Partida Rol por web

Aprovechando la acción de Yldiane que termina con el desconocido por los suelos, os colocáis para rodearle a pesar de su ágil reacción para levantarse girando sobre si mismo. Arven reacciona mucho más rápidamente de lo que nadie habría esperado, probablemente debido a su instinto guerrero bien entrenado durante años en el patio de armas de alguna fortaleza cuya imagen aparece en su mente durante a penas un instante. Sin embargo, ese recuerdo instantáneo no desvía el filo de su hoja, que corta la carne de la pierna de su rival, desequilibrándole nuevamente.

Urvan dispara una vez más su ballesta. "¡Maldita sea! ¡Sube el codo para apuntar! ¡Así nunca acertarás a nadie!", grita en su cabeza la voz de un caballero con una cota de mallas similar a la que lleva puesta, aunque adornada con varios emblemas que denotan su rango. Su reacción es la misma que tantas veces ha repetido, intentar hacerle caso para desviar en el último momento la ballesta con el movimiento que le ha sugerido. "Pero, ¿es la voluntad del Uno que matemos a todos los que no creen en él?", recuerda haberse preguntado antes de gritar a sus compañeros que le atrapen vivo.

Demasiado tarde.

Liam se acerca apoyado al muro, tratando de ganarle la espalda a su oponente mientras recuerda su escasa instrucción en la milicia de su aldea. Con un improvisado grito de guerra que a penas habría asustado a un niño, el joven lanza una estocada con todas sus fuerzas hacia el guerrero. Desequilibrado por el corte de la espada de Arven, el hombre no se mueve con la velocidad suficiente como para esquivar el torpe ataque de Liam y la espada hiende su costado con mucha más facilidad de la que el muchacho creía posible.

- Me... has... matado... - dice el hombre mirando al chico rubio casi con sorpresa, con la sangre saliendo a borbotones por su boca.

El sonido metálico de la espada del guerrero golpeando el suelo retumba en la niebla y un instante después, se desploma junto a ella sin vida. Tal vez el Uno no tiene poder aquí o el destino de este hombre estuviera decidido de antemano, pero ha acabado muerto a manos del luchador más improbable, del joven Liam.

Sin embargo vuestros problemas aún no han terminado. El último movimiento de Liam le deja ligeramente expuesto a los disparos de vuestros invisibles oponentes, que hacen gala de una impresionante puntería. Un chasquido precede al impacto y el proyectil de una ballesta aparece clavado en el costado de Liam casi por arte de magia. El dolor impide que el muchacho se preocupe por el hombre al que acaba de matar, porque el disparo llega justo en el momento en el que se da cuenta de que es la primera vez que arrebata una vida.

Rápidamente reaccionáis y os ponéis a cubierto. Aún podéis utilizar la vía de escape que Yldiane había planeado, sobre todo si Ean confirma que no se aproxima ningún otro enemigo por vuestra retaguardia.

Te pegas a la pared, sorprendido de que haya sido el joven que a penas sabe empuñar una espada quien haya acabado con la vida del guerrero. Mientras te proteges de los disparos de los ballesteros, oteas la niebla en busca de movimiento.

Nadie se acerca, sin embargo hay algo que llama tu atención: tumbado en el suelo hay un cuerpo, asaetado por varias flechas que tal vez podrías recoger para tu arco. Aunque para llegar hasta él tendrías que ir en dirección contraria a la que sugiere vuestra guía y quedarías expuesto durante un momento a los disparos de vuestros oponentes.

El dolor te hace olvidarte del hombre que has matado durante un instante. Sin embargo, en cuanto vuelves a apoyarte contra la pared te fijas una vez más en su rostro.

A pesar del uniforme de Reizh, estás casi convencido de que el hombre es de las montañas de Taol-Kaer, no muy lejos de la frontera que os separa de los otros reinos. Al pensarlo, caes en la cuenta de que es precisamente esa región donde os encontráis ahora mismo y algo en tu interior te recuerda que no estás más allá de unos días de viaje de tu propio hogar.

Me quedo boquiabierta cuando veo el ataque de Liam. Por alguna razón, no me pega nada lo que ha hecho, o más bien, conseguido. Esto me desequilibra un poco, pero reacciono cuando la flecha se entierra en su costado. Mierda, mierda. Esto no tiene buena pinta. Nos tenemos que poner a cubierto. En un abrir y cerrar de ojos, me acerco a Liam y me paso su brazo por el hombro, cargando con parte de su peso. Sé que esto hace que me quede casi sin posibilidad de defenderme, pero no podemos perder más el tiempo. Girándome a mis compañeros, y mirando especialmente a Arven lo más autoritariamente que puedo:

- ¡Moveos! A cubierto, ¡rápido! - empiezo a correr, arrastrando a Liam conmigo, aún sujetando la espada y el bastón. Mi respiración se torna todavía más elaborada por el esfuerzo. No pares ahora. Cuando paso cerca de los que están en el muro:

- ¡A qué estáis esperando! 
 

- Se como sea, definitivamente no soy el líder de este grupo... nadie me hace caso, y además tampoco soy muy útil. - En mi cabeza resuenan lo que podrían ser las palabras de mi instructor de la escuela de caballeros. - "¡No Urvan! Así ¡no!" - Bueno por lo menos por lo menos ese hombre me hacía caso. -

- ¿Era el designio del Uno que sobreviviese ese hombre? ¿Fue ÉL el que desvio mi ballesta o no? Si fue ÉL, ¿por qué dejo que Liam lo matara?... Sería todo tan fácil... ¡Solo tienes que bajar y decirme que debo hacer!... -

A pesar de como me siento, confuso e ignorado una cosa esta clara, tengo que defender a mis compañeros. Y para una cosa que tengo clara en la cabeza no voy a dejar de intentarlo. - ¡Vamos chicos! Sigamos a Yldiane. - Pronunciar su nombre me provoca una sensación de recuerdo extraña. Guardo la ballesta, cojo la espada y el escudo en alto y me coloco en forma de muralla al lado de mis compañeros para cubrirles

Ean se queda mirando más allá del muro, hacia el otro lado, como dudando durante un instante ante algo que ha logrado vislumbrar.

-Arven, allí- dice señalando hacia la niebla, donde, no muy lejos, se puede ver el cuerpo de un hombre asaeteado- Necesito flechas para enfrentarme a los ballesteros, pero no tengo escudo, ¿me ayudarás? -Inquiere con un brillo sombrío en sus ojos. Al fin y al cabo él había permanecido antes, cuando el guerrero que Liam había matado apareció de la nada. Bajo ningún concepto se le ocurriría pedirle el escudo a ella, pues estaba seguro, aunque no era todavía capaz de saber por qué, que ella nunca se lo cedería. Avanzar sin protección a tiro de flecha era demasiado arriesgado, pero con el escudo: -Vamos, el riesgo compensa el beneficio y al fin y al cabo tú portas ese fantástico escudo. No tenemos mucho tiempo. -Apostilló tajante mientras miraba de nuevo al otro lado del muro.- Creo que saben que uno de los suyos ha caído.

Estaba cansada. Mucho. Pero la adrenalina compensaba cualquier falta.

-Id delante, mensajera, ¡Urvan! Cubre a Liam- ya tendría un par de palabras y seguramente algo más con la pelirroja. Cada uno tenía que ser consecuente con sus decisiones y lo que no podía ser era que tuviese a varias personas corriendo hacia a un lugar y a mitad de camino dar la vuelta. El guerrero había caído, pero Liam había resultado herido y si hubiesen seguido con la retirada aquello no había ocurrido.

-¿Hm?... Allí no veo nada Ean, oh, vale, el caído- iba a preguntarle si estaba seguro de dónde estaba el resto pero en el momento en que las miradas de ambos se cruzaron Arven tuvo la seguridad de que el joven sabía lo que hacía- cuando estés listo para disparar avísame y bajo el escudo para que tengas un tiro limpio- inspiró hondo y sintió que los pulmones empezaban a arderle, tosió algo de aire y asintió- vamos- levantó el escudo apretando la mandíbula para cubrirse junto a Ean... al menos proteger al chico de los virotes en lo posible.

Miro a Arven al principio sin comprender lo que me dice. Luego no puedo ocultar un cierto temor ante la idea que propone. Pero ahora ya no hay alternativa, me digo.

-No puedo disparar Arven, lo que necesito son esas flechas para hacerlo.- Digo, señalando hacia el cuerpo asaeteado, tratando de que Arven comprenda sin necesidad de añadir más.-Sígueme.

Con una mayor sensación de seguridad al estar protegido por el escudo (y el cuerpo) de la guerrera, tomo su brazo para dirigir el avance mientras ella pueda proteger el flanco de los virotes y corro todo lo posible hacia el cuerpo que había captado entre la niebla.

Esa antinatural niebla que nos rodea sin explicación ni significado aparente, rodeados por enemigos inciertos y en realidad desconocidos.

Todo esto es tan descabellado...

-...qué hacemos aquí- me digo en un hilo de voz, como tratando de conjurar las dudas que me atenazan y el miedo que en siento.- No quiero caer aquí, en este fango.

La sangre borboteo enseguida desde la herida y se deslizó por la mano del chico hasta que sintió el liquido caliente delsizarse dentro de sus guantes. Con los ojos muy abiertos desencajo la mandíbula y reprimió un grito de horror. El fuerte impacto del virote le saca de su mutismo y un largo alarido aullido se deja oir en la entre la niebla. -¡UUUAAAAAAHHHHHHHH! La chica peliroja ofrece su hombro y jala a Liam hacia atrás. Corretean como pueden tropezando aquí y allá. Los virotes siguen zumbando a su alrededor cuando se precipitan de neuvo detrás del muro. -Joder, joder, joder...- Liam se deja caer sobre manos y rodillas al suelo, escondiendose lo mejor que puede. Entonces no puede evitar que el shock sufrido por todas aquellas emociones enfrentadas se acumule en su bili y explote en forma de vomito. Enterrando las manos en el suelo Liam respira con dificultad y comienza a hiperventilar.

Parece que por fin nos retiramos...

- Ya era hora, estamos claramente en una situación de desventaja. No hacemos más que recibir virotazos y no podemos devolver los golpes por la niebla.

Gracias a mi entrenamiento detecto con cierta precisión de donde vienen las flechas y encaro el escudo en esa dirección. Mientras Liam se coge a Yldiane y empiezan a andar. Me muevo rígido como una piedra de cintura para arriba como si fuera un muro protector hasta que me percato que mis compañeros se han situado de nuevo a cubierto detrás del muro. Sin dejar de encarar el escudo me coloco detrás del muro y veo como Liam echa todo lo que sea que tuviera en el estómago. Aunque la herida no parece muy grave parece que la impresión del impacto le ha afectado.

- Chicos, cinco segundos. En cuanto te recuperes tenemos que seguir avanzando hacia la zona de ruinas para ponernos a cubierto de verdad. - Les comento mientras le pongo una mano en el hombro a Liam intentando así darle fuerza de voluntad para reponerse del golpe.

Parece que todo el mundo me ignora. El único que en un principio actuó como si yo estuviera allí ha sido Liam pero, tras seguir a Yldiane, en lugar de convencer a todos de que volviesen para buscar refugio y nos batiésemos en retirada, se ha envalentonado y se ha unido a la refriega. La jugada le ha salido bien, ensartando a su oponente con su frío acero hasta que este ha expirado el último aliento, hasta que una saeta, tal vez perdida, tal vez certera, ha impactado en su costado haciendo que sus piernas flaqueen.

-¡Liam!- pienso para mis adentros, no pudiendo evitar preocuparme por mi joven compañero. -Es el momento de actuar-, pienso mientras Yldiane arrastra al chico otra vez en busca de cobertura. -Esta endemoniada chica va a conseguir matarnos a todos con su errática forma de actuar.- Mi mente fluctua entre el desconcierto, el asombro y la ira, aunque extrañamente se encuentra en calma.

Están de nuevo a cubierto. No puedo permitirme quedarme como un pasmarote y no actuar en una situación así. -Recuerda las enseñanzas. Aplícalas.- Mi mente se serena. Escucho a Liam vomitar. Puede ser por la herida, el dolor, o puede ser por haber arrebatado una vida a otro ser. Sea como fuere, por el momento no podrá hacer mucho.

Entonces oigo el plan de Urvan, cinco segundos y seguir retrocediendo. Cuento mentalmente, uno, dos, tres, cuatro... y al llegar a ese número salgo de mi cobertura haciendo aspavientos y moviéndome de una cobertura a otra, intentado llamar la atención de nuestros agresores.

-Corred, ahora.- les digo a los demás.

Os movéis rápido, como un equipo, y algo os dice que no es la primera vez que os encontrais en una batalla juntos. Arven se coloca a la izquierda, alzando su escudo para cubrir el flanco desde el que os están disparando, mientras que Ean se mueve más hacia la derecha, aprovechando la densidad de la niebla y las piedras derribadas para ocultarse de vuestros enemigos.

Los virotes de las ballestas silban alrededor de la atractiva guerrera y uno de ellos llega incluso a golpear su escudo, aunque ni siquiera llega a clavarse en él. Cuando llegáis hasta el cuerpo, os agacháis rápidamente detrás de una roca para poneros a cubierto.

Las voces de vuestros compañeros llegan sorprendentemente claras hasta vosotros, aunque no termináis de entender los motivos, porque del lado en el que están los ballesteros no conseguís escuchar absolutamente nada. Sin embargo, ninguno de los dos destaca por su interés en este tipo de misterios, aunque si Liam estuviera aquí seguramente no pararía de disertar sobre la extraña acústica de esta niebla. En vez de eso, os movéis hacia el cuerpo, agazapados.

El cadáver está acribillado por varias flechas. Tres de ellas están clavadas en su cuerpo y otras dos parecen haber rebotado no muy lejos de allí, pero con un poco de cuidado podrían volver a ser disparadas. Ean las recoge con habilidad, tratando de no romperlas. Mientras tanto, Arven registra el cuerpo: la espada del hombre está rota bajo su cuerpo pero en su cuello encuentra un medallón plateado, con un símbolo grabado en él.

Avanzáis unos metros sin dificultad, dejando atrás a los dos guerreros del clan Mac Lyr, pues tanto Arven como Ean llevan el emblema de esa familia en el escudo y la solapa de su armadura. Parece que son ellos los que atraen los disparos de vuestros invisibles oponentes, ya que la ruta que Yldiane escogió parece bastante segura... Por ahora.

Pero la metereología no parece estar a vuestro favor. A pesar de no decidiros a alejaros demasiado para no dejar a vuestros compañeros atrás, la niebla se vuelve súbitamente más densa, de forma que a duras penas podéis veros la silueta de quien tenéis más cerca. Vuestra guía se para, sabiendo perfectamente que en estas condiciones puede ser realmente complicado avanzar. Tal vez algo de iluminación sería útil, pero es probable que atrayese la atención de vuestros enemigos, volviéndoos un blanco fácil en esta niebla. Pero también podría indicarles a vuestros compañeros qué camino seguir y permitir que os alejéis más de los ballesteros.

Mientras dudáis qué hacer, la tierra empieza a temblar a vuestro alrededor. El temblor dura a penas un instante, pero de alguna forma sentís que las propias ruinas en las que os encontrais perdidos no os quieren aquí.

Resoplo por el esfuerzo, mientras veo como Liam se intenta reponer. Esta niebla es la que nos va a matar. Frustrada, miro como el resto llega al muro. No podemos seguir esperando:

- Vamos, todos juntos, no perdáis de vista al grupo - envaino la espada. No me va a servir si estoy llevándole, a lo mejor con una mano libre voy más deprisa. Tensando la mano del bastón, cuento mentalmente hasta cinco - ¡Ahora! - Me levanto rápidamente, volviéndome a echar al hombro a Liam. Manteniendo el bastón en lo alto para que me puedan ver mis compañeros, voy hacia las ruinas.

Examino el cuerpo y las flechas alrededor, pero ya sea por su torpeza causada por la precipitación o por la dificultad para extraerla del infeliz en que están clavadas no logro sacar más que un par de ellas en buen estado. O bien las plumas se han perdido o la punta está roma o la caña se ha partido. Maldigo a los dioses tranquilamente con palabras tales que a Urvan se le revolverían las entrañas. Tengo la sensación de que es algo que ya he hecho en alguna ocasión. No obstante, dos es mejor que nada, pienso.

-Está bien, Arven, ¡regresemos!- Le susurro, pese a que no logro controlar mi voz y la elevo por encima del tono adecuada para la situación en que nos hallamos y por el disgusto que llevo encima.

Mierda de todo, me repito una y otra vez, solo de pensar en los malditos ballesteros.