Partida Rol por web

Scythe

Escena 2B: La reunión en el Talgo

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22/01/2019, 13:41
Germán Ballesteros

Germán escuchaba las palabras del Doctor realmente epatado. Le horrorizaba cuanto escuchaba pero lo peor no era el asistir a tan cruenta descripción sobre los efectos del virus... Lo que realmente le reconcomía era la vanidad del ser humano por crear algo así. Siempre era igual... había quien jugaba a ser dios por el mero hecho de que resultaba divertido o le hacía sentirse poderoso a uno. Los ojos del bibliotecario se abrían de par en par imbuídos en una nada difícil de definir.

- Y, ¿no existe vacuna? - preguntó en un tono de voz inocente. En cualquier circunstancia, Ballesteros se habría quedado callado. Al final esa era precisamente una de sus buenas cualidades. Resultaba grosero que alguien con tan pocas luces como él se metiera en los asuntos de otros. Pero las palabras emergieron de su boca casi sin control. Tanto que se vio en el brete de tener que explicarse.

- Quiero decir... con todo el respeto, ¿por qué se crea algo así y, a la vez, paralelamente, no se trabaja en una vacuna viable? ¿No debería estar alguien investigando para ello... produciendo un método de contingencia eficaz? Porque, si algo así se llega a expandir, no habrá bandos ni países... ni afinidades políticas, religiosas o económicas... Morirá mucha gente. Gente de todo tipo. No entiendo quién podría estar interesado en que algo así sucediese.

Germán sacudió la cabeza. Había hablado mucho más de lo que acostumbraba y ahora se sentía avergonzado. Pero lo había hecho abstraído... pensando en lo que decía, pero sin medir sus palabras.

- Les pido disculpas... señor de la Cierva... doctor Fischer... no quería ofender a nadie. Hay cosas que se me escapan... serán los nervios de la misión. Supongo que cuanto más sabemos a veces resulta peor.

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24/01/2019, 14:15
Álvaro Díaz de Vivar

Pese a que la señorita Ruiz rápidamente concordó conmigo en lo referente a cómo el miedo y los nervios debían actuar en nosotros, el doctor pareció tratar de dinamitar, seguramente de forma inconsciente, puesto que ningún sentido tendría que lo hiciera a conciencia, mi intento de tranquilizar a los miembros del equipo.

Por suerte, De La Cierva estuvo rápido, si es que esa fue su intención, en desviar la conversación hacia algo más productivo. Fischer nos regaló una breve pero intensa disertación acerca del virus que debíamos recuperar, con toda suerte de descripciones acerca de síntomas y resultados, muy especialmente los calamitosos resultados de la liberación de aquel virus. A Ballesteros le faltó tiempo para preguntar por una posible vacuna, un tema interesante, aunque podía abrir una delicada caja de los truenos y levantar más de una ampolla. Trabajar en un virus ya era delicado, pero hacerlo sin el desarrollo de una vacuna delataba un objetivo aún peor.

Necesitaremos un protocolo de actuación respecto a la mercancía, para cuando debamos tratar con ella, transportarla o, Dios no lo quiera, manipularla. –Comenté, con gesto serio, más incluso de lo ya habitual en mí, tratando de apartar la conversación de los motivos por los que se operó de tal forma con algo tan peligroso. Por lo que a mí concernía, sólo importaba si existía la vacuna o no, si dispondríamos de ella o no, y no los motivos que hubiera detrás de ello- Procedimientos, métodos de autoprotección, todo eso. También sería interesante saber si existe alguna forma de… inutilizarlo, destruirlo. –Mis ojos buscaron la reacción de De La Cierva- Creo que todos somos conscientes de que nuestra misión consiste en “recuperar” ese virus, pero si en el… fragor del combate, nos encontrásemos en la tesitura de no poder llevárnoslo, evitar al menos que el enemigo lo obtenga sería una victoria. Menor, pero victoria al fin y al cabo.

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28/01/2019, 18:24
Juan Tomás De La Cierva

- Esterilizar todo inmediatamente, con quién esté dentro si no está debidamente protegido... - comenta De La Cierva - ...fuego a gran alta temperatura. Es la única solución que veo a simple vista. - luego parece ponerse serio y añade - ...Un arma así se crea por miedo, España aunque lo crean o no está rodeada de países que querrían verla caer. Gran Bretaña nos odia, Francia lo mismo aunque le caemos mejor porque les compramos armamento. Lo que queda de Marruecos también, incluso Argelia con su doctrina comunista nos tiene ganas a pesar de que hemos sidos aliados contras Marruecos hace poco. España puede que sea uno de los países más odiados de este mundo...lo único con lo que contamos son lo que somos y tenemos...y parece ser que matar o crear cosas mortíferas tenemos un don...

Toma aire y toma un sorbo de su copa:

- Mandaré que una unidad de peligro biológico envíe equipamiento a Francia. No sé como lo podré ocultar pero algo se me ocurrirá...Y aunque sus órdenes hayan sido recuperarlo, por amor de Dios si no pueden destruyan ese engendro del mal. Yo al menos no les echaré la culpa, imagínense que se usara contra nuestra amada patria...aniquilados por nuestra propia arma.

En sus ojos podéis ver el miedo que cualquier hombre tendría ante un arma que se usara sobre gente inocente, y más si esa gente son sus vecinos y amigos.

- Doctor, necesitaré una lista de todo lo que pueda necesitar. Se me acaba de ocurrir que puedo equipar uno de los dirigibles de mi flota como un hospital aéreo...o un par de ellos por si acaso las cosas se tuercen mucho. Necesitaré saber si existe la vacuna o al menos algún medicamento que pueda ayudar a paliar los efectos del virus. Mejor prevenir...

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28/01/2019, 18:34
Director

Recuerdas que tu colega te comunicó que estaban trabajando en un antiviral llamado G-NH1A Omega. Es todavía experimental y sólo ha logrado una eficacia menor al 20% en las pruebas (no es mucho). Es difícil de sintetizar y en caso de ser necesario dicho medicamento cuanto antes se fabrique mejor para todos.

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28/01/2019, 23:31
Azucena Ruiz

El Doctor Fischer debía ser muy inteligente, no me cabía la menor duda, pero su capacidad para la empatía dejaba bastante que desear; y es que mientras el Señor Díaz y yo hacíamos de alguna manera un llamamiento a la calma, la última afirmación del alemán hacía todo lo contrario.

Aquel tema quedó rápidamente a un lado con la intervención de De la Cierva, que invitó al doctor a hablarnos de la enfermedad que aquel virus provocaba. La explicación de Fischer, a la que atendí con suma atención, llevó a Ballesteros a preguntar por la existencia de un vacuna.

Esbocé una amarga media sonrisa ante su comentario de que no comprendía quién podría querer que tanta gente muriera. Aquel hombre no tenía ni idea de dónde se había metido, me preguntaba qué le había llevado a aceptar participar en esta misión.

La conversación prosiguió en torno al virus, preguntando Díaz sobre protocolos para tratar con la cepa, así como sobre la posibilidad de destruir esta si la situación impedía recuperarla. A mi modo de ver, destruir esa cosa debía ser la prioridad, pero no, teníamos que robar aquel virus mortal para ponerlo en otras manos.

Las manos de quienes nos han obligado a varios de nosotros a participar en todo esto, gente sin escrúpulos.

De la Cierva trató de responder a todos, contemplando además el hacerse con un par de hospitales aéreos por si las cosas se complicaban en demasía.

- Todo esto es valiosa información, sin duda, pero tengo la impresión de que estamos empezando la casa por el tejado. Primero tenemos que hacernos con esos viales, ¿hay alguna información que aún no conozcamos que nos permita planificar algún intento de recuperación de estos en el tren? - pregunté a De la Cierva, dando una calada al cigarro al terminar de hablar.

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29/01/2019, 15:24
Leopoldo Fischer

La excitación y el miedo causada por la sucesión de imágenes mentales que le iban apareciendo a la mente mientras relataba un hipotético atentado se iban calmado, al igual que su respiración mientras el doctor escuchaba los comentarios de los presentes tras su explicación.

Quién iba a pensar que un científico como él, tan falto de cualquier tipo de aptitud social más allá de los informes, artículos o comunicaciones entre otros colegiados y camaradas llegaría a intervenir y aportar algo en una cena como esta con un grande de España. Aunque la explicación no fue totalmente de su agrado dada la falta de detalles por no trabajar él mismo en el proyecto, las respuestas e inquietudes de los oyentes tampoco fueron las esperadas. Eran esos momentos que le recordaban que estaba fuera de lugar. No estaba en su laboratorio con su ayudante, ni en una convención en Ginebra con otros eruditos del sector, ni siquiera entre militares deseosos de conocer más detalles sobre su nueva arma vírica. Simplemente sus mentes no eran capaces de apreciar el gran trabajo del doctor Ocaña como virólogo, pero tal y como indicaba De La Cierva, ese mismo miedo era el que sentía y paralizaba a cada uno de nuestros enemigos.

- Efectivamente señor Ballesteros, hay una investigación paralela, concretamente el proyecto G-NH1A Omega, trabajando en la “vacuna” pero me temo que su avance dista mucho de ser aceptable. Sin embargo, ahora que han destinado a Gilberto Ocaña a ese mismo proyecto, esperamos que puedan superar con creces ese 20% de eficacia. Aunque mi presencia en esta misión se deba únicamente a esta parte – comentó mirando al resto – tras la cena les haré llegar un documento con los protocolos a seguir si se encontrasen con la situación de tener que manipular los viales o destruirlos, así como una lista detallada de los complementos de protección a utilizar organizados por prioridades. Señor De La Cierve, le haré llegar una copia de esta última parte así como la persona de contacto del proyecto G-NH1A Omega para que pueda solicitar directamente todas las vacunas en fase experimental que nos puedan enviar.

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31/01/2019, 11:31
Álvaro Díaz de Vivar

Mi mente comenzó a trabajar rápidamente, en el plano más pragmático posible. Fuego. Aquella mención se quedó grabada en mi subconsciente, como una anotación subrayada. Grabada a fuego, valga la redundancia. El permiso para eliminar el "paquete" abría una vía que, aunque debía ocultarlo por mi propio bien, me interesaba. Aquella mera idea podía ser calificada de traición, y por ello me abstuve de mostrar la más mínima emoción que desvelase mis intenciones, pero si no me era imposible me ocuparía de evitar que aquel material biológico regresase a manos de nadie. No importaba el bando, la guerra biológica carecía del menor sentido del honor entre soldados, de respeto a las reglas de enfrentamiento. Liberar un virus y dejar que el enemigo sencillamente muriera sólo... resultaba despreciable.

Granadas incendiarias, lanzallamas... ¿Sería posible introducir algo así? -Pregunté a De La Cierva, con seriedad- En el tren o en el destino, completo o por piezas para ensamblar a su llegada. ¿Podría hacerse?

Por lo demás, todo quedaba a expensas de revisar el resto de la información de que dispondríamos. Medios de autoprotección, protocolos, información relevante del proyecto de vacuna, y si la pregunta de Ruiz era acertada, lo que De La Cierva pudiera añadir respecto a la extracción del material. Realmente, a ese respecto, no teníamos prácticamente nada, y mucho me temía que estuvieran depositando toda su esperanza en nuestra capacidad para la improvisación.

No me gustaba improvisar, las batallas se ganaban o perdían antes de librarlas...

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03/02/2019, 16:18
Juan Tomás De La Cierva

Medita un poco sobre la última información que acaba de escuchar.

- Introducir eso en el tren lo veo casi imposible, pero en el hotel factible. En el tren sólo podemos introducir su armamento, pero sin munición...aunque para la munición del arma hemos encontrado formas de introducirlo en el tren, por si fuera necesario.

Mira al señor Ballesteros y le pregunta:

- Le veo muy callado señor Ballesteros, usted creo que será fundamental en lograr el éxito en esta misión. Sus capacidades lo hacen indispensable para robar los viales, usted será el que tenga que correr ese riesgo. La señorita Ruíz es la encargada de lograr la información y ubicación con sus capacidades de los viales. El capitán nos proporcionará protección y será el encargado en actuar si todo se pone feo. Usted doctor, es el encargado de evitar que provoquemos una pandemia mundial. - hace una pausa y os comenta - Ahora entenderán porque ustedes cuatro son los elegidos para el tren. ¿Alguna pregunta más? 

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05/02/2019, 11:45
Germán Ballesteros

- Me hago cargo, señor de la Cierva. - respondió no sin cierto pesar. - Cuándo acepté, aún sin saber exactamente los pormenores de este encargo, me supuse que sería yo quien habría de llevar a cabo en primera instancia el acto de sustraer los viales. Y no es que me quiera echar atrás... no me malinterprete. Pero si nos pregunta si estamos nerviosos yo le diré en confianza que lo estoy... y mucho.

El hombre alargó la mano hasta tomar la copa de vino. Efectivamente el pulso le temblaba imperceptiblemente y el hecho de poder así algo, aunque fuese una copa de alcohol, le daba cierto aplomo.

- Yo no soy espía... ni soldado... ni un héroe... Soy bibliotecario. Sé de libros. No es la primera vez que me enrolo en estas cosas y el Ministerio sabe que me tiene para lo que precise. Pero a alguien que puede volverse liviano como el aire le preocupan poco los cuchillos, los palos o las balas... Pero un virus... un virus es otra cosa, señores míos.

Un trago y la copa quedó apurada.

- Pero como dicen en el coso... valor y al toro. Y yo preocupado por el nudo de la pajarita...

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05/02/2019, 21:49
Álvaro Díaz de Vivar

Chasqueé la lengua, ligeramente defraudado por la imposibilidad de obtener el material antes de la llegada a ese hotel, aunque no eran todo malas noticias. Habría sido infinitamente peor no poder contar con ello en absoluto. Aquello no era más que un pequeño traspiés, no en la misión en sí, sino en el modo en que más me gustaría darle finalización.

Acto seguido, De La Cierva tuvo a bien desvelar los motivos, estratégicos y plenamente justificados a mi parecer, de nuestra elección para componer aquel equipo. No pude sino asentir ante la lógica de sus argumentos, queriendo resumirlo en un lenguaje más... marcial.

Localización, extracción, y contención. -Enumeré, como las fases de aquel operativo, representadas en cada uno de los efectivos a mi alrededor- Y medidas disuasorias de ser preciso. -Es decir, yo- No le defraudaremos, estoy convencido de ello.

Ballesteros se mostraba genuinamente preocupado y nervioso, y no se le podía culpar por ello. No era un efectivo adiestrado, un agente, un soldado. Ninguno de ellos lo era, al menos para lo que se avecinaba. Por ello, precisamente, yo mismo debía exigirme estar a la altura. A la altura de lo que se esperaba de mí, de la misión, y de ellos. Si algo había aprendido en la Milano era que una escuadra se mantenía tan fuerte como los lazos que unían a sus efectivos, y a su capacidad para cubrirse unos a otros. Cuando te metes en territorio hostil, tras la línea enemiga, sólo puedes contar con los tuyos. Y aquellos tres debían poder contar conmigo.

¿Sabría estar a la altura de tanta exigencia?

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09/02/2019, 22:05
Azucena Ruiz

Las preguntas y las informaciones continuaban sucediéndose, quedando cada vez mas clara cuál era nuestra situación exacta. Mi pregunta no obtuvo una respuesta directa por parte de De la Cierva, pero con su intervención dejó claro que no había nada más de relevancia que pudiera aportarnos, siendo yo la encargada de obtener información sobre los viales.

Por un instante me sentí sobrepasada ante aquella idea, tratando pronto de disimularlo volviendo a llevar el cigarrillo a mis labios, y es que aquella era una enorme responsabilidad.

Cuando el resto terminó de hablar, sorprendiéndome que esta no fuera la primera vez que el bibliotecario trabajaba para el Gobierno, y sintiéndome algo más tranquila ante la seguridad que demostraba el líder del grupo, tomé la palabra.

- ¿Tiene aquí esas fotos de las que nos habló? Estaría bien que nos las mostrara cuanto antes para poder localizar al sujeto. - señalé, dejando caer la ceniza del cigarro en el cenicero antes de añadir algo más. - Si les soy sincera, veo complicado que podamos obtener los viales en el tren. A menos que el susodicho hable con alguien sobre el virus, necesitaré hablar con él para poder averiguar algo, y cuenta con mucha gente a su alrededor en un sitio muy reducido.

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11/02/2019, 10:13
Juan Tomás De La Cierva

- Es posible que lo comente con sus hombres en su departamento, por eso la necesitamos a usted señorita. Podrá escuchar su conversación desde el suyo. No podrá utilizar aparatos electrónicos en el tren, por lo que no podrá ocultar esa información. Además nuestros cubículos no están cerca del suyo para evitar levantar sospechas. - comenta el millonario - Las fotos se las mostraré mañana durante el desayuno, de momento están guardadas en la caja de seguridad de mi vagón personal.

Luego decide tranquilizar al señor Ballesteros, ya que es el miembro más naif de la misión. Pero aún así es uno por el que muchos países matarían ya que dispone de unas habilidades increíbles para este trabajo.

- Señor Ballesteros no se preocupe. En todo momento estará arropado por el equipo, sé que no es un agente de campo y que no ha recibido el entrenamiento debido. Eso es porque se le ha protegido desde que era un niño, ha tenido suerte. En otra situación se le había adiestrado desde crío para ser un asesino despiadado...en la URSS aún siguen haciendo eso con jóvenes bien parecidos. Gorriones les llaman... - hace una pausa y añade - ...el capitán vigilará por su seguridad y tenemos la suerte de contar con la señorita Ruíz para saber si se acercan o no al vagón. Además en caso de peligro el doctor nos mostrará de lo que es capaz. Realmente el más inútil del grupo soy yo, soy un simple patrocinador o conseguidor si desean usar ese término...pero velaré por su seguridad en todo momento...si es necesario también me sacrificaré por la patria y el rey... - sonríe levemente y añade - ...bueno al menos lo haré para evitar que sufran o mueran mis seres queridos...

En sus ojos notáis una mirada de orgullo hacia vosotros. 

- Capitán sé que no me defraudarán porque saben lo que nos jugamos. Puede haber fallos, como en cualquier misión...usted sabe mucho más de esto que nosotros. Pero ahora será mejor que cambiemos de tema, disfrutemos de la cena y puede contarnos esa anécdota de cómo logró evitar que una carga de caballería a cargo del capitán Silva llegara a buen término en la última guerra con Marruecos...es algo que al señor Ballesteros le encantará escuchar y a mí no me importaría ver el otro punto de vista.

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12/02/2019, 12:16
Álvaro Díaz de Vivar

Todo cuanto decía De la Cierva parecía consecuente y bien planificado, lleno de un sentido común del que adolecía el servicio de Inteligencia durante la guerra, en que se nos daban órdenes que muchas veces contradecían toda lógica. Aunque Ruiz no parecía convencida de poder ser de ayuda, y Ballesteros padecía por su falta de valor, nada de eso tenía demasiado sentido para mí. El valor no se demostraba en momentos como aquel, sino cuando realmente se precisaba de él. Había visto soldados fardar de su valor antes de entrar en batalla y luego quedarse bloqueados en combate, al oír los disparos y explosiones a su alrededor. Y había visto soldados muertos de miedo antes de la batalla, que una vez metidos en faena habían cumplido con su deber a pesar del pánico. Del mismo modo, ningún sentido tenía pensar en si las capacidades de la señorita Ruiz serían o no de ayuda, ya que la cuestión era disponer de ellas por si se daba tal ocasión.

Sin embargo, enarqué una ceja ante la mención al doctor, sospechando que de las palabras de De La Cierva podía sospecharse que el buen doctor ocultaba algún as en la manga.

Oh, esa anécdota... Temo no ser el mejor relator, espero que sepan disculparme. Estoy seguro de que el capitán Silva será mucho más prolijo en detalles y sabrá hacer la historia mucho más... interesante. Además, seguramente sea en exceso generoso conmigo, al ofrecer su versión. -Me disculpé de antemano- Para mí, en cambio, lo que sucedió aquella mañana no revistió tanta importancia como le quisieron atribuir. Sólo cumplía con mi deber, como haría todo soldado español en mi situación. -Tomé un sorbo de agua y me aclaré la garganta, antes de comenzar a compartir aquella historia- La infantería de marina iba a realizar un desembarco a gran escala en tierras marroquíes, dispuestos a dar por finalizada la guerra lo antes posible. Para ello, se iba a descargar una batería de obuses desde Melilla para limpiar la zona a ocupar. Sin embargo, antes era necesario inutilizar su artillería lo suficiente para que nuestras tropas pudieran avanzar de forma relativamente segura. Ahí entraba en juego la Escuadrilla Milano, que yo capitaneaba. -Relaté, poniéndoles en antecedentes- Fue un salto en caída libre desde un dirigible a dos mil pies. Unos pocos segundos que se hicieron eternos, como comprenderán. Y al alcanzar la altura estipulada, arrancamos nuestros propulsores y sobrevolamos el campo de batalla, un infierno de fuego y plomo. La Milano inutilizó varios antiaéreos y algunos tanques, y con ello dejaba vía libre a que el regimiento Alcántara, a cuya cabeza cabalgaba Silva. Nuestra labor había terminado, y sólo nos quedaba replegarnos y disfrutar del espectáculo. Y debo reconocer, señores, que ver aquella carga de caballería suponía todo un esplendoroso espectáculo... -Admití con una tenue sonrisa- Sin embargo, nuestros servicios de Inteligencia no habían logrado saber lo que los moros ocultaban en aquel lugar. Dos blindados surgieron de una trinchera excavada, y nada más verlos pude calcular la escabechina que causarían en nuestra desprotegida caballería. De modo que ¿qué podía hacer? Alcé el vuelo de nuevo y cargué contra aquellos blindados. La fortuna me sonrió, gracias a Dios. Logré inutilizar al primero de ellos impactando en una de sus orugas, y al disparar sobre la torreta del segundo debí acertar en un paso de combustible, puesto que se produjo una gran explosión que incluso afectó al blindado inmovilizado. -Me encogí de hombros, agachando la mirada. No era un hombre dado a la fanfarronería ni a fardar de sus hazañas- La caballería pudo hacer su trabajo, la batalla fue un gran éxito militar y la guerra no duró mucho más. Y alguien decidió que tanto Silva como yo merecíamos una medalla por nuestro trabajo de aquel día. -Concluí- Lo lamento, ya les dije que no era muy bueno contando historias...

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17/02/2019, 23:14
Azucena Ruiz

Por la respuesta que me dio De la Cierva, parecía que el tal Sombra era mucho más torpe de lo que me había imaginado en un principio, y es que era el único motivo que se me ocurría para que estuviera tan seguro de la posibilidad de que el traidor hablara sobre la ubicación de los viales con sus hombres. Según dictaba la lógica, y según la instrucción que había recibido, cuanta menos gente conociera una información, más fácil era protegerla. Además, había otros métodos de transmitir esta sin tener que hacerla audible. Claro que el que pudiera escuchar cómo el espía hablaba sobre el lugar donde guardaba la cepa del virus era una posibilidad, pero a mi modo de ver, no tan grande como parecía pensar el anfitrión de toda aquella locura.

Asentí cuando comunicó lo referido a las fotografías, para escuchar después las palabras que dedicaba a Ballesteros en pos de tranquilizarle.

- Esté tranquilo, como dice el Señor De la Cierva, tendré que estar pendiente de ese hombre y su comitiva desde que suban al tren en París. Si hay algún movimiento extraño se lo comunicaré en seguida al resto. - le dije al bibliotecario en tono amable, esperando ayudar a que se tranquilizara. - Eso me recuerda que necesitaré un termo de café, imagino que nuestro “conseguidor” no tendrá problemas para proporcionarme algo así, ¿no? - me permití bromear, dirigiéndome a De la Cierva.

Este terminó queriendo dejar los temas referentes a la misión aun lado, invitando al Señor Ruiz a contar una anécdota sobre la Guerra de Marruecos. Apagué lo que quedaba de cigarrillo en el cenicero, esperando que de verdad pudiéramos cenar pronto, dejando que mis manos reposaran sobre mi regazo mientras escuchaba a Díaz. Por lo general no me interesaban ese tipo de anécdotas, pero además de prestar atención por mera educación, aquella historia podría darme más información del líder del grupo.

Cuando terminó su relato, fijándome en que no se mostró especialmente orgulloso durante su narración, demostrando más bien bastante humildad, apoyé mis codos sobre la mesa; dejando que mis dedos se entrelazaran antes de apoyar mi barbilla sobre estos.

- Es usted creyente, ¿verdad? Ya son varias las veces que menciona al Señor en este poco rato que llevamos aquí reunidos. - le dije a Díaz. - ¿Cuánta implicación cree que tiene Dios exactamente en cada una de las misiones a las que se enfrenta? - pregunté con interés, bajando entonces mis manos para posarlas sobre la mesa, aún con los dedos entrelazados.

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20/02/2019, 15:39
Leopoldo Fischer

Tras la intervención, el doctor quedó relegado en un segundo plano. Los caminos que iba cogiendo la conversación no eran de su incumbencia y lo que esperaba De La Cierva de cada integrante del grupo era más que acertado y poco, o nada, se podía añadir al respecto más allá de profundizar con las capacidades y aptitudes de cada uno respecto a posibles escenarios a tener en cuenta.

El dialogo seguía fluyendo y mientras se iban atando algunos cabos sueltos, la determinación iba sustituyendo al miedo y nerviosismo que hacía unos minutos impregnaba la sala. - Determinación inspirada por la actitud del “Capitán Azor” – pensó Leopoldo, mientras observaba con sus ojos claros al líder del grupo. Aunque la leve insistencia con el lanzallamas molestó al alemán, el resto de las aportaciones denotaban una amplia experiencia, siempre intentando ir un paso por delante… pensando el siguiente movimiento del contrario. El relato del Capitán fue como música para los oídos del alemán. Por un momento le hizo transportar varios años atrás… cuando estaba en el Sol Negro… la sensación de caminar por lo que unas horas atrás había sido un auténtico campo de batalla… era algo que se quedaba grabado en la memoria… allí la muerte olía a pólvora, sangre y cenizas. Pero había pasado muchos años de aquello… demasiados quizás. Y al igual que entonces, su presencia solo seria requerida en última instancia.

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25/02/2019, 12:14
Director

Tras la cena alargáis la conversación unas horas, hasta el momento que todos decidís ir a descansar y reponeros de tan fatigoso día.

Al día siguiente amanecéis en Francia, habéis pasado ya los Pirineos y avanzáis a buena velocidad por la campiña rumbo a París. El desayuno se sirve en el mismo reservado donde habéis cenado la noche anterior. A media tarde llegaréis a la estación de París y un vehículo os trasladará a "Garé de l'Est" desde donde partirá el expreso de Oriente rumbo a Suiza para disfrutar de la fiesta de Navidad que la compañía de transportes organiza.

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25/02/2019, 12:19
Juan Tomás De La Cierva

El señor de La Cierva se encuentra desayunando tranquilamente en el vagón, parece que ha madrugado bastante y lo encontráis revisando los periódicos del día franceses que seguramente han subido a bordo en una de las paradas que realiza a lo largo de la ruta.

- Pidan los huevos Benedict, son espectaculares sin duda alguna. El café no está malo, pero realmente no es guineano. Aunque el cacao sí que lo es, y como siempre es el mejor del mundo.

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26/02/2019, 12:23
Álvaro Díaz de Vivar

La charla alargó la velada un tiempo más, aunque ésta me resultó algo incómoda durante un rato tras relatar mis peripecias en Marruecos. La señorita Ruiz me preguntó si era creyente, y realmente no había sabido qué responder. Finalmente, y tras meditarlo unos instantes, decidí decir la verdad, que mi forma de hablar se debía a una correcta educación en los valores nacionalcatólicos del régimen. Sin embargo, no era un hombre especialmente religioso, más allá de lo que se esperaba de un hombre de bien. De hecho, dejé claro con una última aportación lo difícil que resultaba en ocasiones conservar la fe en el plan divino. "Es difícil ver el plan de Dios desde un campo de batalla", había compartido, "la guerra pone a prueba la fe de los hombres más de lo que nos gusta admitir". Tras ello, permanecí un rato más taciturno de lo habitual, aunque la conversación me devolvió esa sensación agradable que se había adueñado de mí anteriormente, y la velada prosiguió con naturalidad.

Desperté descubriendo por la ventana de mi compartimento la campiña francesa. Aquello me traía gratos recuerdos, de tiempos más felices. Había viajado con mi esposa hasta París cuando aún éramos unos felices recién casados. Lejos quedaban esos tiempos y, sobre todo, esa felicidad. Pero no permití que tales pensamientos se adueñasen de mi ánimo en aquella mañana tan importante. Me di una ducha, me afeité, y tras arreglarme salí de mi compartimento en dirección al vagón comedor, donde ya aguardaba De La Cierva.

Aún así, habrá que aprovechar el café antes de llegar a París. -Comenté con más intención jocosa de lo que mostraba mi seria expresión- Salvo que las cosas hayan cambiado desde la última vez que pisé París, seguirá siendo infinitamente mejor que eso que allí llaman "café olé". -Hice un gesto al camarero para que me tomase nota- Un café capuchino, con cacao, nada de canela. Una tostada poco hecha, y huevos Benedict. También un zumo de naranja.

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03/03/2019, 19:59
Azucena Ruiz

La respuesta de Díaz a la cuestión que le había formulado me permitió sacar varias conclusiones interesantes, y es que más que el contenido en sí de su respuesta, lo que me importaba era el modo en el que reaccionaría ante aquella pregunta. Aun así, su postura en cuestiones religiosas me satisfizo, pues se me antojó coherente y responsable. Le agradecí el que compartiera aquello con nosotros con una comedida sonrisa, dejando que la charla se desviara hacia otro tema, pues no tenía intención de compartir mi postura en aquella cuestión.

La noche fue transcurriendo sin contratiempo alguno, charlando de manera relajada, al menos en apariencia. Puede que transmitiera una sensación de tranquilidad durante la cena y la sobremesa, pero la realidad era que me encontraba en una tensión casi constante.

Afortunadamente, el regreso a mi compartimento me permitió al fin relajarme de verdad, donde dormí plácidamente hasta la hora de prepararme para el desayuno. Me aseé y me arreglé para volver al lugar en el que habíamos cenado, dándome pronto cuenta de que ya nos encontrábamos en paraje francés.

Aquella era la segunda vez que estaba en Francia, y como la anterior, parecía que tampoco iba a tener ocasión de ver gran cosa. Una auténtica lástima, pero no estaba allí de vacaciones, sino obligada a hacer algo que no quería para que el Gobierno no tomara represalias contra mí; con lo que no poder hacer turismo era el menor de mis problemas.

Tal y como sucediera el día anterior, al entrar en aquel vagón nos encontramos con De la Cierva leyendo el periódico, quien pronto comenzó a hacernos recomendaciones sobre el desayuno. Díaz dio su opinión sobre el café francés y pidió al camarero que le tomara nota, cosa que yo también quise hacer tras tomar asiento.

- Imagino que no tendrán porridge. - dije pensando en voz alta, pronunciando el nombre de aquel plato con un perfecto acento inglés. - Tomaré un café con leche y un par de tostadas con mantequilla, la mantequilla sin sal a ser posible. Gracias. - tras pedir el desayuno miré a nuestro anfitrión. - Lo siento, pero no me agradan los huevos escalfados. Llámeme antigua si quiere, pero los prefiero fritos, y si son con puntilla mucho mejor. - compartí con humor. - Por cierto, buenos días a todos. - saludé con una educada sonrisa, tomando la servilleta para colocarla en mi regazo.

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04/03/2019, 11:02
Germán Ballesteros

Germán cayó dormido a altas horas de la madrugada. La conversación del día anterior le había dejado tocado y las preocupaciones parecían amontonarse. Por un segundo recordó al resto del grupo... el tipo muerto, la mujer loba y los demás... y pensó si todas aquellas comodidades de viajar con De la Cierva y disfrutar de su vino y su mesa no eran sino un regalo envenenado. Quizá los otros iban en un camión tragando kilómetros por carreteras secundarias mientras hacían de las suyas ante bocadillos de calamares y un Rioja peleón... pero al menos lucharían contra personas y no frente a organismos microscópicos capaces de cargarse la población de un país en un fin de semana. 

Tales cuitas no se marchaban de la mente del bibliotecario. Así, las vueltas en aquel catre sobre ruedas comenzaron a sucederse. Vueltas y más vueltas... tantas que ni siquiera Petrarca fue capaz de hacerlas desvanecer. Los conocidos versos del poeta italiano lucharon a brazo partido contra los pensamientos funestos de Ballesteros hasta que la pluma se dio por vencida bajo el yugo de la espada o, mejor dicho, de la probeta. De cualquier modo, ya solo el cansancio extremo hizo mella en Germán que al fin se dormía casi con la llegada del alba.

Por esto, cuando llegó a la mesa del desayuno su aspecto no era del todo saludable.

- Nos días... - masculló con una voz de ultratumba. - Llevo los raíles de aquí hasta Madrid clavados en el alma... Esto de vivir sobre ruedas no es lo mío. - mintió para no evidenciar su preocupación por la naturaleza de la misión. - Pero no hay nada que uno de esos chocolates que recomienda uesencia no repare. Al menos eso espero. Y como supongo que no tendrán porras... ni siquiera sé si sabrá qué diantres es eso... tráigame también cualquier cosa bañada en azucar. A ver si del subidón termino de despegar los ojos.