Partida Rol por web

- Si se movilizaran las fuerzas suizas...destruiremos de igual modo la torre de comunicaciones y luego saldríamos a toda velocidad de la zona...evitando que no cojan a ser posible. - afirma Xabier. -  Lo del ala delta...lo veo peligroso, la verdad nunca he pilotado uno y como dice Cristina habrá que ser experto para manejar uno en esa zona...pero lo de la distracción nos podría ver para que miren hacia un lado y nosotros podamos entrar desde el otro para acabar con ellos...por un lobo no van a llamar a sus compañeros... - mira a Cristina y le pregunta - ...¿controlas la transformación en lobo o sólo la de bestia? Es importante conocer las limitaciones de cada uno... - mira a Gastelu y le pregunto - ...¿Qué limitaciones tiene tu don? - finalmente mira a Trillo y le pregunta - ...En tu caso, ¿tienes alguna debilidad que debamos conocer? Digamos que siendo un no muerto y esas cosas el frío no te afectará...

- Si quiere puedo cambiar de forma ahora mismo, señor Silva. - Le indiqué al hombre. - No es que tenga un control pleno, pero se que debo hacer para cambiar. Otra cosa sería que fuese o  no capaz de controlarme como bestia y no atacar a todo ser viviente que se me acercase. Esas son las limitaciones que conozco. Esas y que cada luna llena, me guste o no... - Guardé silencio. Era lo típico de las películas, pero una realidad en mí. Fue con aquella primera luna llena después de que mi padre me mordiese, cuando descubrí que me había transmitido esta maldición.

- Mientras no lleven munición o armas de plata, todo irá bien... - Les dije a los hombres y miré al vasco, esperando que no hicise la gracia de sacar de la nada un simple anillo de plata.

- Me parece una buena idea, es una distracción plausible. Si hay lobos en los pirineos, los habrá aquí- respondió Trillo.- El frío no me afecta- corroboró.- Bueno, si hace muchísimo frío y estoy mucho tiempo quito, puedo congelarme, pero eso es todo- añade,- en el invierno del 56 estuve congelado en hielo dos meses en el valle junto al Peña Vieja, pero con la primavera se fundió.

- Si de verdad tenemos mucha prisa, puedo simplemente derribar la antena- propone- se quedarán sin señal seguro.

─Mi don no va bien para las falsificaciones, no sé porqué. Y cuando creas algo caro, es muy difícil colocarlo, el oro, las piedras preciosas y demás tienen un mercado muy controlado, si no salen de algún sitio concreto y legal es muy complicado colocar más que algo para ir tirando... ─contestó Gastelu a Xabier─ ¿Y me queréis decir que nadie ha hecho parapente? Nenazas. Mola un huevo. Las vistas son espectaculares, no hay nada como la vista de la costa del Kantauriko mar, quiero decir, del mar Cantábrico, pues eso, desde el cielo. En fin, que era una sugerencia, si os da miedo pues no se hace y ya está.

La conversación que siguió era de lo más interesante. Inquietante, tal vez, pero la mar de interesante. Ahora que los interlocutores hablaban con cierta libertad, las palabras fluían con mayor... fluidez. En fin, que había una conversación molona. Algo bueno saldría de todo eso.

- No creo que lleven munición de plata, así que por eso no tiene que preocuparse... - dice ante el comentario de Cristina - ...tenemos la distracción. Cuando ella llame su atención nosotros intentaremos acceder desde el lado opuesto en silencio. Tumbar la antena sólo como último recurso, lo mejor es entrar y destrozar todo...hacerlo creíble o al menos con explosivos...bueno para evitar que se congele creo que llevará uno de los anoraks de camuflaje que mantendrán una temperatura estable si se mueve al andar.

Mira para Gastelu y le pregunta:

- Falsificaciones no necesitaremos...espero que los explosivos que puedas sacar no sean marca ACME...la idea es que nos des cobertura con un fusil...concretamente un M82 Barret, un calibre 50 con buena penetración. Las balas que usarás son perforantes, pero te dejaré un peine de explosivas por si las cosas se ponen peliagudas. ¿Entendido? - mira al resto y pregunta en general - ¿Alguna idea interesante más?

─Entendido, entendido ─asintió el vasco ante la exposición y órdenes de Xavier.

Lo cierto es que aunque Aitor le daba la razón, no lo hacía muy convencido, o con demasiado aire marcial. En el fondo dejaba claro que acabaría haciendo lo que le saliera de las narices (por no usar otra expresión más vulgar). Él no era un soldado y, precisamente, se caracterizaba por su espontaneidad, su adaptabilidad. Lo de ceñirse a un plan podía estar bien para otros, pero en cuanto algo se torciera, cosa que siempre pasaba, había que adaptarse, dejar que las cosas fluyeran. Ya se darían cuenta. Pero de momento haría lo que se le decía. Tampoco es que tuviera muchas otras cosas que hacer...

Respiré un tanto aliviada, recordando el encontronazo con aquellos monjes en Galicia y el dolor que me provocó la plata al penetrar en mi piel y atravesar mi carne. No me apetecía sentir aquello de nuevo. - Perfecto. Por mi parte no tengo nada más que aportar. 

Volví a coger mi cuaderno de dibujo y continué con el mismo, siguiendo dándole vida a uno de aquellos tigres que tanto me fascinaban, permaneciendo atenta en todo momento de lo que los demás decían o añadían. Dibujar me ayudaba a estar tranquila y centrada y en aquel momento era lo que más necesitaba. No quería tener que probar la pistola que Silva tenía preparada por si me descontrolaba una vez transformada en una enorme y feroz bestia. - A saber lo que acabaría haciendo aquí dentro ese... animal. - Pensé para mí.

- ¿Cómo nos iremos de allí? - Tanto hablar del asalto que pasamos por alto nuestra huida de aquellas tierras lejanas y perdidas en las montañas. - Entiendo que no tendremos transporte alguno hasta que no nos alejemos lo suficiente de aquella torre... o la idea es que saltemos, destrocemos la torre y acabemos con los guardias y quedarnos allí... para siempre... - Alcé mi vista y clavé los ojos en Silva. El era quien tenía las respuestas. Luego miré al vasco.

- ¿Podrías hacer que apareciesen vehículos grandes y funcionales? O tu poder se limita a objetos de un tamaño máximo. - pregunté con curiosidad. 

─No puedo hacer aparecer un tanque, pero sí puedo hacer aparecer una motocicleta. Ya lo he hecho en el pasado. Y tampoco me lo había planteado, pero tal vez pudiera convocar un globo, inflarlo y salir disimulada y discretamente por el cielo suizo. Las vistas tienen que ser la ostia... ─sugirió el vasco, repentinamente sonriente. Se ve que le gustaban las experiencias con adrenalina de por medio.

Estaba bien idear un plan de salida, era una interesante línea de pensamiento, pero Gastelu era más de improvisar, de apañar alguna salida en el último momento gracias a sus poderes. Tal vez por eso le habían "trincado" y ahora estaba obligado a trabajar para el Régimen.

- Lo del globo no es mala idea, pero la dejaremos como última opción. - hace una pausa y añade - Para salir de allí usaremos motos de nieve para dirigirnos hacia una casa franca del CSID, de allí iremos al hotel donde nos haremos pasar por turistas españoles que asistirán a la fiesta navideña. Si nuestros compañeros fracasan en la primera fase del plan, entre todos intentaremos recuperar los viales del virus en caso de que ellos fallen...aunque esperemos que no fallen. El hotel estará sin conexión a internet ni telefonía móvil así que podremos operar con relativa tranquilidad en ese caso...  - hace otra pausa, piensa algo y añade - ...espero que trajeran algo de ropa elegante. Si no intentaremos conseguirles algo más adecuado...creo que el motivo de la fiesta de estas navidades son los años 20.

- ¿Ropa... elegante? - Miré a Silva arqueando una ceja. Por un momentó creí que me estaba tomando el pelo. No solo a mí, sino que a todos los presentes, pero que todo iba más bien enfocado hacia mi persona. - Míreme. Soy la elegancia personificada. - Me puse en pie, mostrando aquella ropa vieja que llevaba puesta, donde lo masculino se mezclaba con lo femenino sin estar acorde con nada. - Lo que no descarto es que lleve algo de los años 20... - Sonreí con ironía y me volví a sentar, cogiendo nuevamente el carbocillo entre mis dedos.

- Elegante. - Murmuré para luego sonreir con una visible mueca. - Menos mal que está Gastelu con nosotros. Creo que será él quien nos consiga esa ropa "de gala". - Dije en voz alta, volviendo a trazar líneas y sombras sobre el papel.

Trillo se encogió de hombros. No tenía más ropa que la que le habían dado, así que no, no había traído otra muda ni nada por el estilo. Cuando uno estaba muerto, esas cosas carecían de importancia.

─Bueno, el hotel estará sin cobertura si lo hacemos bien, claro. Pero bueno, contad con las motos de nieve y con la ropa años 20. ¿El steam-punk también valdría? ¿No? Joder, vaya caras. En fin, pues trajes felices años 20. Me muero de ganas de verte en vestido corto, Cristina. Eh, no me mires así, tengo novia pero no soy de piedra... ─se disculpó el sonriente vasco, repentinamente animado.

Tal vez la perspectiva de una fiesta le había mejorado el ánimo. O "pinchar" a la mujer-lobo. Bien pensado eso podría no haber sido muy inteligente por su parte. Aunque Gastelu también parecía de esos locos que disfrutaban con el peligro, así que igual era hasta aposta...

- Una pregunta que me ronda la cabeza Gastelu...¿de dónde sacas los objetos, cómo los sacas? Es que realmente me imagino que puede que los convoques porque no creo que se fabriquen mágicamente... - pregunta Silva al vasco. - Los que no tengáis ropa...malo será que no encontremos algo de vuestra talla o que os sirva.

El buen ambiente reinaba de momento en el grupo, mejor porque lo peligroso venía ahora.

- Lo mejor es que ahora descanséis ya que mañana a la noche llegaremos a nuestro destino. Dormid bien y si necesitáis algo avisadme. La aeronave seguirá volando para estar en situación en el momento de que se ponga el sol, así aprovecharemos el máximo de oscuridad para el ataque. A las 17 horas de mañana os quiero listos aquí, ¿entendido?

─Yo qué sé, tío, vienen. Puedo pensar en algo, pero siempre han venido a mi mano, sin chistera ni nada ─constestó el vasco encogiéndose de hombros.

Gastelu era un natural, no había tenido que entrenar sus poderes ni idear nada, sólo, por así decirlo, sobrevivirlos. No es que le gustara hablar demasiado de su pasado, pero seguro que tenía un par de anécdotas muy buenas sobre apariciones repentinas de cosas sin "pedirlas"...

Aitor sonrió al escuchar la expresión gallega, que entendió gracias a su culturilla general ─y al haber hablado con mucha gente a lo largo de su no tan larga vida─, y puso un pulgar arriba cuando Xabier acabó de dar las instrucciones. Tocaba relajarse, eso se le daba bien al vasco. Pero nada demasiado relajante.

─Si a alguien le apetece un "peta" para relajar los nervios, que avise...

- Tampoco es que tengamos a muchos sitios más donde ir o estar mientras estemos en este trasto metidos. - Respondí a la petición de Silva al estar allí a las 17 horas del día siguiente. - La verdad es que tengo ganas de ver mi habitación y de dormir en una cama decente por una vez. - Dije como si hiciese tiempo que no durmiese en una. Y lo cierto es que así era. Desde que recibí mi maldición, desde el acoso de mi primo y sobre todo desde el día que descubrí a aquellos monjes, mi vida y más que nada, mis lugares de descanso, habían cambiado de manera radical.

- No, gracias, Gastelu. Solo necesito una cosa para poder dormir bien y de un tirón y es sentirme a salvo. Cuando en cuentre ese lugar y ese estado, seguramente duerma a pierna suelta durante días. - Le guiñe un ojo y le sonreí. Luego cerré mi cuaderno de dibujo y guardé las cosas en la mochila, mi único petate en aquel viaje. - Supongo que si esto es todo... - Dije poniendo la mochila sobre la mesa, antes de levantarme y marcharme a mi habitación. - Por cierto... ¿hay duchas aquí?

- Deje de fumar cuando deje de respirar- respondió Trillo, desechando la idea con un gesto.- Esperaré a que sea de día- añadió, sacando un libro de encuadernación barata. "Muerte en el Tren Negro", la había comprado por unas pesetas  en un quiosco. A lo mejor la lectura le distraería.

- Sí, hay duchas. Cada uno de sus camarotes posee un baño y tienen allí una ducha. - comenta Silva. - Descansen lo que puedan. Les avisaré en cuanto estemos a punto de llegar.

Dicho esto se levanta y se va a hablar con el capitán del dirigible. Cada uno de vosotros decide pasar el tiempo muerto como mejor puede.

El tiempo pasa lentamente, para algunos más que para otros. De repente unas alarmas os devuelven a la realidad o terminan de despertaros. Unos segundos más tarde escucháis la voz de Xabier por la megafonía de la aeronave.

- Prepararos, estad listos en diez minutos. Vamos a tener que hacer un descenso rápido y estas aeronaves no están preparadas para ellos.

Notáis como el dirigible zozobra, si observáis por las ventanas veis las cumbres nevadas y podéis escuchar el fuerte sonido del viento. Las rachas que golpean la nave son bastante fuertes. Algunas de ellas empujan la nave varios metros en la dirección en la que sopla el viento en ese momento. 

- Es una tormenta de nieve moderadamente fuerte...- os informa Silva por la megafonía. - Coged un paracaídas por si acaso aunque descenderemos a pocos metros del suelo. Han avisado a control aéreo y nos han dado permiso por el tiempo, no hay mal que por bien no venga.

Alarmas en un dirigible, puto mal rollo.

─¿¡Qué se ha tomado el conductor, joder!? ─exclamó el vasco por los pasillos─ ¡Que esto es un Zeppelín, no una montaña rusa, ostias! ─añadió contrariado.

Agitado por los bandazos del artefacto volador, no tardó en acudir al puente envuelto en un buen abrigo y con un paracaídas bien sujeto a la espalda.

─Primero aterrizar, después medios de transporte. De una pieza, preferiblemente, ¿eh? ─comentó con una media sonrisa.

Trillo guardó su libro de bolsillo en la chaqueta, tendría que seguir luego. El mundo era un lugar extraño y la ficción algo que le resultaba fascinante. La gente se inventaba mundos, lugares y gentes, que podían ser tan grandes como uno quisiera, tan libres como su imaginación alcanzara. La última frontera de la libertad.

Pero tenía trabajo, así que guardó su libro en su chaqueta, todavía con el mono que le había proporcionado el ejercito, y se levantó en el zozobrante dirigible. Vió los paracaidas al otro lado de la habitación. Había caido muchas veces sin uno de estos, no esperaba mayores problemas. Y menos cayendo sobre blanda nieve, pero aun así las precauciones no estaban de más.

- Cuando queráis- respondió.