Partida Rol por web

Nadir extendió su lanza... pero nada. Allí no había nadie que la cogiese. El caso es que no oíais nada salvo el clamor de los muertos, aún abajo, retozando de un lado para otro (quién sabe si ya eternamente tras el sueño perdido o hasta que volvieran a sus tumbas).

Hemos de irnos, no hay nada que hacer -dijo Charles de Lupo-. Don Álvaro parece haberse esfumado o esos malditos lo han... -no terminó la frase, y él y Richard McCormak, con ojos embebidos en ciertas lágrimas, marcharon hasta donde estaban las monturas para el regreso-.

 - ¡No podéis saber eso!. - Le recrimine, ante su idea de abandonar a nuestro fiel camarada. Hasta que no tuviera alguna confirmación de algún tipo, no le pensaba dejar tirado.

Roderigo miró al de Lupo, dijo exáctamente lo que el pensaba. Lo mejor sería marcharse, no había nada más que hacer aquí. Escuchó a Jaume, le puso la mano en el hombro, lo miró y negó con la cabeza. Después se dispuso a marchar. Aunque antes saludó en dirección al hoyo y dijo -Adeus amigo-

Se negaba a aceptar la idea de que su compañero hubiera muerto. Aún hay posibilidades, solo esperemos un poco más, seguro que aparece…  ¡No podemos dejar a un compañero tirado de esta forma! El honor guerrero del judío se negaba a dejar tirado a un compañero o el cuerpo de este si dale  una buena sepultura.

Cayó de rodillas cerca de la grieta y grito. ¡Álvaro! ¡Corre! Grito otro par de vez tratando de escuchar si había respuesta, pero la respuesta no llegaba. Finamente cabizbajo el judío se levantó y empezó a caminar hacia las monturas. 

Trataba yo de rogar con brío y traer conmigo los dones de mi protectora, pero la suerte parecía haberme abandonado en ese menester. Más valdría ir preparándome para salir de aquel agujero en cuanto las sombras que me envolvían se disiparen.
 

Oístes un "¡Álvaro, corre!" de boca de Nadir. Debió vociferar desde la entrada hacia abajo, hacia la cripta. Et que ya pasando los minutos, que ya empezabas a visualizarte a tí mismo las palmas de las manos. Quizá era el momento de salir de allí. No obstante, tu movimiento discreto había sido vano, pues tus pasos oíanse bastante claros (aunque no se vieran) durante tu marcha al fondo de la cripta, tu lanzamiento de la piedra y tu vuelta... Los muertos sabían ahora que allí había alguien más, y comenzaron a andurrear por todos los rincones de la misma, sacando sus espadas. Algunos otros muertos, además, comenzaron a levantarse del resto de las tumbas... ¡Pronto estarías completamente visible!

Los minutos pasaban y el único sonido que se escuchaban eran más estruendos, como si más piedras golpearan contra el suelo (¿Acaso se estarían levantando más muertos?). Sea como fuere, don Álvaro no respondía a Nadir, ni se tenía aprecio de su silueta subiendo o intentando salir de allí. ¡Qué diantres!

Cierto, no puedo saberlo -decía Charles al médico catalán-. Pero tampoco vos sabéis si aún es vivo.

Nadir y Roderigo alcanzaron en la marcha al de Lupo y a un cabizbajo MacCormak. Tariq y Jaume aún seguían junto a la entrada de la cripta.

Partamos cuanto antes. No es seguro quedarnos aqui. Essas... cosssas podrian salir y seguirnos. ¡Rapido! dice Rasiq consciente de que lo sobrenatural no es bueno tenerlo como enemigo.

PNJOTIZADO*.

Vayamos pues... -dijo malhumorado Jaume tras comprobar que todos sus compañeros, tras los largos minutos, se alejaban de la cavidad-entrada de la cripta-. Entonces caminó hacia vosotros, hacia las monturas.

Desatásteis pues las monturas, y subísteis a ella. En vuestra cabeza andábase el recuerdo de don Álvaro, caído en desgracia allí abajo. No sabíais a ciencia cierta su destino, pero no parecía haber rastro de él (ni visible, ni de oídas o gritos) allí abajo. Alejándoos ya de allí, pusísteis rumbo de nuevo hacia el este, dirección Amposta y también Peñíscola. Sabíais que teníais el pergamino (lo portaba Charles de Lupo), aunque estuviera encriptado, y la referencia en latín de aquella tumba de mármol negro (en la mente de Charles): el caballero Sebastién de Liones, y sus apóstatas (que debían ser aquellos muertos levantados...). Poco a poco, caminábais a paso suave.

Quizá su Santidad se alegre de ver que le llevamos un buen alijo -espetó el de Lupo-.

Disponíame ya a huir, cuando reparé en que la tumba de mármol parecía repeler a los muertos. Mucho riesgo habría de correr, si me empeñaba en de nuevo llegar allí, mas ya era claro que aquellos seres sentían la mía presencia, y que en vano podría tratar de engañarlos de nuevo. Que todos los hados se apiadaran de mi si aquello no funcionaba...

En un último empeño, ya sin importarme que me oyeren, húbeme de deslizar por tras de las tumbas, corriendo hacia el monolito de mármol, pensando que allí estaría a salvo, o quizá hallare algo que me pudiere dar respuesta que no conociere. Desde arriba me gritaban, y a mi sólo me quedaba rezar por que la cuerda no se llevaran, o quizá avisar. Mucho riesgo, pues habría de atraer a los muertos hacia mi, mas de poco serviría vivir si se llevaban la soga sin mi.

- ¡AGUARDAD, NO LLEVÉIS A CORDA!

El grito fue dado, y para que no hubiere tiempo de más, corrí en cuanto lo proferí, de tal modo que si los muertos me habían de buscar, no fuere donde me pudieran encontrar. Y apresté a guardar la espada y preparar el hacha, que a mandobles habría de morir, si así lo disponía el destino.
 

Nadir cabalgaba cabizbajo. Acababa de abandonar a un amigo en el campo de batalla algo imperdonable, y el judío se martirizaba con esa idea. No prestaba atención a las riendas del caballo, dejaba que el animal cogiera el camino más fácil siguiendo al resto de caballos.  Ni siquiera había pensado a donde se dirigían ahora, dejo que esa decisión fuera tomada por otros, en ese caso Chales. 

 Miré molesto a Charles de Lupo, a escuchar su comentario, carente de tacto, del que carecía ninguna referencia por nuestro estimado compañero caído:

 - ¡Al menos podías tener algo de consideración por Don Álvaro!. Era un buen hombre y un bravo soldado del señor. Dio su vida para que pudiéramos salir de ahí, así que mostrar un poco de respeto al menos por él...

Roderigo siguió a sus compañeros sin decir nada. Escuchó el comentario del de Lupo y el de Jaume en silencio. Es cierto que habían perdido a don Alvaro, pero también lo era que el se había quedado a combatir contra un montón de cadáveres en vez de salir por pies como habían hecho ellos. Llevaban el manuscrito pero había costado una vida, mientras pensaba esto Roderigo espoleó su caballo y siguió adelante
 

Ninguno de los cadáveres andantes llegaban hasta la tumba de mármol. Parecía que allí estabas a salvo. Claro que, en el otro extremo estaba la salida de la cripta. ¡Santo Dios! ¡Y tú en la zona contraria! Tras agarrar con fuerza la espada, te hiciste entonces visible. Podías ver tu hacha (la cual tomáste) y tus propias manos y ropajes. Fue entonces cuando gritaste, y todos los cadáveres se giraron de su penoso vagar a oscuras por la cripta. Entonces echaste a correr, con la intención de que no se llevaran la cuerda... Saliste desde la tumba y mientras sorteabas los viles cuerpos y las armaduras y armas oxidadas tropezaste con un trozo de tumba rota, cayendo estrepitosamente al suelo... Estabas a mitad de la cripta, y veías cómo los cadáveres se echaban encima.

Era el fín.

Tus días parecían tener que rendir acciones con El de los Cielos.

Y pareció que en vez de ir diestro con el Altístimo, el fuego de los Infiernos viniera a tí, pues viste fuego iluminando la cripta. Veías ahora los cadáveres más claramente, con las cuenca de sus ojos vacías y desgastadas. Luego viste una espada sobrevolando por encima de tí, junto al fuego, y entendiste lo que ocurría.
 

Aquel tipo, un hombre encapuchado, comenzó a flanquear los cadáveres en torno a tí, atemorizándoles con el fuego y prendiéndoles (a algunos), mientras machacaba con su espada a tantos otros, haciéndolos pedazos los suyos huesos. En cuestión de momentos estuviste libre, tendido aún en el suelo y casi hecho un ovillo, pero fuera de peligro. El hombre se quedó de pie junto a tí. No le veías el rostro, oculto por la capucha. Podría decirse que tenía un habitón grande, que le cubría todo lo que por dentro llevara. Te tendió la mano y te levantaste tras hacer un esfuerzo.

Vamos... -dijo secamente-.

Antes que se dejara ver el rostro, corrió hacia la salida, girándose un poco para que tú hicieras lo mismo. Una cuerda bastante gruesa hizo que ascendiera apoyándose grácilmente en la roca interior. Los caballeros templarios, muertos vivientes en aquel momento, habían sido reducidos a astillas y humo. Y por cierto, sería mejor salir de allí antes de acabar asfixiados.

No creo que haya sido desconsiderado, Jaume -respondió Charles sobre la montura-. Su Santidad le tendrá en buena estima cuando vea que su vida ha valido un gran deseo suyo... bueno... parte de un deseo suyo: antes de partir, el Papa Benedicto me pidió que no volviéramos sin el Cáliz... el cáliz de los Corrompidos. El tesoro de los apóstatas -palmeó un par de veces su alforja, donde había guardado el pergamino de la tumba de negro mármol- y el Cáliz de los Corrompidos... ¿Recordáis?

Hubo un pequeño silencio. Richard McCormak, ahora sin armadura, escuchaba atentamente.

En los libros de Su Santidad leímos que el Cáliz fue llevado tras muchos "tumbos" al monasterio de San Adrián de Sasabe. Pero antes de salir, el Papa me dijo que tiempo ha que el rey de la Corona de Aragón se lo arrebató a los monjes, ordenando su traslado al Palacio Real de Valencia. Allí debemos ir antes de volver a Peñíscola, señores.

Lo dijo solemnemente, como si no tuviérias elección.

Asi ssssea dice Rasiq mirando a Richard sin su armadura sintiendo cierta lastima por él. ¿Como habia podido caer en desgracia asi?

Ante las palabras en referencia a Don Alvaro que probablemente este muerto ya, Rasiq se aproxima a Jaume y le ofrece un trago de te. Fue un gran hombre... y grraccsias a él podemos vivir un nuevo dia. No malgastemos su regalo. Tenemos mucho que hacser antes de ganarnos la libertad.

Veña, imos para o palacio-dijo Roderigo, tocaba seguir dando tumbos en busca de algo que ni siquiera sabían si existía. Ya habían perdido a un compañero, a saber que les depararía la suerte ahora.Asintió ROderigo a las palabras de Rasiq, mas por quedar bien que porque realmente lo sintiera. Aunque quizás, muy al fondo de su corazón, Roderigo lamentaba la pérdida del compañero caido, pero eso no lo reconocería salvo con unos tragos de más.