandy no habló más. Era justamente lo que necesitaba para ir recuperando fuerzas y se aferró de tal manera a Adam que parecía que no podrían separarle de él ni con el hacha de Santa.

No sabía porque, no le pilló por sorpresa haber terminado allí, en la casa de Laurie. Lo que le sorprendía era que Stark supiese que ella vivía allí. Sabía que era del pueblo, pero llevaba cinco años bajo tierra... quizás es que simplemente algunas cosas no cambiaban en aquel lugar y a pesar de tener un cerebro podrido y cargado de venganza, aún era capaz de recordar donde vivía la gente. Por otro lado, supo que si Charlie y ella se iban a casa y este no las seguía, tardaría en dar con ellas, puesto que ambas se mudaron tras su muerte.

La joven guardó silencio ante las palabras de Adam. Esta vez no iba a contradecirle. Iba a entrar con él y eso era lo que le importaba a Sandy, no separarse de su lado. Cogió la linterna con la mano y le miró a los ojos, asientiendo en silencio con la cabeza, para luego pegar su cuerpo por completo a la espalda del agente y pasar su mano izquierda por la cintura del hombre y colocar la linterna a la altura de su rostro.

Sandy seguiría los gestos de la cabeza de Adam con esa postura. Miraría también y trataría de escuchar si es que el miedo se aleajaba de ella lo suficiente como para prestar atención a todo lo demás. - Seremos uno. - Le susurró al oído a Adam y comenzó a caminar siguiendo sus pasos. Era ella quien debía adaptarse a sus momivientos y no tardaría demasiado en aprender a moverse como él y no ser una molestia, sino más bien una ventaja.

A fin de cuentas, era como bailar...

Dejando que por una vez, los chicos llevasen la delantera, más que nada porque no se fiaba de lo que pudieran encontrar y poder reaccionar bien, Charlie se sorprendió al encontrar que el rastro llegaba hasta la casa de Laurie. No lo entendía y la naturalidad con la cual lo aceptaban los demás, principalmente, Adam, le sorprendió.

-P-pero... el asesino... ¿viene de aquí, siguiendo a Laurie, o vino desde el cementerio, hacia su casa? Y en todo caso... ¿por qué?

La voz de Adam pidiendo precaución no era suficiente para tranquilizarla, por lo que se pegó a Kurt y a Linda, todavía más.

Sandy entró con él, quizás para no perderle y aferrarse a lo que consideraba en esos momentos como lo único por lo que merecía la pena vivir. La entendía. Ella no tenía a nadie así, por lo que no era capaz de llegar a comprender del todo los sentimientos que debía estar experimentando su amiga. Pero es que el miedo tampoco le estaba dando ningún respiro.

Impaciente, pero a la vez temerosa de lo que pudieran encontrar, permaneció a la espera, susurrando una última cosa antes de que la pareja entrase.

-Sandy, t-ten cuidado... tened cuidado.

A la respuesta de Charlie era fácil responder, aunque no tanto ponerle palabras. El sendero de muerte de ese maníaco era horripilante, pero la inteligencia que estaba mostrando, o puede que una simple capacidad de rastreo innata, sobrenatural, era aún más aterradora.

—Salió de su tumba, destrozóa esos pobres críos, persiguió a Laurie y, como no logró matarla, fue a donde sabría que iría: la casa del doctor. Y como allí tampoco pudo, ahora ha ido a su casa. Es como un perro de presa, incapaz de detenerse hasta que acaba el trabajo. Pero no es lo peor. Es imposible que supiera dónde vivía, era demasiado pequeña cuando mataron a ese bastardo. ¿Cómo sabe dónde ir? —Negó. No tenía ni idea, no podía tenerla. Podía desarmar un motor, el coche entero, fabricar nuevas piezas y dejarlo como nuevo, pero aquello escapaba por completo a su entendimiento. Pero si sabía que tenían que entrar y pararle, como fuera, antes de que una nueva generación sufriera las mismas pesadillas que a él le mantenían en vela cada noche durante horas—. Vamos a por ese cabrón —dijo siguiendo a Adam con el arma cargada y lista.

Adam encabezaba la marcha hacia el interior de la casa. Tras él iba Sandy, sosteniendo la linterna e iluminando la oscuridad del interior del edifico, y Kurt que tenía el arma preparada para lo que quiera que se fueran a encontrar. Algo más atrás quedaban Charlie y Linda, que se abrazó a su amiga fuertemente. La cubana llevaba rato sin pronunciar palabra en voz alta, bastante impactada y preocupada por todo lo que veían, y por la terrible historia que Jonathan había contado a través de la radio.

El interior de la casa estaba en completo silencio. La única luz, además de la linterna de Sandy, procedía de la puerta que encontraron abierta gracias a luz que se colaba de una farola cercana. Las puertas de las otras habitaciones estaban cerradas y tras cruzar el recibidor accedieron a un largo pasillo que finalizaba en unas escaleras que ascendían al segundo piso. Una tabla de madera crujió levemente sobre sus cabezas, pero a excepción de eso el silencio era absoluto.

La oscuridad no hacía más atractiva aquella terrible aventura. Charlie, a quien no le gustaban demasiado las cosas excesivamente emocionantes, y que solía perderse todas las películas de terror porque se pasaba más tiempo con los ojos cerrados que abiertos, estaba más preocupada por no clavar sus uñas en el brazo de Linda, que parecía tan asustada como ella, que en ver lo que les esperaba delante.

Todo estaba en silencio.

Una farola parecía actuar como única guardiana de aquel lugar y los movimientos de la linterna de Sandy, acordes a los pasos que daban, le otorgaba a aquello un extraño deja vu de tantos films sangrientos que la habían obligado a ver.

Pero no podía cerrar los ojos; esta vez, no.

Avanzaron a través del recibidor y el pasillo, y una tabla crujió sobre sus cabezas, haciendo que Charlie mirara hacia arriba, más inquieta que nunca.

-¿Q-que es eso? Ahí arriba hay alguien, seguro. Hay alguien, hay alguien. Yo no pienso subir. 

Miró a su alrededor, y vio muchas puertas, todas cerradas, lo cual tampoco era demasiada buena señal, al menos para ella.

-¿P-por qué no empezamos abriendo estas puertas, mientras Adam... mira en el piso de arriba? -sugirió.

Adam sostuvo la mano que Sandy había puesto en su cintura unos segundos en señal afirmativa y, con suerte, reconfortante. Después alzó el pulgar al resto sobre su hombro. Tenía tantas dudas como Charlie, pero para intentar resolverlas debían avanzar. Tomó la escopeta con ambas manos y entró.

En otra situación, que la casa estuviera a oscuras no tenía porqué ser mala señal. Podría ser que no hubiese nadie, y eso hubiese sido todo un alivio. Pero Adam tenía un mal presentimiento, y el hecho de que la puerta estuviera abierta no le dejaba para nada tranquilo. Avanzó despacio, cubriendo todo rincón posible, hasta que el crujido le hizo parar. Miró al techo, casi como si esperara poder ver a través de él, mientras Charlie hablaba. Se giró hacia el resto.

- Muy bien -dijo casi en un susurro-, Sandy y yo subiremos. Buscad por esta planta a los Clevelant. -se giró hacia la escalera pero se detuvo apenas había dado un paso para volver a mirarles.- Si encontráis algún espejo, cogedlo sin hacer ruido.

Se quedó allí unos segundos, mirándolos, como si tuviera algo que decir pero no recordara qué. Finalmente les hizo un leve cabeceo y se giró. Avanzó hasta quedarse a los pies de la escalera, mirando hacia el espacio que se abría por encima de ellos.

- ¿Lista? -preguntó a Sandy por encima del hombro.

Sentir la mano de Adam sobre la suya, hizo que Sandy dejase de temblar, más aún después de escuchar las palabras de Charlie. Casi tenía que caminar de puntillas para ver por encima del hombro del agente, pero eso no le impidió avanzar cuando este lo hizo, tratando de mantenerse siempre pegada a su cuerpo y apuntar con la linterna hacia donde Adam miraba.

- ¿Y si encendemos las luces? - Preguntó en un susurro dentro de la casa de los Cleveland. - Veríamos mejor y si está aquí y hay espejos, se verá reflejado en ell... - En ese momento se escuchó el crujido en la parte superior de la casa y la gran idea de Charlie. A Sandy le dolió escuchar como decía que subiese Adam y estuvo a punto de contestarla que lo hiciese ella, pero en el fondo tenía razón. Adam era quien debía subir y Sandy no quería separarse de su lado.

Cuando la joven iba a añadir que subiría con él, no hizo falta. Ya se encargó él de eso y Sandy le abrazó y apoyó su cabeza en su espalda, indicándole con ese gesto que no solo no le abandonaría, sino que era donde quería estar.

Continuaron moviéndose hacia la escalera. Sandy quería encender la luz del pasillo, pero temía que Adam la reprendiese por ello, así que dejó la idea en el aire a ver si los demás lo hacían. La verdad es que con la linterna encendida, en medio de la oscuridad, eran un blanco fácil para quien permaneciese oculto, en silencio y con un hacha en sus manos. Sin luces ni sonidos que le delatasen.

Adam se detuvo frente a la escalera y tras realizarle aquella pregunta a Sandy esta le besó el cuello. Un sencillo y dulce beso. - Siempre que estés a mi lado. - Le respondió al oído y se dispuso a seguir, pegada a Adam, hacia la planta de arriba. Su brazo seguía por la cintura del hombre y nuevamente Adam pudo sentir como Sandy comenzaba a temblar de miedo.

Eso era bueno. Sus sentidos estarían alerta, la adrenalina se dispararía por su cuerpo y el instinto de supervivencia tiraría de ella.

Aquél silencio, la oscuridad, tal vez fuera un miedo visceral por la situación, pero para él, no auguraba nada bueno. Cuando una de las tablas en el piso de arriba crujió, estuvo a punto de disparar el arma.

Mejor vamos juntos, intentó decir, aunque parecía tener la garganta seca y apenas logró más que un gruñido por lo bajo. No creía que fuera buena idea separarse. Sin embargo, no solo era ese mutismo inconscientes, tampoco era momento de discutir, así que no contradijo nada y se limitó a asentir, atento.

Adam y Sandy avanzaban adelantándose al resto hacia las escaleras del piso de arriba, el resto se quedaría abajo buscando a la familia de Laurie. Cuando Charlie sugirió abrir las puertas cerradas, Linda llevó su mano hacia el pomo de la puerta más cercana a la entrada, que era la que ella y Charlie tenían al lado. La mano de Linda temblaba temerosa cuando alcanzó el pomo y lo hizo girar. La puerta se abrió lentamente con un chirrido y Linda suspiró aliviada cuando comprobó que estaba vacía. Era un dormitorio, a juzgar por la decoración juvenil y los posters de tíos buenos con el torso descubierto, debía ser la de Laurie. Un espejo de pie, suficiente para ver el cuerpo entero, se encontraba en una de las esquinas de la habitación.

-Pa... parece que hay un espejo. - Dijo con la voz seca. -Entero. - Añadió, ya que en el recibidor de la casa, junto a la percha y el cuenco para dejar las llaves, había otro pero estaba hecho añicos por un golpe con algo contundente.

Sandy pensaba que sería una buena idea encender las luces e instintivamente llevó la linterna hacia las paredes. Allí descubrió huellas de sangre. La inconfundible huella de una mano que caía hacía el suelo, y algunas manchas más que podrían ser de alguien apoyándose. La sangre seguía por el suelo, cada vez más abundante, y doblaba al final del pasillo, hacía la última de las habitaciones. En la escalera también había sangre, un hilillo goteaba de uno de los escalones más altos.

Adam, lo observó bien. La escalera subía en línea recta hasta la mitad de la altura del piso, a continuación doblaba a la izquierda con ayuda de un par de escalones y terminaba de cubrir la distancia hasta el piso superior en sentido contrario. Desde abajo podían ver el primer tramo de escalera perfectamente, pero no lo que había en el segundo tramo. Sin embargo, en uno de los escalones superiores, asomaban los dedos ensangrentados e inmóviles de una mano.

La escena que se iba abriendo a sus ojos, iluminada por la linterna de Sandy, cobraba cada vez un cariz más oscuro y espeluznante. Casi habría agradecido no tener la luz si significaba ver eso. Con un suspiro, apartó la mirada y siguió a Linda al interior de la habitación más cercana, dónde la chica había encontrado un espejo; si Adam tenía razón —y podía ser dado que el de la entrada estaba roto, seguramente destrozado con el mango de un hacha—, podía ser mejor arma que cualquier pistola o escopeta.

—Cogedlo y sigamos —dijo. También cogió la mano de su pareja durante un instante, apretándola para darla ánimos—. No pasa nada, todo irá bien —prometió con más confianza en la voz de la que sentía realmente, antes de soltarla y seguir—. Voy delante, vamos.

Adam tomó aire y se dispuso a subir, pero sus ojos siguieron instintivamente el recorrido de la linterna hasta posarse en la sangre. Siguió el rastro con la mirada, temiendo que su presencia allí era demasiado tardía. Fue entonces cuando una gota cayó desde el piso superior e hizo que alzara la vista. Aquellos dedos ensangrentados eran una mala bienvenida a la segunda planta, pero debían seguir.

Se giró hacia el resto, que salían de una de las habitaciones, y chasqueó los dedos para llamar su atención. Les señaló el rastro de sangre que se dirigía a la última habitación. Luego, les indicó con gestos que se disponían a subir. Dio un par de palmadas sobre la mano de Sandy y comenzó a subir, esta vez con la escopeta apuntando hacia la planta superior, hacia el hueco que la escalera iba abriendo delante suya. Esperaba que quien fuese la persona en el suelo ahí arriba aun estuviera con vida, y se preguntaba por qué Jonathan no había llegado ya.