Partida Rol por web

Tras el regalito que ese cabrito nos mandó en forma de granada flashbang, me aseguré de que mis chicos entraran en la habitación del plumilla. Pero la ventana seguía sin cubrir, así que en cuanto pude levantar el culo, salí através del ventanal que a estas alturas ya carecía de cirstales, y apuntando el arma, comprobé si todavía quedaba alguien agazapado o descendiendo en rappel.

Supuse que Janet me cubriría, saliendo detrás... y empecé a rezar las oraciones que jamás aprendí para que esos cabrones no dispusieran de más granadas...

Jonas pegó una patada a la puerta, y ésta se abrió hacia el lado.

Medio segundo después, una ráfaga procedente de la habitación impactó en la pierna que tenía apoyada en el suelo, que fue atravesada por las balas. Muy maltrecha, perdió rápidamente la sensibilidad, y la estabilidad. Cayó al suelo, sin poder evitarlo, y comenzó a sangrar profusamente. Parecía que le habían alcanzado en la arteria principal, por la cantidad de sangre que perdía*.

Maggie, que estaba detrás, pudo ver como había dos hombres, uno que tenía cogido por el cuello al plumilla, y el que les acababa de disparar, que estaba atento a cualquier movimiento del pasillo. El que sostenía al periodista, tenía una pistola en la mano, una del 45. Iban vestidos como si fueran de operaciones especiales, pero era evidente que uno tenía el símbolo de blackwater cosido en un parche del hombro.

James, por su parte, convencido de que Santos estaba muerto, corrió hacia la puerta, distrayendo al enemigo el tiempo justo para que Maggie se asomara y disparara. Solo tenían una oportunidad.

Jonas recibió los disparos sin percatarse de nada, como si la escena no fuera con él, no fue hasta que se vio en el suelo, en el instante de caer, cuando se dió cuenta de lo que pasaba. Intentó salir de la habitación lo más rapido que el cuerpo le permitía, haciendo un acopio de voluntad extrema, como solo la adrenalina puede dar en esos momentos. Se arrastró rapidamente a la pared de fuera, ya que estaba a apenas medio paso de ella. Una vez contra la pared y fuera del ángulo de tiro, se quitó el cinturón.

- Sanitario!! Creo que me han jodido bien, la pierna parece una matanza, procedo a hacerme intentar parar la herida. - Dijo intentando recordar lo mejor para ese momento.- ¡Putos hijos de perra mercenarios, os rajaré a todos uno a uno antes de ir a por aquello que más quereis! - Se le empezaba a ir la cabeza al perder sangre. Y al fin y al cabo era lo que cada hombre y mujer de ellos sentía en ese momento, unas ganas enormes de joderles la vida sistematicamente antes de acabar con ellos de la peor forma posible.

En cuanto me percato de la presencia de otro tirador cubriendo la retirada y apuntando su arma hacia nuestra posición, me agazapo y le hago señas con la mano a Janet para que se mantenga en posición con la cabeza agachada. Es evidente que cualqueir movimiento cercano a la venatana del plumilla será objetivo del tirador, así que tendremos que cambiar la táctica.

Lo primero es asegurar el lugar y sacar al plumilla a un punto seguro. Así que me deslizo hacia la puerta, la entreabro y examino el exterior, tratando de identifocar las voces de mis muchachos. Si nada parece impedirlo, saldré al pasillo para dirigirme hacia la habitación del plumilla con el arma preparada para abrir fuego.

Le hago otra seña a Janet para que me siga y me cubra.

Maggie alzó el M-16 y disparó sin más consideraciones. Las tres balas dieron en el pecho, y mientras que la primera y la segunda apenas penetraron tras el chaleco antibalas, la tercera entró con un siniestro crujido, parecido al que hace el hueso de un animal al romperse en la tabla de un carnicero.

El mercenario cayó al suelo como si fuera un fardo, muriéndose sin más zarandajas (para que luego se quejaran del calibre 5,56). Su compañero, que mantenía sujeto al plumilla, les miró, nervioso, apuntándole todavía con la pistola en la cabeza. Aun así, pragmático, lo que hizo fue esconderse más detrás del cuerpo del plumilla, que les miraba con ojos duros, echándole un par de buenos huevos.

Cuando Tyrone llegó, seguido por Janet, los marines del final del otro lado del pasillo, los que quedaban del grupo de fuego de Brooks, salieron al pasillo totalmente equipados y pertrechados, cubriendo el acceso a la escalera. El negro vió que Jonas había sido alcanzado, y que a rastras había conseguido salir de la línea de tiro de la puerta. Tenía una pierna bien jodida, no obstante.

Cuando se asomó a la puerta, donde estaba Maggie apuntando, vió que el mercenario, que llevaba la cara tapada con un pasamontañas, se ponía todavía más nervioso.

-Joder, ¡Quietos ahí!

Su acento era norteamericano, sin duda. Y fue Tyrone quien reconoció la voz del jefe mercenario, el de las barbas, cuando lo escuchó hablar por radio.

-Tango 4, responded, joder. Esto no me gusta... ¡Aborten misión!

De la habitación donde estaba Brooks, comenzaron a escucharse unos disparos de su M4, desde la ventana y hacia el patio. Después de todo, por muy gilipollas que fueran, él y sus hombres eran marines de verdad. No como aquellos hijos de puta de Blackwater.

Entonces, el mercenario empujó al plumilla hacia delante, y se dió la vuelta, corriendo como un gamo hasta el balcón, con la intención de saltar abajo haciendo una maniobra de aterrizaje de paracaidista. Tenían unos pocos segundos para darle a ese hijo de puta, con el agravante de que el puto Cochran estaba en medio, y podían darle si no apuntaban bien.

Las imágenes del sueño y la realidad se mezclaban.

Pero cuando escuchó el ruido de fusiles de asalto americanos, despertó. Estaba en el suelo de la furgoneta, tirado en un pequeño charco formado por su propia sangre. Se sentía mal, entumecido, como si esos hijos de puta se hubieran ensañado con él. Y no le cabía ninguna duda de que así había sido.

Escuchó voces hablando a sus espaldas, por que estaba tumbado de espaldas, casi en posición fetal, con las manos esposadas por uno de esos cordeles de plástico que solían usar con los iraquíes. Las voces le sonaron, casi demasiado: eran los tipos con los que se habían comido el cordero esa misma noche.

-Joder, esto es una puta mierda. Llama al jefe, tanto tiro no puede ser bueno. Se suponía que era una extracción sencilla.

Sonó un ruido de radio, de un hombre de mediana edad.

-Tango 4, responded, joder. Esto no me gusta... ¡Aborten misión!

Los mercenarios se pusieron nerviosos al escuchar aquello, y comenzó una breve discusión.

-No podemos dejar ahí a nuestros muertos, me cago en la puta.

Intervino otro, sentenciando.

-Ya no somos marines, y no tenemos por que arriesgar el culo por los muertos. Así que arrancad de una puta vez y larguémonos de aquí.

En ese momento, Kendrik se dió cuenta de que le habían quitado la pistola y el fusil. Pero que todavía había en su bolsillo una granada de fragmentación. Ser un redneck adicto a artillarse hasta las cejas a veces tenía sus ventajas.

¿Pero que coño? Pensó Kendrik. El ruido de los rifles le despertó, y de repente se vio maniatado en el suelo de una furgoneta, junto a aquellos dos tíos con los que se había comido el cordero esa misma noche. ¿Estaban intentado pillar al plumilla? Me cago en la puta... Si por el fuera, se lo daría él mismo. Pero su misión era proteger a ese soplapollas. Se palpó el uniforme. No tenía pistola, ni cuchillo, y no veía a su querida Molly. Sin embargo, aquella panda de gilipollas le había dejado una granada dentro de sus bolsillos. Kendrik sonrió. 

Poco a poco, tratando de no llamar la atención, se sacó la granada del bolsillo y la sujetó con ambas manos. Se giró, siempre con cuidado, y buscó al hijoputa más próximo. En cuanto lo vio, se giró y le arreó una coz con todas sus fuerzas. Casi al mismo tiempo, quitó la anilla de la granada, y con el seguro bien sujeto, miró al tipo que acababa de cocear. 

-Eh, soplapollas.- Mostró la granada. -Salid los dos de la puta furgoneta sin armas, o nos vuelo en pedazos.- 

Al salir al pasillo pude ver a los marines de Brooks adecuadamente equipados estaban cubriendo el acceso de la escalera. Habían reaccionado y nos cubrían el culo, y eso nos iba a venir bien teniendo en cuenta el festival de fuegos artificiales que se había montado. Jonas retozaba en el suelo, alejado del quicio de la puerta, sujetándose la pierna que para entonces ya mostraba una mancha escarlata en el muslo que solamente podía indicar que había sido herido.

Pero lo jodido estaba tras la puerta. Maggie apuntaba a un capullo que usaba al plumilla como escudo. Y en cuanto el capullo habló, supe que era el jodido mercenario que había venido a tocarme los cojones hacía unas horas. La situación ers cristalina. Imbéciles de Blackwater o de cualquier otro grupo organizado de soldados de fortuna habían hecho al incursión, y necesitaban vivo al plumilla. Pero los disparos que se escucharon desde la habitación de Brooks hacia el patio indicaban que los que tenían que ofrecer cobertura a los asaltantes habían sido detectados e iban a recibir un poco de su propio jarabe.

El capullo perdió la calma. Se vió venir que la operación había sido una gran cagada. Levanté el M-4, apuntando al tipejo en la cabeza mientras ladraba por su intercomunicador que abortaran la misión. No tradó en darle un empujón al plumilla para librarse de él y darse la vuelta para huir como una comadreja...

Sin dudarlo, di dos pasos para superar el marco de la puerta y ladearme, intentando evitar al plumilla. Bajé el arma lo suficiente como para apuntar a las piernas del objetivo. Sin duda llevaría kevlar en el torso, y disparando bajo, si hería al plumilla, por lo menos no lo mataría.

"-¡¡ Al suelo !! - le grité al plumilla, quien hasta ahora había mantenido la compostura con un par de cojones."

Y tengo un 30 en la habilidad de Fusil. Ya me dirás el efecto resultante.

Maggie apretó los dientes, inspiró hondo y volvió a apretar el gatillo, apuntando esta vez a la cabeza del mercenario.

Ven con mami, cacho cabrón, que te voy a dejar listo de papeles, dijo en voz baja, como escupiendo las palabras.

Una vez fuera la ráfaga, ladró con voz cuartelera: ¡Janet, abre el botiquín y vete preparando suero y una vía, que ahora voy para allá!