Partida Rol por web

Durante la espera William observó cuidadosamente a cada uno de los presentes, seguramente si llevaban algún tiempo en Isla Tortuga pudiera conocer algo de ellos. Algunos rostros le eran conocidos, y sinceramente pensaba que aquella tripulación tenía más posibilidades de sobrevivir en un abordaje que en una tormenta.
En ese instante apareció su capitán, ese rostro le resultaba familiar, aunque de momento no sabía de que, era probable que se acordara en breve. Mientras mostró su penique como el que enseña su mano en una partida de chinos. Era mejor no alardear ni mostrarse demasiado altivo.

Ekao asiente.

-Conozco más de la muerte de L'Ollonais que de su vida, por lo que no sabía que hubiera robado tanto oro -escupe al fuego, que desprende un poco de humo azul durante un instante. -Mañana al anochecer estaré en el Arcana. El pago me parece justo.

-¿Solo somos nosotros siete? ¿Seguro que no hay más gente para repartir?- Frunciendo el ceño lo decía, tan pocos tripulantes parecían pocos para Santiago, a menos que fuera una embarcación de infimo tamaño, en cual caso seguramente no podría hacer largos y duros viajes como parecía ser el caso.

William busca rasgos conocidos: ha oído hablar, sin duda, de la pericia de Thomas McEwen como timonel. Se cuentan historias de su habilidad, y te extraña verlo en una reunión como esta. Seguramente, también de la crueldad del inglés, aunque en un mundo como el que vive quizá sea tampoco un rasgo tan poco común. Sabe también que está buscado y que le colgarán en caso de encontrarlo. El español no le suena, será uno de esos recién llegados a Tortuga, aunque por su atuendo parece más un duelista que un marino. ¡Si tuviese que dedicarse a las labores de un barco con esa ropa iba a saber lo que era bueno! Está claro que un marino con experiencia nunca iría vestido como él.

¿Jack Dew? La impresión de que sus rasgos te suenan no desaparece, pero ningún recuerdo o mención te viene a la cabeza. De todas formas, y según ha dicho ya en un par de ocasiones, él no será el capitán de la expedición. De hecho, es extraño que no haya salido en la conversación...

Una sonrisa socarrona aparece en el rostro de Ekao, que permanece mirando al fuego, sin pronunciar una palabra.

Está jugueteando con algo en la mano. Parecen conchas.

Miro a la mujer con la misma expresión que he esbozado en mi rostro desde que llegué a la reunión. Una mezcla extraña de indiferencia e interés, o quizás sólo precaución, o quizás nada en absoluto.

Aprieto la mano con la que mostraba el peñique en un puño y guardo la moneda en el mismo bolsillo del que la extraje.

-Cuente conmigo, señor Dew ¿Podemos deshacernos ya de los peniques?

-A mi me parece bien- Tiene un deje de sarcasmo su respuesta, como si no acabara de confiar en los otros seis, algo prudente teniendo en cuenta que estábamos en Tortuga.

Ekao de repente se agacha, y coloca las tres conchas formando un triángulo. Coge arena del interior de la figura, se pone erguida, y va dejando caer la arena por entre sus dedos, mientras la observa detenidamente, medio ladeando la cabeza.

Cuando la arena está a punto de acabarse, mete el sobrante en un frasco pequeño del zurrón que reposa en su cadera. Hay una sonrisa de triunfo en la cara de Ekao.

-La arena de esta playa ha sido bendecida ya -dice, metiendo el frasquito en su sitio-. Dará suerte llevarse un poco de esta isla con nosotros, es lo que pienso.

Tras observar al resto mientras mantenía su medio penique entre las manos Williams cayo en la cuenta de algo extraño.

-La compañía es sorprendente, al menos los que poseemos los medios peniques, yo ya me siento parte de la tripulación así que en cuanto se nos ordene embarcar allí estaré.- tras hacer una breve pausa echó un vistazo a los acompañantes parándose un instante en Thomas antes de continuar hablando.- Me gusta la idea de ir con vos, McEwen, si todo lo que hablan sobre usted es cierto, nuestro barco estará dirigido por un gran timonel.- La mirada continuó por los españoles y el inglés.-Además veo suficiente gente de armas y sin escrupulos para, en caso de tener problemas, salir bien parados. Incluso alguien como la señorita nos resultará útil, estas mismas monedas son un misterio como ella.- Finalmente su mirada se paró en Dew.- Lo que no me queda claro es, ya que el señor Dew no será nuestro capitán ni patrón, ... ¿Quién lo será?, no es importante, al menos para mi, pero siento una intensa curiosidad señor Dew, si fuera tan amable de decirnos el nombre de nuestro capitán se lo agradeciría.

Berenguer se quedo mirando a la mujer mientras guardaba la arena en un pequeño frasco, aunqué no acababa de estar seguro de si realmente eso serviría no estaba de más prevenir, se anoto mentalmente que antes de irse en el barco metería un poco de esa arena en un saquito cuando nadie lo viera.

Me parece un buen trato. Cuando tendríamos que embarcar?

Ekao mira detenidamente a Berenguer, y le lanza el frasco.

-Ya tienes lo que querías. Deberás llevarlo siempre encima, por si alguna vez nos hiciera falta-mira durante un segundo a su alrededor -... lo que no me extrañaría nada. Arena de Tortuga con orín de Tortuga es una mezcla poderosísima. Cuídalo con tu vida -añade, con un gesto que da a entender que aprecia más al frasco que a cualquier otra cosa.

Cuando el frasco que lanza la mujer cae en las mano de Berenguer éste no puede evitar preguntarse como ha conocido sus intenciones, a caso es una bruja y realmente tiene poderes?

Mi nombre es Berenquer y protegeré el frasco. Gracias - Almenos ahora ya no tendría que recoger la tierra.

Santiago se ajusta el sombrero emplumado sobre la cabeza y se dispone a seguir al misterioso Jack Dew. Antés de dar un paso se gira ante los demás y saluda con el sombrero, levantandolo levemente, y dice:

-Perdonad que no me haya presentado, soy el hidalgo Santiago Caballero Negro de la Mancha... -

Ekao mira, con ojos brillantes, la saliva de Jack en la arena, y esperará a irse la última para recoger un poco de ese fluído, aún tibio.

...

Llega a su casa, una pequeña choza envuelta en selva, cerca de la playa. Todo cuanto mete en el zurrón son hierbas, conchas, trozos de cuerda, cuentas, una espada que ata a su cintura, y una pequeña daga. Deja todo preparado para la mañana siguiente.

Se pasa la noche sentada, mirando por la ventana a una luna azulada, porque no puede dormir. Intenta excrutar, en las estrellas, el destino que le aguarda en esta aventura, y si saldrá bien parada de ella. La luz de una vela le confiere un aspecto más adusto, añadiéndole diez años.

Cuando la mañana llega, un sol que aun no amenaza calor aparece, y encima de la mesa hay una gran mancha de cera. Ekao no ha sucumbido al sueño - ya está acostumbrada a ello-, y aun así se la ve fresca. Coge el zurrón, metiéndoselo por el hombro, y cierra la puerta de su casa con tal fuerza, que el techo se viene abajo.

Ella sólo puede reirse de la situación para sus adentros, prometiéndose que, de volver a esta isla a vivir, tendría que arreglar el maldito tejado.

Santiago dio un ultimo vistazo y se marchó, sin decir adiós a aquellos que se negaban a dar un nombre. Esperaba que el resto de la tripulación fuera un poco más sociable...

...caminaba con paso ligero por las calles de Base Terre, que tampoco eran muchas. A estas horas incluso los borrachos y las fulanas se habían retirado hacia los catres o dentro de las tabernas. Era la hora de los fantasmas y eso asustaba a muchos marinos supersticiosos, Santiago no lo era, había matado a demasiada gente y nunca jamás nadie había vuelto de la tumba para vengarse.

Temía más la venganza de los vivos.

Munrow asintió tras escuchar las últimas palabras de Jack, un ligero cabeceo con el que se suponía que se despedía de los presentes. Después se dió la vuelta y se marchó por donde había venido sin mediar palabra con nadie.