Partida Rol por web

Siento la mano del piloto grande y caliente sobre mi cintura, y mientras este me inclina hacia adelante para aproximarme a su rostro, por unos intantes pienso que he cometido un error al confiar en él. Deslizo una mano hacia mi muslo, palpando los cuchillos que llevo escondidos en el liguero desde que ingresé en esta nave de baja ralea.

- Sabe que pretendo por mi silencio? 

Contengo el aliento, calculando cuánto tiempo tendría para levantarme las faldas y conseguir alcanzar las armas antes de que él pudiera tocarme.

¿Mas café? ¿Le molestaría?

 Exhalo el aliento en una sonrisa de alivio, y asiento con la cabeza, retirándome hacia atrás lentamente y alejando mi mano de mi muslo.

-Dāngrán*, señor Faraday. Será un placer.

Retiro su taza del reposabrazos y avanzo hacia la puerta. De espaldas a él, no puedo evitar esbozar una sonrisa. Ha mordido el anzuelo. Como he dicho -reflexiono, en mi camino hacia la cocina- nadie se fía de los adictos. Pero él me ha garantizado que no me juzga. En el momento en el que haya un robo a bordo, o el Capitán decida ponerme a los mandos de algo, veremos si su naturaleza celosa puede aguantar las ganas de airear "mi secreto". 

Pongo más café al fuego, mientras reflexiono. Sin embargo, en este caso he corrido un riesgo muy grande. No he tenido en cuenta la aparente fuerza física de Faraday; es cierto que me he dejado llevar por su expresión bondadosa, pero perfectamente podría haberme pedido algo a cambio de su silencio, y no precisamente un café. Esta vez me la he jugado, tendré que ser más precavida en el futuro. 
Por todas las fortunas, espero que el Capitán sobreviva el tiempo suficiente como para que todas estas molestias merezcan la pena. Mientras comienzo a verter el café de la cafetera sobre una taza limpia, descubro que realmente me tiemblan las manos. No estoy acostumbrada a vérmelas con gente tan peligrosa, pero no puedo dejar que me vean así, indefensa. Todavía no ha llegado lo peor, y tendré que estar preparada. 
No puedo venirme abajo sólo por el miedo, no con todas estas personas viviendo conmigo. Así pues, me lavo la cara cuidadosamente y respiro hondo, hasta calmar mis nervios.
En pocos minutos, regreso con una nueva taza de café humeante y se la tiendo a Faraday, mientras tomo asiento en la silla del copiloto.

¿Merecer una opinión? Ninguno es un villano de cinco kilates. – dijo tomando la tasa de café y dirigiéndose de nuevo hacia la sala que había tomado como posible gimnasio. Deposito la tasa en una mesita, y empezó a hacer flexiones sobre el suelo, acordándose de respirar cada algunas flexiones, exhalando profundamente.
Se puso en pie de un salto y tomo un poco mas de café, de a sorbos. Son todos unos hijos de puta, que matarían sin dudarlo dos veces, sin tener el menor remordimiento. Excepto el chico, ese es carne de cañón. Se colgó de una barra en el techo y empezó a hacer flexiones con el cuerpo trabado hacia arriba, de forma de ejercitar otra serie de músculos de los brazos.
Pero solo en el exterior. Kovacs es un tipo con un corazón de oro, que moriría protegiendo a todos. Spencer se cree duro, y es capaz de resistir algunos golpes, pero en el fondo es un buenazo. Stark no es mala en el fondo, solo que no quiere ser tomada por débil. Por eso su exterior duro. Y probablemente pueda meterme dos balas por el mismo orificio antes de que termine de decir “Eureka”, pero dudo que lo haga sin un motivo. Otro tema es nuestro Capitán, algo lo aqueja. Algo importante, pero parece querer llevar esto a cabo y hacerlo bien, aunque no debemos olvidar que es un doctor, no alguien entrenado. En fin, mientras no haga nada estúpido, no tendré que matarlo. El problema es Russel. Esperemos que el muchacho pueda madurar rápido. Y bueno, también esta usted. Cree que protegiéndolo le hace un bien. Se equivoca, cuanto antes espabile, mejor.

Desvío la mirada en cuanto el señor Faraday regresa a sus ejercicios, y mientras le escucho gruñir y jadear durante el entrenamiento, me concentro de nuevo en el paisaje oscuro que se extiende frente a mí.

-Vaya, para llevar juntos algo menos de un día parece que ha sabido calar muy bien a toda la tripulación -sonrío- aunque es bastante tranquilizador que piense que todos son buenas personas en el fondo. Realmente... ¿hay alguien genuinamente malvado en el verso?

Suspiro, jugueteando con un volante del vestido entre los dedos.

 Cree que protegiéndolo le hace un bien. Se equivoca, cuanto antes espabile, mejor.

Tras esas palabras, me vuelvo hacia el piloto, con el ceño ligeramente fruncido.

-Me temo que debo disentir, señor Faraday. Aria es sólo un niño, y no vivirá siempre dentro de la Constanze. No tiene por qué seguir nuestros pasos y acabar en una vida criminal. No todo el mundo debe madurar a golpes; ese chico ya ha sufrido bastante y me encargaré personalmente de que no se convierta en un proscrito como todos los que estamos aquí. Tiene derecho a salir del ciclo de violencia y criminalidad en el que se ha criado, y aspirar a algo mejor. 

Titubeo unos instantes, temiendo haberle ofendido.

-¿No lo cree así? Se puede llevar una vida emocionante respetando la ley. Pudiendo tener un hogar a donde regresar. Una familia... 

El piloto se mordió el labio, evitando darle una respuesta inmediata a la pequeña mujer oriental. Realizo al menos cuatro más subidas a la barra, antes de bajar y responderle, quizás con un dejo de molestia.
- Haga lo que considere, Señora. dijo el piloto, desde su metro noventa de estatura. pero recuerde que la “familia” del chico lo vendió y por eso está con nosotros. Y para llevar una vida legal, primero hay que sobrevivir.

Me pongo en pie con delicadeza, mirando al piloto a los ojos. La diferencia de altura entre nosotros es más que notable, pero no dejo que me intimide.

Haga lo que considere, Señora.

-Nunca hago otra cosa -sonrío, entrelazando los dedos de las manos a la altura del vientre-. Estoy segura de que todos desearíamos tener a alguien que velara por nosotros, y si yo puedo ser esa persona para Aria, no me achantaré fácilmente.

Profiero un breve suspiro, observando la camiseta húmeda de Faraday.

-Bueno, no le molesto más -sonrío de nuevo- y puede llamarme simplemente Jun, señor Faraday.

Faraday vio como ella ignoraba los datos, como solían hacer los que sabían discutir, evadir la verdad que los dejaría mal parados, para usar las palabras, como armas, y revertir la situación, dando a entender de que el le había dado un permiso y ella no lo necesitaba, cambiando el foco de atención a ello, en vez de hacerlo en el punto en que si mimaba al chico, probablemente terminaría muerto.
En fin, no podría evitarlo. Le sonrio de forma ladeada a la acompañante y solto.
- Estoy seguro de que siempre es asi. dijo, observándola algo dubitativa, sus palabras indicaban que quería irse, pero ningún gesto corporal asi lo indicaba. Mas bien lo contrario. Decidio ayudarla. Que tenga buen dia… Señora

Luego de que se fuera, siguió con su rutina de ejercicios. el Bourbon de la ultima semana, no lo hacia fácil, haciendo que cada rutina fuera un poco una tortura pero era la única forma de estar listo ante eventualidades. Se dijo que si hubiera elegido ser mas complaciente, tal vez estaría disfrutando de cálida compania, pero recordo las palabras de su sargento cuando era un cadete, "No se come donde cagas, Chico, asi que guarda ese gusanillo y deja de mirar a Williams".
Tenia razón.
Los dos dias de diversion caliente con la cabo no habian valido los cuatro meses de enojo posterior e incomodidad.

Que tenga buen dia… Señora

Ensancho mi sonrisa ante la provocación, y asiento con la cabeza, mientras me retiro hacia la salida.

-Igualmente, señor Faraday. 

Una vez fuera de la cabina, respiro profundamente. Para no conocernos ni de un día, desde luego ha sido una charla de lo más intensa. No era lo que esperaba para empezar el día, pero ha sido... interesante. 

Segundo día de viaje. Poco antes de la hora de la comida.

Tras despertarme escandalosamente temprano, aprovecho los momentos de absoluta calma en la nave para desayunar tranquilamente en la cocina, e incluso me permito intercambiar unas pocas palabras con el piloto.
Sin embargo, el confort apremia, y tan pronto como escucho que mi compañera de habitación está despierta, desciendo hacia nuestro camarote con una maleta más, y comienzo a abrir algunas bolsas.
-Buenos días -Comento, animosa, mientras observo las superficies a mi alrededor. De momento no se podrá hacer mucho por la decoración, pero lo suficiente como para respetar a las fortunas.- ¿Te parece que pongamos ahí nuestro altar? ¿Eres taoista o budista?

Nikita la mira de reojo, levantando una ceja. Sigue preparándose y en este caso atándose las botas.

Pon lo que quieras. Dice seca. Yo solo creo en mis armas. Todas esas tonterías de los alteres y las creencias le parecían una soberana tontería. Si realmente hubiese algo o alguien al otro lado, no dejaría que ocurriesen según qué cosas. Quizá era su temperamento normal, o quizá es que esa noche no había dormido nunca. Y lo cierto era que a Nikita le costaba dormir cuando no se encontraba cómoda, con sitios y gente nueva. Y esa noche, tenía ambas.

Primera noche de viaje.

Nikita, tras acostarse y no poder dormir, se levanta y se dispone a inspeccionar la nave. Adoraba el silencio y sobretodo cuando últimamente y en ese primer día, no había habido mucho. Adoraba ver el espacio y las estrellas. Le producía una gran calma, así que se dirigió hacia el sitio en el que más se veía: la cabina del piloto.

El paisaje que encontró delante de ella, la maravilló tanto, que bajó la guardia y ni siquiera se percató de si había alguien ahí.

No era que su compañero de cabina fuera alguien dificultoso. Es decir, lo era, pero no era el motivo por el cual el Piloto no estaba descansando allí. No el único motivo, al menos. No, cuando se es piloto, el primer tiempo en la nave es de familiarización, de conocer los ruidos, los pequeños e imperceptibles cambios, los manejos que esas naves, a diferencia de las naves militares, donde funcionan siempre sin el menor ruido y la máxima eficiencia.
Pero estas naves no estaban del todo exprimidas, el que las había diseñado, había tenido mucha suerte o había estado muy mal valorado. Tenían mucho para dar, y el hecho de que una de las dos féminas de la nave hubiera ingresado como sonámbula en la cabina, y hubiera quedado obnubilada con el paisaje espacial, al parecer era una más de ellas, y no una despreciable de ser agradecida por el piloto. Torció un poco al rostro, ligeramente, sin interrumpirla, y para dejarla apreciar el paisaje, al tiempo que reclinado en silla, apreciaba el también el suyo.
Finalmente se decidió a hablar, el café que tenía entre sus manos ya se había acabado hace un tiempo y le apetecía otro.
- Bonito panorama, ¿verdad? dijo Faraday

Nikkie se giró, rápidamente, llevándose la mano a la pistola, como intentando desenfundarla. Pero al ver que era el piloto, suelta un bufido, y deja la mano suavemente donde estaba, alejándola del arma. Se maldijo por haber bajado la guardia. Pensaba que estarían todos durmiendo como troncos y que nadie se habría molestado en estar ahí a esas horas.

Intenta recomponer la compostura, y eleva la cabeza de nuevo, pasando junto a un asiento y acariciándolo con la mano, mientras sigue mirando el enorme espacio que tenían delante.

Lo es. Dice firmemente sin dejar de mirarlo. No sabía si la presencia del piloto iba a estropear o no influirían en sus planes de pasar un rato tranquila, pero decidió darle el beneficio de la duda.

- Hey, Hey … hey Stark! – dijo el piloto, incorporándose en reacción al movimiento parcialmente agresivo de ella, levantándose de la silla y alzando las manos, la derecha con una taza en la misma. Aunque no podía decirse si estaba preocupado o sobreactuando un poco. Alejo su taza de café y la apoyo sobre el respaldo – Mira, está vacía, desarmada –, lentamente mostro que el contenido de la misma era nulo.
La chica siguió en su propio mundo, observando fascinada el movimiento del espacio, el podía estar horas haciendo eso, pero ya no lo hacía, no cuando había pasado la mitad de su vida ahí.
- Dificil dormir la primer noche, ¿no es asi? – miro su taza, y agrego. – Sobre todo si tomas mucho café. Hablando de eso, ¿quieres uno?

Pon lo que quieras. Yo solo creo en mis armas.

Comienzo a colocar el retrato de las siete fortunas sobre la repisa, y rebusco entre las bolsas hasta encontrar velas e incienso.

-Ojalá tuviese yo esa confianza en mí misma -murmuro, esbozando una media sonrisa-. Dígame, señorita Stark, ¿de dónde viene? Creo que su presentación fue bastante escueta, pero ya se sabe que entre damas podemos ser más distendidas. 

A Nikita se le escapa una sonrisa de lado ante la escena de bajar la taza como si fuera un arma. Quizá esa pequeña sonrisa, fugaz, fue la que la hizo relajarse un poco más y se acomodó en uno de los asientos, y para no sorprender, no en una postura muy femenina que digamos.

Niega con la cabeza. No, gracias. Dice con la mejor educación que le sale. Que ya era bastante. Me pone muy nerviosa. Si ya de por sí, Nikita era un nervio que no paraba, beber café no la ayudaría. Me cuesta dormir con desconocidos. Dijo refiriéndose por supuesto además de a la tripulación en sí, a la princesita con la que compartía camarote. No podía simplemente cerrar los ojos y confiar.

Cuando la princesa comenta lo de la confianza, Nikita para de hacer lo que está haciendo y se la queda mirando. ¿Estaba de broma? ¿Era sarcasmo? Se le notaba a leguas que con esa elegancia, era imposible que esa chica no confiase en si misma.

La deja continuar. Aunque cuando ve que el tema se desvía a su vida personal, Nikita acaba de atarse las botas y se dispone a recoger y ordenar un poco la cama. Con todo el respeto, señorita Vasilis, es algo que prefiero no comentar. Todos estamos aquí porque estamos huyendo de algo y simplemente Sugar nos ha puesto a todos aquí dentro. ¿Es consciente de que si se lo cuento quizá tendría que matarla? Dice esta última pregunta, parando y girándose con una sonrisa. A modo de broma... o no.

Prendo una cerilla contra la caja antes de encender una barrita de incienso, escuchando las palabras de mi compañera.
-Puede llamarme Jun -Le indico, como toda respuesta a lo que espero sea una bravata.- En cualquier caso, mi interés no estaba enfocado en cómo ha acabado trabajando para Sugar, sino en su lugar de nacimiento. Su infancia, ya sabe.

Con un encogimiento de hombros, deposito la barrita de incienso sobre el incensario de cerámica y me pongo en pie, avanzando hacia las maletas con ropa.
-Yo nací en Osiris, aunque crecí prácticamente en Capital City, en una de las Casas.

Comienzo a sacar vestidos de la maleta, y, con su propia percha, los coloco cuidadosamente en el armario. Pronto se hace patente que no habrá espacio suficiente para ambas mujeres. Tengo que habilitar la lanzadera cuanto antes...
Abro una nueva maleta, desconociendo su contenido, cuando una cajita se precipita desde su interior y con rapidez me lanzo a atraparla entre los dedos antes de que se estrelle contra el suelo.
El movimiento es lo bastante rápido como para impedir la caída, pero también ha sido brusco, y con celeridad la abro para comprobar que su contenido está intacto. Sí, compruebo con alivio. Tanto las jeringuillas como las ampollas han salido ilesas del viaje y del trasiego de maletas. Cierro la caja y la aprieto contra mi pecho, cerrando los ojos.

Al ver como su forma de broma causaba aunque fuera divertida ironía en la pequeña pistolera, el piloto dejo la tasa sobre la mesa, y tomo los mandos, haciendo que la nave tuviera un ligero desvió, tomara potencia y tuviera durante unos veinte segundos la vista de una nebulosa, azul brillante, cambiante y vaporosa, luego para compensar la distancia, acelero un poco con los motores, y volver al curso anterior.
Luego, activo el piloto automático, mientras le decía a la joven.

¿Problemas para dormir? Yo tengo una posible solución a eso La observo rápidamente y fue su turno para sonreir de lado. Pero implica ir a la bodega, hacer mucho ejercicio, y no creo que tengas el valor…
No dijo esto último muy convencido, más bien en plan de broma, sabía que ella se animaba a todo, era solo darle una oportunidad de devolverle la pulla.